GANGSTA (CM)


En la profunda y oscura noche, dos omegas, Han Jisung y Kim Seungmin, contemplaban la posibilidad de escapar de la casa del mayor, una idea que nunca antes habían llevado a cabo. La emoción de lo prohibido les resultaba tan atractiva como aterradora, especialmente para Jisung, cuyo instinto era permanecer en su zona de confort.

—¿Estás seguro de que deberíamos hacer esto, Seung? —preguntó el peliazul con un hilo de preocupación en la voz, mirando con nerviosismo la ventana abierta de su habitación—. Si nos descubren, será tu culpa.

—Vamos, Han, la vida es una sola —respondió Seungmin con una sonrisa traviesa, encogiéndose de hombros.

Seungmin era un omega rebelde, con un espíritu inquieto que lo empujaba constantemente a explorar su entorno, sin importar cuán extraño o peligroso pudiera parecer.

Por otro lado, Jisung era su completo opuesto: reservado y tímido, el tipo de chico que prefería pasar las noches escuchando música de Lana Del Rey o TXT en la tranquilidad de su habitación.

Esa noche, los dos amigos habían planeado una pijamada para despedir el año, pero lo que Jisung no esperaba era que Seungmin tuviera la audaz idea de escaparse de la casa.

Con el corazón latiendo a toda velocidad, ambos salieron cuidadosamente por la ventana del cuarto del mayor, evitando hacer ruido. Treparon por las paredes con suma cautela, sintiendo cómo el aire frío de la noche comenzaba a calarles los huesos. Una vez que llegaron al suelo firme, encendieron las linternas que habían traído consigo.

La casa de Jisung estaba en una zona aislada, lejos del bullicio de la ciudad, lo que hacía que la oscuridad fuera aún más imponente.

El cielo estaba despejado, salpicado de estrellas, y la tranquilidad del lugar era casi inquietante. Se podía sentir la calma en el aire, una calma demasiado perfecta para ser real. Normalmente, en áreas como esa, se escuchaban los aullidos de lobos o el crujir de ramas bajo el peso de algún animal salvaje.

Pero aquella noche, solo el eco de sus propios pasos rompía el silencio.

Mientras caminaban por el bosque que rodeaba la casa, el sonido de un motor se escuchó a lo lejos. Jisung se tensó, pero Seungmin le restó importancia.

—Es solo un auto, probablemente un leñador o algo así —dijo con desinterés, siguiendo su camino sin detenerse.

El peliazul no estaba tan seguro, pero decidió no discutir. Sin embargo, el ruido del vehículo no disminuyó; al contrario, parecía acercarse cada vez más.

La noche era fría, tan fría que sentían cómo el aire helado calaba hasta sus huesos. Han caminaba al lado de Seungmin, tiritando ligeramente mientras se frotaba las manos para entrar en calor. La luna llena iluminaba el sendero que serpenteaba entre los árboles, y aunque el ambiente parecía tranquilo, una sensación de inquietud flotaba en el aire.

Finalmente, una camioneta negra apareció en el camino, deteniéndose frente a ellos. De ella bajó un hombre de aspecto imponente, vestido con ropa elegante pero ajustada, que parecía fuera de lugar en aquel entorno rural.

Los dos omegas se detuvieron en seco, intercambiando miradas llenas de tensión. Analizaban la situación, sin saber cómo reaccionar, cuando el desconocido sacó un arma de su saco.

El instinto de Jisung se activó de inmediato. Sin pensarlo dos veces, echó a correr, los latidos de su corazón resonando en sus oídos como un tambor.

No miró atrás, no pensó en nada más que en escapar. No fue hasta que se detuvo, jadeando, que se dio cuenta de lo que había hecho: había dejado a Seungmin atrás, solo con aquel hombre misterioso.

El pelinegro estaba paralizado por el miedo. A pesar de su naturaleza atrevida y aventurera, en ese momento no podía mover ni un dedo. Su cuerpo no respondía, como si cada músculo estuviera atado por cadenas invisibles.

El hombre, con pasos firmes y controlados, se acercó lentamente. La cara de Seungmin estaba pálida, sus labios entreabiertos en un intento fallido de articular alguna palabra. Era inútil. No podía hablar, mucho menos correr.

Desde su posición, Seungmin pudo notar algo que lo hizo estremecerse aún más: aquel desconocido no era un alfa cualquiera. Su presencia imponente y la intensidad de sus feromonas lo delataban. Era un alfa puro. Y los rumores sobre ellos no eran precisamente reconfortantes.

En su mente, solo podía pensar que no duraría mucho en manos de alguien así.

El alfa, un hombre pelirrojo con una mirada fría y penetrante, se detuvo frente a él. Sin previo aviso, colocó una mano firme sobre su hombro y con la otra le tomó la mandíbula, obligándolo a levantar la mirada. Los ojos de Seungmin se encontraron con los del alfa, que brillaban con una mezcla inquietante de interés y peligro.

—¿Qué haces aquí solo, lindo? —preguntó el mayor con una voz profunda y grave que resonó como un trueno en los oídos del omega—. Podrías perderte... —agregó, inclinándose para susurrar cerca de su oído.

El aliento cálido del alfa contra su piel hizo que Seungmin se estremeciera. Su cuerpo reaccionó con un escalofrío que no pudo controlar, pero no era solo el frío de la noche; era algo más, algo mucho más aterrador.

No lo conocía. Ni siquiera lo había visto antes. Sin embargo, la presencia de aquel hombre era sofocante, como si cada fibra de su ser le estuviera gritando que huyera, aunque sus piernas se negaran a moverse.

El alfa dio un paso atrás, señalando la camioneta negra que aún permanecía con el motor encendido.

—Súbete —ordenó, su tono firme y autoritario, sin dejar espacio para la discusión—. Si no lo haces, créeme, no seré nada amable contigo. Y otra cosa, me llamo Bangchan, si por las dudas.

Seungmin tragó saliva con dificultad. Sus manos temblaban mientras bajaba la mirada, sin poder sostener el contacto visual con aquel hombre. No tenía otra opción. Cualquier intento de resistirse podría empeorar la situación, y aunque todo en su interior le gritaba que no obedeciera, el miedo lo consumía por completo.

Con pasos vacilantes, el omega se dirigió hacia la camioneta, subiendo lentamente al asiento del copiloto. Sentía la mirada del alfa clavada en él, evaluando cada uno de sus movimientos como un depredador que observa a su presa.

El alfa rodeó la camioneta y se subió al asiento del conductor. Cerró la puerta con fuerza y encendió las luces delanteras, iluminando el camino desolado frente a ellos. Durante unos segundos, ninguno de los dos habló. El ambiente dentro del vehículo era tenso, casi asfixiante, y Seungmin apenas se atrevía a respirar.

El pelirrojo puso las manos sobre el volante, tamborileando con los dedos mientras lo observaba de reojo.

Seungmin no sabía qué hacer en ese momento. Todo en su mente repetía que había sido un gran error no haber corrido junto con Han. Ahora estaba atrapado en el auto de Bangchan, un alfa que había aparecido de la nada y que claramente no tenía intenciones amables.

El pelirrojo seguía manejando por la carretera desierta, su rostro tranquilo, casi despreocupado, mientras el omega luchaba por controlar los síntomas que comenzaban a manifestarse.

Justo en medio de su desesperación y estrés, Seungmin sintió un dolor agudo en la cabeza y un calor que se extendía desde su abdomen.

Eso solo podía significar una cosa: el inicio de su celo.

—No... No ahora... —murmuró para sí mismo, su voz apenas audible mientras apretaba los puños contra sus piernas, tratando de calmarse.

El aire dentro del auto se volvió sofocante. El aroma de las feromonas del omega llenó el espacio, un perfume dulce e intenso que ningún alfa podía ignorar. Pero Bangchan apenas pareció reaccionar, manteniendo sus ojos en la carretera mientras una sonrisa ligera curvaba sus labios.

—¿Siempre tienes tan mala suerte, omega? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con un tono que mezclaba diversión y burla.

Seungmin lo miró, su rostro pálido y sus ojos brillando por el inicio del celo.

—¿Qué? —respondió, aunque su voz temblaba, dejando en evidencia su creciente debilidad.

Bangchan soltó una risa baja, claramente disfrutando de la situación.

—Meterte en problemas, subirte al auto de un desconocido... y encima empezar tu celo en el peor momento posible. —Sus palabras estaban llenas de sarcasmo, pero también había algo en su mirada que hacía que Seungmin se estremeciera.

El omega cerró los ojos, intentando respirar profundamente, pero el calor que invadía su cuerpo lo hacía casi imposible.

—Déjame bajar... —Logró murmurar, aunque sabía que no sería escuchado.

Bangchan lo miró de reojo, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa bajo la tenue luz de la luna.

—¿Bajar? —repitió, con su tono burlón—. ¿Y qué harías en medio de la nada? ¿Llamar a alguien para que te rescate? No creo que tengas esa opción, ¿verdad?

El corazón de Seungmin latía con fuerza, no solo por el miedo, sino por el efecto incontrolable de su propio cuerpo. El aroma que emanaba era una invitación que cualquier alfa habría aprovechado sin dudarlo. Pero Bangchan parecía disfrutar alargando la tensión, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

El omega sabía que estaba en una situación peligrosa. Su instinto le gritaba que se mantuviera alerta, pero cada segundo que pasaba lo hacía sentir más vulnerable, más perdido.

—Podrías intentar no empeorar esto —susurró Bangchan, aunque su sonrisa sugería que ya sabía cuál sería el desenlace de esa noche.

El auto seguía avanzando por la carretera oscura, y Seungmin se debatía entre su desesperación y la creciente necesidad que empezaba a consumirlo desde dentro.

Cuando llegaron a una pequeña cabaña escondida entre los árboles, Seungmin sintió que su corazón latía con más fuerza. Aunque el ambiente seguía impregnado por su propio aroma, mezclado con la adrenalina del momento, decidió que no podía dejar pasar esta oportunidad. Si no escapaba ahora, quizás no tendría otra chance.

El pelirrojo estacionó el auto y, por un breve instante, pareció distraerse revisando algo en su celular. Ese pequeño descuido fue todo lo que Seungmin necesitaba.

—Ahora o nunca... —pensó, ignorando el ardor en su cuerpo mientras la urgencia de escapar superaba cualquier otra sensación.

Con movimientos rápidos y torpes, abrió la puerta del auto y salió corriendo hacia el bosque cercano. Sus pies descalzos golpearon el suelo helado, pero el omega no se detuvo. El frío nocturno mordía su piel, mezclándose con el calor abrasador de su celo, pero su instinto de supervivencia era más fuerte.

—¡Oye! —gritó Bangchan al percatarse de lo que estaba ocurriendo.

Seungmin escuchó la voz grave del alfa resonar en la oscuridad, pero no se atrevió a mirar atrás. Sus piernas se movían lo más rápido que podían, zigzagueando entre los árboles para intentar perderlo de vista.

—Vamos, Seungmin, sigue corriendo... sigue... —Se repetía a sí mismo, intentando no ceder al agotamiento que comenzaba a invadirlo.

El crujir de ramas y el eco de pasos pesados detrás de él confirmaban que Bangchan había salido en su búsqueda.

—¿De verdad crees que puedes huir, omega? —la voz del alfa cortó el aire como un latigazo, burlona y segura.

Seungmin tragó saliva, sintiendo el pánico aumentar. No sabía cuánto tiempo más podría mantenerse en pie. La mezcla de su celo y el cansancio comenzaban a hacer estragos en su cuerpo. Tropezó con una raíz saliente y cayó al suelo, arañándose las palmas al intentar amortiguar el golpe.

El sonido de los pasos se acercaba cada vez más.

—No puede ser... no puede ser... —murmuró, intentando levantarse mientras sus manos temblaban.

Antes de que pudiera volver a correr, sintió una mano firme aferrarse a su muñeca, tirando de él con fuerza.

—¿A dónde crees que ibas? —preguntó Bangchan, inclinándose sobre él, su respiración algo acelerada pero su expresión intacta, como si la persecución no le hubiera afectado en lo más mínimo.

Seungmin forcejeó, pero su cuerpo no le respondía como quería.

—Suéltame... —murmuró, aunque su voz sonaba débil, casi suplicante.

Bangchan sonrió, mostrando una mezcla de diversión y exasperación.

—Eres más rápido de lo que pensé, pero también más ingenuo. —Lo levantó con facilidad, sujetándolo por la cintura como si no pesara nada—. ¿Crees que te dejaría escapar tan fácilmente?

El omega intentó resistirse nuevamente, pero el calor que recorría su cuerpo le hacía imposible concentrarse. Todo su ser parecía rendirse poco a poco, atrapado entre el miedo y las sensaciones intensas que su celo provocaba.

—Llévame a casa... —logró decir con un hilo de voz, su mirada perdiéndose en el suelo.

Bangchan lo observó en silencio por un momento, su sonrisa desvaneciéndose.

—No te preocupes, omega. Pronto te sentirás como en casa —dijo finalmente, cargándolo hacia la cabaña con una determinación inquebrantable.

***

Desde que Seungmin entró a la secundaria, se dijo que nunca iba a tener novio o tener sexo con cualquier tipo de persona. Sus padres insistían en que tenía que buscar a alguien que lo acompañara, pero su instinto rebelde le decía que nunca tendría novio o novia en su vida, y que solo eso sucedía en los cuentos de hadas que le contaban.

Jamás, ni en sus peores o más salvajes pensamientos, habría imaginado estar, en ese preciso momento, gimiendo el nombre de un alfa que ahora dejaba besos ardientes en su cuello.

—Bang...Bangchan... —decía gimiendo levemente —. Por favor, para, no quiero esto... —Terminó casi sollozando.

—¿Y por qué debería? Sí, tú eres mío.

Su piel ardía, su respiración agitada con cada roce de esos labios que lo devoraban lentamente, jugando con su mente y autocontrol.

Nunca se había sentido tan expuesto y tan necesitado al mismo tiempo.

Desde el momento en que el alfa lo había acorralado, Seungmin había sentido cómo su control se desmoronaba, pieza por pieza. Había algo en Bangchan que lo desconcertaba, una mezcla de poder y determinación que hacía imposible ignorarlo.

El calor que sentía dentro de su cuerpo no solo era físico; era un fuego que consumía cada rincón de su ser, alimentado por las feromonas del alfa que llenaban el aire. Su respiración era pesada, sus labios temblaban mientras intentaba formar palabras coherentes que nunca lograban salir.

—No... —balbuceó una vez más, pero Bangchan no le dio tregua.

—No te mientas, Seungmin —susurró el alfa, con una voz tan grave que parecía resonar en los huesos del omega—. Tu cuerpo me necesita tanto como yo te necesito.

La mirada intensa de Bangchan lo atravesaba, y el contraste entre sus ojos ardientes y el tono casi suave de su voz lo descolocaba por completo. Seungmin intentó moverse, pero sus piernas parecían incapaces de sostenerlo; su cuerpo estaba inmovilizado, ya no por fuerza, sino por las sensaciones arrolladoras que lo sobrecargaban.

—Eres mío, y no importa cuántas veces lo niegues, siempre lo serás.

El alfa inclinó su rostro, sus labios encontrando nuevamente la piel sensible del cuello de Seungmin, mordiendo ligeramente mientras sus manos exploraban con cuidado, como si supiera exactamente qué hacer para desarmarlo. Seungmin sintió cómo una lágrima rodaba por su mejilla, la confusión y el deseo mezclándose en un torbellino que apenas podía comprender.

Sus pensamientos gritaban que esto no debía pasar, que debía detenerlo, pero su cuerpo reaccionaba de forma completamente opuesta. Con cada beso, cada toque, sentía cómo sus defensas se desmoronaban más y más. No sabía si odiar a Bangchan por lo que estaba haciendo o a sí mismo por la manera en que su cuerpo cedía ante el alfa.

Tal vez era por su celo, así que debería culparse a él mismo.

El alfa se fue despojando de sus ropas mientras que también hacía lo mismo con Seungmin. Cuando los dos se quedaron sin ninguna prenda, el pelirrojo empezó a bajar sus besos hasta el torso desnudo del pelinegro.

Todo lo hacía con tanta delicadeza, que el pelinegro no sabía por qué mierda se comportaba así. Una pequeña voz en su cabeza le decía que buscara por más, mientras que su cuerpo luchaba por escapar de esa sensación, pero no podía escapar de eso.

No podía ignorar lo que estaba haciendo con el alfa.

Gemía debajo del alfa, el cual lo torturaba lentamente como si se tratase de una película porno. Su erección era visiblemente notable, y no duraría mucho más así.

—¿Qué pasó, omega? —preguntaba con un tono de burla y satisfacción al mismo tiempo—. ¿Quieres correrte para mí?

—Maldito seas.

El alfa sonrió de lado, satisfecho con la respuesta como si no lo hubieran insultado. Las manos del pelirrojo empezaron a recorrer el cuerpo de Seungmin, pasando por todas las curvas de su pequeño cuerpo, hasta detenerse en la erección del menor.

El mayor empezó a masajear, mientras miraba cómo Seungmin se estremecía debajo de él.

—¿Te gusta lo que hago?

—Sí... sí, me gusta.

—¿Quieres que siga?

El omega asintió lentamente mientras que Bangchan bajó sus labios hasta su erección y, después de eso, empezó a chuparla rápidamente, como si dependiera de su vida y existencia.

Seungmin gemía de placer y dolor, mientras sentía como pequeñas lagrimabas salían de sus ojos. Todo estaba siendo demasiado rápido, algo que extrañamente le gustaba y al mismo tiempo lo satisfacía.

—¡Mierda, Bangchan! —gritó fuertemente.

—¿Lo sientes, verdad? — el pelinegro murmuró contra su piel. —Estás hecho para esto... para mí. —

—Mierda...— Seungmin jadeó, sus manos encontrando el cabello del alfa, tirando suavemente de este.

Bangchan lo tomó de las caderas con fuerza, sus dedos apretando la piel mientras lo arrastraba un poco más hacia él.

—No sabes lo bien que te ves así, tan vulnerable...— gruñó.

—Por favor...— apenas pudo susurrar, sin saber exactamente qué estaba pidiendo. Pero su cuerpo lo sabía. Su cuerpo gritaba por más, por el contacto de Bangchan..

—¿Por favor, qué? Vas a tener que ser más específico, cariño —dijo, burlándose suavemente. —Te ves tan jodidamente necesitado. —

El pelinegro gimió otra vez, sin poder contenerse. Cada centímetro de su piel estaba ardiendo bajo el control del alfa, cada roce haciéndolo perder lo poco de control que le quedaba.

¿Cómo mierda había acabado así? ¿Por qué ya no tenía ni una pizca del miedo que había sentido al principio?

—Me vuelves loco... No tienes idea de cómo me haces sentir.

—¿Esto es lo que querías? — preguntó Bangchan, con su voz grave. —Dime lo que quieres, y te lo daré... si es que te portas bien. —

Seungmin gimió con fuerza, su mente nublada por el placer y la frustración. No podía pensar con claridad.

—Te... te necesito dentro de mí... — jadeó finalmente, sin poder contenerse más.

—¿Tan rápido, lindo? —preguntó, con un tono de burla —. Esto apenas y es el comienzo.

El alfa siguió lamiendo la erección del menor, mientras que este gritaba su nombre con tanta fuerza que hasta podría romper las ventanas.

—Sabes tan jodidamente bien...— gruñó Bangchan, sus ojos brillando con una mezcla de lujuria y posesión.

Seungmin arqueó la espalda, sus dedos aferrándose a las sábanas de la cama mientras sentía la lengua del alfa moverse lentamente sobre su longitud.

—La maldita sea... por favor... más... —jadeó, sin poder contener las palabras que salían de su boca.

—¿Más? — se burló. —¿Así es como lo quieres?, ¿Quieres que te rompa hasta que no puedas caminar mañana? —-

El pelinegro asintió varias veces, sin poder articular una palabra. Su mente estaba demasiado abrumada, su cuerpo demasiado necesitado para pensar en algo coherente.

Bangchan gruñó, profundamente satisfecho al ver al pelinegro rendido y vulnerable bajo su control. Sin decir más, envolvió su mano alrededor de la base de su erección y comenzó a bombear lentamente, su lengua lamiendo la punta cada vez que subía.

—Te ves tan jodidamente hermoso así... gimiendo por mí — susurró.

—No pares... no pares... —Seungmin jadeó, su cuerpo acercándose rápidamente al borde del orgasmo.

El pelirrojo gruñó en respuesta, aumentando el ritmo una vez más, su lengua y su mano trabajando en perfecta sincronía. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, sabía cómo llevar al omega justo al límite, haciéndolo gritar, llorar, rogar por más.

Y entonces, justo cuando el pelinegro estaba a punto de correrse, Bangchan se detuvo, liberándolo de su boca, su mano soltando su erección.

—Maldito alfa...Sigue, por favor... —Soltó quejidos de decepción.

—Tendrás que rogar mejor que eso — gruñó —. Quiero escucharte suplicarme, quiero que me digas cuánto me necesitas.

Seungmin sentía enojo, rabia, decepción, pero sobre todo necesidad de sentir a Bangchan dentro de él...Sentir cómo se corre en el pene del alfa...

Su mente decía que tenía que escapar de esa sensación, de ese dolor. Su corazón decía que siguiera. Y su cuerpo lo traicionaba.

-–-Por favor... joder... ¡Por favor!" gimió su voz, quebrada por la desesperación.

La sonrisa en el rostro de Bangchan era oscura y peligrosa, sus colmillos asomándose mientras se levantaba e inclinaba sobre Seungmin, capturando sus labios en un beso rudo y demandante.

El beso era salvaje, una mezcla de necesidad cruda y poder absoluto.

El mayor tiró de su cabello, obligando a Seungmin a arquear la cabeza hacia atrás, rompiendo el beso para poder observar su rostro. El pelinegro estaba completamente sumiso bajo él, su piel brillando de sudor, los ojos entrecerrados, las mejillas teñidas de rojo por el esfuerzo y el placer.

—Quiero que te corras para mí. Aquí. Ahora.

—¡Alfa! Por favor... por favor... no puedo más..." Las lágrimas se formaban en sus ojos, nublados por la abrumadora intensidad del momento.

Y entonces, finalmente, se corrió con fuerza en la mano del pelirrojo, quien jadeó ante la excitante vista, su mano todavía moviéndose en la erección del pelinegro, sobreestimulándolo con crueldad.

El semen del omega cubrió la mano de Bangchan, quien no dejó de mirarlo con esa sonrisa satisfecha y oscura en sus labios.

—Así me gusta... bien hecho — murmuró mientras dejaba de mover su mano lentamente. —-Ven aquí —ordenó, su voz ronca y cargada de dominancia, mientras hacía una señal con el dedo para que se acercara.

Seungmin tragó saliva, su mirada bajando a la enorme erección del mayor. Se incorporó como pudo y gateó lentamente hacia él, su mirada fija en la imponente figura del alfa.

El simple hecho de verlo así, tan desesperado por él, hacía que el corazón del pelinegro latiera con fuerza, y su boca se secara en anticipación.

Cuando llegó al borde de la cama, Bangchan se inclinó sobre él, tomando su mentón con firmeza, obligándolo a mirarlo directamente a los ojos.

—Abre la boca — ordenó, sin soltar su agarre. Seungmin no podía más que obedecer, abriendo los labios lentamente, sus ojos ardiendo con necesidad y sumisión.

Bangchan gruñó, satisfecho con la rendición de Seungmin, y guió su erección hacia su boca, empujando suavemente al principio, permitiendo que sus labios rodearan la punta. El calor de la boca de Seungmin lo envolvió de inmediato, y el alfa lanzó un gemido gutural, inclinando la cabeza hacia atrás por el puro placer.

—Así... más profundo... —murmuró, su voz llena de lujuria mientras sus manos se enredaban en el cabello del pelo negro de Seungmin, empujándolo un poco más, exigiendo más.

Seungmin gimió alrededor de la longitud de Bangchan, sus manos temblorosas encontrando apoyo en los muslos del alfa mientras intentaba acomodarse al tamaño y la intensidad del momento.

—Maldita sea, omega... tu boca es... perfecta...—- jadeó, su voz rota por el placer mientras sentía el calor envolverlo una y otra vez.

Los ojos de Seungmin se llenaron de lágrimas debido a la fuerza de Bangchan y su rapidez. Luchaba por mantener el ritmo del alfa, pero no podía.

Bangchan tiró de su cabello, sacando su gran erección de la boca del menor con un sonido húmedo, dejando a Seungmin jadeando, con la boca entreabierta y los labios hinchados.

La garganta de Seungmin ardía después de haber sentido como se la mentían entera dentro de su pequeña boca.

—Buen chico — murmuró, su voz ronca mientras lo miraba, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la excitación.

Sin perder más tiempo, tomó al pelinegro de los hombros y lo empujó hacia atrás, haciendo que este cayera de espaldas en la cama.

Él se subió sobre él, llevando sus labios hacia el sensible cuello del pelinegro, dejando chupetones en este mientras que con sus manos empezaba a recorrer su cuerpo, hasta que finalmente encontró lo que buscaba.

Seungmin jadeó con fuerza cuando los dedos de Bangchan bajaron entre sus piernas, tocando su entrada.

Estaba húmeda, lista... demasiado lista, como si su cuerpo hubiera sido preparado para esto desde el principio.

Lo único que importaba era el calor de los dedos de Bangchan, deslizándose lentamente dentro de él, estirando sus paredes y provocando una mezcla de dolor y placer que lo dejó sin aliento.

Nunca había sentido algo así antes, nunca había estado tan... vulnerable.

El dolor inicial lo hizo apretar los dientes, pero Bangchan no le dio tiempo para acostumbrarse. Empujaba sus dedos más profundamente, torciéndolos dentro de él hasta encontrar ese punto que hizo que Seungmin viera estrellas.

—N-no te detengas... —pidió.

Bangchan soltó una risa, profundamente satisfecho con la rendición del pecoso.

—¿No quieres que me detenga? — se burló, deteniendo un poco sus movimientos.

Seungmin negó rápidamente, su boquita abierta mientras gemía en protesta.

Bangchan apretó la mandíbula y sus dedos salieron de golpe, dejando al pelinegro temblando y vacío, pero no por mucho tiempo. Sin darle un segundo para recuperar el aliento, el alfa presionó su erección contra su agujero necesitado.

—Esto es lo que querías, ¿verdad? — gruñó, , inclinándose para morder suavemente su cuello y susurrar en su oído. —-Estás tan jodidamente listo para que te rompa... Vas a gritar mi nombre, Felix, hasta que no pienses en nada más que en mi—

El pelinegro apretó las sábanas con fuerza, su cuerpo en tensión, sabiendo lo que venía pero sin poder detenerlo. Y cuando Bangchan comenzó a empujar dentro de él, la sensación fue abrumadora. La presión, la sensación de ser estirado y llenado de una manera que nunca había experimentado.

Seungmin temblaba bajo el cuerpo del alfa, su respiración irregular mientras luchaba por controlar los gemidos que amenazaban con escapar de sus labios. Era una batalla perdida. El dolor se mezclaba con oleadas de placer tan intensas que hacían que su cuerpo se arquease involuntariamente contra el pelinegro, buscando más de esa sensación devastadora.

Los sonidos de sus cuerpos chocando, los gemidos desesperados de Seungmin, volvieron a llenar la habitación.

—¿Eso es lo que querías? — Bangchan gruñó en su oído, su voz ronca y cargada de posesión. —Voy a follarte tan fuerte que vas a recordarlo cada vez que intentes caminar mañana. —

Seungmin apenas podía responder, su mente completamente nublada por el placer insoportable que lo consumía. Sentía como si su cuerpo se desintegrara bajo el control de Bangchan, sus piernas temblando sin control.

Cuando Bangchan golpeó su próstata en uno de sus movimientos, Seungmin dejó escapar un grito estrangulado, sus ojos abriéndose de par en par.

—¿Eso te gusta? — preguntó Bangchan con una sonrisa burlona, su voz llena de satisfacción. —¿Te gusta cuando toco ese lugar? Solo hay que seguir así, ¿verdad?

—M-más... —fue lo único que pudo articular, apenas un susurro que salió de su boca entre gemidos.

—¿Más? —preguntó, aumentando el ritmo de sus embestidas. —Eres tan ansioso. —

Cada palabra que salía de los labios de Bangchan parecía intensificar el deseo de Seungmin, una necesidad incontrolable que se encendía con cada embestida.

—Déjame hacerte mío, cariño. —decía el mayor con una voz ronca y profunda.

La habitación era un silencio total, y lo único que se escuchaba eran los gemidos de Seungmin.

—¿Por qué haces esto? —preguntó el menor.

—Porque quiero que seas mío...Mío y de nadie más.

El rubio se sentía completamente atrapado en ese momento, sin poder pensar en nada más que en el pene del pelirrojo adentrándose deliciosamente en su interior.

En ese instante, solo existía él, el alfa y el abrumador deseo que lo consumía. Por Dios, no quería que ese momento terminase nunca; se sentía demasiado bien.

—Eso es, sigue así, quiero escuchar cómo pronuncias mi nombre mientras te rompo por completo. —

Seungmin asintió. Las lágrimas de placer resbalaban por sus mejillas, mezclándose con los sonidos húmedos que hacían sus cuerpos.

—Por favor... no pares...— suplicó, sintiendo que se estaba acercando a su orgasmo.

—Voy a hacer que te corras tan fuerte que todos en el bosque te escuchen — le prometió Bangchan, dejando que un gruñido profundo escapara de su garganta. —Vas a ser mío por completo, omega. No hay vuelta atrás, vas a tener mis lindos cachorritos dentro tuyo.

Seungmin no tenía la capacidad de responderle. Estaba teniendo sexo con un alfa que ni siquiera conoce, además de estar en pleno celo recién empezado, significando más posibilidades de quedar con un cachorrito o más...Quién lo diría.

—Bangchan... —jadeó, su voz rota, temblando. —-Alfa, se siente t-tan bien—-, dijo mientras entrecerraba sus ojitos, embriagado con todo el placer que el alfa le estaba dando en ese momento.

Las embestidas de Bangchan, más intensas, llenando la habitación con el sonido de piel contra piel, los jadeos de Seungmin y el gruñido constante del alfa que no iba a detenerse hasta tomar lo que era suyo.

—Eso es... sigue diciéndolo, Seungmin — le exigió, su voz cargada de posesión. —-Dime cuánto te gusta que te folle así. Quiero escucharlo de tus labios.

Seungmin, con las mejillas enrojecidas y el cuerpo completamente rendido al placer, apenas podía formar una respuesta coherente.

—M-Me encanta, ¡Mghm— gimió, abriendo sus ojos y llevándolos hacia atrás cuando Bangchan vuelve a golpear su próstata. —-A-Alfa... por favor... no pares, no pares... s-sigue...—rogó, su voz entrecortada por gemidos.

El alfa soltó una carcajada baja, un sonido profundo y oscuro que vibró en el pecho de Seungmin, provocando una nueva oleada de placer.

—-Sabía que serías así, — murmuró, inclinándose para morderle el cuello con fuerza, dejando marcas de reclamación. —Sabía que estarías tan jodidamente necesitado, no puedes ocultarlo... lo necesitas... me necesitas.

La idea de pertenecer a él hizo que el cuerpo de Seungmin se tensara aún más, un nuevo gemido escapando de sus labios mientras se movía instintivamente contra él.

—Bangchan... Bangchan... me... me voy a correr— jadeó, sintiendo que la presión en su interior alcanzaba su límite. El calor que ardía en su abdomen crecía sin control.

—Eso es... córrete para mí.

Seungmin gritó su nombre una última vez antes de que el orgasmo lo atravesara, haciendo que su cuerpo se sacudiera. Su semen salió disparado, manchando parte de su abdomen y el de Bangchan.

El pelirrojo gruñó contra la piel de Seungmin, sintiendo cómo las paredes del pelinegro lo asfixiaban exquisitamente a causa de su orgasmo. Sin embargo, el alfa no detuvo sus movimientos. Seguía embistiéndolo, cada golpe enviando nuevas oleadas de sobreestimulación por el cuerpo de Seungmin.

—¿Ves lo que me haces, omega?— murmuró entre respiraciones, mordiéndole suavemente la piel mientras lo llenaba una y otra vez con su erección. —No puedo parar... no voy a parar hasta que estés completamente lleno de mí.

—Por favor... a-ah...— gimió, incapaz de contener los gemidos que se escapaban de su garganta mientras su cuerpo sobreestimulado se retorcía debajo de él.

Bangchan soltó un gruñido feroz, y sin previo aviso, sus colmillos se hundieron en el cuello de Seungmin. La mordida fue firme y profunda, y aunque al principio hubo una punzada de dolor, pronto fue reemplazada por una sensación extraña, casi placentera.

Una cálida oleada recorrió el cuerpo del pecoso, como si algo más allá del placer físico se estuviera extendiendo por sus venas.

Seungmin dejó escapar un jadeo tembloroso mientras sus ojos se cerraban con fuerza.

—Buen omega— gruñó Bangchan, separándose apenas un poco para lamer la herida con una sonrisa de satisfacción. —Ahora eres completamente mío...

Con un gruñido bajo y profundo, se enterró por completo dentro de él y se corrió finalmente, liberando una gran cantidad de semen caliente que llenó de inmediato las paredes del pecoso.

Seungmin gimió, sintiendo cómo su interior era inundado por el líquido espeso. La cantidad era abrumadora, mucho más de lo que esperaba, tanto que comenzó a sentir cómo el exceso se escapaba de su abusada entrada.

Sin embargo, antes de que pudiera procesar completamente lo que estaba sucediendo, notó un cambio. La erección del alfa dentro de él empezó a hincharse, expandiéndose de una manera que no se sentía para nada natural. Un dolor sordo comenzó a instalarse, provocando que se removiera incómodo, intentando alejarse del pelinegro.

Bangchan gruñó, agarrándolo con más fuerza y manteniéndolo inmóvil.

—Quédate quieto— le ordenó, su voz baja y cargada de autoridad. —Te estoy anudando. No te muevas.

Seungmin no comprendía lo que estaba pasando. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras sentía la presión creciente en su interior.

—Pero...Eso significa que hay más posibilidades de que...

Bangchan solo gruñó en respuesta, aferrándose a él mientras el anillo de su erección seguía expandiéndose dentro del omega, asegurándose de que no se separaran y que ninguna gota de su semen se desperdiciara.

—P-Por favor, me duele...— Seungmin suplicó, su voz quebrándose mientras miraba al alfa con ojos llenos de lágrimas, queriendo separarse.

El pelirrojo, sin embargo, no mostró signos de ceder.

—Es parte de ser mío— dijo con voz firme, apretando un poco más su agarre. —Tu cuerpo se ajustará. Solo relájate.

Seungmin intentó calmarse, pero la presión seguía aumentando. Se sentía como si su cuerpo estuviera a punto de estallar, y cada intento de moverse solo intensificaba la incomodidad.

Estaba confundido, su mente aún nublada por el placer y el dolor. La sensación del nudo dentro de él era extraña y perturbadora, una mezcla de plenitud y malestar.

Los minutos pasaron, y la presión comenzó a ceder lentamente. Con un último gruñido, la erección de Bangchan volvió a su tamaño normal.

El alfa se retiró de él, dejando que Seungmin sintiera el vacío y el goteo del semen que aún se escurría de su interior.

—Ahora eres completamente mío— el pelirrojo declaró, sus ojos brillando con una satisfacción posesiva. —Vas a tener mis lindos cachorros.

—Pero ni siquiera te conozco, no sé quién eres.

Bangchan se inclinó, acercando su rostro al de Seungmin con una sonrisa segura.

—Pensé que ya lo sabías, omega.

—¿Saber qué?

—Que ahora tendrás hijos con un gangsta.

***


-Aly

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