Capítulo 18
-¿Cómo íbamos a hacer eso? -preguntó Tabita escéptica a la sugerencia descabellada de Sam.
-Pues así: Hola. Me llamo Samuel Lambert. Soy un agente del FBI. -Él hablaba con falsa seriedad, ella se lo miraba entre anonadada y divertida por su ocurrencia-. Tengo veintisiete años y una herida de bala en esta pierna. -Se palmeó el muslo con la mano libre-. Me la gané en mi primera misión con el cuerpo. Y ahora te toca a ti -añadió susurrando.
Tabita era toda sonrisas. Oír a Sam bromear y sobre todo con intención de empezar de nuevo con su amistad la hacía sentirse muy contenta. Tal vez la cita/encuentro amistoso no iba a ir a tan mal después de todo.
-Bien... -Se aclaró la garganta-. Me llamo Tabita Verón. Soy una civil. -Sam río por su gesto que lo imitaba-. Tengo veintitrés años...
-Aún no tienes veintitrés.
-Shhh... Se supone que tú no me conoces.
-Disculpa -apretó los labios divertido.
-He dicho que tengo veinticuatro años -volvió a subir un número ante las risas de Sam, ella siempre estaba queriendo parecer mayor de lo que es-. Y estoy enzarzada en una maraña de problemas en vías de resolución.
-¿Qué problemas?
-Ahmm... Inmobiliario, laboral y económico.
-Ah bueno... ¿Y qué pasa con el sentimental?
<<...Oh... Oh...>>
-Ehm... El sentimental... Está aparcado de momento. -Tabita perdió la sonrisa y desvió el rostro.
-¿Por qué?... -Sam buscaba su rostro insistentemente.
<<...¿Qué estás haciendo Sam...? No sigas por ahí...>>
-Es complicado -dijo buscando por donde iba a echar a correr en tres, dos, uno...
-Sabía que dirías eso -contestó Sam riendo quedo-. Sabes, en el hospital recibí la visita de un hombre sabio. -Tabita lo miró vacilante-. Y sus palabras me dieron mucho que pensar. Me debatí bastante y finalmente llegué a una conclusión, deduje que los asuntos complicados no existen -promulgó encogiéndose de hombros-. Simplemente nosotros creamos esas complicaciones con nuestras excusas. Las situaciones en sí se presenta ante nosotros neutras y está en nuestras manos abarcarlo con la actitud correcta.
-¿Actitud correcta?...
-Sí. La actitud con la que o lo complicamos o lo simplificamos -manifestó animado con su teoría-. Eso lo conseguimos con la actitud que elegimos desempeñar cuando se nos presenta un problema. ¿Sabes por qué sabía que dirías que es complicado?...
Tabita no pudo reprimir un suspiro de ansiedad. Tenía una vaga idea sobre la respuesta a esa pregunta.
-Porque cuando el hombre sabio me hizo una pregunta delicada yo también dije que era complicado. ¿Sabes por qué?. -Tabita meneo la cabeza negando y mirándolo fijamente-. Porque decir que algo es complicado es más sencillo que enfrentarte a ello o explicarlo. -Sam elevó la cejas dándo énfasis a su afirmación-. Y por eso mismo, y tras pensarlo mucho Tabita decidí decantarme por lo simple, lo sencillo, decidí complicarlo.
-¿De qué estas hablando Sam?...
-De mí en particular. De mis casi errores. Los que espero que aún tengan arreglo.
-¿Podrías hablar claro por favor?
-Tabita he mirado la posible consecuencia de dos decisiones.; y una de ellas aunque es más fácil, no me gusta en absoluto.
-¿Cuál?... -dijo con la voz casi inaudible. Sam estaba apretando su mano. Tabita apenas ya podía pensar.
-La que consiste en dejarte ir, sin decirte nada.
Tabita hizo amago de tragar saliva, pero solo era un acto reflejo porque en realidad tenía la boca más seca que el desierto del Sáhara debido a los nervios que ya la dominaban por completo.
-Por ello decidí que quiero hacerlo simple, lo que me hace feliz que es complicarme contigo. Y para eso hay dos pasos.
Sam soltó la mano de Tabita y deslizó ambas manos por su cintura atrayéndola hacía sí, apoyando las manos con firmeza sobre su cuerpo.
Ella podía apreciar el calor de su tacto a través de la delgada seda de su vestido, ese calor tan propio de él, acuciantemente maravilloso, desesperantemente imprescindibles.
Tabita apoyó sus manos instintivamente sobre los hombros de Sam entretanto su respiración se tornaba intermitente al tener su rostro tan cerca, a tan pocos centímetros...
-Este es el primero. Te dejo a ti decidir si quieres dar el segundo.
Definitivamente, eso era lo último que Tabita se esperaba de él.
-Sam yo creía que te era indiferente -consiguió decir en un susurro, confundida.
Sam sonrió con ironía.
-Y te aseguro que era más fácil fingir ante unos asesinos despiadados, que delante de ti. Tabita me has estado torturando todos estos meses.
-¡¿Torturarte yo?! -exclamó alarmada.
-En efecto -afirmó Sam con tranquilidad-. Con tu sonrisa... -y miró sus labios-, tu mirada... -y miró sus ojos-, tu pijama -sonrió-. Tu cabello húmedo. Tu aroma carteristico a caramelo que me vuelve loco. Tu voz, tu tacto... -su voz se perdió en un susurro-. Y puedo seguir así, citando cada detalle de ti durante mucho tiempo.
-Yo, no... No tenía ni idea -tartamudeó ella.
-¿Entonces qué me dices Tabita?... ¿Simplificas o complicas?
Tabita sintió de repente la resolución tomar control de ella. Comprendió cada palabra de la teoría de Sam y la apoyaba así que se dejándose llevar por esa misma resolución, hizo deslizar sus manos hasta el cuello de la camisa de Sam, rozando su piel y haciéndolo suspirar, acercó su rostro a él completamente y con todos sus sentimientos dominándola; rozó decidida sus labios con los de él pero se detuvo un instante.
-Compliquémonos -exhaló sobre su boca.
Sam cerró el cerco alrededor de su cintura y pegó sus labios a los de ella.
El rose de labios tibio y casto pronto se tornó en urgencia de tener más del otro. Sam deslizó su mano espalda arriba haciendo estremecer a Tabita entre sus brazos. Depositó su intrépida mano en su nuca enredando los dedos en su pelo.
Ambos absorbían la esencia del otro en la misma medida que lo iban traspasando. Encajaban en ese beso con la naturalidad con la que una pieza de Lego encajaría en la estructura de una casita construida con más piezas iguales porque para ese fin fueron creados, igual que Tabita y Sam.
Después de unos apasionantes segundos de intenso beso Tabita necesitaba recobrar el aliento. Acunó las mejillas de Sam con sus manos y lo sostuvo mientras se separaba. Ambos rieron con las frentes apoyadas en el otro.
-Disculpa -dijo Sam-. Es que llevó meses queriendo hacer esto.
-Y yo deseando que lo hicieras.
-Te quiero Tabita -declamó-. No te imaginas cuánto... -volvió a bajar la mano deslizándola por su espalda hasta su cintura.
-No lo imagino, lo sé. Porque yo también te quiero Sam. Desde hace mucho tiempo...
Al decir esto deslizó los brazos por su cuello y lo abrazó con fuerza. Sam abarcó su esbelto cuerpo hundiendo el rostro en su cabello.
Entonces la ansiedad de todo lo que implica esa nueva relación llegó hasta Tabita. No quería pensar en ello pero debía hacerlo.
-¿Ahora qué hacemos? -preguntó ella en su oído.
Sam deshizo el abrazo para mirarla.
-Ahora lo que haremos, lo decidiremos juntos.
-Juntos. Suena bien -sonrió ella.
Sam sonrió también totalmente bobo por ella mientras sus manos acariciaban la cintura de su nueva novia.
-Muy bien. Para empezar, yo tengo que ir a California y tú vives aquí. ¿Cómo lo haremos?
-Me iré contigo -resolvió.
-Qué dices Sam... ¿Cómo te vas marchar de aquí?
-Si es contigo, dónde sea. Además, tú tienes que ir a ese trabajo. Es tu sueño.
-No puedo pedirte eso Sam. -Tabita sentía la culpa en su pecho.
-Lo estoy decidiendo yo. No pienso renunciar a ti Tabita. Si tengo que ir trás de ti a Santa Mónica lo haré.
-¿Estás completamente seguro de lo que estás diciendo?
-Siempre y cuando vivamos juntos -se encogió de hombros.
-¿Quieres que vivamos juntos?
-Te lo suplico. No puedo esperar a despertar contigo -dijo apretando las manos sobre la delgada tela que cubría su piel y en un arrebato la besó robándole el aliento.
Les costó separarse pero, el oxígeno hacía falta.
-¿No crees que deberíamos tener unas cuantas citas antes de vivir juntos?... Aún no sabemos si somos compatibles en, ya sabes... -comentó ella con un brillo malicioso en los ojos.
-Compatibles eh...-repitió.
-Mmhhh...
-Podriamos hacer una primera prueba.
-Me parece una idea tentadora... -susurro y esta vez fue ella quien lo abordó con otro beso insistente.
-Vale, fingiremos que tenemos citas hasta que consigamos donde vivir, después se acabó el preámbulo -accedió Sam murmurando sobre la boca de Tabita.
-Me parece justo -combinó ella de igual manera.
-Hablaremos de ello después -tercio Sam embelesado y volvieron a perderse en otro beso apasionado bajo la luna.
Una y otra vez.
Este cambio repentino y a la vez tan ansiado fue revolucionario y vertiginoso para ambos. Sam en declararse, Tabita en aceptarlo y aún debían asimilarlo.
Pero algo sí estaba bien claro; ni él ni ella, desharían esa perfecta unión que al fin se producía. Porque la situación era simple dentro de esa nueva complicación; se querían y era hora de vivirlo.
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