Capítulo 2

Habían pasado dos meses desde que comenzara a salir con Koichi y Fuyumi no podía sentirse más complacida en la vida.

Según una de sus amigas, Umeko, aquella era la etapa de "luna de miel", pero Fuyumi podía ver que el interés de Koichi iba más allá de citas casuales para matar el aburrimiento.

Hasta ahora, él no había insistido en ir más allá de simples besos y abrazos y caricias superficiales mientras miraban alguna película en la sala de su departamento. Las cosas iban tranquilas y eso le parecía excelente.

Rei estaba contenta de verla más sonriente y activa en sus relaciones sociales, y Natsuo no desaprovechaba cualquier oportunidad para molestarla y preguntarle cuándo sería la boda.

Enji, por otro lado, no estaba tan contento con la relación.

Había tenido la oportunidad de conocer a Koichi apenas una semana de que comenzaran a salir, luego de que Rei le invitara a cenar con ellos en casa.

El ambiente había sido tenso por culpa del héroe profesional, que no colaboraba en la conversación más que para hacer preguntas desagradables al novio de su hija.

— ¿Trabajas con Fuyumi? —Le preguntó con esa cara de pocos amigos que asustaba a los niños.

— Sí, señor. —Koichi parecía un poco asustado, pero también complacido con la atención de Endeavor.— No nos vemos todos los días, pero trabajamos en el mismo edificio. Nosotros…

— ¿Y por qué no supe de ti hasta ahora?

La grosera inquisición sobresaltó a Koichi e hizo enfadar a Fuyumi, Rei y Natsuo. Fue únicamente gracias a Rei que Enji se disculpó, evitando así un enfrentamiento. De todos modos, el héroe no parecía contento en absoluto.

— Está cruzando la línea. —Se quejó Natsuo después de que Koichi se fuera a casa.

Fuyumi, que en el pasado había intentado abogar por su padre, no pudo sino darle la razón.

— Tranquila. —Su madre la abrazó, compartiendo ese calor familiar que Fuyumi había extrañado y necesitado todos los años de su ausencia.— No dejaré que tu padre sabotee tu relación. Confía en mí.

Y eso hizo.

Sea lo que fuera que Rei le dijo a Enji, desde aquel día el enorme y aterrador héroe se tragó cualquier crítica hacia su pareja sentimental. El único problema era que ya casi no lo veía, pues él evitaba estar presente cuando Koichi la recogía o se quedaba a almorzar.

Eso le dolió profundamente a Fuyumi, quien pensó que su padre estaba decepcionado de ella.

Otra persona a quien no podía entender ahora era Shouto.

Ya estaba cursando su segundo año en la UA, un milagro si consideraban la enorme cantidad de cambios en la sociedad de héroes que había dejado la guerra detrás.

No es que las tragedias del año pasado pudieran atenuar el deseo de su hermano de convertirse en héroe, pero parecían haberle dado una perspectiva diferente de la vida desde entonces.

Seguía siendo dulce e inocente, pero ya no tan ingenuo y despistado como antes.

El tema es que al igual que su padre, de pronto Shouto se mostraba renuente a su relación con Koichi.

— Creí que estabas feliz por mí. —Le dijo en una de las raras ocasiones que pudieron salir juntos a tomar un café, no demasiado lejos de la academia.

Luego de la destrucción causada en la guerra, casi un tercio de la ciudad, en especial las zonas aledañas al colegio, habían sido totalmente reconstruidas y remodeladas. Aún llegaba a perderse en esas nuevas calles cuando visitaba al más joven de sus hermanos.

— Estoy feliz por ti. —Le aseguró Shouto, pero no disimuló la objeción en su mirada.— Es sólo que… No me gusta tu novio.

Eso la sorprendió.

— ¿Koichi? ¡Pero si no ha sido más que amable todo el tiempo!

— Sí, no digo que sea grosero o algo así. No tiene que serlo. —El rostro de Shouto, que había madurado años en sólo un par de meses, también era más expresivo ahora. A Fuyumi le sorprendió ese nivel de desagrado.— No me gusta la manera en que hace que te muevas a su alrededor, como si fuera tu centro gravitatorio.

Wow, en definitiva no se esperaba algo así. ¿Desde cuándo Shouto miraba su relación de esa manera?

— Yo no me muevo a su alrededor. —Ella replicó, incómoda.

— Lo haces. —Insistió el menor.— El hecho de que no te des cuenta me preocupa más. Y también al viejo.

— Oh, ¿ahora ambos están de acuerdo con eso? —Fue imposible para Fuyumi no reaccionar molesta y herida. El hecho de que su hermano pequeño, que siempre había mostrado aversión a su padre, de pronto se uniera a él para criticar su relación como si tuvieran alguna idea de nada. Enojada, se cruzó de brazos— ¿Por qué no me das un ejemplo?

— De acuerdo. —Shouto no perdía el control, ni gritaba ni se apresuraba. Eso era incluso peor.— En el último almuerzo familiar, ordenó por ti.

— ¡Eso fue caballeroso! Incluso mamá dijo que era lindo. —Pero Shouto estaba inmutable, lo que la puso a temblar. De inmediato, Fuyumi se puso a la defensiva.— Además, ese no fue el último almuerzo familiar. No has venido las últimas dos veces.

— ¿Tú ordenaste en esas dos últimas ocasiones? —Shouto la miró, atento, y ella se mordió la lengua con fuerza.

Esto era ridículo.

— No estoy discutiendo mi relación contigo, Shouto. —Declaró, enojada, mientras se ponía de pie. Era tiempo de acabar con aquella reunión.

Sin embargo, Shouto no parecía listo para dejarla ir. Aunque no la retuvo físicamente, sus palabras la dejaron paralizada junto a la mesa donde habían estado tomando café.

— Me dio la impresión de que Fujiwara estaba más interesado en escuchar las historias de papá y las mías, antes que hablar de ti.

Fuyumi guardó silencio, no porque no tuviera nada que decir, sino porque el dolor que se abrió en su pecho era desgarrador, al punto de dejarla sin aliento.

— Te veo luego, Shouto. —Fue todo lo que logró articular. 

No volvió la mirada, no le importó la expresión dolida y arrepentida de Shouto, que vacilaba detrás, como si no supiera cómo acercarse a ella.

Pero por primera vez en toda su vida, Fuyumi no lo quería cerca.

Había pasado casi una semana de aquella discusión y seguía doliendo.

Natsuo había sido el hermano que siempre estuvo a su lado, sin importar el tiempo y la crisis que Fuyumi enfrentara. Pero Shouto… Ella lo amaba muchísimo, y confiaba en él más que nadie en el mundo, tal vez porque muchas veces había mostrado tener un juicio y una sabiduría mayor a su edad.

Ahora no sólo desaprobaba a su novio, su única relación formal en años, sino que había insinuado que si Koichi quería estar con ella, era únicamente para acercarse a los héroes profesionales de su familia.

Lo cual no carecía de sentido tampoco.

Siempre se consideró afortunada de no tener que vivir bajo el peso de la fama de su padre, ya que de hecho pocos sabían que Endeavor tenía familia. Eso no impidió que tuviera miedo de crear relaciones con chicos, siempre preocupada por esto o aquello.

¿Qué diría su novio si supiera de su madre en el hospital o de la muerte de su hermano mayor? ¿O del abuso que recibió su hermano más pequeño y del origen de su cicatriz? No es que se sintiera avergonzada del drama familiar, pero no estaba segura de sentirse lo bastante cómoda con alguien para compartirlo.

¿Quién podría entenderla? ¿Quién sabría lo que era crecer así?

Ahora además debía preocuparle que si algún hombre se interesaba en ella y no salía corriendo, es porque buscaba colgarse de la fama de su padre y hermano.

"Muy bien, Fuyumi. De cualquier manera, tus expectativas amorosas son un asco".

Se estaba arreglando para salir al departamento de Koichi cuando encendió las noticias. Era un hábito que todos en su familia habían adquirido de un modo u otro, y a pesar de su reciente enfado con su padre y hermano, no podía evitar preocuparse por ellos cada vez que salían en la televisión.

Sin embargo, aquel día no había nada interesante en Musutafu, pues la exclusiva la tenía un incendio en Fukuoka, luego de una fuga de gas que, según la reportera, seguían investigando.

Desde la guerra, la presencia de villanos era cada vez menor, de modo que los héroes solían concentrar sus esfuerzos en las áreas de rescate luego de desastres naturales y accidentes como aquel.

No significaba que hubiera menos peligro.

— Y un cuerno si eso no fue provocado. —Murmuró Fuyumi para sí misma mientras se colocaba las medias bajo el vestido y subía el volumen a la televisión.

Se trataba de un edificio residencial de siete plantas. De alguna manera, toda la estructura ardía, de pies a cabeza. Las personas a su alrededor gritaban y lloraban, la mayoría cubiertos de hollín y muchos con heridas graves.

Teniendo experiencia con usuarios de fuego, Fuyumi sabía que aquella estructura no duraría mucho tiempo en pie.

Se estremeció al pensar en Touya, pero alejó esos sombríos recuerdos cuando la presentadora de noticias informó que era Hawks, nada menos, quien intentaba evacuar a los últimos residentes atrapados por el fuego.

"¿Está ahí dentro?". Fuyumi no era capaz de pronunciar palabra, el miedo atorado en su garganta mientras observaba las imágenes en tiempo real.

Ni siquiera fue consciente de que su teléfono vibraba a su lado en la cama, mostrando el nombre de Koichi en la pantalla.

Todo lo que podía ver eran las llamas que lamían las paredes externas del edificio a través de las ventanas rotas. ¿Cómo podía creer que alguien allí dentro seguía con vida?

Hubo un momento en el que la reportera dejó de hablar mientras enfocaban la puerta principal del edificio. Un instante que pareció eterno y silencioso, aún a pesar de las sirenas que sonaban de fondo.

Nadie dijo una palabra y Fuyumi fue capaz de escuchar su propio pulso contra los oídos.

Entonces, alguien gritó el nombre de Hawks y todos saltaron con sorpresa, ya que el héroe no había usado la puerta principal sino alguna salida trasera. La barandilla de uno de los balcones del último piso salió volando, y por un escalofriante segundo, Fuyumi pensó que el héroe alado había tropezado al vacío.

Sus alas se habían cerrado a su alrededor como un capullo, protegiéndolo en mayor medida del fuego. Luego, en el último segundo, Hawks las extendió y logró amortiguar su caída.

Sólo hasta ese momento Fuyumi fue capaz de ver los dos niños que llevaba en brazos.

— ¡Ahí lo tienen, Hawks ha salvado el día una vez más! —Exclamó la reportera con una agitación que Fuyumi pudo sentir en sí misma. Los bomberos corrían para alejar a los niños de la peligrosa estructura ardiente, pero la cámara no lograba enfocar bien al héroe.— Después del enfrentamiento de Hawks contra el Frente de Liberación Paranormal del año pasado, muchos críticos y expertos en política creyeron que el héroe número 2 del país abandonaría la vida pública, igual que muchos otros héroes.

Fuyumi no habría podido culparlo, para ser honesta.

Muchas cosas habían cambiado desde la guerra, y Hawks no había sido el menos afectado de todos. Si acaso, todo lo contrario.

La exposición de su pasado, sus padres y las terribles heridas sufridas en sus alas… Si alguien tenía una buena excusa para abandonar la vida de héroe, ese era Hawks.

O Takami Keigo, como Fuyumi debía recordar.

Pero él seguía ahí, salvando personas cada vez que tenía la oportunidad, no importando que ahora ya no recibía tantos agradecimientos ni ovaciones de pie. "Y seguramente tampoco el mismo salario de antes". Ya no aparecía en anuncios publicitarios ni en marcas reconocidas. Ni siquiera se detenía a dar entrevistas o saludar a su público por televisión.

Sí Fuyumi no lo hubiera conocido personalmente en el pasado, hubiera dicho que se trataba de un ser asocial e introvertido como su hermano Shouto.

— Y ahora se va. —Ella suspiró para sí misma, viendo cómo el camarógrafo lograba captar las alas rojas del héroe, justo antes de que él se fuera volando.

Ni siquiera se había quedado para recibir atención médica, aunque sin duda había tenido que inhalar un montón de humo allí dentro.

— Debería llamar a papá y pedirle que le diga que vaya al médico. —Se dijo, tomando su teléfono para desbloquearlo.

Antes de que pudiera buscar el contacto en su teléfono, tres cosas la golpearon al mismo tiempo.

Primero que todo, seguía enojada con su padre. No quería pedirle ningún favor ahora mismo.

Segundo, podría parecer exagerado usar al héroe número 1 para enviar un sermón al héroe número 2.

Y tercero… Llevaba más de treinta minutos de retraso para su cita con Koichi.

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Fuyumi seguía sin notarlo del todo, pero cada día que pasaba siendo novia de Koichi, su aspecto físico cambiaba más y más.

Había abandonado por completo los anteojos y los había reemplazado por las lentillas. Ya nunca se amarraba el cabello e incluso lo había dejado crecer. Pero lo más significativo eran los zapatos de tacón y los vestidos.

Porque sí, Fuyumi no recordaba haber usado vestidos del diario desde los once años, en aquel entonces presionada por su abuela.

Fue más o menos consciente de que había abandonado los pantalones cuando se detuvo delante del departamento de Koichi para tomar un poco de aire. Sus vecinos tenían una puerta con espejo que a menudo le recordaba su apariencia cuando iba a visitarlo, lo que viéndolo en retrospectiva, ayudaba a acelerar el cambio.

No es que odiara usar vestidos… No del todo. Podía hacerlo para fiestas y eventos formales. Pero adoraba ir cómoda a cualquier parte, y no se sentía mejor que usando sus jeans favoritos.

Seguía pensando en esto mientras aguardaba a que Koichi le abriera la puerta. Llevaba ya un rato afuera luego de tocar el timbre.

¿Tal vez no estaba en casa?

Miró su teléfono, el cual mostraba el último mensaje de su novio, no hacía ni veinte minutos.

Se había enfadado por su retraso, eso era obvio, ¿pero en realidad podría haberse ido sabiendo que ella iba en camino?

No es que tuvieran algo que hacer ese día, después de todo. Era feriado y ambos habían querido aprovechar el tiempo para pasar un fin de semana juntos lejos del trabajo.

Insegura, Fuyumi volvió a tocar el timbre.

Y luego de diez minutos más, otra vez.

"Bien, esto es ridículo". Pensó en marcharse, pero entonces la atravesó una punzada de culpa.

Fue ella quien se retrasó por mirar las noticias. Ella lo había dejado esperando, así que tal vez él… Bueno, tal vez había surgido algo importante. Algo de último minuto. Algo que justificaría cancelar la cita.

"Si Shouto o papá hubieran acabado en el hospital, yo saldría corriendo allá de inmediato. Hay cosas importantes", se dijo, mucho más convencida.

Sólo llamaría a su novio y le haría saber que podían verse otro día. No había que comerse la cabeza.

Apenas marcó el número de Koichi, sonó una vez, y luego dos y luego tres. Justo cuando estaba a punto de colgar, el sonido de la llamada entrante la sobresaltó.

— ¡Oh, Fuyumi! ¿Estás cerca?

Como en muchas otras ocasiones, Fuyumi se sintió abrumada y confundida con su novio. Todavía no lograba entender por qué.

— Estoy aquí afuera. —Le dijo, no muy segura de qué sentir exactamente.— ¿Está todo en orden? Llevo un rato tocando el timbre.

En lugar de dar una explicación, Koichi cortó la llamada y simplemente abrió la puerta. Lucía una sonrisa tranquila y un delantal blanco sobre la camisa y los pantalones de vestir.

— Al fin llegas, te ves preciosa. —La sorprendió dándole un beso en la mejilla y haciéndola entrar. Como si no hubiera llegado tarde. Como si él no hubiera ignorado las tres ocasiones que tocó el timbre.— Estoy cocinando dumplings, tus favoritos. Bueno, los estoy calentando, se enfriaron un poco.

Fue como entrar a un edificio en llamas y descubrir que adentro no había fuego y que todo seguía intacto. Era confuso. Era como entrar a otra dimensión.

— L-Lo siento. —Ni siquiera sabía por qué se estaba disculpando, pero de pronto tuvo la urgencia de ser perdonada.— Estaba arreglándome para salir cuando vi esa noticia de Fukuoka…

— Ajá. —Koichi seguía sonriendo mientras se movía para calentar los dumplings, como si no le diera mucha importancia al asunto. De todos modos, Fuyumi no lograba sentirse tranquila en absoluto.— No te preocupes. ¿Quieres salsa de soya o de ajonjolí?

— D-De soya.

Fue a sentarse a la mesa, casi asustada de quitarse el abrigo y ponerse cómoda. ¿Por qué se sentía tan nerviosa? Koichi no estaba enfadado… ¿O tal vez sí? Eran los nervios y la duda lo que la mantenía tensa como la cuerda de un violín.

Se dio una bofetada meta, diciéndose que debía dejar de ser tan insegura. Koichi no estaba enojado y ella no debía seguir arruinando el ambiente por culpa de sus dudas.

Entonces recordó el incendio y no pudo evitar llevarse una mano al cuello dolorido.

— Fue horrible, Koichi. —Le dijo cuando él sirvió la comida y se sentó a su lado. Ella intentó distraerse remojando un dumpling en el cuenco de salsa.— Era un edificio de siete plantas y todo estaba en llamas. ¿No crees que sea sospechoso que el fuego se propague tan rápido?

— Así son los incendios. —Él se encogió de hombros mientras empezaba a comer, pero ella ya negaba con la cabeza.

— El fuego se propaga rápido, pero no tanto. —Insistió, teniendo suficiente experiencia con su padre y su hermano en esa área.— Yo creo que fue provocado. Espero que la policía investigue a fondo lo que pasó.

— ¿La policía? —Koichi parecía de pronto divertido con el tema.— Harán lo que puedan, supongo. ¿Sabías que la mayoría de ellos ni siquiera tienen estudios superiores?

Fuyumi levantó las cejas. Era la primera vez que le escuchaba decir algo así.

— Se necesitan dos años en la academia de policías para formar parte de la fuerza, Koichi.

Pero él se encogió de hombros, todavía restándole importancia al asunto.

— Sigue sin ser una formación universitaria, Yumi. Si me lo preguntas, es la opción fácil para aquellos que no fueron admitidos en las academias para héroes.

— No creo que sea tan fácil. —Ella replicó, levantando una ceja.— Mi padre trabaja codo a codo con la policía y a pesar de ser el número uno del país, siempre ha aceptado su ayuda cuando la situación lo requiere.

Sí, incluso alguien tan orgulloso y arrogante como Endeavor sabía dónde acababan sus límites como héroe profesional. Y aún si no era el más popular y carismático de todos, tenía el respeto de las fuerzas policíacas.

Un respeto que era mutuo, además.

Aparentemente, Koichi no pensaba lo mismo.

— Tu padre se ocupa siempre de la parte más difícil. —Estaba diciendo, todavía con aquellos modales recatados al comer.— Para cuando la policía se digna a aparecer, ya ha pasado todo el peligro. Si lo pensamos bien, los policías son como las empleadas domésticas de los héroes.

Bueno, ¡eso era pasarse de la raya!

Fuyumi no cabía en su asombro.

Aunque Kochi no trabajaba directamente con los niños, formaba parte de la organización del plan de estudios y las estrategias pedagógicas que implementaban en la escuela. Y no pensaba que de ninguna manera aquel fuera el mensaje que enviaban a sus estudiantes más jóvenes.

— Mi padre, al igual que la mayoría de los héroes, aprecian el valor del trabajo de los policías. —Le dijo, no sin cierta indignación.— Entienden que luchar contra villanos no es la única manera de proteger a los inocentes y servir en esta sociedad.

Lo único peor que discutir con su novio, fue verlo sonreír de aquella manera tan serena, como si no hubiera nada por qué sentirse molesto.

De hecho, Fuyumi notó con horror que él la miraba de la misma manera que ella lo hacía con sus estudiantes cuando cometían un error adorable. Absolutamente condescendiente.

— No seas ingenua, Yumi. —Ahí estaba, esa voz suave y controlada. Como si ella fuera una niña pequeña armando una rabieta.— Los héroes saben que esta sociedad depende de ellos. Y en realidad, me parece que la mayoría lo tienen bastante claro cuando abarrotan la televisión con su publicidad. —Lo vio hacer una pausa para beber un poco de vino, pero ella no fue capaz de interrumpirlo debido al temblor que dominaba su cuerpo en ese momento. Luego, él bajó su copa y sonrió de nuevo.— Debes admitir que incluso tu padre y tu hermano adoran esa atención. ¿Quién no la querría?

Fuyumi bajó la mirada, sintiendo el escozor de las lágrimas en la comisura de sus ojos. No recordaba la última vez que había llorado por puro enojo.

— Yo. —Murmuró con amargura.— Yo nunca quise esa atención.

El nudo en su garganta se volvió aún más espinoso cuando lo escuchó suspirar. Sonaba tan resignado con ella.

— Ya, pero tú no eres una heroína, Yumi.

— Tú tampoco.

No supo de dónde había venido eso. Ella jamás había intentado dañar a otros con sus palabras, y sabía que no tendría un efecto inocente en Koichi. Él siempre había querido ser un héroe, pero entre la economía de su familia y su quirk tan débil, no había parecido un camino rentable.

Sin duda, había tocado una fibra sensible, cayendo sobre ambos un silencio tan pesado que la ansiedad volvió a someterla como la ola de un tsunami.

Antes de que pudiera disculparse, abrumada por aquella tensión en el ambiente, Koichi tomó su copa de vino, desenfundó las garras que guardaba entre sus dedos y la hizo añicos.

El corazón de Fuyumi se detuvo de la impresión, con todo su cuerpo paralizado, igual que un ciervo deslumbrado por las luces de un auto en la autopista.

Estaba… aterrada.

Gruesas líneas de sangre se escurrían por el brazo de Koichi, quien maldijo en voz baja mientras soltaba los restos de cristal de su mano. Luego, la miró con frialdad.

— Sé que ser hija del héroe más famoso del país puede volverte una pequeña perra egoísta, Fuyumi, ¿pero podrías al menos pasarme un paño de la cocina para limpiarme?

Fuyumi abrió la boca para responder, pero no salió ni una palabra.

Quería llorar, quería gritar y quería decirle que no permitiría que nadie la llamara "pequeña perra egoísta", pero no podía reaccionar sin importar cuánto quisiera. Su cuerpo temblaba y ella sólo podía mirar la sangre en la mano de su novio.

Cuando él reparó en su expresión, suspiró de nuevo. La misma exasperación de antes, pero más molesta que condescendiente.

— Yumi, quita esa cara y ve por un paño, por favor. —Parecía dispuesto a suavizar su tono, así que ella se obligó a ponerse de pie.— Y no exageres con esto, ¿quieres?

Fuyumi caminó como una autómata a la cocina, preguntándose qué estaba pasando.

El miedo estaba ahí, podía sentirlo y reconocerlo, pero algo en el ritmo de la discusión le impedía al menos reaccionar en busca de un refugio.

Cuando era una niña, había tenido que cuidar a Natsuo de los gritos de su padre muchas veces. Había corrido y se había escondido con él, intentando que no escuchara las cosas terribles que se decían sus padres. Había tenido tanto miedo a su papá, cuando gritaba y rompía cosas, que había llorado y tenido pesadillas durante años.

Pero nunca hubo disonancia, siempre había tenido una reacción. Ahora… Su cuerpo estaba simplemente congelado.

No supo cómo llevó de vuelta al comedor un paño limpio y un poco de desinfectante, pero fue como si de pronto se encontrara con un hombre completamente diferente al que había destrozado una copa de vino con la mano.

Koichi parecía avergonzado y cabizbajo, sus ojos fucsias empañados por las lágrimas.

— Lo siento, Yumi. —Lo escuchó decir, abrazándola apenas la tuvo al alcance de sus brazos. Su rostro se pegó a su vientre, casi como un niño arrepentido.— Lo lamento. Eso fue… OH, sólo puedo imaginar lo que debes estar pensando. No hay excusas para mi comportamiento.

En realidad, ni siquiera ella estaba segura de lo que estaba pensando.

Sólo sabía que quería irse de ahí lo más pronto posible. Pero el llanto de Koichi y sus manos alrededor de su cintura la sacudieron de nuevo, recordándole dolorosamente a Touya.

Ella no había logrado ayudar a su hermano cuando más lo necesitaba. Ella había dicho que ser un héroe no era la gran cosa… Y él había actuado con violencia, igual que Koichi. ¿Tal vez estaba cometiendo de nuevo el mismo error?

Sí, ella se había pasado con aquel comentario, sabiendo lo mucho que le afectaría eso a su pareja. ¿Qué tan enferma tenía que ser para intentar lastimarlo por una tonta discusión?

Tal vez sí era una pequeña perra egoísta.

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