Capítulo 1
GATE y Girls und Panzer no me pertenecen.
Capítulo 1
Contraataque
Buque Escuela de Kuromorimine, Mar de Japón. 30 días después.
En el buque escuela de Kuromorimine se estaba llevando a cabo una discusión que involucraba tanto a comandantes de tanques como a consejos estudiantiles. La discusión era sobre el "GATE", nombre con el que se había bautizado a la extraña puerta por la que habían aparecido romanos, dragones, y diversas criaturas mitológicas que solo deberían existir en la fantasía occidental. Dentro de la sala de reuniones se encontraban representantes de Oorai, Kuromorine, Saunders, Anzio, Pravda y St. Gloriana. El tema actual era si se iban a enviar tripulantes y tanques, cuantos y cuando. Algunas como Kay estaban totalmente en contra de ir, y la opinión general de su escuela la respaldaba. Sin embargo, una gran cantidad de alumnos de Saunders, dirigidos por Alisa, exigían ir y cobrar venganza por lo sucedido a sus estudiantes. Esto debido a que Saunders perdió 10 alumnas en el ataque, en comparación a Pravda que perdi St. Gloriana que perdió 8. En cambio, Kuromorimine y Oorai perdieron 13 estudiantes cada uno, siendo las más golpeados. Y al igual que Saunders, tenían movimientos estudiantiles que exigían el ir a cobrar venganza y, en menor medida, apoyar a sus improvisados aliados.
- Yo digo que no enviemos tanques, al menos no hasta que sea seguro. El hecho de que queramos justicia no quiere decir que nos debamos volver unas asesinas de sangre fría - opinó Darjeeling mientras daba un sorbo a su té.
- ¡No! ¡Debemos mostrarles que se metieron con la gente equivocada! ¡El ardor soviético se los mostrara! ¡Debemos arrasar sus campos y ciudades con nuestros interminables tanques! ¡Una oleada tras otra, igual que en Finalndia! ¡Uraah! - Exclamo Katyusha desde los hombros de Nonna, quien se encontraba sentada junto al resto.
- Yo digo que veamos primero cuales son nuestras posibilidades respecto a los costos y riesgos, versus las posibles ganancias - musito Maho calmadamente, dándole Erika rápidamente la razón.
Eso origino un debate rápidamente. Las que estaban a favor de ir era más que nada por venganza por sus compañeras caídas, cosa que no pasaba con las contrarias, que opinaban que solo debían intervenir cuando fuera el momento de llevar a la justicia a quienes lo hayan hecho. Miho solo observaba en silencio como hasta su hermana entraba en la acalorada discusión, con Erika siguiéndola de inmediato. Suspiro, para luego dirigir su mirada a la televisión colocada en la sala, donde se mostraba a las academias europeas realizando los últimos preparativos para entrar al GATE. Tal como le dijeron, los líderes de las academias militares no dudaron ni un momento en pedir la monopolización del GATE para las academias militares involucradas en el ataque, con las excusas que le explicaron en Bélgica. Tomó veinte días que se decidieran a concederles el GATE, pero los preparativos ya habían comenzado desde el día siguiente de haber hecho la propuesta.
La primera oleada estaba compuesta por tanques, vehículos e infantería de 5 de las 8 academias que enviarían tropas al otro lado. Estaban presentes la Panzer Akademie y la Iron Cross Akademie por parte de los alemanes, la Guards Academy por parte del Reino Unido, y la Comrades Academy y la Shoock Troops Academy por parte de Rusia. Las otras 3 academias se habían disculpado, diciendo que tardarían un poco más en organizarse. Para no tener problemas con los idiomas, se decidió que el idioma oficial de la expedición sería el inglés y el secundario sería el alemán.
Luego de las revisiones de los vehículos, en un podio enfrente del domo de concreto construido alrededor del GATE se paró un grupo de 5 personas, todos ellos con uniformes de altos cargos de la Segunda Guerra Mundial. Detrás de ellos, una fila a lo largo de 30 oficiales con los brazos atrás. Entre ellos, Miho pudo reconocer al oficial alemán que le salvo la vida hace un mes. Al igual que todos los formados, llevaba una mirada estoica. Sin embargo, en los ojos de todos ellos había un brillo de una emoción que no supo identificar. Finalmente, uno del grupo de adelante tomo la palabra.
- Achtung! ¡Soy el general Meller de la Iron Cross Akamie! ¡A pesar de no tener ninguna señal de actividad del otro lado, no quiere decir que sepamos que hay allí! ¡A partir de ahora este es el Día D! ¡Recuerden mantener la cabeza fría en todo momento! ¡Ustedes son voluntarios, y representan lo mejor que tenemos! ¡Ahora iremos allí, y les demostraremos que jodieron al grupo equivocado de soldados! ¡¿Entendido?!
- Yes Sir!/Jawohl!/Da, Ser! - Respondieron en su idioma nativo los estudiantes de las 5 academias.
- ¡Monten! ¡Salimos en 10 y prepárense para las cámaras!
Los casi 1.200 hombres montaron en los diversos vehículos traídos para la operación: por parte de los alemanes había camiones Opel Blitz y los famosos semiorugas 251; por parte británica se dispusieron Kangaroo y Universal Carrier; mientras, los rusos trajeron Semiorugas M3, que si bien fueron de origen estadounidense, fue un vehículo altamente exportado durante la guerra. En lo que respectaba a blindados, se decidió no traer blindados pesados que podrían ralentizar o entorpecer la marcha: los alemanes trajeron StuG IV, Panzer IV y Panther; los rusos trajeron sus tanques T-34/85; y los británicos no desplegaron blindados debido a que la academia allí presente era dedicada a la infantería. El apoyo de las tropas correría a cargo de ametralladoras MG 42, Bren, Vickers, Maxims y DShK; y de morteros de 3 Pulgadas británicos y morteros alemanes de 81mm; además de las armas que tuvieran los vehículos de transporte y combate desplegados para el cruce.
- ¡Ábranla! - Ordeno Meller a los guardias del domo. Lentamente, la masiva puerta de concreto empezó a abrirse, mostrando el oscuro portal a otro mundo. Los vehículos, alineados en dos filas, empezaron a internarse en la oscuridad de la puerta dimensional. Primero los tanques, luego los semiorugas, siguiendo los camones y cerrando la marcha los transportes con armas de apoyo. Lo último que vio Miho por la transmisión fue a los tanques alemanes y rusos entrando al GATE.
Flandes, Bélgica. Minutos antes.
Karl Schmidt estaba dentro de su tanque, asomado por la escotilla. Su tripulación, dentro del vehículo y aguardando sus órdenes. Delante, a los lados y detrás, tanques de dos naciones distintas aguardaban la orden de entrar a lo desconocido.
- Neh, herr kommandant - le llamó la atención su artillero, teniente Erika Fehring - ¿Cree que deberíamos enseñarles a esos romanos a decir Kurwa cuando nos los encontremos, y así cada vez que los veamos nos reciban con un Kurwa? - El resto de la tripulación río con la broma de mal gusto, mientras él suspiraba por lo que le parecía era la décima vez en el día.
- No negaré que sería divertido, pero tendremos que ver como lo hacemos para que ellos lo sepan antes de que nos vean. Porque cuando aparezcamos, dudo que salgan de allí con ambas piernas - otra ronda de risas salió de las bocas de la tripulación, mientras que el comandante examinaba la dirección donde se encontraba el comandante de la Panzer Akademie, general Derek Hermann, en busca de la señal de inicio. Cuando la señal fue dada, se dirigió de nuevo a los tripulantes del tanque- La operación comienza. Enciendan el motor.
Los tanques habían sido modificados de sus versiones de la década del '40. Además de mejorárseles ligeramente la suspensión, las orugas, y el estanque de combustible para tener mayor autonomía, se mejoraron sus equipos de radio para poder comunicarse a mayores distancias. Con esas pequeñas mejoras, el rendimiento de los vehículos mejoro en gran medida a campo traviesa, al igual que su velocidad en carreteras, idóneo para los partidos entre escuelas que buscaban asimilarse a ciertas condiciones de los campos de batalla actuales. Lo más irónico fue que estas medidas sirvieron para la exploración al otro lado del GATE, algo que nadie habría previsto nunca.
Con un gesto de su brazo y un comando de radio, el general Hermann dio inicio a la marcha de la columna de blindados. Casi simultáneamente, los 40 tanques rompieron la marcha, llenando de pesados ruidos mecánicos los campos de Flandes, mismo lugar donde cayeron miles de soldados en la Gran Guerra hacia casi un siglo. Con un silencio espectral, los blindados empezaron a ser absorbidos por la oscuridad al interior del GATE. Detrás de ellos, los semiorugas y camiones con soldados se acercaban para seguir su camino.
Al interior del túnel, donde la oscuridad lo rodeaba todo, los soldados se guardaron sus emociones y controlaron su respiración. El silencio, solamente roto por el ruido de los motores, los volvería locos si no se controlaban. Las tripulaciones de tanques mantenían la vista al frente, expectantes nada más que del camino y su comandante, mientras que los conductores observaban hasta el más mínimo detalle del rumbo del vehículo de enfrente. Los conductores de los primeros dos tanques de la columna tenían una presión adicional, y era el que no debía pasarles nada para seguir conduciendo al resto. Los soldados en los semiorugas y camiones se miraban entre ellos, apretaban sus armas, tragaban saliva, o cerraban sus ojos y dejaban que todo pasase. Lo mismo ocurrió en toda la columna, en donde solo algunos pocos oficiales mantenían la tranquilidad característica de ellos, varios limitándose a revisar con sus pares si las radios funcionaban dentro. Al final de la columna, un camión Opel Blitz iba dejando un rastro de cable, tanto para medir el camino como para mandar mensajes de telégrafo en caso de que las comunicaciones inalámbricas con el otro lado no funcionaran.
Llevaban ya cerca de media hora andando, cuando una mancha de luz apareció adelante. La ansiedad se apodero de la mayor parte del convoy, desesperados por salir de la eterna oscuridad en la que se encontraban. Los comandantes que estuvieran asomados fuera de sus escotillas, si es que quedaba alguno, entraron a sus tanques y los cerraron herméticamente, a fin de evitar que alguna flecha entrara al blindado. La infantería empezó a alistar sus armas, colocando cargadores quienes no lo habían hecho, y preparando las cintas de balas y cajones de munición las dotaciones de armas de apoyo. Los soldados junto a las puertas de los semiorugas se aferraron a estas, en un intento de contener su excitación. En los camiones y carros donde estuvieran las armas de apoyo, se guardó o elimino todo lo que no fuera necesario para desplegar el arma inmediatamente.
Llegando ya a la mancha de luz, los tanques y semiorugas atravesaron la cortina de humo y polvo dejada por los primeros blindados para pasar a encontrarse en la parte superior de una colina de altitud media, aunque ligeramente superior a las circundantes. Era de madrugada. Los blindados se desplegaron en direcciones previamente establecidas; como los británicos no tenían vehículos blindados, las otras academias se abrieron más para abarcar su zona dentro del semicírculo de hierro.
Los semiorugas y camiones empezaron a salir del portal y, siendo guiados por los ya llegados, se dirigieron a sus respectivos sectores según los planes acordados previamente. Los semiorugas se colocaron ligeramente detrás de las abiertas formaciones de tanques, para tener ángulo de tiro para sus ametralladoras. Los camiones se colocaron detrás de la línea blindada, aunque aún en primera línea, mientras los camiones y semiorugas con los morteros se ubicaban en segunda línea. Los vehículos que llevaran ametralladoras se colocaron en el sector de primera línea, con sus respectivas unidades. Todas las tripulaciones estaban a la expectativa, mientras los comandantes de los tanques, asomados algunos por sus escotillas al comprobar que el aire no era tóxico, buscaban con lentes oculares cualquier movimiento enemigo.
Repentinamente, a lo lejos la noche se ilumino por centenares de fogatas y antorchas. La visión de todo el contingente se dirigió hacia la fuente de luz, descubriendo lo último que querían algunos, y lo que más querían otros.
- ¡Ejercito enemigo detectado!
- ¡Estimación en 40.000 efectivos!
- ¡Distancia 2.000 metros!
- ¡Todas las unidades desmontar!
Los soldados ya listos abrieron con patadas las puertas de los semiorugas y camiones y se lanzaron rápidamente al exterior, algunos saltando directamente por el borde, y se cubrieron con el primer parapeto que encontraron por delante de los tanques, algunos derechamente tirados en el suelo. Las ametralladoras salieron de sus vehículos y sus dotaciones corrieron a la primera línea con el resto de sus compañeros, con los morteros bajando e instalándose entre los tanques. En un lapso de 10 minutos se tenían listas ametralladoras, tanques y morteros, rifles y subfusiles, rifles de asalto y pistolas, todos ellos listos para apuntar a sus enemigos.
La primera fila enemiga estaba compuesta por docenas de soldados romanos y bestias de diverso color con forma humanoide. Muchos de ellos portaban espadas y lanzas, otros varios con arcos y muchos humanoide iban con sus mismas garras, que afilaban en una actitud desafiante. Detrás de ellos, un ejército en el que predominaban los humanos, con diversidad de criaturas y maquinaria medieval y antigua a su disposición, se formaba sin prisa.
Lentamente, más allá de las montañas ubicadas detrás del GATE, se empezó a asomar el sol, iluminando la colina y a ambos contendientes. La tensión era palpable, y los soldados empezaron a ajustar sus cascos y quitarle el seguro a sus armas.
Con el sol a sus espaldas, los estudiantes y legionarios dieron un último aliento, antes de abrir fuego.
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Ubicación del GATE, Flandes, Bélgica. Día D+3.
- ¡Miporin! – Escuchó que la llamó Saori. Miho se giró, recibiendo de lleno a su compañera de equipo y miembro de tripulación.
- ¿Qué pasa Saori?
- Estábamos planeando con las chicas ir a comer waffles antes de ir. ¿Te animas? - Le pregunto animadamente. Saori se refería a salir del campamento, ir a la ciudad más cercana, y comprar en la primera tienda que encontraran que vendiera lo que buscaban. O sea, fugarse.
- Lo siento, pero tengo algo que hacer. Nos vemos luego - despidiéndose rápidamente, Miho salió de allí rápidamente. Saori alcanzo a musitar un desanimado "Hasta pronto" antes de que la perdiera de vista.
De veloz y disimulada forma, Miho llego a la zona de la base militar académica donde se encontraba el hospital, el cual no era más que un ligero edificio prefabricado con las características y equipamiento suficiente para atender heridos de diversa gravedad, además de resistir al invierno. Según le habían dicho, como parte de la unidad japonesa enviada al otro lado del GATE, este hospital era provisional hasta que se pudiera establecer una base segura al otro lado del GATE que pudiera contener un hospital. Por tal motivo, se encontraba directamente a la entrada del portal, cuya puerta del domo se mantenía abierta las 24hrs.
Miho estaba a punto de entrar, cuando un semioruga M3 salió del GATE a la carrera y freno delante de la entrada. De él bajaron el conductor y un médico del hospital, quienes ayudados por dos enfermeros locales bajaron a dos estudiantes de la parte trasera. Miho se quedó helada cuando los vio. Uno llevaba una flecha clavada en el lado derecho del tórax, y gemía constantemente. El otro tenía un corte profundo en el estómago, probablemente de espada, y se encontraba inconsciente. Ambos fueron llevados adentro, dejando un rastro de sangre, y activando voces de diversas personas, presumiblemente médicos y enfermeros.
Miho se quedó allí, paralizada por lo que acababa de ver. Al igual que muchos de los que aún no habían ido, confiaban en que el poder de sus armas era suficiente para que el enemigo no les hiciera daño, o que ni siquiera se acercase. Pero al entrar al hospital con paso tembloroso y ver de primera mano a los múltiples heridos que venían del otro lado, le indicaba que la lucha sería mucho más dura de lo que había anticipado.
- ¿Miho? - Pregunto una voz familiar - ¿Qué haces aquí?
- Onee-chan... - murmuro Miho mientras se volteaba. Detrás de ella, y enfundada dentro de su uniforme de combate, se encontraba Maho, quien llevaba la misma expresión que su hermana: miedo, incertidumbre, y ansiedad. Con un gesto y tomándola de la mano, Maho saco a Miho del hospital, y la llevo al exterior de la base para que pudiera desahogarse sin que nadie indeseado la viera. Y así fue. Miho lloro, lloro por largos minutos, hasta que se calmó. Cuando por fin dejo de llorar, Maho le pregunto con voz firme, de quien no acepta "no" por respuesta:
- ¿Qué hacías allí?
- Los buscaba...
- ¿Buscabas?
- A los que me salvaron la vida...
Maho hizo un recuerdo. Eran dos oficiales de tanques: uno alemán y uno ruso.
- No te preocupes. El ruso no fue al otro lado, y el alemán no ha vuelto. Pregunte a los médicos del hospital, y me dijeron que hasta ahora ha habido heridos pero no muertos de nuestro. Eso quiere decir que está bien.
Miho se relajó significantemente al escuchar eso. Estaba a punto de decirle algo a Maho, cuando el teléfono de esta sonó. Excusándose, contesto la llamada, cambiando su semblante a medida que le hablaban. Al terminar, su semblante era serio, y con un "gracias" colgó la llamada.
- Miho, vámonos.
- ¿Dónde?
- Acaba de llegar un mensaje. La batalla al otro lado término, ya es seguro ir. Eso quiere decir, que es nuestro turno de entrar.
Miho asintió con la cabeza antes de pararse con ayuda de su hermana y dirigirse donde se ubicaban los tanques de su escuela. Hace poco más de un mes, Oorai tenía 8 tanques con sus respectivas tripulaciones. Luego del ataque, se perdieron 3 tripulaciones, y sus tanques fueron limpiados y desocupados en memoria de sus compañeras caídas. Mientras que las tripulaciones de los otros 5 tanques querían venganza, el consejo estudiantil debía quedarse en la escuela y no podía ausentarse por un periodo indefinido, por lo que solo 4 tanques partieron a Bélgica. Después de todo, un cazatanques no era lo más eficaz contra infantería, razonó Anzu.
Oorai, junto a Kuromorimine y Pravda, formó la 1° Brigada Japonesa, compuesta por los 4 tanques de Oorai (Panzer IV Ausf. H, Renault B1 bis, Tiger (P) y StuG III), 6 tanques de Kuromorimine (2 Panther, 2 Tiger I, 2 Tiger II) y 10 de Pravda (5 T-34/76, 4 T-34/85 y un IS-2), dando un total de 20 tanques. Junto a ellos iba la 2° oleada de tropas europeas. Eso añadía un total de más de 1.000 estudiantes nuevos al campo de batalla, el cual estaba en condición desconocida para todos ellos. Entre comentarios de diverso tipo y emociones de ansiedad, ánimo y expectativa, el grupo rompió la marcha. Esta vez, para ahorrar combustible, solo las armas de apoyo o demasiado pesadas serían trasladadas por vehículos, además de la munición adicional y equipo médico, mientras que la infantería marcharía a pie los aproximadamente 5 kilómetros de túnel. La formación en 2 columnas tomó forma, antes de que les dieran la autorización para entrar al GATE.
Las emociones al cruzar el GATE fueron similares a las que tuvo el primer grupo, salvo por el hecho de que, debido a que caminaban, podían relajarse algo por el gasto de energía. Después de 2 horas de agotadora marcha, los tanques llegaron al otro lado, seguidos de la infantería. El panorama que encontraron fue descrito varios años después por un estudiante británico, en un libro sobre sus aventuras al otro lado del GATE, de esta forma:
"Cuando llegamos, el aspecto del lugar era desolador. Si bien había atisbos de haber levantado un centro de base avanzada, lo cierto era que lo más destacable eran los búnkeres y trincheras en el perímetro de la base. Los tanques y cerca de la mitad de los infantes se encontraban allí, montando guardia constante, escudriñando el horizonte en busca de amenazas. La otra mitad de la infantería estaba desperdigada por la zona: una parte manejaba lo que parecía ser un rudimentario hospital de campaña, mientras varios oficiales y los cinco generales estaban reunidos dentro del edificio de mando. El suelo era de tierra y pasto, más el exterior del circulo de hierro no era nada más que un terreno desnivelado que seguramente vio mejores días, lleno de negruzcos restos humanos y humanoides cuya exigua sangre restante formaba riachuelos colina abajo. Por último, los infantes que no estaban haciendo guardia se la pasaban descansando o caminando de aquí para allá, sin ningún objetivo en concreto. La mayoría de ellos sucios, sudados, e incluso algunos con vendajes. Cuando les pregunte cómo fue el combate, uno de ellos me respondió: "El primer contacto fue al amanecer del primer día. El combate cesó al anochecer, cuando logramos repelerlos finalmente. Durante la noche, sin embargo, uno de los guardias disparó su fusil, el cual dio de lleno a un enemigo muy cerca de la base. Esto nos alertó, y cuando la defensa se organizó ya habían superado el perímetro de seguridad. Eso significo los primeros heridos y un combate hasta el mediodía, cuando se retiraron. A la noche siguiente la pelea siguió, y fue un combate constante hasta logramos ahuyentarlos definitivamente gracias a los lanzallamas." Me quedé helado después de escuchar su historia, recordando la cifra de 200 heridos en el hospital del otro lado, y observando luego el hospital de campaña con fácilmente otro centenar. Era un cuarto de la fuerza original. Solo me pude preguntar que nos esperaba ahora: si nuestras armas no nos daban seguridad, ¿qué lo haría?"
Pese al deplorable estado del lugar, la organización no dejaba de ser rápida y eficiente. En menos de una hora, la 2° Oleada había encontrado un lugar donde establecerse, y los ingenieros, zapadores y pioneros empezaron a construir el fuerte con ayuda de la maquinaria pesada traída con ellos de remolque. Aprovechando también los nuevos vehículos llegados, los heridos y personas con estrés postraumático fueron enviados al otro lado para ser tratados, dejando la primera oleada solo con cerca de 760 miembros. Al día siguiente de la llegada a la base (y de varios vómitos y llantos por el panorama, además de oraciones y fosas comunes), los miembros de la 2° Oleada se habían empezado a adaptar a la vida allí, y se empezaron a establecer unidades de combate defensivo con los tanques, infantería motorizada, e infantería allí presentes. La llegada de la 3° Oleada al día siguiente, compuesta por 6.500 soldados principalmente de las 3 academias que antes no habían podido acudir, no terminaba de asentar las cosas, ya que en el Día D+5 llegaba la 4° Oleada, compuesta por tanques ligeros y pesados y una mayor cantidad de infantería de las 5 primeras academias que cruzaron el GATE.
Debido a toda la mano de obra que fue cruzando el GATE, y al hecho de que la mayoría de ellos no tenía nada mejor que hacer una vez asentados, permitió que la base se construyera rápidamente, además de proveer una fuente de ejercicio físico y un distractor para el aburrimiento. Debido a eso, para el Día D+6 el fuerte militar de campaña de los académicos ya estaba tomando forma: en el centro, un espacio cuadrado con el GATE al centro, rodeado por las oficinas de los 8 generales y de otras cosas de importancia (suministros, intendencia, hospital, depósitos de municiones). Alrededor, una estructura de seis puntas (N/A: Similar al de la JSDF en el cannon) se alzaba con la primera de una doble muralla: una interior y una exterior. Dentro de la muralla interior, se encontraban los barracones para los soldados, los comedores, los hangares para los vehículos (separados estos y los barracones por academias) y futuramente las duchas, campos de prisioneros, campos de tiro y armerías. La muralla interior tenía una altura de 4 metros, y en sus puntas se instalarían 1 Flak 37 de 88mm y 2 cañones automáticos Bofors de 40mm. Para el final del Día D+6 el muro interior se había completado y dentro de este, cerca de la parte central, se habían instalado obuses británicos de 25 libras, obuses alemanes leFH de 105mm y obuses soviéticos ML-20 de 152mm. La guarnición de la base rondaba los 10.000 hombres y mujeres, totalmente establecidos dentro de fuerte. Poco sabían que dentro de poco su tranquilidad se vería interrumpida.
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Día D+4. Senado Imperial, Sadera.
Había una evidente agitación dentro del senado imperial. Los senadores estaban discutiendo sobre qué hacer ahora con este enemigo desconocido venido del otro lado del portal. Algunos decían que debían ser precavidos y contactar en términos amistosos. Esos eran los pacifistas, o palomas. Mientras tanto, otros apoyaban el continuar con la guerra contra su nuevo enemigo, y eran la mayoría. Estos eran los belicistas, o águilas. El debate llevaba ya un tiempo en el que nadie se imponía, cuando el emperador Sol Augustus se levantó de su asiento llamando la atención de toda la sala.
- No es mi intención permanecer sentado - declaro pacientemente, observando a los senadores de su imperio - Pero antes de contraatacar o hablar de paz, debemos reformar y alzar nuevamente a nuestro ejército.
- ¡Disculpe! - Un anciano se levantó de su puesto y se acercó al emperador, pero siempre ubicado en un nivel inferior del suelo – Discúlpeme su alteza, pero debo decir que el enemigo no solo ha ocupado la colina de Alnus, sino que también pudo vencer a nuestras fuerzas de una forma bastante unilateral. 40.000 legionarios de nuestro ejército no pudieran echar a 2.000 de los suyos de la colina, y hemos podido observar que han empezado a recibir refuerzos. Y sobre sus armas... - procedió, entonces, a narrarle a la sala sobre las agujas invisibles que salían de fogonazos, que aparecían y desaparecían en rápidas sucesiones en diversos punto alrededor del lugar, y sobre los fogonazos más grandes y lentos que causaban el pánico en sus hombres- ...nunca había visto alguna magia de esa clase. Diezmaban a nuestros hombres siempre que intentaban acercarse. Incluso puedo asegurar que, si no fuera por el asalto nocturno, nunca hubiéramos podido llegar a su campamento. Algo también muy extraño, era que había mujeres dentro de sus soldados, luchando codo con codo con los hombres. - Una serie de murmullos recorrió la sala del senado. ¿Mujeres en el ejército? ¡Eso era una blasfemia!
Por otra parte, el anciano que había hablado era uno de los generales más antiguos y respetados del imperio, victorioso de múltiples campañas a lo largo de su vida que habían dado al Imperio parte de su estabilidad política externa. Pese al orgullo de los nobles, varios debieron darle la razón, o al menos aparentar tal cosa y ser precavidos.
- Primero debemos recuperar nuestro ejército de las derrotas - determino Molt tras unos momentos de tensa meditación - Para luego emprender una contraofensiva - levanto la cabeza hacia los senadores allí presentes - ¡Llamaré a nuestros aliados y les pediré una armada para eliminar a los bandidos del otro mundo! ¡Ante nuestro poder unificado, ni siquiera los invasores podrán oponerse! - Una gran ola de aclamaciones surgió de la mayor parte de los senadores, victimas del positivismo de Molt. Uno de los pocos senadores que no celebraron sus palabras se le quedo mirando seriamente, cosa que provoco que Molt se grabara en la memoria su cara.
- Alteza, esto terminara en una masacre - le indico, con voz grave, antes de darse la vuelta y proceder a retirarse junto a otros senadores, dando por concluida la reunión. Cuando ningún senador le estaba mirando, Molt dio una confiada sonrisa malévola.
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Día D+6. Alrededores de Alnus.
El rey Duran, rey de Elba, miraba pasar a su ejército camino a Alnus. Cuando la solicitud de combatir junto al ejército imperial y los otros reinos contra los "Piratas de otro mundo que mancillaron suelo sagrado" fue oficialmente enviada, él no podía rechazarla. Pero a pesar de su determinación, había algo que le decía que tuviera cuidado. Esos instintos solo crecieron cuando, al estar moviendo su ejército al campamento aliado a una pequeña distancia de Alnus, pudo observar desde la distancia el campamento enemigo. Decir que se sorprendió sería un eufemismo. No solo por el hecho de que eran solo cerca de 10.000 enemigos los que ocupaban la colina (frente a los quizá más de 100.000 soldados que podrían reunir ellos), sino que también por el hecho de que esos 10.000 enemigos eran... ¿adolescentes? Niños desde la perspectiva del viejo rey, siendo que los que mayor edad aparentaban eran de alrededor de 20 años. No lo entendía. ¿Por qué el Imperio les pedía ayuda para eliminar a ese ejército de niños? Con esas dudas en mente, el rey de Elba se dirigió hacia la tienda de mando donde se reunieron los demás nobles, con el masivo campamento militar a su alrededor.
Al entrar a la tienda se encontró con varios nobles de varios reinos aliados o vasallos del Imperio. Entre todos estaban hablando y discutiendo animadamente, seguros de su experiencia, su número, y el hecho de que sus rivales eran niños. Algunos incluso bebían. Duran no hizo más que negar con la cabeza, y espero a que el ánimo se relajara para poder pasar a la mesa de planificación.
- Entonces - dijo Duran, llamando la atención de sus colegas y pares - ¿Cuál será el plan? ¿O me dirán que planean cargar de frente contra un enemigo desconocido en una posición de ventaja? - Un ola de murmullos incomodos seguidos de silencio fue toda la indicación que necesitaba para darse cuenta de que ese era el plan de la mayoría - Entiendo. Entonces, que tal si... - Duran fue interrumpido por un mensajero que entró a la tienda. Llevaba el uniforme del ejército imperial.
- Sus majestades - Saludo el mensajero, arrodillándose - Traigo un mensaje del príncipe Zorzal el Caesar. Desea que ataquen con sus ejércitos por el frente en una punta de lanza. El ejército Imperial llegara mañana durante el mediodía para lanzarse a la lucha desde el costado derecho de sus ejércitos – informó, antes de pararse y salir de allí sin esperar respuesta. Aunque a Duran la noticia le provocaba desconfianza, el ánimo de sus compañeros al saberse la presencia del Ejército Imperial no le dejó más opción que aceptar el plan propuesto por el Imperio. Fue así como se decidió que fracciones de 3 ejércitos distintos, que juntaban en total 10.000 hombres, irían primero, comenzando el asalto al amanecer del día siguiente.
No se imaginaban contra que se enfrentaban.
Día D+7. Mañana.
- ¡Avancen!
Ante la orden de su rey, los soldados y otras criaturas de los ejércitos de Alguna, Mudwan y League rompieron la marcha hacia la Colina de Alnus. Cuando empezaron a subir la ladera de la colina, encontraron una alambrada de espino con mensajes escritos en un idioma desconocido para ellos. Ignorándolo, los soldados cortaron las alambradas y los orcos pisotearon los carteles. Llegando un poco más allá, aún no había signos de reacción por parte de su enemigo.
El general británico Scott bajo sus binoculares de su cara, una expresión de desagrado en su rostro al comprobar la poca o nula importancia dada por sus enemigos a las líneas de seguridad. Podía apostar lo que quisiera a que los rusos estaban agradecidos de que al fin llegara algún enemigo, y los alemanes estuvieran con una cara seria en sus rostros. Con un gesto de rechazo, se giró al expectante comandante de la batería de obuses de 25 libras.
- Distancia aproximada: 5.000 metros. Número de enemigos: 10.000. Dirección oeste. Permiso para disparar concedido.
- ¡Sí señor! - Respondió energéticamente el comandante de la batería de obuses, antes de redirigir las indicaciones y obtener otras más precisas. Consultando su radio, Scott pudo comprobar que el proceso se repetía con mayor o menor intensidad y velocidad a lo largo del cinturón de obuses dispuestos alrededor del muro central del fuerte. Subiendo al susodicho muro, levanto nuevamente sus binoculares, esperando para ver los "fuegos artificiales."
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El rey de Alguna escucho un silbido en el aíre. Levantando su cabeza, lo último que pudo ver fue el cielo azul.
Y luego todo se fue a negro.
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Duran observaba el avance de los ejércitos que conformaban la punta de lanza del ataque desde una cresta cercana, su ejército detrás de él. El grupo escucho un silbido, y de repente el sector donde se hallaban los 3 ejércitos se llenó de humo y fuego, con grandes explosiones cubriendo la visión. Prontamente un seguimiento de explosiones similares empezaron a sucederse una tras otra, hasta que el lugar estuvo en silencio y lleno de polvo.
- ¿La Colina de Alnus exploto? - Fue todo lo que pudo gesticular el anciano rey, sin comprender que había pasado. Acercando su caballo al borde, seguido de sus ayudantes, observo como se dispersaba el humo. Y prefirió no haberlo hecho.
Una gran cantidad de tierra removido y desnivelada. Una masa de lo que alguna vez fueron restos humanos, mezclados entre sí con sus armas y armaduras quebradas, si es que seguían con su forma original. Una pequeña cantidad de llamas quedo de resto en algún lugar de lo que fuera la formación de 10.000 hombres de 3 reinos. El hedor de la muerte y los restos humanos despedazados y carbonizados lleno rápidamente el ambiente, provocando que uno de los ayudantes del rey tuviera que vomitar, sin darse mayor tiempo que el de quitarse el casco. Ni siquiera alcanzo a bajar de su caballo.
- ¿Dónde está el rey de Alguna? - Preguntó Duran a nadie en especial - ¿Y el rey de Mudwan? ¿Dónde está el ejército de League?
A lo lejos, la colina de Alnus, entre el polvo y humo dispersándose, se alzaba intacta e imponente.
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El segundo asalto a la Colina de Alnus empezó con los ejércitos desperdigados a lo largo de la ladera, lograron acercarse hasta una distancia mucho mayor que la lograda con la primera ofensiva. Pero cuando lograron acortar mucho más la distancia, llegando relativamente cerca de las primeras defensas (1.000 metros de las trincheras, 2.000 metros del fuerte), empezaron a salir de las defensas enemigas agujas invisibles, que dejaban trazos amarillos a su paso y que aniquilaban a sus hombres al contacto. Sus armaduras nada podían hacer contra ellas. A pesar de eso, en algunos golpes de suerte se lograban desviar o resistir, permitiendo el avance en ciertos lugares a costa de grandes bajas. Considerando los puntos con mayor cantidad de destellos y agujas entrantes, Duran decidió avanzar por los flancos de la colina para evitar esos puestos mágicos enemigos, movilizando al ejército en general en esas direcciones. Se acercaba el final de la segunda ofensiva, y los oficiales defensores se asegurarían de que así fuera.
- Herr General - llamó su atención un grupo de oficiales del grupo panzer de la Panzer Akademie - El enemigo ha empezado a realizar maniobras de flanqueo a gran escala evadiendo la mayoría de los nidos de ametralladoras.
- ¿Y? No soy imbécil, sé que no vendrán solo a decirme eso - Hermann los miro con la clara expresión de impaciencia grabada en la cara.
- Venimos a pedirle permiso para salir con los Panzer a cazar - resumió uno de ellos. Los pares de ojos miraron expectantes a su general, quien luego de meditar unos momentos decidió que sería buena idea avanzar hacia el puesto de mando y tomarse de un trago una lata de bebida gaseosa.
- Herr general...?
- Atención a todos los generales, este es el General Hermann de la Panzer Akademie. Un destacamento de Panzers va a salir por el flanco derecho de nuestras líneas, vigilen su fuego - una sucesión de respuestas provino de la radio, la cual al terminar provoco que el general se dirigiera a los oficiales de 40 tanques entre Panzer IV, Panther y Tiger - Tienen permiso, pero solo por nuestro flanco derecho. El izquierdo es para los rusos.
- Jawohl mein herr! - Cuadrándose disciplinadamente, el grupo de oficiales salió de allí a la carrera dispuestos a enseñarles a sus enemigos no solo el poder de la ingeniería alemana, sino que el verdadero terror.
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Duran observo como sus tropas avanzaban a duras penas, pero a un ritmo mayor y con menos perdidas que el anterior por el centro. Por lo visto, el cambio de camino en el avance tomo por sorpresa a las defensas enemigas, que no habían movilizado su poder de fuego hacia los costados de sus líneas defensivas, permitiendo el avance de sus hombres. Estaba a punto de dirigirse al frente de la formación cuando un soldado lanzo un grito y llego donde él a la carrera.
- ¡Señor! ¡E-elefantes de hierro enemigos! ¡Son pocos, pero tienen demasiado poder! ¡Ninguna de nuestras armas a podido dañarlos, y han aniquilado a 500 hombres en un parpadeo, no dejando a ninguno de ellos vivo! ¡Debemos retirarnos antes de que nos alcancen!
- ¡Silencio! - Ordenó Duran. El asustado soldado hizo caso y cerro su temblorosa boca, aun arrodillado ante su rey - ¿Es verdad lo que me cuentas, o son exageraciones producto de tu imaginación?
- Es todo verdad, señor. Yo mismo con mis compañeros lo presenciamos a la distancia. Pensábamos atacarlos por la espalda, pero se dieron vuelta y dispararon más de esas agujas invisibles, saliendo de dos lugares a la vez. Y luego estaban sus trompas, largas y rectas, hechas de metal. Escupían una devastadora magia explosiva que aniquilaba a los soldados que estuvieran dentro de su rango de ataque. Decidimos retirarnos, pero solo 5 logramos huir. El resto de los otros 500 fue aniquilado – contó, tembloroso, su lastimosa experiencia contra sus enemigos y sus bestias de acero.
- Si es verdad, y solo cinco de ustedes escaparon... ¿Por qué estás solo tu aquí? - Preguntó el anciano rey al soldado.
- Dos de ellos murieron debido a las agujas que llegaban de las defensas enemigas. Los otros dos están heridos, y están siendo tratados más adelante.
- Ya veo... - si Duran dijo algo más o no, nadie lo supo. El ruido provocado por el avance de los hombres, las explosiones, y las agujas despedidas por sus enemigos fue ensordecido por un ruido desconocido para ellos: el sonido de un motor.
Girando sus cabezas, los soldados de Elbe pudieron observar toda la majestuosidad de una compañía Panzer avanzando a la carrera hacia ellos. Al poco tiempo de haberlos visto, los tanques empezaron a escupir las temidas agujas invisibles a los soldados de Elba, quienes en un esfuerzo inútil colocaron sus escudos para proteger a su rey. Detrás de la línea de escudos, los soldados tocaron a retirada, mientras que los ayudantes del rey procedían a evacuarlo de la zona de peligro. Duran observo a sus hombres siendo aniquilados por esos elefantes grises de metal con extrañas cruces negras que llevaban la muerte adonde fueran, borrando de la faz de la tierra a veteranos soldados y dejando sus restos irreconocibles. Una visión más lejana del campo de batalla le indico que a los soldados del otro lado de la colina les sucedió lo mismo, solo que esta vez eran elefantes de color verde. Así, la segunda ofensiva aliada fracaso con un saldo aproximado de 40.000 muertos. La última imagen que quedó grabada en la cabeza de Duran fue la de un joven soldado aliado siendo aplastado por un elefante de hierro.
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Quizá la tarea más tediosa después de un combate era tener que limpiar su tanque. Aniquilar a sus enemigos fue divertido y todo, pero la gran cantidad de sangre y restos de metal adheridos a las orugas del tanque provocaban una molesta labor permanente de limpieza. Cuando ya había limpiado la mayor parte delas orugas, le indico al conductor que moviera el tanque para limpiar las partes que no podría limpiar si estaban cubiertas por la mole de hierro. Al moverse ligeramente y frenar, de la oruga cayo una todavía sangrante cabeza.
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Día D+8. Campamento Aliado.
Duran ya había comprobado la ineficacia de atacar de día, menos de frente. Un último asalto en la mañana dejo un saldo de 20.000 muertos, incluido un rey. Sumando a los reyes muertos el día anterior, arrojaba un total de 6 reyes muertos de 8 totales. El ejército aliado empezó con cerca de 100.000 hombres. Actualmente solo quedaban 30.000. Y el ejército imperial todavía no aparecía.
- ¿Crees que deberíamos retirarnos? - Preguntó el otro rey sobreviviente a la masacre. No era un rey viejo, pero tampoco era joven. Había llegado lleno de buena voluntad, pero ahora parecía que una sombra de 50 años se le había colocado encima de los hombros, ensombreciendo su ceño.
-No - respondió Duran mientras observaba el casco del rey de Alguna, recuperado ese día durante el combate - Seria una deshonra para nuestros compañeros caídos. Debemos por ultimo caer con honor.
- ¿Entonces qué sugieres?
- Intentemos un asalto nocturno, cerca de la de la madrugada. Es nuestra única posibilidad de acercarnos a ellos sin morir en el camino. A estas alturas, está claro que el ejército imperial no aparecerá. Quien sabe si tal vez ya fue aniquilado.
- Quizás... te veré en la noche.
- Hasta la noche.
Día D+9. Colina de Alnus. 2:00 A.M.
El plan iba bien. Habían logrado acercarse en gran medida a las posiciones enemigas, pasando por sobre los cadáveres aliados que habían quedado desperdigas por el campo. En un silencio espectral, los dos reyes restantes del ejército aliado llegaron con sus tropas a la línea de trincheras excavadas en la tierra por sus enemigos. Pero grande fue su sorpresa al encontrar las trincheras tan defendidas durante el día, vacías.
Y entonces, como escuchando sus dudas, uno de los soldados piso algo parecido a una placa. Esto provoco que algo saliera disparado al cielo, explotando en una pequeña fuente de luz a gran altura. Durante varios segundos nadie dijo nada, solo observando como esa extraña luz caía y se apagaba. Cuando reaccionaron y empezaron a avanzar nuevamente, se escucharon múltiples sonidos venir de la base enemiga. Durante más tiempo no se escuchó nada, hasta que encima de ellos el cielo se ilumino como si fuera de día, con muchas luces similares a la anterior pero con mayor alcance. El rey de Elbe no tardo en asimilar la situación.
- ¡Avancen! ¡Avancen! ¡Carguen! - Empezó a ordenar a todos mientras su caballo galopaba al frente. Los soldados empezaron a correr, para luego empezar a sufrir los devastadores efecto de las armas enemigas. Duran logro avanzar algo, pero su caballo cayó muerto, víctima de más alambradas. Sus hombres al poco tiempo llegaron a su posición y lo ayudaron a levantarse mientras lo protegían con sus escudos. Pero Duran ya sabía que debía hacer.
- ¡Retírense! ¡Vamos, todos retírense! - Empezó a empujar a sus hombres hacia el camino de vuelta, cuando una ráfaga de disparos llego a su posición. Duran observo como la mayoría de sus hombres caían abatidos por esas ráfagas amarillas que les arrebataban la vida sin misericordia ni honor, solo observando sus escudos siendo atravesados como si no estuvieran allí. Su único ojo mostrándose shockeado por la matanza.
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Karl Schmidt miraba al frente, asomado por la escotilla de su tanque. Su ametralladora en la escotilla, vomitando constante plomo. Un espectáculo repetido a lo largo de la defensa del fuerte, priorizado durante la noche. Las ametralladoras y cañones de los tanques no paraban de machacar a los enemigos ubicados en las trincheras, la mayor parte tratando de avanzar hacia el fuerte. Debido a eso, el kilómetro de distancia entre ambos puntos estaba lleno de sangre y restos humanos. Suspirando y dejando de disparar para que el arma no se sobrecalentara, el oficial ajusto su gorra mientras observaba el paisaje de la noche ensordecido por el sonido de las armas. Un sonido le indico que el arma principal del vehículo estaba cargada.
- Fuego.
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Duran avanzo unos pasos. Su pie choco con algo, lo cual resultó ser un arco. Recogiéndolo, tomo una flecha del suelo y la disparo. La vio perderse en la noche, camino hacia sus enemigos pero problablemente sin llegar a ellos. Su cabeza solo se planteaba como llego hasta esa situación, su cerebro haciendo clic y llevándole a descifrar porque el emperador Molt los llamo allí.
- ¿Cómo? ¿Cómo pudo pasar esto? - Miró hacia el oscuro firmamento, iluminado por las luces brillantes como el sol, y los trazos amarillos que dejaba la magia enemiga al pasar, buscando aniquilar a más de sus hombres - ¿Esto era lo que querías, Molt?
Dejándose llevar por la desesperación y el abandono, el anciano rey comenzó a reír estrepitosamente. Cuando su iris comenzó a desviarse del centro de su ojo, una explosión ocurrió a su lado, mandándolo a volar. Duran solo se dejó llevar, dejando de sentir su brazo izquierdo. Mas nada le importaba. Solo quería reír y dormir...
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El oficial ruso llevaba un rato disparando su arma. Su tanque también contribuía lo suyo con la defensa, aunque su escasa cantidad de disparos por minuto le privaba de hacer la gran cosa. Producto de eso, abrió su escotilla y se sentó en esta, con todo el cuerpo al descubierto, y sacando una botella de un líquido transparente que sabía que ciertos oficiales se preguntarían como hizo para obtenerla estando literalmente en otro mundo. Cuando estuvo a punto de abrirla, una flecha cayó y reboto en el acero del tanque a su lado, antes de caer al suelo, inútil. El oficial ruso solo la miro unos segundos antes de volver a lo suyo, restándole importancia a lo que sería la última acción de desafío en contra de su base en mucho tiempo.
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Día D+9. Colina Alnus. 10:00 A.M.
La batalla había cesado. Los enemigos se retiraron durante la noche, en medio de un caos más grande del que hubieran previsto los jóvenes generales a cargo de los escolares. Los obuses los siguieron hasta que llegaron al límite de su alcance útil, desorganizando aún más si se podía la caótica retirada. Muestras de eso era la gran cantidad de restos humanos y materiales allí presentes.
Múltiples unidades móviles se habían desplegado por todo el sector de la colina para buscar heridos, prisioneros, y mantener el terreno cercano explorado y vigilado. Estas unidades por lo general consistían en infantería en semiorugas, aunque se les sumaron algunos tanques medios para agregar potencia de fuego ante una posible eventualidad. Aunque para muchos eso no era más que un gasto de petróleo, el gran número de enemigos desplegados llevo a que los altos mandos insistieran en la presencia de los blindados.
Miho salió de su Panzer IV y subió un cerro cercano, dejando a sus amigas cuidando el tanque. Manteniendo la pistola sujeta con su mano derecha, se acercó al oficial alemán que se encontraba examinando algo en la cima del cerro. Cuando ella llego, se levantó con un pequeño escudo de armas en la mano. Luego de observarlo unos segundos lo arrojo por la ladera. A lo lejos, en varios cerros se podía ver a soldados vigilando los alrededores o buscando signos vitales en los que pudieran estar vivos. Algunas aves carroñeras volaban alrededor, pero era un número abismalmente bajo debido al constante combate del día anterior. Pese a todo, el cielo seguía siendo azul. Con ese paisaje entre deprimente, neutro y alegre y entre muerto y vivo, Miho se plantó en su lugar para luego tomar una respiración profunda. Karl solo atino a ajustarse su gorra mientras miraba el paisaje, con su tanque detenido horizontalmente a mitad de camino de la ladera del cerro.
- ¿Soy yo o tienes una manía con ajustarte la gorra? - Pregunto Miho.
- Llámalo como quieras. Aunque sirve cuando no hay nada que hacer-Dicho eso procedió a revisar su pistola, comprobando el cargador y el seguro. Una vez lo hubo hecho, saco otra arma y la disparo hacia el cielo, lanzando una bengala verde que se desactivo tras unos segundos de alcanzar su altura máxima. Con un suspiro arrojo el arma desechable, para volver a tomar su pistola con la mano derecha. Miho observo que la acción era repetida por algunos equipos, mientras otros disparaban una roja. El intervalo era bastante irregular, así que supuso que se usaba al terminar de explorar un sector: verde cuando no había nada, rojo cuando había prisioneros. Miho suspiro antes de hablar.
- Y aquí vinimos a pelear – murmuró, observando el paisaje con el sol detrás suyo.
- ...y aquí vinimos a pelear - repitió Karl mientras imitaba la acción.
En el punto más alto del muro central del fuerte, ondeaban imponentes las banderas de Reino Unido, Rusia, Alemania y Japón.
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