3| QUERIDO HERMANO
—Alaster.
Desperté sobresaltado ante ese llamado. Ya no estaba en la habitación de Kel, sino que ahora me encontraba en medio de un vacío, un lugar oscuro, irreal. La voz volvió a decir mi nombre sensualmente, su melodioso eco resonando en todas partes. Se me hacía tan familiar...
Su portador dejó de ocultarse, revelándome su identidad. Lo reconocí.
—¿Lester? —dudé, analizando ese aspecto tan semejante al mío de arriba a abajo. Su cabello entre rubio y blanco contrastaba con sus orejas de gato blancas. Sus ojos —dorados cual oro— y ese rostro bien cuidado y ciertamente afeminado eran el toque final.
Vestía un kimono blanco con piedras preciosas incrustadas, como pequeños rubíes, diamantes, safiros... Los bordes de ese traje eran del mismo color que sus ojos. Le quedaba muy bien, y a la vez contrastaba con la delicadeza de su físico.
Él sonrió con picardía y negó con la cabeza, —Que descarado eres, ¿no te da vergüenza mirar así a tu hermano?
—Hace tiempo dejaste de ser mi hermano.
—Siendo hijos del mismo padre, lo dudo mucho.
Suspiré, decidido a cambiar de tema, —¿Se puede saber en dónde estamos?
—En tu sueño —aclaró—. Esta es la única vía que tengo para hablar contigo sin vernos físicamente, así que es mejor que te vayas acostumbrando, hermanito.
Me levanté del suelo y me acerqué a él, manteniendo una mirada desafiante. Al estar frente a frente, hablé— No me voy a acostumbrar a ver a mi peor enemigo todas las noches, porque aunque compartamos lazos sanguíneos sigues siendo un anti-fraid. Y eso sin tener en cuenta que llevas siglos lastimándome, arruinando mi paz y las de los demás. ¡Así que no vuelvas a llamarme hermano!
En su rostro no se podía apreciar sentimiento alguno, pura seridad, dándome a entender que mis palabras consiguieron su objetivo. Seguí hablando.
—No vuelvas a irrumpir en mis sueños o me las pagarás.
Él bajó la cabeza, una sombra cubriendo sus ojos. Se mantuvo en silencio por un par de segundos, pero eso terminó cuando comenzó a reír satánicamente. En menos de un pestañeo se alejó veinte metros de mí, la misma sonrisa perversa del principio regresando a sus labios.
—Por primera vez en mil años te haré caso, pero ten claro que la próxima vez que nos veamos no seré tan amistoso. Te encontraré a ti y a tu humano más pronto de lo que te imaginas —y con eso desapareció.
Me desperté de golpe, abriendo mis ojos de par en par. Todo había sido lo que me dijo Lester, un sueño. Visualicé desde mi rincón en la cama la oscura habitación de Kel, luego bajé la mirada hacia mi cuerpo: aún era un gato. Exhalé de alivio. Giré mi cuello hacia la ventana, logrando ver a la Luna en el centro del cielo nocturno. ¿Qué horas eran?
Ya no tenía ganas de dormir, por lo cual —silenciosamente— salté de la cama al suelo y me dirigí a la puerta de la habitación. Ya delante de esta, me transformé en humano y la abrí, pues siendo un animalito de cuatro patas no podría alcanzar el picaporte.
En el instante que entré a la sala de estar, no pude evitar admirar lo bien que se veía todo ordenado, el olor a limpieza reemplazando al apestoso anterior. Sonreí y me puse cómodo en el ya decente sofá, obviamente tratando de no hacer ruido.
¿Qué podía hacer yo ahora?
Obligué a mi inservible cerebro a trabajar, buscando algo útil en lo que pudiera entretenerme. En eso miré la ropa que traía puesta: ese traje color nieve elaborado con las mejores telas del mundo fraid lucía más sucio que nunca, debería ser por vestirlo mientras limpiaba la casa.
Rápidamente fui a la habitación de Kel y abrí su armario tratando de no despertarlo, saqué el primer pantalón corto que encontré y salí. Me dirigí hacia la lavadora —la cual se encontraba en un rincón de la sala de estar— me quité la ropa y la eché en ella, luego me puse la prenda que había buscado y puse la lavadora a trabajar.
Se me erizó la piel cuando las frías temperaturas del invierno atacaron mi semidesnudes, sintiéndome arrepentido por no haber cogido también un abrigo. Asomé mi mirada por el cristal de una ventana y contemplé pequeños copos de nieve, ¡ya estaba nevando! La primera nevada de la temporada.
Con el frío torturándome en cada segundo que pasaba, me abracé a mí mismo y busqué algo con lo que pudiera abrigarme. Pero no encontré nada. Resignado, me reconsté a la lavadora a esperar a que terminara.
Escuché que algo se caía al piso fuertemente, el ruido proveniente de la habitación de Kel. Abrí mis ojos al máximo, mi corazón latiendo como loco por la intensidad del momento.
Intenté transformarme en gato, pero no pude, de manera que recordé un defecto que padecemos los nine fraids: no poder cambiar de fase en un plazo de diez minutos. Pensé que ya había pasado más de eso desde que me transformé en humano, pero parecía que aún faltaban unos cuantos segundos.
Entré en pánico al escuchar pasos acercarse. Me moví rápido, abriendo las puertas de un pequeño clóset y escondiéndome allí. Mi agitada respiración podía delatarme, así que me tapé la boca con ambas manos. Observé mediante el pequeño espacio entre las puertas lo que pasaba afuera, captando la imagen de un Kel igual de asustado que yo. Seguí su mirada, terminando en la lavadora
¡OH NO! ¡La lavadora seguía encendida!
Maldije en mi interior por mi gran estupidez.
Kel, notablemente atónito, avanzó pasito a pasito hasta llegar al electrodoméstico. Lo abrió y, después quedarse observando con ojos gigantes la ropa que puse a lavar, miró a su alrededor con rapidez, como si estuviera buscando al causante de eso.
Por accidente moví un pie, provocando que una de las puertas del clóset se abriera. Fue solo un poco, pero más que suficiente para desatar sospechas en Kel.
Estaba frito.
Tragué saliva y abracé mis rodillas con fuerza, preparándome mentalmente para lo que seguía.
Si tan solo no me hubiera despertado...
Mucho más rápido de lo que pensé, él abrió las puertas de par en par. Por instinto, alcé la mirada para verlo a los ojos. Nos contemplamos con las mismas expresiones cargadas de miedo, yo porque ya habían descubierto mi verdadera identidad, y él seguramente porque se encontró a un desconocido en su casa.
—T-tus orejas... T-tus ojos.. ¿A-amu?
Tras decir eso, se desmayó. Reaccioné rápido y me lancé a atraparlo, impidiendo así que cayera al suelo.
Nuevo personaje desbloqueado (el cual no pongo en el prólogo porque NO) xd
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