43. Los chicos Sley
El timbre suena, informando que mis padres están esperando. El abuelo aprovecha la ocasión para excusarse diciendo que bajará a abrirles, pero antes de irse frena junto a Jaden e intercala la mirada entre nosotros.
—Es una pena que deba marcharme hoy sabiendo que ni siquiera pueden estar en la misma habitación que el otro por más de cinco minutos. —Esconde las manos en los bolsillos de su pantalón—. Soy muy competitivo, pero puede que los últimos meses hayan cambiado eso. Me gustaba cuando éramos un equipo y no dos. El que divide no siempre vence, niños.
Cuando cierra la puerta siento que su tristeza queda encerrada aquí adentro.
Rusia, para ser el país más grande del mundo, de repente parece una pequeñez que tanto Jaden como yo olvidamos sin esfuerzo.
Él mira sus zapatos por un momento. Cuando levanta la mirada, por un segundo se esfuman todas las discusiones de mi memoria. Solo puedo pensar en cuánto lo extraño, porque dos semanas bajo el mismo techo que alguien más pueden sentirse dos años de soledad si una persona pretende no existir para la otra.
—Es lindo mirarte a lo ojos otra vez —dice en voz baja.
No hay sarcasmo ni acusación en su voz. La sinceridad y nostalgia con la que me mira me hace querer abrazarlo.
—Sí. —Reprimo una sonrisa agridulce—. Es lindo.
Ninguno de los dos da un paso al frente. En menos de cinco minutos mi familia nos usurpará la privacidad.
Es extraño no saber moverte alrededor de alguien cuando hace un mes preparabas el almuerzo bailando a su alrededor. Es extraño sentirse incómodo rozando la mano de alguien con quien te solías acurrucar. Es, más doloroso que extraño, tener un amigo que deja de sentirse uno.
—Me gustaría hacerle un regalo de despedida al abuelo, pero no puedo hacerlo sola. —Me aclaro la garganta—. ¿Qué dices si hacemos una tregua de momento e intentamos hablar cuando estemos solos?
Veo la duda en la forma en que ladea la cabeza, analizando la propuesta.
—¿Hablar?
—Dije intentemos hablar.
—Chica lista —añade a sabiendas que la última vez ninguno de los dos pudo evitar levantar la voz.
Así formamos un pacto. No solucionamos nada, pero prometemos hacer el intento otra vez. Creo que no hace falta que ninguno diga que ignorarnos apestó pero sirvió. La distancia es útil para medir si existían más cosas buenas que malas entre ambos, y si vale la pena dejar que unas pesen más que otras.
—¡Prima Billy! —gritan dos pequeñas bestias al unísono.
Mis primos, vestidos con camisetas de los Chiefs a juego, corren hacia mí y se cuelgan de mi cadera. Levantan las piernas y las envuelven alrededor de mis rodillas, como primates. Me rio al darles palmaditas en la cabeza, aturdida. Creí que solo mamá y papá vendrían por el abuelo.
—¿Nos extrañaste? —indaga Silvestre.
—Porque nosotros a ti no mucho —añade Frida.
—A menos que tengas dinero para prestarnos.
—Sí, prestarnos —afirma la niña, y ambos asienten con la cabeza—. Te lo devolveremos en el plazo de uno a tres meses.
Estos críos creen que soy su banco personal. Piden mucho asegurando devoluciones con garantías que nunca vi, hacen tratos sucios y a veces llegan a robarme la billetera si me descuido.
—¿Saben lo que es un plazo? —espeto sorprendida.
—No, pero es una palabra cool que dice tío Malcom —explica Silvestre—. Tampoco sabemos quién es este señor que vive contigo...
Tan rápido como me usaron de árbol, me sueltan y quedan lado a lado, echando las cabezas hacia atrás para ver intrigados a Jaden. Él se hinca en una rodilla para que los niños no se rompan el cuello intentando ver el centímetro más alto de su metro noventa.
—Me llamo Jaden y soy cool como la palabra plazo.
Los mellizos se miran de reojo cuando mi compañero les tiende el puño para chocarlo. En su lugar, los niños se cruzan de brazos con desconfianza.
—Que afirmes ser cool no te hace cool, te convierte en un engreído —suelta Frida.
Me muerdo el labio para no reír al ver la expresión del castaño.
Se esperaba cualquier respuesta menos esa y la sorpresa hace que sus cejas se disparen y sus labios se abran a pesar de que no sabe cómo responder. Mis primos no callan nada, pero suelen insultar a la gente con humor. Ahora están serios. Puede que la sobre-protección impartida por el abuelo esté floreciendo en ellos respecto a mí.
—Supongo que mi encanto no funciona con todas las edades —dice Jaden.
—No supongas, nosotros lo confirmamos —termina Silvestre dándole una palmadita en la rodilla.
Se giran en un acuerdo de estar hambrientos y van a revisar la nevera sin permiso. Mi compañero no se mueve, pero una sonrisa socarrona aparece en su rostro.
—Ya veo de dónde sacaron su carisma esos dos.
—Se hereda. —Me encojo de hombros, al tiempo que la puerta rechina y giramos para ver a los visitantes.
—No te recomiendo pedirle matrimonio a mi hija antes de conocer a su familia —dice mamá—. Nunca te deshagas antes de tiempo de la oportunidad de salir corriendo si la tienes, muchacho.
Jaden deja de estar hincado en una rodilla y se incorpora con torpeza. No lo culpo. La presencia de Kansas Shepard se hace notar cuando te escudriña con esa mirada indescifrable. Es difícil saber cuándo es sarcástica y cuándo habla en serio.
—¿Por qué salir corriendo cuando puedes volar de una patada en el trasero ante la primera equivocación? —replica él.
Mi progenitora arquea una ceja y se acerca para rodear mis hombros.
—Respuesta astuta. Adula a la familia pero reconoce su peligrosidad —me habla como si Jaden no pudiera escucharnos—. Me agrada. Además, si sigue vivo después de vivir con tu abuelo por tres meses y medio, debe ser difícil de asustar.
—También es un placer conocerla, señora —responde el aludido, haciendo una pequeña reverencia antes de que alguien tire de él bruscamente hacia abajo.
—¡Tía Zoe, no lo mates! —espeto.
Lo abraza mientras da pequeños saltitos, emocionada. Los ojos del chico suplican por ayuda mientras se ríe sobre su hombro. El abrazo debe volverse asfixiante porque la toma por los brazos intentando poner distancia.
—¡Estoy tan feliz de conocerte! —dice ella, soltándolo solo para estrechar su mano con sacudidas eufóricas—. Quiero que me cuentes todas las anécdotas. Pareces un buen chico y eres muy apuesto, como mi sobrina dijo. Por cierto, soy Zoella, pero no me enojo si me dices tía Zoe, y... —Aparta la mirada y deja de estrechar la mano de Jaden—. ¡Niños, ¿por qué están revisando la cartera de su prima?!
Empieza a correr tras sus hijos. Por supuesto que el estar hambrientos era una estrategia para conseguir dinero. Ni siquiera sé en qué lo gastan, pero son codiciosos. Creo que lo acumulan o hacen préstamos a sus compañeros en los recreos de la escuela.
—De haber sabido que venían todos a buscarme me iba en bus o arrastrando sobre mis codos. Ahora voy a tener que pasar no sé cuántas horas de viaje encerrado con todos ustedes, cuadrilla de idiotas. —El abuelo entra quejándose con sus yernos a su espalda.
—Somos su familia, coach —recuerda mi padre con el bolso de mamá colgando de su hombro.
—Más respeto debería tenernos —añade tío Blake, con el bolso de Zoe.
—¿Como el respeto que me tuvieron ustedes yendo tras mis hijas como un par de babosos?
Mamá rueda los ojos y el abuelo chasquea la lengua, dando por ganada la discusión antes de ir a preparar la cena mientras mis primos desisten del robo y empiezan a pelear para ser su ayudante de cocina. Frida le da en la frente a Silvestre con un cucharón mientras este intenta atarse el delantal del abuelo —que le llega más allá de la punta de los pies—, y Bill se ríe. Al recibir una mirada de tía Zoe, se aclara la voz y la reta antes de ayudar al único nieto varón.
De repente el brazo de mi madre deja mis hombros. La veo escabullirse a un rincón de la sala, donde tiene vista panorámica de la escena. La miro con odio y ella a mí con diversión. Seguro solo trajo a toda la familia para hacerme pasar vergüenza.
Nuestros ojos rebotan en los hombres de las carteras. La primera vez que Jaden vio a mi padre, se desmayó. Le trajo recuerdos del accidente.
Miro al castaño, que inhala como si el oxígeno fuera difícil de hacer pasar a través de su vía respiratoria. Una parte de mí quiere tomar su mano y alejarlo de esta situación. Saber que la imagen de mi padre lo hace recordar aquellas otras que lo han estado lastimando en silencio y también las imágenes de un sueño aparentemente roto me hace sentir horrible por siquiera permitir que estén juntos en la misma habitación.
Quiero proteger a Jaden, pero iría contra mis propias palabras. Necesito creer que está listo para enfrentar el pasado de una forma distinta.
Sus ojos se desvían a los míos durante un segundo. Le sonrío de lado y luego vuelve a ver a mi padre, quien le sonríe de la misma manera que yo. Debe notar que está nervioso y quiere ayudar.
—Ya veo de quién heredó la belleza Billy Anne —dice Jaden, recuperando su confianza y extendiendo la mano a papá.
A mi madre se le borra la sonrisa del rostro. Hago el intento de reprimir mi risa lo mejor que puedo porque ella tenía razón. Él sí es astuto, probablemente la única persona que puede halagarte e insultar a tu mujer al mismo tiempo.
Mi padre se ríe y le estrecha la mano.
—¡Malcom, acaba de llamarme fea de forma indirecta! —espeta mamá, pero ellos siguen sacudiendo manos.
—Si vamos a lo concreto, él no dijo nada de ti, solo alabó mi belleza exterior con su comentario —corrige.
Jaden, con una expresión pícara de negocios, pasa a extenderle su mano a tío Blake.
—Usted también es un hombre de excelentes atributos. Se nota que los pequeños son obra artística suya.
El 31 reprime una sonrisa y acepta su mano con gusto. Incluso se le colorean un poco las mejillas.
Tía Zoe abre la boca con indignación y pone los brazos en jarras.
Debería advertirle que esta mujer atropelló y alcoholizó gente, o que solía tener una serpiente de más de dos metros de mascota. Estoy segura que no le daría todo el crédito de los genes a los hombres en ese caso.
No sé cuál es el plan de juego de Jaden. Querer agradarle a Beasley y Hensley es lógico, pero si con eso pone en tu contra a una Shepard y a una Murphy, deja de ser un buen movimiento. Estrecho los ojos intentando descifrar la estrategia, pero él me guiña uno antes de tomar asiento en la mesa.
Las mujeres de la familia se lanzan en un ataque sincronizado, sentándose frente a él. Mamá se cruza de brazos y la tía junta las manos sobre la madera. Mientras tanto, papá y el tío intercambian una mirada aún con las carteras colgando de sus hombros antes de deslizar los ojos a Jaden.
Parece que le están dando el pésame por tener que enfrentarse a sus esposas.
No sabe dónde se metió.
—¿Por qué intentas encajar en su equipo cuando el nuestro es más receptivo?
Kansas Shepard va directo al grano. Jaden se inclina sobre la mesa y señala con el índice a los hombres de pie.
—Ellos son la minoría y me gusta ser igualitario. Además, con este interrogatorio acaban de comprobar que no son mujeres que necesiten refuerzos. —Levanta las manos en señal de inocencia—. Por cierto, ¿siempre tratan a la gente que conocen como si fueran jugadores que deben elegir un bando?
—Aquí todos fuimos entrenados por el mismo hombre. Siempre se trata de un juego y nunca carecemos de metáforas sobre fútbol americano —explica Tía Zoe.
—Ni las menciones a los traseros. —Añade mamá.
—Sí, ya me acostumbré a esas últimas con ya saben quién. —El castaño hace un ademán con la cabeza a la cocina—. También engordé un poco. Me alimenta con más pasta de la que un humano promedio debería comer.
Un comentario. Eso le basta para hacer un touchdown seguido de un punto extra. Las dos parejas intercambian miradas. Papá y tía Zoe se ríen a la par que mamá y tío Blake reprimen una sonrisa.
Jaden Ridsley me deja sin palabras conquistando a mi familia en menos de cinco minutos.
—Reconozco que tienes talento, pero sigues sin ganarte a mis primos —le susurro mientras ponemos la mesa diez minutos después.
Dejo un plato y él, a mi espalda, avanza y acomoda un tenedor y cuchillo a cada lado de la vajilla. Es un baile con pausas alrededor del comedor, atentos a los gritos que provienen de la cocina.
Inclina la cabeza para sostenerme la mirada. En la suya hay un desafío juguetón que hace parecer que las últimas semanas ni siquiera existieron.
—No me subestimes, amor.
—¿Entonces Kansas conoce a un inconsciente Malcom porque Zoe lo alcoholiza con supuesta agua que en realidad era vodka y Zoe, años más tarde, conoce a un inconsciente Blake porque lo atropella con el Jeep de Kansas? ¿Entendí bien?
Todos alrededor de la mesa ríen ante mi asombro. Los platos yacen con restos de salsa que también salpica el mantel. Los vasos están vacíos y también las copas, y los mellizos cabecean adormilados con uno que otro fideo colgando del cabello. Son unas alimañas para comer.
—No sé ustedes, pero creo que hay un factor común —continúo mirando a Zoella, que se sonroja y esconde el rostro en el hombro de Blake—. El culpable es Bill Shepard, sin duda.
Las risas vuelven a estallar, a excepción de la perteneciente al entrenador, que me observa con la boca entreabierta mientras aprieta el tenedor.
—¡¿Tú quieres volar de una patada a Singapur, zoquete?! ¡¿Cómo que soy yo el problema?!
—Usted fue el que trajo a Kansas al mundo, esa es la raíz los problemas. De ahí su necesidad de comprarle un Jeep y que ella haya sido la instructora de manejo de Zoe, por no decir a la que se le ocurrió hacer pasar alcohol por agua.
La ofendida madre me lanza un trozo de pan y su esposo debe alejarle la canasta de baguettes para que no convierta la harina en misil. Sin embargo, no me salvo. Billy Anne me da un golpe en la nuca.
—¿Me estás llamando problema, Ridsley?
Le doy un mordisco al pedazo de pan que atrapé.
—¿Aún no sabes que lo eres, amor?
Nos sostenemos la mirada y noto que se muerde el interior de la mejilla mientras me tira una servilleta. Es preciosa. No sé cómo logré mantenerme dos semanas sin establecer contacto visual con ella.
Su tío Blake se aclara la garganta y Malcom tose. Ambos se ponen de pie como si estuvieran sincronizados desde el útero. Ese «amor» se me escapó, pero es evidente que lo notaron.
—¿Te importaría ayudarnos a limpiar, Jaden? —pregunta el 27, diplomático.
Asiento. Recogemos la mesa mientras Kansas y Zoe alzan a los niños y los llevan al sofá, donde el dinosaurio y Billy bebé dinosaurio les arman una cama improvisada apilando cojines y arropándolos con mantas.
En la cocina trabajamos en silencio a excepción del tintineo de la vajilla y el sonido que proviene del televisor, donde el coach ya está viendo un partido. Me toca lavar, a Malcom secar y a Blake guardar.
No es incómodo como creí que sería fantaseando con el día en que Billy Anne me los presentara como algo más que su compañero, aunque ese no es el caso aquí.
Tampoco siento lo que sentí la primera vez que vi a Malcom y los recuerdos forzaron a mi cuerpo a apagarse para no soportar el dolor. Cuando los veo ya no pienso en los sueños que fueron amputados de mí con una parte de mi cuerpo, sino en los que aún puedo cumplir.
A veces creemos que hay una sola forma de alcanzar un sueño. Es difícil salirse del sendero que planeaste tantos años recorrer, pero siempre hay más de un camino. Algunos ni siquiera están trazados, así que debes ingeniártelas para crearlos. A su vez, tendemos a olvidar que no venimos al mundo con un límite de sueños definitivos. Estos pueden transformarse. A veces los sucesos nos obligan a cambiarlos, y aunque pueda resultar una mierda de un momento, está en nosotros adecuarnos y brillar en medio de la porquería.
Está en nosotros salir de la porquería o transformar esta en algo mejor.
Creo que no hay sueños perfectos, solo sueños rediseñados para la persona que somos mientras intentamos cumplirlos.
—Gracias, Jaden.
Mis manos siguen sumergidas en el agua mientras giro la cabeza. El hombre de ojos azules da vuelta un trapo entre sus manos mientras el moreno cierra un cajón y se recarga contra la mesada, con los labios curvados hacia la izquierda.
—No es nada, al final es mi casa, ustedes no deberían agradecerme por lavar los pla...
—Malcom no se refiere a eso —dice Blake, bajando la mirada a sus zapatos.
Miro confundido al 27. Él inhala despacio.
—Gracias por cuidar y ayudar a mi hija.
Niego de inmediato con la cabeza, pero no me salen las palabras. ¿En qué la ayude? ¿De qué la cuidé? Debería estar dándome un golpe por las crisis que la obligué a pasar.
—Siento que podría estar cavando mi propia tumba, pero yo no hice nada bueno por ella. Tampoco por Bill. Solo les di un lugar donde dormir y fue para compartir gastos. No creo merecer cualquier clase de agradecimiento, en cualquier caso yo debería dárselo a...
—Sabemos todo lo que hiciste —interrumpe un tranquilo Hensley.
Me tenso y saco las manos del agua. Malcom me ofrece el trapo para secarme y lo tomo con cuidado.
—¿Todo? —repito.
—Todo.
Es una de esas veces donde me pregunto a qué se refiere por todo. ¿Que hice trampa plagiando su trabajo? ¿Que estuve con ella mientras técnicamente tenía novia? ¿Que me quedé con el trabajo de sus sueños?
—Todo lo malo, pero también todo lo bueno —explica Blake.
Camina hacia la entrada de la cocina, dándonos espacio. Vigila la sala de estar para que nadie nos interrumpa y caigo en la cuenta que esta es una emboscada.
¿Qué tanto les contó Billy sobre mí? ¿Les dijo que no me dijeran nada al respecto y por eso quieren hablar conmigo en privado?
Los padres son un enigma. Cuando conoces a una persona y ella te gusta de verdad, en algún punto te preguntas cómo fueron y son sus padres. Ellos formaron en gran parte lo que ella o él es hoy en día, ya sea porque les enseñaron cosas buenas o malas, siendo conscientes de sus acciones o no. Resulta que conocí primero al padre antes que a la hija. Lo admiré con cada parte de mí, y saber que ella fue criada por él me hace entender por qué es tan buena persona.
Una sombra de culpa y seriedad cae sobre el rostro del hombre cuando me mira.
—Lamenté mucho que todas las personas estuvieran conectadas, viviendo bajo la misma línea de tiempo y que cada acción por minúscula que fuera tuviera su consecuencia. Lo lamenté tanto el día de tu accidente que hasta hoy sigo arrastrando el remordimiento.
El corazón se me encoge dentro del pecho, como si hacerse más pequeño llevara a que el golpe doliera menos.
—Siento que no hayas podido jugar al fútbol. Hubieras sido un jugador espectacular. —Apoya una mano en mi hombro—. Estoy seguro que ya te lo dijeron, pero lo que hiciste por esa niña, Naima, te hace honorable. Salvar una vida sin saber si la tuya estará intacta al final no lo hace cualquiera.
—¿Me dirás que eso es lo que hacen los héroes? —Resoplo.
Escuché muchas veces esa frase. Nunca me hizo sentir cómodo.
—No, lo hacen las personas que aman más allá de la gente que conocen y la que no. Solo los apasionados por la vida hacen lo que tú, por eso quiero que sepas que mi familia siempre estará para ti. Lo que sea y cuando sea. Es un privilegio conocerte, Ridsley.
Sus palabras me recuerdan a mi padre. La última vez que me vio, me miró así; como si fuera un buen chico que iba a tener malos ratos, pero aún así siempre sería bueno. Me miró orgulloso aunque no había hecho nada para hacerlo sentir de esa forma. Ibeth y yo nos subimos a la camilla, acostándonos uno a cada lado de su cuerpo. Apoyamos las cabezas en su pecho y compartimos una mirada antes de levantarla para que nos sonriera mientras escuchamos ese débil corazón latir casi por última vez.
Es injusto que las personas que tienen más amor para dar se marchen tan deprisa.
No sé por qué lo hago, tal vez es la ola de emociones, pero abrazo al papá de Billy Anne. Se tensa al principio, pero cuando se relaja me corresponde con firmeza. Cierro los ojos un segundo. Soy más alto y tengo más músculo que este tipo, pero me siento un niño en sus brazos.
—A menos que piensen lavar los platos con sus lágrimas será mejor que se separen —espeta el coach.
Nos soltamos al instante. Lo vemos junto a Blake, quien apoya un codo sobre el hombro del anciano con una expresión pacífica.
—Deberías permitirle un abrazo más largo al chico, Bill —dice el moreno haciendo un ademán con el mentón hacia mí—. Te aguantó siendo un cascarrabias por meses.
—Malcom y tú también me aguantaron por meses.
—Exactamente. Sabemos lo que se siente —dice Beasley, rodeando mis hombros—. Por eso Ridsley ya es de los nuestros.
Shepard le lanza una mirada de advertencia antes de apartar de un manotazo el codo de Blake.
—¡19, 27 y 31 a los quehaceres, vamos! —grita en susurros, cruzándose de brazos—. ¡Quiero rapidez, eficacia y silencio! Dios no permita que se despierten los demo... Mellizos. Los mellizos. —Se aclara la garganta cuando Hensley enarca una ceja.
Volvemos a nuestras posiciones, pero no seguimos limpiando porque Bill se ha quedado viéndonos extrañado.
—¿Por qué todos sus apellidos terminan en «Sley» y recién me doy cuenta? —Entrecierra los ojos.
—Tal vez es una señal —digo.
—Sí, del infierno —afirma.
Los tres nos encojemos de hombros al mismo tiempo.
—Al menos reconozca que somos demonios atractivos. —Le guiño un ojo.
El coach se ríe con aspereza y nos da la espalda.
—¿Demonios? Sí, claro, como si a los tres no les faltaran las alas para salir volando al cielo. No hagas reír mi trasero, Ridsley. El único amigo de Satán aquí soy yo.
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AHHHHHHHHHH, TENÍA TANTAS GANAS DE JUNTAR A LOS SLEY. 😂💕
1) ¿Parte favorita del capítulo?
2) ¿Comentarios, opiniones, teorías?
3) ¿Cómo llevan la cuarentena? ¿Listos para más de GO?
Con amor cibernético y demás, S. ♥️
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