Capítulo 5
«La vergüenza me embargó, extendiéndose como si rezumara de la médula, y tuve la sensación de que me lo merecía, porque de lo contrario no habría sucedido. Yo sabía que eso no era cierto, pero algo dentro de mí, en la clase de educación que me habían dado, hacía que fuera imposible escapar a esa vergüenza que no paraba de crecer.» — Haven Travis en "El diablo tiene los ojos azules". Lisa Kleypas.
Los últimos días de clase fueron un infierno en la tierra, reafirmando la creencia de Fuyumi de que nadie valoraba lo suficiente el trabajo de los maestros y que su salario era un chiste.
Organizar el evento de clausura, por muy sencillo que este fuera, siempre requería un montón de horas extras, largas noches de desvelo y constantes reuniones en la sala de maestros que ponía a todos de mal humor.
Incluso Koichi parecía estresado, pero de ningún modo podía compararse a cuánto de ocupada estaba Fuyumi.
Sabía que a él no le gustaba que le cancelara las citas en su departamento, pero Fuyumi sabía que si se reunían con aquel temperamento volátil, la cosa explotaría de nuevo.
Así que optó por esforzarse al máximo cada día hasta el evento de clausura, apenas teniendo tiempo para dormir y comer, todo con el fin de darle a sus alumnos una amena despedida y motivarlos con una ceremonia optimista del futuro.
La mayoría de sus alumnos habían perdido un año debido a la guerra, así que se sentían asustados de dar el siguiente paso y no estar preparados. Fuyumi, que había intentado continuar las clases incluso en los refugios temporales, entendía su miedo y frustración y deseaba guiarlos hacia adelante y darles un empujoncito.
Para su sorpresa, el día antes de la ceremonia de graduación, su padre le mandó un mensaje pidiendo verse en la agencia.
Fue completamente inesperado y Fuyumi no estaba segura de querer confrontarlo en la cúspide de la agencia de Endeavor. Se sentía demasiado impersonal.
Sin embargo, le daba curiosidad lo que pudiera decirle. Y mentiría si dijera que no lo extrañaba un montón.
A mitad de la tarde, durante la hora del almuerzo, Fuyumi se trasladó de su escuela a la agencia. Incluso en aquellas partes de la ciudad podían verse edificios en plena reforma, con diversos equipos de construcción y obreros con permisos temporales para usar sus quirks.
Aquella ley estaba siendo cada vez más popular, incluso si todavía no completaban las reformas judiciales.
Hasta ahora, Fuyumi no había intentado usar su quirk. Más allá de las clases básicas que todos los niños recibían en el preescolar para controlar sus habilidades, nunca había entrenado con su hielo. Para bien o para mal, siempre se sintió muy cómoda con la indiferencia que mostraba su padre hacia un quirk que no fuera de fuego.
Al entrar a la agencia, todavía con la ropa formal que usaba para dar clases, se encontró teniendo que esperar a que la recepcionista terminara una llamada para atenderla.
Entre tanto, Fuyumi observó a un par de héroes de apoyo saliendo de un ascensor, todos con expresiones cansadas pero satisfechas.
Por un instante, tuvo la esperanza de ver entre el grupo a Shouto, pero fue decepcionada rápidamente.
— Disculpa. —La recepcionista le dedicó una sonrisa, echándose un mechón de cabello detrás de la oreja.— Todoroki Fuyumi, ¿verdad? —Ella asintió, recibiendo de la mujer un pequeño gafete rojo con la inscripción de "Visitante".— El jefe está en una reunión en este momento, pero creo que estará saliendo cuando llegues arriba. Si gustas, puedes esperar en su oficina.
Asintió de nuevo, haciendo lo posible para disimular su incomodidad.
Había visitado antes la agencia, cuando era más joven, pero nunca fueron visitas largas y mucho menos agradables. Si su padre era malhumorado en casa, en el trabajo era todavía peor.
Tomando una bocanada de aire, se puso de camino al ascensor, por donde había visto salir a los héroes de antes.
Para su sorpresa, antes de que las puertas automáticas se cerraran, una mano enguantada las abrió de vuelta.
— ¡Hawks! —Fuyumi se sobresaltó al tenerlo de frente, agitado y con las alas soltando plumas. Esta vez sí llevaba puesto su traje de héroe, con chaqueta de aviador y todo.— ¿Venías corriendo?
— Volando, en realidad. —La corrigió el rubio con una sonrisa, entrando con ella en el pequeño espacio y dejando que las puertas se cerraran. Al ver el número marcado en el tablero, su sonrisa se ensanchó.— Oh, ¿Tú también vas a ver al gran jefe?
— Me pidió que viniera a verlo. —Asintió con una mueca.— Y no es mi jefe. Ni el tuyo, ya que estamos.
— ¡Wow! —Hawks levantó las manos, casi en un gesto inocente.— Es sólo una expresión.
Fuyumi se encogió contra la pared del ascensor, llevándose las manos a las sienes de su cabeza.
— Lo sé, lo sé… Discúlpame. Parece que hoy no dejo de meter la pata.
Hawks la observó unos instantes. Si él fuera menos observador y ella cualquier otra persona, podría pensar que se trataba de una chica rica malcriada… Pero sabía que no era tan simple.
Volvía a tener aquella expresión de estrés que recordaba haberle visto semanas atrás en la calle, pero parecía incluso más a la defensiva qué antes.
Un timbre les avisó que habían llegado a su piso, pero en lugar de salir, Hawks apretó el botón para cerrar de nuevo las puertas.
— ¿Qué haces? —Fuyumi se sobresaltó, desconcertada, levantando la mirada hacia el héroe profesional.
No se había dado cuenta de la manera tan fija en que la miraba.
— Verifico que estés bien. —Respondió Hawks, recorriendo las facciones de su cara.
Aunque no era una mirada invasiva y no estaban demasiado cerca uno del otro, ella se sonrojó.
— E-Estoy bien, es sólo el calor. —Fuyumi se apresuró a usar su excusa habitual, pero al ver que no lo convencía del todo, se cruzó de brazos.— Soy una usuaria de hielo. El verano me pone un poco de mal humor.
— ¿Tienes fiebre?
"No, pero estoy un poco abochornada".
Fuyumi miró sobre el hombro del rubio cuando las puertas volvieron a abrirse, pero él volvió a presionar el botón para cerrarlas.
— N-No. —Intentó respirar despacio, decidida a ignorar el hecho de que estaba en una situación un tanto comprometedora con un colega de su padre, que además no era su novio.— S-Sólo estoy un poco irritable. De nuevo me disculpo.
Pero Hawks no parecía enfadado, sino… ¿Curioso? La verdad es que su rostro no revelaba ninguna emoción, pero viéndolo en retrospectiva, a pesar de su carácter extrovertido, Hawks siempre había sabido esconder sus verdaderas emociones.
Eso la hizo sentir nerviosa.
Ni siquiera se dio cuenta que seguía masajeándose las sienes cuando Hawks tocó suavemente su brazo, apenas rozando su manga con los guantes negros de su traje, pero dejó que la llevara fuera del ascensor cuando las puertas se abrieron una vez más.
En el recibidor del área de oficinas había multitud de personas, como era habitual en estos días.
La agencia Endeavor era una de las pocas que seguían en pie después de la guerra y no se daba abasto entre los llamados de emergencia, las investigaciones pendientes y el apoyo a agencias en surgimiento como "Big 3" y otras en plena reformación.
Fuyumi sabía que su padre estaba más ocupado que nunca, pero presenciar el caos formado en la agencia la remontó al año pasado, cuando estuvo en primera línea con Natsuo y su madre.
— Burnin-san, ¿puedo molestarte un momento? —Hawks levantó la mano libre, agitándola en el aire para llamar la atención de la heroína.
— ¿Qué haces? —Fuyumi susurró a su lado, sintiéndose cohibida cuando Burnin la miró, sobre todo cuando a todas luces iba apurada hacia algún lado.
Mientras que era casi imposible leer a Hawks, fue sencillo deducir que si la compinche de su padre permitía ser molestada por el héroe número 2, era sólo porque iba con la hija de su jefe.
— ¿Qué ocurre?
— Necesitamos bebidas frías. ¿El jefe no ha salido de su reunión?
Burnin resopló con cara de pocos amigos.
— Deberían haber acabado hace más de veinte minutos, pero los perros del gobierno no le van a soltar tan fácilmente.
Eso sonaba delicado.
Burnin debió darse cuenta de su tono cuando volvió a mirarla, intentando suavizar un poco su expresión.
— U-Um, no me avisó que vendrías, Fuyumi. ¿Quieres esperar en su oficina?
Hawks abrió la boca para intervenir, pero Fuyumi se apresuró a responder, incluso si el dolor en su cabeza se iba haciendo más intenso por minuto. Estar entre usuarios de fuego no le estaba haciendo bien.
— Sí, eso estaría bien. —Al percibir la mirada de Hawks a su lado, suspiró y añadió con aire resignado:— Si no es mucha molestia, ¿podría pedir un vaso de agua con hielo?
Puede que Burnin tuviera una peculiaridad de fuego, pero estaba acostumbrada a tratar con quirks que afectaban la temperatura del cuerpo, así que entendió de inmediato su dilema.
Luego de darle una sonrisa y asegurarle que enviaría a alguien, la heroína los dejó ir a la oficina de Endeavor.
Una vez ahí, Fuyumi se apartó de Hawks y se apresuró a abrir una ventana, dejando que el viento de las alturas la refrescara un poco.
— Lo siento. —Le escuchó decir al héroe alado. Al mirar hacia atrás, lo encontró caminando hacia ella a través de la enorme oficina, pero dándole todavía su espacio.— No quería agobiarte.
— No lo hiciste. —Ella se apresuró a corregir, pero el bochorno todavía la tenía inquieta y no pudo evitar abrirse más de lo que pretendía.— Es… Todo. El calor es más bien una excusa, aunque sí me lo hace todo más difícil. —Como si hiciera hincapié, se sacó la chaqueta beige del trabajo y la dejó sobre el marco de la ventana, bajando su mirada a la vista de la calle.— Estaba… Estoy… abrumada. Y no dejo de enfadarme cada vez que pienso que alguien está tomando decisiones por mí, como si yo fuera una niña tonta y malcriada. Pero enfadarme por eso sólo me hace sentir aún más tonta y malcriada.
Hawks seguía quieto en su sitio, ahora con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, pero daba la impresión de estar inquieto. Como un ave enjaulada.
Por primera vez, Fuyumi supo exactamente lo que pasaba por su cabeza.
— No digas "lo siento" otra vez. —Le advirtió, frunciendo el ceño. Muy a su pesar, sonrió cuando notó que él quería volver a decirlo.— No.
Hawks hizo un mohín y se pasó los dedos por los labios, como si cerrara una cremallera.
— Supongo que disculparse todo el tiempo no sirve de nada. —Él se encogió de hombros.— Pero espero que sepas que sólo estaba preocupado por ti. No pretendía transgredir tus límites.
"¿Mis límites?" Fuyumi pensó con cierta amargura mientras saboreaba la culpa. "Yo ya no tengo límites. Ya no sé dónde están. No entiendo cómo puedo mantener a raya a Hawks pero no a mi propio novio".
Las palabras se amontonaban al fondo de su garganta, pero no lograba dejarlas salir.
Porque entonces sería reconocer que algo no iba bien. Que se había equivocado y que su padre y su hermano tenían razón.
La vergüenza la estaba consumiendo de adentro hacia afuera, y el calor era sólo una expresión de ello.
—Fuyumi. —La voz de Hawks al pronunciar su nombre era suave, un poco cautelosa pero sobre todo delicada. Ella lo miró y sólo entonces notó que había empezado a hiperventilar.— Fuyumi… Déjame ayudarte, por favor.
No, no podía. No podía dejarle saber…
— ¿Fuyumi?
Pero esa no era la voz de Hawks, sino la de su padre.
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Endeavor había salido mucho más tarde de aquella odiosa reunión de lo que había esperado. Le habían avisado de la llegada de su hija, pero por mucho que quisiera terminar aquel asunto, no podía darles a esos simios del gobierno lo que querían.
— Tal como están las cosas, no tiene sentido que continúe como hasta ahora. —Le había dicho un miembro del nuevo gabinete de seguridad nacional. Aunque los puestos se ocupaban y desocupaban con gran rapidez en estos días, tenía que seguir viendo su estúpida cara en su oficina cada vez que tocaban este asunto.— Se le ha pedido en más de una ocasión que reconsidere su puesto como…
— ¿Quiere que renuncie como el héroe número 1 del país, después de todo lo que pasó? —Le preguntó con la sangre en ebullición.— ¿Por qué piensa que al haber acabado la guerra, el crimen y los villanos mágicamente han desaparecido?
— La violencia a nivel nacional ha disminuido más del 40% sólo en los últimos meses, Endeavor-san. —Le recordó el Senador Hanzo, el único hombre con medio cerebro en ese grupo. Enji lo conocía desde hacía varios años, aunque tampoco le caía bien.— No le estamos pidiendo que se retire…
— Aunque eso también sería bienvenido. —Murmuró uno de los abogados.
El Senador le lanzó una mirada inconforme.
— Pero aún con su participación en la guerra, es inapropiado que conserve este título después de lo que salió al público en relación a su familia.
— Y —añadió el miembro más joven del equipo, con un brillo burlón y desdeñoso en la mirada—, sobre todo cuando su hijo mayor, uno de los altos lugartenientes del Frente de Liberación Paranormal, fue capturado y encerrado por usted mismo durante su última batalla.
Touya. Dabi.
Enji no quería pensar en eso, aún no estaba listo. Había tenido mucho cuidado de que el pensamiento de su hijo en prisión no arruinara todos sus esfuerzos para redimirse.
En el fondo sabía que nunca sería suficiente, pero había una persona que aún creía en él y le había hecho prometer que no se daría por vencido.
No importaba la vergüenza, la culpa, el dolor y la pena… Debía mantenerse de pie.
— No pienso renunciar al título. —Declaró, colocando sus enormes manos sobre su escritorio. Algunos de los hombres se vieron intimidados por la vista del héroe enfadado.— Aunque me causa curiosidad saber por qué no simplemente me lo quitan. Tal como dijeron, el público sabe que no he sido un buen hombre en el pasado.
El Senador le sostuvo la mirada, pero los demás se miraron entre sí.
No era sencillo reconocer que a pesar de todo, la opinión del público se había polarizado muchísimo y después de su participación para detener a All For One, la idea de perderlo también a él podría destruir la frágil sensación de seguridad que poco a poco se iba recuperando en el país.
Ellos lo sabían y Endeavor también, así que no tuvieron nada más de qué hablar.
Enji no era tan ingenuo para pensar que el asunto estaba cerrado, pero se tomó un momento para respirar tranquilo, lejos de esas alimañas de traje y corbata.
Al menos, hasta que Burnin entró a la sala de conferencias para avisarle que su hija ya había llegado y no se sentía muy bien.
La última vez que atendió un bochorno de Fuyumi fue cuando ella tenía cuatro años, poco antes del nacimiento de Natsuo. En aquel entonces, apoyaba a una Rei embarazada con el cuidado de Touya siempre que podía, pero no solía ser necesario con Fuyumi. Ella era una auténtica princesita, alegre y con un excelente comportamiento.
El problema era que no se llevaba muy bien con el calor y en aquella ocasión el aire acondicionado de la casa estaba descompuesto.
Enji la había encontrado enferma y malhumorada, y aunque se había resistido con la terquedad de una mula, al final permitió que él la cuidara y la ayudara a refrescarse con compresas frías, té helado y un ventilador portátil que consiguió en la tienda de conveniencia.
De eso ya hacía más de veinte años, pero la urgencia era exactamente la misma cuando entró a su oficina y la encontró a un lado de la ventana, respirando agitada como si no cupiera dentro de su propia piel.
— ¿Fuyumi?
Ella lo miró. Enji ni siquiera se percató de Hawks cuando atravesó la oficina en un par de largas zancadas para inspeccionar a su hija.
Sabía que no debía acercarse demasiado o la sofocaría con su calor personal, así que mantuvo la distancia necesaria para observarla e inspeccionar los síntomas más evidentes.
Le faltaba el aire, eso era obvio, y su rostro tenía un ligero rubor y por su cuello descendían pequeñas gotas de sudor.
Se estaba deshidratando.
— ¿Qué puedo hacer para ayudar? —Preguntó de repente Hawks, y sólo entonces Enji se fijó en él. Parecía tan ansioso como una cacatúa encerrada que se picaba las plumas.
— Llévala al sillón. —Le indicó, señalando el centro de la oficina.
Si por alguna razón Fuyumi perdía el equilibrio o la conciencia, era mejor que la sujetara alguien que no ardía… Literalmente.
— Hawks… —Fuyumi llamó al héroe, casi como si le estuviera suplicando.
Enji se sorprendió cuando notó que el rubio se inclinaba hacia su hija para susurrarle algo, pero estaba demasiado ocupado cambiando el termostato de la oficina para enfadarse.
Desde las nuevas reformas en la oficina, había colocado un pequeño frigobar detrás de su escritorio. Sacó un par de botellas de agua y un té helado de limón.
Volviendo con su hija en tiempo récord, la encontró con la mirada clavada en sus rodillas.
— Sé que esto no es cómodo. —Le dijo Enji, hincándose frente a ella mientras le ofrecía el té y una de las botellas de agua.— Bebe ésta y usa la otra para refrescarte la frente y el cuello.
Fuyumi obedeció, exhalando un suspiro helado cuando la botella fría tocó su piel. Poco a poco la temperatura de la oficina empezaba a bajar y el té le hidrató la garganta cuando se bebió de golpe la mitad.
— Me diste éste mismo té cuando era niña. —Mencionó Fuyumi, casi sin querer, mientras giraba la botella en su mano. Creía haber olvidado aquel episodio de su infancia, pero de pronto recordó las atenciones de su padre y su expresión preocupada.— Cuando me dio ese bochorno de verano.
— Tu madre me dijo que era bueno para la deshidratación. —Enji se encogió de hombros.— También a mí me ha servido. Es sorprendente las cosas que podemos tener en común los usuarios de hielo y fuego.
Fuyumi sonrió, muy a su pesar, mientras pensaba que cualquier cosa era posible en su familia. Para ser usuarios de elementos contrarios, sus padres habían creado un auténtico nicho de investigación en su hogar.
Le tomó un rato más recuperar una temperatura apropiada para su sistema. Sabía que, objetivamente, el frío no afectaba a su padre de la misma manera que el calor la afectaba a ella, pero cuando recordó la presencia de Hawks a su lado, no pudo evitar preocuparse.
Él percibió su inquietud antes de que pudiera decir nada.
— Ah, creo que salgo sobrando en esta adorable escena de padre e hija. —Mencionó con una sonrisa descarada, levantándose del sillón y frotando dramáticamente sus brazos.— Además, ahora hace mucho frío para que cualquier ave se sienta cómoda. Si no les importa, iré por uno de esos cafés rancios que sirven en la sala de compinches.
Fuyumi notó que su padre fruncía el ceño con irritación, pero ambos sabían que aquella era sólo la manera tan peculiar de Hawks para darles algo de privacidad.
— Gracias. —Ella se apresuró a decirle al héroe número dos, recibiendo de él una mirada curiosa. Ahora que su sistema se había regulado, pudo obsequiarle una brillante sonrisa de gratitud y amabilidad.— Por traerme hasta aquí y ser tan comprensivo. Gracias.
Si no se tratara del cerebro de pájaro y su única hija, Enji podría haber encontrado divertida la torpe reacción de Hawks ante la gratitud de Fuyumi. Podía entender por qué alguien no sabría responder, marchándose con apenas un asentimiento y un tropiezo idiota en el marco de la puerta.
Pero no iba a mencionarlo, por supuesto. No podía olvidar que su hija tenía novio, y por mucho que le desagradara, era la razón por la que ambos estaban ahí.
— ¿Cómo te sientes? —Le preguntó, todavía a una distancia razonable.
Fuyumi había recuperado su color natural de piel y el sudor se había detenido. También parecía más estable.
Pero él quería escucharlo de ella.
— Mejor. —Fuyumi sonrió levemente, casi sin querer, antes de beber lo que quedaba del té. Luego suspiró.— Gracias. No quería interrumpir tu reunión.
— No lo hiciste.
Enji se veía muy serio. Fuyumi podía saber cuando algo lo estaba molestando en el trabajo, pero a diferencia de años pasados, él no volcó sus frustraciones en ella. No gritó ni se alzó como un gigante volcánico del que tuviera que buscar refugio.
De hecho, permanecía con una rodilla en el suelo, dándole toda su atención.
Las sensaciones que le produjo el contraste fueron caóticas, impredecibles e incluso aterradoras, pero no volvió a perder el control.
— ¿Por qué me pediste venir? —Le preguntó, sus ojos llenándose de lágrimas que no tenía intención de derramar.
— Quería verte. —Él le dijo con franqueza, como si no esperara que fuera suficiente excusa.— Sé que es mi culpa que casi no nos hayamos visto últimamente…
— Has estado evitándome a propósito para no tener que ver a mi novio. —Ella lo acusó, no sin fundamentos.
Enji no lo negó.
— Lo sé, pero no quiero seguir haciéndolo. —Suspiró.— Creí que estaba haciendo las cosas más fáciles para todos si simplemente no aparecía en los almuerzos familiares. Todavía no controlo bien mi temperamento y lo último que quiero es hacerte infeliz.
Fuyumi respiró lenta y profundamente, bajando la mirada hacia la botella vacía de té. Seguía un poco fresca entre sus manos.
— No verte me hace infeliz, papá. —Ella murmuró, percibiendo como su padre se tensaba de golpe.
No se había dado cuenta de lo difícil que era para él enfrentarla siendo vulnerable. Debía creer que era más fácil lidiar con la furia y el resentimiento de Shouto y Natsuo. Por dios, tal vez incluso prefería enfrentar a Touya, porque entonces podría recibir sus golpes para hacerse cargo de de la culpa.
Y por horrible que fuera, ella podía entender esa lógica.
— Odio pensar que te hice creer que no me importas en absoluto, Fuyumi. —Le escuchó decir.— Porque me importas. Y sé que no es tu culpa que yo sea una mierda gestionando mis emociones…
Fuyumi tensó los labios, pero no lo interrumpió. No recordaba que hubieran charlado así alguna vez en el pasado. Incluso cuando su padre había mostrado arrepentimiento, siempre había enfatizado el daño que les hijo a todos sus hijos.
A veces Fuyumi se preguntaba si él sabía cómo le había afectado a ella.
Pero incluso si nada se solucionaba con unas simples disculpas, ella pudo ver la sinceridad en el rostro de su padre. El genuino deseo de mostrarle su aprecio.
— Sin embargo, no creo que me pidieras venir aquí para decirme que mágicamente has aceptado a Koichi como mi novio. —Replicó, cruzándose de brazos.
Él suspiró pesadamente mientras bajaba la otra rodilla al suelo. A pesar de la postura sumisa, no parecía derrotado ni humillado.
Sólo accesible.
— No. Te pedí que vinieras porque no pienso dejar que algo como esto me aleje de tí de nuevo. —Enji frunció el ceño, con esa expresión decidida cuando está de cara al público o frente a un villano poderoso.— No me gusta Fujiwara y no fingiré que lo hace. Hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero no se trata de mí. Es tu relación y respetaré los límites que tú impongas.
Eso sonaba confuso, pensó Fuyumi. No podía evitar sentirse un poco molesta de que su padre siguiera rechazando a Koichi, aunque técnicamente no había hecho nada malo.
"Nada que él haya visto hasta ahora, al menos", le dijo una vocecita molesta al fondo de su mente, pero la acalló con un cabeceo.
— Agradezco tus intenciones, papá, pero todavía no entiendo por qué te desagrada tanto Koichi. —Incluso si sabía que él estaba haciendo un gran esfuerzo ahí, seguía sintiendo la punzada de una espina en el zapato.— A menos que Shouto estuviera diciendo la verdad, y tú también pienses que mi novio sólo está conmigo para acercarse a ustedes.
Ante el silencio y la cara de poker de su padre, Fuyumi se levantó del sillón de un salto.
— ¡No puedo creerlo!
Su padre también se levantó, extendiendo las manos hacia ella como si esperara que se desmayara o algo así. Como si fuera tan frágil.
— Fuyumi…
— ¡No, nada de "Fuyumi"! ¿Qué tan grande debe ser tu ego para pensar que todas las personas a mi alrededor sólo quieren ganarse tu favor?
A pesar del dolor en el rostro de Enji, también pudo ver un atisbo de molestia frente a su acusación.
— Yo no dije eso.
— ¿O tal vez piensas que el problema soy yo? —La alternativa era todavía peor, y aunque se prometió no llorar, Fuyumi sintió las frías lágrimas corriendo por sus mejillas.— ¿Por qué otra razón un hombre se fijaría en mí… Si no fuera para obtener alguna ventaja con dos de los héroes más famosos del momento?
Ella suspiró. En el fondo sabía que sus palabras eran injustas y que su inseguridad estaba no sólo presuponiendo demasiadas cosas, sino que además estaba hiriendo a su padre, quién sólo estaba preocupado por ella.
Era igual que con Shouto.
Y como la última vez que habló con su hermano, decidió que no quería seguir aquella conversación.
— Fuyumi.
El hecho de que su padre no quisiera dejarla ir, pero que tampoco la retuviera físicamente se volvió un deja vú. "Él y Shouto son más parecidos de lo que están dispuestos a aceptar".
Aunque no se dio la vuelta, se detuvo un instante junto a la puerta de la oficina.
Un momento después, su padre le entregó otra botella de agua helada.
— Para el camino. —Le dijo, incómodo, antes de añadir:— Sé que esto no fue lo que tú esperabas, Fuyumi, pero por favor… Déjame estar ahí para tí si me necesitas.
La duda la paralizó un instante, pero finalmente el enfado ganó la partida y le impidió responder. Sólo tomó la botella de agua y salió de la oficina.
Afuera todo seguía en caos, pero no vio a Hawks por ningún lado.
Mejor, no creía poder mantenerse firme si él la enfrentaba con esa mirada penetrante que tenía.
.
.
.
Al final, sólo Rei acudió a la ceremonia de graduación de la clase de Fuyumi.
Natsuo tenía un exámen importante ese día y Shouto no había conseguido un pase de salida en la UA.
Y Enji, aunque había querido asistir, no recibió una invitación.
La ceremonia había sido hermosa y los niños reían y celebraban con sus padres.
Y Fuyumi no podría haberse sentido más infeliz.
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