やくざ
Necesito un gángster para que me ame mejor que los demás,
para que siempre me perdone, vaya o muera conmigo;
eso es lo que les gángster hacen.
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La noche anterior había sido salvaje.
Pero al final, Hoseok terminó al lado de su chica, como siempre. Ella durmiendo sobre su pecho después de terminar completamente cansada. J-Hope tenía la costumbre de despertar una hora antes que ella para poder apreciar su rostro sin molestias, admirando la belleza de la persona que amaba y que era lo más importante para él. Pero ¿por qué lo hacía? Por el hecho que no sabía si mañana tendría la dicha de tenerla a su lado.
La hora casi acababa, lo sabía por la luz del sol que entraba por la ventana de la habitación; cuando ésta entraba completamente, ella despertaba.
Hoy tenía que salir temprano de casa. En contra de su voluntad, se movió con cuidado de no despertarla, consiguiendo el roce de sus cuerpos desnudos, ella, al sentir el movimiento, decidió darle la espalda y seguir durmiendo. Hoseok tomó los boxers que estaban en el suelo, se los puso y finalmente salió de la cama, yéndose directamente al baño.
El agua fría cayó sobre su cuerpo, acompañada de una jaqueca debido al impacto. Tomó una ducha rápida y salió del baño con la toalla envuelta en su cintura. En el cuarto no estaba ella.
— ¡Seulhee!— Alzó la voz su vez que empezaba a vestirse.
— En la cocina.— Se escuchó a lo lejos.
Terminó secando su cabello y seguido pasó una gorra volteada en su cabello. Negra. Igual que toda su ropa.
Salió de la habitación con deseo de darle un beso de los buenos días, que al final terminaba siendo un rapidín. Aunque, eso no era posible esta vez, tenía que estar temprano en el punto de encuentro para recibir la mercancía, y esos proveedores eran como un grano en el culo.
Se encontró con ella, ya vestida, cocinando en las estufa. Olía bien. Se acercó por atrás y envolvió su cintura con los brazos, pegándola a su cuerpo.— Buenos días.
— ¡Hoseok el aceite!— Contestó de vuelta.
Eso no fue impedimento para que la girara y le plantara un beso en la boca. Seulhee relajó sus brazos, soltando la espátula que tenía sin darse cuenta. El beso se hizo más largo y caliente, pero ella lo terminó, separándose, sonrió y antes de voltearse de nuevo, le dio un beso tronador.
— Huele rico.— Comentó mientras sacaba agua helada del freezer.
— Y sabe rico.— Seulhee sacó el pan e hizo un emparedado para su novio.— No voy a dejar que te vayas hasta que te lo comas todo.
— Pero tengo que estar en el callejón en menos de treinta.
— Sin peros.— Puso el plato en la barra.— Estoy practicando para cuando sea tu esposa.
Hoseok sonrió al escucharla decir eso. Ellos iban a casarse, en embargo, tenía planeado pedírselo una vez que haya conseguido más dinero. Quería darle una boda de en sueño.
Mientras comía, la miraba de aquí para allá, limpiando el departamento, la escuchaba cantar una canción en voz baja, su canción favorita, la canción que una vez le dedicó. Se veía como una chica normal, con una vida y novio normal. Pero la realidad era otra.
Empezando por el hecho de que su novio, o sea Hoseok, era múltiple delincuente, fundador de una pequeña mafia de los barrios ricos de Seúl. Una de las mafias más respetadas y hasta queridas. Seulhee era parte de ella y aunque no andaba por las calles de proveedora o cobrando deudas, era la encargada del club nocturno, donde además de ser bailarina por un rato, era la gerente y se encargaba de seducir a los hombres para que compraran droga, o incluso los seducía, los hacía caer en su trampa, entonces Hoseok los cazaba.
— Pronto seremos lo que tanto deseas.— Dijo él, acercándose.
— Vivimos como quiero. A tu lado y es lo único que importa.— Le pasó su pistola, éste la escondió en sus pantalones y se estiró para tomar la navaja Magnum de la mesita al lado del sofá.
— Sabes que no.— Le dio un beso de despedida y se dirigió a la puerta.— Te veo más tarde. Pasaré por ti temprano para irnos al club.
— Bien.— Sacudió su mano.— Cuídate. Te amo.
— Yo te amo más.
Salió del departamento y le echó un vistazo a las cámaras escondidas y esperó a escuchar los seguros automáticos para irse. Tenía la mentalidad de que ella no estaba segura si no estaba con él, es por eso toda aquella seguridad terciaria.
Hoseok y Seulhee se conocían desde pequeños, pero no lo hicieron de la mejor manera. Se dio cuando él tenía 12 años y ella 10; desafortunadamente una red de prostitución de menores, los habían raptado, pasaron muchas cosas, maltrato, violación, incluso unos eran drogados. Una noche, la victima fue Seulhee, Hoseok se quedó despierto en aquel cuarto oscuro donde los tenían, esperándola. Seulhee volvió destrozada, llorando y Hoseok lo único que pudo hacer, fue abrazarla hasta que se quedara dormida. Enojado, furioso, conteniendo toda su ira y odio hacia aquellos bastardos que habían lastimado a Seulhee, la niña la cual lo había atrapado desde el momento que entró a ese feo cuarto con sus ojitos brillando del miedo.
Un año después, Hoseok y Seulhee lograron escapar. Él terminó con las costillas rotas, Seulhee con golpes y rasguños, nada más, porque Hoseok no permitió más de eso. A esa edad tan temprana, Hoseok y Seulhee sabían sobre lo cruda realidad de la vida, lo cual los hizo fuertes y realistas. Escaparon y no volvieron, y con el paso del tiempo se hicieron a la idea de no poder salir del mundo bajo, por lo que él decidió tomar liderazgo y crear su propio imperio.
Pero así como lo creó, lo quería acabar y darle a Seulhee la vida tranquila que tanto anhelaba desde que era pequeña.
Bajó de su Mustang negro, ya estaba en el callejón, dos segundos después, un Ranger plateado se estacionó a su lado y de éste salió su mejor amigo y socio, Min Yoongi.
— Están retrasados.— Dijo lo obvio, por lo cual el rubio no se preocupó en contestar.— ¿Trajiste el dinero?
— Sí.— Abrió el maletero y sacó una bolsa de tela la cual estaba llena de millones de won.
— Hoy es un día importante.
— Lo es.— Era el quinto aniversario del club y se festejaría a lo grande: alcohol, drogas, nudistas, el mejor dj. Hoseok y Yoongi habían conseguido una nueva atracción en fármacos; la idea fue de Hoseok, Yoongi contactó a las personas.— Es demasiado puto dinero y ni siquiera estamos segundos si funcionará.
— Tú confía en mí. El opio está extremadamente prohibido y es muy difícil de conseguir incluso en Asia.— Llevó sus brazos al pecho, cruzándolos.— A la gente le encanta, le atrae lo prohibido e inalcanzable.
El opio, una de las drogas más antiguas, volvería al mercado según J-Hope, tenía planeado incluirlo en su mercado. Además de ser muy adictivo, era muy caro y eso era obvio, más ganancia.
Yoongi prefirió no opinar, mejor se esperaría a resultados.
Un motor proveniente del otro lado del callejón se hizo presente. La van negra se detuvo a pocos metros de ellos y de ella bajó un chico con lentes de sol y tapabocas. Hoseok y Yoongi se acercaron y empezaron con el trueque. Sin palabras, el chico pasó la bolsa a manos de Hoseok y éste la abrió, asegurando que todo estuviera en su estado una vez asegurado, asintió en dirección a Yoongi y éste le pasó la bolsa al chico, él hizo lo mismo que Hoseok y una vez que cada uno tenía lo suyo, terminaron el trato estrechando sus manos.
Cada uno de ellos se fue a su respectivo auto; Hoseok antes de subir al suyo, le disparó una mirada a Yoongi e hizo una señal con la mano. Yoongi asintió antes de subir a su auto. Un par de calles arriba, ambos se encontraban a la par en un semáforo en rojo, sus ventanas abajo.
— Yo me iré yendo al club.— Informó Yoongi.— Recuerda que Seulhee y tú tienen que estar ahí ya.
— Lo sé. Sólo iré a dejarle esto a los científicos, cobro una deuda y paso por ella para ir a Inferno.
— Bien.— Yoongi hizo un ademán y arrancó, sin importar que la luz siguiera colorada.
Los científicos, eran los chicos que se encargaban de analizar y empacar la mercancía. Claro que todos eran de alta confianza para Hoseok, ya que su trabajo era uno de los más importantes, J-Hope los tenía muy bien protegidos en una de sus casas de seguridad. Al llegar, el guardia de la puerta lo dejó entrar. Hoseok se estacionó frente a la puerta principal, se estiró sobre el asiento para tomar la bolsa y bajó del auto. Entró a la casa y sonrió al ver el desastre del cual sufría. Al parecer alguien ha tenido fiesta anoche. Llegó a la sala y dejó la bolsa en el centro de mesa.
— ¡Chicos! ¡Bajen, hay trabajo que hacer aquí!
Pronto ruidos provenientes de la planta alta se hicieron presentes. J-Hope ya se encontraba sentado.
— ¡El jefe está aquí, imbéciles!— El menor de los tres gritó.
— Vaya, qué amor, Jeon.— Se burló Hoseok, seguido alzó las cejas al ver a Jimin bajar casi desnudo acompañado de una rubia.— Sólo falta Taehyung, ¿dónde está?
— Buenos días, Hope.— Saludó Jimin y se fue de largo a la puerta con esa chica.
— ¡Aquí estoy!— Taehyung bajaba corriendo las escaleras.
Una vez que los tres se encontraban frente a Hoseok, él les explicó la situación.
— Tienen todos estos kilos. Tienen que estar listos para esta noche. Ya saben qué hacer.
Jungkook se estiró para tomar la bolsa, una vez que la tuvo sobre sus piernas, la abrió e inspeccionó el contenido. No pudo evitar sonreír.
— ¿Tendré que empacar unos especiales para esos hijos de puta que asistirán, no?
— Así es. Sólo tres.
— No hay problema.
— Entonces me voy. Los veo en la noche.— Hoseok se puso de pie y ellos lo imitaron. Taehyung lo acompañó a la puerta y se quedó hasta que Hope se fue.
Otra vez andando por las calles, pensaba en que sólo le faltaba un encargo y podría volver al lado de Seulhee. El barrio no estaba lejos; era una de las pocas colonias bajas que manejaba y él era el que se encargaba de cobrar ahí junto a Namjoon en muchos de los casos. Llegó a la residencia donde estaba el chico que le debía dinero; la semana pasada se había surtido muy bien con azúcar; Hoseok decidió hacer las cosas rápido y al ver que el inepto no le quería pagar, tuvo que golpearlo y saquearle el dinero suficiente más los intereses.
Se encontraba ya en el edificio donde vivía, todo parecía normal. Muy poca gente en el vestíbulo y los pisos, él y Seulhee vivían en el último piso del edificio, por el sexto peso, un hombre subió al elevador. Sólo iban Hoseok y él. J-Hope por su parte estaba revisando un mensaje de Namjoon, fue hasta entonces que guardó el celular, que se prestó a darle importancia a aquel hombre, viendo su reflejo por las paredes de espejo de las cuales estaban rodeados. Él no es de por aquí... Lo sabía, porque Hoseok conocía a todos los residentes, ya que tenían años viviendo ahí, y tenía que saberlo por seguridad. El sonido del elevador llegar al último piso lo hizo dejar de pensar, aún aturdido salió de la caja metálica; con las manos escondidas en los bolsillos y su cabeza recobrando el sentido, reaccionó al ver la puerta del fondo, o sea la de su apartamento, entreabierta. Su corazón empezó a latir de un segundo a otro a gran velocidad, se giró al elevador y pudo presenciar las puertas cerrarse y que aquella persona le sonreía con burla.
— ¡Hijo de puta!
Ahora tenía dos alternativas, correr tras el bastardo o ir s revisar que todo estuviera en el departamento. Que Seulhee esté bien.
Seulhee.
Corrió por lo largo del pasillo y entró sin cuidado alguno, viendo todo a su paso. Nada estaba fuera de su lugar. Aún con temor corriendo por sus venas, se adentró por el pasillo que daba a su habitación y fue cuando la situación empeoró. La cama estaba más desordenada de lo que debería, el tocador de Seulhee estaba hecho un desastre y las cortinas estaban rasgadas. Sentía su corazón en la garganta. Entró al baño con prisa y sus pelos se pusieron de punta, el espejo que estaba arriba del lavabo estaba roto y junto con el mármol, manchado de sangre. Todo su cuerpo se calentó por la furia acumulada con la desesperación. Siguió los pedazos de espejo y sangre hasta dar con la bañera, posteriormente la cortina, la tomó y corrió con fuerza. Después de mucho tiempo, tenía ganas de llorar. Sus puños se apretaron hasta dejar sus nudillos blancos, de tan sólo leer aquel mensaje muchas cosas pasaron por su cabeza.
Tenemos a tu perra. Feliz aniversario, ¿por qué no vienes por tu regalo, bastardo?
No tuvo que leer dos veces aquel mensaje escrito con sangre, para saber de quién era. Salió encabronado del baño, de una patada movió la cama y rompió la alfombra, en el piso tenía un escondite con varias armas y dinero, levantó la madera y de aquel oscuro y pequeño lugar, tomó dos Walther P99; ahora, más sus armas diarias, portaba de tres pistolas y una navaja. Suficiente para terminar a esos pendejos.
Salió del edificio como un demonio y de una manera brusca encendió su auto, del mismo modo salió del estacionamiento. Los policías de la zona lo conocían, al igual que su auto y matrículas; por eso mismo no le importó en lo absoluto las leyes de tránsito, ellos no harían nada. Un llamada entró a su teléfono y como tenía la conexión vía bluetooth, contestó.
— Hey, necesito que estés aquí ya.
— Yoongi tendrás que encargarte de todo tú solo.
— ¿Qu...— Yoongi dejó de hablar.— ¿Pasa algo?
— Los hijos de puta de Sobaek tienen a Seulhee.— Alzó la voz con desesperación y enojo.— Voy por mi chica. Voy a matar a cada uno de ellos. Y después de eso, te veo en el club.
— ¿Te mando a alguien?— Preguntó con seriedad.
— No. Se metieron con lo que despierta al jodido diablo. Quiero encargarme yo.
— Hoseok, cuida...
Las palabras de Yoongi se quedaron en el aire ya que Hoseok cortó la llamada. "— Cuídate." fue lo último que le dijo Seulhee ese día. Debí llevarla conmigo, debí mantenerla a mi lado y a salvo.
— Perdóname, mi amor.— Susurró destrozado.
Sobaek eran los principales enemigos de Jiog, la organización de Hoseok. Hace un unos años, ellos estaban en paz el uno con el otro, respetaban sus pisos, barrios y limites. Entonces, el club nocturno más frecuentado de la zona de aquellas tiempos, se puso a la venta y los principales interesados fueron Hoseok y Sowon, el líder de Sobaek. Tras varios conflictos e incluso juegos sucios, Jiog se quedó con el local; el problema para Sobaek, es que estaban en un momento muy crítico y ese club era su única esperanza para no salir de las grandes ligas. Finalmente, Hoseok y Jiog consiguieron mucha ganancia y muchos más clientes, mientras Sobaek se fue a la mierda y el odio y sed de venganza hacia Jiog nacieron.
Actualmente, Hoseok se había mudado de local a uno mucho más prestigioso, donde le estaba yendo de maravilla. Ahora, ese antiguo local por el que tanto pelearon, estaba abandonado y nadie se acordaba de él. Es por eso, que estaba seguro que ahí tenían a Seulhee. Era el punto de venganza perfecto.
Dobló en el callejón que daba a las puertas traseras, haciendo rugir su motor, diciendo con ello me querían, me tienen. Se aseguró de tener las armas y recargas, no perdió tiempo y se bajó del auto, cerrando la puerta a su paso. Pateó la puerta, consiguiendo abrirla, como era de esperarse, todo estaba muy oscuro. El problema de ese lugar, lo que antes era un atractivo, era que es como un laberinto; sin embargo, Hoseok tenía una pasaje hasta la oficina principal, pero para eso, tenía que llegar al área 4. Con el arma apuntando al frente y ojos de halcón, comenzó a andar por los oscuros pasillos. Los primeros. Algo le decía que iba haber guardias esperando en el primer bar, y ahí estaban los perros. Se pasó de una pared a otra y desde un punto ciego, le disparó a uno de ellos y no esperó mucho para dispararle al otro. Una vez que ambos estuvieron tumbados en el piso, Hoseok se acercó mientras sacaba la navaja de su bolsillo, se hincó ante el primero y sin pudor alguno, cortó su garganta, haciendo que muera en ese instante por tanta perdida de sangre.
— Entonces,— Ahora caminaba al otro chico, hizo lo mismo que con el anterior.— ¿dónde la tienen?
— Por favor no me mates.— Suplicó con temor la ahora víctima.
— No lo haré si me dices lo que te pido.
La hoja metálica acariciaba el rostro y cuello de aquel hombre joven, sus ojos la seguían pavor.
— Están en la oficina. ¡Ahí la tienen!
— Gracias.— Y antes de levantarse, apuñaló tres veces su estómago. Lo dejó tirado y emprendió marcha.
Tan sólo tuvo inconveniente en el área 2, ya que ahí se encontraba otro con el cual terminó rápido. Ya se encontraba en la área 4 y se apresuró a ir a la oficina por el camino que el conocía muy bien. En verdad iba a corriendo y dispuesto a matar a sangre fría a cualquier imbécil que se le cruzara. Tranquila, Seulhee. Ya voy por ti. Ya estaba en el pasillo de la oficina, asomó su cabeza antes de entrar por completo. En la puerta estaban dos. No tenía tiempo para idear algo, la mujer que amaba estaba en peligro, así que salió sin temor alguno y empezó a disparar, los otros dos hombres lo hicieron también, pero debido a la sorpresa que les dio Hoseok, no estaban del todo conscientes, permitiéndole a Hoseok tomar la ventaja. El primero cayó, el segundo estaba por hacerlo. Hoseok dejó caer el arma al piso, ya que estaba vacía y sacó otra lo más rápido posible; abrió una puerta y la uso de escudo, los disparos del tipo seguían y cuando pararon, Hoseok lo cazó mientras recargaba su pistola. Tres disparos al pecho.
Salió de la puerta y pateó los cuerpos a su paso. Estando ya frente la puerta de la oficina principal, dio un largo suspiro. Adentro no se escuchaba movimiento alguno y eso lo atemorizaba más. Tomó el pomo y lo giró con lentitud, la puerta rechinó al ser empujada, Hoseok puso a la vista primero la pistola y después todo de él. Sintió su alma irse al ver a Seulhee tirada como un perro en el piso, estaban dos personas más presentes; uno de ellos tenía el pie sobre Seulhee, como si la estuviera deteniendo, el otro Hoseok lo conocía bien, era el líder de Sobaek. Ambos miraban a Hoseok con sonrisas de bastardos.
— Seulhee, estoy aquí.— Gritó Hoseok. Presenció movimiento por parte de ella, lo que lo hizo volver a respirar.
— Mmm...— Ella se movió con brusquedad. Tenía sus manos y bocas atadas, su cabello caía sobre su cara y en sus piernas ya se podían visualizar moretones. La sangre de Hoseok hirvió y casi se lanza sobre el tipo que la sostenía, quien ahora la había pateado.
— ¡Déjala, hijo de puta!
Ambos hombres rieron y el que la pateó habló.
— Tu perrita salió brava.— Fue entonces que Hoseok alcanzó a ver una larga cortada en la mejilla izquierda del individuo. Ella lo hizo. Pensó, estaba seguro. Seulhee sabía defenderse y para tenerla, seguro batallaron. Por eso el desastre en casa.
— Se los pondré fácil.— Hoseok ya tenía sus brazos más relajados.— Me dan a mi chica y me voy sin hacer nada.— Era obvio que mentía, pero lograba escucharse convincente.— De otra manera, tendré que matarlos.
— ¿Así de fácil?— Se burló Sowon, cruzándose de brazos.— No lo creo.
— ¿Qué ganas con esto, imbécil?
— Estoy arrebatándote algo que aprecias, así como tú lo hiciste conmigo. Nos arrebataste el triunfo y por tu jodida culpa nuestra organización se hundió.
Sowon se encontraba ya alterado, un faceta totalmente a la que mostró al inicio; burlón y malicioso.
— Debería superarlo.— Hoseok se acercaba.— Es lo más inteligente que podrías hacer.— Se encogió de hombros. Se mostraba tranquilo y jugando con su navaja de lo más normal.— Estás logrando volver al negocio, pero yo y mis hombres, con un movimiento de dedos, te jodemos de nuevo. ¿Quieres eso? ¿Quieres volver a recorrer el camino de la miseria? ¿Quieres...
— ¡Cállate, imbécil!
— Piénsalo, Sowon. Sé inteligente y por primera vez, logra sacar adelante la organización que te heredó tu padre.
— ¡Cállate!— Su arma apuntó a Seulhee. No lo hará. Hoseok lo dudaba en su cabeza y eso lo hacía enojarse consigo mismo. No tenía tiempo de correr y protegerla del tiro.— ¡Nuestra realidad es que ya estamos jodidos, lo acepto! Y eso es gracias a ti, Jung Hoseok. No importa qué digas, qué hagas o lo que sea que intentes. Pagarás.
— No sabes en lo que te estás metiendo...
Eso no fue impedimento para Sowon. Hasta ahora había visto a Hoseok muy calmado y esa no era la reacción que quería al ver que tenía a su chica. Le hizo una seña a Youngho, él levantó a Seulhee con facilidad a la vez que con violencia.
— Vamos a empezar...— Sowon soltó una risita burlesca.
— ¡Un mechón de cabello, tan sólo uno, y te mato!
Hoseok miró a Seulhee, ella también. Quiso comunicarle por medio de las miradas que estuviera tranquila. Ella seguía con su vestido de seda que usaba como pijama y descalza. Por un segundo vio a la niña desprotegida.
— ¿Cabello? Tranquilo, no iba por ese lado.— Sonrió con cinismo.— ¿Qué sientes al ver a otro besar a tu chica.— Hoseok apretó el mango de su arma al verlo besar el cuello de Seulhee.
— ¡Bastardo!— Gritó. Los ojos de Seulhee derramaron lágrimas.
Hoseok estaba seguro que ella empezaba a sentirse como aquella noche y no quería. Luchó tanto para que no volviera a sentir aquel sentimiento tan horrible y ahora un imbécil lo estaba logrando y él no podía hacer nada más que observar.
Sin soportarlo más, levantó el arma y amenazó a disparar. Sowon siguió, el otro tipo reía y Seulhee lloraba. Entonces, se escuchó un disparo.
La sangre de Hoseok se enfrió al ver el cuerpo de Seulhee caer al piso sin ningún cuidado. Sus ropas color champán ahora estaban manchadas de rojo. Lágrimas en los ojos de Hoseok y sorpresa en la de los otros dos.
Ellos no planeaban llegar tan lejos.
— ¡No sé qué pasó!
Sowon se encontraba aterrado. Hoseok tenía su mundo nublado en ese momento, tan sólo miraba dos luces rojas, esas luces rojas eran los dos bastardos y tenía que matarlos. La arma de Sowon yacía en el piso y Youngho estaba tan en shock que no lograba sacar la suya. En ese momento Hoseok actuaba sin pensar, dejándose llevar por su instinto. Se acercó con pesados pasos a Sowon, agarró con fuerza su camiseta y sin perder tiempo, le disparó a Youngho, haciendo que cayera al piso.
— N-no...
— ¿Esto querías, cabrón?— Dio un fuerte golpe a su mejilla, reventándole el labio en ese instante, no esperó y le sacó el aire con un rodillazo, Sowon se tambaleó y terminó en el piso. Hoseok se hincó, tomó su camiseta de nuevo y lo acercó a él.— Felicidades.— Y sin escrúpulos, vació las balas de su cámara en el pecho de Sowon.
— ¡Por favor! ¡Tengo familia!— Gritaba el otro. ¿Acaso eso convencería a Hoseok? Claro que no. Y por eso mismo, le dio un último tiro para que se terminara de morir.
— Yo la tuve también.
El arma cayó al suelo, su navaja también. Una luz apenas y entraba al cuarto, luz que iluminaba a la fiembre Seulhee. Con pisadas vacilantes, llegó a ella, dejándose caer de rodillas. Después de muchos años, Hoseok volvía a llorar. Estiró sus brazos y tomó el cuerpo de Seulhee, la acobijó por completo y empezó a llorar con más fuerza. Ya era demasiado tarde, ella había dejado de respirar.
— ¡Seulhee, mi amor! ¡Por favor!— Hoseok no podía parar de llorar. No quería aceptar que ella se había ido.— Perdóname, bebé. Lo siento, lo siento...
Secó sus lágrimas y miró su rostro. Estaba más pálido y todo su cuerpo frío. Todos los buenos momentos, los besos, las caricias, las palabras y promesas, todo estaba bombardeando a Hoseok. No podía soportarlo. Entre ellos el recuerdo más especial, el que siempre le quedó marcado.
Hoseok se encontraba sentado en su escritorio, recién había terminado de encargar un pedido. Afortunadamente todo estaba yendo de maravilla en el club. Mucho dinero que jamás imagino. Pero, nada era mejor que ver a la mujer que amaba siempre y tenerla con él en todo momento. Persona que estaba entrando por la puerta en ese momento. La sonrisa de Hoseok se hizo presente y seguido palmeó sus piernas. Seulhee captó la indirecta y fue a sentarse en ellas.
— Te veo muy contenta, amor.
— Lo estoy.— Seulhee sonrió y aprovechó para rodear el cuello de su novio con los brazos.— He escuchado una canción y automáticamente pensé en nosotros.
— ¿Cómo se llama?
— Gangsta. Te la dedico.
Hoseok alzó las cejas y rió un poco. Su mano reposaba en la espalda de ella y hacía círculos.— ¿Qué dice?
Seulhee cambió su sonrisa tierna a una traviesa. Se acomodó mejor sobre las piernas de Hoseok y capturó sus labios, creando un caliente beso que Hoseok amaba recibir. Sus lenguas hicieron roce y ella se separó. Se miraron a los ojos. Hoseok notó que los ojos de Seulhee brillaban.
Ella volvió a acercarse, pero no precisamente a sus labios.— I need a gangsta, to love me better...— Le cantaba al oído con la dulce voz que Hoseok amaba escuchar.— Than all the others do...— Deposito un beso en su cuello y siguió.— To always forgive me, ride or die with me...— Seulhee se reincorporó y lo miró a los ojos.— That's just what gangster do.— Hoseok se quedó sin suspiro alguno.
Aquello había sido muy profundo para ambos.
¿Los gángsters morían por el amor de su vida? ¿Hoseok era un gánster? No lo sabía, no lo tenía claro y nunca se lo preguntó. Sin embargo, él mataría y moriría por Seulhee.
Buscó la arma que aún le quedaba. Ya con ella en mano, apretó a Seulhee más a su cuerpo, se inclinó para darle un beso en sus fríos labios.— Te amo.— Susurró. La miró y siguió con ese pensamiento un minuto más.— Ni la muerte nos separará, Seulhee. Nada lo hará.
Un disparo inundó todo el lugar. Disparo que acabó con la vida de Hoseok. Disparo que lo hizo volver con el amor de su vida.
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