Capítulo 7


-¿Diga? -La voz de la madre de Tabita sonaba temerosa.

-Hola mamá... -Saludó Tabita al otro lado con notable cansancio.

Después de veinticuatro horas de angustias y de estar a punto de llamar a la policía para denunciar la desaparición de su hija, oír al fin su voz fue para Amy como emerger del profundo océano y respirar al fin.

-¡Tabita! ¡¿Cielo mío dónde estás?! ¡¿Estás bien?!

-Mamá... Es un poco increíble lo que te contaré pero es la verdad. Así que escúchame.

Amy conocía bien a su hija. Y cuando se ponía drástica era por una buena razón.

-Habla hija.

-Me ha detenido el FBI. Por una supuesta denuncia de mis prácticas de espionaje cibernético. Llevaba allí desde ayer a las dos de la madrugada. Primero me dijeron que podría llamaros desde la central, pero luego cuando les pedí el teléfono me dijeron que no tenía ese derecho por ser una potencial amenaza contra la seguridad nacional. -Habló enfadada.

Tabita calló al fin y escuchó atenta la respiración de su madre al otro lado del tubo.

-¿Te has fumado algo? -Consultó Amy al oír su explicación-. No me va a importar con tal de que estés bien.

-Madre... Hablo enserio.

-¿Dónde estás ahora?

-En casa. Acabo de despertar en mi salón. Me han vuelto a drogar esos paranóicos.

-Ahora mismo vamos para allí. -Sentenció Amy-. Ah y, deberías llamar a Sam. -Y colgó.

Tabita se sentía muy mareada y con náuseas, como si la hubieran transportado en el maletero el coche a través de un camino lleno de baches.

Al pensar en el lugar donde estuvo sentía como si lo de la base secreta era un sueño aislado y la conversación con aquel criminal múltiple sonaba en su cabeza como si lo hubiera visto en la tele.

Miró hacía su mesa del televisor. Soltó un bufido de incredulidad. Su estado anímico no daba para más. Todos los aparatos estaban conectados como antes. Incluso todo parecía más ordenado.

Seguía tumbada en el sofá. Levantó su móvil y lo miró otra vez. Eran la una y treinta y siete de la madrugada del domingo. Los agentes fueron concienzudos con respecto al horario. La trajeron de vuelta a casa antes de cumplirse las veinticuatro horas reglamentarias para denunciar un secuestro.

<<...¿Pero cómo sabían que despertaría antes de las veinticuatro horas?...>>

Todo parecía surrealista. Como si no hubiera ocurrido nada. Ni siquiera era una historia interesante que contar ya que estuvo la mayor parte del tiempo encerrada, sola en una celda oscura más o menos cómoda.

Tabita se sentía intrigada por tanto secretismo para con la habitación de su emplazamiento. Pensaba que tal vez fueran una unidad especial como la de los policías encapuchados que arrestan a los terroristas en sus pisos francos.

Se llevó las manos al rostro abrumada de pronto por otro fuerte mareo. Y eso que tan solo estaba pensando.

<<...Pero qué tipo de droga me han suministrado. Es horrible... ¿Y cómo me lo dieron para que ni siquiera me diera cuenta?... Quizá en la comida. En el agua...>>

Una pastilla contra el vértigo quizá le ayudara a reponerse. Pero por el momento se estaría quietecita esperando a sus padres.


Sam esperó constante la llamada que avisara la llegada de Tabita.

Horas y horas de insufrible espera. Su pobre corazón no daba para mucho más. Procuró conciliar el sueño intentando así anestesiarse contra sus pensamientos, los ella ocupaba completamente.

Sam había decidido que en cuanto Tabita apareciera le diría toda la verdad, daba igual su reacción.

<<...Tal vez se lo tomara bien... Y si se lo tomaba mal, lo soportaré. Sí, ya llegó el momento de decírselo todo...>>

Se le encogió el pecho al imaginar la expresión desentendida de Tabita como respuesta a su declaración. La conocía muy bien, pero por supuesto no sabía de ninguna manera cómo ella actuaría después de enterarse que él había roto con todos los parámetros de la amistad hacía ya mucho tiempo.

De súbito su móvil sonó iluminando la penumbra de su habitación. Sam se abalanzó hacía su mesilla para contestar.

-Sí... ¿Diga?...

-Sam... Soy...

-¡Tabita! -Se adelantó-. ¿Estás bien, dónde estás?

-En mi casa. Mi madre me ha dicho que te llamara...

-¿Qué te sucede?... Te oigo mal. -Apremió.

-Sigo grogui por lo que me han dado. Pero estaré bien. Gracias por preocuparte por mí Sam. Te llamaré cuando me sienta otra vez como un ser humano.

-¡Espera!... ¿Puedo ir a verte?

-¿Pero tú no estabas fuera?

-No. Bueno, ya no.

-Ah... Vale. -Contestó titubeante.

Pero Sam ya había colgado en cuanto ella le dió el visto bueno y se puso en marcha. Vistió sus pantalones a trompicones, cogió las llaves y salió como un bólido de casa. En el mínimo tiempo ya estaba delante de la puerta de Tabita. Introdujo la llave sin dilación y entró.

La casa estaba a oscuras. Buscó el interruptor y dio a la luz. Miró directo hacía donde ella estaba tumbada en su sofá. Se mantuvo inmóvil un instante observandola...

Entonces ella que reposaba sobre una almohada en el reposa brazos de espaldas a él, levantó la barbilla y giró la cabeza para mirlo muy despacio.

-Hola... -Musitó.

-Hola... -Sam caminó despacio hacía ella.

Tabita se hizo a un lado en su ancho sofá para hacerle sitio y Sam tomó asiento a su lado.

No tenía ni idea de cómo empezar a hablar con ella.

-Me miras como si vieras a un fantasma. O algo peor. -Observó ella.

-Nos hemos asustado un poco todos por aquí.

-Lo imagino.

-¿Qué te ha pasado?

-Algo insólito. No te lo creerías. Ni yo lo estoy creyendo del todo.

-Pruébame.

-Vale... Me han acusado ante el FBI de ser una hacker. Y no sólo de fisgonear sino de vender información. Me llevaron para interrogarme y revisar mi vida y mi trabajo.

Sam la miró detenidamente sopesando sus palabras. Luego suspiró haciendo una mueca de razonamiento.

-Bueno... Te dije que debías pasarte a los libros. -Bromeó.

Tabita sonrió al fin, pero ese mínimo esfuerzo la hizo ser víctima de un mareo monstruoso.

-¿Qué te han hecho para que estés así?... Estás hecha polvo.

-Me han dado algo para dormirme. Lo último que recuerdo es haber estado hablando con otro retenido. Luego me tumbé en el camastro. Y desperté aquí.

-¿¡Que te han drogado!? -Reaccionó colérico.

-Sí... No iras a darles una paliza verdad. -Ironizó ella.

-Eso ha sido muy arriesgado, como saben si la droga que te dieron no te iba a hacer daño.

-No sé. -Musitó Tabita desviando la mirada.

Sam calmó su estado desaforado de indignación y la observó intrigado.

-Bueno... Tienes que admitir que es muy descabellado todo lo que cuentas. Pero yo te creo. A ver que dicen tus padres.

-Mi madre cree que estoy fumada.

-¿Ya te han visto?

-Están viniendo ahora. Da igual si no me creen. Al menos se acabó.

-Tu madre dijo que todo esto de la consola fue llevado de aquí. Seguramente te creerán.

-Dijeron que la denuncia fue anónima. Me encantaría saber quién ha sido el gracioso. -Comentó ella.

-Pobre de él. -Rio Sam-. ¿Qué te ha pasado allí?...

-Nada en particular. Estuve dentro de una celda casi todo el tiempo.

-Que extraño.

-Y que lo digas.

Tabita decidió levantarse de su cómoda posición para probar su estado. Apoyó sus fuerzas en ambos brazos y procuró incorporarse. Sam se irguió enseguida para ayudarla. Ella tenía los músculos entumecidos más consiguió elevarse y sentarse. Sam colocó un cojín detrás de ella. Apoyó su cabeza por el respaldo del sofá.

-¿Necesitas algo? Agua, algo de comer...

-Agua estaría bien. Gracias.

Sam fue presuroso a por agua a la cocina. Volvió y se lo entregó con cuidado antes de sentarse nuevamente.

-¿Qué estás haciendo aquí?... -Preguntó ella apagada.

Sam agachó la mirada percibiendo que el momento de hablar era ahora.

-Volví en cuando tu madre me llamó para preguntar por ti. Ella creía que estarías conmigo y...

-Vaya. Son muchas horas de viaje. No tenías que haber vuelto tan pronto. -Sam la miró de sopetón.

-¡No!... Yo he querido volver, no iba a quedarme allí estando tú en problemas.

-No pensé que nuestra amistad fuera para tanto. -Musitó ella dolida.

-¿Cómo puedes decir eso? -Reclamó él.

Ella no lo miraba, Sam comprendió que Tabita seguía enfadada. El actuó mal y debía explicarse.

-Tabita yo no te mentí. Tan sólo no te dije toda la verdad.

<<...Vaya explicación, genio...>>-Se calificó a sí mismo.

-¿Y por qué ibas a querer ocultarme algo a mí? -Tabita detuvo sus palabras y cerró los ojos con fuerza-. Sabes que Sam... no importa. -Dejó ver sus verdes cristales centrándolos en él-. Le di demasiadas vueltas a esto durante todas estas horas y me di cuenta de que actúe mal contigo. Y quiero pedirte disculpas por perder la cabeza así, sin motivo alguno.

-Tenías motivos.

-Y para colmo se chafó el viaje con tu novia. Lamento eso también.

-Ella no es mi novia.

-Bueno, te dará otra oportunidad. No te preocupes.

-No buscaré otra oportunidad.

-Eso lo dices ahora.

Ella cerró los ojos otra vez.

Debía de estar muy indispuesta, observó Sam. Tabita era con diferencia una persona fuerte. No había muchas situaciones que la doblegasen y eso incluía los estados de salud.

La observó con detenimiento mientras ella no lo miraba, seguía con la misma ropa de la noche anterior. Tenía puestos sus calcetines y sus botines descansaban en el suelo al lado del sofá. Ni siquiera se había quitado la chaqueta vaquera.

<<...Bueno, ella no. Los agentes que la trajeron.
No puedo seguir aplazándolo, debo decírselo ahora...>>

-Tengo que decirte algo... -Soltó Sam sin pensarlo más.

Tabita abrió los ojos despacio. Dirigió su mirada cansada hacía él.

<<...Es el momento. Ella no podrá salir corriendo estando como está. Lo peor que puede hacer es echarme de su casa así que ahí va...>>

Justo cuando Sam abrió la boca, la puerta principal se abrió también de repente. Entraron los padres de Tabita como dos rayos.

<<...Diantres...>>-Maldijo por echarse a perder su ocasión.

Lucas Verón cerró la puerta y vino tras su esposa. Amy Verón se sentó en la mesilla y no paró de lanzar preguntas a su hija.

Sam decidió levantarse del sofá y dejarles vivir ese momento familiar.

-¿Cómo estás cielo? ¿Necesitas ir al hospital? -Consultó Amy. Tabita solo negaba con la cabeza.

-¿Es verdad esa historia del FBI? -Quiso saber Lucas. Tabita asintió otra vez.

-¿Pero quién iba a acusarte de algo así? -Protestó Amy.

-Es intolerable. -Protestó su Lucas.

-¿Por qué no lo has hecho verdad?... -Inquirió Amy reticente a su hija.

Tabita miró a su madre con cansancio y desaprobación.

-Menos mal que no os llevaron para un interrogatorio. Sino ya no saldría de allí gracias a vuestra confianza. -Masculló ella sin mucha fuerza.

-¿Te han dicho quién te acusó? -Preguntó Lucas.

-No papá. No pueden hacer eso. Por el tema de las represalias y ese rollo.

-Tienes un aspecto horrible hija. -Calificó Amy-. Deberías ir a ducharte y dormir después. O lo que tú quieras. -Sugirió Amy observando a Tabita de arriba abajo-. Nosotros estaremos aquí contigo cariño.

Tabita suspiró, aliviada tal vez de estar en casa a salvo con su familia. Sam se sintió un estorbo al verlos interactuar. Entonces pidió disculpas y se despidió de los señores Verón, luego de Tabita, dándole su habitual beso cariñoso en la frente.

-Te veré más tarde. -Susurró.

<<...Mi Tabita...>>



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