Capítulo 4

Tabita estaba decepcionada.

Más que decepcionada.

<<...Desilusionada...>>

En la semana apenas había visto a Sam por las horas extras que metía en el trabajo, ni siquiera lo vió asomarse siquiera en la barra o donde las mesas.

<<...Será porque le tocaba la cocina...>>

Tenía razón en hacerlo, pensaba Tabita, ella era consciente de que todos aprovechaban para trabajar al máximo durante las vacaciones antes empezar otra vez el nuevo año universitario. Ella misma lo hacía.

Pero no podía evitar sentirse hecha a un lado, habían planeado ir los tres juntos a la convención apesar de que a Sam le daba igual todo ese asunto.

Cómo apenas se vieron esos días, Tabita no pudo preguntar a Sam sobre aquel tema de la morena que según Donny "no se le quitaba de encima". Tabita moría de ganas de saber si era la misma que Karen le había atribuido.

<<...Y ahora no vendrá. ...>>

De hecho ya se sentía intranquila desde muy temprano este día. Se sentía como esperando algo. Con una vaga ansiedad. Sería por la expectación de esa noche, por todo lo que implicaban la convención en el Space Needle, asimilar del impacto cibernético de su seudónimo, la idea de hablar con Sam de su supuesta pretendida...

<<...¿Estaría nerviosa porque quiero hablar con él pero escuchar la respuesta me aterroriza?... Por la posibilidad de verse confirmadas mis sospechas de que Sam al fin encontró a alguien... Bah... Seguro se me pasará distrayéndome con la convención...>>

No obstante, cuando llegaron al auditorio y entraron al fin; no percibió la disminución de su estado nervioso. Oía hablar de Mágnum357 y a pesar de que le encantaba escuchar tan buenas críticas de su trabajo; la efervescencia de su tensión seguía frenética.

Definitivamente sus sentimientos por Sam eran tan fuertes que ni siquiera aquello que más le gustaba la distraía de sus cavilaciones y tensiones.

Subió al mirador del Space Needle y cogió su móvil en un intento de procurar la calma. Buscó en el directorio y encontró el número.

Llamó.

—Lambert. —Contestó Sam con tono mecánico.

—¡Hola!... ¿Cómo van las horas extra? —Preguntó Tabita alegre al oír su voz.

—Ehm... Pues largas. —Terció un tanto reticente.

—Ojalá hubieras venido Sam. Sabes... Hay algo que leer también; la descripción del producto. —Bromeó en un intento de hacerlo reír.

—Sí. Pero debía trabajar. —Adujo disculpándose.

—Ya lo sé. —Contestó ella con rapidez—. ¿Mañana que pretendes hacer?

—Mañana... Yo acompañaré a mis tíos a un viaje.

—Ah... ¿Y dónde vais?... Te lo pregunto más por dar conversación. Es que me abrumo aquí. ¿Te lo puedes creer?... Y estoy en mi salsa, como los espaguetis.

—Sí... —Contestó y Tabita notó su incomodidad—. No puedo hablar ahora, hay mucho lio aquí.

—Oh, claro. Es cierto. Perdona.

—Me están llamando. Tengo que irme.

—Vale, sí. ¿Me llamas luego cuando salgas?

—Ehm... No sé bien a qué hora saldré. Mejor ablamos mañana.

—De acuerdo. Que te sea leve.

—Gracias. —Y Sam colgó sin más.

<<...Parecía con prisa. Pobre, lo estarán machacando...>>

Tabita volvió a entrar frotándose los brazos. Eran solo las diez y la noche de repente ya helaba. Sin embargo no era la temperatura de la intemperie aquello que le causó escalofríos, sino algo que la siguió acompañando aún dentro del recinto en medio de la multitud y lo tenía dentro de su cuerpo...

Soledad.

—Tabita, vamos a un pub con unos amigos. ¡¿Te vienes?! —Ofreció Donny en cuanto la vió.

—No lo sé... No me apetece mucho. —Argumentó bajito—. Ve tú...

—Por favor... No me dejes en banda. Yo quiero ir pero no te dejaré volver sola a casa. Sam me mataría.

<<...Ohwn... Sam...>>

—Llamo a mi padre y ya está. O más fácil, un taxi.

—¿Es que tienes algo mejor que hacer un viernes por la noche?

—Echo de menos mi consola.

—No inventes.

—¡Es cierto!

—Ven con nosotros y si no te gusta, siempre puedes llamar a tu padre o un taxi después.

Tabita lo sopesó. No tenía un argumento válido aparte del que no estaba de ánimos para fiestas. Y quizá estar sola en casa no le quite toda esa ansiedad del cuerpo, sino que al contrario podría incrementarse. No le gustó la perspectiva. Así que aceptó ir con Donny.

—De acuerdo... —Sonrió.


Iban apretujados en un coche claustrofóbico.

Los amigos de Donny eran todos chicos así que al único al que Tabita podía arrimarse sin culpa era al mismo Donny. Prácticamente iba sentada sobre él, pegada a la puerta trasera izquierda. Y Donny la abrazaba por el hombro, inclinado sobre ella, flanqueándola.

Era su segundo mejor amigo. Y a pesar de tener un parecido físico considerable con su primo, eran sin embargo completamente diferentes en el carácter.

<<...¿Por qué me gusta a mi el más complicado de los dos? Sería más fácil tener una relación con Donny. Tenemos los mismos gustos. Nos entendemos sin parafernalias verbales. Es tan guapo como el otro. Y también un caballero conmigo. Donny es accesible comparando con lo críptico que es Sam. Y pensándolo ahora... ¿Por qué Donny nunca intentó invitarme a salir?...>>

Entonces de súbito Tabita vió llegar a su mente la probable respuesta.

Empezó a sentir cómo menguaba su cuerpo dentro del coche. Abrumada desvió el rostro hacia la ventanilla. Creía haber descubierto el por qué de su poco éxito en las relaciones.

Lo vió diáfano.

<<...No puedo gustar a nadie, porque no tengo nada con que atraer a nadie...>>

Se veía como la amiga. Solo la amiga. Consejera. Confesora. Compañía... Relegada a un cargo solitario. Sin ninguna expectativa en la vida en lo que a amor se refiere.

<<... Estoy en la zona de amiga porque no llamo la atención masculina y punto...>>

Miró su vestido estampado y se imaginó a sí misma como una endeble hoja marchita en otoño que se intenta sujetar a la rama luchando contra el implacable efecto del viento.

<< Más eres lo que eres aunque luches contra ello hojita... Es triste; pero cuanto antes sepas quién eres, antes... ¿Y cuál es su beneficio? Solo trae depresión. >>

Llegaron al poco rato y bajaron del coche. Respiró hondo para intentar sentirse mejor.

<<...Que va...>>

Entraron, buscaron una mesa y pidieron bebidas. Charlaron sobre la convención y otros temas triviales. Tabita no lo soportaba más. Fingir no era lo suyo.

Decidió ir al servicio—. <<...Quizá echando la pota consiga sosiego...>>—Pensó.

Intentaba mantener la mente en blanco, alejar los pensamientos dañinos. Le estaba sucediendo igual que después de ver una película de suspenso. Al final de esta rememoraba las escenas de la película y las veía con otros ojos cuando ya sabía que sucedió en verdad y conocía a las personas.

Rememoraba las escenas que vivió con Sam y solo podía verse a sí misma ridículamente poco atractiva en todos los sentidos.

Odiaba saberse así.

Entró en el servicio, el olor a perfume remezclado con el aroma típico de los baños muy usados y sin limpiar golpeó su nariz. Allí dentro había más chicas retocandose el maquillaje que fuera en las mesas. Todas hablando a la vez como si fuera el cuarto de baño de su casa y no hubiera nadie más.

Vestían elegantes con minifaldas y tacones. De pronto ella se sintió rara con su atuendo medio country. Ignoró sus miradas y se acercó a un inodoro desocupado.

Se estaba lavando las manos con abundante jabón después de salir, cuando escuchó entrar a alguien más al abarrotado servicio.

Se secó las manos en una máquina de aire caliente.

<<...Venga... Más ruido...>>

Se disponía a marchar pero alguien se interpuso en su camino.

Tabita levantó la mirada para pedir permiso y se quedó helada ante la despampanante figura que tenía delante. Una morena de metro setenta más tacones de diez centímetros y vestido ceñido rojo. Las curvas más envidiables que tenía al lado de su cama en la habitación del campus de la universidad.

Compartía habitación con una atleta olímpica.

—¡Alicia!

—¡Tabita!

—Vaya que sorpresa.

—Sí... Mira que pensaba ir a verte mañana antes de marcharme pero esto es genial.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Una semana.

—¿Y ya te vas otra vez?

—Sí. Tengo que ir a casa de mis padres.

—¿Por qué no has ido antes a verme, o haberme llamado ingrata?

—Es que estaba muy ocupada. —Reconoció con picardía—. Conocí a alguien...

—No pierdes el tiempo eh...

—Desde luego que no. —Ambas se echaron a reír—. Bueno solo estamos empezando. Pero me las apañé para convencerlo de llevarme mañana a casa en su coche. Eso solo puede significar que le gusto.

—O que eres una femme fatale capaz de conseguir lo que te plazca.

—Ya te digo. —Combinó Alicia encantada con el adjetivo.

—Tu casa desde aquí queda en el quinto pino, son muchas horas para demostrarle cuanto de bueno tienes. —Agregó Tabita, tenía un don innato para hacer cumplidos.

—Gracias... Esta ahí fuera. ¡Voy a presentártelo!

—Vale. Tengo que aprobarlo. —Bromeó.

Tabita pensaba en Alicia como una joven cargada de atributos. Era bella, con un cuerpo escultural y poseía una personalidad compatible con quién sea. Adorable, lista, y guapa. Lo tenía todo.

<<...Quién quiera que fuese el que se la ha ligado ha ganado la lotería en lo que a chicas se refiere...>>

Salieron juntas del servicio, pegando gritos para oírse. Alicia fue la mejor amiga de Tabita durante el último año en la universidad desde el primer día que les tocó compartir habitación.

Alicia iba hablando de todas las cualidades de su pretendiente cuando llegaron donde el susodicho.

—Tabita... Este es Sam Lambert. —Presentó Alicia orgullosa.

Y entonces una piedra imaginaria pero muy dolorosa se estampó en el pecho de Tabita...

Un silencio sepulcral en medio del ensordecedor ruido del local. Miradas que se toparon con la misma fuerza de un choque de sables. Unos pulmones que de repente olvidaron tomar aliento nuevamente.

<<...Universo, ten piedad de esta humilde habitante tuya, y concédeme el poder de teletransportarme a otro lugar o por lo menos has el favor de decirle al suelo bajo mis pies que me trague ahora mismo. ¡Pero haz algo!...>>

—Sam ella es mi compañera de habitación en la universidad. —Continuó Alicia con la presentación—. Se llama...

—Tabita... —Articuló Sam pasmado.

—¿Pero tú no estabas trabajando? —Consiguió decir ella a su vez.

—¡¿Es que os conocéis?! —Inquirió Alicia a los dos.

Sam tomó la iniciativa ya que Tabita estaba anonadada.

—Somos... Vecinos. —Farfulló.

<<...Cómo que vecinos... ¿Y nada más?...>>—Para Tabita eran: amigos inseparables. Confidentes...—<<...¿Y para él yo solo representa una vecina?...>>

Para Tabita era inconcebible. Primero Sam mentía descaradamente. Luego la evadía sin pudor. Y ahora la negaba impertérrito.

Intentó recomponerse lo más rápido que sus sentimientos heridos se lo permitían antes de que le gritara a Sam lo capullo que estaba siendo. No quería actuar por un impulso aunque se sintiera muy indignada.

<<...¿Por qué me había mentido sobre la chica?... Dijo que no había nadie. ¿Cuál es la explicación para este comportamiento?... Creía que eramos amigos. Ahora ni siquiera eso...>>—Sus pensamientos fluían desbocados y aplastantes como una manada de ñúes en estampida.

—¡Que sois vecinos! Es increíble... Mi gran amiga y el potencial amor de mi vida en la misma ciudad. No he podido elegir mejor sitio para ir de vacaciones. ¿Hace mucho que os conocéis? —Habló Alicia.

—Yo no lo conozco mucho. —Dijo Tabita sin embargo—. Perdonadme, pero tengo que irme.

Sam entornó los ojos al oír sus palabras.

—Quédate con nosotros y así hablamos un poco. —Ofreció Alicia.

—No... Gracias. Ya me iba a casa de todos modos. Y no necesitáis un sujeta velas. —Rio incómoda.

—Que pena... Pero mañana iré a verte a la tienda antes de marcharnos. —Señaló a Sam—. Tengo que llevar unos regalos a casa.

<<...Acompañar a tus tíos eh... Capullo mentiroso...>>

—Muy bien. —Sonrió cómo pudo y sin mirar a Sam se marchó.

Avanzó a trompicones entre la gente buscando la salida sin éxito.

Vió sin embargo a Donny en su mesa. Consideró avisarle de que ya se marchaba, pero cuando iba hacia él, alguien llegó antes hasta la mesa.

Sam.

Hablar con él no era buena idea en su estado nervioso. Acabaría gritándole. —<<...Quizá mañana. O la semana que viene. Pero ahora no...>>

Siguió buscando la puerta en la oscuridad alumbrada con mareantes luces de neón hasta que al fin dió con ella.

Una vez fuera, sin perder el tiempo, Tabita llamó a su padre. El aire de la madrugada de primavera era frio y desolador. La calle amplia estaba vacía. Agradeció que así fuera. La sensación que antes la oprimía aumentó y no se veía en condociones de fingir estar bien.

No sabía si imperaba más el deseo de gritar de furia o el ansia de llorar de frustración. Estaba tan cargada, se sentía como un botijo tapado con un corcho conteniendo más de lo que puede.

Intentó suspirar. Pero la ansiedad se lo impedía.

Cerró los ojos. Buscó concentrarse. Procuró con más ahínco. Abrió las palmas buscando relajarse... Dejó la mente en blanco y sorbió poco a poco el aire, inhaló e inhaló hasta henchir los pulmones... Mantuvo el aire hasta que empezó a dolerle y luego soltó despacio... Y abrió los ojos con lentitud...

<<...Lo he conseguido...>>

—¿Un día vas a enseñarme a hacer eso?

La voz de Sam a su lado la sobresaltó. Y la calma recién conseguida se esfumó de un soplido.

—¿Qué haces aquí? —Increpó alejándose instintivamente de él.

—Vengo a hablar contigo.

—Ah... Ahora me conoces... —Respondió arisca.

—Lo siento. No sé qué se me ha pasado por la cabeza. Ha sido una estupidez.

—Sí que lo ha sido. Pero no importa. Déjalo.

—¿Entonces por qué te has ido?

—¿Qué?...

—Has dicho que no importa. ¿Entonces por qué te has ido?...

Con eso la pilló porque él sabía perfectamente que sí importaba.

Y la respuesta a esa pregunta era muy delicada para Tabita.

—No me encuentro bien. —Musitó cruzando los brazos sobre su pecho.

—Ni siquiera se lo has dicho a Donny. Ibas a preocuparle.

—Claro que se lo iba a decir. Después. De todos modos él ya sabía que yo no quería venir. —Añadió agachando la cabeza.

—Tabita, no quiero que estés enfadada conmigo. —Su voz sonaba apenada de verdad.

—No lo estoy. —Lo miró nuevamente.

—Sí que lo estas.

Y unos interminables segundos de tensión después...

—Vale, sí, estoy disgustada. —Reconoció sin rodeos—. ¡Porque me has mentido, y porque no sé por qué rayos lo has hecho! No lo comprendo. Y encima me niegas. ¿Es que soy algo tan malo como para no presentarme a tu nueva novia, o siquiera hablarme de ella?... Y, y, y, antes te llamé porque necesitaba de verdad hablar contigo y me mentiste otra vez. ¡Eso me molesta y mucho! —Ya estaba haciendo aspavientos—. Porque te aseguro Sam que si supiera lo que en verdad hacías ni siquiera te hubiera llamado sabes... No iba a molestarte. Ahora me siento un estorbo. —Calló y cerró los ojos. Cuando volvió a hablar su voz sonó con calma—. Creía que éramos amigos y ahora ya no sé nada...

—¡Y los somos! Somos amigos. Esto... se me fue de las manos. —Murmuró cubriéndose el rostro.

—Si te hubieras visto la cara. —Lamentó enfadada—. Fue como cuando te encontró la primera vez Karen en mi casa y te pusiste a dar disculpas absurdas para no decir la verdad. Que te escondías de ella porque era una...

Y entonces lo vio claro una vez más esa misma noche... Y su enfado aumentó exponencialmente.

—¡Es eso! —Prorrumpió Tabita encolerizada. Sam la miraba con los ojos muy abiertos—. ¡Me consideras una loca acaparadora como Karen!

—¿Qué?... ¡No! Por todos los cielos...

—¡¿Por eso no me lo has contado?!

—No, Tabita, no es por eso.

—¡Entonces explícame lo que ocurre!

—Para mí no eres un estorbo en absoluto, ni mucho menos te pareces a Karen. Todo lo contrario... —Y se detuvo de súbito.

Tabita siguió esperando... Pero Sam no arrancaba.

—¡¿Qué?!... ¡Dime qué soy para ti Sam!... —Ese requerimiento le salió del alma a Tabita. Y enseguida se arrepintió de pronunciarlo.

Sam continuó sin poder articular palabra. No quería perderla y sin embargo era lo que estaba consiguiendo al no poder decirle la verdad. La estaba alejando de él y no era capaz de hacer nada al respecto. Sam podía ver como la línea de la amistad entre ellos se estaba rompiendo en ese instante.

El móvil de Sam sonó y eso los ayudó a salir del trance momentáneo. El aparato siguió sonando hasta hacerse insoportable.

—Contesta —animó Tabita sin paciencia.

Sam miró la pantalla. Era Alicia.

El móvil cesó al fin de sonar y nuevamente el silencio entre ambos se hizo eco a sí mismo. Tenían tanto que decirse pero ninguno era capaz de hablar.

—Vuelve allí Sam —rompió ella la aparente quietud sin levantar la mirada hacia él—. Esta vez, créeme; has acertado con la chica.

—No tengo nada con ella Tabita. Esto es improvisado... Una locura... —Para Tabita, Sam parecía estar formulando meros subterfugios.

—No me des explicaciones ahora. —Señaló con desánimo—. Además ella no tiene absolutamente nada de malo. Nada te detiene Sam. Adelante. Cásate con ella si te apetece. Es la indicada. Ya está, ya te aclaré las dudas.

—No es tan sencillo —musitó él.

Tabita soltó un bufido al oírlo. La indecisión que mostraba Sam siempre con respecto a sus relaciones la desquiciaba.

—¿Por qué no es sencillo? ¿Por qué tienes que planearlo todo?... —Soltó a modo de reproche—. Medir las probabilidades no funciona con las relaciones Sam. No es matemática. No está todo escrito. Y si así fuera jamás lo descubrirás antes de que ocurra. No es como empezar un libro y tener la posibilidad de echar una mirada al final de sus páginas para ver que va a pasar. Es la vida real. Solo viviendo la historia sabrás cóm...

—¡¡Sam!! —Llamó Alicia desde la puerta del local. El interpelado miró, Tabita volvió a agachar la cabeza callándose de súbito—. ¿Que hacéis ahí?... —Inquirió confusa la joven.

Al mismo tiempo sonó el móvil de Tabita quién lo contestó enseguida.

—Estoy fuera. En la acera. —Informó y colgó.

Alicia se acercó a ellos unos pasos. Sam parecía una estatua. Una estatua con cara compungida.

—Sam... ¿No vuelves dentro? —Animó Alicia otra vez. Sam asintió hacía ella.

—Nos veremos por ahí Sam.

—¿Puedo llamarte después? —Pidió preocupado. Tabita le dirigió una mirada turbada.

<<...¿Llamar después?... Para decir qué...>>—Cuestionó Tabita en su interior.

Le dolía el corazón en demasía y la garganta se estaba quemando con el nudo candente que la atravesaba. No quería seguir hablando con Sam, solo quería desaparecer.

Menos mal llegó su padre.

—Hola chicos. ¿Se acabó la fiesta? —Preguntó Lucas al aparcar.

Tabita no contestó a su padre. Se limitó a rodear el coche hacía la puerta del copiloto. Lucas puso cara de circunstancias al notar el aire enfadado de su hija. Miró a Sam buscando respuesta y este solo hizo una mueca de resignación.

—¿No vienes Samu?

—No. Sam no viene. —Contestó Tabita con sequedad cerrando la puerta de un golpe.

—Ehm... Vale. Adiós Samu.

—Adiós Luck.


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