Capítulo 19
El avión aterrizó puntual en el
aeropuerto de Santa Mónica. El desembarque lleva su tiempo y ella lo sabe pero las ganas que tenía de verlo son ya irrefrenables.
Casi treinta minutos después, Sam apareció en las puertas de desembarque con una bolsa de viaje colgada al hombro. Tabita pegó un grito de emoción y corrió a sus brazos.
Sam dejó caer la bolsa al suelo y atrapó a su novia al vuelo quién se lanzó sobre él enroscándose a su cuerpo con piernas y brazos y apoderandose de sus labios.
—¿Esto significa que me has hechado de menos?...
—Esto no ha sido nada cariño, vamos a casa y te lo demuestro de verdad —susurró ella sugerente antes de volver a besarlo.
—Mmm, eso suena muy bien —afirmó él en un arrullo.
Sam la dejó en el suelo y recogió su bolsa. Tomó la mano de su chica y juntos se dirigieron hasta dónde Tabita dejó el coche.
—¿Cómo ha ido la misión? —inquirió ella al volante.
—Muy bien, lo de siempre; persecuciónes, tiroteos, golpes... Que te voy a contar que tú no sepas.
—Ya... —rio ella—. ¿Has rescatado a alguna damisela en apuros?
—Esta vez no había una damisela. Además paso de ellas, yo ya tengo a la mía. —Sam estira la mano, toma la de Tabita y la lleva a sus labios dejando en ella un dulce beso—. Aunque tú no tengas nada de damisela en apuros.
—¿Eso es un cumplido o me estás llamando marimacho?...
Sam se echó a reír.
—Es un cumplido mi amor —pronuncio Sam cariñoso.
—Eres tan tierno...
Tabita descubrió por el camino que los llevó a este presente, que Sam a pesar se ser el dueño del amor que ocupa todo su corazón, también seguía siendo su mejor amigo. Lo único que cambió entre ellos con diferencia a la vida anterior, es que ahora tras cada episodio cotidiano de discusión, momento cosquillas o conversación trivial, acababan a los besos y muchas veces y según las circunstancias, en la cama o similares consumando lo que sentían el uno por el otro.
<<...Resulta maravilloso...>>
Sam no podía sentirse más feliz por la decisión de ir tras el amor de su vida. Cada día agradecía mentalmente el consejo que le dio su buen amigo Malcom en el hospital hace un año. Un buen amigo a quién también llamaba jefe Dennis cuando estaban de servicio.
La pareja vive por temporadas en Seattle o California. Conciliando sus horarios como mejor podían y llevándolo de la mejor manera.
Con positividad.
Al decidir "complicarse" la vida sabían a lo que se atendrían, sabían que no sería fácil.
Por su parte, Sam lamentablemente no pudo conseguir su trasladado a California cuando lo solicitó, sus superiores lo querían en la unidad de Seattle durante un tiempo más, pero prometieron que se lo darían más adelante.
Tabita a su vez consiguió asentarse en Santa Mónica muy rápido, se le daba genial el trabajo que obtuvo y compaginaba su tiempo con la universidad a las mil maravillas.
Sin embargo, la vida sentimental era diferente a la laboral. Hasta este entonces estaban viviendo su relación de enamorados a distancia.
Debían ser pacientes para aguantar las separaciones debido al trabajo. Debían ser fuertes para aguantar la ausencia del otro.
Pero habían treguas temporales que los favorecían, como cuando Tabita no era muy necesaria en las oficinas de Activisión y pasaba unos días en Seattle o Sam venía y se quedaban juntos en el apartamento cerca de la empresa cuando él tenía un par de días libres. Llevan así un año. A caballo entre dos ciudades.
Pero esto pronto cambiaría...
Un BMW se detuvo en la acera. Tiene los cristales tintados, no era posible ver al conductor.
—Acaba de llegar a la ciudad. —pronunció un hombre al teléfono—. Los estoy viendo ahora mismo. Están bajando del coche de la chica para entrar al edificio donde vive —hizo una pausa larga en la que escuchaba indicaciones—. Sí... Afirmativo señor —finalizó la llamada.
Tras observar a los dos jóvenes acceder al edificio, arrancó el motor y se marchó del lugar.
Él desconocido ignoraba completamente que así como el vigilaba a los jóvenes enamorados; a él también lo observaban.
Tabita vistió un elegante vestido corto de color negro para la cita de esa noche con Sam. A esas alturas llevaban ya 122 citas en las que siempre estaban buscando hacer algo especial para el otro. Algo que los haga imaginarse que la relación acaba de empezar y que la magia solo toca inicio.
Sam era el mejor creando citas románticas. Se le daba muy bien sorprender a su novia con hermosos detalles y lugares originales donde cenar y luego acurrucarse.
Pero esta vez como la cita es en lado de la costa de Tabita, ella planeó una velada elegante en un restaurante donde preparan un menú que a Sam fascinaba.
Una vez lista, Tabita salió de su alcoba y fue al salón.
—Dios... Estás preciosa mi amor —manifestó Sam al verla.
Se acercó a ella enseguida y la estrechó entre sus brazos juntando sus labios en un tierno beso.
—Me pasaré la noche imaginándote sin este bonito vestido.
Tabita se echó a reír.
—Sabes que este traje te hace muy sexy... —musitó ella colándose por debajo de la chaqueta para acariciar su espalda.
—Ah si... —contestó Sam sugerente deslizando una mano hasta el trasero de su bella novia para apretarla contra su cuerpo al mismo tiempo que dejaba un beso tras su oreja para después deslizar los labios por su cuello como un vampiro sediento.
—Si... —gimió ella de forma inconciente.
—Creo que será mejor que nos vayamos o acabaremos pasando de la cena —susurró él ya sobre su boca.
—Créeme, lo estoy sopesando...
Se dirigían en el coche al restaurante del hotel Sunset Bulevard.
Tabita planeó una cena deliciosa seguida de una sesión de baile en la disco del hotel y después velada en una suite especial para que no haya necesidad de volver a casa.
<<...Exceptuando la cena, los demás planes no tienen por qué seguir ese orden...>>—pensaba ella.
Se había llevado también una bolsa de viaje con ropa cómoda para ambos porque al día siguiente, del viernes al domingo tendrían tiempo de hacer lo que a ambos gustaba tanto...
<<...¡Explorar el parque Rivas Canyon!...>>
Tras unos largos tres cuartos de hora al fin llegaron al hotel. Un chico muy amable recogió las llaves del coche en la puerta para llevarlo al garaje. Sam llevaba la bolsa de viaje al hombro sin preguntar nada al respecto. Ambos tenían un código de compromiso sobre las citas desde la primera que Sam organizó hace algo más de un año, que consiste en no preguntar los detalles y colaborar sin rechistar para que funcione la sorpresa.
Eso si, se preguntaba constantemente cual era su plan...
<<...Solo espero que no incluya bailar... Ella sabe que se me da fatal bailar... No, no querrá pasar por la misma vergüenza que en la cita del muelle de Santa Mónica... ¿O si?...>>—pensaba Sam al tomar la mano de Tabita. Pero desde luego de su novia se podría esperar cualquier cosa. Si bien ella dijo que aquella cita fue más divertida que romántica, Sam no se esperaba que quisiera repetirlo.
La recepcionista los registró en la habitación reservada y se ocupó de subir la bolsa de viaje hasta la suite. Sam y Tabita se dirigieron al salón donde los esperaba su cena especial.
—¿Estás nervioso?... —inquirió Tabita dulcemente atrayendo la atención de Sam.
—No... Estoy bien...
—¿Entonces por qué aprietas mi mano de esa forma o por qué no te estás quieto en la silla o por qué no me miras a mí en vez de recorrer todo el salón con la mirada o?...
—Vale, vale, ya lo he pillado. Me conoces muy bien.
—Disfrutemos este momento —pidió ella con dulzura.
—Es algo difícil hacer eso... —La tensión de Sam emanaba de sus poros. Tabita giró la mano y tomó la de Sam correspondiendo a su intensidad de tacto.
Un tono de mensaje en el móvil llamó la atención de ambos.
—Voy al servicio —anunció Tabita tras un instante.
Sam la observó de una forma un tanto extraña y no soltaba la mano de su novia.
—Cariño, la necesito para irme —indicó Tabita hacia su mano presa entre la de Sam.
Ella sin más se puso en pie y tomó su pequeño. Se inclinó y dio un breve aunque apasionado beso a Sam para después simplemente alejarse de él.
Tabita llegó al cuarto de baño que curiosamente se encontraba vacío teniendo en cuenta lo abarrotado que estaba restaurante. Se acercó al lavabo y depositó el bolso en la larga y reluciente encimera.
Rebuscaba en ello con toda tranquilidad cuando un frío tubo se apostó en su cuello entretanto un brazo fuerte se apoderaba de su cuerpo rodeando su estómago con tenacidad. Tabita levantó la mirada sobresaltada y se encontró a un hombre de ojos negros y de apariencia física muy fuerte sonriendo malévolo.
—Eres mucho más bella de cerca —susurró sombrío—. Ese hijo de puta tiene mucha suerte —masculló con acento tocado.
<<...Ruso. Cómo no... >>
—Pórtate bien conmigo y tal vez te deje vivir después de jugar un rato contigo. Si eres buena no te haré mucho daño... —ofreció—. Vamos, una velada de lujuria nos espera muñeca.
Tabita no dijo nada. No podía hacerlo. El hombre tenía un aire demoníaco tan pronunciado que ahogaba su convicción.
Empezaba a considerar el plan como una mala idea...
El hombre la alejó de delante del espejo y la colocó mirando a la puerta. Soltó su presa y se alejó de ella unos pasos.
—Tú sales primero, yo iré justo detrás de ti. Cómo intentes algo, te vuelo la cabeza y espero de corazón que no lo hagas. Sería un desperdicio... —Tabita sintió de repente la mano del hombre sobre su trasero, sobándolo y apretando.
Tabita tomó aire e irguió la mirada de repente.
<<...¡Vamos allá Mágnum!...>>
De súbito dio un cabezazo hacia atrás atizando al hombre que desprevenido dio un par de tras pies. Tabita giró hacia la derecha y asestó otro golpe en el cuello del hombre con el lateral de la mano. Seguido se inclinó hacia delante y lanzó una patada con la pierna izquierda en el abdomen del hombre clavando sus tacones en él.
Él emitió un sonido ahogado al encajar el golpe y se llevó la mano libre a la zona envestida. Miró a Tabita que ya iba a por él otra vez.
—¡Hija de puta!
Tabita lanzó una patada lateral con vuelta incluida dándole al hombre justo en la cara. Él trastrabilló nockeado y ella lo remató con una última patada en la entrepierna.
Lanzando una queja gutural el hombre cayó de rodillas.
Tabita sacó de su pequeño bolso una nueve milímetros y lo apuntó con ello.
—Quieto ahí o te juro que te vuelo lo cesos.
—Hija de puta —masculló otra vez.
—¡Oh venga ya! ¿No te sabes más que esa?
En un rápido movimiento el hombre se abalanzó a por su arma, Tabita lo advirtió y apretó el gatillo disparando.
El hombre se alejó del arma aterrorizado. Tabita se acercó a él rápidamente.
—FIN DEL JUEGO CABRÓN —masculló y lo remató con un culatazo en la cabeza.
El hombre cayó al suelo medio inconsciente. Tabita volvió a rebuscar en su bolso y sacó el móvil. Envió un mensaje y en menos de cinco segundos tenía a Sam y a Donny en la puerta del baño apuntando con sus armas al interior.
Ambos estaban estupefactos.
—Qué... ¿Cenamos? Tengo hambre —manifestó con aire inocente mientras seguía apuntando al hombre con su arma.
Los dos chicos la observaron entre asombrados y divertidos.
Los agentes del FBI se encargaron de retirar al hombre inconciente del baño sin llamar la atención de nadie del hotel.
Tabita y Sam estaban sentados en su mesa acompañados de un muy comunicativo Donny.
—Quédate a cenar con nosotros —pidió Tabita.
—No quiero molestar en la "cita" —replicó él negando con la cabeza y hasta con las manos.
—No molestarás primo no digas eso... —objetó Sam.
—Quédate Donny. Tenemos que hablar de tu nueva licencia —señaló Tabita toda sonrisas—. No hemos tenido tiempo de hablar de ello todavía.
—No, por favor, me sentiré mucho mejor si pasáis esta velada como lo habéis planeado.
La pareja se resignó al final y sonrieron con afecto.
—¿Dónde vas ahora? —Consultó Sam.
—Voy a buscar un lugar tranquilo para escribir el informe mientras aún lo tengo todo fresco en la cabeza y luego me echaré una siesta que buena falta me hace. Este caso ha sido muy largo —admitió sobándose la nuca. Ahora llevaba el pelo corto y sin gorra.
—Mírale, todo un agente el chico de la Play. —Lo arrulló Tabita abrazando a su buen amigo y plantándole un sonoro beso en la mejilla.
—Venga me voy porque cuando Tabita empieza a ponerse melosa no hay quién la aguante.
—¡Oye! Ahora verás.
Sam combinó con Donny haciendo una mueca de aprensión. Tabita fue a por Donny y le dio como mínimo diez besos seguidos en toda la cara.
—Para Tabita estas dando un espectáculo —protestó Donny—. ¡Sam díselo!
—Te falta mancharle ahí —señaló Sam entre risas a su novia que estaba marcando todo el rostro de Donny con su pintalabios rojo.
Al fin lo soltó. El aspecto de Donny parecía el de un chiquillo enfurruñado que acababa de ser abordado por todas sus tías y la abuela achuchona.
—Te queremos chiquitín. Mañana queremos verte en la excursión —advirtió ella al acomodarse junto a Sam.
—Ya te vale Tabi —protestó Donny levantándose.
—Primo, descansa.
Ambos se dieron las manos afectuosamente y solo después Donny se marchó frotándose la cara.
Sam observó a su primo alejarse sintiendo orgullo por él. Gracias a Donny esta pesadilla se ha acabado.
El hombre al que Tabita se acababa de enfrentar; era uno de los que venía siguiendo a Sam desde que el FBI arrestó a los rusos por orden de estos mismos.
Sam sabía que no sería fácil quitárselos de encima. Se cuestionó sus decisiones sobre su relación con Tabita pero ella no dejó que él decayera, ella lo sujetó para seguir adelante.
Tabita es lo mejor que le había podido pasar en su vida, tenían una relación maravillosa y apasionante, tan dulce como las palomitas con caramelo y tan intensa como un trago de tequila. La vida con Tabita era como estar en el paraíso, no podía sentirse más feliz.
Pero Tabita también tenía un carácter difícil en ocasiones, era cabezota cuando tomaba una decisión, y la peor de todas fue hacer caso a Donny y su plan.
<<...Este par cuando se juntaba, algo apoteósico ocurría...>>
El plan de Donny nunca gustó a Sam porque implicaba a Tabita, pero ella estaba más que dispuesta a hacerlo. Por lo tanto Sam no tuvo más remedio que ceder a la presión.
Donny siguió al lacayo de los rusos, que a su vez seguía a Sam y Tabita; durante unas semanas, hasta que al fin todo desembocó en el servicio del restaurante del hotel con Tabita apuntándole con el arma.
<<...Como he dicho; apoteósico. Y al fin se acabó...>>—suspiraba Sam.
Sam no hacía más que suspirar y mirar las musarañas mientras estaban tumbados con Tabita en la cama de la suite.
—Escupe la sopa o te la saco —amenazó Tabita a su novio colocándose a horcajadas sobre él—. Hablo enserio.
Sam soltó un último suspiro vencido por la ansiedad.
—Es que... Me preocupas.
—¿Y se puede saber por qué?
Sam estaba inquieto. Pero o se lo decía o explotaba.
—Es que... Podrías mostrar un poco más de... Un poco menos... —hablaba Sam con nerviosismo.
—Más o menos qué... —Tabita lo miraba con las cejas levantadas y con una mueca divertida en los labios—. ¡¿Pero qué te ocurre?!
—Es que parece que no le temas a nada. Y eso me preocupa.
—¡¿Por qué cariño?!
—Una persona que no teme a nada tiende a arriesgar mucho su integridad y... No quiero que hagas locuras... —acariciaba su mejilla mirándola enamorado.
—Mi vida, no haré tal cosa. Si lo he hecho ahora es porque era necesario, no voy a ir por ahí empuñando un arma y cazando malhechores. Soy una simple informática —afirmó encogiéndose de hombros.
—Tú de informática solo tienes el título, eres mucho más que eso, Lara Croft.
Tabita se echó a reír y dejándose caer sobre su pecho volvió a besarlo con todo el ardor de su cuerpo.
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