Capítulo 1


El vídeo empezaba con el primer plano del brillante cañón plateado de una semiautomática alargada por un silenciador acoplado a ella.
Reflejaba la luz resplandeciente de la mañana.

Una mano masculina, joven, de aspecto fuerte y experimentado con el dedo en el gatillo, la sujetaba con seguridad férrea, apuntándola directo hacia un hombre delante de él; de aspecto enjuto, piel morena con camisa hawaiana y el rostro marcado por la consternación.

La brisa hacía bailar la camisa gris abierta de mangas largas de quien llevaba el arma, sus piernas altas y fuertes enfundadas en vaqueros oscuros permanecían rígidas y sus pies calzados en botas de montaña ligeramente separados. Ladeaba el cuerpo hacia la derecha, mano con la que sujetaba el arma.

Alguien se puso a su lado. Una chica de piernas blancas con una minifalda de fiesta y un maletín de cuero negro en la mano, de estatura bastante más baja que él.

La chica con paso seguro avanzó y tiró al suelo el maletín, éste cayo con un golpe hueco a causa de su peso levantando polvo en la tierra seca del claro de algún bosque.

—No era lo que esperábamos. —informó la joven con tono de falsa confusión—. No nos gusta que nos la jueguen. —Agregó con un deje de ingenuidad teatral.

—Puedo arreglarlo, denme más tiempo. Lo hice por no tener más tiempo. —Explicaba la voz temblorosa del hombre.

—Pues no haber tomado la mercancía. —Recriminó la joven.

—¡Lo arreglaré, lo prometo!

—Demasiado tarde. Debes servir de ejemplo para que nadie más se atreva a hacer lo mismo. —Anunció con hiel en la voz.

—Por favor... por favor... por f...

Tres disparos seguidos acabaron con sus suplicas. Cayó al suelo de espaldas con la camisa hawaiana empapándose de sangre parsimoniosamente.

—Vámonos. —La joven dió media vuelta y emprendió la marcha con sus tacones de charol rosa—. Tengo hora en la manicura.

Quien que sujetaba la semiautomática bajó el arma y siguió a la joven sin decir una palabra.

El que estuviera grabando las imágenes se aseguró de no enfocar el rostro de ninguno de sus compañeros. Tomo un último plano del hombre que yacía sobre el polvo.
Y luego tan solo apagó la cámara.

El agente que visualizaba el vídeo extrajo el disco del ordenador y lo introdujo en una bolsa de evidencias.

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