Capítulo 10


(FLASHBACK)

Miraba a través del armario como siempre hacía cuando se repetía la misma situación. Todo estaba a oscuras en mi habitación, pero mamá siempre me decía que si oía gritos debía esconderme aquí y cerrar la puerta mientras tarareaba su melodía en mi mente. Me ayudaba a distraerme, pensando en que mamá estaba conmigo cuando la tarareaba. Pero hoy, el remedio no funcionaba. Oía sus voces tan fuertes que me abrace las piernas. Tan sólo era una niña de seis años...

Mi padre había vuelto echando pestes por la boca. Mamá le había gritado que bajase la voz. Él siguió y siguió. Después de aquello, los llantos de mi madre se hicieron presentes, cada vez eran mas angustiosos y se me encogía el corazón. Empecé a escuchar objetos romperse en la planta de abajo y un silencio arrollador segundos después.

Luego, solo se oían sus voces. La de mi madre, entrecortada por el llanto y la de mi padre, aún más fuerte que antes. Estaba enfurecido, la rabia se había apoderado de su cuerpo. ¿No se daba cuenta de que mi mamá lloraba?. No pude aguantar más sin mirar. Tenía los ojos bañados en lágrimas que querían salir... Me levante sigilosa del armario y abrí la puerta yendo al pasillo con mi pijama de flores y la trenza que me había hecho mamá para ir a dormir.

Anduve de puntillas con miedo a que se oyese alguno de mis pasos. Mire por el hueco de las escaleras y lo . Todo estaba destrozado, los muebles, los jarrones, el espejo de la entrada... Mi madre sollozaba en el suelo mientras mi padre le agarraba del pelo y le gritaba en la cara.

¡Maldita zorra! —gritó y me estremecí.

No he hecho nada. —dijo mi madre llorando descontroladamente.

El pelo negro de mi madre se le pegaba a la cara por las lágrimas, y el resto, era tirado con fuerza por el hombre corpulento que era mi padre. El pelo rubio de mi padre estaba revuelto y descuidado, pero sus fuertes brazos estaban contraídos.

¡Mentira!rugió con fuerza y un pequeño alarido se escapo de mi garganta. Me puse las manos rápidamente. Pero él ya me había visto. Sus ojos negros me miraban inyectados en sangre. Soltó de un empujón a mamá y corrí lo más rápido que pude hacia la seguridad del armario con sus pisadas persiguiéndome.

Ese ya no era mi padre.

Me desperté de un tirón. Algo me aprisionaba las piernas y me asuste tanto que empecé a patalear. Me costó un poco comprender que la colcha estaba revuelta alrededor de ellas y que era eso lo que me impedía moverme.

Estaba sudando y el pelo se me agolpaba en la cara. Suspiré derrotada porque otra vez volvía a tener pesadillas, igual que cuando llegué a la organización.

Me levante a tientas hasta llegar al baño oscuro y encendí la luz. Me eche agua en la cara y me mire en el espejo. Unas grandes ojeras se asomaban bajo mis verdes ojos apagados. Solo había sido un sueño, más bien, un recuerdo que debería seguir encerrado. Sabía que enterrarlos como si nunca hubieran existido no los hacia desaparecer. Pero tenía miedo a sufrir al recordarlo tanto como había sufrido cuando lo viví.

Ya tenía suficiente actualmente para que todo aquello me golpease de nuevo. Pensé que no volverían, pensé que todo aquello estaba bien guardado bajo llave... Me equivoque como siempre hago. Aún me temblaba el cuerpo de la impotencia de revivir aquello y no poder actuar para hacer algo. Mi yo de ahora luchaba contra la niña que era antes y me ahogaba hasta tal punto que no sabía escapar.

Volví a tumbarme en la cama y miré el reloj. El entrenamiento era en una hora y sabía que ya no podría dormir más. Además, el día anterior me había dormido demasiado pronto. No podría recobrar el sueño hasta esa misma noche.

Así que me puse en marcha y mientras me duchaba todos los problemas volvieron a juntarse y enredarse sin poder impedirlo. Ariadne estaba molesta conmigo y no me atrevía a hablarla, Hayden no me querría ver ni en pintura, Álex era majo conmigo de vez en cuando y el resto, era el resto. Seguía siendo una loca para todos.

No encontraba una solución para poder ponerle fin a todo. Podría huir, eso se me daba bien, podría renunciar y marcharme como si nunca hubiera participado en esto. Podría hacerlo, pero en lo más hondo de mí no lo podía aceptar.

  

                                  ...

Después de ir a por el desayuno, había llegado a la sala de entrenamiento la primera. Solo estaba yo allí y el silencio. Me alegraba de tener un poco de libertad para mí en aquella sala, aunque no utilizaría el saco que me llamaba a gritos, sobretodo después de la pesadilla. Me concentre en la comba balanceándose y en mis saltos. Al menos, sabía que no perdería el control por saltar y sinceramente, no quería que la gente me siguiese mirando como una loca. No es que me importase su opinión, sino que por el bien de la misión tenía que dar aspecto de ser una equilibrada mental y no ser una loca demente. Pero creo que esa reputación era algo difícil de quitar.

Cuando ya había parado para respirar después de un buen rato, empezaron a entrar agentes. Me miraban de arriba abajo con curiosidad, como si fuera un experimento o una bomba a punto de explotar. Me daban ganas de gritarles pero estaban en la otra punta de la sala, en la zona en la que ya no volvería a pisar en mi estancia aquí. Aunque a quien estaba engañando, seguramente vendría por las noches, a hurtadillas, cuando no pudiese dormir. Mis recuerdos se hacían cargo de torturarme un día tras otro...

Volví a mover la cuerda y empecé otra ronda de saltos despejando mis pensamientos. Cuando mi cuenta iba por la ciento veinte entró Azael con Ariadne a su lado. Ambos reían divertidos. Al menos, una de las dos estaba haciendo la misión. Aunque algo me decía que ella se estaba implicando demasiado. Para cuándo se dieron cuenta de mi presencia, estaban en el otro lado de la sala.  No sabía que pensarían de mí y no me atrevía a hablar con Ariadne sin tener miedo a contárselo.

Minutos más tarde, entró Sharif hablando con Dean. Ambos, iban desarreglados y con el pelo castaño revuelto. Sharif estaba algo cabreado, su mandíbula estaba apretada con fuerza mientras que sus ojos claros se centraban en Dean. Cuando notaron que los miraba, se callaron e inclinaron la cabeza en señal de saludo cuando pasaron junto a mí.

Me parecía estúpido seguir aquí, cuánta más gente entraba peor me sentía. Todos me miraban constantemente. Quizás, esperando a que la loca hiciera alguna de sus actuaciones. Era exasperante y desde luego incómodo. Sentía que sobraba y no había ningún sitio en el que pudiera esconderme sin que sus ojos me escaneasen.

Cuando mis pies y mi cuerpo estaban decididos a largarse de aquella sala, entró Álex riéndose a carcajadas como siempre cuando le veía y a Ryan junto a Hayden con una media sonrisa. Cuando le vi, deje de respirar. Su pelo rizado rubio estaba bien colocado y su ropa deportiva le quedaba como un guante. Sin embargo, parecía entristecido y su mandíbula perfecta se destensaba y tensaba de vez en cuando. Tuve que apartarme cuando paso por mi lado sin ni siquiera mirarme. Retrocedí incluso más cuando oli su fragancia como si me hubiera golpeado.

Álex se puso junto a mi al verme y me dirigió un hola mudo. Toda la sala estaba en silencio, a la espera. Ryan se subió al ring de un salto. Hayden le siguió pasando a través de las cuerdas con gran agilidad.

—Como sabéis, chicos. —comentó Ryan con una sonrisa— Hoy es día de combate cuerpo a cuerpo —anunció frotándose las manos como un niño pequeño-— y quién mejor que nuestro experto en eso. —dijo mirando por encima de su hombro a Hayden, ya que este se encontraba detrás suya como una sombra— Así que, iremos por turnos como sabéis. Cada semana combatiréis cuatro personas contra él, quién os enseñará mientras intentáis vencerle.

—Suerte con intentar vencerle. —gritó Azael divertido al lado de Ariadne con una sonrisa.

Me mantuve alerta, no sabía si Ariadne y yo pelearíamos hoy contra él, o simplemente, observaríamos como se desarrollaba aquello. ¿Era tan bueno como decía Ryan?

—Tanto Ariadne como Thalia pelearán también contra él. —dijo Ryan contestando a mis pensamientos— Como dije al principio sois uno más aquí. Dad todo lo que podáis y enseñarnos de lo que sois capaces.

—Me toca elegir, ¿no?. —dijo Hayden a su lado. Sus ojos esmeralda buscaron por toda la sala hasta que me encontraron. Me miró por un instante y una media sonrisa apareció en su rostro. Me había puesto nerviosa con solo mirarme—. Quiero pelear hoy, como es el primer día, contra Álex, —éste a mi lado se tensó— Mark, —dijo mirando a un chico de tez morena— Luke, —que era un chico de unos dieciocho años y rubito —y Thalia Stone. —el aire se me escapó de los pulmones cuando pronunció mi nombre. Sabía que sus ojos esmeralda me observaban, pero no me atreví a subir la mirada. ¿Por qué me hacia esto? ¿Acaso quería humillarme aún más de lo que ya me había humillado yo misma?.

—Estupendo. —dijo sonriendo, Ryan— El combate acabará cuando uno de los dos este en el suelo, —anunció Ryan— ¡No quiero nada de peleas más allá del combate! —su rostro reflejaba respeto. Incluso daba miedo. Sin duda, tenía madera de líder.

—¡Que empiecen los combates!. ¡Adelante, Álex! —instó al chico que tenía a mi lado mientras bajaba del ring.

—Suerte. —murmuré cuando me miro con ojos divertidos. En el fondo le hacia gracia, pero podía notar la preocupación en sus ojos. Si Hayden, era tan bueno como decían, seguramente acabaría con él en dos segundos. Álex estaba fuerte, pero no era igual de alto que Hayden ni observaba de una manera tan meticulosa como él. Quería convencerme de que Álex le vencería, pero Hayden me confirmó que no. Segundos después de que empezará, Álex había caído al suelo con una llave preciosa por parte de Hayden que le había hecho volar, literalmente. Luego, este último, le ayudó a levantarse y todos aplaudieron.

Álex volvió hacía dónde estaba  con una sonrisa en los labios. Él ya sabía que eso iba a suceder. Seguramente, no hubiera sido la primera vez que le había tocado luchar contra él.

—Pequeñaja, lo tienes crudo. — susurró mientras se reía aún dolorido por la caída. Se puso a mi lado pasándome un brazo por los hombros. No me importó que su brazo descansase sobre mí, estaba más pendiente del combate que de cualquier otra cosa. Ambos cayeron enseguida, el primero de un puñetazo en el estómago y el otro por una llave. No duraron ni medio minuto entre los dos.

—¡Thalia Stone! —dijo Ryan y la sala calló. Me solté del brazo de Álex y me dirigí insegura hacia el ring. No mire a nadie y me centre. Aún tenía los nudillos magullados y sabía que estaba en desventaja. Aún así, no quería dejárselo fácil a Hayden. Se pensaba que podría conmigo en segundos, pero yo tenía un as en la manga. Había observado sus movimientos y eran precisos, calculados. Siempre bloqueaba y cansaba a su contrincante hasta que se acercaba y le noqueaba. Pero yo era rápida y llevaba mucho tiempo entrenándome. Había superado a muchas de mi edad, excepto a Andrea Haynes quién aún me llevaba ventaja por lo mucho que entrenaba.

Subí al ring seria y le observé con fiereza. Sus ojos me miraban divertidos creyendo que podrían conmigo, que sería fácil. No le daría pistas de que no sería de esa manera.

—¡Adelante! —exclamó Ryan. Me puse en posición defensiva con los puños por delante. Sitúe un pie delante y otro detrás flexionados. Le mire a los ojos desafiante y como predije esperaba a que le atacase pero no lo haría. Él era como el león de su espalda, pero él no sabía que yo también era una depredadora.

—¿Tienes miedo? —murmuró provocándome. No le hice caso y espere. No tardo mucho en cansarse y vino hacia mí. Le esquive hasta colocarme en el otro lado.

—Empiezas bien. —dijo sonriéndome. Me destabilizo un poco su sonrisa pero seguí concentrada. Si iba a perder, no dejaría que fuera tan rápido.

Avanzó de nuevo, esta vez más rápido, dispuesto a darme en la cara. Me alegro de que me viera como una contrincante de verdad y no cómo a una chica frágil cómo muchos me veían solo por serlo. Le esquive rápidamente y sonreí. Volví a mi posición defensiva y cuando vi una oportunidad, ataqué. Al volver a acercase a mí, le atesté un golpe en el estómago. Se dobló un instante sin aire y se volvió rápidamente. Una de las reglas principales del combate era no dar la espalda a tu enemigo y él era rápido, ágil e inteligente.

Me sonrió y se puso a la defensiva. Ni siquiera oía a mi alrededor, era él y yo en el ring. Sus ojos esmeralda me miraban fascinados como si le hubiese sorprendido. Al instante, volvió a avanzar hacia mí. Fui hacia él para golpearle en el estómago de nuevo, pero me engañó atestándome un golpe en las costillas que me robó el aire por unos segundos. Me recompuse con una mueca, rápidamente. Volvió al ataque y espere hasta que se acercará pacientemente. Esta vez, conseguí propinarle el golpe un poco más fuerte que antes. Se dobló unos segundos y aproveche para meter la pierna por detrás para desestabilizarlo con una llave y empujarle hacia el suelo. Más no podía hacer, era el doble que yo en cuerpo. Justo en el instante en el que iba a poner en marcha mi plan se giró, me cogió por la cintura y me tiró al suelo sin hacerme mucho daño. No era justo, pesaba menos que él y su fuerza comparada con la mía era de chiste.

—Perdiste. —me susurró en el oído y mi cuerpo se estremeció entero. Se apartó como si nada mientras que mi respiración iba a mil por segundo.

—¡Bravo! —exclamó Ryan al tiempo que subía al ring y me daba la mano para ayudar a ponerme en pie—. Ha sido toda una sorpresa. Eres la primera que ha logrado durar tanto. —dijo divertido mientras me giraba para quedar al frente de la gente de la sala—. Un aplauso para ella. —me  señaló con las palmas abiertas. Todo el mundo empezó a aplaudir y se que lo hacían por Ryan. Si hubiera sido por ellos, ahora se estarían riendo de mí, no aplaudiendome.

Bajé cabizbaja y me reuní con Álex que me abrazó al verme. Este chico era siempre positivismo y buena sonrisa. Me gustaría, a veces, ser como era él.

—¡Felicidades, pequeñaja! —comentó sonriendo— Eres buena. Quizás, un día logres vencerlo. —No creí que eso fuera posible. Hayden era muy bueno e inteligente. Se veía la experiencia que tenía en combate cuerpo a cuerpo.

Le sonreí como pude y no le contesté. Había tenido suficiente por hoy, necesitaba escabullirme. Me despedí de Álex y me largué de la sala entre el bullicio de las conversaciones y la constante melodía de los golpes contra los sacos.

Llegué a mi habitación y fui al baño directamente, pasando por el vestidor para coger ropa. Bajo el agua de la ducha mis pensamientos fluían con rapidez. Solo me venía a la mente "estás sola como siempre ". Era cierto, no soy muy sociable, no me gusta estar mucho tiempo rodeada de gente. Me gusta leer, pensar y hacer misiones. Además, toda mi vida había sido así, ni siquiera en la época en la que vivía con mis padres. Creo que solo tuve una amiga por aquel entonces, o quizás dos, no lo recuerdo bien. Nunca había sido como el resto, tampoco es que mi pasado me dejase intentar hacer las cosas de otra manera.

Bebía a veces para olvidar y apenas, lograba serenarme con eso. Ahora estoy aquí, dónde me siento como pez fuera del agua. Era la primera vez que me veía tan abatida, tan poco capaz de lograr algo. Era una agente que se ocupaba de misiones en las que fingía, engañaba, torturaba,  y seducía si había que hacerlo. Pero no era capaz de hacer que la gente confiará en mí, porque no confiaba en mi misma.

Salí de la ducha algo mareada por mis pensamientos y me vestí rápidamente. La ropa sucia se acumulaba y tendría que ir hoy a la lavandería. No podía más, así que, cuando toque la cama me derrumbe en ella. Lloré por todo lo que nunca había llorado, lloré por la vida que nunca he tenido, por no tener un apoyo familiar, por no tener una amistad, por estar sola. Porque mi soledad me estaba matando. Los recuerdos me torturaban, me hacían llevar una carga en mi espalda más grande de lo que puedo soportar...

Horas después me desperté entre lágrimas. Otra vez estaban mis pesadillas, tendría que llamar a Venus para que me consiguiera pastillas para dormir. No quería preocuparla, pero sino no rendiría en lo que debo rendir. Me mire en el espejo y apenas me reconocía. Mis ojeras eran más profundas que por la mañana, mis ojos verdes no tenían brillo y tenía los ojos hinchados. Me recogí el pelo en un moño y salí con la ropa entre las manos. Ya era la hora de la lavandería y como no iría a cenar porque mi estómago estaba cerrado a cal y canto, me dirigí hacia allí.

Cuando llegue a la lavandería, la parte de las lavadoras estaba vacía. Se escuchaba un murmullo desde la sala de planchar. Así que, cuando acabe de poner la ropa me acerque para escuchar la conversación que parecían llevar dos agentes:

—¿Y cómo fue eso? —preguntó uno de voz grave.

—¿El qué? —contestó otro— ¿Lo de la loca? —preguntó y mis ojos se nublaron de lágrimas. Hoy estaba tan débil mentalmente que no tenía fuerzas para oír más cosas. Pero seguí escuchando...

—Sí. Esta mañana se han empezado los combates contra Hayden. Me dijeron que la chica se defendió bastante bien contra él. —comentó el primero— Además, parece ser que Hayden tiene algún tipo de fijación con ella.

—Seguro que porque ambos son iguales. —dijo riéndose el de voz grave— ¿Pero es verdad qué la chica está loca? —preguntó curioso.

—Pegar a diestro y siniestro un saco, con los nudillos ensangrentados y que su amiga le llamase y no le oyese como si estuviera poseída, ¿qué es? — preguntó el segundo.

—¡Buah, tío!, tenía que haberlo visto. —dijo riéndose el de la voz grave.

No pude aguantar más la ira que se acumulaba en mi garganta y con las lágrimas nublando mi visión puse a mis pies dentro de aquella sala. Carraspeé con fuerza y ambos se giraron sorprendidos. Me obligué a mantener la visión en el pelirrojo y el rubio que los había visto alguna vez en la comida.

—¿Os importa lo loca que esté o deje de estar? —dije con rabia— No tenéis ni  idea de nada. —escupí casi con veneno— Así que, como buenas marujas que sois, decidle a todos que la loca os ha dicho que os metáis en vuestra vida y que si tenéis algún problema conmigo, me lo digáis a la cara. —dije con rabia mientras me largaba a zancadas de allí, dejando a ambos sorprendidos.

Me concentré en las vueltas que daba la lavadora una vez que ambos salieron y apreté los ojos para no llorar. Así que, ¿así sería mi estancia aquí, a partir de ahora?. Todas las miradas puestas en mí y yo siempre a la defensiva.

Apoyé mi espalda en la lavadora y recogí mis rodillas con los brazos. Las lágrimas surcaban sin parar por mis mejillas y me escocían los ojos de tanto llorar. ¿Por qué me tenía que pasar esto a mí?

—¿Pequeñaja? —susurró alguien con cautela. No levanté la cabeza. Al instante, sentí como alguien me levantaba en brazos del suelo y me sentaba en su regazo. Era Álex, su fuerte colonia de hombre me lo confirmaba. Escondí mi cara en su pecho y me abracé a él sollozando con fuerza— Sh, sh... —decía mientras acariciaba mi cabello con suavidad.

—No lo entiendo, —dije hipando en su pecho mientras le miraba a sus ojos castaños, poblados de largas pestañas—. ¿Por qué la gente tiene que hablar mal de mí por un accidente?

—Porque a la gente le gusta meterse con los demás para sentirse que ellos mismos son algo. —dijo firme mientras atrapaba una lágrima de mi mejilla en su pulgar.

—Pero no les he hecho nada para que me traten así. —dije mientras mis labios temblaban.

—Lo sé, pequeñaja. —dijo sonriéndome con comprensión— Ven aquí, anda. —me ordenó suavemente mientras me llevaba de vuelta a su pecho. Le abracé con fuerza sintiéndome cómoda. Me dejó por un rato así hasta que decidí que lo mejor era levantarme. Ya le había mojado el jersey suficiente.

—Gracias por aguantarme. —le agradecí mientras cogía la ropa de la lavadora. Ahora ambos estábamos de pie, yo cogiendo la ropa y él metiendo la suya en una vacía.

—Me gusta hacerlo. —dijo encogiendo los hombros mientras me sonreía de lado. Era un chico muy guapo, sus pómulos definidos se asomaban por su cara y sus ojos castaños te atrapaban.

—Igualmente tengo que dártelas por llenarte el jersey de babas y lágrimas. —le respondí devolviéndole la sonrisa, al tiempo en que metía la ropa limpia en el cesto.

—Ya es un poco tarde para preocuparse por el jersey. —dijo riéndose mientras cerraba la tapa de la lavadora y daba a los botones. Se giró y se apoyó en ella mirándome serio— ¿Qué ha pasado?.

—Yo... —dije mirando al suelo no muy convencida de si contárselo o no—. oí a unos chicos aquí, hablando de mí. De que soy una loca. —le expliqué omitiendo lo que habían dicho de Hayden.

—No les hagas ni caso. —dijo Alex frunciendo el ceño— Son unos chismosos.

—Bueno. —dije sumiendo a la sala en un silencio incómodo. Estaba claro que Alex sabía cosas que no quería contarme y yo aún le daba vueltas a lo de Hayden. Debía hablar con él, disculparme para que al menos mi conciencia estuviera tranquila. Él me había ayudado y no necesitaba llevarme mal con nadie más. Además, aquellos chicos me habían llenado de curiosidad con lo que habían dicho sobre él.

—Me voy a ir ya. ¡Te veo mañana! — me despedí yéndome con la cesta en brazos y sonriéndole.

—Duerme bien, pequeñaja. —dijo sonriendo cálidamente. Simplemente asentí, pero sabía que esta noche tampoco podría dormir.

Fui de nuevo a mi habitación y dejé la ropa. Ya la plancharía otro día. Tenía que hacer algo más importante.

Bajé segura a su puerta y llamé firmemente. Oí unos pasos que se acercaban con lentitud hacia ella y la abrían con torpeza. De repente, una figura se tambaleó y casi no me da tiempo a agarrarla. Sostenía entre mis brazos con esfuerzo a Hayden que olía a alcohol a kilómetros. No me gustaba ver a la gente así, a pesar de que yo también solía ponerme así. Pero los fantasmas siempre vuelven...

—¿Hayden? —susurré en su oreja con cierto miedo a que estuviera inconsciente. Parece que mi charla con él iba a ser aplazada.

—Vete. —murmuró arrastrando las letras mientras se incorporaba entre mis brazos apoyándose en el marco de la puerta. Su antebrazo estaba apoyado en el marco y su cabeza miraba al suelo, parecía descolgada. Su pelo rubio desaliñado dejaba mucho que desear y su aspecto descuidado igual. Iba a decirle que ya hablaríamos en otro momento cuando se aparto intentando correr hacia dentro de la estancia. Le seguí cerrando la puerta. No se bien porque lo hice, quizás fue, porque me ayudo cuando estaba igual que él en estos instantes o por el simple hecho de que me atraía como un imán, incluso en ese estado.

Encendí la luz del baño y le encontré arrodillado en el suelo con las manos apoyadas en el váter y la cabeza entre los hombros. Parecía abatido cómo yo, días atrás. Me acerque con cuidado, lentamente, como si fuera a asustarse de mí...

Me arrodillé junto a él y pose una mano en el león de entre sus omóplatos con lentitud, como si mi tacto le fuese a quemar. Se removió durante un instante y contuve la respiración hasta que se relajó bajo mi tacto. Con la otra mano le quité el pelo que se le pegaba a la frente con delicadeza. Sus ojos esmeralda me miraron. Me paralice y un sentimiento de tristeza recorrió todo mi cuerpo. Sus ojos estaban rojos y la esmeralda que siempre brillaba en ellos, estaba apagada como si detrás de ellos, hoy ya no hubiera vida. Puse una de mis manos en su mejilla y se la acaricie con el pulgar lentamente. Apoyó su mejilla en mi mano y suspiró mirándome afligido como si el mundo en ese momento le pesase tanto que ahora mismo mi tacto, fuese lo único que le aliviaba.

—Deberías irte. —susurró Hayden con una náusea. Volvió la cabeza y lo hecho todo de nuevo. Le puse la mano en la espalda y se la acaricie. No sabía que más hacer hasta que terminó. Realmente, yo no sabía cuidar de las personas. Bastante había tenido con cuidarme a mi misma durante la mayor parte de mi vida.

—Debería quedarme. —objeté mirándole a los ojos mientras le ayudaba a incorporarse, después de tirar de la cadena por él. Le dejé apoyado en el mueble del baño y le di su cepillo y pasta como él hizo conmigo la otra vez.

—Sí, deberías quedarte. —dijo esbozando una media sonrisa que no le llegaba a los ojos. Se lavó los dientes con torpeza y yo me aguantaba la risa al ver como se le escurría la baba por la barbilla. Cuando terminó no pude aguantar coger una toalla y secarle los labios. Tuve que ponerme de puntillas para ello. Lo hice tan despacio que dolió. Sus labios carnosos me pedían a gritos atención. Notaba su respiración a centímetros de la mía y su mirada puesta en cada uno de mis movimientos. Aparté la toalla y me obligué a centrarme. Le ayudé a llegar a la cama y tumbarse boca arriba.

Dio un par de palmaditas a su lado y me tumbe boca arriba con la mirada puesta en el techo y en la lámpara que colgaba de ella. Otra vez estaba en esta habitación...

—Hoy, —dijo aún con ebriedad mientras se ponía de lado para mirarme. Giré mi cabeza ante su voz grave—. es el cumpleaños de mi hermano. —sonrió tristemente— Era, más bien... Murió cuando intentaba salvarme la vida, enfrentándose a unos tipos.

No sabía como reaccionar, estaba explicándome algo de su vida, algo personal. Tampoco hacia falta que me lo explicará, pero una parte de mi se emocionó al saber que me lo estaba contando. Se estaba abriendo a mí y eso me gustaba más de lo que podría admitir.

—No hace falta que me lo cuentes sino quieres. —dije encogiéndome de hombros mientras dirigía mi mirada al techo. ¿Tendría que informar sobre esto?

—Su recuerdo viene a mi cada día. Le veo muriendo desangrado frente a mí en bucle. —continuó mirándome aún— Ni con alcohol me evado. —dijo carcajeándose tristemente.

—¿Qué le hicieron? —me atreví a preguntar en voz baja. Tan baja que no creí que él me hubiera oído por su silencio a continuación. Ahora le miraba y ya no parecía tan ebrio. Sus ojos expresaban un dolor que iba más allá de todo. Podía sentirlo saliendo de su cuerpo.

—Se le ocurrió defenderme. —dijo suspirando mientras se colocaba en la misma posición que yo— Siempre fue así, el hermano mayor que no entendía como era posible que siempre su hermanito se metiese en líos.

—Era un buen hermano entonces. — dije pensando en lo bonito que hubiera sido tener un hermano. Pero sin que viviera lo que a mí me ha tocado vivir.

—Lo era... —dijo con voz apagada. Sentía la loca necesidad de consolarle. Me acerqué dudosa a él y me acurruqué en su costado abrazándole. Aún olía a alcohol, pero no era eso lo que me importaba, sino sostener al chico raro que también tenía un mal pasado, igual que yo.

Me abrazó unos segundos después y escondí mi cara en su pecho. Mi frente rozaba su barbilla haciéndome cosquillas. Una sensación de paz se instaló en mi cuerpo, a la vez que mi corazón palpitaba contra mis costillas con fuerza.

—Gracias. —murmuró en una voz casi inaudible.

—¿Por?. —pregunte extrañada mientras me incorporaba para mirarle.

—Por haber venido y haberte quedado aunque te dijera que te marcharas. —dijo mirándome con sus impresionantes ojos verdes que poco a poco iban recuperando su precioso brillo.

—No me las des, estoy aquí porque siento que debo estar. —dije encogiéndome de hombros mientras me escondía rápidamente en su pecho de vuelta, con el corazón acelerado. Mis palabras habían sido tan sinceras que incluso me había sorprendido escucharlas salir de mi propia boca. Por primera vez, sentía que debía estar en un lugar. Aunque mi lugar fuera él...

Poco a poco, fueron pasando los minutos en un silencio cómodo. Su respiración se ralentizó dándome la señal de que se había quedado dormido y solo ahí me atreví a cerrar los ojos con la calidez de su cuerpo pegado al mío. Sabía que esta noche podría dormir tranquilamente porque un rubio de pelo en bucle no me dejaba pensar en otra cosa.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top