Capítulo 5

GATE y Girls und Panzer no me pertenecen.   

Capítulo 5
Tierra Quemada
Sala de Mando, Alnus. Día D+28

- ¡Mando, confirme! ¿¡Apareció un dragón!?

- ¡Phoenix One, confirme contacto visual!

- ¡Quiero todos los Brandemburg fuera ahora ya!

- ¡Que la Cuarta de Guardias envié todos los tanques en el campo camino a Itálica!

- ¡Díganme qué demonios está sucediendo!

- ¡Cuarto Zug, confirme lo que dijo!

- ¡Necesito a todos los tanques de la Tercera y Séptima blindadas en camino a Itálica!

-¡La Segunda Brigada de vuelta a la base!

- ¡Quiero un informe de qué diablos pasa! ¡¿Qué diablos sucede allá afuera?!

- ¡Alguien infórmele al Segundo destacamento que vuelva a Alnus! ¡Que el Primer destacamento salga a la brevedad a Itálica!

- ¡Que dos Grupos de Armas Combinadas salgan ahora a Itálica!

- ¡Royalty One, refuerzos en camino!

- ¡Tercera Brigada, mueva el culo hacia Itálica!

- ¡Dos grupos de SAS en el campo, ya!

- ¡Necesito 3 compañías blindadas en camino a Itálica!

- ¡Oh vamos! ¡¿Es que nadie puede organizarse aquí?!

Garajes.

Definitivamente, cuando Charles Spencer imagino que ocurriera algo que sacudiera a toda la base, no esperaba que el resultado fuera tan caótico.

Múltiples personas corrían de un lado para otro, llevando cascos, uniformes, combustible, mangueras, cuerdas, municiones, tanques, semiorugas, artillería autopropulsada, armas personales, vehículos ligeros y semiorugas, entre otros pertrechos y suministros. El caos era total, y más de una vez había visto a una persona (o un grupo de ellas) ir de un lado para volver a donde partieron o dirigirse a otro totalmente diferente. La gente no sabía qué hacer, y los encargados de logística estaban en su propio "Día Negro", como sería bautizado posteriormente.

- Es el resultado de múltiples órdenes seguidas de alta prioridad, dadas sin ton ni son - Comentó Edward, otro miembro de su unidad.

- Una sola emergencia y todo el sistema se fue abajo... sabíamos que debían seleccionar un líder, pero esos condenados igualitarios bloquearon nuestros esfuerzos. Caigan las consecuencias sobre sus hombros entonces - Sentenció Charles mientras seguía observando el desorden general. El capitán británico hacía referencia a una reunión sostenida por varios oficiales de las academias sobre como comandar la base, pero sus decisiones y argumentos fueron ignorados en favor del "Cada general con la misma cantidad de mando", conducta tomada para evitar conflictos personales.

- Cuando una unidad normalmente demoraría en salir entre 10 y 30 minutos, aquí tomaría cuando menos 45 minutos para que salieran los primeros, quien sabe si más de una hora para que saliera el grueso - Comentó nuevamente Edwards, señalando un grupo de ingenieros dirigiendo algunos vehículos que cargaban repuestos. La columna de camiones y semiorugas quedaba detenida como en un embotellamiento típico de hora punta cerca de la salida, cosa que no debía de ser posible.

- Están atrapados en el tráfico... en la guerra... - Murmuró con incredulidad Edwards.

- El resto ya ha llegado - Señaló el oficial a dos personas más que se acercaban a ellos - Vamos al jeep, saldremos ahora.

- ¿Tenemos nuestras órdenes?

- Sí, aunque no iremos a Itálica... pero estaremos cerca.

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Itálica.

La primera noción que tuvo Miho sobre que algo estaba mal, fue la larga y prolongada sombra que había sobre el grupo. Restándole importancia al igual que el resto, felices de tener algo que los aliviara del sol (que no ayudaba mucho a soportar el calor de la tierra calcinada), lo siguiente fue que hubo un rugido profundo y un estruendo. Levantando la mirada apresuradamente, observó a una criatura con cierto parentesco a los reptiles, alado y con escamas rojas. Su cola terminaba de hacer un movimiento, y solo el grito de Yukari le hizo entrar al tanque a tiempo.

Apenas se había deslizado dentro de la torreta del tanque miró hacia arriba, encontrándose con la inexplicable visión de... un B1 bis francés volador. El tiempo se ralentizo para la joven comandante, quien observó con temor e incredulidad el vehículo blindado sobre el propio. El B1 pasó de largo e impactó con el suelo de hierba, dando algunas vueltas antes de quedar con sus orugas apuntando al cielo. Miho los observó unos segundos antes de reaccionar.

- ¡Equipo Mallard! ¡¿Me escuchan?! - Mediante la radio que llevaba al cuello, llamó a las integrantes del comité disciplinario. Hubo estática por unos segundos, acrecentando los temores de la castaña, pero luego una quejumbrosa voz sonó por el artefacto de reducido tamaño.

- Estamos bien... solo algo... golpeadas... - Se escuchó la voz de Sodoko, líder de aquella tripulación.

- Espera, ¡¿eso es sangre?! - Se escuchó otra voz alejada de la radio.

- ¡No te alteres por un rasguño, maldición! - Lanzó una queja la líder del blindado francés - Estaremos bien, siempre que eso no nos vuelva a golpear así... tuvimos suerte de haber estado dentro de tanque.

- Entendido. Cuando puedan retírense a un lugar seguro - Miho cortó la comunicación inmediatamente después - Gracias a Dios están bien.

- Miporin... - La llamó Saori - Mensaje del canal de radio. Es para todos.

- Me sorprendería que no - Tomando la radio del tanque, Miho anunció su presencia dentro del canal de comunicación - Aquí líder del Zug 7, Miho Nishizumi. ¿Alguna orden?

- ¡¿Qué si hay alguna orden?! ¡Sobrevivir, maldita sea! ¡Nos estamos jugando el pellejo aquí fuera! - Se escuchó la voz del comandante del Zug 4 reclamando.

- ¡Silencio, por un carajo! ¡Que todas las armas de gran calibre apunten a ese condenado dragón! ¡Las armas pequeñas como distracción, que apunten a la cabeza! ¡Munición perforante, mientras más penetración mejor! - Llegó la voz del comandante de todos los zugs. Siguiendo las órdenes, Miho le indicó a todos los blindados de su equipo que apuntaran sus cañones hacia la inmensa criatura, mientras que Roth se dirigía con sus hombres y el semioruga hacia el perímetro de distracción creado alrededor del reptil volador.

- ¡Esa cosa resiste bien! ¡Nuestros proyectiles apenas le hacen daño! - Anunció el comandante del Zug 2. Su canal de radio se llenó de estática segundos más tarde, cuando un potente chorro de llamas salió de la boca del dragón e impactó de lleno en el blindado del comandante. El M3 Stuart termino con algunas partes con una ligera coloración antinatural, producto del intenso calor al que fue sometido. Unos segundos después, los depósitos de combustible y munición, que de milagro se habían mantenido intactos, explotaron, llevando al otro mundo a todos los tripulantes que pudieran seguir vivos en el interior.

La radio permaneció muda por unos largos segundos, hasta que un nuevo rugido de la escamosa criatura los llevó de nuevo a la realidad. Los semiorugas empezaron a dar vueltas alrededor del gigante animal, eso sí a cierta distancia, mientras sus armas apuntaban a la cabeza. Los tanques se dispusieron a la distancia y abrieron fuego sobre el reptil rojo, provocando gritos de dolor en las extrañas ocasiones en las que un proyectil lograba penetrar sus escamas. A esas ocasiones, el dragón solía responder sacudiendo la cola y lanzando fuego.

- ¡¿De qué están hechas esas escamas?! - Exclamó uno de los comandantes.

- ¡Ni idea, pero apenas le hacemos daño! ¡Incluso si las penetramos, como los proyectiles son perforantes no tienen daño explosivo!

- ¡Caguen Dios con eso!

- ¡Cuidado!

La cola del dragón impacto enfrente de un semioruga, obligándolo a detenerse. El que venía detrás choco con este, y el que venía atrás de ese también impactó. Los ocupantes del tercero lograron manejar lejos de allí, más los tripulantes de los dos primeros abandonaron sus vehículos con lo que pudieron cargar y se lanzaron a la carrera para alejarse de los dañados vehículos.

Un chorro de fuego salió de las fauces del animal de gran tamaño, dirigiéndose hacia los infortunados soldados en la tierra. Quemando a algunos de ellos hasta la muerte, y cuando se empezaba a mover para cazar a los otros, un proyectil entrante impactó sobre la cabeza del escamoso ser, quien terminó su ataque y dirigió su furiosa mirada hacia el cielo. Allí, dos "mosquitos" estaban acercándose a él a gran velocidad.

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Para Piña y Gray, observantes desde la muralla, el combate era algo irreal. Este grupo de jóvenes, estudiantes militares con una fuerza con la que ellos no podían ni siquiera soñar y solo los dioses poseían, le hacían frente a frente a una de las criaturas más poderosas de todos los tiempos del Imperio, si es que no de antes.

- Esto es increíble... - Habló Piña quedamente. Gray asintió a sus palabras.

- No encuentro palabras para describir esta escena. El dragón se encuentra siendo empujado de vuelta. Ni los mejores guerreros del Imperio han logrado hacer algo siquiera parecido - Comentó ahora el moreno peliblanco. Piña tragó saliva.

- ¿Crees que lo maten?

- No lo sé. Pero puede que lo expulsen. Allí estarán exhaustos. Y es entonces... cuando atacaremos... - Sentenció oscuramente el caballero.

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- ¡Señores, lamento llegar tarde a la fiesta! ¡Este es Phoenix One y vengo a alegrarles el día! - Anunció alegremente el piloto norteamericano. Los aviones pasaron sobre los soldados al vuelo raso, arrancando suspiros de alivio entre los distintos oficiales y soldados en tierra, antes de tomar distancia para dar la vuelta y encarar al dragón.

- Phoenix One where are you going! I love you! - Gritaba cómicamente por la radio un soldado británico. El resto reía sobre la expresión usada por el soldado, en lo que los aviones descargaban una tanda de cohetes a quemarropa sobre el dragón. La criatura alada gritó de dolor, mientras los soldados en semiorugas llegaban donde los infantes sin vehículo y los ayudaban a escapar. Los semiorugas y tanques ligeros eran usados como ambulancias y transporte para llevar a los heridos al interior de las murallas, que seguramente resistirían el fuego del dragón al ser de piedra.

Rick volaba cerca del dragón, llamando su atención y distrayéndolo de los disparos que le hacían desde tierra. Las garras y fauces del ser alado trataban de alcanzarlo y su aliento de fuego dificultaba su movimiento. Mary le intentaba decir que se alejara, pero obstinadamente el seguía molestando a la criatura con sus misiles y su cercanía. En un momento dado, sin embargo, se topó con que iba directo hacia el vientre superior del dragón, mientras sus brazos se cerraban sobre él.

Maniobrando como solo él sabía hacerlo (y llevándose el susto de su vida, además de la promesa de matarlo de Mary cuando volvieran a tierra), logro salvarse escapando por entre el brazo y las escamas del dragón, para luego darse la vuelta y disparar un cohete contra la cabeza del dragón. Triunfante, se alejó del reptil riendo fuertemente por la radio, siendo acompañado por los soldados en tierra que observaron la hazaña.

- ¡¿Ves Mary?! ¡Así es como volamos los americanos!

- ¡Cuidado inútil! - Le advirtió la piloto británica. Pero era demasiado tarde.

De la cortina de humo alrededor de la cabeza del dragón surgió un torrente de llamas de gran tamaño, como si encarnara la furia de su creador. Rick, volando en una trayectoria recta y apenas notando el peligro, maniobro peligrosamente para evitar el daño, pero no pudo esquivar todo y las llamas consumieron parte del ala derecha de su avión. Observando su situación, y con sudor frío cayendo por su frente solo pudo decir...

- Well... shit.

El avión de Phoenix One empezó a dar vueltas y caer sin control, alejándose de la zona de combate en lo que su piloto trataba de estabilizar algo su máquina. Esta, por su parte, no paraba de girar sobre su propio eje y dar vueltas, alejándose del campo de batalla en línea recta. Los soldados observaron desanimados como el avión que se mostraba como su luz salvadora iba dejando una estela de humo mientras se alejaba del escenario que podría haber sido su último combate.

Todos estaban enmudecidos. Pero un fuerte rugido del dragón los hizo volver a la realidad.

- ¡RRRROOOOOOOAAAAAAARRRRRRRGGGGGGGGHHHHHHH!

- ¡HIJO DE PUTA!

Furiosa, la as de la aviación británica encaro su propio vehículo contra la cara del reptil escupe fuego. Ya no le importaba nada. Ni siquiera si moría. Pero...

- ¡ME LLEVARE A ESTE MALDITO CONMIGO!

Una fuerte descarga a quemarropa de todos los misiles restantes de la aeronave fue lo que recibió la maltratada cabeza del dragón de escamas rojas. Rugiendo intensamente, empezó a sacudirse en lo que enviaba chorros de llamas y lanzaba golpes con sus brazos y cola. Por lo erráticos que eran, parecían ser lanzados a ciegas.

Cuando el humo de las explosiones se disipo unos segundos después, se mostró al dragón con varias escamas de su cabeza y cuello faltantes, a la vez que tenía un ojo entrecerrado, mirando con furia a su agresora en el aire. Buscando conseguir algo de espacio, sacudió sus inmensas alas y se alejó. Pero su enemiga británica no lo iba a dejar escapar tan fácil.

- ¡VUELVE AQUÍ DESGRACIADO!

Encontrándose justo alineada con el ojo dañado del dragón, utilizo todo su arsenal restante. Los proyectiles de los históricos cañones hispano de 20mm empezaron a impactar en la zona del ojo del dragón, haciéndolo sacudirse. Pero la británica no quería que se alejara. Cambiando ligeramente la trayectoria de su avión, los proyectiles siguieron impactando en la zona de su ojo, buscando ese impacto crítico que la llevaría a la victoria.

Y lo consiguió.

Un tiro de fortuna. Entre los muchos que impactaron a la criatura. Hizo falta colocarse a menos de 100 metros para darle. Desviando su ruta con velocidad, y disfrutando del alarido de dolor que arrojaba la criatura a su espalda, se permitió relajarse un momento. Pero tampoco se le permitió que eso durara mucho. Una advertencia de la radio fue todo lo que se necesitó para devolverla a la realidad. Un chorro de llamas tan brillantes como el sol se dirigía hacia ella.

- This is all I can do... is up to you now, guys.

Girando su avión bruscamente, logro que el fuego impactara sobre la parte inferior de su avión. Pudo sentir el suelo de la cabina calentarse, mas la estructura logro resistir y evitar su incineración gracias a lo breve del contacto. Sin embargo, el avión de todas formas empezó su descenso, empezando a planear al haber perdido el motor su funcionalidad. El dragón lo dejo alejarse, complacido de su victoria, solo para que un impacto y el sentir algo penetrando sus duras escamas le hicieran darse la vuelta. Detrás de él, dispersos en las colinas, se encontraban esas hormigas con sus juguetes, uno de ellos con su palo de metal humeante.

- Ahora... comienza el Round 2 - Sonrió confiadamente Schmidt.

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No había posibilidad. Ni escapatoria. Así lo veía Karl Schmidt desde su posición en el aire, a quien sabe que distancia del suelo. La cola del dragón había golpeado cerca. Su kübelwagen y el semioruga a su lado salieron volando por la fuerza del impacto. El dragón no se molestaba con ellos, y había girado su cabeza a otro lado, sus llamas buscando nuevas víctimas entre los que quedaban vivos. El tiempo de él ralentizándose a medida que observaba a su alrededor.

Examinó a los que flotaban cerca de él. Algunos seguían vivos, heridos o impactados, paralizados por el miedo, pero vivos. Otros no eran tan afortunados. El conductor de su vehículo, por ejemplo, le faltaban ambas piernas desde las rodillas hacía abajo. Si no lo hubiera visto varias veces antes cuando alguien era atrapado por las orugas de un tanque, habría intentado vomitar. Intentado, porque si no había vomitado hasta ahora, nada lo haría.

Eh, estaba de cabeza. No lo había notado. Con su cerebro apenas funcionando, recorrió con la mirada el campo de batalla. Los tanques restantes escupían constantes fuego, mientras los infantes iban en sus vehículos, e incluso corrían, alrededor de la bestia, disparando con sus armas hacía la cabeza en un intento de distraerlo de los vehículos que poseían la capacidad de hacerle daño. Todavía había algunos alumnos llevando heridos a lo que seguramente era algún hospital improvisado en el interior de las murallas, ignoraba donde. Sin nada mejor que hacer, paseó sus ojos por los sectores donde ya no se combatía, ni había actividad. Estaban silenciosos, al igual que sus ocupantes. Las llamas seguían presentes y los heridos seguían tendidos, aunque poca cosa más había.

Que recuerdos. Mirando a los muertos que estaban dispersados en toda la extensión del camino desde su posición a la puerta de Itálica, no podía dejar de pensar en lo que le recordaban las caras.

A aquel lo escuchaba por la información inútil que tenía. Ese otro era su compañero de clases. El tercero era uno que no veía desde la ceremonia de ingreso. Al cuarto le negó cualquier posibilidad de llegar a la oficialidad al aplastarlo en una competencia. A ese otro le gustaban más los cazatanques que los tanques normales. Este cercano era un buen estratega que podría haber tenido un buen futuro.

Ahora sus vidas no valían nada. Por sus decisiones. Por su culpa. También pesaban mucho las decisiones del Alto Mando de enviarlos solos y sin apoyo, pero era él quien estaba al mando.

Pero poco importaba ya. Era algo que tenía él. Era a la ve un don y una maldición. Ser capaz de asumir las cosas rápidamente, aceptando todo y abandonar emociones con una facilidad escalofriante. Más de una vez se había metido en problemas gracias a eso. Y sabía que esta, si en una de esas salía con vida, no sería la excepción.

- ¡Hey! – Susurró. No era más que un suave sonido, perdido en la inmensidad de la batalla que se libraba a su alrededor. De alguna forma, sin embargo, el dragón pareció escucharle, girando su cabeza para enfrentarle de frente. Pareció reconocer que no había terminado el trabajo, por lo que su chorro de llamas empezó a ser acumulado en sus abiertas fauces mientras que su único ojo bueno observaba complacido al diminuto ser verticalmente invertido delante de él. Uno que, a pesar de todo, le miraba serenamente mientras se enfrentaba a la amenaza. Fue un digno oponente, pensó al mirarlo, le reconocería eso. El alemán no se inmutó ante el inminente ataque. El tiempo parecía seguir yendo a una velocidad exasperante. Ni siquiera las aburridas salas de espera de un servicio público colapsado se demoraban tanto.

Casi no lo veía. Una figura que seguramente medía menos de un metro, no lo sabía con certeza. Una figura increíblemente simple, que provoca que casi no lo vea. A su lado, se encontraba una pieza de ingeniería muy utilizada en los últimos años de la guerra, cuando la agonía de un país se empezaba a hacer notar para todos. Barato, simple, descartable, eran palabras usadas para describirlo. Y puede que no haya sido el más útil de todos, pero hizo su trabajo. Y aun ahora, más de medio siglo después, lo seguiría haciendo. Tomándolo decididamente, como si una mera vacilación fuera a provocar un cambio, lo apuntó hacia las cada vez más abiertas fauces del dragón. La bola de fuego que se dispararía en forma de torrente de fuego crecía en tamaño. Podía sentir el calor desde allí. Estaba a menos de 50 metros. Solo tenía una oportunidad.

- Te veré en el infierno - Le dijo a reptil alado, jalando el gatillo y liberando el proyectil del arma y siendo empujado hacia atrás en el proceso. El Panzerfaust recorrió su camino en silencio, impactando dentro de las fauces de la criatura mitológica.

La explosión, sin escamas para interponerse, daño por completo el interior de la boca del dragón, recordando a su portador la gran cabeza explosiva que tenía equipada. La especie escamada instintivamente cerró sus filas de dientes, tratando de proteger la dañada zona interna de su hocico. La bola de fuego, descontrolada, explotó en su interior. El fuego recorrió boca, garganta y pulmones. El dragón estiro su cuello al cielo, y soltó un primigenio alarido de dolor mientras algunas llamas y mucho humo se escapaban de sus fauces. Luego, con un grito, levanto sus alas y alzó el vuelo, alejándose del lugar donde provocó una carnicería que indudablemente se marcaría de por vida en las mentes de todos los que la vivieron.

Karl no cabía dentro de su asombro. Eran tanto que apenas respiraba. El tiempo volvió a su normalidad apenas el encanto del dolor del dragón desapareció y él, dolorosamente, había impactado con la pendiente de la colina que le permitió a él y a sus compañeros girar colina abajo, amortiguando su caída lo suficiente como para que dejara de ser mortal. Levantándose lentamente, examinó el lugar mientras lentamente una sonrisa se iba formando sobre su cara. Luego, finalmente, estalló en carcajadas, las cuales al poco tiempo fueron seguidas por los que estaban junto a él.

- Así es... ¡ASÍ ES COMO PELEAN LOS ALEMANES! ¡ASÍ ES COMO PELAMOS LOS SOLDADOS! ¡VEN DE NUEVO SI TE ATREVES HIJO DE PERRA, QUE AQUÍ TE ESPERAMOS! ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!

Las risas se detuvieron tras unos segundos, logrando que la tensión del conflicto se relajase de sus caras. No era la primera vez que se enfrentaba a la muerte. Demonios, probablemente no era la primera de sus hombres tampoco. Pero... era la primera vez que se enfrentaban a algo que desde el inicio iba con la intención de matarlos, muy distinto a ver una muerte accidental durante un duelo de tanques e infantería. Arrastrándose, luego levantándose un poco para finalmente cojear, se acercó donde se encontraba el camión de mando, el cual se había refugiado dentro de los muros hasta que el animal alado se retiró. Tomando la radio que un nervioso soldado le tendió, reunió saliva y habló lo que todos querían escuchar:

- Aquí Hauptmann Karl Schmidt, comandante de la División Avanzada y del Equipo 0 de Mando, reportando desde Itálica. El dragón ha sido ahuyentado. Hemos... triunfado...

La radio cayó al suelo. El golpe de adrenalina había llegado. Sentándose en el suelo, lanzó un sonoro suspiro antes de tomar una pistola de bengalas y disparar un tiro hacia el cielo.

Aquella luz verde sería vista por todos los equipos enviados hacia Itálica. Era la señal que relajaba sus nervios. Era la señal de la victoria.

Ellos habían ganado, y nada cambiaría ese hecho.

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- ¡En Falmart, la bocina significa también fuera del jodido camino! - Gritó el conductor del jeep. Ante el ruido del claxon del automóvil, el par de aldeanos saltó fuera del camino de tierra dura por el cual iban, para luego tragarse la nube de polvo que dejó el jeep sin contemplaciones.

- ¿Vamos por la dirección correcta? - Preguntó Spencer a Edwards, quien revisaba unos mapas mientras echaba constantes miradas a su alrededor.

- Eso parece... gira a la derecha - El conductor realizó la tarea pedida y salieron del camino internándose en unas bajas colinas de tierra. Tras unos segundos, lograron divisar una columna de humo elevándose en el aire. Aceleraron para darle encuentro a lo que fuera que lo elevaba, encontrando el humeante fuselaje de un F9F estrellado al final de una pendiente paralela al fuselaje del avión, cosa que seguramente amortiguo la caída.

- Aquí está - Con un gesto Spencer le ordenó a sus hombres que socorrieran al piloto, quien al verlos solo pudo reír nerviosamente ante lo ridículo de la situación.

- Man... I thought I was the star of the show - Comentó sonriendo tontamente el piloto.

- Well, apparently you weren't. Now, let's patch you up and get the hell out of here.

- The other pilot was shut down as well. She fall on a lake, not far from here - Informó ahora el único estadounidense en el nuevo mundo.

- Lead the way.

Subiéndose todos de nuevo al jeep, Spencer vio salir hacia el cielo una bengala verde. Tomó la radio y se comunicó con el mando en Itálica, ya que todo había terminado.

- SAS Equipo Charlie 1, Mando de Avanzada. Tenemos a Phoenix One. Esta como la mierda, pero vivo. Vamos por Royalty One. Fuera. – Comunicó para luego lanzar una baliza de ubicación al destruido vehículo y largarse de allí. Ya llegarían los ingenieros a recuperarlo.

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- ¿Está segura de esto, princesa? Después de todo, ellos lograron ahuyentar a un dragón de fuego, algo que nadie en el Imperio pudo hacer antes.

- Quiero un conteo de muertos y heridos, lo más rápido posible. Fortifiquen la enfermería también. No mucho, no queremos provocar a los locales. Un destacamento bastará.

- Es nuestra mejor opción. Están agotados, no podrán reaccionar ahora. Además, son solo jóvenes. No podrán hacer mucho. Y si se valoran tanto entre sí como parece, si tomamos a los heridos como rehenes podríamos negociar sacarlos de la ciudad.

- Necesito también que registren que vehículos pueden ser reparados y cuales están dañados hasta el punto de ser inútiles. Revisen todos, puede que haya alguien vivo allí dentro. No olviden también registrar sus ubicaciones para los servicios de recuperación.

- Pero sus reacciones podrían ser horribles. Ni siquiera sabemos si hay más "pájaros de hierro" cerca.

- Contacten nuevamente con el mando de Alnus e informen que necesitamos personal médico urgente, cosas de primeros auxilios también. Y que no se olviden de los refuerzos, o perderemos Itálica ante la primera patrulla enemiga que aparezca.

- Por favor Hamilton, piensa. Si hubiera más" pájaros de hierro" los habrían utilizado.

- ¿Qué cosa? ...Ya veo... envíen medio escuadrón a avisar a Alnus, el resto acompáñeme.

No pudieron evitarlo. Apenas el sonido de algunas botas se hubiera apagado, la casa a la derecha terminó y las dos calles a sus lados tuvieron vista de lo que había en la otra. Por un lado, la Princesa Piña con sus 5 caballeros. Por el otro, un oficial con 4 hombres. Apenas los vieron (o así pensó Piña), los 5 estudiantes en uniforme gris se lanzaron a correr en dirección a la enfermería. Pensando que los habían descubierto, el grupo de la princesa aceleró el paso. Sin embargo, Gray ordenó que no desenvainaran sus armas todavía. El grupo de adelante parecía no haberse dado cuenta de su presencia.

Llegaron a la entrada del castillo que daba a la zona de enfermería improvisada. Muchos soldados yacían allí, heridos, inconscientes o quejándose, mientras los encargados de primeros auxilios los atendían lo mejor que podían según su experiencia y lo que tenían a mano.

El grupo en uniforme gris entró apresuradamente al interior. El grupo de Piña llegó poco después. La puerta estaba cerrada, mas no estaba con seguro. Y era apenas una endeble puerta de madera hecha a toda prisa para reemplazar la que estaba antes allí. Con una orden silenciosa, todos los miembros de la orden de la rosa desenvainaron sus armas y cargaron al interior.

Se congelaron apenas entraron todos. No era que hubiera un muro de armas esperándolos. Todo lo contrario. Apenas abrieron la puerta, todos los que estaban en buen estado o ligeramente heridos tomaron un arma y la apuntaron en su dirección. El proceso no duro más que unos segundos. Cuando todos los caballeros de Piña habían ingresado a la sala, ya había más de una treintena de armas apuntándoles.

- Vaya vaya.... Aunque me lo esperaba de algún ciudadano descontento, sí que no me lo esperaba de usted, princesa Piña - Comentó serio, pero a la vez sarcástico, el hauptmann que estaba a cargo de todos los soldados de Itálica - Pero en serio, que desdicha. Tras la defensa de la ciudad, la princesa Piña Co Lada fue vista atacando a los grupos que llevaban heridos a los refugios. Es una buena historia para la prensa y el mando de Alnus.

- ¡No los hemos atacado aún! ¡No nos pueden hacer nada! - Intentó justificar sus acciones Hamilton, una caballero castaña del grupo de Piña.

- Intento de ataque intencional y ataque a protegidos por la cruz roja. Suficiente motivo para ser condenado a muerte. Pero alégrese. Simplemente la tomaremos prisionera. Supongo que será lo más cómodo para todos ustedes.

Los caballeros apretaron el agarre sobre sus armas. No tenían idea sobre eso de la "cruz roja", o el "intento de ataque intencional" que dijo, pero sonaban como alguna ley en su mundo. Una que acababan de romper.

- Si aún no se han decidido... - El oficial señaló hacía una ventana. Afuera de las murallas, se veían llegar múltiples carros sin caballos, muchos, muchos más que los que estaban ya presentes. Todos ellos venían descansados y en capacidad de lucha - No tienen oportunidad. Sé que tienen su orgullo de nobles, pero... - Dejó su frase inconclusa, y apuntó su propia Walther P38. El mensaje era claro.

Piña apretó sus labios mientras envainaba su arma. Sus caballeros la imitaron confundidos. Ella levanto las manos, y de un gesto los soldados que no estaban heridos les arrebataron todas sus armas, todavía bajo la mira de los heridos. Finalmente, con sus manos atadas con cuerdas a su espalda, los 5 caballeros y la princesa fueron encerrados en una celda del castillo.

Ese fue el fin definitivo de la acción en Itálica.

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