Capítulo 11


Donny iba conduciendo el coche de Tabita por la interestatal cinco, el Golf verde tirando a viejo, típico entre coches de estudiantes. Se dirigían a Freemont en meditabundo silencio.

Unos kilómetros más adelante comprobaron la falta de gasolina. Tras una mirada de compresión mutua decidieron desviar por Mercer Street para ir a repostar con lo que quedaba en el depósito.

Por el camino Tabita llamó a sus padres para devolver las decenas de llamadas que ellos hicieron. No contestaron así que les dejó un mensaje pensando en que ojalá aún no se enteraran de lo del incendio.

La gasolinera de la novena avenida estaba desierta.

Donny fue a pagar y Tabita se encargó de cargar el depósito mientras su mente reproducía sin descanso imágenes de todo lo que ocurrió ese día, un día que ella estaba deseando que acabe.

Terminó de llenar el tanque de combustible y dejando todo en su sitio volvió a meterse en el asiento del copiloto.

Donny regresó trayendo chocolatinas, snacks y refrescos. Se dieron un atracón durante otro kilómetro. Aquel trayecto era un remanso de paz. Iban por Westlake Aven contemplando el paisaje de la noche que nacía.

Cuándo...

Un golpe brutal desde el maletero los sorprendió arrojándolos hacía adelante. La alarma se apoderó de su sistema nervioso.

-¿¡Qué ha sido eso!? -Se preguntaron ambos mirando hacia atrás.

En ese momento una camioneta oscura se precipitada nuevamente a por ellos. Inevitablemente los lanzó otra vez dañando seriamente el coche y sus cervicales.

Donny no esperó un tercer golpe.

-¡Son ellos! -Avisó acelerando.

-¡¿Cómo ellos?! -Profirió Tabita.

Donny zigzagueaba entre los coches de la concurrida carretera comprobando que el otro coche los seguía de cerca.

-¡¿Por qué nos siguen a nosotros?! -Increpó Tabita sin dejar de mirar hacia atrás.

-No pienso quedarme a preguntar. -Masculló Donny.

Entró de lleno a la octava avenida y dobló en Hayes Street y nuevamente giró a la derecha en Dexter. La camioneta le pisaba las ruedas.

Los dos chicos estaban frenéticos. Donny giró en una calle de dos carriles y al desviar de otros coches fue a envestir contra una fila de motocicletas delante de un bar.

-Esos moteros no estarán nada contentos al ver a sus bebés por el suelo. -Comentó Donny.

Siguieron adelante derrapando en las curvas. Pero recibieron una sorpresa al girar para ir hacia Waberly. Otro coche los interceptó de lleno.

Además venía con regalo incorporado, dispararon a quema ropa al Golf. Donny dio un giro de ciento ochenta y volvió a dirigirse a la Octava, no se detuvo hasta llegar a Westlake otra vez.

Los dos coches ahora los perseguían implacables.

-¡No puedo perderles! -Gritó Donny.

Dicho esto tomó un desvío de la carretera y entró en el paseo del lago. Sin titubear emprendió entrada en el muelle de la Kenmore Air.

-¡Qué estás haciendo Donny! -Clamó Tabita con el pavor marcando su voz.

Donny aceleró con el pequeño Golf directo hacía los bolardos de hierro macizo hincados al suelo justamente para impedir el acceso a los coches.

-¡Donny!... -Llamó Tabita pegándose a su asiento como una lapa.

Donny dirigió el coche a toda velocidad cuidando la dirección.

Los dos pegaron gritos como si con ello fueran a ayudar a pasar al coche por el espacio aparentemente incompatible con el vehículo.

Y sin embargo el coche atravesó como un bólido por en medio de los bolardos quedando reducido en anchura pero sin perder toda la tracción.

Donny siguió acelerando.

-¡Cuando lleguemos al borde salta antes que el coche toque el agua! -Advirtió.

Donny soltó el volante y puso la mano en la puerta del coche. Tabita calcó su gesto.

En tan sólo segundos el Golf tirando a viejo se vió lanzado por su propia velocidad a través del muelle llevándose por delante la valla de madera.

Ambos abrieron las puertas y saltaron a la oscuridad.

Los otros dos vehículos frenaron en seco en la barrera de bolardos, los ocupantes bajaron disparando tras los jóvenes. Corrieron por el muelle tras ellos hasta la orilla de la valla rota tan solo para observar la negrura en la que se perdieron los fugitivos.


A fuerza de pulmón, buceando, Donny y Tabita llegaron a la orilla llena de piedras del lago a unos treinta metros del muelle de hidroaviones.

Salieron agotados arrastrándose sobre los guijarros, respirando a bocanadas. Se echaron de espaldas al suelo e intentaron recomponerse.

-Querían matarnos. -Observó Tabita sin casi aliento.

-Eso parecía... ¿Estás entera?

-Creo que sí... ¿Y tú?...

-Creo que sí también.

-Genial...

Se dieron unos segundos de recuperación.

-¿Cómo sabias que el coche cabría entre los bolardos? -Preguntó Tabita a su amigo.

-No lo sabía.

-Ah...

Tabita se incorporó ayudándose de los brazos. Miró hacía el muelle y suspiró.

-Adiós Golf tirando a viejo. Descansa en paz. -Lamentó.

Donny se incorporó mirando también hacía el muelle.

-Debemos irnos de aquí.

-Sí, a la policía. -Decidió Tabita.

-Estás loca. No nos dejarían aproximarnos siquiera. -Reprobó Donny.

-Pues a una patrulla que encontremos por ahí.

-Se cargarían al poli antes de que lleguemos a decirle: Socorro.

Tabita obligó a su mente embotada a reaccionar. Apretó los ojos y procuró que al abrirlos de nuevo estuviera más consciente.

-¿De verdad crees que siguen detrás de nosotros?...

-Tabita, nadie realiza una persecución a tiro limpio por toda la ciudad solo por deporte. Algo quieren de nosotros.

-Nos ha jodido que querían algo. ¡Matarnos!

-Me temo que es más complicado que eso...

De repente Donny estaba como ido. Tabita pensaba que o tal vez esté urdiendo un plan de escape o simplemente estaba tan embotado como ella.

-Debemos llamar a Sam. -Urgió ella.

Ambos se levantaron del suelo y buscaron en sus bolsillos. Tabita encontró un billete de cincuenta dólares empapado y Donny encontró su cartera intacta en los bolsillos traseros con botones de sus pantalones.

-Mi móvil debe estar haciendo compañía al coche en el fondo del lago. -Comentó Donny fastidiado.

-El mio también. ¿Qué propones que hagamos ahora?... -Cuestionó Tabita con los brazos en jarras.

-De momento; escondernos.

-Dónde...

-Se dé un sitio.

Caminaron tal vez un kilómetro por la oscuridad de la orilla del lago. Tabita no era muy partidaria de ello, estaba pasando frío. Pero en aquel lugar, entre ellos dos, Donny era quién entendía de malhechores.

<<...Así pues a callar y chupar frío Tabita...>>

Intentaron detener tres taxis en la carretera circundante y ninguno de los conductores hizo amago siquiera de parar.

Estaban corriendo el riesgo de que los asesinos los encontraran de nuevo.

Mas unos exasperantes minutos después, de forma providencial apareció un cuarto taxi, justo a tiempo de que los chicos acabaran víctimas de la hipotermia con toda esa ropa mojada en la fresca noche a la vera del lago.

El benevolente taxista se detuvo a pesar de los aspavientos desesperados de ambos chicos.

-¡¿Por Dios, estáis bien?! -Preguntó el hombre impresionado por el aspecto de los chicos.

-Hemos tenido un pequeño percance. -Simplificó Donny-. Gracias por detenerse.

-Es mi trabajo. -Desdeñó el hombre.

-Perdone, sé que es mucho pedir pero, le importaría dejarme su móvil para llamar a la po... -Tabita recibió un codazo de Donny al estar a punto de mencionar a la policía-. A mi padre. -Se corrigió.

-Ah... Lo lamento, me quedé sin batería hace un momento.

-No importa, gracias. -Pronunció a pesar de saber que el taxista probablemente estuviera mintiendo. Debía de ser normal esa reacción evasiva ante un par de jóvenes de apariencia higiénicamente penosa, justificó para sí.

-Bueno chicos, a dónde vamos...

-Podría llevarnos al barrio Montgomery por favor... -Pidió Donny al taxista.

Tanto él hombre como Tabita lo miraron con aprensión puesto que aquel barrio estaba en los suburbios de la ciudad. Es más, aquel barrio entero era el suburbio.

-Vamos a buscar a nuestra madre drogadicta. -Aclaró Donny con seguridad.

Tabita lo miró frunciendo el ceño. Donny le otorgó un gesto grandilocuente para que le siguiera el juego. Ella echó una mirada de soslayo al espejo retrovisor y vio al conductor con su misma expresión ceñuda.

-Sí... Nuestra madre... -Combinó ella entonces rápidamente, construyendo un gesto apenado bastante convincente.

-Lo lamento chicos. Sé lo difícil que es eso. ¿Lleva mucho así?... -Terció el conductor.

-Años. -Dijo Donny impasible.

La conversación siguió por ahí durante todo el trayecto. Tabita observó que Donny mentía con una facilidad innata.

Llegaron a lo que era la bocacalle del barrio, Donny pidió que los dejara allí. El taxista se ofreció a esperarlos pero Donny lo despachó agradeciéndole profusamente y le entregó un billete de cincuenta dólares.

Donny y Tabita se encaminaron por la acera oscura que se adentraba al barrio. Tabita tenía el corazón en un puño, iba pegada a Donny mirando constantemente hacia atrás.

Era bien sabido que ese barrio estaba plagado de delincuentes y drogadictos encantados de tener un lugar exclusivamente para ellos. También andaban por allí unos pocos hippies e indigentes que aprovechaban los edificios abandonados para alojarse. Aparte había solo unos pocos intrépidos que seguían manteniendo allí su hogar a pesar de haberse convertido su barrio en un pozo de indeseables.

Tabita aún no comprendía qué hacían allí...

De pronto Donny echó a correr para desesperación de Tabita. Ella lo siguió son mediar palabra. Vió más adelante un poste de teléfono público y comprendió la alarma de su amigo.

Pero al llegar, Donny comprobó su necia alegría. El teléfono ni siquiera tenía sus teclas para comunicarse en código Morse con Sam.

Siguieron caminando.

Tabita observó que Donny fue acercándose a un edificio con una apariencia de abandono aún peor que los otros. La guió por una pequeña callejuela entre el lateral del edificio y un muro bajo.

El recorrido olía peor que los servicios de aquel pub del viernes pasado, recordaba Tabita.

Donny se detuvo junto una puerta metálica en medio de la oscuridad. La empujó y esta cedió, el chirrido retumbó en toda la callejuela.

Tabita miraba si no venía nadie antes de entrar a Dios sabe dónde detrás de Donny.

Caminaron tanteando el suelo en la oscura estancia. Aquello según su guía turístico era un concesionario de coches robados.

Era el mejor lugar donde podía venir a meterse, pensaba Tabita con ironía.

Donny a su vez era consciente de que rodarán cabezas cuando Sam se entere de donde llevó a Tabita. Pero dadas las circunstancias; Donny prefirió ir en busca de un amigo que estaba al tanto de todo y tenía la capacidad de lidiar con aquel asunto. Conocía aquel lugar por haber ido hasta allí en algunas ocasiones con Sam.

Alcanzaron un pasillo extenso más o menos iluminado por una lámpara desnuda que colgaba del techo mohoso. En todo aquel lugar el aire podía beberse en vez de ser respirado.

Llegaron a un tramo de escaleras, unas subían y otras bajaban, Tabita se sorprendió de muy mala manera al ver a Donny tomar las escaleras que descendían. Suspiró con ansiedad y bajó tras él. Lo bueno era que solo había un tramo de siete escalones, lo malo era que Donny volvió a detenerse ante otra puerta metálica en el descansillo.

-Esto vendría a ser la sala de máquinas. -Explicó Donny en tono quedo-. Aquí tiene Randy su zona de trapicheo.

-¿Randy?

Donny llamó a la puerta con los nudillos y esperó.

-Entonces no es agente. Es camello. ¿De qué?...

-Caballo. -Contó Donny con seriedad.

Pero al caer en la cuenta de la jerga que acababan de utilizar, soltaron una risilla floja en medio del silencio hueco de aquel sitio.

<<...Camello de Caballo... Está bien reírse para relajar los ánimos...>>-Pensó Tabita.

Donny volvió a llamar a la puerta pero no contestaron.

-Debemos entrar. -Resolvió Tabita.

-Pero si no está nadie.

-¡Y qué más da!

-Aquí estaremos bien. -Simplificó él.

-¿Y qué pasa si llegan los agentes de este concesionario? -Dijo Tabita de manera retórica y Donny lo entendió.

-De acuerdo. ¿Pero cómo pretendes entrar? -Increpó resignado.

-Allanamiento. -Obvió Tabita.

-¡Eso es ilegal!

-Donny... ¿Te das cuenta de dónde estamos? -Dijo con reprobación-. Además, si no tienes una idea mejor...

Donny tuvo que concederle la razón.

-¿Tienes algún alambre o una horquilla para abrir esto? -Preguntó Tabita palpando la cerradura de la puerta.

-No ando por ahí con un trozo de alambre en el bolsillo... ¡¿Pero a ti que te pasa?!

-De acuerdo.

Masculló ella con cara de pocos amigos y se puso a buscar por el suelo. Algo debía de haber por allí. Subió las escaleras y miró por el pasillo iluminado.

-¡Bingo!

Encontró un alambre un tanto grueso. Dobló el alambre juntando los extremos y presionó para que se ajuste, luego lo introdujo en la ranura de la cerradura. Se sentó para ponerse a la altura necesaria y con concentración absoluta giró unas cuantas veces el alambre, luego el cerrojo emitió un ligero click. Ella sonrió y agarró la manilla a la vez que se incorporaba. Donny la miraba anonadado.

-¿Es que tienes un sexto sentido para delinquir?

Tabita abrió la puerta. Buscó un interruptor palpando la pared. Dió con ello y ncendió la luz.

Pero de pronto lo que no dió fue crédito a lo que sus ojos veían...

Donny asomó la cabeza tras ella y dio un traspié de inmediato.

-Randy...

Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

José Luis Borges.

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