N - Poda
El comeback los sumió en el caos típico, al que ya se comenzaban a acostumbrar. Presentaciones, encuentros con las fans e incluso un grupo de conciertos por toda Asia, les dio un montón de visibilidad y muchos beneficios, pero también los llenó de trabajo.
Sin que tuvieran demasiado tiempo para descansar o dedicarse a sí mismos, Hongbin floreció dos veces según sus ciclos, en ambas ocasiones los cinco miembros restantes aprovecharon para recuperar parte de la energía gastada en toda aquella actividad.
Leo y Ken se cuidaron de regar a Hongbin cada vez que tenían oportunidad, y la empresa le proporcionó todo el tratamiento con los suplementos nutricionales necesarios para que su energía no decayera.
Por el contrario, su humor sí que desmejoró un poco, luego de siempre verse cuidado por todos sus amigos, de pronto se vio olvidado por ellos, tanto trabajo los dejaba agotados, por lo que el poco tiempo que tenía libre lo utilizaban para descansar, demasiado cansados para poder hacer otra cosa.
Aquella tarde, justo estaban terminando un concierto en otra ciudad, por lo que los seis se arrastraron hasta sus respectivas habitaciones de hotel para poder descansar lo poco que quedaba de la noche.
A N le tocó entonces compartir cuarto con Hongbin, fue el mismo líder quien se encargó de que así fuera, pues se había dado cuenta del ánimo taciturno de su menor, y su olor comenzaba a volverse empalagoso.
Hakyeon estaba planeando cómo abordarlo mientras terminaba de darse un baño, pensaba que podría hablar con él por la mañana, durante el desayuno, pues sabía que para ese momento Hongbin estaría agotado y querría dormir más que hablar, incluso pensó que ya debería estar dormido.
Se imaginó saliendo y acostándose con él para pasar una plácida noche de sueño.
Por el contrario, en cuanto salió del baño, ya con su pijama y secándose el cabello, se encontró a Hongbin esperando, sentado en su cama.
—Ah, Binnie. Pensé que te encontraría ya en el quinto sueño, ¿está todo bien?
—Sí, hyung, no te preocupes. Solo... quería darme un baño también, no quiero dormir todo sudado —dijo, aunque el temblor en su voz no pasó desapercibido para el mayor.
Antes de que pudiera preguntarle qué ocurría, Hongbin se escabulló a su lado y cerró la puerta del baño detrás de él. Hakyeon pudo darse cuenta de la maletita de mano que había metido con él, algo más grande que su neceser habitual.
Pensó en darle el espacio que necesitara, así que fue a terminar de secarse y prepararse para dormir. Pero a cada momento que pasaba el olor se volvía más intenso y empalagoso, era el olor de un Floricultor llamando a su Come flores por ayuda y atención. Para cuando escuchó las quejas bajas que soltaba el menor, ya no pudo ignorarlo más.
Tocó la puerta del baño dos veces antes de abrirla.
—¿Binnie? ¿Qué ocurre?
Al entrar lo encontró desnudo, sentado frente al espejo de cuerpo completo. Tenía unas pequeñas tijeras de jardinería en la mano derecha y todo el suelo a su alrededor estaba lleno de algunas hojas y tallos cortados, por sus brazos y piernas caían algunas gotas de sangre y de salvia, allí donde había cortado demasiado.
—¡Lee Hongbin! ¿Por qué no me dijiste que estabas entrando en estado de jardinería? —regañó, entre sorprendido y molesto.
Hongbin lo miró con los ojos agrandados y brillantes a causa de las lágrimas contenidas, algunas de las cuales habían logrado escapar y mojaban sus mejillas.
—Está bien, hyung. Todos están tan cansados, no quería preocuparlos más —terminó con un sollozo.
Hakyeon negó con la cabeza.
—Ya te hemos dicho muchas veces que eres lo más valioso para nosotros, no solo yo. Todos van a estar preocupados cuando se enteren de tu estado.
—¡No! N hyung, no les digas, por favor, no es necesario.
—Anda ya, no seas necio, déjame podarte.
Hongbin suspiró con cierta pesadez y dejó caer la cabeza, aunque extendió el brazo para ofrecerle las tijeras de jardinería a Hakyeon.
—Lo siento, N hyung, no quería preocuparte ni molestarte.
Hakyeon se colocó frente a él, aunque en lugar de comenzar a cortar, tomó su mejilla para que levantara la cara y lo mirara.
—Lo que me molesta, Binnie, es que no nos lo dijeras antes. Somos más que un grupo, somos una familia, y tú eres nuestro preciado jardín, nuestro querido hermano.
>Si vuelves a querer sufrir en silencio, me voy a enojar de verdad contigo.
Más lágrimas salieron de los ojos de Hongbin, quien solo pude asentir ante aquello. Hakyeon se inclinó entonces sobre él y besó con suavidad sus labios, un beso tranquilo que se mantuvo hasta lograr que el menor se calmara por completo.
Hakyeon no rompió el contacto hasta que sintió que los sollozos de Hongbin se detenían por completo y que él le rodeaba con los brazos por el cuello. Solo entonces se separó un poco para poder mirarlo.
—Además, mira el desastre que has hecho, creo que has cortado más piel que brotes —dijo como una madre regañando a un niño pequeño.
—Hay zonas que son difíciles... —murmuró el otro con un puchero.
—Eres nuestro tesoro, Binnie, nuestro preciado jardín. Ahora, déjame cuidarte como es debido.
Se movió entonces para quedar detrás de su amigo, cruzaron la mirada por unos instantes a través del espejo antes de que el mayor se sentara de cuclillas detrás de él. Podían verse varios brotes a lo largo de toda su espalda: pequeñas puntas verdes y afiladas que enrojecían la piel que tenían alrededor, suponía que debían ser molestas para moverse.
Con sumo cuidado, oprimió la piel alrededor de la primera para poder alejarla lo más posible de la espina, así hizo el corte profundo en el tallo, de manera que cuando la piel volvió a su lugar quedaba al ras del corte.
Podía escuchar algunos gemidos que soltaba Hongbin, con los ojos cerrados él solo se dedicaba a disfrutar de la manera en que era así cuidado.
—Hyung, —jadeó cuando las manos de Hakyeon bajaron del límite de su cadera.
—No te muevas, esta es una parte complicada, por lo sensible del lugar —dijo con una nota divertida, aunque ya tenía también la respiración un poco agitada.
Hakyeon continuó con el mismo cuidado y parsimonia hasta que toda la parte posterior del menor quedó limpia; su trabajo era tan pulcro que sobre la piel blanca ya sólo se veían pequeño puntos verde oscuro, como si se tratara de simples lunares.
Hakyeon gateó una vez que terminó en la parte de atrás, para colocarse entre las piernas de Hongbin. Se estiró para tomar una toalla y limpiar con ella los restos de sangre y salvia seca que aún manchaban su torso y sus piernas.
—N hyung —gimió a causa de las caricias.
El mayor no hizo caso a su súplica, pues su atención estaba concentrada en el interior de los muslos de su delicioso Floricultor, allí estaban comenzando a florecer pequeñas campanulas de un suave color morado.
—Pareces emocionado —susurró Hakyeon divertido, viendo cómo los pétalos morados se abrían y soltaban su embriagante aroma.
—E-es que, me hace muy feliz, que me cuides.
Hakyeon se inclinó contra él entonces y comenzó a podar las deliciosas campanulas, esa vez con sus dientes en lugar de las tijeras. Aquella sensación aumentó los gemidos de Hongbin, quien terminó por aferrarse al cabello de Hakyeon mientras sentía como le arrancaba las flores una a una.
Siguió así hasta que terminó con todas las flores y las pocas hojas y púas que quedaban en esa zona. Para entonces Hongbin estaba enconchado sobre él, su respiración estaba muy agitada y todo su cuerpo despierto.
—Hy-hyung, N hyung, por favor —rogó con un susurro, entrecortado por el placer.
No necesitó decirle más, Hakyeon lo conocía bien y sabía lo que necesitaba. Solo bastaron un par de caricias para que el placer terminara por explotar en todo el cuerpo de Hongbin con toda la fuerza alimentada por las atenciones de Hakyeon.
—Lo siento, —gimió Hongbin mientras recuperaba el aliento, al notar que había manchado el rostro de su hyung.
Para su sorpresa, Hakyeon incluso se pasó la lengua por los labios para recoger algo de su simiente.
—No te disculpes, siempre eres delicioso. Anda, mejor vayamos a dormir.
Hakyeon se limpió con la misma toalla que había utilizado antes, mientras Hongbin terminaba de lavarse y ponerse su pijama. Una vez listos, el mayor lo tomó de la mano para guiarlo a su cama, donde ambos se acostaron juntos.
—Gracias —susurró Hongbin, ya medio dormido entre los brazos de Hakyeon.
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