5. Cuadrado reglamentario
Músculos intercostales y diafragma contrayéndose. El segundo desciende y los primeros se elevan. Hay una diferencia de presiones, una mayor en el exterior, por lo que el aire tiene paso rápido a las vías respiratorias hasta los pulmones.
Resumiéndolo todo: inhalo.
Aunque no creo que inhalar sea exactamente lo que necesito para enfrentar lo que me espera tras la puerta. Tal vez lo que podría ayudarme sea una botella de vodka.
—¡Y entonces le dije «¿Eres zopenco o te haces, Timberg?»! —Es lo primero que oigo al entrar antes de que la áspera risa del abuelo y la que creo que es de Bernardo retumben por las paredes—. ¡Y obviamente lo era!
Esto no era precisamente lo que me esperaba.
Lo segundo que noto es el aroma. Es similar al que se podía aspirar en el local de comida chatarra en el que estuve con Ciro y Tyra hace menos de quince minutos, pero este es incluso más delicioso. Todo lo casero siempre resulta más sabroso. No sé si es porque está hecho con amor o, en caso del abuelo, de odio.
—¿Lista para el aperitivo de media mañana, Billy Anne? —Veo a Jaden bailando por la cocina.
Es algo ilógico que use delantal pero no camiseta. Es imprudente que abra la heladera descalzo y que maniobre un sartén caliente sin guantes de cocina. Da vuelta un revuelto de huevo en el aire y medio me espero que termine todo pegado al techo, pero no es así.
—Son las dos de la tarde, deberían haber terminado de almorzar hace una hora y media —objeto acercándome y espiando al abuelo sobre la barra.
Bill está sentado junto a Bernardo. Ambos están echados en el sofá con los pies sobre la mesa ratona y charlando animadamente mientras pasan la repetición de un partido en el canal de deportes.
Estoy definitivamente preocupada.
—Es domingo, no hay horarios para comer—replica girando de las perillas de la cocina y dejando el sartén allí para enfrentarme mientras se limpia las manos en el delantal—. Te recomiendo que te vayas acostumbrando, amor.
—Billy —corrijo bajando la voz y cruzándome de brazos mientras intercalo mi mirada entre él y el coach. El abuelo detesta todo lo que respira excluyendo a mamá, a tía Zoe y a mí. Es extraño verlo siendo socialmente abierto—. Y será mejor que te expliques en eso de irme acostumbrando, ¿hablaste con tu hermana?
Él asiente y apoya la cadera contra la mesada antes de imitar mi pose. Cuando cruza los brazos los bíceps desnudos hacen un movimiento que me obliga a mirarlos con fijeza por un momento. Él lo nota y las comisuras de sus labios tiran de una sonrisa torcida.
—Habla —demando antes de que acote algo al respecto.
Él suspira y niega con la cabeza.
—Dijo que me llamó en cuanto su vuelo aterrizó —comienza—, en Nueva York.
De acuerdo. Esto se está poniendo interesantemente desastroso.
—¿Por qué diablos se fue a la otra punta del país?
—Se fue a probar suerte —explica fijando sus ojos mieles en los míos. Hay una mezcla de orgullo y enojo ahí. No sé cómo logran combinarse, pero están—. Ella siempre quiso irse de aquí, pero no podía arriesgarse a perder la estabilidad económica. —Por la forma en que lo dice puedo apostar que hay una historia detrás—. Así que acumuló semanas de vacaciones en su actual trabajo y se las tomó. Si encuentra algo mejor en Nueva York renunciará y se mudará, y si para dentro de cinco semanas no lo hace regresará y aún tendrá su empleo esperándola. Nadie pierde salvo nosotros.
—Tampoco quería arriesgarse a perder el alquiler del departamento, ¿verdad? —adivino. Kordell es una ciudad con muchas universidades realmente buenas y los estudiantes migran en manada aquí todos los años. Es difícil encontrar donde alojarse por un precio accesible. La mayoría de lo que rentan se aprovechan—. Por eso te dejó en su lugar para que siguieras pagando la mitad de la renta y a mí y al abuelo para que paguemos la otra mitad.
Él asiente y me apoyo contra la encimera conteniendo la respiración.
Ni siquiera puedo enumerar todas las razones por las que esto está mal. Si Ibeth no consigue quedarse en Nueva York llegará y pateará mi trasero y el de Bill fuera de la departamento, es eso o echar a su propio hermano. Dejará a alguien sin hogar temporalmente. Y como si no fuera mucho nos engañó a todos y nos quitó la voz y el voto en la decisión.
—Eso fue terriblemente egoísta —susurro observando al abuelo reírse. Siempre me gustó la forma en que se multiplicaban sus arrugas cuando lo hacía, principalmente porque no ríe a menudo—. Astutamente egoísta —reconozco enojada.
Él se encoge de hombros como si no importara. Debo levantar el mentón para ver su rostro.
—¿Estás bien con eso? —inquiero algo indignada—. Sé que es tu hermana, ¿pero no estás siquiera un poco furioso? ¿Decepcionado?
Jaden me sostiene la mirada en silencio. Tiene una expresión serena. No hay un ceño fruncido ni labios apretados, tampoco un músculo saltando en su mandíbula. Su carencia de reacción ante la situación me obliga a analizarlo.
—Dos opciones —deduzco—. En verdad todo te importa todo una mierda o... —Me tomo un segundo—, te han decepcionado demasiadas veces y estás acostumbrado, amigo mío.
Una sonrisa de comercial de dentífrico ilumina su rostro por la forma en que lo llamo. Se ríe un poco y reprimo una sonrisa minúscula.
—Ahora tengo curiosidad, ¿te decepcionaron las personas o la vida? —pregunto mientras él se voltea a sacar del sartén los huevos y servirlos en una fila de tres platos que esperan en el desayunador.
Espero que me responda que solo fueron las personas. Sigue apestando, pero no es lo mismo que te decepcione la vida. Si lo hace la gente tienes a alguien a quien culpar, con quien enojarte; pero si es la vida la que te rompe el corazón hay un problema. ¿A quién le gritas cuando muere alguien que quieres por causas naturales? ¿A quién maldices cuando llega un tornado, un tsunami, un terremoto, hay una inundación o lo que sea y lo destruye todo?
Es complicado nivel seis mil.
—Ambas, amor. —Le lanzo una mirada de advertencia por el apodo, pero eso alimenta su sonrisa mientras busca otro plato para mí. No voy a mentir, verlo sin camiseta, con delantal y maniobrando con utensilios de cocina eleva la temperatura como diez grados—. ¿Qué hay de ti? Dejando de lado que sigo teniendo ropa puesta y eso puede ponerte triste, ¿alguna vez te decepcionaron?
Automáticamente pienso en decir que sí, pero antes de dejar ir la afirmación lo pienso dos veces.
—No, no en realidad —confieso, y eso llama su atención—. Sé como suena, pero creo que todo en mi vida ha sido perfecto de alguna forma. Nunca me faltó nada, mis padres... ni siquiera puedo describirlos. Mis amigos y el resto de mi familia es increíble. Nunca me enfermé, siempre he ganado todo lo que me he propuesto y no perdí a nadie.
—¿Y por qué lo hiciste? —curiosea aproximándose.
Me quedo quieta cuando está tan cerca que puedo sentir su aliento en mi mejilla cuando se inclina. Me primer instinto cuando alguien se acerca demasiado es alejarme, pero él me encierra entre paredes de carne y hueso y no encuentro la jodida puerta.
—Necesitaba la sal —informa cuando retrocede con el salero que debí estar obstruyendo—. ¿Decías? —me incita a responder divertido por mi reacción.
Parece bastante consciente de su efecto en las personas, el cual se potencia si no hay camiseta entre él y el delantal.
—¿Por qué hice qué?
—Mudarte lejos —dice haciendo una ademán a su alrededor—. Dejaste un vida perfecta por una imperfectamente desastrosa. Además, elegiste Kordell. Podrías haberte ido a donde quisieras. Washington, Nueva York o Boston. Podrías haberte marchado a estudiar a Inglaterra, España o a Hong Kong, es decir... ¿Sabes que tu padre es Malcom Beasley, verdad?
Y aquí vamos otra vez.
Nunca soy solo Billy Anne. Primero, ante todo, soy hija de Malcom. La sombra que emite su nombre me tapa y a veces resulta tan asfixiante que quiero correr.
Yo lo siento con papá, pero muchos sienten lo mismo con sus hermanos. Los comparan entre sí y uno termina opacando con sus logros y personalidad al otro. Lo gracioso es que todo el mundo te dice que no hay que hacer comparaciones, pero ellos mismos las siguen haciendo todos los días. Sin embargo, lo que más me molesta, es que es algo que está tan incrustado en la corteza cerebral de la gente que parece una costumbre imposible de borrar.
Nadie, excepto los más cercanos, me llaman por mi nombre. Soy la hija de tal, o la sobrina de tal, y si tuviera un hermano al que le gustara el fútbol sería la hermana de tal.
¿No es más corto decir Billy en su lugar? ¿Por qué gastan saliva de gusto?
—Exactamente por eso —replico rebuscando en los cajones de los utensilios—. Amo a mi familia pero necesito un respiro. Viví durante dieciocho años en el mismo lugar, rodeada de las mismas personas, oyendo todos los días «la hija de...» en lugar de Billy —explico—. Tuve que desarrollar un filtro para hipócritas que no se acercan por mí, sino por papá. Aprender que no tenía que callarme cuando todos me decían que no tenía derecho a quejarme de nada porque tenía la vida servida en bandeja —recojo cuatro tenedores y cierro el cajón con la cadera—. Como si estar triste, enojada o con ganas de mandar a la mierda a medio mundo no estuviera en la lista de cosas que la que se apellida Beasley pudiera hacer. Y, si lo hacía, era una mimada y dramática niña que solo quería ser el centro de atención todo el tiempo, y siempre lo sería mientras viviera, comiera y se vistiera gracias al número veintisiete.
Pongo un tenedor en cada plato y recién cuando lo miro noto qué tan furioso salió mi discurso. Suspiro y me restriego los ojos con el dorso de las manos. Me está mirando exactamente como si fuera esa niña.
—¿En verdad se está quejando de eso? —Pongo lo que creo que está pensando en voz alta—. Puedes decirlo, ya tengo práctica en responder ese tipo de comentarios. —Rio intentando aligerar la conversación antes de alcanzar un plato.
Sin que se lo pida él agita el salero y lo sala.
—Un problema es un problema, sin importar su grado de dificultad —reconoce levantando la vista y fijando esos ojos mieles en mí—. Y a veces los problemas que parecen más pequeños son los de las repercusiones más grandes, Billy.
Sonrío un poco cuando me llama por mi nombre, me gusta la forma en que suena. Su voz lo hace más suave.
—Gracias por el aperitivo de media mañana, Jaden —agradezco con sinceridad antes de comenzar a rodear la barra.
Tengo que ir a chequear al abuelo antes de que se canse de su nuevo mejor amigo y lo amenace con enviarlo volando a Osetia del Sur.
—Es un placer, amor.
Ruedo los ojos.
—Sabía que la ibas a cagar otra vez tarde o temprano —reconozco.
—Si vamos a hacer esto necesitamos reglas —informa ella dejando su plato vacío sobre la mesa ratona—. Y todos deben comprometerse a cumplirlas —deja que su mirada se tarde más de lo necesario en mí.
—¿Qué? —espeto—. ¿Desconfías de mi capacidad para seguirlas? —adivino palmeando mi estómago. Cocino como los Dioses y estoy seguro de que es uno de los motivos por el cual Bernardo sigue siendo mi amigo—. No voy a romperlas —prometo.
—Se puede jugar con las reglas sin romperlas, primor —se entromete mi amigo meneando su tenedor en mi dirección—. Y tú necesitas límites. No solo la línea amarilla, sino también al inspector de tránsito con chaleco flourescente y un cartel que diga «quédate detrás de la línea con las manos donde pueda verlas».
—No me estás ayudando a dar una buena impresión aquí, Ber. —Me masajeo el cuello y hago un ademán con la cabeza a los Shepard-Beasley.
—Para eso están los amigos. —Levanta su vaso de Coca-Cola en mi dirección.
—Yo soy especialista en esto, déjenmelo a mí. —El hombre de la gorra se aclara la garganta y se sienta al borde del sofá, entrelazando sus manos—. Primera regla: respetar el espacio personal. Si alguien pide soledad eso mismo se le da. De otra forma el trasgresor de pautas correrá hasta Carolina de Sur. —Asiento divertido y la castaña me mira con reproche—. Segunda regla: siempre advertir al prójimo cuando uno hizo del dos en el baño. No queremos desmayos. En tercer lugar está el ser honesto. Si mientes duermes en el ascensor, punto. —Me sorprende con la seriedad en que lo dice—. Cuarta y última: siempre usar ropa. Nada de desnudos.
Protesto.
Bernardo también.
Incluso Billy Anne parece querer hacerlo a pesar de que se contiene.
Creo que todos nos quejamos por el mismo motivo. ¿Qué necesidad de cubrir tanta de mi piel?
—De acuerdo. —Suspira Shepard—. Siempre usar dos prendas de ropa como mínimo, ¿mejor?
Meneo las cejas a su nieta. Creo que reconoce que estoy pensando en ella en un lindo conjunto de ropa interior. Me gusta el rosa. Y el celeste. También el negro con encaje, y en ella el blanco se vería fantás...
—Meteré tu trasero en el congelador si lo expresas en voz alta —advierte leyéndome el pensamiento.
Levanto las manos con inocencia.
—¿Puedo mudarme aquí también? —pregunta Bernardo dando un trago a su refresco y cruzándose de piernas—. Soy fan de las escenas de desnudos, o semi desnudos en este caso, todo me viene bien.
—No a vivir, pero puedes quedarte a dormir cuando quieras mientras ustedes dos dejen la puerta abierta y no se escuche ni el crujido de la cama. —Nos apunta con recelo—. Incluso podríamos hacer una pijama tú y yo —le dice a Bernardo—. Todos mis amigos tienen que cuidar de sus nietos, bisnietos o tataranietos, sino padecen dolor de espalda o tienen la cadera dislocada como para juntarse a pasar el rato. Me vendría bien uno sano.
—¡Abuelo! No, de ninguna manera seremos un hotel. —Billy Anne suena frustrada cuando esconde el rostro entre sus manos.
—Por favor —le suplica el anciano apoyándose en su hombro—. Una pijamada al mes. Prometo comportarme y no amenazar a nadie.
Sube la mirada y se estudian por varios segundos. Ella exhala despacio antes de ceder.
—Buscaré mi kit de spa entonces. —El muchacho aplaude con entusiasmo—. Y también actualizaré mi lista de Netflix, es un trato.
—Parece que podremos coexistir sin problema, ¿verdad, amor? —inquiero.
Bernardo, recordando nuestros papeles, dice que sí.
Billy Anne, sabiendo que me dirijo a ella, dice que no.
Se miran con un poco de nerviosismo y el entrenador arquea una ceja. Yo me río y ambos pasan a lanzarme una mirada que se asemeja a una posible sentencia de muerte.
—Tú y yo tendremos una conversación ahora mismo, querido. —Bernardo se pone de pie y me arrastra del brazo hacia el corredor.
En realidad, me dejo arrastrar. Él ni siquiera puede levantar su propio peso de la cama a veces, sobre todo los lunes.
—¡La puerta! —recuerda en una advertencia Shepard.
—Como una persona a la que le gustan las pijamadas no debería preguntarlo, pero porque soy un amigo responsable lo haré —dice en cuanto entramos a la habitación semi vacía, la que era de mi hermana y ahora pasará a ser de mi propiedad dado que Billy Anne se instaló en la mía—. ¿En verdad crees que es una buena idea? —Baja la voz y arrima la puerta.
—¿Compartir el alquiler para no tener que trabajar veintitrés horas al día para pagarlo? —Enarco una ceja y me cruzo de brazos—. Como el infierno que sí.
—Me refiero a vivir con esos dos. —Lleva una mano a su cadera—. Billy Dinosaurio y Billy Bebé Dinosaurio me agradan, pero no los conoces. Además, ¿escuchaste las reglas?
Tú no sabes lo que es el espacio personal, no te gusta usar ropa, a veces vas al baño y dejas la puerta abierta, ¡Dios sabe cuántas veces casi he muerto en tu departamento porque tapas las cloacas, Jaden Parker Ridsley! —sisea—. Ya rompes tres de las cuatro reglas solo con eso.
—Pero soy honesto, mejor algo que nada.
—¿Verdaderamente honesto? —cuestiona.
En sus ojos azules hay un diez por ciento de desafío a que lo niegue y un noventa por ciento de preocupación.
—¿Les dijiste lo que te ocurrió? —demanda.
—¿Qué tiene que ver eso con ellos mudándose aquí? —Frunzo el ceño—. No necesitan saberlo.
Bernardo se exaspera y mueve los brazos hacia la puerta como si estuviéramos jugado a Dígalo con Mímica.
—Ese hombre ahí afuera es un ex jugador y entrenador de fútbol americano, su yerno es el de las posaderas bonitas, por lo que su nieta es hija de Malcom Beasley, la razón por la que...
—Beasley no es la razón por la que tuve que dejar de jugar, Bernardo.
Mi pecho se eleva por la inhalación que me me obligo a tomar. No quiero enfadarme con él, pero sabe que hablar de lo que pasó toca todos los botones rojos que se supone que no debes presionar en mí.
—Tarde o temprano lo sabrán, Jaden.
—Mejor que sea tarde entonces, ¿no? —murmuro mientras nos sostenemos la mirada. Suspiro al oír el sonido de desacuerdo que hace con los labios apretados—. Sé que te preocupa que vivir con ellos me recuerde todos los días el cómo terminé así y me haga lamentar mi existencia, pero no debes preocuparte. Ya lo superé, Ber. Pasó hace años.
No parece creerme.
—Tú eres una estrella y esos dos parecen un amigable agujero negro listo para tragarse tu luz, primor —objeta.
No puedo evitar que mis labios se curven divertidos al oírlo. No sé cómo forma oraciones como esas en medio de las discusiones.
Yo soy del tipo que se le ocurren cosas geniales para decir una vez que la pelea ya terminó.
—La realidad es que cuanto más oscuro está, más brillan las estrellas —corrijo antes de tirar de él bajo mi brazo, rodear su cuello y comenzar a frotar mis nudillos contra ese cabello lleno de gel y cuidadosamente peinado—. Relájate, Ryder.
Él chilla en protesta, aguda y fuertemente. Está estrictamente prohibido meterse con su cabellera, pero soy un trasgresor de las reglas.
—¡¿Acaso no prestaron atención al reglamento, señoritas?! —grita el anciano desde el comedor—. ¡Los haré correr hasta Transilvania si no dejan de intentar hacer bebés ahora!
—¡Abuelo, cierra el pico! —reprocha Billy Anne.
Con Bernardo reímos, pero siento el peso de nuestra conversación por lo que resta del día.
• ─────── ✿ ✿ ✿ ─────── •
¿Domingo de flojera? Presente.
¿Ganas de salir de la cama? Ausentes.
¿Necesidad de tener un Beasley, un Hensley y un Ridsley en la vida? Presentes en el ADN.
Ya sé que desaparecí por unos días, pero me enganché mucho con Netflix —es mi adicción, necesito un Netflix Anónimos (NA) para ir a charlar de mi problema—, y escribiendo otras cosillas que pronto saldrán a la luz.
¿Nivel de intriga por la conversación entre Jaden y Bernardo?
Si tuvieras que asignarle un porcentaje al parecido de Billy Anne con sus padres y abuelo, ¿cómo te quedaría? Yo creo que ella es un 20% Malcom, 20% Kansas y 15% Bill. El 45% restante es una cosa distinta, es la esencia propia de Billy Bebé Dinosaurio.
En fin, ¡te recuerdo que mañana es lunes solo para hacerte enfadar y lamentar un poquito! Necesito gente con la que compartir mi sufrimiento.
Con amor cibernético y demás, S. 💕
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