Capítulo 10
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Jungkook se puso en guardia, pero relajó de inmediato los hombros al notar que se trataba de sus amigos.
—¿Jungkookie, estás aquí?
—Sí. —Se asomó desde detrás de uno de los contenedores—. ¿Qué hay de las cámaras?
—Tranquilo, las hackeé mientras subíamos. En las imágenes no debe aparecer ninguna persona. Estamos a salvo ya, aunque llegar fue difícil.
La voz de Tae se escuchaba un poco apagada y su mirada estaba algo llorosa. Jeon no preguntó sobre eso, todos sabían que no era momento de entretenerse en trivialidades. Había otro tema de más importancia que tratar.
—¿Qué hacemos con esto? —Señaló al hombre inconsciente en una esquina—. Sabía mi nombre y que estaría aquí. Si ustedes también tuvieron obstáculos para llegar, ¿podemos suponer que hemos sido descubiertos?
—Jung Hoseok... —dijo Jimin, mirando el cuerpo en el suelo.
—¿Lo conoces, Minnie?
—Claro que lo conocemos —fue Taehyung quien respondió—. Es el Jefe de Seguridad de Gastrea. Si él está aquí, solo puede significar una cosa: Seokjin sabe de nuestro escape.
—Santo Cielo... ¡Nam! —Park sintió el aire escapar de sus pulmones—. ¿Dónde está Namjoon? Dijo que Seokjin lo había llamado a su oficina hoy.
—¡Mierda! Lo llamaré. —Las manos de Jeon temblaban, en medio de intentos inútiles por conectar la llamada—. ¡Nada! No tengo respuesta.
Estaban en medio de una encrucijada. Si bien podían suponer que Seokjin, como el hombre orgulloso y capaz que era, habría tratado de solucionar todo de manera discreta, intentando mantener el secreto de Gastrea en el círculo más cerrado posible, no tenían seguridad total de ello. De aparecer más perseguidores, no tendrían un plan.
Sin embargo, la posibilidad de dejar atrás a Namjoon estaba fuera de discusión. Era parte inseparable de su grupo, estarían juntos hasta el final. Pero también estaba el tiempo programado de despegue para el helicóptero, si perdían su medio de transporte, todo sería en vano.
—¿Y si logramos reprogramar el horario de salida del helicóptero, o cambiarlo a modo manual? —preguntó Jungkook.
—Intentar reprogramarlo podría ser una opción, ya que ninguno aquí sabría pilotearlo. Pero si alteramos el tiempo de paso por los controles de seguridad, y demás protocolos, seríamos más fácilmente capturados en el trayecto.
—Es verdad que es una opción, Chim —añadió Tae—. Pero incluso sin meternos en el sistema, si Jin nota que logramos escapar, podría interceptarnos en la ruta como medida de emergencia. Sería más fácil silenciar y manipular a unos cuantos involucrados, que a la opinión internacional.
—Por no mencionar que seguimos sin saber qué hacer con lo de Namjoon. Me preocupa su seguridad... Sabía que todo había sido demasiado bueno, para ser verdad.
—Intentemos de todos modos con el helicóptero, y a partir de ahí valoremos otras opciones —analizó Jungkook—. Yo seguiré intentando llamar a Nam.
Quizás Jungkook era el más inocente de todos, no conocía cómo funcionaba Gastrea. La ignorancia a veces podía ser una bendición, o la causa de desgracias evitables; hoy estaba siendo una opción optimista dentro de una realidad desalentadora. Era tan simple como recordar que no debían rendirse sin haber intentado, asumiendo el fallo ante un gran poder.
Dentro del helicóptero, con su ordenador conectado al sistema de controles, Taehyung intentaba por todos los medios burlar la seguridad para hacerse con el mando, pero le estaba resultando imposible. Eran demasiado pocas las personas en Gastrea, que podían igualarlo o superarlo cuando de ordenadores de trataba, no por nada estaba a cargo de la red informática de la ciudad. Sin embargo, alguien le estaba impidiendo acceder.
—Es inútil. —golpeó frustrado la superficie metálica—. ¿Quién está detrás de esto?
—Jamás pensé que llegaría el día en que viera un sistema que no pudieras desmantelar. Quién iba a decir que había una persona así de formidable y desconocida en Gastrea.
—Dímelo a mí. Estoy tan sorprendido que la hubiera querido de nuestro lado, y tan frustrado que quiero gritar.
—¿Qué opciones nos quedan, entonces? —indagó Jungkook, las expresiones de sus amigos estaban derrotadas.
—No lo sé. —Tae se desordenó el cabello—. Siempre tuvimos mis habilidades de hackeo como carta de triunfo infalible. Hasta ahora, solo Nam se me había comparado.
—¿Y Nam? ¿Qué pasará con él si no tenemos más tiempo? ¿Lo dejaremos? —El miedo ante esa idea hizo la voz de Jungkook temblar.
Presos de la confusión y la incertidumbre, solo acompañados por el sonido del teclado de Taehyung —quien había retomado su labor, negado a rendirse—, las ideas pasaban por sus mentes, cada una más veloz e inútil que la anterior. El tiempo se agotaba y las opciones se habían reducido a dos: irse sin Namjoon y arriesgándose a ser interceptados por Seokjin, o quedarse a buscarlo e intentar organizar una casi imposible segunda fuga.
Un pensamiento lógico, orientado hacia un bien mayor, haría que la respuesta fuera simple: marcharse. Pero, no se sentía correcto. Uno de los principales objetivos de su fuga era recuperar la humanidad y el sentido común que Gastrea les había arrebatado; ¿qué tan humano era abandonar a tu mejor amigo y salvarte, dejándole a él todo el peso de las consecuencias?
Por otro lado, había un miedo silencioso que ninguno se atrevía a pronunciar o admitir. ¿Y si Namjoon ya no estaba vivo? Si decidían quedarse, y no podían salvar a su amigo, ni cumplir su cometido, ¿qué objetivo cumpliría haber sido fiel a sus principios más altruistas? ¿Valdría la pena el riesgo, o solo estaban intentando no sentirse culpables por tomar la decisión que todos sabían era la más lógica?
—Yo me quedaré —afirmó Jimin, decidido, después de que su mente valorara las opciones.
—¡No te dejaré hacer eso! Acabo de recuperarte, no volveré a perderte. —Jungkook trató de rebatir con fuerza, pero su voz temblaba.
—No estarás pensando en quedarte, como precio de tu redención o algo así, ¿cierto? —Taehyung dejó su trabajo para enfrentarlo—. No eres el único que se ha llenado de mierda aquí, no voy a dejar que te lleves la peor parte. ¡Dame unos minutos, creo que puedo lograr algo!
—Todos sabemos que quedarnos es justo eso; la peor parte. Si lo admitimos, sentimos que algo más se romperá en nosotros, y que no queremos perder... Pero no es por eso, o mi redención, que he dado esta idea. Si me reúno con Nam, podremos crear un segundo plan de escape. Es tan bueno como tú con los ordenadores, nos las arreglaremos.
Taehyung abrió la boca, listo para rebatir con ese argumento doloroso y realista que ninguno quería admitir, cuando la pantalla del panel de control del helicóptero se encendió, mostrando a Namjoon.
—¡Nam! —gritaron todos al unísono, aliviados.
En la imagen se veía pálido, sudoroso y sofocado. Al revisar el teclado, vieron que se trataba de un video pre grabado y no una videollamada. Reconocieron el lugar como la oficina de Seokjin, Namjoon estaba sentado detrás del buró. La preocupación comenzó a mezclarse con el alivio. Su amigo, con voz entrecortada y algo jadeante, comenzó a transmitir un mensaje:
«Me atreví a hacer esto, porque confío en ustedes y sus capacidades. Sé que ahora mismo deben estar sobre el helicóptero, a pesar de las trabas que de seguro debieron enfrentar... También los conozco, y sé que estarán pensando algo estúpido, por no verme ahí. Lo siento, no creo que pueda llegar, pero... al menos, me aseguré de que se puedan ir... Nadie lo impedirá, ni siquiera ustedes mismos. Los quiero, chicos».
Terminado el mensaje, la compuerta metálica del helicóptero se cerró automáticamente y comenzaron a ejecutarse los protocolos para el despegue.
—¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué nos estamos yendo, Tae?! —gritó Jimin, desesperado.
—¡No soy yo! —Sus manos se movían veloces en el teclado—¡Joder! Ahora todo tiene sentido... Solo tú hubieras sido capaz de frenarme. Maldito genio... —Un nudo se formó en su garganta y las lágrimas lo traicionaron.
—¡No! ¡No, no, no! —Jungkook cayó de rodillas—. No nos hagas esto, no nos dejes. Vine aquí para recuperarlos, no quiero perder a ninguno. ¡Namjoon!
Jimin y Jeon se abrazaron, impotentes y frustrados, después de haber golpeado inútilmente todas las salidas bloqueadas. Taehyung, a pesar de sus esfuerzos por recuperar los controles, solo pudo tener acceso a las imágenes de la oficina del Gobernador General, donde su mejor amigo, desangrado y sin vida, abrazaba el cadáver de Seokjin, ambos con lágrimas secas en las mejillas.
Lograron escapar, pero el costo fue alto. Con sueños por cumplir, pero esperanzas rotas; con una gran misión y demasiados retos por delante. El camino sería escabroso y colmado de peligros, la verdad de Gastrea era un secreto bien guardado, pero no absoluto. Les esperaban enemigos formidables.
Serían ellos contra el mundo, pero aceptarían el reto. Nadie más debía perder la cabeza en La Ciudad de las Luces. La humanidad merecía un futuro mejor.
¡Holiwis! Con esto, hemos llegado al final de esta historia. Espero les haya gustado y me perdonen por tantos retrasos. Ha sido difícil lidiar con muchas cosas, pero intenté hacerlo lo mejor posible.
Muchas gracias a todos los que lleguen hasta aquí, ahora y en un futuro, por darle la oportunidad a esta loca idea. Los adoro. 💜
No planeo hacer un epílogo, prefiero dejar el final abierto y dejarles a ustedes la libertad de pensar en posibilidades. No es que no haya pensado en uno yo, si lo desean, pídanlo; pero les aclaro que el mío no será para nada bonito, por eso lo cierro aquí (de hecho, gracias a mi beta reader es que hay menos muertos XD. He estado en modo re dark mientras escribía esta historia jajajaja).
En fin, era eso. Gracias de nuevo y espero que nos volvamos a encontrar en otros fics.
Chao chan 😘
Hasta la próxima historia.
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