Capítulo 1

"La inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón."

George Sand

Estaba nerviosa. Mierda, lo estaba. ¿A quién  quería  engañar? Necesitaba mantener mis nervios a raya...

Estaba segura de que me sabía cada palabra que estaba escrita en los documentos que sostenía entre mis manos.

Mi objetivo en esta misión era la de seducir a Ryo Nakahara, un importante proxeneta e introducir en su copa un somnífero para llevarlo ante mi jefa, Venus Smith, y que ella se encargará del resto, como siempre hacía.

Ryo era un personaje algo especial, astuto y bastante activo desde hacía muchos años en el mundo criminal. Por lo que, había que hacerlo todo con sumo cuidado y con una gran actuación por nuestra parte. Si él se enteraba, alguien se haría cargo de cerrarle el pico. Pero tendría que ser impidiendo que alertará a sus guardaespaldas y a todo su séquito. 

Iría acompañada de Ariadne, mi amiga en esta organización desde hace unos años. Ambas teníamos que hacernos pasar por prostitutas de lujo. Naturalmente, seríamos acompañadas por el otro jefe de la organización Urano, Ryan Steel. Ryan se haría pasar por un mafioso que quería hacer un trato con Ryo para que le ayudase a introducir en América numerosas chicas y drogas. Nosotras seríamos el incentivo para que Ryo aceptase, y también, el dinero de un maletín que, por supuesto, Ryan no iba a entregarle.

Junto a nosotras irían también  otros agentes de Urano que nos cubrirían las espaldas y otras agentes de Gea que se ocuparían del transporte y armas.

Por lo que el plan  visto así, era simple y sencillo. Sin embargo, era una de las misiones más importantes que me habían asignado nunca.

Era buena, no podía negarlo. Y no malinterpreteis mis palabras, hablaban los datos...

Había cumplido todas las misiones anteriores y Venus tenía una gran confianza puesta en mí. No podía defraudarla, y sinceramente, yo misma no me permitía fallar. Además, si acabábamos con este hombre se acabaría con una de las redes de prostitución más grandes del mundo. Salvaríamos a multitud de chicas de sus garras. Esta misión no solo era por mí,  tenía que hacerlo por ellas y por las que ya no estaban con vida. 

El japonés era un hombre sin escrúpulos, según había aprendido de las páginas que sostenía. Mantenía a una gran cantidad de adolescentes a su servicio y las trataba como mercancía barata para cerrar tratos. Así que, las ganas para encerrarle entre rejas eran desmesuradas. Pero algo me inquietaba...

Mi desasosiego venía porque no sabía  si mi fuerza de voluntad era lo suficientemente férrea para no golpearle en la cara. Aunque ya sabía que no podía dejarme llevar por eso, ¿qué le pasaría a esas chicas si  fallase en la misión?...  Sin duda, algo bueno no.  Así pues, actuaría como nunca y cuando creyese que me iba a tocar un solo pelo ya estaría en mis manos.

 Y aquí estaba, sentada.  Llevaba esperando encima de la cama de mi dormitorio durante más de dos horas para irme a la misión que sería en Canadá. Teníamos que coger el jet privado que estaba en esta mansión de la organización U&G.

Me levanté con la cabeza centrada en lo que pasaría horas más tarde. Me acerqué a las cortinas rojas del ventanal de mi habitación y las abrí dando paso al paisaje del exterior. Una cantidad de árboles verdes me saludaban desde fuera y la luz del sol empezaba a apagarse para dar paso a la noche.

Sin darme cuenta, alguien apareció a mi lado. No me hizo falta mirar para saber quién era. Venus, mi jefa, se encontraba observando por la ventana con la misma mirada que hace segundos yo tenía, como si de verdad esperase fundirse con aquella naturaleza.

Siempre venía a verme antes de cada misión. Prácticamente, era cómo mi hermana mayor, me había criado  desde los diez años. Me había entrenado, tanto físicamente como mentalmente para las misiones y tratado con un cariño que nunca antes había tenido. Le debía muchas cosas,  y tenía un trabajo gracias a ella. Un trabajo que me motivaba y me hacía superarme a mi misma todos los días.  Además, aquí no me trataban mal y me pagaban por ir a misiones. ¿Qué más podía pedir? , si incluso tenía un dormitorio y comida todos los días. Para mí, esto es lo más parecido a un hogar, quizás porque nunca tuve uno de verdad.

Sus ojos aguamarinos me observaban atentos y sabía que diría algo en cuestión de segundos.

—Se que lo harás bien, Thalia. —me aseguró con una sonrisa en la cara mientras se acercaba para estrecharme entre sus brazos. Me sacaba una cabeza, por lo que en aquel abrazo parecía una especie de ratilla al lado de una despampanante rubia.

—Eso espero. —susurré no muy convencida contra su pelo rubio mientras me separaba de ella—. Quiero que ese tío no vuelva a ver el sol.—hablé con rabia mientras bajaba la mirada al suelo. En el fondo lo quería, quería matarlo...

—Me encargaré de eso. —habló firmemente— No lo matarás porque eso no es lo que hacemos aquí, o lo que más bien, evitamos hacer aquí y lo sabes. —agregó como advertencia para que no se me pasase por la cabeza aquella idea.

—Lo sé, —suspiré mirándola de nuevo— ¿ya es la hora? —pregunté mientras entraba en el baño por última vez. Nos vestiríamos en Canadá una vez que llegásemos pero me había tenido que maquillar aquí.  Así que, me eché un último vistazo para saber que no se había ido nada de todo lo que me había echado en la cara. No era una experta en maquillaje. Sin embargo, años atrás Venus me había enseñado a maquillarme y era fundamental saber que tipo de maquillaje se requería para cada misión. Todos los detalles eran importantes.

Esta vez utilicé una sombra de ojos negra que resaltaba mi color de ojos verdes y un rojo pasión para mis labios carnosos. El pelo castaño había optado por plancharlo y dejarlo suelto mostrando la largura que había alcanzado desde hacía un año. Actualmente, me llegaba casi por mi fina cadera.

Mi vestido y mis tacones me los darían en el jet y tendría que ponérmelos allí al aterrizar. Habían quedado sobre las once de la mañana con Ryo, en un hotel de lujo de Canadá.

Suspiré y me fui del baño. Venus me sonrío y me agarro de la mano. Juntas abandonamos mi habitación en absoluto silencio. En un silencio cómodo, dónde las palabras sobraban.

Cuando llegamos a la parte trasera de la mansión tuvimos que ir a la pista de aterrizaje. Se accedía desde un camino de piedras conectado con la puerta trasera de la mansión que iba hacia la pista. No había pérdida, sólo había que seguir el camino. Aunque recuerdo que la primera vez que llegue, me perdí. En mi defensa diré que la mansión es extremadamente grande.

Cuando llegué al jet listo para partir, Ariadne se encontraba en la pista hablando con Ryan. Al vernos a Venus y a mí, se acercó sonriendo con su pelo pelirrojo planchado que le llegaba a la altura del pecho y sus ojos sombreados, haciendo que destacase el color gris de éstos.

Algunos agentes se dirigían al jet portando armas mientras ahora  Ryan les guiaba en el proceso. Era difícil pasar de él con su metro noventa, su cuerpo escultural y su pelo corto castaño. Si hubiese sido en otra circunstancia, él sería mi hombre perfecto. Pero intuía que a él le gustaba Venus e incluso Venus le miraba con otros ojos...

—Thalia, ¿estás? —preguntó Ariadne mientras chasqueaba los dedos delante de mis ojos. Intenté ocultar que me había quedado mirando a nuestro jefe pero me puse roja —. No sé en que estarías pensando. En fin ―suspiró poniendo los ojos en blanco— Venus, lo haremos bien, estoy segura. Excepto, si la tonta de Thalia no deja de quedarse como un pasmarote mirando a la nada. —dijo refunfuñando mientras cruzaba sus brazos por encima de su sudadera negra.

—Yo siempre hago bien las misiones. —dije mirándola o pretendiendo mirarla con ojos asesinos mientras los entrecerraba— ¿Te recuerdo quién casi la pifia en la última? —insinué sonriendo malvadamente.

—¡¿Qué dices?! —chilló casi en mi cara y empecé a reírme. Siempre se ponía así cuando le recordaba algún fallo. Ambas éramos buenas en lo que hacíamos, aunque en la última misión se puede decir que se lo tomo bastante enserio. Teníamos que infiltrarnos en un casino y acercarnos a un rico que llevaba una red de drogas. Allí no paraban de darnos copas, así que, Ariadne acabo prácticamente borracha. Lo bueno es que consiguió que aquel hombre nos creyese.

—¡CHICAS, MOVED VUESTRO TRASERO HASTA EL JET YA! —nos gritó mi hombre perfecto mientras subía apresuradamente al jet blanco.

—Chicas, ya habéis oído. —dijo Venus que estaba aguantándose una sonrisa porque se había estado riendo de nuestra pelea absurda— No le hagáis enfadar que  luego se convierte en un hombre poco sociable. —nos aseguró arrancándome una sonrisa. Poco sociable no era como yo lo definiría, sino una especie de gigante gruñón.

—¡Cuídate!  —exclamó Ariadne mientras abrazaba a Venus. Ella le tenía mucho más cariño que yo. Era como su hermana, ya que Ariadne llegó aquí a los seis años tras haber sido encontrada, abandonada por su madre, en un callejón de Grecia. Se puede decir que su padre fue un cliente de su madre aunque no está comprobado al cien por cien. Su madre era prostituta y drogadicta... Nunca había sido buena madre ni la había cuidado. Ella siempre había tenido que apañárselas sola. Pero  a pesar del pasado que cargaba en su espalda, ahora Ariadne era feliz, como muchas de las personas que vivían aquí.

Cuando se soltó de Ariadne, le abracé yo también y le sonreí. No tuve que decir más palabras puesto que en sus ojos azules supe que me había entendido y eso era suficiente. Quería que volviésemos sanas y salvas.

Me gire y me fui con Ariadne sin mirar atrás. Cumpliríamos la misión y volveríamos como siempre hacíamos. Nos darían nuestro sueldo e iríamos a la ciudad a comprar un par de cosas para nosotras. Sonreí al pensar  en eso.

Entre tras una Ariadne que me sacaba media cabeza. Ese era el precio  ser tan bajita, que casi nadie me veía. Al menos  se comportaba como si tuviese mi edad, y la verdad es que  era más joven que ella. Yo tenía dieciocho años y llevaba en misiones desde los dieciséis. Me uní antes porque según Venus ya estaba preparada para ello. Normalmente, se empiezan las misiones a la edad en la que Ariadne las empezó, que era a los diecisiete en el mejor de los casos y a los dieciocho oficialmente en todos los agentes. Ambas, supongo que éramos mejores que las otras agentes y por eso empezamos antes que el resto. Aunque Ariadne me superaba en experiencia, tenía veinte años y ya había estado en multitud de misiones.

Me senté en un asiento acolchado al lado de Ariadne que se había quedado con el lado de la ventanilla, como siempre hacía. Me abroché el cinturón y puse mis manos encima de aquel asiento blanco mientras miraba al frente. Una mesita blanca se interponía entre nuestro jefe Ryan y nosotras. Estaba concentrado mirando una Tablet negra que sostenía entre las manos. Su mandíbula se tensaba y destensaba a medida que sus ojos navegaban por la pantalla de aquel dispositivo. Me gustaría saber que es lo que le inquieta tanto pero no puedo fisgonear en cosas que no me incumben y sencillamente, tampoco me importaba. En estos casos prefiero ser ignorante, una vez fui lo suficientemente curiosa para no querer volver a serlo. Ese día es uno de esos que no quiero recordar. El pasado es el pasado y así ha de ser.

Algunos chicos estaban sentados al otro lado del pequeño pasillito del jet. Todos vestidos de negro y con armas colgando de sus torsos por cuerdas amarradas a estos. Todos tenían chalecos antibalas y estaban preparados para la acción. Un par de chicas de nuestra sede de Gea estaban situadas delante de dos chicos de Urano, pero no sabía quiénes eran. Se reían abiertamente como si se conocieran de toda la vida.

Los chicos tendrían aproximadamente unos veintidós años o más. Tanto la morena como la rubia parecían tener unos veinte años y las dos llevaban armas.  Los otros dos chicos frente a ellas completamente uniformados eran extremadamente guapos, los llamaría: el moreno y el de los ojos arrebatadoramente sexys. Este último tenía rasgos árabes con unos ojos grises que te dejaban atrapada en cualquier lugar. Así me quedé yo, pero no al ver sus ojos, sino al darme cuenta de que se había percatado de  mi mirada fija en su figura.

Desvíe la mirada rápidamente. No sé para que si ya se había dado cuenta de que le había mirado. Lo bueno es que  ya estábamos despegando. Estaba tan acostumbrada a viajar en avión que apenas me daba cuenta incluso de la presión que había al ascender.

—Chicas, quiero que os concentréis, ¿de acuerdo? —dijo Ryan dirigiéndose a nosotras mientras se quitaba el cinturón, tras estar ya en vuelo, e hice lo mismo. Me quité el cinturón en sincronía con Ariadne y ambas le prestamos atención—.  No quiero fallos en esta misión.  —añadió mirándonos fijamente mientras unía sus manos en el regazo y se acomodaba en el asiento— Ryo es astuto y no se creerá que sois prostitutas sino actuáis perfectamente, ¿entendéis? —dijo tan serio que daba miedo. Ambas asentimos mientras yo tragaba saliva e intentaba que sus ojos marrones poblados de estupendas pestañas negras no me dejasen embobada.

—Pero no pienso dejar que me toque un pelo. —sentenció Ariadne con fuerza mientras le fusilaba con la mirada a Ryan. Ariadne podía darlo todo en una misión, pero nunca consentía que nadie le tocase un solo trozo de su piel.

—No es eso lo que pido. —dijo frunciendo el ceño Ryan y mirándola con fiereza— Quiero que actuéis, le seduzcáis, le introduzcáis en la bebida el somnífero y os acerquéis a él . —cuando dijo estas palabras, mi cara se transformo en una mueca de asco.

Ariadne puso una mueca de asco similar a la mía y me miró dándome a entender que arrimarse a él iba a ser repugnante.

—Jefe, yo lo siento, pero ese ser me toca un trozo de piel y... —habló con rabia mientras Ryan le interrumpía.

—Me da igual. —contestó Ryan tajante— Si lo tenéis que hacer, lo hacéis , y no quiero peros. Quiero una misión exitosa, no un desastre, ¿entendido o no?

Asentí cabreada sin decir una sola palabra. No me gustaba ni que me repiesen las cosas ni que me mandasen de esa manera. Sabía lo que tenía que hacer.

Lo dejé estar y cerré los ojos acomodándome en el asiento. No quería pensar en nada, porque sólo haría que mis nervios aumentasen y no podía ser controlada por ellos.

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