Capítulo 4

Luego de la desastrosa cita del viernes con Koichi, Fuyumi pasó el fin de semana con una terrible migraña que la dejó en cama la mitad del tiempo. 

Rei se había mostrado particularmente preocupada, pues se acercaban a la época más calurosa del año y temía que se tratara de un golpe de calor. 

— Sabes que debes mantenerte hidratada en estos días, Fuyumi. —Le dijo mientras le llevaba a su habitación un té bien helado.— Eres aún más susceptible al calor que Natsuo y yo. 

Fuyumi se limitó a sonreír, aceptando el té y dándole la razón a su madre. 

No quería tener que explicar que su migraña estaba directamente relacionada con el estrés. Sonaría como una niña pequeña poniendo excusas para no ir a la escuela el lunes, incluso si sus síntomas se habían vuelto físicos debido a la ansiedad y la expectativa. 

No quería quejarse de Koichi. No cuando ya la mitad de su familia tenía una mala imagen de él. 

Los días que se suponía tenían que servirle de descanso fueron sólo un largo e incómodo interludio de lo que sería su siguiente semana. 

Cuando llegó la mañana del lunes, la migraña se había intensificado a niveles preocupantes, añadiendo además una fiebre ligera y dolor de estómago. 

Sabiendo que no podría darle una buena excusa a su madre, optó por salir más temprano que de costumbre, todavía sin desayunar. Temía a la inminente confrontación, pero esperar en casa con aquella ansiedad era muchísimo peor. 

Como era de esperar, no se cruzó con Koichi al llegar a la escuela. Él realmente no deambulaba por los pasillos ni entraba y salía de las aulas, tal como era su propia rutina, sino que trabajaba en el edificio administrativo del colegio y a menudo salía para reuniones con la secretaría de educación. 

La ansiedad fue disminuyendo poco a poco conforme pasaban las horas, hasta el punto que el dolor de estómago desapareció y ella pudo concentrarse en sus deberes. 

— Estás más pálida que de costumbre —Le dijo Umeko mientras almorzaban—, ¿estás bien? 

Fuyumi miró a su amiga y colega con una sonrisa cansada. 

— Sí —mintió—, es sólo que hace mucho calor. 

Umeko pareció aceptar su excusa con una larga exhalación y varias quejas sobre el tiempo que faltaba para las vacaciones de verano. Tenía muchas ganas de ir a la playa con su novio y tomar un poco de sol. 

— Me imagino que no te gustaría unirte a mi plan con Ryu, ¿o sí? —Umeko dejó caer la sugerencia con una sonrisa cargada de intenciones.— Ya sé que no va bien el calor, pero esta podría ser una buena oportunidad para que tú y Fujiwara lo lleven al siguiente nivel. ¡Sería una cita doble! 

"¿Llevarlo al siguiente nivel?" 

Fuyumi se atragantó ligeramente, sintiendo que se le subían los colores aún si el calor no tenía nada que ver. 

Sabía que era una mujer adulta, que acostarse con su novio no tendría nada de malo. Tampoco es como si fuera su primera vez. Sin embargo… 

No estaba segura de cómo abordar el tema. Ni con Umeko ni con el propio Koichi. ¿Tal vez era demasiado tímida? 

— ¿A qué playa irán? —Preguntó, decidida a cambiar de tema, sin afirmar ni negar nada.

— Todavía no lo decidimos. —Reconoció su amiga, levantando la mirada al techo.— Okinawa es muy caro, pero… ¿Tal vez Fukuoka? 

En esta ocasión, Fuyumi tuvo mucho cuidado controlando su expresión. En realidad, no había ninguna razón para que no pudieran hacer un viaje en parejas a la ciudad costera de Fukuoka, donde casi siempre brillaba el sol y había un montón de lugares para divertirse. 

Sin embargo, parecía un poco extraño vacacionar en la ciudad asignada de Hawks, incluso si la probabilidad de cruzarse en un sitio tan grande era irrisoria. 

Umeko y ella siguieron conversando un poco más. A Fuyumi le gustaba escuchar sobre la relación de su amiga, sobre todo ahora que no debía mantenerse al margen como la "amiga soltera". 

Cerca del final del receso, Umeko se sobresaltó, sonriendo a alguien que se aproximaba detrás de Fuyumi. 

— ¡Ah, Fujiwara-san! Justo estábamos hablando de ti. 

Fuyumi se congeló en su sitio, incapaz de darse la vuelta. Bien podría haber activado accidentalmente su quirk y no notaría la diferencia. 

Y por otro lado, ¿estaban hablando de él? 

Oh, Umeko. 

— ¿Oh? —La voz de Koichi sonaba divertida y ligera.— Espero que fueran sólo cosas buenas. 

Fue de lo más extraño, pensó Fuyumi. A sus oídos, Koichi sonaba tranquilo y muy educado, casi cariñoso, pero algo en la expresión de Umeko cambió a una más seria y desconcertada. 

Como si saltara con un extintor delante de un incendio, Fuyumi levantó la mirada hacia atrás, sonriendo a su novio. 

— Por supuesto. De hecho, Umeko me estaba hablando de la posibilidad de ir a la playa para estas vacaciones de verano. 

Los ojos de Koichi se iluminaron en un fascinante color rosado, dando una sensación de alivio a Fuyumi que parecía compensar los últimos dos días de tensión y angustia. 

— Eso suena genial. —Koichi miró a Umeko, sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de tweed.— ¿Con Ryu? ¿Ya han pensado en alguna playa en particular? 

— A Ryu le gustaría ir a Okinawa, pero está un poco por encima de nuestro presupuesto. —Dijo Umeko, que parecía tan aplacada como Fuyumi, recuperando esa bonita expresión optimista y soñadora que la hacían una de las favoritas de sus estudiantes.— Yo creo que Fukuoka sería un lindo lugar para visitar. 

— Bueno, también hay playas muy bonitas en Chiba, como Atami. —Repuso casi de inmediato Fuyumi.— E incluso aquí en Shizuoka hay buenos lugares para tomar el sol. 

Los tres continuaron compartiendo ideas sobre el viaje hasta que sonó la campana. Umeko se adelantó de vuelta a su salón de clases y Fuyumi tomó el coraje para enfrentarse a su novio, quien parecía de muchísimo mejor humor ahora. 

— Hey. 

— Hey. —A pesar de seguir en la escuela, Koichi la rodeó con sus brazos, atrayéndola en un abrazo suave y cálido.— Lamento mucho lo del viernes. Me habría gustado que te quedaras el fin de semana. 

— No, yo lo siento. —Fuyumi suspiró, apoyando la frente en el pecho masculino.— No tenía razones para discutir así contigo. No quise hacerte enojar. 

Lo sintió apretar su cuerpo de manera reconfortante, haciendo espacio sólo para besar su frente. 

— Lo sé. —Las manos de Koichi le recorrieron la espalda en círculos, nunca muy abajo de la cintura.— Fue tonto. Pero eres tan amable, Fuyumi… Creo que jamás podría cansarme de tí. Eres perfecta. 

Fuyumi sonrió, radiante, y se inclinó hacia atrás para besar a su novio. 

A partir de ahí, su día continuó igual de bien, pudiendo realizar todas sus actividades sin el estrés que la había acomplejado el fin de semana. 

— Parece que te sientes mejor. —Le comentó Rei, mientras ambas preparaban la cena. 

Se había vuelto un ritual de ambas, un tiempo que pasaban a solas lejos de los varones de la casa. Fuyumi había experimentado cierta extrañeza cuando su madre empezó a tomar algunas de sus responsabilidades en el hogar, discutiendo incluso cuando Rei delegó tareas entre los muchachos y el propio Enji. 

Fue una auténtica revolución, pero luego de largas charlas, Fuyumi dio su brazo a torcer. 

— Estaba un poco estresada. —Le confesó a su madre mientras lavaba las verduras. Últimamente llevaba el cabello en un chongo alto, ya que incluso en una coleta le resultaba un poco estorboso.— Tuve una discusión con Koichi el viernes y… ¿Supongo que me preocupaba verlo hoy? —Fuyumi se echó a reír, sin notar que su madre dejaba de lado su tarea para mirarla.— Ojalá no hubiera exagerado tanto. Al final nos disculpamos mutuamente y todo siguió como si nada. 

Luego de un largo silencio, Fuyumi levantó la mirada hacia su madre, quien se debatía entre decir algo y seguir preparando la carne que usarían en el estofado. 

— ¿Mm? ¿Pasa algo? 

— No, no. Sólo… —Rei tensó los labios, girándose para cortar las tiras de carne y remojarlas en la salsa de soya.— Perdóname, Fuyumi. No sabía que estabas tan estresada. Creí que era el calor. 

— ¡Ah, pero está bien! —Fuyumi levantó las manos mojadas, intentando quitarle peso al asunto.— No fue para tanto. La verdad es que me hice una tormenta en un vaso con agua. 

Rei volvió a hacer una pausa antes de hablar, como si eligiera con mucho cuidado sus palabras. 

— ¿Fue grave su discusión? 

Aunque no podía compararse a los síntomas físicos que experimentó el fin de semana, la garganta de Fuyumi volvió a cerrarse de manera un tanto dolorosa. 

Se negaba siquiera a recordar el motivo de la discusión, y aún más lo que vino después. No iba a arruinar el buen ambiente que tenían ahora. 

— No. —Se encogió de hombros, volviendo a sus tareas con un gesto despreocupado.— Como dije, fue una tontería. ¡Oh, incluso estamos considerando pasar unos días en la playa con Umeko y su novio! 

— ¿Una excursión de parejas? —Rei sonrió divertida, riendo cuando su hija lo confirmó con un cabeceo.— Eso suena encantador, pero a tu padre no le gustará mucho. 

— Lo sé. —Fuyumi suspiró.— Siempre quise que fuera del tipo "papá celoso", porque casi no me ponía atención cuando era niña. Pero la verdad no es muy divertido. 

— Te entiendo perfectamente. —Rei compartió su suspiro.— Mis padres eran muy estrictos con todo. Jamás hubieran permitido que me quedara en casa de mi novio, y mucho menos salir en pareja a otra ciudad. 

Fuyumi se sintió mal por su madre. Aunque conocía a sus abuelos y sabía que eran estrictos y conservadores, no había pensado en ellos como las personas que criaron a su madre. Tal vez explicaba que Rei hubiera acabado en aquella relación con Enji, para empezar. 

Fue sencillo descartar las preocupaciones de su padre, siendo ella una mujer adulta que no necesitaba pedirle permiso para tener una relación, pero seguía inquieta por Shouto. 

No habían hablado en más de una semana. 

 La última discusión que tuvieron seguía rondando su cabeza, a veces con un efecto doloroso por las palabras de su hermano menor… Y a veces con enojo. Ella había estado suficientes años detrás de la sombra de los héroes de su familia para que ahora también arruinaran su vida social. 

Quizá fuera esa la principal razón de que intentara con tanto esfuerzo que lo suyo con Koichi funcionara, de tal forma que las siguientes semanas hizo todo lo posible para mantener la fiesta en paz con su novio. 

Cada vez que estaban juntos, ella pasaba por alto un montón de cosas, pero siempre se decía que eran nimiedades. Como el hecho de que Koichi nunca le permitiera pagar su parte cuando salían a algún lado, o la curiosa ausencia del mercedes que le había presumido en su primera cita. Tampoco peleaba cuando él ordenaba por ella o elegía la película que verían, incluso si el recuerdo de Shouto le provocaba una punzada de ansiedad al fondo de su mente. 

En general, Fuyumi había elegido un filtro de perfección y lo había colocado sobre Koichi. Y lo cierto es que había funcionado bastante bien. 

Ambos estaban más felices que nunca y pasaban todos los fines de semana juntos, hasta que un día, como era de esperarse, pasaron al "siguiente nivel". 

La rutina de besos y abrazos dio paso a algo más, y dado que no había nadie para detenerlos, acabaron en la cama hasta llegar al final. 

Fuyumi sabía que debía sentirse satisfecha, pues su novio no era exactamente un mal amante. 

Tan sólo le angustiaba pensar que no parecía… Nada del otro mundo. 

La ansiedad había vuelto a atacarla cuando Koichi se quedó dormido a su lado, y ella tenía miedo de salir de la cama y despertarlo. Temía romper el momento, así que se quedó acostada con los ojos bien abiertos, sin poder descansar del todo.

Los días siguieron pasando y Fuyumi no tenía con quién hablar de esto. Parecía imposible compartir con alguien un asunto tan delicado e íntimo. Además, ¿qué se suponía que iba a decir? Koichi no tenía la culpa de que ella no pudiera… 

En fin. 

No importaba cuántas veces su madre y Natsuo le preguntaran cómo iban las cosas con Koichi, no se atrevía a mencionarlo. 

Parecía mala idea contarle a Umeko, siendo que su amiga conocía a su novio y todos trabajaban en el mismo lugar, pero decidió correr el riesgo. 

Cabe decir que su reacción no fue muy tranquila que digamos. 

— ¿¡Estás diciéndome que ese tonto no ha podido darte un orgasmo!? 

Si Fuyumi no se desmayó en ese mismo momento, fue debido a que su primer instinto fue cubrir la boca de su amiga con las manos. 

La había citado en una cafetería, lejos del trabajo, para no provocar chismorreos en la escuela, pero este seguía siendo un lugar público y no era la clase de cosas que le gustaría que las personas supieran de ella. 

— ¡No tan alto! —Le susurró con apremio y la cara roja.— ¡Umeko, por dios! No puedes gritar esas cosas. 

— Puedo, porque es un crimen absoluto. —Replicó su amiga, igualmente bajando la voz. No lucía contenta.— Cariño, llevas meses saliendo con él. ¡Y luces tan contenta! ¿Cómo puede tu vida sexual ser tan mala? 

— N-Nunca dije que fuera mala. —Fuyumi se puso a la defensiva, sonrojándose más si cabe.— Sólo es que yo… Bueno, he tenido dificultades para "eso". 

Umeko se cruzó de brazos y levantó una ceja. 

— ¿Y cuántas veces lo han hecho?

Fuyumi puso mala cara. 

— ¿Tengo que responder a eso? 

— ¿Dos, tres? 

—... 

— ¿Cinco? 

Ahí venía otra migraña. 

— Alrededor de seis. —Reconoció finalmente, tomando de aquel exquisito latte frío con extra de caramelo. El barista sabía cómo ayudarla a ahogar sus penas.

— Seis veces, y ni un orgasmo. —Umeko resopló. Parecía oscilar entre la indignación y la incredulidad.— Y debo suponer que él no tuvo ese problema en cada ocasión. 

Fuyumi apartó la mirada. 

— Bueno, a los hombres no se les complica tanto ese asunto. —Argumentó.— Y no es que yo la pasara mal ni nada de eso. En realidad, siempre es agradable. 

— Oh, cariño. Si yo le dijera a Ryu que acostarme con él es "agradable", el pobre saltaría de un puente. 

En otro tiempo, Fuyumi se hubiera reído. Siempre le había gustado la franqueza casi cómica de Umeko, pero en esta ocasión, no pudo evitar sentirlo como una crítica a su relación. 

— Bueno, perdóname por no recrear una película porno con mi novio. 

Umeko se quedó sin habla, casi tan sorprendida como lo estaba la propia Fuyumi. ¿Desde cuándo decía cosas tan hirientes y mezquinas, incluso cuando sabía que su amiga sólo estaba preocupada por ella? 

— Diablos, lo siento, Umeko… No sé de dónde salió eso. —Fuyumi dejó caer la cabeza en sus manos.— No quería insinuar… Dios, eso fue horrible de mi parte.

— Pues sí, lo fue. —Umeko sonaba molesta, pero al menos no se marchó de inmediato.— Fuyumi, no tiene nada de malo para una mujer querer disfrutar del sexo. Koichi ni siquiera es tu primer novio. 

Ella suspiró, deseando que se la tragara la tierra.

— Sí, es decir… Lo hice un par de veces antes. —Reconoció en voz baja, todavía avergonzada.— Pero fue con mi primer novio y ambos éramos vírgenes. No tengo demasiado con qué comparar. 

Un silencio cayó entre ambas y, a pesar del miedo de ver a su amiga furiosa, Fuyumi levantó la mirada con curiosidad. 

En realidad, Umeko parecía curiosa y preocupada. 

— Sé que no todos vivimos el sexo de la misma manera, Fuyumi. —Le dijo finalmente, luego de una larga reflexión.— No quise molestarte con eso, pero debes entender que me preocupa que Koichi pueda estar obteniendo más que tú en algo que se supone que debería ser placentero para ambos. 

A diferencia de Shouto, Umeko fue más delicada al darle su punto de vista. Eso no impidió que Fuyumi intentara cambiar el tema, pues se sentía mentalmente cada vez más cansada. 

Era increíble lo rápido que se agotaba cada vez que hablaba de su relación con Koichi, lo que en momentos así, le hacía reconsiderar si valía la pena o no continuar con él. 

"Si rompiera con Koichi, mi papá y Shouto estarían muy felices". El simple pensamiento le amargó la intención. 

Nunca había sido la clase de persona que tomaba decisiones para llevarle la contraria a su familia. Ni en sus peores momentos había sido rebelde, y vaya que tuvo oportunidades para hacerlo. 

Natsuo iba en la secundaria cuando ella tuvo su primer novio, pero siempre eligió darle prioridad a su hermano. Nunca hubo berrinches, escapadas por la noche o desafíos a la autoridad de su padre.

Pero de alguna manera, Koichi le hacía sentir que tenía que probar que su padre y su hermano no eran las piezas fundamentales de que él la quisiera.

Tenía que demostrar que ella tenía el control… Incluso si cada día que pasaba estaba más convencida de lo contrario. 

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