Capitulo 14
Escuchaba murmullos lejanos que lo estimulaban a acercarse a la consciencia. Sam parpadeó despacio hasta que acabó viendo luces a través de un cristal.
Estaba desorientado. No sabía dónde estaba o que ocurría. Decidió moverse. Incorporó la cabeza dándose dándose cuenta de que se encontraba acostado.
Inmediatamente a raíz de un dolor agudo en su nuca, su mente reprodujo una ráfaga de imágenes y sonidos que lo hicieron recordarlo todo.
Recordó a Tabita gritando su nombre desesperada. Y a él mismo sin poder hacer nada. La rabia y el ansia de ir a por ella lo obligaron a levantarse.
Pero pronto comprobó su error.
Tanto el efecto del trauma causado por los disparos en el pecho por sobre el chaleco y el golpe en la nuca lo hicieron detenerse y despacio volver a tumbarse. Respiró profundo y lo intentó de nuevo.
Una vez logró estar sentado en la cama miró a su alrededor. Estaba en una habitación de hospital a solas y a oscuras. No estaba conectado a ningún aparato y llevaba su propia ropa. Debieron de dejarlo allí para que se recuperara. Tenía la camisa arremangada y un minúsculo punto rojo sobre la vena en lado anterior del brazo derecho.
Eso significaba que estaba bien. Así pues se puso en pie y salió de la habitación rápidamente. Caminó erguido por el pasillo y comprobó que sus dolores eran más soportables a medida que se movía.
Detuvo a una enfermera para preguntar si había algún compañero suyo por allí. La mujer le indicó dónde estaban. Sam dobló en el pasillo a la izquierda y vió a casi todos sus compañeros reunidos allí discutiendo.
Todos callaron en cuanto lo vieron acercarse.
-Lambert... ¿Cómo te encuentras? -preguntó la agente Thompson, quien hacía de su tía en su vida de tapadera.
-Bien -contestó con más brusquedad de la que quería.
-¿Qué te han dicho esos hijos de puta? -preguntó Limstrong.
-Quieren a Karen y que yo se la lleve.
-¡Malditos!
-¿Han hecho algo a la chica o solo se la han llevado? -preguntó otro refiriéndose a Tabita, lo que hizo a Sam apretar los dientes.
-La subieron a la furgoneta y cerraron la puerta. Es todo lo que sé.
-Debes hablar con Dennis. Está en esa habitación -indicó el agente Hendriks.
Con gesto endurecido Sam se dirigió donde Dennis. Abrió la puerta con un cuadrado de cristal trasparente en la parte de arriba y entró.
Vió a Dennis tumbado en la cama con la cabecera elevada, conectado a tubos de suero. Llevaba puesta la bata del hospital y yacía observando su móvil.
Dennis notó al fin la presencia de Sam y dejó el aparato.
-Lambert. ¿Estás en condiciones para levantarte ya?
-Perfectamente -indicó con la barbilla hacia él-. ¿Qué te ha sucedido?
-Un disparo en la cadera. Sin mayores daños.
-¿El resto de la unidad está bien?
-No -hizo una pausa-. Rogers ha muerto -contó con voz queda.
Esa noticia Sam no la esperaba definitivamente.
Se paseó por la habitación llevándose las manos a la cabeza.
-De momento yo estoy al mando. Hasta resolver este caso -informó
-Tengo que ir a por Tabita -resolvió poniendo los brazos en jarras.
-¿Qué te han dicho? -increpó refiriéndose a los sicarios.
-Quieren a Karen.
Dennis se mantuvo pensando y calculando durante unos segundos. Sopesando pros y contras.
Sam conocía la capacidad táctica de Dennis. Muchas veces sacó a Rogers de apuros.
Rogers... No era el mejor jefe que pudo tener, mas era uno de ellos. Su trabajo era su vida. Y lamentablemente se lo llevó. Era desgarrador perder a un compañero de lucha, alguien que dedicó sus mejores años a proteger a los demás.
-Quiero que montes un equipo de asalto -empezó a decir Dennis-. Llamaré a los de la DEA. Organízalos tú con todo lo que sabes del lugar y dirige la operación. ¿Estás dispuesto?
-Más que dispuesto.
-Vete ahora mismo y prepáralo.
-¿Qué pasa con Karen?
-Se quedará exactamente donde está.
La mansión de los rusos era prácticamente una fortaleza, situada de forma privilegiada en medio de un bosque.
Tenían un ejército armado rodeando el perímetro y vigilando el interior. Las cámaras controlaban cada ángulo pero Sam documentó muy bien todas las posiciones de esas cámaras.
Creó el equipo de asalto casi al instante de comunicarlo. Todos los agentes de todos los campos estaban predispuestos a ir contra los rusos. Los de la DEA llegaron y se sometieron enseguida al mando de Sam. El agente Lambert entretejió rápidamente el ardid con el cual trabajarían.
Las armas estaban servidas y la munición; toda la que se pudiera cargar. Y por si la operación se viera damnificada, el plan de contingencia consistía en disparar primero; preguntar después.
Ninguno en aquella mansión era amigo, tenían una rehén y la orden de allanamiento hacía mucho que esperaba en el cajón. Así que todo estaba listo.
En su fuero interno Sam temía por la vida de Tabita, apesar de que su experiencia le decía que no la matarían debido a que ella era el único recurso de negociación o escapatoria de los rusos. Aunque para él cualquier negociación estaba ya vetada y una escapatoria era inviable.
No obstante, no podía dejar de recordar el rostro de Tabita teñido de horror. Por eso, y aunque lamentase la muerte de Rogers, como lamentaría sobremanera la pérdida de cualquier otro compañero, agradecía el modo de actuar de Dennis como jefe provisorio, él ha sido siempre de tácticas rápidas y directas, muy diferente a como actuaba Rogers. Era tan cauteloso que por ello Sam llevaba ya tantos meses trabajando de incógnito cumpliendo sus órdenes.
<<...Ahora se acabó besarle el culo a esos rusos cabrones...>>
A las seis de la mañana el equipo rodeaba ya las inmediaciones de la mansión, dispuestos estratégicamente para la incursión ofensiva divididos en tres submandos.
Sam lideraba al conjunto de tres jeeps blindados que esperaban colina abajo con diecisiete agentes a bordo. El agente Hendriks comandaba a otros cuatro agentes con lanzacohetes ya apostados alrededor del emplazamiento de la mansión. Limstrong era el jefe de la tropa de apoyo con ocho agentes, estos permanecerían atrás cuidando la retaguardia, y llegados a la linde del bosque que rodeaban la mansión, esperarían la orden para disparar. Y finalmente la cobertura aérea se acercaba a ellos armado con torreta.
Efectivamente habían soldados rusos por todas partes controlando el perímetro además de toda el área interior de la propiedad.
En la entrada del camino secundario que conducía a la mansión, también habían montado vigilancia, por ello, Sam guió a los jeeps por otro camino, una estrada desde otra propiedad colindante a la de los rusos. Desde allí solo debían subir una colina y tomar la bifurcación que desembocaba en el camino de los rusos y con ello saltarse la vigilancia de la entrada.
El factor sorpresa primaba en la misión.
En cuanto todos dieron el aviso de prestos a través de sus audífonos a Sam; este dio orden de apuntar a los lanzacohetes, y en tres, dos, uno...
-Fuego.
Las granadas propulsadas por cohete silbaron rompiendo la quietud de la mañana e impactaron de súbito en el edificio causando estragos calamitosos.
Fuego y hormigón hecho polvo.
La envestida había comenzado.
-Ahora ya saben que estamos aquí. -Musitó Sam.
Los agentes volvieron a cargar el lanzacohetes y esta vez esperaron apuntando.
-Adelante -ordenó Sam.
Los jeeps blindados de asalto aceleraron subiendo la colina antes que el eco de las primeras explosiones cesase siquiera. Les llevó segundos derrapar en la grava del camino de los rusos.
A veinte metros estaba su objetivo.
Sam autorizó una nueva envestida a los de los RPG*. Dos de los cinco proyectiles azotaron la primera puerta, una verja de hierro reforzado.
Los tres jeeps voluminosos emprendieron entrada llevándose por delante lo que quedaba de la verja. Los disparos enemigos rebotaban sucesivamente en el blindaje de los todoterreno.
Sam y los suyos frenaron a pocos metros de la escalinata que llevaba a la puerta principal.
Los diecisiete agentes salieron de los jeeps. Unos usaban los vehículos de escudo, mientras cubrían disparando para que sus compañeros pudieran avanzar escalera arriba.
Con esa maniobra, diez de los agentes lograron colocarse repartidos tras los dos pilares de la entrada.
Sam disparó contra la cerradura, volándola con una escopeta de munición blindada y dejando un enorme agujero en su lugar. Dos agentes de sus flancos abrieron las puertas dobles de una patada y entraron dispararon sin mediar palabra.
A pesar de la buena organización de su equipo, Sam no podía negar que los esbirros rusos eran incombustibles además de más numerosos que ellos. Aparecían desde cualquier lado como hormigas carnívoras que bullen cuando echas abajo su colmena.
No obstante, una información llegada hasta él por el intercomunicador supuso algo de tranquilidad en medio de aquella batalla campal.
Se trataba de Limstrong, avisando de la ofensiva que llevaban a cabo también en ese mismo momento, enfrentándose a los esbirros rusos de la entrada de la propiedad.
Como estaba previsto su equipo se encargó de interceptar a la tropa de soldados rusos que vigilaban la entrada, quienes al oír la explosión en la mansión, quisieron acercarse raudos en su socorro. Pero los agentes no se lo iban a permitir.
Dispararon consecutivamente a sus coches para detenerlos y así otra escena belicosa se desataba en la linde del bosque.
Tabita batió los párpados tras oír un estruendo aparatoso sobre su cabeza. Lo percibió con un molesto pinchazo en la sien como efecto de la reverberación dentro del sótano donde estaba prisionera.
Le costaba volver en sí.
Enseguida otra explosión igualmente estrepitosa terminó por espolear su letargo. Abrió los ojos cuando repentinamente todos los recuerdos de las últimas horas chocaron contra su conciencia.
Se estaba sintiendo como cuando uno despierta aliviado de una pesadilla y cuando confiado vuelve a cerrar los ojos, la pesadilla extrañamente se reanuda, atrapandote sin remedio en ella. Solo que en este caso resultaba al revésj; la realidad era la pesadilla y la inconsciencia era la manera de escapar.
De pronto escuchó pasos presurosos por encima de la trampilla que cerraba el acceso al sótano y enseguida retumbaron los disparos.
Tabita notó como unos sonaban muy cerca y otros huecos y lejanos. La ansiedad tomó su pecho ante la esperanza de que esos disparos proviniesen de una operación de rescate.
-Sam... -articuló sin fuerzas y entre lágrimas que empezaban a brotar.
Intentó moverse para levantarse del suelo pero los golpes propinados por sus captores causaron un entumecimiento en todos sus músculos. Volvió a apoyar la cabeza en la pared a su espalda. Protestó sollozando ante el dolor.
Tenía un brazo suspendido sobre su cabeza, estaba esposada, unida a algo parecido a esos anclajes de escalada sujeto a la piedra de la pared. Llevaba horas en la misma posición.
Había unas diminutas ventanillas a la altura del techo por donde se filtraba a duras penas la luz del amanecer debido a la mugre acumulada en el cristal. Con ello pudo atisbar el brillo de la sangre emanada de su pierna herida por aquel disparo. Llevó su mano libre hasta la brecha en la cabeza y está también estaba húmeda de sangre.
La habían golpeado sin piedad queriendo sacarle información sobre el paradero de Karen y le causaron más heridas además de volver a abrir las que ya tenía. Y no eran solo a físicas.
-No lo sé. Pero aunque lo supiera no lo diría.
Esa fue su respuesta salpicada de ira y desafío ante las insistentes preguntas de los rusos. La castigaron ensañándose con ella a golpes hasta dejarla inconsciente. Luego tan solo la esposaron y abandonaron allí, sangrando encima del polvo del sótano.
Tabita volvió a intentar levantarse estirándose de la esposa mientas voces furibundas se mezclaban con los disparos allí fuera.
Logró ponerse en pie.
Apoyó la frente y la mano libre en el muro. Echó una mirada de odio hacia la esposa. El anclaje al que estaba unida sobresalía tímidamente y le quedaba a la altura de la cintura.
El rostro de Tabita reflejaba un hastío inconmensurable. Estaba cansada, herida y enclaustrada en un sótano sucio. Quería que acabara. Quería volver a casa.
Mas se recordó a sí misma con dolorosa ironía que su casa ahora no era mejor sitio que ese cochambroso sótano.
No encontraba el sentido lógico que la había llevado hasta esa situación, y sin embargo allí estaba, en medio del fuego cruzado entre el FBI y una organización criminal de narcotraficantes y asesinos rusos.
Esos rusos y la mascota enana rubia a la que llamaban Karen, eran los culpables de todo. Ellos contrataron hackers para descubrir la terminal primaria de comunicaciones del FBI. Ellos quemaron su piso. Ellos los persiguieron a ella y Donny disparando sin pudor por la ciudad. Ellos mataron a un joven que solo intentaba ayudar a la ley. Ellos volvieron a disparar y disparar. Ellos hicieron daño a Sam, un ser sagrado para ella.
Ellos la golpearon y esposaron a esa pared. Ellos debían pagar. Todos y cada uno de ellos. Empezando por el par de pseudojefes.
<<...Ellos debían estar aquí abajo, no yo...>>
-Yo no debería estar aquí -pronunció con la voz endurecida.
Y en un arrebato empezó a dar patadas contra el anclaje de la pared con la pierna sana. Y con cada patada pronunciaba una palabra enfatizando así su reivindicación.
-¡Yo! ¡No! ¡Debería! ¡Estar! ¡Aquí!
Lo hizo una y otra vez, hasta que dejó de patear la pared y se puso a tirar con violencia de la esposa con ambas manos presa de la furia.
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