Ravi - Cosecha

El cuarto de prácticas estaba lleno de luz y la música seguía sonando de fondo, pero las dos personas que estaban allí ya no practicaban más sus pasos de baile.

Hongbin se encontraba acorralado contra la pared de madera, la respiración agitada no solo por el intenso entrenamiento que había estado haciendo solo un par de minutos antes, sino por el intenso aroma de hambre que exhalaba el Come flores frente a él.

—Vamos Binnie, necesito algunas flores extra para la presentación de esta semana, por favor.

—Entiendo, Ravi-shi, pero sabes que florecer fuera del ciclo es doloroso, y los acabo de alimentar hace menos de una semana.

El rapero se acercó aún más a él, para hablar directo en su oído.

—No te preocupes, te ayudaré a florecer, y a olvidarte del dolor, ¿sí? Solo entrégate a mí, yo me encargaré del resto —susurró, su voz ronca haciendo cosquillas en la oreja del Floricultor.

Hongbin soltó un suspiro de resignación, en realidad le era difícil negarse a la petición de sus amigos, sabía que necesitaban sus flores, el grupo entero lo necesitaba, y eso lo hacía sentir importante y feliz; pues además, los chicos se dedicaban a cuidarlo, a mantenerlo nutrido y feliz, para poder utilizar sus flores.

Ravi sonrió triunfal, tomó su mejilla con suavidad.

—Gracias, —dijo antes de romper la distancia y besarlo directamente en los labios.

Hongbin gimió un poco, en cuanto la lengua de Ravi entró en su boca todo su cuerpo se encendió por completo. Los fluidos de un Come flores podían ser sumamente nutritivos y estimulantes para un Floricultor, más si se trataba de alguien querido como lo eran los chicos para Hongbin.

El menor tragó varias veces, sintiendo como todo su cuerpo respondía y aprovechaba aquella pequeña fuente de alimento.

Ravi lo besaba con voracidad, permitiendo no solo que su saliva entrara en el cuerpo contrario, sino todo su deseo y su energía con ella. Mantenía a Hongbin sujeto por la nuca con la mano izquierda, mientras que la derecha ya comenzaba a explorar por debajo de su playera.

Luego de algunos instantes así Hongbin se separó un poco para poder soltar un ligero jadeo de dolor, ya podía sentir la piel de sus brazos picando, el ardor del florecimiento apareciendo por todo su ser.

—Es-espera, Ravi... —gimió.

—Tranquilo, dije que te haría sentir bien ¿recuerdas? Haré que olvides el dolor.

Sin soltarlo, Ravi se había movido esa vez hacia su cuello, sabía que era una zona muy sensible para Hongbin así que se dedicó a besar y morder allí para distraerlo.

En efecto funcionó bien, Hongbin echó la cabeza hacia atrás y se aferró con los puños a la ropa de su amigo, con el placer ocultando el dolor que iba incrementando en sus antebrazos.

Cuando ya ni siquiera los besos bastaron para distraerlo, la mano libre de Ravi comenzó a bajar por su torso y su vientre, pasando sin problemas el límite marcado por el elástico de su pantalón de entrenamiento.

Hongbin jadeó con más fuerza al sentir cómo su sexo era atrapado por la gran mano de su compañero. Ravi lo rodeó por completo y comenzó a mover la mano de arriba a abajo, se alejó del cuello de Hongbin para poder mirarlo mejor:

El castaño aún tenía la cabeza hacia atrás, con los ojos apretados y la boca semi abierta respirando con dificultad, el sonrojo coloreaba su rostro y hasta su cuello. Sus dos puños se aferraban a las solapas de la chamarra de Ravi y el Come flores ya podía ver las pequeñas puntas verdes que comenzaban a sobresalir en la nívea piel de sus antebrazos.

De pronto Hongbin abrió los ojos, solo una rendija por la que pudo ver al otro.

—¿Que-e, qué tanto, miras? —jadeó Hongbin.

—A ti, eres hermoso —ronroneó Ravi, para después volver a besarlo con la misma intensidad del inicio y sin dejar de estimularlo con la mano.

Reabierta esa fuente de alimento, el cuerpo de Hongbin estalló por completo, el dolor del florecimiento en sus brazos se vio completamente opacado por el orgasmo que lo llenó de placer.

Ravi observó embelesado cómo los capullos brotaban de la piel de su amigo, de un prometedor verde brillante, antes de abrirse y demostrar los pequeños pétalos amarillos y deliciosos. Brotaron tres flores en el brazo derecho, y dos en el izquierdo.

Toda la fuerza se escurrió entonces del cuerpo de Hongbin, quien terminó sentado de rodillas en el suelo, luchando por recuperar el aliento perdido. Sus brazos inertes quedaron sobre sus muslos, con las palmas hacia arriba para evitar que las flores se maltrataran o hirieran su piel sensible.

—¡Genial! ¡Dientes de León! —exclamó Ravi emocionado.

Lo sabía, esas eran las flores favoritas de Ravi, sus sabor fresco siempre lo revitalizaba. Los dientes de león casi siempre salían cuando era estimulado sexualmente durante la cosecha, y muchas veces era Ravi quien lograba sacarlos, su aura erótica y dominante lograba embriagar a Hongbin hasta ese punto.

El Floricultor levantó la mirada, vidriosa a causa de las lágrimas contenidas, aunque sonrió un poco al ver la emoción en el rostro de Ravi, el verlo pasarse la lengua por los labios reavivó un poco de las placenteras oleadas que aún recorrían su cuerpo. Estiró el brazo hacia él, ofreciéndo las flores recién nacidas.

Ravi se arrodilló a su lado y tomó con cuidado el brazo ofrecido, aunque antes de comer las flores se inclinó para volver a besar sus labios, esa vez de manera mucho más tranquila, hasta que el cuerpo de Hongbin dejó de temblar.

Acercó después el brazo a su boca, con las pequeñas flores amarillas vibrando a causa del movimiento. El aroma era delicioso y embriagador.

Tomó el primer botón en su boca, con los ojos cerrados, pudo escuchar el gemido bajo que soltó el otro mientras sus dientes cortaban el frágil tallo de la flor. Masticarla y extraer todos sus jugos era un éxtasis por sí mismo. Podía sentir la energía llenando cada fibra de su ser.

Fue cuidadoso, tomando cada una de las cinco flores con el placer al mismo nivel, sus dientes incluso rascaban un poco de la sensible piel al arrancar las flores, lo cual volvió a encender también a Hongbin.

Una vez que terminó, dejó con cuidado los brazos de Hongbin sobre sus piernas, el menor tenía de nuevo la respiración agitada y el color rojo no había desaparecido de su piel.

—Tan delicioso como siempre, eres el mejor —alabó Ravi, acariciando su mejilla—. ¿Cómo estás? ¿Necesitas que te riegue?

Hongbin negó con la cabeza, buscando su voz para poder hablar sin que los gemidos lo interrumpieran.

—Estoy bien, solo llévame al cuarto, quiero descansar —pidió.

Ravi sonrió con ternura y amor, se levantó y lo jaló con cuidado para que pasara un brazo por sobre sus hombros, así podría cargar la mayoría de su peso mientras ambos caminaban hasta el cuarto de Hongbin.

—Te traeré unos suplementos cuando regrese de mi presentación, y también te traeré algo rico de comer —prometió luego de ayudarlo a acostarse.

—Gracias... —susurró Hongbin, solo un minuto después ya se había quedado dormido.

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