Capítulo 17
Tabita estaba delante de su armario mirándolo pero sin ver nada realmente. Abrió las puertas pero se quedó parada con los ojos fijos en algún punto de allí dentro.
La verdad es que estaba pensando en Sam y su llamada de esa mañana, en la que después de una charla casi forzada por la tensión que había entre ellos desde la última conversación, él acabó por citarla en el parque del lago Unión a las siete de la tarde precisamente.
<<...Su tono era diferente. Él estaba diferente...>>
No lo había visto ni hablado con él en dos días, no se sentía lo suficientemente fuerte para llamarlo y menos para ir a verlo.
<<...Es increíble, acaban de concederle el alta y él ya está haciendo planes para esta misma noche fuera de casa. Eso implica traslado para él y seguramente está con muletas. ¿Qué es tan importante que no pudiera decirme por teléfono?...>>
La llamada de Sam la despertó esa mañana a las nueve. Él empezó a hablar desinteresadamente, luego derivó a una petición un tanto suplicante, como si previera que ella fiera a negarse.
Desde luego que ella iba a negarse. ¡Pero se trataba de Sam, su mejor amigo!... Si tan importante era para él quedar con ella, lo haría.
Tabita aceptó entonces y él reiteró el lugar y la hora (repetidas veces) a la que estaría allí esperándola.
Ella prometió ir y ahora solo quedaban dos horas para la cita.
Suspiró ruidosamente y enfocó su atención al fin al contenido de su armario en casa de sus padres. No había mucha cosa por donde elegir allí dentro. Había postergado ir de compras debido a las tareas que debía realizar para reordenar su vida antes del viaje. Eso y los pocos ánimos que tenía para hacer nada tampoco la ayudaron mucho.
<<...¿Por qué tenía que llamarme justo el día antes de ir a Santa Mónica?...>>-Se lamentó en su interior.
Pensaba que lo peor a hacer en esas últimas horas sería solamente despedirse de sus padres.
<<...¡Pero no! Sam tenía que llamar e insistir en quedar.
¿Y por qué no le dijiste que no Tabita?
¡Uish!...>>
Por un lado estaba conforme porque resolvió gran parte del embrollo en el que se convirtió su existencia antes de mudarse a California.
El seguro se ocuparía del piso incendiado. Recibiría una indemnización por daños y perjuicios por parte del FBI.
En cuanto al apoyo psicológico que le ofrecieron, se negó a aceptarlo, ya que se sentía bien a ese respecto.
Prestó declaración repetidas veces al FBI y en medio de todo también estaba hablando con la empresa que quería contratarla.
Era una odisea que le hacía replantearse lo del tratamiento psicológico, pero ella sabía cuál era su problema real.
<<...Cuánto puede influir en uno los sentimientos...>>-suspiraba-<<...Son tan poderosos que te pueden ayudar a levantar la cabeza cuando creías que no serías capaz de hacerlo dándote fuerzas para pelear o; derrumbarte irremediablemente de un solo mazazo...>>
Para Tabita, durante esas duras cuarenta y ocho horas fue crucial pensar en Sam y confiar en que él iba a ir a por ella, se infundió fuerzas pensando en que Sam no la abandonaría, en que la salvaría. Su confianza en él la ayudó a ser fuerte.
No obstante, aunque Sam así lo hizo, el hecho es que ahora él no estaba. No estaba infundiéndole ánimos para seguir siendo fuerte, diciéndole que aunque se marche del estado nada cambiaría. Sam no le dijo nada de eso.
Por ello se sentía nockeada por Cupido. Porque primero le dió con una flecha de amor en el corazón y después le volvió dar, pero no con una flecha; sino que le atizó directamente con el arco.
<<...Y duele como los mil demonios..
>>
Estaba confundida, nerviosa y no obstante muy expectante.
Suspiró y rebuscó entre las perchas decidida a no flagelarse más. Si Sam no la quería no importaba, ella seguiría con su vida y él...
<<...Basta...>>
Dió con un vestido, era de fiesta pero gracias a sus gustos el vestido carecía de brillos así que podía ponérselo para una cita informal. No quería ponerse pantalones otra vez. La cicatriz de la pantorrilla podía pasar por un tatuaje en proceso de adaptación poniéndole un vendaje pequeño. Por lo menos no era muy grande.
-¡Tabita, el taxi está aquí! -avisó Amy a su hija.
-Gracias mamá.
Tabita salió de su habitación y fue a dar un beso a sus padres antes de marcharse.
-Te quiero papá.
-Te quiero hijjj... -El hombre se atrancó al verla-. ¡Espera, pero a dónde vas así!...
-A ver a Sam naturalmente -respondió Amy por ella.
-Eso sí el taxista la deja bajar -promulgó Lucas contrariado-. ¿Quieres que te lleve yo?
-No hace falta papá. Adiós.
-¡Estás muy guapa cielo! -gritó Amy a su espalda.
-No hace falta dice... -replicó Lucas con voz aguda.
-Nuestra niña ya está mayor cariño -suspiró Amy.
Tabita bajó del taxi unos minutos sobre las siete. Se quedó parada en la acera mirando hacia el lago.
Una vista maravillosa al anochecer. Las farolas se reflejaban alargadas sobre su pacífica superficie.
Delante de ella se extendía la hierba
bien cuidada del parque. Empezó a caminar por el sendero de adoquines hacía donde Sam decía estar esperándola.
Sus zapatos hacían demasiado ruido para su impresión. Esa misma era la razón por la que odiaba los tacones, eran arrogantes haciéndose oír escandalosamente a cada paso. No tuvo más remedio que ponerselos ya que eran los únicos zapatos que tenía aparte de las zapatillas que la acompañaron durante su inolvidable odisea.
El vestido que llevaba era básicamente una túnica de seda ceñida con un minúsculo cinturón, con mangas alargadas y de falda muy corta, además con tajos en ambos muslos, Tabita se estaba arrepintiendo seriamente de habérselo puesto, es más; empezó a arrepentirse desde que salió de casa para subir al taxi, el conductor la miraba con un aire descarado incomodísimo.
Al fin divisó a Sam.
Estaba apoyado en el respaldo de un banco. La muleta descansaba a su lado, solo una.
<<... Está tan guapo...>>
Él iba vestido como siempre y como ella quisiera estar vestida. Botas, vaqueros, camiseta y camisa abierta por encima.
Entonces al verlo al allí al fin, tuvo que reconocer que la ropa que ella llevaba no era la fuente de su incomodidad. Sino más bien el temor de tener que salir corriendo para no echarse a llorar por si va mal la cita.
<<...Si tuviera que hacerlo con estas pintas mi dignidad quedaría por los suelos...>>
En fin. Llegó y se detuvo sobre el sendero a unos cuatro metros de él.
Sam quien miraba distraído el lago se percató de su presencia y clavó su vista en asombrada en ella.
-¡Vaya!... ¿Es que has quedado para una fiesta después?
-No... Es solo que mi armario no da más de sí -desdeñó.
-Estás deslumbrante. Me, me siento ridículo.
-Y yo te envidio.
-Por qué no te acercas... No te voy morder.
Tabita rió quedamente por su expresión pícara.
Llevaba el cabello suelto y lo retiró del rostro con la mano sujetándolo en la coronilla para centrarse en no dejarse los tacones anclados en la tierra debajo de la hierba reblandecida por los aspersores.
Dio unos pasos luego miró hacía Sam que le extendía una mano. Se apoyó en él y este tiró de ella hasta acercarla, colocándola entre sus largas piernas separadas.
Ella quizo dar un par de pasos atrás pero su cuerpo se negaba a obedecer además de que Sam no le soltaba la mano y su mirada era tan intensa que Tabita no pudo más que rehuírle.
-Gracias por venir.
-No tienes que agradecerlo. Somos amigos.
-¿Cómo ha ido todo? -preguntó enlazando sus dedos con los de ella.
-Ha ido bien. Mi padre ha estado conmigo todo el tiempo.
-¿Te encuentras bien? -inquirió buscando su mirada.
-La verdad, estoy algo nerviosa. No sé... -dijo agachando la cabeza.
-¿Es por mí?
-No. Es cosa mía.
Sam siguió buscando sus ojos pero Tabita no era capaz de mantener el contacto visual.
-¿Explícame eso?
-Ahmm... Ocurre cuando no eres capaz de ser dueño de ti mismo sabes... Es una debilidad y las debilidades son propias de cada uno.
-Interesante. Entonces es eso lo que me viene pasando desde hace once meses. -Ella lo miró entornando los ojos-. Quiero enseñarte algo. -Sam buscó en sus pantalones y sacó una cartera negra, enseguida se lo dió a ella en la mano que él tomaba.
Tabita tomó la cartera, lo abrió y admiró de inmediato su contenido. La impresionaba tener en mano la identificación del agente Lambert.
Pasó el pulgar por la placa dorada y reprimió las repentinas ganas de abrazarlo. Su relación ya no era la misma de antes, no podía tener esos gestos con él sin que impliquen sentimientos.
Gestos como el de estar tan cerca de él como en este momento; eran un error, porque causarían secuelas dolorosas más tarde.
-Estás raro con poco pelo -comentó la foto a modo de distracción y Sam rio con ganas.
-Solo te has fijado en eso eh...
-Estoy muy orgullosa de ti Sam. Me ha sorprendido al enterarme así de golpe de que eres un agente, pero quiero que sepas que lo entiendo y creo que esto que haces es de lo más valeroso y absolutamente admirable -alegó esforzándose en mirarlo a los ojos.
Le entregó la cartera y él la guardó nuevamente sin quitarle la mirada.
Tabita dio un paso atrás aprovechando que no la agarraba.
-Esta experiencia ha sido estrambótica Tabita, eso está claro. Por eso mismo me gustaría poder arreglarlo contigo.
<<...¿Arreglarlo?...>>
-Tampoco estuvo tan mal -comentó Tabita con falso desdén-. Me ha servido para aprender datos sobre mí que no conocía. Eso de que uno se conoce a sí mismo ,de verdad solo ante las adversidades es muy acertado. A pesar de todo hemos acabado bien. Trastocados; pero bien.
-Trastocados... -musitó Sam adoptando el término.
-No hay nada que arreglar Sam.
-Ya lo creo que sí... -alargó la mano y volvió a sostener la de ella pasando suavemente el pulgar por las cicatrices de sus heridas de batalla-. Quiero poder volver a empezar contigo.
-¿Volver a empezar?
-Sí. Si tú quieres.
<<...Volver a empezar. ¿A qué venía eso?... ¿Está a punto de acabarse todo y quiere volver a empezar?...>>
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