Capítulo 5
A Tabita siempre le agradó que sus padres apreciaran tanto a Sam, pero en ese momento la enrabietaba precisamente que su padre y Sam se llevaran tan bien y hasta se llamasen con esos diminutivos tan cursis.
<<...Uishh...>>
—¿Os pasa algo a vosotros dos? —Interpeló Lucas a su hija cuando el coche se puso en marcha.
—No, nada.
—Vale.
Lucas desvió el rostro y empezó a contar a sabiendas de lo que se avenía. Uno, dos, tres...
—Me ha mentido en la cara. Y me ha ignorado cuando le llamé por teléfono. Y también me ha negado delante de ella. —Soltó en una exhalación como si su padre supiera de qué hablaba.
—Vaya. Que mala gente es Sam.
—Eso no es algo que hagan los amigos.
—¡Claro que no! —Combinó—. ¿Y seguía ignorándote ahí fuera?...
Tabita se dió cuenta de lo que pretendía su padre. Lucas estaba intentando restarle importancia al asunto como siempre. Lo hacía con todas las riñas que tenía Tabita con Sam, poniéndose de parte del enemigo.
Solo que esta vez era diferente...
—Papá no vayas por ahí.
—Sois amigos Tabi. Y los amigos comprenden los comportamientos de sus amigos por muy raro que parezca. Y si después viene tras de ti para explicártelo es que le importas.
—No vino a explicarse. Sencillamente no supo hacerlo. Se supone que a tu mejor amigo puedes decirle lo que sea no...
—¿Y vosotros erais solo amigos? Me entero.
Tabita calló. Hasta su padre se ha dado cuenta de que esa discusión indicaba que no eran solo amigos. Al menos para ella no. Solo para ella...
Siempre supo que de su parte un día la situación se volvería insostenible. Solo estuvo posponiendo lo inevitable. Sam acabaría encontrando a alguien y ella lo sabía. No podía culparlo por eso.
<<...Yo sólo soy su amiga. Su vecina. Una conocida. Alguien que se dio una importancia que no tenía. Y me puse a hacer aspavientos contra Sam como si él lo mereciera. Él puede hacer con su vida lo que quiera.
No es nada mío pero estuve comportándome como una novia celosa a la que acababan de poner los cuernos. Santo cielo...>>—Se llevó las manos a las mejillas horrorizada con su propio comportamiento.
Se sentía ridícula. Avergonzada. Enfadada consigo misma. Ahora debía disculparse con Sam.
Debía llamarlo.
<<...No, mejor solo enviar un mensaje... No puedo verlo ahora... No puedo pedir a mi pobre órgano vital que dé más de lo que puede. De momento no. Solo un mensaje de disculpa y se acabó...>>
Tras sus cavilaciones, Tabita decidió pasar la noche en casa de sus padres. Quedaba más bien lejos de la ciudad en una zona residencial.
<<...Es una casa asentada en el suelo, con cimientos propios, como debe ser. No un piso solitario en un edificio enclenque donde vivía justamente la razón de mi tormento. Sí, ya sé que he recuperado la cordura pero sigo sintiéndome sola y no quiero ir a mi solitaria casa a undirne en mis propias penas y un bote de helado...>>
Al llegar al garaje su padre le indicó que subiera primero. Tabita acató y fue subiendo las escaleras con unos pies que pesaban como el plomo. Ese día estaba siendo muy difícil de sobrellevar.
<<...Menos mal se estaba acabando. Ahora solo quiero entrar en casa, dar un beso a mamá antes de meterme en la cama y olvidar al fin esta noche nefasta...>>
Entró por la cocina y dió a la luz. Suspiró al estar en casa. Se sentía a salvo. Caminó despreocupada hasta el salón. Desde el pasillo que lo dividía de la cocina, atisbó la luz que provenía de allí.
Era trémula y vaga. Como de velas...
Sin llegar a imaginar absolutamente nada se acercó a la entrada del salón.
Y hasta ahí llegó.
—Bienvenido querido...
—¡AAAHHH! —Gritó Tabita.
—¡AAAHHH! —Gritó su madre.
—¿¡Mamá que haces!? —Tabita se cubrió los ojos rápidamente.
—¡Tabita que haces aquí! —Exclamó Amy horrorizada.
Tabita encontró a Amy evocando la escena de Pretty Woman, cuando Richard Gere entra en el salón de su suite y lo recibe ella completamente desnuda, sentada en una silla, con las piernas cruzadas elevadas sobre la mesa del comedor y tan sólo una corbata anudada al cuello cayendo sobre sus pechos desnudos.
Solo que la escena delante de ella estaba un poco trastocada con el detalle de que las piernas de su madre pier estaban separadas; una pierna la tenía elevada sobre la mesa del comedor y la otra apoyada en el suelo.
Tabita le vió hasta el carnet.
Hubo una sucesión de exaltaciones entre madre e hija hasta que Lucas subió corriendo preocupado por los gritos.
Entonces vio a su esposa desnuda en el salón cubriéndose torpemente con las manos y a su hija con los pies anclados en el suelo incapaz de moverse de la impresión, a lo que él solo pudo echarse a reír.
Después dejó su violín en la mesa y acercó al mismo tiempo una manta a su esposa.
—¿Eso era para mí? —Susurro Lucas a su esposa.
—Sí... —Contestó Amy con pena.
—No puedo creerlo... —Repetía Tabita con las voz temblorosa.
—¿Lo repetirás otro día verdad? —Musitó Lucas esperanzado.
—Claro que sí cielo. —Prometió ella sonriendo lasciva.
—Me arrancaré los ojos lo prometo. —Tabita seguía sin destaparse los ojos.
—Tabita venía a dormir. —Explicó Lucas.
—A sido bochornoso. —Susurró Amy.
—No te dije nada porque no imaginaba esto. —Indicó Lucas.
—Esa era la idea. —Replicó Amy.
Se dieron un dulce beso allí de pie justo cuando Tabita se animó a descubrir sus ojos.
—¡Eh!... Que sigo aquí. Iros a vuestra habitación.
—Toda la casa es nuestra habitación cariño. —Informó Amy con una sonrisa pícara.
Tabita patidifusa miró con los ojos como platos por todos los rincones imaginando a sus padres en pleno apogeo de lujuria. Construyó una cara de pánico y retrocedió dando traspiés.
—Me voy a mi habitación. —Dijo con voz estrangulada.
—¿Vamos a la nuestra? —Sonrió Lucas a su atractiva esposa.
—Desde luego...
Se iban encaminando a la zona de habitaciones, cuando salió de nuevo Tabita a su encuentro desde su habitación.
—¿Sabéis qué? Mejor me voy a mi casa. Papá te cojo el coche. —Pasó por su lado y se dirigió al salón otra vez.
—No vamos a hacer ruido. —Dijo Amy con sorna.
—Ya no oigo. No estoy aquí... —Gritó Tabita a su espalda.
—Te queremos. —Mencionó Lucas.
—Y yo a vosotros. Usad protección. —Avisó mientras se marchaba sin mirar atrás.
<<...Mis padres tienen más vida sexual que yo. Esto es inaudito...>>
Condujo el coche de su padre durante una larga hora. Quería alejarse de todo y de todos. Viajó sin rumbo hasta que imperó una necesidad ineludible.
Aparcó en una gasolinera donde fue a buscar lo único capaz de elevarle el ánimo en los mínimos adecuados para sobrevivir. Chocolate.
Recargó el tanque del coche mientras saboreaba una chocolatina Mars. Lo puso todo en su sitio y subió al coche.
Encendió la radio y acompañó las canciones a grito pelado. Con Big girls don't cry, desafinó de lo lindo. Nirvana resulto ser una liberación de tensiones. Buscó en otras estaciones canciones más divertidas, pero una que no lo era le llamó la atención: Time after time. Le dolió el alma pero cantó con ardor esa canción.
<<...Suficiente...>>
Buscó otra vez canciones divertidas. Empezó con Bang Bang de Jessie J. y continuó con Bruno, el que se apellidaba igual que sus chocolatinas favoritas, Mars.
Cantó todas las canciones como si le fuera la vida en ello. Gritaba las frustraciones y exhalaba las ansiedades mientras se chutaba azúcar en forma de chocolatinas.
<<...Esto es vida y lo demás son tonterías...>>
Aparcó delante de su edificio. Lo miró con aprensión. Permaneció sentada allí mirando las musarañas. No quería toparse con Sam...
<<...Entrar o no entrar; es la cuestión... ¿Pero a semejante hora tampoco estaría al pendiente de mí no?... Son más de las dos de la madrugada y Sam está con su novia. Tal vez ni esté en casa, tal vez ya ni se acuerda de que Tabita existiera...>>
Suspiro profundamente pensando en que lo que la impedía de salir del coche es el hecho de tener que enfrentarse a su nueva realidad. Una realidad en la que Sam no estaba. Una realidad cruel que le decía que Sam nunca estuvo.
<<...Solo fue un espejismo. No se puede perder aquello que nunca se tuvo.
¿Pero por qué tardé tanto en verlo? ¿Por qué llegó el espejismo a hacerse tan real para ahora esfumarse?
Solo había una respuesta: la vida es muy cabrona.
Como dijo Rocky Balboa: La vida te da golpes y debes aguantar porque te seguirá golpeando mientras sigas vivo. Para así después demostrar tu valía. O algo así...>>
Decidió bajar del coche. Cerró la puerta, suspiró otra vez y se volvió hacía su edificio.
Caminó tranquilamente con su bolsa de chocolatinas en una mano y las llaves del coche tintineando en la otra.
Sin embargo, cuando fue acercándose, avistó a unos hombres trajeados con aspecto sombrío en el portal del edificio. No les dió importancia, parecían estar esperando a alguien.
No daban miedo. Pero era raro pensaba ella.
Llegó delante del portal e hizo amago de buscar las llaves de su casa en el mini bolso que llevaba encima de bandolera. Entonces uno de los hombres dió un paso adelante para acercarse a ella.
—Buenas noches, somos los agentes Rogers y Dennis. ¿Es usted Tabita Verón Sanders? —Preguntó en seco.
Allí no había más gente que ellos tres. Era preocupante, es más, alarmante, que un par de desconocidos conocieran su nombre y estuvieran al parecer esperándola a ella.
—No se asuste por favor. —Pidió el otro al tiempo que salía de la sombra.
Tenía un aspecto más amable y joven que el primero. Ambos llevaban trajes oscuros.
Ambos hombres a la vez rebuscaron en sus chaquetas, Tabita empezó a hiperventilar. Con rapidez y pericia extrajeron unas carteras negras y las desplegaron delante de ella. Una tarjeta de letras azules con las fotografías en la parte de arriba, abajo otra tarjeta con la firma y al lado de esta había una placa dorada muy llamativa. En su conjunto conocía perfectamente todo aquello.
Eran identificaciones del FBI.
Tabita olvidó de repente cómo se respiraba.
—Señorita, debe usted acompañarnos.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —Reaccionó al fin cuando iban invadiendo su espacio personal.
—Hablaremos en privado. —Dijo el mayor de los dos.
—Pero esto es un error. ¿A mí para que me quiere el FBI?
A sus espaldas de súbito Tabita notó movimiento. Miró inmediatamente. Era una fila de cuatro hombres saliendo de su portal, cargando cajas abiertas. Las miró por encima y lo reconoció enseguida.
—Esperad... ¿Esas son mis cosas?... ¡Esa es mi Consola!
—Todas sus pertenencias electrónicas están siendo requisadas para su posterior análisis. —Informó Rogers.
—Pero, pero, pero... ¡¿Por qué?! Yo no he hecho nada.
—Recibimos una denuncia anónima sobre sus supuestas prácticas de espionaje.
—¡¿Qué?!... Me está vacilando verdad... —Manifestó con una risa nerviosa.
—Lamento no poder decir eso.
—¡No soy una hacker! Solo cuelgo videos en YouTube.
—Nosotros debemos constatar todo tipo de amenaza señorita.
—¡Esto es de chiste! —Protestó—. ¿No tendríais que traer una orden para llevar mis cosas o para arrestarme siquiera?
Entonces escuchó el sonido que más odiaba en todo el mundo: El de un disco cayendo contra el suelo. Miró de dónde provenía. Uno de los hombres dejó caer un estuche y este se abrió al darse contra el asfalto.
—Tenga cuidado por favor. Esos discos cuestan una pasta. —Se llevó las manos a la cabeza.
—Si no tiene nada que ocultar, usted acompáñenos y todo se aclarará.
—Va a alucinar en colorines cuando vea el contenido de esos discos. —Masculló con un deje en la voz que confería al hecho su ridiculez.
—¿Es su confesión? —Inquirió el agente mayor de los dos.
—¡¿Qué?! Desde luego que no. —Negó con voz aguda.
—Llévatela. —Ordenó con sequedad a su compañero. Este se adelantó y tomó a Tabita del brazo.
—¿Esto va así?... ¿Y mis derechos?...
—Tiene derecho a guardar silencio. —Empezó a decir el agente joven mientras la llevaba casi corriendo hasta un todoterreno negro y cristales tintados—. Todo lo que diga podrá y será utilizado en su contra. Tiene derecho a un abogado. Si no puede pagarse uno, se le asignará uno de oficio...
—No... ¡Esos derechos no! ¡Si no he hecho nada!
—Cálmate. —Pidió el agente con serenidad, mirándola a los ojos una vez junto al coche—. No es más que un formalismo. Pronto acabará.
Abrió la puerta del coche e indicó que subiera por sí sola. Ella se abstuvo. Pero los otros cuatro hombres flanquearon el todoterreno. Esos si tenían pinta de tener mala leche.
<<...¿Debía ir o resistirse?...>>
Y la ansiedad volvió a tomar su pecho de repente cuando el agente Dennis sonrió como si allí no pasara nada.
Tal vez sea una táctica normal para calmar los ánimos, pensaba Tabita, o quizá el efecto de la sonrisa apaciguadora en el rostro arrebatadoramente bello del agente más joven... O tal vez sea por causa de recibir un gesto amable después de tanto chasco... El hecho es que funcionó, Tabita no se calmó pero se resignó a subir al coche.
—Y cómo sé si no sois unos asesinos y me estáis secuestrando. Esas placas podrían ser falsas. —Recriminó.
—No lo sabrás. Dame tu móvil.
—Ni hablar. —Enfrentó como un acto reflejo.
—Soy la ley. Debes obedecer. Si no sería desacato a la autoridad.
—¿Y cómo se supone que voy a avisar a mi familia dónde estoy?
—Podrás hacer una llamada desde la central. —Tabita negó con la cabeza sujetando su mini bolso contra el pecho—. Por favor no me obligues a registrarte...
Tabita abrió los ojos enormemente ante esa amenaza y buscó su móvil. Se lo pasó al agente con gesto amedrentado.
—El bolso también.
Aquello ya era indignante, pensaba ella. Guardó dentro las llaves del coche de su padre y también sus chocolatinas.
—Toma. Por si queréis analizar las chocolatinas. —Sugirió mordaz.
—Esto es para ti. —Le pasó un botellín de agua.
Tabita lo cogió con cierta brusquedad comprendiendo que ellos ganaban tanto como si quería ir como si no.
<<...¿Es algo así posible?...>>—Era una situación surrealista.
Al cabo de una media hora más menos y contra todo pronóstico, a Tabita le entró el sueño en el coche de aquellos desconocidos.
Dos agentes estaban sentados a su lado, ella iba en medio, encogida por la incomodidad. El agente Dennis iba de copiloto en el mismo coche. Miraba en todo momento por el retrovisor, observándola impasible.
<<...¿Quién podría o siquiera querría dormir en un momento así?... Vamos Tabita, mantente despierta...>>
Pero le estaba costando conseguirlo a pesar de su incómoda y rígida postura.
Llegó un momento en que ello ya no fue posible. Quién sabe cuándo sucumbió al sueño, pero el hecho es que lo hizo...
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