Capítulo 1

Advertencia: En los primeros capítulos de esta historia se trata el tema del gaslighting y sus consecuencias posteriores en el autoestima y los problemas de confianza. Si has estado en una relación abusiva como esta, podría causarte daño leerlo, entonces lo dejaré a tu discreción. 

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Después de varios intentos frente al espejo del baño, Fuyumi se preguntó si realmente valía la pena usar maquillaje para salir esa noche, pues no dejaba de temblarle la mano.

No es que Koichi esperara que ella destacara como las modelos de revista. Él era un compañero de trabajo que conocía a la perfección su estilo de bibliotecaria recatada, siempre con lentes, suéteres anchos y conjuntos cómodos y formales. 

Aún así, luego de haber aceptado su invitación a cenar un viernes por la noche, supuso que debía al menos esforzarse un poco en su apariencia personal. 

Pero no dejaba de pensar que estaba mal salir a divertirse, especialmente ahora que su madre había vuelto del hospital, su padre tenía una pierna rota y Shouto y Natsuo se veían obligados a quedarse en casa por las vacaciones. 

Toda su familia estaba junta… más o menos, y eso no era algo que quisiera desperdiciar. Por no mencionar el riesgo de ebullición en esa olla a presión que era la Residencia Todoroki.

¿En realidad debía salir? No era tan importante. Ni siquiera conocía bien a Koichi. Aunque, ¿no era ese el propósito de una cita?

Fuyumi suspiró por enésima vez, lanzando una mirada resignada al espejo.

Había intentado resaltar un poco sus ojos y quitarse el pelo de la cara, pero no dejaba de pensar que se veía rara. Tampoco había tenido el valor para usar un conjunto revelador, así que optó por un vestido de talle largo y una chaqueta a juego. 

Cuando salió al salón principal, le sorprendió un poco encontrar a toda su familia reunida alrededor de la televisión. O mejor dicho, a sus hermanos creando una barricada entre su madre, quien intentaba bordar una servilleta a gusto, y su padre, que yacía enfurruñado en una silla con la pierna levantada y embutida en un enorme y feo yeso rojo, tratando de ver las noticias. 

No era una escena familiar agradable y hogareña, ¿pero valía si no se estaban matando?

─ Ah, Fuyumi. ─El primero en notarla fue Natsuo, como de costumbre. Podía considerar adorable cómo su ceño se suavizaba siempre que ella entraba en escena, luego de haber estado poniendo mala cara a su padre. El universitario sonrió luego de mirarla de pies a cabeza, lanzando además un silbido burlón.─ ¡Alguien tendrá suerte esta noche!

─ ¡Natsuo! 

Fuyumi miró con alarma a sus padres, cada uno con una expresión diferente.

Rei parecía curiosa y ligeramente divertida, pero Enji estaba crujiendo los dientes. 

─ ¿Vas a una cita, Fuyumi-nee? ─Preguntó Shouto, no tan escandaloso como los demás. Ella asintió, todavía insegura de su aspecto. Pero su hermano no estaba pensando en lo anticuado que era su vestido o lo rara que se veía sin anteojos.─ ¿Quién es?

Fuyumi tardó un momento en comprender que jamás había tenido esta conversación con su familia. Si acaso, unos años antes había tenido citas casuales que nunca habían llevado a nada más en la universidad, siendo Natsuo el único con el que había compartido sus experiencias previas.

Evitando cuidadosamente la mirada de su padre, Fuyumi se encogió de hombros.

─ Un compañero del trabajo, Koichi Fujiwara. ─Respondió.─ Forma parte del consejo escolar y después de la reunión de la semana pasada me invitó a salir. 

Las palabras fueron evaporándose, como si se quedara sin aire, aunque en realidad era sólo que no había podido evitar captar un gesto malhumorado de su padre. Él siempre era así, tosco y poco delicado, pero considerando el cambio que había tenido en los últimos meses, era desalentador verlo tan molesto con el hecho de que ella saliera una noche.

Para su sorpresa, fue su madre la primera en dar su impresión.

─ Suena a una buena oportunidad para conocerse fuera del trabajo. ─Dijo Rei con una sonrisa suave, captando la atención de todos los demás. Nadie se acostumbraba a que Rei no sólo volviera a formar parte de su núcleo familiar, sino que además lo hiciera de forma activa.─ ¿No tienes problemas sin los anteojos?

Fuyumi se sonrojó ligeramente, tocándose la sien, donde por lo regular encontraría la montura metálica de sus gafas.

─ Traigo puestas mis lentillas. ─Explicó. Debido a su grave miopía, debía tener siempre unas lentillas por si algo ocurría con sus anteojos, aunque casi nunca las usaba.─ ¿Me veo extraña?

Su madre negó, su sonrisa volviéndose mucho más cariñosa.

─ No, querida. Te ves hermosa, aunque siempre lo estás. 

─ ¡Te ves genial! ─Coincidió Natsuo, con Shouto asintiendo a su lado, con una mirada que no terminaba de descifrar.

Fuyumi sonrió con timidez, deseando creer en los halagos de su madre y hermanos. Sin embargo, al volver la mirada hacia su intimidante padre, lo encontró mirándola con un ceño profundo y cargado de desaprobación.

Algo pesado se hundió al fondo de su estómago.

─ ¿Por qué no nos habías contado antes de este chico? ─Finalmente habló el héroe profesional, enfriando con tanta eficiencia el ambiente que nadie diría que él fuera el de la peculiaridad de fuego.─ No recuerdo que nunca lo hubieras mencionado antes. ¿Al menos se han dirigido la palabra?

Fuyumi cerró las manos alrededor de la correa de su bolso con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Sólo entonces el pelirrojo intentó suavizar su gesto rudo, recordando con dolorosa frescura el esfuerzo que estaba haciendo para mejorar la dinámica familiar.

Eso, sin embargo, no detuvo a Natsuo de responder con molestia.

─ Déjala en paz, viejo. ─Escupió en dirección al padre, quien lo miró con la mandíbula tensa.─ Si ella quiere salir, tiene todo el derecho.

Las inseguridades previas de Fuyumi regresaron en ese instante, odiándose por estar ocasionando una disputa en su familia. Especialmente por algo tan banal. 

Antes de sugerir que podía quedarse en casa -iría a cambiarse y ayudaría a su madre con la cena-, Rei volvió a retomar la palabra, volviendo a sorprender a los demás.

─ Fuyumi es una mujer adulta, Enji. ─Dijo, enfrentando a su esposo desde su sitio, todavía tranquila con el aro de bordar sobre las piernas. Su mirada, por otro lado, era del acero más frío y duro del mundo.─ Si quiere salir, puede hacerlo. No tenemos por qué interrogarla.

Luego de un largo y tenso silencio, Enji se tragó cualquier reclamó y asintió, volviendo a hundirse en su miserable sillón.

Fuyumi se sintió muy agradecida con su madre y su hermano, reafirmando por primera vez en la noche que, quizá, podría llegar a divertirse en una cita después de mucho tiempo.

Antes de que alguien pudiera decir nada más, el sonido del timbre sobresaltó a la joven, quien no esperaba de ninguna manera que Koichi pasara a recogerla. Ambos habían acordado verse en el restaurante, que de cualquier modo no estaba muy lejos del barrio.

Dirigiéndose a la puerta con pasos nerviosos, Fuyumi sintió la mirada de su familia clavada en su espalda. Para su inmenso horror, no se dio cuenta que Shouto y Natsuo la habían seguido hasta que abrió la puerta principal.

Ahí estaba Koichi, vestido con un reconfortante traje de tweed que le recordaba al estilo de profesor que en general mostraba en la escuela. 

El hombre tenía treinta años, cabello castaño cenizo y unos interesantes ojos de color rosa con pupilas verticales. En relación a su peculiaridad, poseía unas garras que mantenía cuidadosamente retraídas en sus uñas, como un felino. 

A rasgos generales, era un hombre bien parecido. Lo bastante ordinario para que Fuyumi se sintiera cómoda en su compañía.

─ ¡Tú debes ser Fujiwara! ─Exclamó Natsuo a sus espaldas, ignorando la expresión indignada de su hermana cuando salió a saludar al recién llegado.─ Yo soy el guapo hermano menor de Fuyumi, Natsuo. ─Koichi aceptó el apretón de manos con una sonrisa amistosa, mirando a Shouto cuando Natsuo le dio espacio.─ Y éste es nuestro hermanito, Shouto. Seguramente ya lo has visto en la televisión.

─ Oh, sí. Sin duda. ─Koichi también saludó a Shouto, quien parecía observar con más cuidado.─ Aún recuerdo cuando nos reunimos a ver el festival deportivo de la UA en la oficina. Ya en ese entonces sabíamos que serías un gran héroe, pero lo que pasó hace unos meses… Uff, es otra cosa.

Shouto asintió sombríamente. Había pasado mucho tiempo desde que alguien parecía darle importancia al festival deportivo del año anterior, cuando las amenazas todavía no alcanzaban a los menores que intentaban formarse en la famosa escuela de héroes. Desde ese entonces ya habían luchado en muchas batallas reales, sin contar la cruenta guerra en la que él y la mayoría de sus compañeros habían participado.

Para Shouto, no era algo de lo qué presumir. Aún así, decidió ser educado con el amigo de su hermana.

─ Gracias.

Tan seco y corto de palabras como siempre.

Fuyumi lo miró, un poco preocupada por su aspecto, pero Natsuo y Koichi siguieron conversando un poco más, sacándola de sus pensamientos cuando mencionaron el restaurante al que irían esa noche.

─ Sobre eso, creí que nos veríamos allá. ─Mencionó Fuyumi, ganándose una mirada del castaño que en un principio no supo interpretar.

Cuando lo vio sonreír tan radiante, supuso que sólo era su imaginación.

─ Me sentí como un tonto cuando pensé en ello. ─Le dijo, tan encantador.─ ¿Cómo no iba a venir a recogerte en persona? 

─ Bueno, sí. ─Concordó Natsuo.─ Habría sido un poco grosero. Yo siempre recojo a mi novia de su casa.

Fuyumi no quiso mencionar que Natsuo conocía a su novia desde hacía dos años. En realidad, no había razón para molestarse por algo como eso. Entendía que podía ser un acto de caballerosidad, y una vez que lo interpretó de esa manera, no pudo evitar sonrojarse con gusto.

─ De acuerdo. ─Ella rió suavemente, saliendo del pórtico para unirse a Koichi.─ Vendré más tarde, chicos. ─Miró a sus hermanos, intentando no mostrar sus preocupaciones─ Por favor, no quemen la casa… Ni la congelen.

Natsuo y Shouto se miraron el uno al otro, antes de encogerse de hombros.

Eso no era exactamente una promesa, pero tendría que conformarse.

Para sorpresa de Fuyumi, una vez que salieron a la calle, encontró que Koichi pretendía llevarla al restaurante en un auto último modelo. No entendía como un administrativo de una escuela podía darse esa clase de lujos, sobre todo cuando su propio sueldo alcanzaba a cubrir apenas sus gastos más básicos.

─ ¿No es un poco excesivo? ─Le preguntó a su acompañante cuando éste le abrió la puerta del copiloto, confirmando esa actitud de la vieja escuela.─ El restaurante no está lejos.

Koichi no respondió de inmediato. En su lugar, le sonrió mientras daba la vuelta al auto, subiéndose del lado del conductor. Esa simple acción hizo que Fuyumi también se subiera, casi como un acto reflejo.

Ya adentro, él suspiró con una calma envidiable.

─ Llevo mucho tiempo queriendo salir contigo, Todoroki-chan. ─A pesar el honorífico, Koichi sonaba verdaderamente apasionado en su declaración, con esa sonrisa encantadora que le hizo sonrojar de nuevo.─ Sólo podía pensar en la suerte que tengo de que la mujer más hermosa de la escuela accediera a salir conmigo, así que quise hacer todo lo posible para que nuestra cita fuera perfecta.

Fuyumi lo miró, sin saber muy bien qué responder a esa declaración. No había pensado seriamente que esa cita pudiera conducir a algo más, y lo cierto es que tampoco creía que hubiera algo entre ellos antes de esa repentina invitación en la reunión de maestros. 

Sin embargo, tenía 24 años y nadie nunca le había dicho algo así. Nadie nunca se había mostrado tan entusiasmado de salir con ella, al punto de querer mostrar una excentricidad para impresionarla.

Ella había estado tanto tiempo siendo responsable de su casa, de sus hermanos y de su trabajo, que no se había dado el tiempo para disfrutar de la vida como una persona independiente con sus propias necesidades.

Y lo cierto es que se sentía sola.

La parte de su conciencia que solía dar buenos consejos a sus alumnos le dijo que huir de la soledad no era una buena motivación para iniciar una relación, pero por primera vez en mucho tiempo, decidió dejar el sentido común de lado. 

Al menos por una noche. 

El viaje de camino al restaurante fue corto y agradable, con Koichi elogiando su vestido y su peinado, diciendo lo mucho que le gustaba verla fuera de la escuela. 

— En serio te ves muy guapa. —Insistió él, luego de que Fuyumi se echara a reír por su cumplido.— Ya no te ves como una bibliotecaria.

El comentario fue tan fugaz e inesperado que Fuyumi ni siquiera tuvo tiempo de procesarlo. En un segundo estuvieron en el aparcamiento del restaurante y Koichi salía de prisa para abrirle la puerta, lo que la convenció de que no tenía malas intenciones al decir aquello. 

Es decir… Sí, ella solía vestir muy seria en el trabajo. No era de extrañar que alguien hiciera la distinción. Pero Koichi había hecho un gesto sobre los pómulos, refiriéndose sin duda alguna a los anteojos. 

Tal vez debía usar las lentillas con más frecuencia. 

El restaurante había sido su elección desde el principio, así que Fuyumi se sintió cómoda al instante. Había pasado aquí los últimos almuerzos familiares y, aunque no estaba exento de silencios incómodos y miradas tensas, estaba segura de que cada día iban a mejor. 

Y la comida era excelente. 

— Todoroki-san, nos alegra tenerla de vuelta. —La saludó Takashi, el recepcionista del lugar. Era un hombre de treinta y pocos años, bien parecido, amable y muy profesional.— ¿Desea la mesa de siempre? 

— Oh, gracias, Takashi-san. —Ella le devolvió la sonrisa.— Pero esta noche sólo seremos dos, entonces… 

— No se preocupe. —Takashi los condujo hacia otro lado del restaurante, lejos de los ventanales donde solía acomodar a los Todoroki.— Por aquí, por favor. 

Koichi y ella se sentaron en una mesa para dos, cerca de la hermosa enredadera de madreselva, donde caían flores de distintos colores.

Una vez que Takashi les entregó a ambos el menú de noche, los dejó solos.

Para sorpresa de Fuyumi, Koichi parecía irritado cuando lo miró. 

— No sabía que traías aquí a todas tus citas. 

La amargura en aquel comentario la tomó desprevenida, pero al igual que sucedió en el coche, él no le dio tiempo de reaccionar. 

— No, disculpa. —Koichi suspiró, pellizcándose el puente de la nariz mientras parecía reordenar sus pensamientos.— Eso fue grosero. No es tu culpa. Eres tan guapa que no puedes evitar que los hombres se sientan cómodos contigo… 

El cerebro de Fuyumi no estaba procesando bien lo que Koichi parecía insinuar, así que no fue capaz de defenderse. Además, ¿por qué se defendería? Era una cita, no estaban discutiendo. Él parecía… Arrepentido de lo que sea que hubiera provocado su arranque de mal humor. 

— No estoy segura de entender a qué te refieres. —Le dijo al cabo de un momento, riéndose con nerviosismo. 

Casi esperaba que él se enojara otra vez. En cambio, la miró con una sonrisa apenada y compasiva. 

— Me sentí un poco celoso. —Lo escuchó decir con una timidez que podía relacionar mejor con el administrativo que había conocido en la escuela. Fuyumi bajó la guardia.— Es tonto, lo sé. Es nuestra primera cita. Pero me hizo sentir un poco inseguro saber que has venido aquí antes. 

"Con mi familia", pensó Fuyumi. La parte de su cerebro que todavía pensaba con claridad intentó recordarle que ella había dejado implícito, al hablar con Takashi, que no solía venir en pareja al restaurante. 

Pero podía verse a sí misma en esa mirada dudosa de Koichi. 

Ella también era insegura, ella también tenía miedo. Y quizá debido a esta empatía, no pudo evitar volver a justificarlo, deseando darle la certeza que ella solía valorar tanto. 

— Takashi me conoce porque vengo aquí a almorzar con mi familia una vez a la semana. —Le explicó con una sonrisa, sintiéndose satisfecha cuando vio la comprensión y el alivio en el rostro de su cita.— Eso no es exactamente una cita. 

— No, es cierto. —Koichi se rió y fue como si la tensión desapareciera por arte de magia.— Gracias, Todoroki-chan. 

Una vez que ordenaron la cena, la cita fue viento en popa. 

Como de costumbre, la comida fue maravillosa y la atención impecable. Cualquier preocupación que Fuyumi pudiera haber albergado se disolvió en el vino, y un poquito más en el postre que le siguió al final. 

Koichi la escuchó toda la noche y le hizo las preguntas pertinentes para no dejar morir la conversación. 

Más tarde, cuando la llevó de vuelta a casa, no hizo insinuaciones inapropiadas ni se quejó cuando su padre la recogió en el porche de su entrada.

No le dio un beso de buenas noches, pero le dejó saber que deseaba volver a salir con ella pronto, a lo que Fuyumi accedió, sintiéndose secretamente complacida cuando su padre gruñó a su lado. 

Enji no tenía motivos para discutir. Ella era una mujer adulta y Koichi no había sido nada más que perfecto de principio a fin. 

De hecho, parecía la versión ideal de las películas occidentale en citas clichés, lo que en teoría era algo bueno. 

Predecible, seguro. 

Aquella noche, Fuyumi se fue a la cama con una sonrisa radiante en el rostro y un mensaje de texto en su teléfono que le deseaba las buenas noches. 

Por primera vez en muchos años, dejó de sentirse sola. 

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