La suerte está echada
GARRAS
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/Omegaverse
Pareja: Winterbones
Derechos: pos no sé, tú dime.
Advertencias: esta es una historia Omegaverse, donde si aún viven debajo de una piedra, los hombres se pueden embarazar y pasan cosas raras como que pueden transformarse en animales. Huid lo antes posible o entrad bajo vuestro propio riesgo sus mercedes. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
La suerte está echada.
"El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa." Miguel de Cervantes
"No es dichoso aquél a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada." Francisco de Quevedo
Hattan era de esas villas que se mantenía alejada de los problemas de los demás, especialmente aquellas que tenían que ver con los Cambia Formas que servían al rey, Crossbones. La vida en aquel sitio metido entre dos valles a las faldas de una cadena montañosa que miraba hacia el océano tenía a sus pobladores trabajando sus campos, cuidando sus ganados, procurando a los cachorros, en especial a esos que podían transformarse para orgullo de sus padres y que luego formarían parte del ejército real para dar gloria a su clan. Era la aspiración de muchos que solo conocían de las lluvias para la siembra o de pieles que curtir, servir al rey era como ir a otro mundo diferente.
James no tenía ese lujo, porque como solía pasar en algunas ocasiones, había nacido "defectuoso". A diferencia de todos en Hattan que podían transformarse a voluntad, no todos con las mejores formas, el joven Omega no poseía esa habilidad. Sacerdotes, curanderos, viejas herbolarias y hasta el juglar que pasaba en esos momentos echó un vistazo al cachorro para saber el por qué no podía honrar a su clan cambiando de forma cuando no tenía nada malo. Puesto que los padres de James murieron cuando era muy pequeño, todos en Hattan de inmediato se dieron a la tarea de criarlo en comunidad pues eran una Manada que siempre vería por sus crías.
Salvo por James.
Cuando alcanzó la pubertad y no hubo más por hacer, el jefe de la villa tomó a James y marcó su brazo con unos tatuajes que advertían de su incapacidad para transformarse, y por lo tanto, no era candidato para ser pareja de nadie en Hattan, al menos. Ser acusado de traición era mil veces mejor que eso, pero James solo agachó la cabeza, aceptando en silencio la estrella carmesí con las bandas formadas por la oración repetida una y otra vez para asegurarse de que nunca podría borrarla para burlar a una futura pareja, algún pretendiente sobre todo si era de los Cambia Formas más fuertes.
El joven caminaba por las lodosas calles de la villa, ya acostumbrado a las miradas de lástima o de repudio del resto, llevando dos cubos de agua rumbo a la herrería donde vivía. Echando una a la enorme pila en la que se enfriaba el metal y otra reservándola para beber. Se limpió el sudor con el dorso de la mano, atizando el fuego y revisando todas las herramientas antes de continuar con su labor pendiente que era martillear una espada hasta que estuviera lo suficientemente delgada para luego pulirla y afilarla. Afuera, comenzó a caer una ligera llovizna, obligando al resto a buscar refugio en sus casas. James miró esas calles vacías, apenas uno que otro caminando por el lodo, en sus formas animales pues era mejor que con sus botas gruesas.
Un gruñido hizo que se volviera, notando como una pantera descendía del techo empapada, sacudiéndose dentro de la herrería, salpicando a James quien solo bufó cubriéndose el rostro con una mano que luego limpió con un trapo, dedicando una mirada de reclamo a la pantera.
-¿Sabes? Bien podrías sacudirte primero antes de entrar.
La pantera gruñó, sacudiendo su cola para echarse junto al fuego y terminar de secarse con una ligera siesta. James sonrió, siguiendo con su labor en silencio. Solo aquel Alfa lo había acogido una vez que le dieron esos tatuajes, criado como si fuese su cachorro. Una figura se irguió, era su padre y maestro herrero, Anthony de los Stark. Alto, de ojos azules y cabello castaño que solía llevar bien atado en una trenza pegada a la nuca.
-¿Y los bollos?
-Estoy bien, gracias por preguntar.
-Obvio que te encuentras bien o de lo contrario no hubiera saltado al segundo tema importante.
-Todavía no estaban.
-¿Estás seguro? Si Holdie ha...
-No, padre -cortó James, sonriéndole- Todavía no estaban.
Anthony no toleraba groserías a su persona, les podía hacer un siete en la cara con sus garras de escuchar que lo habían insultado. No le agradaba mucho eso, tenía miedo de que un día en la villa solicitaran a un nuevo herrero y su padre se quedara en la calle por su culpa.
-Bucky -llamó Anthony en ese sobrenombre que le había dado de cariño- ¿Dónde están las hojas que hicimos ayer?
-Las guardé de aquel lado.
-Hoy vendrán a revisarlas.
-¿Tengo que estar dentro de la casa?
Le pareció que su padre se aguantaba un gruñido, dejando caer sus hombros al darle la espalda para revisar las nuevas hojas de espada terminadas de forjar.
-Por precaución -mintió.
Cuidar de un Omega implicaba resguardarlo de Alfas voraces que no dudarían en inducirle un Celo con tal de divertirse con él, pero en el caso de James era más bien que podían golpearlo o lastimarlo ya que era un chico defectuoso. Anthony tenía varias cicatrices ya en su cuerpo producto de esas peleas por detener a los abusivos, optando por ese plan no tan sangriento de recluirlo en la casa mientras duraban sus acuerdos sobre las armas que fabricaba. Bucky no le reprochó, dejando todo listo para cuando llegaran los guardias del rey, entrando a la casa y quedándose en su recámara envuelto en una cobija de lana que mermara su aroma de Omega, escuchando la voz de su padre adoptivo saludar a los soldados y su jefe.
¿Para qué deseaba el rey tantas espadas si él estaba desprotegido?
Se le hizo una locura, esperando el momento en que Anthony abrió su puerta, sacándolo de ese capullo de la cobija para abrazarlo y besar su frente con cariño a modo de disculpa pues no le encantaba nada la idea de ocultarlo así, como si le avergonzara. James le sonrió, devolviendo el abrazo antes de ir a la cocina a terminar con la cena. La lluvia cayó mientras ellos probaban de ese lechón con verduras que habían podido comprar además de hogazas de pan más fresco. El joven Omega notó que su padre estaba tenso, cosa que solamente sucedía si algo le perturbaba.
-¿Padre? ¿Sucede algo?
-Tengo que ir por material a Osha. Saldré mañana por la mañana o no volveré a tiempo.
James comprendió la preocupación entonces. -Estaré bien.
-No quiero dejarte, ellos...
-Lo dijiste, si me mantengo dentro de la casa, no harán nada. Además, cuando tú no estás nadie pisa las fraguas.
-Bucky, no lo sé.
-Es más peligroso si viajo contigo, y yo no quiero que algo te suceda por defenderme. Lo mejor es que permanezca aquí.
-Al menos la lluvia ayudará, deberá enfriarles esas vergas.
El joven rio. -Estaré bien, padre.
-Sabes usar la espada.
-Y la lanza, y las dagas, no va a pasarme nada.
-Creo que la edad me afecta.
-Yo te pido que viajes con cuidado.
-Pan comido.
-No entiendo tus comparaciones.
-Recuerda...
-Padre.
-Está bien.
Bucky estaba temeroso, sin esa pantera de fuerte dominio quedaba a merced del odio y desprecio de los Alfas en la villa. Esperó de todo corazón que las lluvias como el hecho de que estaban reclutando nuevos soldados los mantuviera ocupados en algo más que no fuese querer molestarlo. Sabía que podían golpear sus puertas y ventanas, tirar cosas de la herrería o aventar heces a las paredes solo por mostrar cuanto lo detestaban, podía con eso. No quería llegar a usar un arma para asesinar a alguien, su padre lo había entrenado para ello, pero una cosa era haberse preparado y otra de verdad hacerlo. Los primeros días no pasó realmente nada en parte por la lluvia densa que apenas si dejaba ver delante de la nariz, luego fue el rumor de que había una bestia suelta, probablemente un oso hambriento.
Por cualquier duda, James dejó algo de comida afuera por si acaso ese oso buscaba algo, si pelear con algún Alfa se le hacía difícil, un oso ya era demasiado. En la noche, con todo y los relámpagos, el joven Omega alcanzó a escuchar el sonido de un animal herido afuera de la casa. Tragó saliva, esperando a que se alejara, cosa que no pasó, lo que sea que estuviera en la parte posterior sonaba como si estuviera lastimado, pero tenía un aroma fuerte. Se preguntó si sería un Alfa, le extrañó que no pudiera detectarlo tan bien. Se levantó, buscando su lanza antes de mirar por el hueco de las ventanas cerradas. La lluvia no le permitió ver mucho, solo escuchar mejor esos quejidos con el aroma de sangre.
Era un animal herido.
Quizá era la bestia que los demás habían mencionado. James se debatió entre salir o esperar a que muriera y quizá hacerse algo con su piel. La bondad le ganó, imaginando la senda reprimenda que su señor padre le daría si pudiera verlo. Apostando por algo que desconocía, salió a buscar a la bestia, guiado por el olfato. Estaba donde dejara los resto de comida, tumbado sobre los desperdicios jadeando pesadamente con sus patas queriendo rasguñar el suelo lodoso intentando ponerse de pie. Bucky estuvo a punto de tirar su lanza, boquiabierto, estaba mirando no un oso sino un enorme tigre blanco, el más fuerte y hermoso animal que sus ojos hubieran visto.
El tigre lo olfateó, gruñéndole antes de tirarse de nuevo, tenía una herida cerca de una pata, además de otras más superficiales. James se mordió un labio, preguntándose si era una estupidez acercarse en semejantes condiciones, era más probable que saliera muerto por hacerse el samaritano que obtener un entendimiento del tigre. Se acercó de todas maneras, buscando el rostro del felino que lo miró con enojo, rugiendo junto con el siguiente relámpago.
-Escucha, te puedo curar, pero si me lanzas una garra, ambos moriremos. Tú decides.
Igual no era la manera de hablarle a semejante depredador, la cosa fue que sí funcionó para sorpresa del joven Omega pues el tigre pareció calmarse, simplemente jadeando y quejándose de esa herida profunda que James revisó, corriendo a la casa para traer una cobija donde poner al felino luego de medio rodarlo, arrastrándolo así al interior, buscando cosas con que atenderlo. Agua hervida, trapos limpios, esa aguja con que cosía los costales y un buen hilo que sirvió para cerrar la piel luego de cauterizarla. El tigre rugió y pateó, más nunca lo atacó. Cuando Bucky terminó de vendarlo lo mejor que pudo, el animal se quedó profundamente dormido.
-Mi padre va a matarme -musitó el joven con una risa, mirando sus manos y ropas manchadas de sangre, decidiendo que necesitaba limpiarse.
Lo primero que hizo fue prepararle algo de comer al tigre, así no lo atacaría por hambre si se recuperaba. Cuando le dejó la cubeta con trozos de carne cruda, es que preparó su tina con agua caliente para lavarse bien, un rastro de sangre también era un motivo para que lo atacara. Tener un padre pantera le había enseñado todas esas cosas. James suspiró, descansando un poco dentro de la pequeña tina relajando su cuerpo con el agua tibia, cerrando sus ojos con la cabeza recostada hacia atrás en la orilla. Un aroma extraño, como de gato mojado lo despertó, encontrando al tigre observándolo.
-¡Mierda!
Saltó de la tina, colocándose detrás de esta como protección, buscando con qué defenderse. El tigre no se movió, solamente estaba con la vista fija en el chico Omega que se sonrojó cuando notó que estaba desnudo frente a un felino, jalando la toalla más próxima con que cubrirse, frunciendo su ceño por el susto que el animal le había dado.
-Eso no se hace, no puedes andar espantando a la gente así ¿qué fue de la comida que te di?
Olvidando el incidente anterior, caminó así descalzo con la toalla alrededor de sus caderas hacia la cocina, que era donde había dejado al tigre. Este caminó detrás de él como si fuera un minino doméstico y no un enorme felino, sentándose cuando James miró el cubo vacío.
-Oh, sí lo comiste ¿quieres más? Me temo que será todo hasta mañana.
Sacó los desperdicios del día anterior, tendiendo el cubo al tigre que lo observó, metiendo el hocico para comérselo. Bucky sonrió, era muy educado para ser un animal salvaje.
-Me pregunto cómo te hiciste esa herida, era espantosa.
El tigre sacudió su cabeza, bostezando y luego echando a andar para husmear dentro de la casa con el Omega abriendo sus ojos cuando eligió la cama de su padre para dormir sin más.
-Tú no... como sea.
No le quedó más remedio que dormir junto a un feroz depredador, cosa rara que no tuvo ni una sola pesadilla ni sobresalto, despertando antes que el tigre que siguió dormido para cuando salió a cazar para este, trayéndole un zorro y un par de conejos. Como si fuese un perrito, el felino le dejó ver su herida, cambiándole el vendaje luego de darle un baño para lavarlo de todo el lodo y sangre que manchaba su espléndido pelaje. Se dio cuenta que poseía unas rayas rojas en el pecho, sus ojos tenían un delineado plateado curioso que hacían resaltar ese color castaño claro de sus iris. Para la cena, James andaba por la casa con el tigre pegado a un costado sin tenerle más miedo.
-Te pondré una manta para que no andes dejando pelos en la cama de mi padre.
A veces la cola del tigre llegaba a tirar algunas cosas, o bien mordisqueaba algo por mera curiosidad. El joven Omega encontró una inusual compañía esos días mientras Anthony volvía, ya pensando en qué iba a decirle a su padre sobre su nueva "mascota" que siempre le observaba fijo, muy serio como eran esos animales. Se decía que era su imaginación que a veces el tigre entendiera lo que Bucky hacía.
-Este brazalete era de mis padres, fueron dos lobos negros -explicó al felino en una tarde de lluvia, los dos en la misma cama, la suya- Me querían mucho con todo y que no sirvo para nada, por esto tengo estos tatuajes, soy un Omega defectuoso, yo no me puedo convertir como los demás, ya debería ser un lobo adulto, pero... solo soy un humano.
Suspiró un poco, acariciando la enorme cabeza del tigre que solo agitó la punta de su cola.
-Anthony Stark, mi padre adoptivo, me crió en lugar de mis padres porque nadie en la villa quiso socorrerme. Me hubiera muerto de no ser por él. Quisiera hacer algo para que esté orgulloso de mí, pero... ¿qué puede hacer un Omega como yo? Nadie va a reclamarme, no tendré nunca pareja, ni tampoco me pueden aceptar en algún oficio, dicen que soy de mala suerte.
Sonrió pese a que sus ojos se sintieron aguados, sonriendo al tigre siempre callado y quieto, observándolo echado ahí a su lado.
-Yo creo que un día me matarán. Está bien, digo, de todos modos no puedo hacer mucho, solo me duele que papá sufrirá por eso, va a enojarse con todos. Yo no le dije porque no quiero que tenga más problemas con los otros Alfas, una vez le dejaron una herida cerca del corazón, estuvo muchos días en cama con fiebres. No le dije que un grupo de los más jóvenes intentaron abusar de mí cuando fui al río, mordí a uno con tanta fuerza que le arranqué un pedacito de muslo, corrí mucho esa vez.
El tigre apenas si rugió, sacudiendo su cola con fuerza, James negó, abrazándolo por ese grueso cuello, acariciando su pelaje tan suave.
-No han venido por las lluvias, suelen arrojar cosas a las puertas o intentar entrar por las noches. Tal vez un día lo consigan, de verdad que no me importa mucho lo que me pase, me duele papá. Me quiere mucho... es el único que me quiere.
Bucky se talló un ojo, jugando con las orejas del tigre que jamás apartaba esa mirada felina de él.
-Quién como tú, eres un tigre, todos te respetan y temen. Solo tienes que llenar esa panza de comida, rugir un poco y listo. Si tan solo yo hubiera podido transformarme... tal vez tendría un Alfa o hasta cachorros. Nadie me escupiría o echaría orines por molestar. No me hubieran puesto estos tatuajes, me dolieron mucho pero me aguanté porque no les quise dar le gusto de verme llorar más.
Esa noche durmió con el tigre a su lado. James se preguntó si la presencia del felino estaba ahuyentando a sus peligrosos vecinos o era la lluvia que solo paraba por unos momentos antes de volver a intentar ahogarlos con tanta agua. Se atrevió a preparar un pan, puesto que era muy difícil salir a comprar uno, cazando para darle de comer al tigre que lo observó cuando sacó ese largo pan recién horneado que cortó para comprobar su interior, mordiéndolo por una orilla.
-Parece que me quedó bien -comentó el joven Omega entre bocados, notando que el tigre parecía esperar a que le convidara- Tú no comes de esto ¿o sí?
Jamás había escuchado de que los felinos gustaran por el pan, pero no tenía nada de malo el probar. Le tendió un trocito al tigre que sacó su lengua para comerlo, relamiéndose su hocico con su cola meciéndose de un lado a otro con lentitud. Bucky sonrió, dándole otro poco, esta vez empapado de leche.
-Creo que es tiempo de ver tu herida, pórtate bien.
Fueron los días más entretenidos y curiosos para James, la compañía del tigre despejó todo miedo o angustias hasta que una mañana solo encontró el vendaje en el suelo sin una sola señal del felino. El joven Omega suspiró triste, ese animal no iba a quedarse en casa por mucho tiempo, había sido una suerte mágica que lo hubiera acompañado, pero nada más. Extrañó salir a cazar con lluvia para él, cepillar ese suave pelaje o que lo encontrara observándolo solo porque sí, sobre todo cuando se bañaba. El sonido de una carreta lo hizo sonreír, abriendo la puerta principal para salir a alcanzar a su padre cuyo aroma le fue reconocible a la distancia.
-¡Bucky!
-¡Padre!
Se sintió bien de tenerlo en casa, esperando a que descansara antes de hablarle con toda la calma posible sobre el tigre que estuvo con él en esos días en que el herrero estuvo ausente. Anthony casi lo reprendió de saber qué había hecho, agradecido de que el animal simplemente se hubiera ido, con una mirada de reproche a su hijo quien cambió el rumbo de la conversación a otros temas, queriendo saber qué cosas había en la villa o qué chismes nuevos se decían de ese gran rey Crossbones.
-Pues no hay gran cosa, salvo que estuvo en una pelea cerca de aquí.
-¿La ganó?
-Seguro, o ya nos habríamos enterado, te lo aseguro. ¿Eso es pelo de gato?
-No, claro que no, es lana.
-Como sea, sí hay algo que me ha inquietado y necesito hablar contigo al respecto.
-¿Qué es, padre?
-Están buscando parejas para los Alfas del ejército, estas guerras dejan sin soldados y al parecer el rey ha decretado que todo aquel que participe en las batallas deje al menos un cachorro.
-A mí no van a seleccionarme.
-No lo sé, son tiempos desesperados.
-Pero no a mí, nunca a mí.
-Bucky, no hables así, puede ser...
-Siempre estaré a tu lado, ya lo verás. Cuando seas un gato viejo y canoso te lo recordaré.
Anthony negó, despeinándolo, pero sus palabras no fueron vanas. El líder de la villa fue a verlo, presentándole un edicto real que pedía a James. El herrero quiso negarse, pero su hijo lo calmó antes de que se transformara y atacara a todos los soldados. Con suerte si descubrían que no podía transformarse, lo echarían a patadas, contó con eso al despedirse con lágrimas de Anthony, subiendo a la carreta que lo llevó lejos de Hattan, hasta donde había un enorme castillo con varios Omegas llegando de todas partes, lo de que hubiera más cachorros para las batallas pareció ir en serio.
-¡Muévanse!
No le habían permitido llevarse nada más lo que traía puesto, pero su padre le había pasado a escondidas una de sus dagas preferidas, no para defenderse precisamente. James la palpaba por encima de sus ropas de cuando en cuando al sentir peligro, caminando detrás de toda esa gente rara que les ordenaba ir por pasillos en ese castillo, a él llevándolo a una habitación para que se diera un baño, usando solamente un camisón para salir a otra habitación donde sirvientes lo vistieron con ropas mucho más diferentes a las que vio que usaban los demás Omegas.
-¿Qué son estas ropas?
-Silencio.
Eran lindas, claro, algo pesadas porque estaban bordadas y tenían una que otra joya. El corazón de James comenzó a latir más aprisa cuando fue envuelto en un manto que conocía bien en su villa, solo que allá era de algodón con un borde rojo, este era de una tela mucho más delgada, casi translúcida con el borde en oro y plata decorado con pequeñas piedrecillas rojas. El manto de boda. Las parejas se envolvían con este, asegurándolo con un cordón de lana que debía romperse en la noche de bodas. No había un cordón sino un cinturón de oro. James tragó saliva, parecía que iban a entregarlo a un Alfa de alto rango porque no era posible portar semejantes ropas para un soldado regular. ¿Por qué? Llevaba sus tatuajes que eran claros sobre su defecto de nacimiento.
-Avanza.
Lo subieron a un transporte, esta vez con cortinillas que lo cubrieron de miradas, siendo llevado hasta otro sitio. Toda la gente a su alrededor o bien no lo miraba o no deseaban hablar con él, imposible saber a dónde iba o por qué lo entregaban así. Cuando bajó del transporte, estaba en una suerte de enorme pasillo con un jardín increíble en ambos extremos y un montón de sirvientes. Ahí los aromas eran predominantemente de Alfas, pero también de otras cosas como fuego o el acero. James tragó saliva, ya era casi de noche para cuando subió por las interminables escaleras, entrando a un pasillo enorme de columnas soportando un techo de arcos múltiples con banderines colgando con un emblema que no entendió del todo, llevado hasta un enorme espacio.
-Siéntate en esa alfombra.
Era una alfombra mullida con ese emblema en oro, sentándose sobre sus pantorrillas sobre ese emblema, temblando cada vez más. Quería echar a correr, no le gustaba nada de eso. ¿Y si lo habían entregado a uno de esos Alfas agresivos? Ya había meditado que esa podía ser su suerte, conteniendo la respiración cuando escuchó pasos lejanos y un poderoso dominio lo hizo encogerse. Un Alfa Cambia Formas realmente fuerte se aproximaba, su futura pareja. Con su cuerpo temblando, James levantó la mirada al abrirse las puertas, dejando pasar un hombre alto, fornido y portando unas ropas más o menos similares a las suyas, con una diadema de oro en su cabeza.
Cuando el Alfa pisó la alfombra, James rompió a llorar, sujetando su manto con fuerza. No quiso hacerlo, pero en verdad temió que ese Cambia Formas lo fuese a destajar al encontrarlo insuficiente, defectuoso. Recordó a su tigre que debía estar corriendo ya en su jungla detrás del bosque, libre y feliz, mientras que él estaba a punto de pasar por algo que no iba a ser agradable, nada agradable fuese lo que fuese. El Alfa se quedó quieto, luego tomando su mentón con fuerza para que lo observara. James no pudo hacerlo, cerrando sus ojos y dejando caer sus lágrimas.
El Cambia Formas se marchó.
James se quedó ahí, atónito en esos aposentos que se convertirían en su Nido, sin comprender por qué esa noche, aquel Alfa con la diadema de oro no lo reclamó. Nadie le había dicho que había sido entregado nada menos que al rey Crossbones. El joven Omega solo pudo agradecer que no lo hubiera tocado, aunque eso sonara también a un rechazo, de momento y por esa noche, pudo dormir algo tranquilo, imaginando que su tigre estaba a su lado para protegerlo de tantos aromas en el palacio real, el lugar donde habitaría a partir de entonces, pues había sido escogido por el propio monarca para ser su pareja.
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