Capítulo 14: This is War

Disclaimer: "GATE: thus the JSDF fought there!" no me pertenece, todo el crédito a su respectivo autor.

N/A: Este capítulo es quizás el punto álgido en cuanto a narrativa pura en lo que llevo del fanfic (incluyendo hasta el capítulo 16.2). Solo espero que lo disfruten. Dejaré una nota de autor al final para explicar algo que generó mucha confusión entre los lectores de FFN.

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Capítulo 14
This is War

"Han pasado más de veinte años desde que terminó la última guerra, pero aquí estamos, todavía escondiéndonos en las trincheras. Me alegra, supongo, saber que los viejos hábitos no han cambiado.
-Oficial anónimo."

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Alnus
Abril, 1943

Un grupo de soldados estadounidenses corría por uno de los bordes del fuerte. La batalla apenas empezada. Un cañonazo de los imperiales sacudió la estructura, y una parte de la muralla se precipitó al vacío. Con ella, dos jóvenes apenas adolescentes cayeron a su muerte, el resto de su unidad apenas permitiéndose darles una última mirada de lástima antes de continuar. Pese a todas las promesas de escribirle a su madre o recordarlos ante sus hermanos, la verdad ninguno del grupo había tenido tiempo suficiente de conocerlos adecuadamente más allá de su apellido. Era, después de todo, difícil acostumbrarse a las caras nuevas cuando es ya la quinta vez que llegan.

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- Defend the bloody station! First company of fusiliers, head towards the north, second and third companies, protect the west! Everybody else, head to the walls!

Los soldados, quienes se bajaban ordenados de los trenes, cumplieron la orden, deslizándose dentro de las zanjas de tierra que rodeaban la estructura fortificada a toda prisa por sus compañeros antes de ellos. El resto de los recién llegados se colocaba junto o detrás de ellos, expectantes ante lo que harían los que ya se encontraban allí previamente a que arribaran. Las instrucciones eran simples, ir a la muralla y reforzar la defensa todo lo que pudieran. No sabían por qué sus oficiales y los heridos que llegaban hacían tanto drama por aquello, solo era cruzar un palmo de terreno hasta llegar a otras trincheras. Nada del otro mundo, entrenaron para aquello, sería un paseo algo agitado por el parque... ¿verdad?

Pese a todo lo que indicaba lo contrario, no podían sino intranquilizarse.

Ninguno de los que tenía que atravesar el terreno lo había visto. Desde los huecos donde se filtraba la luz y las salidas subterráneas a las trincheras fuera de la estación, podían observar las muecas y alarmadas caras de los que debían guarnecerlas ahora, únicos salvo los previamente allí estacionados que sabían a qué se enfrentaban. No podía ser tan malo, tenían apoyo aéreo... ¿verdad?

Los sargentos los apresuraron al límite de la trinchera exterior del sistema que defendía la estación de ferrocarriles británica. Aunque varios querían observar, nadie les dejaba asomarse por el borde. Unos pocos lo intentaron, y terminaron con un golpe que los dejó aturdidos al atraparlos los oficiales a cargo. Inseguros, esperaban impacientes la orden de avance para correr a todo lo que les dieran las piernas hasta llegar a la seguridad de la defensa externa del fuerte de la Coalición.

- Lo escuchaste, ¿verdad? Que no necesitan reforzar la defensa. Que solo nos usarán para provocar al enemigo y que no se fije en los trenes que saldrán del fuerte hacia Itálica. – Se oían los comentarios de los incrédulos, de los pocos que no lograban acallar los suboficiales. – No tenemos que participar de esto. Quedémonos aquí. Nadie nos notará en esta compañía si nos mezclamos bien. – Decían. Pero nadie les hacía caso. Debían borrar eso de su mente y salir, obedecer las órdenes que los oficiales bajo la confianza del rey les daban. Pronto llegó la orden de prepararse y calar bayonetas, cosa que todos, sin excepción, hicieron con una parsimonia impresionante. Pese a todas las palabras de desaliento, nadie desobedeció.

Con un último comando, todos se apegaron a las escaleras, como lo hicieran sus padres más de veinte años antes. El oficial al mando subió parcialmente una de ellas, y levantó su pistola en un gesto de autoridad.

- For king, and country! Charge!

El pitido del silbato sonó, y todos los soldados escalaron y se lanzaron a cruzar el campo al descubierto frente a ellos. A medida que cargaban, se iban topando con cráteres y restos, restos de aquellos que intentaron cruzar antes que ellos. Una rápida mirada los encontró con restos de proyectiles de gran tamaño, y cráteres muy irregulares para sus propias piezas de artillería. Una rápida mirada a las colinas alrededor les dio la confirmación que necesitaban. La realización empezaba a instalarse sobre sus cabezas, cuando un solo grito de la cabeza de la masa humana los devolvía a la realidad.

- Incoming! Take cover!

De la nada, proyectiles y explosiones empezaron a llenar la zona por donde cruzaban. Varios perecieron, otros se lanzaron al suelo. La mayoría intentó seguir avanzando, sabiendo que cada segundo que pasaran allí era multiplicar su probabilidad de no poder caminar entre los vivos de nuevo.

Ya habían recorrido la mitad los primeros, pero el final se veía cada vez más lejano. Los gritos de dolor y agonía se multiplicaban, y la metralla hacía mella entre las filas previamente disciplinadas no hiciera cosa de un par de horas tras la puerta. Cada vez menos lograban seguir avanzando entre los arrasados campos y agujeros, buscando cada uno su propia salvación de aquel infierno. Los que podían arrastraban a los heridos, pero muchos sucumbieron y se limitaron a avanzar con sus extremidades de la mano, con la lejana esperanza de que algún milagroso médico pudiera reubicarlas donde pertenecían.

Un espectáculo digno de comparar con aquellos de dos décadas antes.

- AAAAHHHH! My leg! My leeeg!

- I can't... I CAN'T DIE LIKE THIS! Tell my mom... tell her... agh!

- Please! Please don't leave me! I'll do anything, just don't leave me! Please, have mercy!

- Dear Lord, for it is you who knows and dictates the destiny of the men in Earth, please let me get through this test, so I can keep-

- Medic! Meeedic! Where is the bloody medic?! My buddy here is losing blood too fast! Medic!

- ...praying your name even if I lack both my arms, for your figure is immortal and your fates are eternal-

- Ha-ha, dear, stop joking like that. Me, going into war? That's not likely, not when I have you. Hum? Why does this taste like... blood...?

- ...for that and beyond, please let our souls be saved in your eternal grace. Amen.

- Blood? Blood... blood... ehehehehe... AAAAAAHHHHHH!

Arrojándose sobre las trincheras del otro lado, los supervivientes se revisaban en busca de secuelas de su hazaña. La mayoría solo tenía tierra, algunos sangre por cargar a sus camaradas heridos. Algunos curas ya estaban entre la tropa, escuchándolos lamentarse de lo que habían hecho o lo que podrían haber llegado a hacer, mientras los camilleros se lanzaban a la destrucción cercana y los médicos empezaban a trabajar en lo que describían como su "nueva orden del día." Una corta mirada al lugar por el que acababan de pasar reflejaba la miseria de hombres que aún intentaban cruzar aquel campo, bajo la traumatizada mirada de aquellos en su punto de partida. Otra corta mirada hacia los muros reflejaba un escenario similar, donde otro grupo de muchos soldados intentaba cruzar aquella tierra cruda intentando igualmente alcanzar las trincheras debajo de las murallas.

Solo habían alcanzado el punto medio del camino, pero ya era suficiente. Los sargentos los dejaron descansar.

Un paseo cerca de donde los oficiales supervivientes se reunieron permite escuchar sus comentarios, entre pesados y aliviados, de que los trenes que salieron hacia Itálica se deslizaron fuera de la zona de muerte a salvo. Un vistazo en aquella dirección permite comprobar que, efectivamente, los humos de algunas locomotoras se pierden fuera del fuerte, casi ocultas ya entre la polvareda levantada por los cañonazos y sus impactos en la tierra. Sujetas tu casco sobre tu cabeza, apoyándote, incrédulo, sobre el borde de tu trinchera, deslizándote lentamente hasta alcanzar el suelo. Era cierto. Empiezas a llorar. Lo que dijo tu compañero en la primera defensa, aquel que no alcanzó a cruzar el campo, era cierto. No tenían que reforzar los muros. Solo los necesitaban como distracción para que los trenes pudieran salir sin ser avistados ni destruidos. Solo esperas, entre sollozos y lágrimas, que el cargamento lograra llegar a destino, y que tus compañeros no hubiesen caído en vano.

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Colina 0, Alnus.

Los soldados se agazapaban lo más posible tras sus fortificaciones, impacientemente esperando el fin del bombardeo. Cada nuevo grito era alguien muerto, cada nueva risa o llanto, alguien quebrado. Los pocos que asomaban sus cabezas para mirar al exterior solo podían sobrecogerse ante la vista de los civiles, pobres y abandonados como estaban, desparramados por el suelo, en busca de protección que no tenían, esperando por una puerta que desconocían si se abriría algún día...

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A esas alturas había dejado de ser una escena sobrecogedora. Efectivamente, se había vuelto algo habitual ver las cargas masivas de la infantería con el fin de distraer a los imperiales respecto a la salida de los trenes hacia Itálica. Realmente la capacidad de adaptación del ser humano era terrible, sin importar por donde se viese.

La posición instalada en la Colina Cero era el único reducto de la Coalición en Alnus fuera del fuerte mismo. Todas las demás colinas aledañas, como podía comprobar a cada momento con una simple mirada, estaban coronadas por banderas imperiales. Sus baterías en las alturas eran un peligro constante, y amenazaban casi todo el fuerte de Alnus y el propio con sus proyectiles, similares a los napoleónicos, destructivos como los propios. Sin embargo, él personalmente dudaba que aquella táctica del cebo masivo siquiera fuera a seguir funcionando.

Los imperiales no eran tontos. Evolucionaban. Ya dejaban una o dos baterías libres en caso de que saliera un tren tras cada carga masiva. Pronto serían seis. Quizá luego no tomaran la carnada y esperaran directamente el tren, cosa que le ponía los pelos de punta porque entonces los cañones se dirigirían a ellos, los únicos en alguna posición de permitir que los trenes blindados de la Coalición pudieran escapar de la trampa mortal de Alnus e ir a apoyar a los sitiados en los fuertes Kentucky e Itálica.

No era algo fácil, para ninguno. Su posición no era la más atacada, pero si era la más peligrosa. Era la que más asaltos intensos había sufrido, aparte de la vía ferroviaria misma, y los muertos ya simplemente se apilaban en las defensas para usarlos como escudo ante la inhabilidad de los ingenieros de reparar constantemente las secciones destruidas. Nada se desaprovechaba. Motivo de esto, y de que cada refuerzo llegaba con el arma propia, prácticamente toda la dotación poseía fusiles, ametralladoras o subfusiles, según les conviniera, además de una o dos pistolas por allí conseguidas. Todos estaban de acuerdo en lo pesado que era cargar aquel equipo, pero ya que apenas necesitaban moverse más de algunos metros, no había gran cosa de la que preocuparse. Solo había que esperar el siguiente tren y rezar porque no apareciesen más civiles.

Lástima que el mando no pensaba igual.

- Charlie and Dog companies have secured the western flank. Able and Baker companies have also secured the north wall. I doubt, however, that the other companies have the strength to hold their respective lines.– Comentaban los oficiales. El gran total de un regimiento completo del ejército de los Estados Unidos había sido destinado a aquella pequeña colina al norte de Alnus. ¿Su misión? Simple y sencilla, pensaron: mantener ese cerro y no soltarlo por nada del mundo, salvo que las órdenes dijeran lo contrario. El problema era que a la gran mayoría de los que recibieron esa orden original yacían muertos, sus cadáveres cooperando con la defensa, y los pocos que quedaban estaban ya demasiado desquiciados como para importarles mucho las órdenes del alto mando.

Simplemente, habían perdido demasiado por mantener ese cerro, tanto que no lo soltarían aunque viniese el mismísimo presidente a ordenárselos.

Pensándolo bien, probablemente el presidente tampoco tenía idea de lo que estaba pasando, así que mejor reemplazarlo con otro como el general Patton. Puede que tampoco fuera la mejor opción, pero aunque sea él era un soldado como ellos.

Desvió la mirada al interior del fuerte, donde otro ferrocarril acababa de ingresar al patio. Pese a la amenaza latente de los cañones imperiales cualquiera fuese la dirección por la que saliese, la cantidad de bocas que apuntaban a la locomotora y sus vagones disminuía considerablemente cuando salían del círculo de fuego que era la base principal. Sencillamente, perdían el interés en algo fácilmente recuperable o desechable. Eso era la razón por la que, una vez cruzada la colina cero, se consideraba a los ferrocarriles fuera de Alnus y dentro de la "Vía Itálica." No es como si les importara mucho, su trabajo era solo mantener esa colina, y eso harían.

- Command is thinking of sending the rest of the division. For now, at least, they decided to send another battalion to see if it helps. If you ask me, they'll end up sending another whole regiment.– Los oficiales seguían discutiendo, ya sin mucha importancia a que los soldados los escucharan. No era como que pudieran decírselo a alguien más.

- What makes them think than some other three thousand people would fit in here? We barely had enough barracks for us when we arrived!

- Apparently, they decided that we could fit another regiment if they are sent to the underground barracks and we, with our great lack of personnel, stayed in the surface buildings.

El otro oficial se quedó sin palabras, perplejo.

- That's suicide! We could be dead by the end of the day!

- Imagine my face when they suggested moving the whole division here. The brass really does whatever they want, huh... they don't really care that much about us...

Y mientras ambos oficiales se alejaban, cada uno preocupándose de lo suyo mientras discutían de asuntos sin mayor relevancia, los soldados allí situados no podían sino lanzar cortas risas de lástima para ellos mismos. Iban a ser, como siempre al final del día, los más golpeados, no por el combate como el resto, sino por el desgaste solo por estar en su posición.

El bombardeo sobre Alnus se reanudó. Los curiosos se asomaron. Tropas cargaban al descubierto por la explanada camino a los muros del fuerte. Un rápido vistazo, y otro tren que entraba al mini fuerte. El ciclo se repitió.

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Fuerte Kentucky, Vía Itálica.
Abril, 1943.

Otro tren entraba al fuerte, parte de su estructura dañada por los cañonazos y la metralla. Los soldados recién llegados, asustados, corrían a socorrer a los posibles heridos, y ver si eran capaces de ayudar en algo a los maquinistas y pasajeros. Otros, más veteranos, miraban desde las defensas, ya acostumbrados. A lo lejos sonaba una alerta: una patrulla montada imperial se acercaba. Pese a la aparente tranquilidad que eso aportaba, todos los ocupantes yacían con los nervios crispados y sus temples asustados, todos preparándose para un futuro contacto. No sería, ni de lejos, la primera o última vez que los imperiales usaban patrullas para dirigir su artillería, la que siempre tronaba con cada tren que llegaba...

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- Esta sección de la vía también está cortada. Me temo que es más grande que lo usual. Los ingenieros tendrán mucho trabajo aquí cuando lo reparen. – Llegó el informe de otra de las patrullas ferroviarias, la mayoría compuestas por caballería. Este reporte en concreto llegaba de tropas de la 8. SS-Kavallerie-Division "Florian Geyer," llegada hacia apenas dos meses atrás para entrenar sus maniobras de caballería y terminando como guarnición móvil de las vías de ferrocarril de la Coalición, ante la eventualidad de no disponer de otras tropas móviles en la zona.

- ¿Cuál es la distancia aproximada del corte de las vías? – Preguntó el operador de radio. El ayudante del jefe de la plaza, el coronel Viratovsky, odiaba tener que depender de tropas germanas para labores que, estimaba, podrían realizar sus propias tropas. Sin embargo, la caballería y blindados soviéticos fuera de Alnus habían sido aniquilados tratando de evacuar el Tercer Fuerte, por lo que usar a los jinetes bajo bandera alemana era la mejor opción.

- Parecen ser entre cien y doscientos metros. Sin duda se lucieron en este corte. Por las marcas en la zona, diría que recurrieron a explosivos, probablemente ensamblados cerca. No hay señales de artillería en las inmediaciones.

- Diles que registren la zona y busquen señales de campamentos enemigos y otras cosas relevantes, - le ordenó al operador de radio. Su mirada vagó a los auxiliares en el mapa del recorrido entre Alnus e Itálica, esperando órdenes. – Y que nos dé la ubicación del corte de vías. Tenemos que preparar a los ingenieros.

El operario de la máquina asintió. – Indiquen las coordenadas del corte y exploren la zona para encontrar rastro del enemigo.

- Recibido. Las coordenadas son...

Y mientras los soldados alrededor del mapa delimitaban el área afectada por el ataque imperial a las vías, el coronel Viratovsky se acercó a la ventana e hizo una lista de las unidades que podían ser enviadas a cubrir a los ingenieros que debían reparar la vía del ferrocarril. Estaba en mitad de esa tarea, cuando mensajes urgentes empezaron a llegar desde la misma radio que había abandonado hacia meros segundos atrás.

- Hay varios campamentos abandonados aquí. Tienen varias de sus cosas aquí, sin duda volverán. Esto es serio, hay capacidad para cerca de trescientos hombres aquí. Y hay más de un campamento. ¿Eso no es...?

- ¿Qué sucede?

- Hay repuestos de cañones imperiales. Y no es por alarmar, pero hay varios campamentos aquí. Parece que planeaban instalar un bloqueo en la vía de ferrocarril, pero huyeron con la aparición de nuestras patrullas. Sin duda volverán. Incluso las herramientas están aquí.

- Teniente, soy el coronel Viratovsky. Marque la posición con algo, enviaremos refuerzos pronto. Derrotaremos a esa concentración enemiga antes de que se vuelva una amenaza.

- Recibido.

El coronel salió de la sala, camino al despacho de su superior. Pensaba en qué unidad podría lidiar con un enemigo de semejante tamaño y a la vez llegar lo suficientemente rápido como para evitar que continuara su trabajo. Al final, llegó a la conclusión que la única unidad que podría realizar la tarea era alguna unidad mayor de la división de caballería germana, cuyo movimiento podría ser rápido debido a que ya estaban desplegadas. Quizá un batallón o regimiento podría solventar las cosas. Le tomo poco tiempo, y un gruñido de su parte, el darse cuenta de que estaba a punto de utilizar nuevamente a las tropas alemanas para hacer el trabajo.

Y el odiaba depender de tropas alemanas.

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Itálica
Abril de 1943

Toses y vendas usadas. Suciedad y ropas rasgadas. Sangre y partes amputadas. Alcohol y morfina al alza. Cada vez más escasos los medios, los médicos hacían lo que podían para salvar la vida de aquellos cuya situación les impedía luchar, mientras sus cada vez menos abundantes camaradas resistían en las murallas. Varios no se salvarían. Todos los portadores de la cruz roja lo sabían, pero aun así lo intentaban, esperando, en vano, que el siguiente tren llegara con suministros, en lo que los heridos se acumulaban por las salas, sus esperanzas cada vez más diluidas a través de las apañadas ventanas...

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Montgomery recibió otro informe en su oficina. Estaba harto de ellos. Cada vez que llegaba uno, significaba grandes bajas, y debido a la forma distinta de operar de cada ejército, el solo intentar procesarlos todos era un dolor de cabeza. Que los soviéticos con su robustez, que el ego de los americanos, que la burocracia alemana, que los japoneses y sus cargas. Solo el metodismo de la Union Jack era algo efectivo, a sus ojos. Aun así, ante este enemigo que no paraba de evolucionar y adaptarse al nuevo campo de batalla, incluso eso era una pérdida seria de tiempo y vidas innecesaria.

El último informe recibido venía desde las fuerzas soviéticas, en el norte. Defendían, apoyando su artillería en dos colinas elevadas, el norte del perímetro, estableciéndose en una porción del camino hacia el ahora exterminado Tercer Fuerte. Sus comandantes no querían dar el brazo a torcer, pese a lo cual las bajas eran horrendas y no siempre llegaban suficientes efectivos para reemplazarlas. La información recién recibida corroboraba eso: una gran descarga de artillería, seguida de una lluvia de balas de ametralladora y una carga contra la aturdida masa de imperiales en campo abierto. Pese a las insistencias del líder británico, los oficiales soviéticos se negaban a retirarse sin una orden de un comandante superior de su propia cadena de mando, lo cual a esas alturas era algo imposible.

Los japoneses obedecieron todas sus órdenes sin rechistar. Aunque el británico pudo notar algo de inconformidad o molestia entre los jefes, estos llevaron a cabo todas las órdenes asignadas con una precisión impecable, cosa que, pese a asustar ligeramente a Montgomery, le permitió usarlos como reserva aprovechando su usual táctica de cargas directas a la bayoneta, eficaces para hacer retroceder a un agotado enemigo que hubiera atravesado en algún punto el perímetro. Sin embargo, su escaso uso de armas de apoyo los hacía ineficaces en la defensa estática o en cualquier operación ofensiva más allá del perímetro fortificado por las otras fuerzas. De igual forma, sus menguantes números no eran algo para alentador en las cuentas del general británico, y eso podía traerle nefastas consecuencias cuando la fuerza de los orientales disminuyese a tal punto que dejase de ser efectiva en su tarea.

Los norteamericanos eran una carta curiosa. Estaban encargados de la defensa oriental del perímetro, cuya carretera llevaba directamente a la capital imperial, y por donde se producían los ataques más intensos junto a los del lado soviético. Además de los constantes contactos con la fuerza enemiga, era el lugar por donde más intentaban los imperiales de infiltrarse entre las filas de la Coalición, buscando poder conocer sus defensas y, en caso de otra ofensiva imperial, poder crear caos entre las filas. Los vecinos al otro lado del Atlántico diseñaron una solución simple pero efectiva: preguntas sobre beisbol norteamericano. El atónito general británico comprendió de inmediato la doble intención del mecanismo: no solo delataba inmediatamente a los saderianos (el común de los cuales en su vida habría escuchado del deporte, salvo que hubiera tenido contacto con los soldados yankees), sino que también atrapaba inmediatamente a infiltrados de otras nacionalidades entre sus líneas. Además, eran una fuerza muy decidida en sus objetivos, logrando desbaratar variadas ofensivas imperiales pese a las bajas obtenidas. Su única debilidad, y una notada por todos, era que sus tropas poseían una seria falta de experiencia bélica real, y su entrenamiento apenas llevaba algo de tiempo cuando fueron apresurados al servicio activo por la guerra. Sus números también apenas eran suficientes para cubrir su zona del frente, y el británico consideraba seriamente ordenarles replegar sus líneas y combinar sus efectivos con los japoneses cuando ambas fuerzas fueran apenas factores considerables.

Los alemanes cubrían el sur del perímetro. Su línea era quizá la más rara, pues era por lo general plana excepto cuando llegaban a la línea del ferrocarril, donde se extendía lo más posible sin sacrificar muchas tropas a fin de vigilar la mayor cantidad posible de terreno de la vía férrea y colaborar más eficazmente con las patrullas del ferrocarril y guardias de este, todos enmarcados dentro de la fuerza alemana (aunque los guardias eran los españoles de la División Azul). Mediante un fuerte uso de armas de apoyo, empleo masivo de accidentes naturales y una escuadra modelada para trabajar en torno a la ametralladora, se mostraron como buenos defensores, economizando tanto en vidas como en esfuerzo para mantener su frente en lo que maximizaban su protección.

Los británicos, por su parte, tenían a su cargo el lado occidental. Usaban a su favor los accidentes del terreno, de una forma quizá incluso más extensa que los alemanes, y un empleo de artillería coordinada de apoyo que no hacía más que causar grandes impresiones en su persona cada vez que la veía, no se hable de sus aliados. Sus bajas eran mínimas, pese a lo cual su elevado gasto en suministros obligaba a limitar el alcance del daño que le lograban hacer a su enemigo. También estaba el hecho de que eran prácticamente incapaces de montar contraataques locales rápidamente, cosa que los limitaba en su eficacia.

Los cielos eran disputados entre cazas, cuyas salidas eran cada vez menores por la escases de combustible, y los wyvern, que aumentaban su espacio operativo por cada caza caído. Los bombardeos masivos por parte de ambos bandos eran una imposibilidad, pero su realización era cada día más cercana para el bado de Sadera. Por otro lado, gran parte de los aviones grandes, ya fueran bombarderos, de ataque o de transporte, había despegado tratando de llevarse a la mayor cantidad de heridos. El suministro aéreo por parte de Alnus era una eventualidad, puesto que ellos tampoco tenían el control completo de los cielos.

La fuerza blindada, otrora carta maestra contra ofensivas imperiales, yacía oculta de los cañones de estos últimos, guardada como última esperanza si estos rompían las líneas. Sus tripulantes, cada vez más desmoralizados, querían salir a pelear a campo abierto, pero las últimas tentativas fueron brutalmente golpeadas por la artillería saderiana, la cual no pudo ser siquiera localizada al disputarse tan férreamente el dominio de los cielos.

Montgomery solo esperaba que la situación mejorara, pero hasta entonces, debía aguantar como pudiera, no fuera cosa que terminara la base entera estrangulada.

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Los Equipos de Reacción habían sufrido de igual forma. Los japoneses y soviéticos vieron sus equipos disueltos, siendo sus efectivos enviados a tareas en otras partes del frente ante la escases de soldados. El resto, ya ahora establecidos como unidades de infantería mecanizada, realizaba ocasionales misiones otorgadas por el mando superior de la Coalición, generalmente operando desde la franja entre el Fuerte Kentucky y el fuerte de la Colina 0 que delimitara el borde de lo que se denominaba "Alnus." Reconocimientos, sabotaje, secuestro, reserva, ataque, redada... sus misiones eran incontables, y cada vez que ejecutaban una, había una reserva de soldados destacados de otra unidad dispuestos (u obligados) a entrar, siempre a fin de mantener aquellas valiosas unidades activas. Sin necesariamente quererlo, se habían vuelto un elemento propagandístico y moral para las tropas que luchaban sitiadas en las bases, tal como lo fueran la fuerzas blindadas y las fuerzas aéreas en la Gran Guerra. Era un efecto sorpresa, de cierta forma indeseado por algunos, pero que contribuía a mantener sus efectivos relativamente intactos.

- ¿Sabes que ha sido de Itami o Chumikov?

- Nada. Seguramente estén en posiciones igual de desagradables que la nuestra.

- Peor deben estar sus soldados. Muriendo en trincheras o ahogándose en hospitales, cualquier cosa es mejor que eso.

- Concuerdo contigo.

Ambos oficiales, Schmidt y Donoso, fueron llamados por Butler.

- Encontramos la posición enemiga. Un depósito de municiones y un campamento de ingenieros. Tiene suficiente equipo como para volar toda la Colina 0. García lo está vigilando. También hay un puesto de mando cerca.

Ambos aludidos asintieron.

- Bingo. Me invito yo las cervezas esta noche.

- Solo espero que puedas mantener el ritmo de la Gran Bretaña.

- Luego te mostraré porque se dice que todo buen español mea en dirección a Inglaterra.

Subiendo a sus vehículos, todos con las armas y tripulaciones listas, el grupo salió en dirección a donde les indicara Butler. Por sus cabezas pasaba infinidad de cosas, salvo lo que tenían que hacer.

- ¿Sabes que sería ridículo, Butler?

- ¿Qué cosa, Schmidt?

- Que esta guerra de trincheras degenerara en algo peor. Sencillamente no se me pasa por la cabeza que algo tan ridículo como los romanos con cañones pueda ser superado por otra cosa.

-La verdad, siendo honesto, te recomiendo que te guardes esas palabras. Ya hemos visto muchas cosas imposibles, no debería pasar mucho para que veamos más.

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N/A: Con esto damos inicio al Cuarto Arco, titulado "Asedio". Muy original ¿no?

Ahora, sé lo que muchos están pensado. "Pero RedSS, ¿cómo es que los imperiales pusieron contra las cuerdas a cinco potencias de mediados del siglo XX?" Déjenme explicarlos de forma resumida, aunque los personajes mencionarán estas cosas posteriormente.

Al igual que muchas cosas en la historia, no hay una razón única. Fue una combinación de muchas cosas que se juntaron aquí, algunas de las cuales se mencionaron en el salto temporal del Capítulo 10. Los motivos principales se pueden resumir en que los gobiernos tienen una actitud muy reactiva en relación a Falmart, en lugar de una proactiva. No solo tienen que cuidarse de los otros cuatro países que tienen acceso al lugar, sino que cada uno tiene sus propios problemas en la Tierra (como el conflicto diplomático entre Alemania, Reino Unido y la Unión Soviética, el de este último con Japón, y el de este con Estados Unidos). Esto acarrea cosas como falta de provisiones, unidades solo parcialmente movilizadas, defensas en mal estado, descuido en las mantenciones... ustedes se hacen la idea. Aún con lo mostrado aquí, tomará un tiempo que los gobiernos se tomen en serio la amenaza imperial, ello más que nada debido a que la impresión que tienen es "son unos romanos con algunas armas napoleónicas, ¿qué es tan díficil?" Es precisamente esa actitud la que provoca y prolonga el estado que se ve este capítulo.

En fin, nos leemos,
RedSS.

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