Capítulo 8: El Fin del Inicio y el Inicio del Final

Disclaimer: "GATE: thus the JSDF fought there!" no me pertenece, todo el crédito a su respectivo autor.

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Capítulo 8
El Fin del Inicio y el Inicio del Final

"¿Cómo derrotar a un enemigo sin combatirlo? La respuesta es más simple que derrotar su espíritu. Aplástalo."

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14 de Junio. War Room, HQ alemán, Alnus (Ocupado por la Coalición).

Rommel entró a la sala, y escaneó rápidamente con la mirada a los presentes. Solamente dos personas se encontraban en el usualmente ocupado war room: George Smith Patton Jr., y Bernard Law Montgomery. Y ambos se miraban con unas caras de pocos amigos que harían que cualquier ejército enemigo se pensara dos veces el mover un dedo contra ellos. Sin embargo, ambos dirigieron su atención sobre la tercera persona con el mismo y mayor rango militar en Alnus. Patton, para no quedar detrás de ambos mariscales, fue ascendido por su gobierno también, pasando a tener el mando de todas las tropas estadounidenses en la zona.

-Aquí está todo lo informado por la princesa Piña Co Lada-Habló Rommel, como si los otros dos mariscales no hubieran estado a punto de matarse-Hay mucha información que me gustaría que analizáramos, en especial a lo que respecta las fuerzas armadas.

-¿Qué nos pueden hacer? Son unos desgraciados blandiendo espadas y arcos. Nada que unos buenos tanques no hagan-Comentó convencido Patton con una mirada de suficiencia. Montgomery le dedicó una mirada de reojo.

-Todavía existe la magia, señor Patton-Respondió el británico-Y no sabemos su potencial.

El estadounidense le dedicó un gesto de rabia antes de acomodarse en su asiento, siendo imitado por ambos mariscales.

-Ahora, respecto a esto de aquí. Son informes sobre las regiones periféricas imperiales, especialmente importantes por el número de hombres que poseen. Aquí dice que incluso podría llegar a dos millones de hombres.

-¿Cuántos acumulamos nosotros?-Preguntó Montgomery, analizante.

-Creo que algo más de 300.000-Respondió Patton por lo bajo.

-Sería problemático enfrentarnos a esos dos millones sin un plan. Afortunadamente, tardarían algunos meses en organizar tal masa de soldados, de modo que hay tiempo. Además de eso, sin embargo, tenemos que tener en cuenta las colonias imperiales de ultramar, fuertes en más de 1.000.000 de hombres más, olvidándonos de los incontables probables reclutas...

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Este de Itálica.

Dustim Baum era un piloto conocido entre sus compañeros, no solo por su eficacia en el combate aéreo, si no que porque podía lograr que incluso un cacharro viejo como el JU-87 fuera ágil en el aire. Por suerte para él, no estaba volando uno en esos momentos.

Después de las primeras exploraciones de los Equipos de Avanzada, y especialmente tras la Batalla de Itálica, la Coalición había reclutado "informantes" locales del Nuevo Mundo. En su mayoría humanos, algunos humanoides e incluso híbridos, estos "informantes" se desperdigaban por el territorio enemigo cercano a la frontera mediante inserción aérea y se les enseñaba a formar redes de comunicación entre ellos. Por seguridad, de todos modos, nunca se les enseño más que lo estrictamente necesario para realizar su labor de informantes: cualquier información sobre movimientos de tropas (salvo los necesarios, como los equipos de avanzada), cantidad, equipamiento, doctrinas y otros les fue negado, limitándose a una instrucción básica del idioma inglés y un cifrado muy básico, pero útil en un mundo que usa otro idioma y en el que pocos saben leer y escribir.

Entre estos "informantes" había una rubia de larga cabellera y generoso cuerpo que fue recogida de una aldea arrasada por los alemanes. El trauma del evento le hizo perder la consciencia, y tras despertar en medio de corazón del Reich, no fue difícil convencerla de que fue salvada por los "hombres de gris" en lugar de que todo su pueblo natal fue masacrado y quemado hasta las cenizas. El nombre de esta híbrida humano-elfa era Eliel, y en estos momentos se encontraba en un pequeño pueblo a las afueras de Itálica.

¿Qué relación tendrían estos dos normalmente? Ninguna, lo más probable. Pero aquí tendrían una que marcaría el acontecer de los próximos días para la Coalición.

Eliel se encontraba descansando en un árbol a las afueras del pueblo, con ropas largas que tapaban su figura para ocultar una daga como se le hubiera enseñado. El material, ligero, era abierto para permitir la ventilación en los calurosos días de verano de aquel mundo, cuyas estaciones se correspondían con aquellas de los países invasores. Tras haber hablado con todos los habitantes adultos del pueblo, no supo nada nuevo sobre movimientos nuevos de cualquier cosa relevante, solo lo usual desde que el Ejercito Imperial fuer brutalmente derrotado en las dos sangrientas batallas de Alnus: grupos de bandidos que iban de aquí para allá, desertores que buscaban hacer de las suyas, mercaderes asustados de salir e incertidumbre por el porvenir. Esas emociones cambiaron cuando la Coalición tomo la estratégica ciudad de Itálica durante la aplastante victoria que obtuvo en la batalla del mismo nombre. Tras eso, no solo los grupos de bandidos se paseaban por el sector, sino que también lo hacían las patrullas de la Coalición y pequeños grupos de combate imperiales. Estos tres grupos se enfrentaban cada vez que se veían, aumentando la inseguridad en la zona. En su estadía de 4 días en aquel pueblo ya le había tocado ver dos enfrentamientos: la Coalición contra un grupo de bandidos, y luego un grupo de asalto imperial contra otro grupo de bandidos.

Limpiándose unas escasas gotas de sudor, la híbrido observó a lo lejos. En el pueblo se daban turnos entre la gente para vigilar si aparecían grupos combatientes, y ella tomaba todos los posibles para estar informada de los movimientos. Tras estar por cerca de 3 horas y que estuviera por acabarse su turno, divisó un destello a la lejanía. Afilando la mirada y escudriñando a lo lejos, sus ojos se abrieron masivamente antes de lanzarse de vuelta al pueblo. Dándole la noticia brevemente al anciano del pueblo, quien empezó a poner a todos en alerta, ella corrió hasta la habitación donde se alojaba y saco unos paneles, corriendo luego hacia un claro al otro lado de la conmoción del pueblo y empezando a reflejar el sol en un intento de dar u señala alguien que la tomara.

Y ese alguien fue Dustim Baum.

El piloto de la Luftwaffe vio las señales y le indicó a su grupo que redujeran la velocidad, a la vez que se mantuvieran invisibles, mientras él iba a ver que sucedía. Descendió, encontrándose con una rubia usando un panel que reflejaba rayos solares. Agitando su aeronave suavemente para indicar que había recibido el mensaje, notó que la agente que daba las señales señalaba una dirección con el panel. Cambiando su rumbo, se elevó para evitar ser visto, a la vez que se reunía con sus compañeros. Al poco tiempo apareció lo que llamó la atención de la agente.

Un gran grupo de personas. Soldados, sin duda. Marchaban de forma impecable, sin gastar energías para durar más en la marcha. Sus armas iban envainadas. No llevaban tantos estandartes como otras unidades, y no eran un grupo tan grande como las grandes agrupaciones combatidas anteriormente en batallas formales, salvo la Batalla de Itálica que fue un enfrentamiento contra una orden de caballería.

-"¿Se están quedando sin efectivos?"-Se preguntó Dustim al ver el relativamente reducido número de efectivos. Seguramente no se acercaba a los 10.000 hombres. Y tampoco llevaban bestias humanoides.

En un determinado momento, las nubes se acabaron, dejando al descubierto al grupo de caza aérea. Dustim maldijo su mala suerte, y estaba dispuesto a retirarse y dar por acabado el reconocimiento, o de lo contrario lanzarse contra la formación enemiga, pero antes de cualquier acción observó movimiento en el grupo en la carretera.

-"Mierda."

Pero en lugar de tomar posiciones de combate, o asustarse por lo que veían, el grupo reaccionó de forma bastante... calmada. Se sacudieron un poco, claro está, pero pronto hubo una especie de orden que relajo los nervios y un grupo de banderas de gran tamaño se levantó por entre sus cabezas. Al no poder distinguir su imagen, el grupo descendió. Al ver su contenido, o más bien, la falta de este, los pilotos debatieron el significado que podría tener para aquellos enemigos de otro mundo la gran bandera blanca. Llegaron a la mayor conclusión posible:

-"Simplemente quieren hablar."

Así, el grupo dio la vuelta y se dirigió a Itálica, donde aterrizarían y le informarían al comando sobre el incidente habido.

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Fuerte fronterizo #7. Dos días más tarde.

El fuerte fronterizo número siete estaba ubicado al este del Fuerte Kentucky, con el fuerte seis al norte y el fuerte ocho al sur. Era parte del complejo de 8 fuertes que delimitaban la "Zona Segura" de la Coalición, cuyas dotaciones rondaban los 500 efectivos cada uno. Sin embargo ese día se encontraban algunas personas más en aquel fuerte de reducido tamaño con 500 soldados apoyados por un obús y un antiaéreo.

Desde el noreste se aproximaba silenciosamente, como quien no quiere hacer notar su presencia, una gran masa de hombres. Vistos de cerca, no debían alcanzar los 5.000 hombres. Esta gran aglomeración de efectivos militares, quienes superaban casi en 9:1 a los hombres del fuerte, se aproximaban como si no hubiese una dotación de obús soviético lista para machacarlos a la primera orden.

-O en realidad son muy estúpidos, o de verdad quieren hablar-Comentó Schmidt mientras observaba al grupo mediante unos binoculares. La aparición del misterioso grupo de soldados le había tomado a él y a su equipo descansando en aquel fuerte, donde decidieron unirse a la guarnición del fuerte en caso de ataque.

-No creo que sean suicidas. Definitivamente deben haber escuchado rumores sobre nuestras armas, más con esos imperiales que escaparon de Alnus. Si no quieren negociar, no sé qué quieran-Comentó a su vez el mayor Korovin, el pelinegro comandante del fuerte.

-Iré a ver que necesitan. Hauptmann Schmidt, necesitaré de usted y su equipo por si hay combate-Habló el delegado de Alnus, un castaño teniente coronel norteamericano de ascendencia canadiense llamado Hawkins, quien portaba unos lentes de sol y se encontraba fumando un cigarrillo.

-Como ordene-Tras ofrecerle un cigarrillo a ambos comandantes, el cual ambos aceptaron, el grupo se puso en marcha. Korovin dispuso que el obús y el antiaéreo estuvieran listos para disparar, a la vez que organizaba a los 450 infantes dejando 300 mirando hacia el lado del encuentro y 50 a cada uno de los otros 3 lados. Al mismo tiempo, por la entrada salía el Primer Equipo de Avanzada, llevando en cabeza el jeep de Hawkins y en segundo lugar el kübel de Schmidt. Cerrando la marcha iban los Panzer IV, y entremedio iban los semiorugas. El camión cisterna se dejó dentro del fuerte debido a la corta distancia.

Al verlos acercarse, el misterioso grupo se detuvo. A un kilómetro de distancia se detuvo el grupo alemán. Adelantándose solitario, el jeep se vio enfrentado por dos jinetes que se desprendieron del ejército: uno ataviado con ricas ropas, pero protegido por una armadura que denotaba a simple vista su gran calidad; y uno que llevaba ropas legionarias de presumiblemente oficial superior, quien además llevaba una armadura desgastada y dañada.

-"Esos golpes"-Analizó Hawkins la armadura del segundo jinete-"No parecen ser de ballestas o cortes. Me atrevería a decir que fueron provocados por nuestras armas. Quizá metralla."

El jeep y los dos caballos quedaron frente a frente. Lentamente, los rubios de ambos conjuntos descendieron de sus vehículos y se adelantaron hasta encontrarse cara a cara. La tensión permaneció alta por un momento, hasta que Hawkins retiró sus lentes de sol y llamó al soldado que hacía de intérprete, a la vez que el jinete rubio presumiblemente noble llamaba al otro jinete junto a él. Cuando el intérprete llegara, Hawkins empezó a hablar.

-Soy el teniente coronel Hawkins del Ejército de los Estados Unidos de América. Identifíquese y diga que lo trae por territorio de la Coalición-Habló el oficial norteamericano, mirando duramente a su interlocutor. Este le respondió confiadamente:

-Soy el primer príncipe del Imperio de Sadera, Zorzal El Caesar. He venido a negociar pacíficamente con ustedes. Y no aceptaré un no por respuesta.

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-¿Qué quiere hablar con nosotros? ¿Está loco?-Preguntó Patton al aire al ver el mensaje enviado desde el fuerte número siete.

-Me lo parece-Comentó a su vez Montgomery, frunciendo el ceño al darse cuenta de que había estado de acuerdo con Patton en algo-Tendremos que recibirlos. No somos tan bárbaros como para no escucharlos cuando menos.

-Escuchémoslos. Nada malo podría suceder, y podríamos evitar gastar más recursos en esta guerra-Sugirió Rommel. Los otros dos mariscales asintieron ante eso.

-Pero cuando menos, recibámoslos a mi manera.

-¿Y eso cómo es?-Pregunto Montgomery, desconfiado.

-Hay que demostrarles lo pequeños que son ante nosotros. Una, digamos, simple demostración de fuerza-La brillante sonrisa de Patton no era ningún buen augurio de lo que podría suceder si se salía con la suya. Pero de alguna forma, para mejor o peor, lo consiguió.

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Hawkins y Schmidt escoltaron a los 4.500 hombres de Zorzal a lo largo de todo el camino hacia Sadera. Poco antes de llegar se desprendieron del grupo, adelantándose escasos kilómetros para unirse a la recepción que le esperaba a los soldados imperiales elitistas. Demás estaba decir, que la bienvenida de Patton fue bastante explicita en su expresión.

A medida que Zorzal y los suyos avanzaban por el camino convenientemente señalizado y delimitado, las tropas de la Coalición realizaban ejercicios de práctica. Pero no solo unos ejercicios regulares. Una práctica de fuego generalizada, en la que participaban todos los estamentos militares desde administración en oficinas hasta los soldados rasos en el campo. Mientras pasaban las colinas cercanas, observaban los semiorugas y camiones moverse y a su infantería rápidamente desplegarse en las coronas de los cerros, abriendo fuegos con ametralladoras ligeras y pesadas, fusiles, subfusiles y morteros. Los tanques arrollaban los muñecos que simulaban enemigos, mientras las tropas mecanizadas apoyaban su avance. La aviación practicaba misiones de apoyo de fuego cercano cobre las coinas circundantes, en lo que los destructores traídos de la Royal Navy, La Armada Imperial y la US Navy disparaban sin cesar con sus atronadores cañones sobre las colinas y zonas marcadas en las cercanías del río, convenientemente cerca de la columna militar de Zorzal. El complicado y reducido sistema de poleas y niveles, basado en el de Panamá, fue construido para que los destructores bajaran al casi plano río y pudieran unirse a las operaciones de las otras tropas, y convenientemente estuvo listo para las prácticas.

Los hombres de Zorzal tuvieron la oportunidad de ver a los Panzergrenadiers alemanes realizar un asalto mecanizado en conjunto con los Stukas y Panzer IV, en lo que lo japoneses formaban una ordenada línea de fuego para apoyar los flancos traseros de una atacante masa de infantería soviética, que avanzó como una peligrosa marea beige con banderas rojas y comisarios agitando a la soldadesca con gritos previamente ensayados. Un destructor británico de la clase H se acercó lo suficiente a la costa para que los hombres de Zorzal tuvieran una buena vista del disparo e impacto de los proyectiles HE de 120mm, cosa que lanzó algo de tierra sobre la columna.

La fuerza aérea estadounidense atacó sin descanso una colina por dos minutos; luego mediante lanchas de goma los marines se lanzaron a cruzar el río cuyas aguas eran agitadas por disparos de armas pequeños desde los destructores, para luego desembarcar y tomar por asalto la destrozada cumbre en un tiempo que dejó abismados a los soldados de Zorzal, clavando su bandera en la cima. En un momento en el que las tropas de Zorzal tuvieron que pasar entre dos colinas muy próximas una de la otra, ambas cumbres fueron asaltadas por tropas mecanizadas alemanas y motorizadas estadounidenses, tras lo cual ambos bandos empezaron a intercambiar disparos de fogueo. El efecto sobre la columna imperial fue tal que los soldados por poco rompen la formación y abandonan todo para salir huyendo, sin embargo su disciplina evitó que esto sucediera. Tras el paso del grupo, las cumbres fueron abandonadas y atacadas por artillería soviética que ahora estaba a la vista del grueso de los imperiales, machacando sin descanso las posiciones donde anteriormente estuvieran sus aliados. Una escuadrilla de cazas alemanes pasaron al vuelo raso sobre la carretera donde 4.500 imperiales caminaban, arrancando sustos a lo largo del grupo y, si no fuera por el atronador fuego de la artillería, hubiera provocado una huida masiva. Tras pasar los obuses, ya cerca de la base, inmensos bombarderos pasaron a baja altura, atrapando con su sonido todas las exclamaciones de asombro y miedo de las escuadras del príncipe heredero, él incluido.

Tras los obuses, grandes formaciones de infantería japonesa y británica marchaban en formación, yendo por rutas fijadas nuevamente sin inmutarse al fuego de la artillería y la aviación, para asombro y temor de los imperiales en el camino. Formaciones de semiorugas y camiones aparecieron por los campos a sus costados, deteniéndose y desplegándose inmediatamente soldados de uniformes grises y verde oliva, cuya velocidad y profesionalidad dejaron pasmados a los legionarios elitistas, para luego abrir fuego con todas sus armas. La ausencia de aviones y artillería le permitió a los maltratados oídos escuchar con claridad el sonido de centenares de soldados disparando a la vez, destacándose claramente armas como la Browning M2 y la MG42. Tras eso, tres escuadrillas de distintos aviones aparecieron a media altura, dejándose notar por su sombre, su figura a la distancia, y su ruido claramente notable tras haber dejado atrás al rasto de soldados. Para cuando los imperiales llegaron a la entrada del fuerte, donde los esperaban unos serios Montgomery y Rommel junto a un alegre y sonriente Patton, la mayoría solo quería echarse a llorar.

-Bienvenido-Habló el intérprete de uniforme verde oliva, tan alegre como su comandante superior-Zorzal El Caesar, príncipe del Imperio de Sadera.

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-Esa es-Dijo Lelei, bajando unos binoculares de sus ojos y devolviéndoselos al oficial de tez morena clara.

-Bien. Acamparemos aquí y entraremos mañana, preparen el campamento y asignen vigilantes para la noche.

-Si señor-El sargento se fue a cumplir la orden dada por el capitán Álvaro Donoso, cuyo equipo de avanzada se encontraba las afueras de la ciudad ahora identificada como Rondel.

-Para llevar poco tiempo con nosotros, dominas bastante bien el alemán-Comentó el oficial mientras encendía un cigarrillo. La peliceleste asintió.

-Aunque fue difícil al inicio, muchas palabras son combinaciones de otras. Es algo más simple así-Explicó la joven maga.

-Me gustaría ver cómo te va con el español. No sé si será tan fácil-Comentó con una sonrisa ladina, antes de borrarla y volver a su expresión seria-Iremos a la ciudad al amanecer, con vehículos y todo. Dejar cosas desprotegidas tan lejos de zonas seguras es un suicidio, y las radios no funcionan con tantas montañas.

-Les presentaré a una de las líderes de la ciudad. Es una anciana amable, seguro los ayuda-Comentó Lelei antes de marcharse al sitio del campamento, una pequeña plana en la cima de una colina. Botando el humo del cigarrillo, Donoso utilizó la luz del fuego para alumbrar un pequeño papel con instrucciones secretas entregado poco antes de partir de Itálica por el mismísimo Rommel, poco después de la partida de Heydrich de vuelta a Alemania.

"Averigua lo que puedas sobre la magia, si puede ser beneficiosa para el Reich, cuales son las condiciones para usarla. Y no podemos cumplirlas o resulta ser muy peligrosa para nosotros... encuentra la forma de eliminarla."

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N/A: Este capítulo es muy corto, eso se nota. En cosas más relevantes, decidí reordenar un poco las cosas para que el tercer arco no sea demasiado largo. Por ende, los capítulos 8 (este) a 11 (Despertar al Atardecer) pasarán ser los únicos del Tercer Arco, cuyo nombre, "El Fin del Inicio y el Inicio del Final", comparte con este capítulo. Pensé en combinarlo con el siguiente, pero creo que ambos tienen enfoque lo suficientemente diferentes como para mantenerlos separados.

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