Siempre dulce
Tras casi una hora de viaje para llegar a la otra ciudad, Worick tomó un taxi que le llevara a la puerta de la casa de su clienta. Bajó tras pagarle al taxista y se quedó mirando... la inmensa mansión donde vivía su clienta. Tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó, prometiendo aguantar las ganas de fumar hasta salir de esa casa, y antes de que llamase, un mayordomo cruzó el largo patio para ir hasta la verja con él. Era muy joven y atractivo, pelinegro con gran elegancia, finos modales y ojos hipnotizantes.
- Un placer recibirle de nuevo, señor Arcangelo – dijo abriendo su puerta.
- Oh, Sebastian, buenos días, ¿Qué tal la señorita?
- Terminando de merendar, ha venido usted muy pronto – caminó detrás de él acompañándolo por el jardín.
Worick sonrió un poco. No podía esperar mucho y llegó un par de horas antes de la hora habitual, principalmente para verla, pero también le llevaba unos dulces para la merienda, pero llegó tarde para eso. Worick miraba el enorme jardín con un laberinto de rosas en un lateral. Grea-chan... las rosas no le gustaban... mucho, que digamos. Pero eso sólo lo sabía él. Ni siquiera su mayordomo Sebastian.
Él le llevó hasta una habitación y le pidió esperar fuera. Sebastian llamó y entró al cuarto.
- Grea-san, el señor Arcan... digo, Worick-sama ha llegado.
- ¿Yaaa? ¡Que pronto! ¡Que pase, que pase! ¡Darling!
Worick se estremeció fuera del cuarto al oírla. Sabía que le daría felicidad oírle llamarle cuando le daba la sorpresa de venir pronto. Seguía escuchando el "Darling" que le llamaba con tanto cariño, sin interés, deseando verle. Entró al gran cuarto. Ella estaba en el balcón sentada, delante de una mesa con muchos pasteles, con su mayordomo al lado. Ella le miró con la boca llena y las manos un poco pringosas de nata.
- ¡Darling! ¡Llegaste pronto! – dijo con una gran sonrisa.
Sebastian limpió rápidamente las manos y la boca de la señorita para que ella le extendiese sus brazos pidiendo un abrazo. Worick dejó la bolsa sobre la mesa para arrodillarse y abrazarla suavemente. Ella olía a fresas y gominolas. Siempre dulce, siempre.
- Okaeri nasai... Darling... - dijo mientras hundía su cara en el cuello de Worick.
- Eh... esto... - él sonrió un poco - ¿Okaeri... nasai...?
- No, no... - ella se separó feliz mirándolo de cerca – Tú no tienes que decir eso... solo "Arigato, Grea-chan" – dijo con una gran sonrisa.
- Perdón, no se me dan los idiomas tan bien como a ti... - dijo sin levantarse, y cogió la bolsa que le compró – Te traje unos pasteles de regalo.
- ¡Oh! ¡Qué dulce eres! Ojalá lo hubiese sabido, me hubiese esperado para comerlos... pero ya he merendado... - dijo mirando el paquete con una sonrisa cargada de desilusión.
Ella miró a Sebastian.
- Por favor, Sebas-chan, haz la cuenta de cuánto ha costado el transporte de Darling hasta aquí y págale su horario...
Sebastian hizo una reverencia y fue dentro a buscar el dinero.
- No entiendo por qué insistes en pagarme el viaje, de verdad, siempre lo hago yo... - dijo Worick levantándose.
- Porque vienes de muy lejos, y me siento culpable de hacerte venir por... un antojo, ya sabes...
Worick se agachó a su altura tomando su mano entre las suyas.
- Siempre que tengas antojos de este tipo... llámame a mí... sólo a mí. – la frase parecía dura, pero Worick la dijo con una sonrisa inocente un tanto sospechosa.
- No me atrevería a llamar a otro, Darling... yo quiero que seas tú... ningún otro me entiende y me trata como tú en estas cosas... no me siento cómoda... - ella dio una tierna sonrisa un poco caprichosa – Aunque sea una chica problemática y tenga mis limitaciones, yo quiero...
- ¡Qué limitaciones! ¡Qué limitaciones! – dijo tomándola por las piernas y la cintura como si fuese una princesa - ¡Mientras estés conmigo no tendrás limitaciones para nada!
Ella dio un chillido de alegría y sorpresa mientras se abrazaba a su cuello. Sebastian dejó un sobre en la mesita de su ama con todo el dinero para cuando acabara lo recogiera. Worick entró con ella a su cuarto y fue a dejarla en la cama.
- No, no – dijo ella sonriendo – Aún es pronto... empecemos fuera – dijo felizmente.
- Como ordene, ama... - dijo Worick sonriendo mientras la tomaba bien y salían del cuarto en dirección al jardín corriendo despacio.
- ¡Pero, Grea-san! ¡La si...!
Sebastian fue a la puerta de su cuarto para ver cómo se alejaban ellos corriendo por el pasillo riendo y se perdían tras una esquina. Suspiró con una pequeña sonrisa. El único hombre que hacía feliz a su ama... era un gigoló cualquiera. Volvió dentro a recoger las cosas de la merienda. Al principio, cuando le comentó la idea, le pareció horrorosa. ¿Su ama iba a invitar a gigolós a su recámara? ¿Qué dirían los que los viesen entrar? Su reputación caería rápidamente, tachándola de guarra y zorra a su dulce y tierna ama. Pero ella insistió, y no pasó casi nada de tiempo para que conociese a Worick. Y no siguió buscando. Worick era el hombre que la satisfacía, que la hacía gritar y le hacía experimentar sentimientos que no había vivido antes. Y si con eso su ama era feliz, que se callasen las malas lenguas. No necesitaba nada más.
Sebastian acabó de ponerlo todo en el carrito y se dispuso a salir de la habitación de su ama, pero se quedó mirando un objeto al lado de la cama. Sonrió un poco y abandonó su carrito para ir a guardarlo en el armario, fuera de la vista de los demás.
- Lo siento, pero hoy la señorita no te va a necesitar...
Cerró las puertas del armario guardando así una pequeña silla de ruedas con unos adornos femeninos. Salió del cuarto con el carrito y cerró para irse a la cocina.
-----------------------------------------------------
Cortito pero no doy para más, espero que os guste. :3
@NanamiChi siempre aciertas con algo que tengo pensado poner :3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top