Capítulo 10

GATE y Girls und Panzer no me pertenecen. 

Capítulo 10
La Caída de los Dioses
Desde el Cielo y la Tierra

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Bosque de Schwarz, Reino de Elbe. Día D+60.

- "¡Se los ruego, ayúdennos! ¡Hablaron entre los caciques, no los atacarán!" Mis pelotas en conserva el que no nos iban a atacar esos malditos elfos - Masculló Khoakin, girando los ojos e imitando un tono agudo mientras repetía las (a su juicio) palabras de la elfo oscuro.

Cerca de él, dos miembros de su tripulación llevaban un cadáver perteneciente a otro miembro de la susodicha raza, echándolo a una fosa común precariamente hecha. Dentro yacían otros cadáveres, con los granaderos alemanes cargando otros cuerpos. Los fusileros norteamericanos vigilaban los alrededores, arma en mano.

- N-no... tienen que... creerme... esto es... u-una... equvocación... confusión... si, e-eso... una c-confu...sión... - Yao, nombre con el que se había identificado la elfo oscura que llegara a ellos durante la noche, balbuceaba llorosa e incomprensiblemente, apoyada en un tronco con sus rodillas a la altura de su pecho. Roth y Hans la vigilaban recelosos, sin dejar de apuntar sus armas.

- ¿No estamos siendo muy duros con ella? - Preguntó Miho al ruso al ver el estado de la nativa. Khoakin se encogió de hombros.

- Prometió que no habría ataques y sin embargo aquí estamos: echando los cadáveres de nuestros atacantes en una fosa común que no tendrá nombre. No me interesa perder más soldados, Miho, y ya hemos perdido demasiado tiempo. Y no creo que estén enterados de lo que hace Yao, pues intentaron matarla también.

- Miho-san - Hana llegó donde se encontraban ambos oficiales - Yao pide hablar contigo. Dice que es urgente. También con usted, Petrakov...-san.

- Entendido - El oficial ruso salió a paso rápido camino de la elfo, mientras que Miho agradecía a Hana y lo seguía. Roth y Hans se veían con una increíbles ganas de asesinar a la indefensa elfo, y si no hubiera sido por la oportuna aparición de Miho, lo más probable es que lo hubieran hecho allí mismo. No era, después de todo, probable que a alguno del grupo le preocupara realmente.

- ¿Qué sucede, Yao-san? - Preguntó la comandante japonesa. La elfo levantó la cabeza para encararla.

- T-tienen que creerme... yo no sabía... nosotros no sabíamos... yo no sabía... no los atacaríamos...

- Habla rápido o correrá más sangre, y no de la nuestra - Interrumpió Khoakin. Yao carraspeo, limpiándose las escasas lágrimas y despejándose la garganta, antes de dirigir su suplicante mirada sobre el impaciente oficial.

- Ellos no son de los nuestros... su tribu se separó del resto de los elfos oscuros hace décadas, y han vivido en este bosque. Los caciques no tienen contacto con ellos porque son muy agresivos, pero al dejar de luchar con nosotros pensamos que se habían ido o extinguido. No sabíamos que seguían aquí...

- ¿Cómo puedes asegurárnoslo?

- Deberían llevar un distintivo amarillo con un árbol en alguna parte de sus ropas. Cada clan tiene el suyo, y sirve para distinguirse en caso de emergencias.

- Revisen los cuerpos que estén aun tirados o en la parte superior de la fosa, no quiero perder más tiempo volviéndolos a sacar de allí. Si encuentran algo como lo descrito, avísenme inmediatamente - Ordenó Khoakin a los dos alemanes ahí presentes. Estos lo miraron por un par de segundos antes de irse a cumplir la orden, dejando a los dos oficiales y a la elfo solos.

- Aprovechemos el tiempo. Descríbenos el camino hasta donde está el dragón.

- S-sí, claro. El camino sigue por el bosque un trecho más, para luego salir al valle montañoso. Allí no hay vegetación. Es un conjunto de desfiladeros y cuevas rocosas, con varios caminos y montañas. El nido del dragón está en el volcán más alto del lugar. A la velocidad a la que avanzan, deberían llegar allí hoy.

- Bien. Espera un poco - Khoakin se dirigió a uno de los soldados americanos - Trata de contactar con cualquier unidad de enlace que nos comunique con Alnus. Necesitaremos el apoyo aéreo hoy en mínimo 3 horas más - El soldado asintió antes de irse. Justo entonces regresaban Roth y Hans.

- Encontramos las insignias descritas en los cuerpos. Todos la llevaban.

- Bien, entonces...

- Prepárense para salir a la brevedad. Yao nos guiará por el camino más rápido - Interrumpió Miho al ruso. Los europeos la miraron sorprendidos, pero la mirada de la japonesa les indicó que no aceptaría un "no" por respuesta. El trío sospechó que estaba relacionado al maltrato que recibía la elfo oscuro por su parte. Suspirando, Khoakin cedió ante las palabras de la castaña, quien técnicamente era su superior.

- Lo que sea. Apresurémonos, se me está acabando el vodka y mi poca paciencia no durara mucho sin eso.

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Camino al este de Itálica. En esos instantes...

- ¿No debimos esperar a la Compañía de Vanguardia? Puede que la necesitemos.

- Efectivamente, puede. Pero no tenemos tiempo. Casi nos descubren por esa agente de la PSIA, y no me sentaré a esperar al siguiente espía disfrazado de periodista que intente colarse en el edificio de mando y esté a punto de descubrir una operación secreta ordenada directamente desde el alto mando alemán en Europa.

- Pero estaremos sin algo de poder de fuego, y sería sospechoso que salgamos sin las japonesas justo cuando la espía nipona es capturada.

- Tienes razón. Pero por eso solamente adelantaremos parte de la operación. Tomaremos la ciudad-base imperial de Ligs y aseguraremos el alrededor con la excusa de proteger nuestro flanco y crear un cuello de botella. Luego esperaremos a que llegue el resto mediante un despliegue estratégico para poder continuar.

- Si puedo preguntar, señor, ¿qué tiene de importante Ligs? Es solo una pequeña ciudad como muchas.

- ¿Aparte del hecho de que es el único puente que puede soportar el peso de los blindados en muchos kilómetros? Tiene una guarnición de magos, y eso es peligroso si no se controla a su debido tiempo.

- Entiendo perfectamente. Según el mapa, llegaríamos en una hora más.

- Perfecto. Comunica al resto que empiece a adoptar las posiciones de batalla discutidas ayer.

Así terminó el dialogo entre Karl Schmidt y su ayudante de campo temporal, Walter Fritz.

Actualmente, todo el Regimiento de Avanzada menos la Compañía de Vanguardia se encontraba en el campo, transitando un camino que llevaba al este de Itálica. En dicha dirección se encontraba una pequeña ciudad imperial llamada Ligs, que también poseía una pequeña base. Según informantes locales, el comandante de la plaza era un hombre llamado Jiuns hal Fersen, un hombre capaz que había sido asignado allí por distintas razones, principalmente dos: primero, que era un comandante imperial capaz que había logrado hacer maravillas en el campo de batalla; segundo, que había enojado a un superior que le asignó la defensa de un lugar lejano de toda acción, en la vana esperanza de hacerlo recapacitar. Lastima que tendría mejores posibilidades de combatir que ese noble, desaparecido en los placeres de los barrios bajos en las regiones orientales del Imperio.

El viaje hasta el lugar transcurrió sin incidentes. El clima se estaba tornando fresco, señal del otoño que llegaba, y por una vez los tripulantes de tanques agradecían que sus vehículos conservaran el calor de sus motores. Sin mayor imprevisto, el regimiento llegó a posicionarse detrás de las colinas bajas que protegían la vista del pueblo. Los oficiales salieron de sus vehículos y se dispusieron en el borde de una de aquellas colinas con el fin de observar la zona.

- Allí está el puente, justo al centro – Señaló uno de los oficiales, Meyer. Boomfield le dio un gruñido afirmativo, antes de señalar un edificio adornado con banderas imperiales. Meyer lo observó - Barracones de oficiales. El de la tropa no debe estar lejos.

- No veo mucha gente por las calles.... ¿esas son barricadas? - Señaló Louis. Karl dirigió sus gemelos de campaña en la dirección indicada, encontrándose conque, efectivamente, las calles que daban a ambos lados del puente estaban tapadas con barricadas. El centro de susodicha estructura también presentaba una propia, aunque algo más débil y abierta para permitir la circulación por su centro.

- Saben que venimos... ¿cómo? Mantuvimos esto en secreto mucho tiempo, no tienen forma de haberse enterado... ¿habrán instalado las barricadas de antemano? - Se preguntó Schmidt.

- Seguro los malditos magos tienen algo que ver con eso - Señaló Meyer. El oficial chileno del grupo, capitán Silva, asintió a lo dicho por su par alemán, en lo que los otros comandantes de tropas motorizadas dialogaban sobre la posibilidad de tener que combatir a pie.

- No sabemos el potencial de los magos, ni lo que pueden hacer. Tendremos que ir a la antigua y clásica táctica urbana. Infantería a pie, tanques de apoyo... - Señaló Silva, analizando nuevamente el lugar con sus prismáticos.

- Casa por casa, demoler cualquier estructura enemiga... - Continuó Louis, empezando a formarse una sonrisa traviesa en su cara.

- Disparar primero, preguntar después... - Siguió Meyer, sonriendo travieso.

- Volar con artillería cualquier punto fuerte enemigo... - Se unió Boomfield a la conversación.

- Y arrasar a cualquier enemigo que quede en pie - Finalizó Schmidt, sonriente al igual que el resto. Dentro de nada, los oficiales se dirigieron a sus posiciones de batalla y empezaron a dar órdenes.

La diversión iba a comenzar.

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Fiel a las palabras de Yao, ningún otro elfo oscuro los había atacado en su paso por el bosque. Los pocos que osaron hacerlo (y sufrir las nefastas consecuencias) llevaban todos el mismo sello que los primeros, por lo que los estudiantes asumieron claramente su orden de reacción: si alguien atacaba, le tocaban balas.

Hacía ya una hora que habían entrado al valle rocoso de las montañas, y verdaderamente le hacía justicia a ese nombre. Había muchas cavernas en el lugar, lo cual hacía difícil que los tanques se movieran adecuadamente. El vehículo con más complicaciones era el Tiger I de Maho, que tuvo que pasar a la retaguardia para no retrasar la marcha con sus constantes problemas mecánicos en el difícil terreno.

Llevaban ya una hora atravesando caminos, cuando los aviones prestados por la Royal Air Force, sendos Panavia Tornado, pasaron a vuelo rasante sobre ellos. Dicha acción desestabilizó algunas rocas, y estuvo a punto de arrojar a Khoakin y su tanque por una depresión (sin embargo, para desilusión de Roth y otros, el tanque logró mantenerse en su lugar sin precipitarse al vacío). Siguiendo por los caminos, ahora escoltados y guiados desde lo alto por los cazas, no demoraron en llegar a una explanada lo suficientemente grande como para aparcar todos los vehículos, aunque algo apretados. En una cueva del lugar, los esperaban unos elfos oscuros que, pese a algunas señales de desconfianza, no se mostraron hostiles.

- Son del consejo de los caciques. Los estaban esperando - Indicó Yao a Miho. La susodicha, acompañada de Hana, Maho y Kohakin, ingresó a la cueva guiada por Yao, quien a su vez seguía a los caciques. Dentro había más elfos oscuros que se sentaban de forma semicircular mirando hacia la entrada. Había una fogata en el interior, y el ambiente era uno opresivo y oscuro.

- Hombres de gris y café - Comenzó uno de ellos. Khoakin rodó los ojos nuevamente ante los apodos dados, sin molestarse en realizar un comentario sarcástico esta vez - Los hemos mandado a llamar por una razón.

- Que corten el rollo, veníamos ya en camino a encargarnos del dragón por nuestra puta cuenta. Simplemente nos ayudaron a llegar más rápido - Murmuró Khoakin. Si los caciques no le oyeron, o lo hicieron y decidieron ignorarlo al no entender su idioma, permanecería como un misterio para los académicos. También, debido a este desliz, nadie notó la presencia de Rory, quien se había colado en la sala silenciosamente y sin su característica hacha.

- La razón es que en este valle ha llegado un peligroso ser. Un ser tan grande, poderoso, maligno y despiadado que-

- No tengo tiempo para esto - Sorprendiendo a todos los presentes, Khoakin rápidamente desenfundó su arma de servicio y apunto a los caciques - Si uno se atreve a hablar sin permiso pintaré la pared con su sangre, ¿entendido?

Decir que las japonesas estaban sorprendidas, al igual que los elfos, sería un eufenismo.

- Petrakov-san, cálmate un poco, por favor. No queremos generar malentendidos aquí - Si bien Hana intentó calmarlo, el oficial ruso no dio muestras especial de relajo o enojo. Sin quitar su mirada de los enojados y asustados elfos, empezó a hablar con el fastidio marcado en su voz.

- Seré claro aquí. No venimos a matar al dragón, no somos los que defendieron Itálica del dragón, y NO venimos porque ustedes nos lo pidieron. Venimos por nuestros propios motivos, y a menos que quieran que ese motivo se convierta en matarlos a todos ustedes para conquistar este lugar, nos dirán las rutas hacia el jodido nido de la lagartija gigante sobre desarrollada escupe fuego y no se meterán en nada que no les concierna. ¿Quedó claro?

Los caciques asintieron asustados. Uno, sin embargo, pidió permiso para hablar, rabia en la voz y enojo en la cara.

- No creas que esta ofensa quedará impune, perro.

Por toda respuesta Khoakin apuntó al elfo y una bala se incrustó en el muro detrás de él. El elfo se giró lentamente, viendo la marca de la bala en la roca, para luego volver a escuchar al mayor ruso.

- Y la próxima no fallará.

El cacique quedo rendido en el suelo, desmayado. Khoakin les ordenó rápidamente a los 3 caciques más cercanos que salieran a indicarle las rutas hacia el dragón, mientras que Hana, Miho y Maho intentaban buscar una excusa sobre el comportamiento del ruso hacia los caciques que no terminara en una balacera. Al final, el grupo se rindió y decidió solamente resignarse al violento comportamiento de su camarada europeo.

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- ¿Así que así es como termina? - Preguntó Huxley, mientras observaba como los aviones de la Royal Air Force borraban de la faz de la tierra la ubicación del nido del dragón. Los gritos de dolor de la criatura se escucharon varias veces, pero a pesar de haber asomado un par de veces la cabeza por el cráter del volcán y lograr escupir una vez su letal fuego, los ataques de la aviación lo mantuvieron atrapado. En cosa de poco tiempo, el dragón había perecido y su cadáver quedó sepultado bajo las rocas de las montañas.

- Le quita mucha emoción verlo desde aquí. No hay conflicto ni lucha, exceptuando los pocos disparos sobre la entrada a su guarida para despertarlo, pero para eso trajimos a la aviación - Comentó Roth - Ahora que lo pienso, Rory ha estado muy callada desde que salimos de Alnus. ¿No crees que le pase algo?

- ¿Para qué me preguntas? Apenas la conozco por unos pocos días.

- Cierto.

Mientras los 2 suboficiales conversaban entre ellos, el resto del grupo observaba aliviado como la amenaza del dragón era eliminada. Rory Mercury, como hubiera dicho Roth, se mantenía callada y con una mirada entre indiferente y de disgusto, mientras sus ojos iban de Khoakin hasta los elfos oscuros que este mantenía prisioneros a punta de pistola. A base de gestos, le indicó al ruso que la siguiera, mientras que este les encomendaba los rehenes a los soldados alemanes.

- ¿Qué sucede, Rory?

- No me gustan tus acciones ni tus métodos para hacer las cosas.

- Eso es cosa de cada uno. Estamos en guerra después de todo, Rory. No podemos darnos el lujo de ser amigables con todos.

- Eso no es guerra. Hablo como Rory Mercury, el apóstol de Emroy, Dios de la Guerra. A él le importa tanto el conflicto en sí como los motivos, y pese a que el motivo de esto es válido, el cómo lo hacen es algo no honorable, usando las amenazas de fuerza y el engaño, aprovechando el desconocimiento del contrario, que-

- Rory, ¿te das cuenta de semejante estupidez que dices? Esto es una guerra. En una guerra, debes tratar de obtener la ventaja como sea, lo más pronto y eficazmente posible, para alzarte con la victoria. El engaño, las amenazas y las negociaciones son parte de eso, usualmente combinados. Al fin y al cabo, no es más que eso. Una guerra.

- ¿Qué dirán los tuyos cuando escuchen esas palabras tan macabras? ¿Podrán dormir tranquilos sabiendo que alguien como tú está al mando? - Preguntó Rory, su voz indiferente a cualquier emoción pero con su mirada emitiendo una hostilidad latente.

- Nada, pues todos ellos, como soldados, lo saben. Y los que no lo son, también estarán de acuerdo hasta cierto punto. No sé cómo lo interpreten ustedes en este mundo, Rory, pero de donde venimos, la caballerosidad y el honor dejaron de usarse en las guerras hace casi 200 años, pero ha habido casos desde más allá de la milenia. Es prácticamente imposible conseguir una guerra honorable en el campo de batalla, no ahora que hay maquinas automáticas que hacen el trabajo de varios hombres. Esto, Rory, es el futuro de la guerra, y lo que vez no es más que el choque de culturas entre los que llevarán muchas décadas y los que llevamos siglos luchando - Con estas palabras, Khoakin se dio la vuelta. Un hacha gigante se clavó a su lado.

- No creas que esto a terminado aquí. No se si lo recuerdas, pero no estas en tu mundo, y yo haré lo necesario para proteger el mío de lo que yo considere una amenaza para él.

Sucedió muy rápido. Rory lanzó su hacha nuevamente, Kohakin se giró a un contado para evadirla y disparar en dirección a la semidiosa. Cuando Rory fue por su arma, Khoakin lanzó una granada que estalló, desestabilizando la plataforma de roca donde estaban. Los escombros empezaron a caer. Rory resbaló. La semidiosa quedó colgando del camino de roca, una mano agarrada y la otra sujetando su arma. Khoakin se acercó y agachó, apuntándole con la diestra mientras que le ofrecía la siniestra. El mensaje era claro.

Tregua, o dejarla caer. Rory miró hacia abajo. Un abismo se manifestaba. Un solo disparo podía hacerla caer, y aunque no muriera, le sería imposible volver en un tiempo decente a la civilización en aquellas condiciones. Reluctantemente, clavó su arma en la roca y tomó la mano del oficial ruso, levantándola este hasta su nivel. Rory tomó su arma y el acuerdo mudo se selló con Khoakin enfundando su pistola. El mutismo fue roto por Miho y Maho, quienes llegaron corriendo a la escena.

- ¿Qué pasó? - Preguntó asustada. No pareció notar las caras de póker de ambos involucrados.

- Nada. Una granada se me escapó - Khoakin se encogió de hombros, antes de dirigirse a un tanque por una botella de vodka. Rory volvió al grupo, lentamente volviendo a su típico comportamiento burlesco.

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El convoy avanzaba cuidadosamente por otro camino de bajada. El ataque de la aviación había dejado dañados los caminos, y eso provocaba que el convoy tuviera que ir cuidadosamente tanteando los terrenos inestables. Los elfos oscuros habían regresado a sus tierras, siendo prácticamente expulsados por el ruso una vez perdida su utilidad al indicarles los caminos para atravesar las montañas.

Poco antes de terminar la bajada, sin embargo, se encontraron con un imprevisto, uno llamado Giselle. Ella, que se identificó como la rival de Rory, supuso un problema cuando casi corta a la mitad a uno de los estadounidenses de Huxley.

- ¿Entonces... cómo lidiamos con esto? - Preguntó Roth, confundido. Junto a él se encontraban Miho, Maho, Huxley y Khoakin. Frente a ellos, Giselle y Rory discutían. Aunque todos los soldados tenían sus armas a mano, la situación no había escalado a los golpes.

Aun.

- Digo que vayamos con cuidado. Tratemos de evadirla - Sugirió Maho. Ante las miradas del resto, siguió - No sabemos si es amiga o enemiga.

- Dice ser rival de Rory, por lo que yo sugiero que la ignoremos. Vamos andando - Decidió Roth. Con los vehículos ya detrás de ambas apóstoles (Giselle había aparecido por detrás del grupo), solo faltaba que los infantes atravesarán el posible campo minado. Desafortunadamente, no sucedió.

- ¿Así que ese es el humano que ha captado tu interés, no es así? - Habló Giselle, señalando a Khoakin. El oficial se dio cuenta que debió haber sido por la discusión que tuvieron de antemano - Me interesa... "probarlo," si no te importa.

- Para nada, adelante.

Giselle no esperó más, y se lanzó hacia adelante, arma desenfundada. Pese a que los múltiples soldados en su camino levantaron sus armas y abrieron fuego, poco pudieron hacer contra la semidiosa, quien esquivó todas las balas y empujó o saltó sobre los que se le interpusieron en su camino. Cuando llegó frente al ruso, este solo pudo levantar su pistola en un afortunado intento de frenar el arma blanca, el cual sucedió, lanzándolo contra el muro de roca al costado del camino con media pistola en su mano.

- ¿Uhm...? Nada mal para un humano.

- Ay... - El ruso cayó al suelo, sujetándose la cabeza por el golpe - ...hagan algo, inútiles...

Los soldados más cercanos, los suboficiales y los oficiales abrieron fuego sobre la semidiosa, quien salió del camino rápidamente. Sin perder tiempo, dos estadounidenses tomaron cada uno de un brazo a Khoakin para meterlo rápidamente dentro de su tanque, empezando a arrancar el convoy apenas el golpeado oficial estuviera seguro dentro.

- ¡Vamos, vamos! ¡Retirada!

Los ocupantes de tanque que estuvieran fuera de sus vehículos subieron a estos, cubriéndolos las balas de los ocupantes de los semiorugas. Estos se subieron rápidamente, arrancando sus vehículos y cerrando la marcha. Giselle rio antes de lanzarse a seguirlos.

- ¿Y Rory? - Preguntó Roth, una vez hubieran dejado atrás a la semidiosa de piel azul.

- Estoy aquí - Señaló la susodicha, asustando a todos. La sonrisa burlesca que tenía al comprobar el aprieto que tenían con su par semidiosa era algo agradable para sus sentidos, pero aun así no quería caer por el barranco producto de su enfrentamiento.

El grupo llegaba a la parte baja de las montañas por el lado contrario al que hubieran salido. Ya empezaban todos a respirar tranquilos, cuando un rugido sacudió la atmosfera. Girando las cabezas, observaron a Giselle descendiendo de la montaña sobre dos dragones.

- Me cago en... - Alcanzó a murmurar Khoakin por la radio.

- ¿Alguien tiene una idea de cómo lidiar con esto? La RAF ya volvió a Alnus - Preguntó Roth, asustado a más no poder.

- Yo podría ayudarles - Contestó una voz desconocida para el grupo, segundos antes de que una lluvia de explosiones cayera sobre los dragones. Esto provocó una avalancha que atrapó a ambos bajo las rocas, Giselle desapareciendo con ellos. El convoy aceleró la marcha para no quedar atrapados, saliendo a un campo abierto con abundante pasto y algunos vehículos blindados esperándolos.

- Por una vez agradezco que hablen por el canal abierto de radio - Comentó Khoakin.

- Parecía que necesitaban ayuda. Tuvieron mucha suerte de que el frente estuviera por aquí cerca. Dudo mucho que hubiéramos podido detenerlos con algunos Panzerschreck o Bazookas - Comentó la misma voz. A medida que el grupo se acercaba, dicha voz se identificó como el coronel Woods, quien se encontraba en una patrulla con los pocos vehículos ligeros que llevaba su columna.

- ¿Cree que estén muertos? - Preguntó Roth cuando ambos grupos se hubieran reunido. Los norteamericanos e ingleses se saludaron efusivamente, mientras Woods pensaba con la mano en la barbilla.

- Mejor estar seguros - Se giró a su radio - 150 meters down, fire! - Un tiro de artillería impactó en los escombros que cubrían ambos dragones - Keep hitting them, fire for effect!

Una lluvia de artillería cayó sobre la posición, terminando de aniquilar cualquier resto de los dragones restante. Cuando Miho se acercó a Woods a agradecerle, este solo le preguntó - ¿Major Nishizumi?

- Si.

- Órdenes del mando en Alnus. Su equipo debe volver inmediatamente y reunirse son el resto del regimiento en el pueblo de Ligs, al este de Itálica. Les recomiendo apresurarse, mientras antes mejor.

Miho asintió, dando a entender que comprendía la orden. Sin embargo, una mirada a su equipo le hizo darse cuenta de que no estaban en condiciones de irse de inmediato.

- Esperaremos un par de horas para que el resto se recupere - Woods asintió, antes de indicar que andaría por la zona antes de irse. A un comando suyo, la artillería paró.

Khoakin se acercó a Rory - Eso no fue agradable - Le comentó, mirada indiferente.

Rory solo le dio una mirada burlona y se retiró.  

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