Capítulo 7
GATE y Girls und Panzer no me pertenecen.
Capítulo 7
Un Pasado que Olvidar
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Afueras de Kaliningrado. Hace 14 meses.
Bajó los binoculares de sus ojos, girando levemente la cabeza para ver a los Brandemburg entregar a los prisioneros rescatados al personal médico. Su mirada se dirigió al lado contrario, observando la aglomeración de blindados y personal preparándose para la carnicería próxima. En una esquina de su visión apareció Edward Fehring, su temporal segundo al mando.
- ¿Todo listo?
- Sí señor.
- Bien.
Caminó hasta su Panther, subiéndose en él y entrando en su puesto en la torreta. Tomando la radio que llevaba consigo, la encendió y dijo una sola cosa.
- Fuego a discreción.
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Bar, Itálica. 23:36hrs.
Los ojos de Miho y Maho se abrieron desmesuradamente ante las palabras del suboficial, a la vez que sus mandíbulas se abrían en cantidades que no creían posibles. Tras unos segundos de procesar la información, en los ojos de Miho se empezaron a mostrar pequeñas lágrimas, en lo que ella se llevaba las manos a la boca y se levantaba abruptamente. Afortunadamente, nadie que no fuera del grupo lo notó. Maho, por su parte, logro cerrar su boca, más sus ojos tenían aquella apariencia de quien está demasiado asombrado para creer.
Tras varios minutos en los que los dos alemanes esperaron pacientemente, las dos hermanas Nishizumi salieron de su estupor y reanudaron la conversación, en un punto mucho más incómodo del cual la dejaron.
- ... ¿Cómo? - Preguntó Maho en voz baja. Miho seguía demasiado impresionada para hablar.
- Nadie lo sabe, excepto los que estuvieron allí. Por eso que remos saber qué demonios pasó - Respondió pesadamente Roth. La mesa se mantuvo en silencio hasta que Miho, a duras penas, logro hacer una pregunta.
- ¿Estás seguro... de que fue él? - La pregunta fue dicha tan en voz baja que Roth tuvo que pedirle que la repitiera, acercándose para escuchar claramente.
- Estuvo allí, aunque no a cargo de todo. Había varios más arriba en la cadena de jerarquía como para que haya sido él.
Hans echó una mirada a su alrededor, dándose cuenta de que estaban cerrando el lugar - Vámonos, hablemos en otra parte.
El grupo pagó sus bebidas y salió en dirección desconocida. Tras un rato, siempre en cortas y silenciosas charlas, sus pies los llevaron a los barracones masculinos de los Equipos de Avanzada.
- Supongo que nos vemos mañana - Se despidió Roth, antes de que múltiples pasos se escucharan saliendo del improvisado barracón. De allí apareció una patrulla con el uniforme alemán, quien al ver a Roth y Hans se apresuraron hacia ellos.
- Scheiße.
- Peter Roth y Hans Dietrich. Vengan con nosotros - Habló el teniente a cargo del grupo. Ambos alemanes presintieron de que se trataba todo, pero las armas en manos de los soldados no les dejaron otra opción que obedecer.
- ¿Podemos ir nosotras también? - Preguntó Maho al grupo. El teniente meditó por un momento antes de asentir, dirigiendo al grupo con un gesto hacia el castillo. Tras entrar en él y cruzar distintos pasillos, los dos alemanes y las dos japonesas fueron dejados dentro de la sala de mando improvisada, que en ese momento tenía un molesto hedor a alcohol, en lo que la patrulla se retiraba en otra dirección.
- Recuérdenme nunca... volver a tomar - Tras decir esto, Erika Fehring se dejó caer al suelo junto a la mesa con mapas. Detrás de un escritorio en otro lado de la sala, se encontraba Karl Schmidt con una expresión que congelaría el aliento de fuego del mismísimo dragón que enfrentaron y derrotaron hacía tan solo unas horas.
- Herr hauptmann - Saludaron Peter y Hans a su superior.
- Ahórrense las formalidades - Levantándose mientras se agarraba la cabeza, el grupo pudo vislumbrar múltiples latas y tazas de café - Hablemos esto mientras podamos. ¿Qué demonios quieren saber?
El grupo de 4 parpadeó confundido un momento, relacionando el hecho de que el oficial estaba ofreciéndoles hablar del tema que ellos discutían hacía tan solo veinte minutos atrás.
- ¿Les comió la lengua el tanque o qué? No tengo toda la noche - Murmuró quejumbrosamente, aun agarrándose la cabeza. El grupo seguía sin reaccionar. El oficial se acercó hasta una caja de equipo, de donde sacó un pequeño cofre de madera bastante simple que dejó sobre la mesa con mapas, procediendo luego a abrirlo con una pequeña llave que llevaba encima.
Fue en ese momento que Roth salió de su estupor.
- Queremos que nos digas que sucedió en el Incidente de Kaliningrado, por qué pasó, y que hicieron para poder ocultarlo-Exigió con vos firme.
- ¿Acaso piensan decírselo a todo el mundo? Tendrán suerte si lo intentan y no terminan en la cárcel - Comentó despectiva y burlonamente el oficial en lo que se sentaba.
- No. Solamente quiero saber que sucedió en el incidente en el que yo estuve involucrado indirectamente el ser rescatado antes de que hubiera un enfrentamiento que no debió ocurrir - Respondió calmadamente Roth.
El oficial les señaló con un gesto vago sillas dispersas, las cuales el grupo movió hasta acomodarlas alrededor de la mesa.
- Probablemente mañana me arrepienta de esto, pero de alguna forma tenía las ganas de contarle a alguien fuera del tema que demonios sucedió... y el por qué - Del cofre sacó unas fotografías aéreas y panorámicas que mostraban dos paisajes: un complejo encerrado entre colinas, y un área urbana.
- ¿Qué son estas? - Preguntó Maho, tomando una fotografía. También noto que, a pesar de ser de los mismos dos sectores, algunas mostraban el lugar intacto y otras el lugar destruido.
- Son el antes y el después de los dos lugares donde ocurrió el Incidente de Kaliningrado, también llamado Masacre de Kaliningrado y La última batalla germano-rusa. El incidente ocurrió en estos dos lugares. Como pueden ver, ambos quedaron reducidos prácticamente a cenizas y escombros - Explicó calmadamente el oficial, sacando un mapa que englobaba los dos lugares mostrados por las fotografías - El complejo entre las colinas es el lugar donde se instaló la base militar rusa donde tenían encerrado a Roth, mientras el área urbana que se muestra es de las afueras de Kaliningrado, lugar despejado para el duelo y que fue el escenario de casi toda la acción.
El grupo se mantuvo observando las fotografías en lo que el oficial alemán se mantenía taciturno y adormilado. Finalmente, Roth preguntó con voz rasposa:
- ¿Qué sucedió allí?
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Afueras de Itálica. Perímetro de seguridad.
- ¿Cómo sabemos que los imperiales atacarán la base de Itálica? Es una maniobra estúpida - Comentó uno de los soldados de la patrulla montada en un semioruga alemán, en camino a revisar una información entregada por unos locales al mando de la compañía hacía unos minutos.
- No lo sabemos, por eso le llaman reconocimiento - Respondió otro en tono jovial.
- Si, conozco el manual, listillo. Morimos primero para proteger al alto mando - Replicó el primero con tono hastiado.
- El evangelio según San Becker - Se burló un tercero del grupo usando el apellido del soldado, el resto haciéndole coro en la burla al joven soldado.
- ¿Alguien puede decirme por qué los del Primer Grupo tenemos que ir a comprobar esto si tenemos casi cuatro compañías sin estar ocupadas dentro del perímetro?
- Porque por algo somos los encargados de vigilancia.
- Jo-der...
- Silencio - El conductor apagó el motor y el grupo cesó la charla. A un comando de manos, parcialmente visible gracias a la luna menguante, el líder del escuadrón les ordenó a los soldados descender del semioruga, cosa que hicieron, desplegándose luego en formación de semicírculo detrás del vehículo. El suboficial a cargo descendió unos segundos después.
- De acuerdo. Becker, Arlet, ustedes dos diríjanse a aquella colina - Señaló con la mano una pequeña colina a unos 50 metros - Y establezcan un puesto de observación. El resto nos dividiremos en dos grupos y avanzaremos por esa loma, tras la cual debería haber un pequeño pueblo - Mientras hablaba, señalo el borde de la loma cercana, visible gracias al contraste del pasto con el oscuro cielo nocturno-Allí decidiremos como proceder. El semioruga permanecerá dado vuelta, con sus puertas traseras abiertas y listo para salir a la carrera apenas hayamos subido todos. Listos... ¡Ya!
Los 10 miembros del escuadrón se separaron según las órdenes. Mientras el suboficial y 7 de ellos se dividían en dos grupos y se movían sobre la loma, el semioruga invertía su posición y los dos soldados asignados se llevaban la ametralladora MG42 a la cima de aquella colina desde la cual darían apoyo. Una vez instalada la ametralladora, Becker tomó sus binoculares y empezó a observar el pueblo a medida que se comunicaba con su superior por radio.
- Veo... Entre veinte y treinta casas de diverso tamaño. Múltiples tiendas de campaña a sus alrededores, algunos hombres yendo de aquí para allá. Algunos llevan espadas o dagas, pero ninguno lleva armadura. No puedo confirmar desde aquí, necesitaran acercarse para confirmar presencia enemiga. Cambio.
- Recibido, nos movemos dentro del perímetro del pueblo. Esten alerta. Fuera.
El par de soldados esperó arriba de la colina, esperando noticias de sus compañeros. Abajo, el semioruga mantenía sus motores apagados, y su artillero y conductor aprovechaban de relajar los músculos de un día de tensión.
- No creo que sea un grupo de ataque. Digo, son demasiado pocos. Probablemente los podamos detener en el perímetro exterior - Comentaba Becker, cuando Arlet le empezó a tirar de su manga insistentemente - Demonios, Arlet. ¿Qué te pasa? ¿No puedo relajarme yo tam...bien...
Su queja murió cuando observó en la dirección que miraba Arlet. Una silenciosa formación imperial cerca del pueblo marchando hacia ellos les devolvió la mirada.
- Mierda...
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El comandante del grupo estaba cerca de una casa adornada con extrañas banderas. Acercándose sigilosamente, logro colarse y robar un par de mapas que observó en una mase, antes de escabullirse. Allí, a la escasa luz que llegada de los fuegos y protegido por los 3 miembros de su grupo, alcanzó a leer algo de lo que ponía allí.
- ¿Pero qué demonios es esto...? - Alcanzó a susurrar al ver los garabatos de flechas y otros símbolos en el precario mapa, cuando desde el cerro donde estaba el puesto de observación se empezó a escuchar un sonido muy característico para su grupo...
...el sonido de tela rasgándose.
Olvidándose de la discreción, el suboficial prendió su radio inmediatamente - Arlet, Becker, ¡¿Qué demonios está sucediendo allá arriba?!
- ¡Son demasiados! ¡Aparecieron por nuestra espalda de sorpresa, formación enemiga de cerca de 500 efectivos a 150 metros de nosotros! ¡Los mantuvimos a raya, pero ustedes deberán salir de ahí cuanto antes! ¡Va todo el maldito pueblo en su dirección!
El líder del equipo no perdió tiempo.
- ¡Atención equipo, nos largamos! ¡Repliegue sobre el semioruga, ya!
El grupo de 8 hombres salió a la carrera de dos lados del pueblo, provocando confusión entre sus ocupantes. En poco tiempo ya salieron persiguiéndolos soldados imperiales, pero los alemanes ya les llevaban considerable ventaja, y cuando uno intentaba adelantarse, era abatido por un tirador. De vez en cuando un grupo medianamente grande se adelantaba al resto, pero eran eliminados o replegados por el fuego de la ametralladora en la colina.
El grupo llegó hasta el semioruga que había encendido sus motores, empezando a subir el cerro donde se encontraba la ametralladora. Una vez arriba, el artillero del vehículo abrió fuego sobre la masa de soldados romanos en lo que el comandante del destacamento abría la puerta trasera de una patada y ayudaba a ambos soldados a subir, dándose el semioruga a la fuga en dirección a territorio amigo a la brevedad. En el lugar quedaron cerca de 200 muertos y heridos imperiales, y una desagradable noticia para el escaso sueño que estaban consiguiendo los miembros de la División de Avanzada.
- ¡Estamos bajo ataque!
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Sala de Mando, Castillo, Itálica.
Justo cuando Roth pronunció esas palabras, la puerta de la sala se abrió de golpe, entrando el teniente de las SAS Charles Spencer.
- Señor, detectamos una formación enemiga a las afueras del perímetro. Una patrulla tomó contacto con ellos y se encuentra replegándose mientras la compañía se reorganiza para lanzar un contrataque. ¿Órdenes?
- ¿Sabemos el tamaño del enemigo?
- Negativo. La oscuridad y la falta de luz evitan que nos hagamos una idea medianamente certera.
- Deshagan el perímetro y que las dos compañías de la Lord's Academy se reagrupen a las afueras de la ciudad, al igual que las dos compañías que ya están allí. Fortifiquen las entradas y que nadie entre o salga. Que las dos compañías del perímetro y las dos que van para allá se preparen para lanzar un contrataque apenas se conozca la ubicación, tamaño y distribución de las tropas enemigas. Hagan sonar la alarma, estamos bajo estado de ataque y será así hasta que se indique lo contrario - El alemán levanto de un puntapié a su segunda al mando mientras se calaba el casco y salía a la carrera de la sala seguido del oficial británico. El grupo germano-japonés lanzó un pesado suspiro colectivo. Urgencias eran urgencias. Tendrían que esperar.
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Después de llevar probablemente una hora dormidos en alguna esquina de la ciudad, el confundido grupo de tanquistas rusos liderados por Khoakin Petrakov despertó entremedio de sirenas de alarma y soldados y vehículos moviéndose por toda la ciudad. Al capitán le costó unos segundos darse cuenta de donde estaba parado.
- ¿Sirenas? Cuando las habrán instalado... - Fue cuando tuvo que saltar fuera del centro de la calle al pasar un semioruga que relacionó las cosas - ¿Sirenas? – e preguntó de nuevo, dándose cuenta de la situación. - Un condenado ataque... en medio de la noche... - Con cara de incredulidad, intentó echarse con sus hombres para seguir durmiendo, pero el constante sonido de las alarmas junto al movimiento general de los efectivos militares evitó que eso fuera posible. Molesto, levanto al resto de su equipo a patadas.
- ¡Arriba mierda!
- ¿Qué pasa? Déjame dormir, aun no sale el sol... - Se quejó Sevchenko mientras se restregaba los ojos.
- ¡Estamos bajo ataque! ¡No quiero arriesgar el pellejo con otra expulsión, ya llevo demasiadas por semana! - Exclamó el capitán, dándole un puntapié exactamente donde no se asomaba el sol.
- ¡Esta bien, carajo! ¡Ya me levanto! - El grito dado por el conductor bastó para que el grupo tuviera que taparse los oídos. Entre maldiciones y empujones los 4 hombres se dirigieron a los barracones a buscar su equipo, atrayendo miradas extrañadas tanto de los soldados como de los ciudadanos que los veían con curiosidad, despertados por las ruidosas sirenas que no paraban de sonar.
Al llegar a los barracones, se encontraron a la hermana de Khoakin, Sasha, quien los esperaba apoyada en la entrada de la casona utilizada como barracón por la División Avanzada. Su mirada era de molestia, pero aun así no dirigió ninguna queja contra el grupo.
- Han llegado órdenes del mando - Explicó a su hermano apenas este estuvo lo suficientemente cerca como para escucharla - La División Avanzada no peleará a menos que sea absolutamente necesario, pero debe permanecer despierta por si debe movilizarse.
El apreció en los ojos de los 4 rusos era apreciable incluso en la oscuridad de la noche.
- Nunca pensé que le agradecería a ese alemán de mierda... - Dicho eso, Khoakin se dejó caer en la entrada, durmiéndose enseguida. Su equipo le siguió a los pocos segundos.
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War Room, Alnus. Minutos más tarde.
Meller observaba agotado cómo el War Room de Alnus actuaba con normalidad una vez más. Tras una fuerte oleada de caos producida por el ataque del dragón, fue un duro golpe el empezar a degradar el mando que poseían algunos a solo las tropas de sus propias academias. Lo que quedó definido era que él, como comandante de una academia elitista, tomaría el mando total de Alnus, de las tropas de su academia, los Equipos de Avanzada y la aviación; los otros generales tomarían el mando de sus respectivas tropas, pero siempre con una jerarquía. La mayoría de los generales se habían retirado a sus dormitorios, preparándose para la tormenta de quejas que de seguro llegaría apenas el mundo al otro lado de la puerta se enterara de lo ocurrido y, sobre todo, de las bajas que produjo. Planeaba retirarse también de la sala donde algunos oficiales y suboficiales permanecían vigilantes cuando se le cruzo el general Korovin, comandante de las tropas de la Shock Troops Academy.
- Bonita noche, ¿verdad? - Abrió la conversación el ruso. Meller le siguió la jugada mientras sacaba un artefacto que simulaba un cigarro pero con vapor de agua, dándole una bocanada y ofreciéndoselo al ruso que lo aceptó.
- La calma antes de la tormenta.
- ¿Los otros generales ya se retiraron?
- Efectivamente. Los pobres británicos no daban más de sí, si no los mandaba a sus dormitorios capaz que colapsaban aquí mismo. - Ambos generales salieron a un balcón de la estructura, apoyándose en el barandal.
- Ver tanto caos en un día y ser parte de él debió ser duro para gente tan organizada como ellos. Y pensar que fueron votadores por la igualdad de mando, fueron los primeros en sugerir la estructuración de jerarquía. - Comentó por su parte Korovin, bebiendo agua de su cantimplora.
- Los hechos cambian la visión de las cosas, y ellos vieron que no era lo mejor - Sentenció Meller.
- Cambia las teorías para adaptarlas a los hechos, en lugar de los hechos a las teorías. - Citó Korovin una frase.
- Nunca mejor dicho.
La atmósfera fue interrumpida por un mayor que entró al balcón. Excusándose, el oficial les comunicó a ambos generales las noticias que traía consigo.
- Mensaje de urgencia del hauptmann Schmidt. Itálica está bajo ataque.
Ambos generales se enderezaron mientras digerían la noticia. Por suerte, el recuerdo de los múltiples refuerzos enviados allí durante el día fue suficiente para calmarlos.
- ¿Sabemos cuántos enemigos son? ¿O quiénes son exactamente? No me gustaría entrar en otra guerra.
- Negativo. La noche ha impedido la visualización del cuerpo enemigo, y solo se supo de su cercanía por fuentes locales. La ciudad está en estado de sitio y la totalidad del personal local está siendo movilizado. Apenas ha habido contacto entre ambas fuerzas, pero se cree que el enemigo debe superar los dos mil efectivos cuando menos - Mientras hablaban, el oficial condujo a ambos generales a la sala de mando - El oficial al mando, el hauptmann Schmidt de la División de Avanzada, ha colocado cuatro compañías a las afueras de la ciudad, apostadas en las colinas circundantes más altas. Así mismo, ha ordenado el bloqueo de las puertas de las murallas a cualquier que no sea personal militar con la debida orden o que no tenga salvoconducto. Hay infantes patrullando las murallas también, y las tropas japonesas patrullan las calles principales. La ciudad está totalmente bloqueada desde dentro, y según el último reporte del mando local, los efectivos propios ascienden a alrededor de 1.850 soldados y oficiales.
- Hauptmann Schmidt, ¿eh? Parece que después de todo si tendremos que ascenderlo - Murmuró Meller, antes de lanzar un pesado suspiró y dirigirse al operador de radio que mantenía contacto con Itálica - ¿Estado del combate?
- El enemigo lanzó un ataque a 4 puntas, una para cada colina. Una reserva se mantiene para evitar nuestros refuerzos. De momento las colinas se mantienen seguras, pero la más alejada parece estar comprometida seriamente. Puede ser un ataque escalonado entre los distintos cerros - Informó el sargento a cargo. - Espere, actualización. Dos compañías forzaron su salida de los cerros para reagruparse con las otras. Se mantienen en las colinas más cercanas a la ciudad. El número de enemigos avistados oscila los 5.000 efectivos de momento.
- Díganle al capitán que retire todas sus tropas al interior de las murallas y que las mantenga así hasta que llegue el día y pueda visualizar claramente al enemigo. No arriesguemos vidas de forma innecesaria - Ordenó Meller. Korovin solo asintió.
- Si señor - El sargento comunicó la instrucción, obteniendo una respuesta afirmativa del otro lado.
- Parece que esta noche tampoco podremos dormir - Comentó sarcásticamente Korovin mientras se relajaba en una silla del War Room.
- Y odio cuando pasa eso - Acotó Meller antes de imitarlo.
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El combate de Itálica, posterior al incidente de la ciudad homónima, fue solo el punto que colocó fin a la acción bélica definitiva en la zona circundante a la ciudad, pues fue en las afueras y no en la ciudad misma donde se peleó. Tras el repliegue sobre la ciudad y la llegada del día, no fue difícil para los jóvenes soldados rastrear y eliminar el foco imperial de 7.000 hombres, reducido a 5.000 durante la noche. Una simple pero eficaz maniobra de pinza seguida por un exterminio casi total mediante bombardeo. Nuevamente, casi no hubo prisioneros. La tenacidad imperial, acompañada de los pocos ánimos y disposiciones de los oficiales al mando para hacer prisioneros que no fueran oficiales y una notoria falta de suministros, provocó la orden de que a menos que los imperiales que se trataran de rendir estuvieran muy cerca, se haría como que no fueron vistos, provocando innumerables atrocidades que dejaron aterrados a múltiples dotaciones de vehículos y ametralladoras, sin mencionar el susto llevado por las japonesas al escuchar durante horas el traqueteo de los disparos a lo lejos. Y como los imperiales tenían una fe ciega en ellos mismos, además de su poca disposición para rendirse cual japonés durante la guerra, dejó carta blanca y justificación a todas las masacres que se produjeron. El pueblo donde se había instalado el campamento imperial, donde además se habían refugiado, quedo hecho ruinas, los civiles muertos en el fuego cruzado o seguros tras las línea de las academias al huir.
Un soldado recuerda este episodio en su libro sobre el estado de Itálica tras el ataque del dragón, titulado Itálica en la Región Especial: un antes para las operaciones civiles y un después en las operaciones militares. Siendo este soldado uno de los primeros en llegar como refuerzo a la agitada ciudad el día anterior, anotó entre otras cosas de su libro el siguiente extracto:
"...siguiendo las instrucciones de la patrulla que localizó el pueblo durante la madrugada, nos ubicamos en las crestas de las colinas circundantes antes de instalar nuestras ametralladoras y preparar los cartuchos alto explosivo. Algo que nunca olvidaré, no importa los años que hayan pasado, fue que los oficiales a cargo de la operación nunca ordenaron anunciar una opción de rendirse antes del ataque. Simplemente nos ordenaron abrir fuego sobre la masa humana allá abajo en el pueblo. Allí comenzó todo. Los imperiales, desesperados y sorprendidos, no dudaron en correr hacia nosotros para atacarnos, lo cual fue inútil ya que ninguno logro acercarse a 100 metros; o esconderse dentro del pueblo, con funestos resultados para ellos y los civiles aun dentro de él.
Otro episodio que recuerdo bien, y que me demostró con qué nivel de crueldad estábamos procediendo, fue cuando un grupo de imperiales que cargaba hacia nosotros colina arriba se quedó sin su líder: había muerto producto de una explosión que le arrebato el tronco de las piernas. El grupo de casi treinta personas se miró desconcertado, en medio de la masacre, hasta que la muerte de otro de ellos los hizo recapacitar y acercarse lentamente con las manos ligeramente alzadas, supongo que para rendirse. Mi compañero de ametralladora se lo hizo notar a nuestro comandante, quien simplemente nos respondió: "¿Puedes asegurar que se están rindiendo?". Cómo mi compañero no pudo responder, el oficial me miró a mí y me ordenó "Fuego a discreción". Nunca me sentí tan culpable de disparar mi arma a consciencia, sobre todo porque aquellos hombres si querían rendirse. Era algo obvio: sus armas yacían abandonadas apenas dieron un paso hacia nosotros."
Otra persona, un teniente de un grupo blindado alemán, publicó a su vez en sus memorias anotadas en su diario de campaña durante las operaciones detrás del GATE:
"Resultaba impresionante la tenacidad con la que al parecer los oficiales se resistían a tomar prisioneros. ¿Sería por el hecho de las provisiones e instalaciones? Al pensarlo ahora, unas pocas horas tras la masacre y en mi cuartel dentro de la ciudad, me doy cuenta de que fue por un tema más bien práctico que ético: había que reducir los prisioneros, ya que los suministros llegados apenas alcanzaban para nosotros, y las prisiones disponibles e improvisadas apenas daban abasto. La comida y agua enviadas eran justas para ayudar a los soldados enfrentados a un dragón, y nunca se pensó que la OperaciónComet (operación contra Itálica) tuviera algún prisionero."
Este mismo soldado había anotado previamente en su libro:
"Recuerdo como un grupo de imperiales, rodeados por dos estructuras, alzaron sus brazos mientras inútilmente gritaban algo, quizás su rendición. Al comprobarlo por los binoculares, mi capitán dio un encogimiento de hombros y me indicó que procediera a continuar el fuego. La indiferencia sobre los prisioneros me fue contagiada, de modo que no sentí mucho remordimiento en el momento en el que ordené que les dispararan a las casas a ambos lados de los imperiales: ambas se derrumbaron, provocando sus muertes inmediatas. Unos pocos lograron sobrevivir de la encerrona entre las viviendas, entre ellos un oficial de alto rango que se llamaba Aesir y que fue quien, al cabo de media hora más, rindió los exiguos hombres que le quedaban al capitán Boomfield, estudiante estadounidense de intercambio en la Panzer Akademie y comandante de una compañía mecanizada, quien en esos momentos se encontraba como sustituto del capitán Schmidt, quien se encontraba en Itálica. Aesir se convertiría, en unos meses más, en el comandante de la Legión Voluntaria Especial, un batallón de voluntarios de la Región Especial que lucharían a nuestro lado. En la colina más alejada del campo de batalla, se encontraban algunos caballeros que reconocí como miembros de grupo de caballería llegado la noche anterior, pertenecientes a la princesa prisionera."
Los prisioneros de la redada fueron apenas 300, entre ellos 15 oficiales de rango medio y alto. Las academias tenían ahora 600 prisioneros, en su mayoría bandidos, quienes requerían suministros y alimentos que nunca se planearon. Se hizo urgente, entonces, la salida de los convoyes con heridos camino a Alnus.
Karl Schmidt, recuperado gracias a unas pocas horas de sueño, se encargó de coordinar los convoyes junto a otros oficiales de similar rango, a la vez que determinaba que tropas se mantendrían en Itálica como guarnición y cuales escoltarían a los heridos de vuelta a Alnus.
-Hoy llegaran infantes de la Preussischen Akademie para dotarnos de infantería regular. Desde Alnus piden que enviemos a las tanquistas rusas de San Petersburgo, de modo que ellas formaran la escolta del primer convoy que saldrá a las 15:00 hrs. Además, necesito que las fuerzas especiales se dirijan a Alnus a la brevedad. Una academia italiana está llegando y deben terminar de adoctrinarla - Iba dictando el comandante a su segunda al mando, al tiempo que ambos caminaban por los pasillos del castillo camino a la salida. Frente a la puerta, un convoy de vehículos de transporte llegados durante el mediodía y los tanques rusos esperaban la orden de partir de vuelta.
- ¿Alguna otra cosa?
- Sí, las tanquistas británicas irán en el segundo grupo, el cual saldrá a las 18:00 hrs. El siguiente convoy saldrá a las 21:00 horas. No es lo más seguro, pero hemos despejado bastante el camino como para que encontremos enemigos. Incluso si los haya, la infantería estará en camino a esa hora y podrán socorrerlos. Hasta que llegue la infantería, quiero la ciudad en estado de sitio.
- ¿Qué pasa con los prisioneros? - Preguntó Erika, desinteresada en el tema.
- Un cuarto convoy, formado por algunas unidades concentradas alrededor de la División de Avanzada, los llevará a Alnus al amanecer. Hay orden de disparar a matar a cualquiera que intente huir, excepto a los comandantes.
- Entendido.
- Casi es hora - El oficial revisó su reloj antes de hacer un gesto hacia el convoy que esperaba partir - Dales la orden de salida. Los guardias en la salida sur ya están avisados.
- Entendido - Retirándose la teniente, el capitán suspiró antes de parar a un guardia que pasaba por el lugar.
- Tráeme a las hermanas Nishizumi, el sargento Dietrich y el subteniente Roth, todos del Equipo de Avanzada 7. A la brevedad en mi oficina. Deberían de estar juntos.
- Si señor - El guardia realizo un saludo y se retiró a paso apresurado, mientras el oficial giraba sobre sus pasos y se dirigía a su oficina temporal en el castillo. A los pocos minutos, el grupo entero atravesó la misma puerta que cruzaron aquella madrugada.
- ¿Seguimos esto donde lo dejamos? - Fue el saludo que les dio el oficial. Como toda respuesta, Roth retiró una silla de la mesa y se sentó.
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- Queremos saber que pasó en Kaliningrado hace 14 meses. Las respuestas que me han dado siempre fueron vagas y parecían querer ocultar que sucedió exactamente. Comprendo que pueden haber quedado con algunos traumas, pero me parece extremadamente raro que nadie haya querido hablar de eso alguna vez, salvo para decir que murió gente. Ni siquiera la prensa independiente ha intentado conseguir algo al respecto - Relató Roth, a continuación, varias situaciones en las que consultó con gente por lo sucedido aquella vez. Mas ninguna persona parecía querer darle una respuesta.
- Es normal. Nadie quiere recordar lo que paso allí. Pero no es porque tengan un trauma - Respondió Schmidt antes de volver a sacar las fotografías. Adelantando aquellas con el complejo ente colinas, las señalo y empezó a relatar:
- En aquel juego entre rusos y alemanes, la tensiones y hostilidades ya estaban altas incluso antes de empezar. Era un juego que se tenía planeado durara días, y por ende se autorizó la construcción de bases. Esta era una base rusa de la ya extinta Siberian Academy, la cual dio paso después del incidente a la Reserves Academy. Aunque las hostilidades crudas ya habían comenzado, como experimentaste cuando destruyeron tu semioruga, aún faltaba esa chispa que encendiera los ánimos para que todo estallara.
- ¿Y esa chispa fuimos nosotros? - Preguntó Hans.
- Más concretamente, el que los tomaran prisioneros y torturaran. Apenas se corrió la voz, se buscó la base rusa y se los sacó de allí. Luego de eso llego la primera parte del Incidente, la cual fue el bombardeo y posterior intercambio de disparos con la base rusa. En eso murieron cerca de 100 personas y otras 150 quedaron heridas. Pero solo fue el presagio de lo que iba a ocurrir - Relató mientras les hacía alternar entre las dos fotografías, demostrando el antes y el después de la infortunada base rusa.
- ¿Y qué pasó después? - Roth mantenía su mirada afilada.
- Este lado de aquí - El capitán señalo un tercio del perímetro de las colinas que rodeaban la base rusa - Por ahí aparecieron las columnas rusas de refuerzo. Cuando estaban cerca de llegar, llegaron nuestros refuerzos. Después llegaron las tropas de la Shock Troops Academy y de la Krupp&Henschel Akademie, provocando aún más caos. Eso fue lo que provocó las muertes. Fue una mezcla increíble de coincidencias fatales.
La explicación pareció dejar satisfechos a todos, ya deduciendo como se desarrollaron los hechos. Incluso Roth, ya sabiendo que fue lo que sucedió, relajo los hombros y se preparaba para ponerse de pie, cuando Maho lanzó una pregunta certera.
- Por lo que dice Roth, nadie quiere relatar lo sucedido. Sin embargo, aquí, en este mundo, hemos matado miles más, y nadie esta traumado por lo que pasó. ¿Qué sucedió exactamente en ese lugar?
Las miradas recayeron sobre el comandante alemán, quien lanzó una aguda mirada que hizo estremecerse a Maho, antes de soltar las dos fotografías que aun sostenía con él: las dos de la ciudad.
- Tu no lo entenderías - Respondió lentamente - No comprenderías lo que es estar allí.
El grupo se volvió a sentar, esta vez poniendo más atención si cabe a las palabras del comandante. Maho estaba a punto de rebatirle (parcialmente, eso sí) su estamento al oficial cuando este se adelantó en volver a hablar.
- Aquí, en este mundo, todo es frío, calculado, milimétrico, precedido o predecible. Todo lo que aquí hacemos, las operaciones y sus consecuencias, están ya futuramente pensadas, y se determina si es viable o no y un montón de cosas más. Pero allí... allí... no lo entenderías...
- ¿Entender qué? - Preguntó Maho.
La mano que cayó de golpe sobre la foto de la ciudad destruida fue su respuesta.
- El combate comenzó... nadie sabía que pasaba... una ametralladora realizando una pasada me obligó a lanzarme al suelo... de repente el tanque a mi lado, MI tanque, estalló en llamas, sus tripulantes tratando de escapar con vida de él... lo siguiente que supe era que un camión ruso casi me pasa por encima. Nuestro general cayó abatido al minuto producto de una ráfaga de artillería... nos acercamos a ver si estaba vivo, pero nos dimos cuenta, desanimados y desmoralizados, que estaba muerto antes de siquiera tocar el suelo...
- Todo era un caos. Todo era confuso. Estábamos en un frenesí. Solo sabíamos que teníamos que eliminar a aquel que no llevaba nuestro uniforme. Avanzábamos sin importar los costos, eliminábamos a quien se interpusiera... nuestros tanques arrollaban con la resistencia, y los que íbamos en semiorugas ametrallábamos a quien se mostrara ante nosotros... atacábamos por instinto... y nos condujeron a una emboscada...
- Y... ¿qué pasó...? - Preguntó tímidamente Miho. Karl la miró fijamente, un deje de nostalgia turbia en sus ojos.
- El infierno apareció en la tierra.
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14 meses atrás
Afueras de Kaliningrado.
No nos dimos cuenta hasta que fue muy tarde. Una emboscada. Nadie lo pensó. Nadie tuvo tiempo. Mientras luchaba por el poder salir del semioruga destruido en medio de la plaza, los rusos en los edificios a nuestro alrededor no paraban de gritar insultos. Los escasos alemanes que quedábamos en el lugar nos defendíamos con uñas y dientes en el centro, un solitario Panther utilizando su cañón para destruir las ametralladoras que pudiera, con su motor reventado por un explosivo improvisado y sus tripulantes aturdidos por los golpes del fuselaje.
Disparé mi StG sobre un ruso. Dejando salir un alarido que de alguna forma logre escuchar en medio del combate, cayó de cabeza desde un tercer piso. Una masa sanguinolenta fue su despedida final al mundo, para asco de todos los presentes. Me lo quite de la cabeza, debía concentrarme en mi entorno para no acabar como él. Un rugido en el aire me dejó saber que el Panther había finalmente estallado, solo su comandante logrando escapar a tiempo por un oportuno salto. El resto... no fue tan afortunado.
Ya los rusos nos rodeaban totalmente. Habían logrado cerrar la única salida de la plaza, mientras nuestras improvisadas coberturas con tantos agujeros que probablemente fueran más peligrosas que seguras. Defendiéndonos codo con codo en las zanjas y cráteres en el centro del lugar, empezamos a cubrirnos lo que nos quedaba de espaldas dispuestos a llegar al final. Ya nadie recordaba que era un juego. Los rusos no mostraban piedad. Tampoco nosotros.
Un enemigo, siberiano quizás, cayó herido cerca mío. Salí corriendo hacia él. Me vio llegar y extendió su mano por ayuda. Me deslicé hasta llegar a él, y apenas alcancé su nivel le coloqué el cañón de mi arma en la cara. Cerré los ojos y jalé el gatillo. Luego de eso regrese a la zanja, tratando de no pensar en lo recién hecho mientras esquivaba tiros que ni siquiera sé si iban para mí o no.
A los pocos minutos, o bien podrían haber sido muchos, el estruendo del combate se multiplicó por diez. No, por cien. A la plaza llegaron incontables tanques alemanes. Infantería corriendo junto a ellos. Semiorugas desde cuyos despejados techos se vomitaba constante plomo. De todo lo poco imaginable por nosotros en aquel momento. Los refuerzos rusos, por su parte, llegaron, cada oleada de ellos como incontenibles avalanchas motorizadas que aparecían por las calles laterales a la pequeña plaza. Todo se convirtió en una masacre sinsentido, llena de sangre, hierro y barro. Antes de que entráramos en un frenesí más intenso que el anterior, escuché un grito de guerra que se nos clavó en lo más hondo de nuestro ser, acompañado por una sinfonía de dolor y muerte. Ni siquiera yo sabía que algo podía soñar tan aterrador... y cautivante.
...
...
...
No sé cómo salimos de eso. Perdí a la mitad de lo que quedaba de mi escuadrón antes de que pudiéramos salir a la calle. Avanzábamos como animales. Matábamos como asesinos. Juntado nuestras granadas, a pesar de que estaba prohibido, las arrojamos a la entrada de un edificio de 5 pisos. Gritos de dolor se escaparon desde dentro. Entramos como una turba furiosa, y masacramos a todos. Marcamos con bengalas las columnas que soportaban la estructura, y nos largamos de allí tan pronto como pudimos. De arriba nos llovían balas. Luego los tanques dispararon sobre las columnas y soportes, y luego, salvo escombros, no llovió nada.
Avanzamos por la calle. Una casa a la izquierda. Sin registrar. Nos colocamos a los costados de la puerta, el Tiger I reventando la ventana y la habitación al interior de un cañonazo de 88mm. Nosotros cargamos dentro, bayonetas caladas. A los dos minutos salimos, seis rusos y un alemán muertos.
Un disparo rebotó en el Tiger. El tanque hizo estallar al T-34. Artillería empezó a caer sobre nosotros, con obuses rusos entraban en acción en una muy mala situación para los nuestros.
- ¡Artillería rusa! ¡Salgan de la calle, rápido! ¡Avancen entre las casas! ¡Libertad de acción! - Fue lo último que alcanzó a declarar el comandante provisional en aquella situación antes de que su cuerpo volara hecho jirones. Entrando en las casas, simplemente esperamos a que pasara la artillería, el tanque entrando en un garaje. Después, llegó la hora de descansar en el infierno.
- El coronel Keller ha muerto. El mayor Brittich ha muerto. El coronel Smith está desaparecido. El general Kurtz está muerto. El mayor Geyst está muerto. El coronel Gruwd está muerto. El mayor Hindburg está desaparecido. El teniente coronel Floyd está herido. El mayor...
La lista de oficiales muertos seguía y seguía. Aquel que no estaba muerto o en una camilla, estaba desaparecido. Resultó que yo era el único capitán que quedaba en la calle, a la vez que el oficial vivo de más alta graduación en un largo trecho de la ciudad. El resto debía de estar al otro lado, o al esperemos que fuera así. De fondo escuchaba aún los sonidos de combate entre nuestras fuerzas y los rusos, con la artillería cayendo y los tanques disparando. Alrededor nuestro parecía haber un silencio de ultratumba que terminó por enfriar finalmente nuestros ánimos lo suficiente como para pensar racionalmente de nuevo.
- Capitán, ¿sus órdenes?
¡Difícil de decir si me miras con esa mirada ansiosa! Ya hemos dejado una masacre a nuestro paso. Debemos haber dejado cuando menos centenares de muertos. Yo creo que esto ha sido... suficiente...
- Preparen los lanzallamas. Granadas. Rifles de asalto y ametralladoras. Todo lo indispensable. Iremos al corazón de esta ciudad si es necesario, pero ningún ruso saldrá de aquí con vida - Esas palabras salieron de mis labios. Aun no sé cómo estaba tan calmado al decirlas. No sé porque no me afecto hacerlo. Pero de alguna forma, creo que se sintió bien. Se sintió... liberador.
- ¡Ya escucharon, preparen todo lo indispensable! ¡Formación de asalto, tanques adelante! ¡Que el Tiger encabece la marcha, infantería al costado! - Escuché decir al teniente al lado mío. Qué raro que Erika justamente no haya estado en este duelo. Supongo que alguien fue benévolo con ella permitiéndole estar enferma el día de hoy.
Ya que con nosotros no lo fue.
- ¡Compañía, atención! ¡Columna de asalto en dirección al noroeste! ¡No dejen casa sin registrar, si es necesario sáquenlos a la fuerza con explosivos! ¡NO! ¡DEJEN! ¡NINGUNO! ¡VIVO!
Partimos con ánimos encendidos. Registramos cada casa. Cada apartamento. Cada habitación. Cada jardín. Y a medida que matábamos a nuestros enemigos y nos acercábamos al centro de la ciudad, detrás nuestro, cada vez más allá, quedaban aquellos cadáveres alemanes crucificados junto a un mensaje en ruso sobre ellos.
XXXXXXXXXX
Presente.
- Todo se volvió un violento trance después de eso. Fue un combate casa por casa, calle por calle, con asaltos fanáticos por igual por ambas partes. Los tanques y la artillería no estaban ni de lejos fuera del juego. Fue una carnicería. Tuvimos que dinamitar entradas, volar ventanas, tirar abajo casas enteras si no era posible tomarlas al primer asalto. Ellos no fueron muy diferentes, si es que no peores. Un festival de sangre y fuego, donde la ciudad ardió como nunca lo había hecho. Recuerdo haber estado liderando un asalto por una calle cuando nos encontró un francotirador. El lanzallamas del pelotón estalló en fuego. El soldado se revolcó en medio del camino, tratando de salvar su vida inútilmente antes de quedar ahí, inerte. Y nosotros... simplemente tiramos abajo el edificio, con todos los que estuvieran dentro. Todo por un muerto. A nadie se le ocurrió pensar, por parte de ninguno de los bandos, que después de todo eso tendríamos que enfrentarnos a la realidad... la realidad de que todo comenzó como un juego que simplemente se salió de control.
El relato del oficial había terminado. El horrible pasado del combate más traumático para gran cantidad de oficiales alemanes y rusos fue contado. Y mientras el oficial alemán llamado Karl Schmidt guardaba las fotografías del lugar de los hechos, el resto se preguntaba amargamente:
- "¿Como ha llegado a esto?"
- ¿Qué sucedió después con ustedes? Digo, siguen aquí, y de alguna forma se solucionó todo... en silencio... - Preguntó Roth, desarmado de argumentos ante la verdad. Esperaba algo crudo, pero no esperó nunca que hubiera pasado algo tan... caótico.
- A las academias no les convenía que saliera a la luz, demostraría que no manejaban su propio sistema. Hicieron un trato con nosotros, al que se unieron la mayoría de las academias conservadoras o que les agradaba el sistema como estaba. Ese trato establecía el silencio que se mantendría en el asunto, a cambio de las condiciones impuestas.
- ¿Las cuales fueron...?
- Prácticamente, mantener cerrada la oficialidad. Salvo para ascender, todos los oficiales se mantendrían en su puesto, casi como si fuera una oficialidad formada por familias militaristas o aristocráticas, casi igual que hace 100 años. Debido a eso las academias firmantes, como la Panzer Akademie, apenas tienen cambios en su escalafón de oficiales. Es una oficialidad cerrada, aristocrática y MUY conservadora. Tan así, que a los oficiales que provienen de países o academias de pensamiento más... liberal, los odiamos a muerte - Explicó Karl - Los principales países cuyas academias firmaron el trato fueron el Reino Unido, Alemania, Suiza, Noruega, Francia, República Checa y Austria. Debido a ese hecho, miramos con malos ojos a los oficiales muy libertinos o libres, como los que suelen aparecer en Italia o España - Terminando de guardar todo el equipo de mando, el oficial tomo su casco y su pistola antes de prepararse para salir - La División de Avanzada saldrá mañana al amanecer llevando a los prisioneros a Alnus. Descansen lo más que puedan en quizás sus últimas horas de paz antes de la tormenta.
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