42. Cámara de opinólogos
Bernardo quería una fiesta temática, así que reconstruimos una granja.
Con un heno entre los dientes, un sombrero y botas de vaquero, revuelvo la olla de salsa en al cocina. Me veo genial. Incluso le envié una de las que llaman selfie a mi esposa. Me respondió con un emoticón de 💦, lo que no tiene sentido.
¿Tenía sed? ¿Trataba de decirme que necesito una ducha porque apesto?
—Esto huele bien, aunque olería mejor si me hubieras dejado cocinar a mí —dice Evelyn.
—Ya estamos viejos para decir estupideces, señora. Acepte que no puede igualarme.
Toma una rodaja de pan de la mesada e intenta remojarla en la salsa, pero bloqueo su mano con el cucharón.
—¿Usted quiere llegar a la tumba más rápido? —espeto indignado.
—Los que llegarán rápido a la lápida serán sus nietos. —Bernardo aparece a mi lado y recarga su cabeza en mi hombro—. Sus gritos se escuchan desde aquí. Están por matarse el uno al otro.
Insistió en vestirse como mi esposa granjera ficticia. De su sombrero de cowgirl asoman extensiones rubias de una peluca manipuladas en dos trenzas. Llevamos overoles azules a juego por su insistencia.
—¡Tú, la gallina, sube el volumen de esa irritante música de granja! —espeto a Inko, que responde moviendo las alas—. No deberíamos escuchar su conversación. Además, en caso de que se asesinen de verdad y la policía nos pregunte, podemos pretender que no los escuchamos. —Hago un ademán al estéreo.
—Están peleando porque Jaden quiere una relación y Billy Anne no —informa esta extraña adolescente con palomas plásticas enredadas en el cabello.
Por suerte mis hijas no salieron tan raras.
—Si me preguntan... —empieza la llamada Naima tomando una rodaja de pan.
—Nadie te pregunta —interrumpo moviendo el cucharón para bloquear que llegue a la salsa—. No vamos a opinar sobre la relación o no relación de esos dos.
—Para mí Jaden tiene razón. —La gallina se suma a la conversación apoyándose sobre la barra que nos separa, junto a la hija de Berta—. Creo que a Billy le gusta aconsejar pero no se toma bien el ser aconsejada. Tiene sentimientos por Jaden pero teme reconocerlos.
—Nadie te preguntó quién tiene razón, ve a poner un huevo o algo —espeto intentando que la Cámara de Opinólogos no abra sesión esta noche.
—Ella ya planteó sus sentimientos por Jaden y no los oculta. Lo quiere, pero como amigo. Es él el que no quiere reconocerlo y busca más. Billy se lo dijo desde el comienzo, se lo repitió mil veces y al día de hoy se lo dice en la cara, pero el chico es más terco que un puto Hyland —dice una voz desde el más allá.
Me sobresalto y miro el techo. Sabía que el gobierno estaba vigilándonos. Deben tener cámaras por doquier, aunque la única que veo es la del móvil de Bernardo cuando deja el celular contra el salero. En la pantalla, vía Skype, niña Timberg está acostada en su cama.
—¿Qué es esto? ¿Un debate presidencial? —gruño, pero soy ignorado con éxito.
—Los sentimientos cambian y cuesta aceptarlos en voz alta —dice Naima, apoyando a Jaden—. ¿Billy Anne no salió hace poco, si tomamos un año y meses como poco, de una relación insana? Eso también debe ser un factor. ¿Y si niega lo que siente por miedo a terminar enredada en algo complicado como eso? Es una posibilidad.
Golpeo la mano de Inko con mi utensilio cuando trata meter un sucio dedo en mi receta secreta, y obstruyo la cuchara que robó sigilosamente el dinosaurio Ridsley para probarla. Llegan ataques a la salsa por todos lados.
Tengo que protegerla.
Me siento un equipo defensivo de un solo jugador contra este grupo de ofensivos constituido por muertos de hambre. ¿No los alimentan en su casa?
—¿Qué pruebas tienen de que la chica está en un estado de negación? —salta la anciana—. Porque hasta donde yo sé, ninguno de ustedes en psicólogo, y una opinión de ustedes no es una prueba. Algunos creen saber lo que es lo mejor para los demás, pero en lugar de escuchar a gente que no está en sus zapatos, creo que debemos dar prioridad a la persona que tiene puesto el calzado. ¡Ellos son los que pisan la mierda y deben limpiarla de la suela! Es Billy la que siente. Hacer oídos sordos a lo que está diciendo es terrible, ¿o a ustedes les gustaría que no los escucharan? Si alguien viniera a afirmar lo que estoy sintiendo sin ser yo, lo sacaría volando. Lo siento por mi nieto, pero es la realidad. —Se encoge de hombros.
—Eso mismo, mi cielo. —Bernardo chasquea los dedos—. Nadie va a conocerte mejor que tú mismo.
—Pero la gente se miente a sí misma a veces —interrumpe niño Hyland.
Ruedo los ojos cuando aparece en la pantalla. Ahora los mentecatos están cabeza con cabeza mientras nos miran desde la cama. ¿Desde cuándo mi vida se volvió un reality de televisión? Estoy por oprimir el botón para cancelar la videollamada cuando dos rebanadas de pan intentan traspasar la barrera del cucharón, que debo mover como un palo de taekwondo. Me siento el jodido Jacki Chan.
Por primera vez necesito cocinar más rápido, porque a este paso la salsa va a desaparecer.
—Sí, como Jaden, pero otras personas intentan entablar diálogo interno y ser sinceras consigo mismas a sabiendas que mentirse no trae nada bueno —sigue Tyra, girando el cuello para mirar a su compañero—. ¿Por qué no le crees a Billy? Si te está diciendo que no, es no. No quiere a Ridsley de forma romántica y está enfocada en algo que se llama perseguir tus sueños, ¿recuerdas? No es como si se negara al amor, es que no lo siente en este momento y está bien así.
—La vida es una historia de amor, a veces con nosotros mismos y otras veces con alguien más —dice el cumpleañero—. Billy Anne está enamorada de su vida y quiere que Jaden se enamore de la suya, no de ella.
—¿Estás diciendo que no podemos estar enamorados de la vida y también de una persona a la vez? —La gallina lo mira incrédula.
Evelyn señala a Inko con la cuchara.
—No, está diciendo que hay tiempos y tiempos. A veces nos enamoramos primero de una y luego de la otra, a veces de ninguna y otras de las dos a vez. Eso depende de cada persona y su historia personal. No podemos juzgar a Billy por la opción que siente correcta y necesita. Mi nieto tampoco puede forzarla a elegir una que no quiere o no se siente preparada para tomar en esta etapa de su vida.
—¿Y por qué ella tuvo razón al decirle a Jaden lo que necesitaba pero cuando es al revés él no puede ser el que esté en lo correcto? —espeta Naima—. ¿Y si lo está?
El pico de la gallina se mueve de arriba a abajo en concordancia, pero la pelirroja digitalizada abre la boca para replicar:
—Porque Billy Anne se dio cuenta del problema de Jaden desde el principio, de a poco hasta llegar a una conclusión. Lo estudió. Ella pensaba en lo que era mejor para él como individuo, pero Jaden piensa en ellos solo como pareja. No la ve sola en la ecuación, por eso habla de enfrentar y superar miedos en plural, pero para estar y ser con alguien, primero debes estar y ser por tu cuenta. Mi amiga quiere eso para ambos.
—Pero Jaden no lo quiere —insiste Inko.
—Una pena, pero una relación es de a dos —argumenta Ber—. Abre los ojos, bombón.
—Annie debería abrir los ojos —asegura Ciro—. La amo con cada centímetro de mi belleza, pero no puede tener razón en todo, ¿verdad?
Me están volviendo loco. Voy a explotar y ni los bomberos de todo el país lograrán apagar mi ira.
—Hay personas que tienen más razón que otras. ¿Acaso tu orgullo no te permite reconocer que ella puede estar más en lo correcto que en lo erróneo? —Se burla Tyra, a lo que él le saca la lengua.
Niña Timberg se la muerde de forma juguetona y terminan dándose un beso cuya pasión se equipara a mí viendo un partido de los Kansas City Chiefs.
Tal vez sí necesite llamar a los bomberos después de todo, pero no por mí.
—¡Hey, ustedes dos, sepárense que estamos en horario apto para todo público! —Los acuso con el cucharón.
Salpico salsa por doquier y los hambrientos opinólogos que me rodean se pelean y desesperan por cazar con el dedo o un trozo de pan las gotas. Son unos desagradables incivilizados, y los de la pantalla unos degenerados que ruedan por la cama. El teléfono se les cae y la cámara nos muestra el techo al tiempo que llegan sonidos que no deberíamos estar escuchando.
Bernardo se apresura recoger su móvil con emoción y le lanzo una mirada de advertencia.
—¿No puedo escuchar lo que hacen ni cinco minutos? —suplica haciendo ojitos—. ¡Será mi caliente regalo de cumpleaños!
—Tu regalo de cumpleaños no puede ser porno de gente de conoces. —Inko le lanza una rodaja de pan y él finaliza la llamada de mala gana.
El silencio llega, dejando de lado la música de granja, y se que la Cámara de Opinólogos ha cerrado sesión por hoy. El mutismo se incrementa cuando Jaden atraviesa la puerta y la cierra con un portazo. Va directo a su habitación e intercambiamos miradas con los Diputados del Chisme.
Todos dieron puntos de vista válidos en el debate, sean para Ridsley o mi Beasley-Shepard, pero al final cualquier cosa queda reducida a las personas en cuestión. Son esos dos puntos de vista los que deben intercambiarse, y aunque ya lo hicieron en el corredor, a veces se necesita más que palabras para comunicarse.
Jaden no ve la realidad a través de los ojos de Billy pero está seguro de que ella tiene una venda atada para no hacerlo.
Para ella, la vista de él está empañada y necesita aceptar que la está distorsionando porque quiere una imagen diferente a la real.
Si los zoquetes que me rodean me hubieran preguntado quién tiene razón, le hubiera dicho que ninguno. La razón no existe como tal donde hay discordia, sino cuando se llega al acuerdo, precisamente porque donde existe blanco y negro no se les puede pedir a estos desintegrarse. Ninguno cederá a desaparecer para que uno gane. Deben fusionarse y crear gris, porque al mezclarse —al intentar entenderse hasta los huesos, al empatizar—, lograrán estar en el mismo tono. Tener razón es que ambas partes acepten un color, porque dicha maldita razón no sirve ni para limpiarse el trasero si no acuerdan que es papel higiénico en primer lugar. No existe de no ser gris.
Es ridículo que alguien la vea como oro y otro como estiércol, ese es el punto. No sirve.
¿Blanco o negro? Puras mentiras. Somos seres humanos. Nunca una cosa, sino varias, y el terco que crea lo contrario está más equivocado que un Timberg, Preston o un Hyland creyendo poder escapar mi pie y de mi PFG 500 en la actualidad.
Todos creemos tener razón, pero tenemos partes de esta, algunas más grandes que otras. Hasta que no las unimos no entendemos de verdad lo que está ocurriendo.
En el grupo nadie se atreve a decir nada. En su lugar, se sincronizan con dedos antihigiénicos, rodajas de pan y cucharas para atacar la cena.
—¡¿Por qué no pueden dejar en paz a la pobre salsa?! —ladro enfurecido—. ¡Más respeto, por favor!
Las cosas están tensas, por no decir jodidas como el lince ibérico o los pandas por encontrarse en extinción.
La fiesta de Bernardo fue hace dos semanas. Después de discutir, sabiendo que todos nos habían oído, ni siquiera me molesté en entrar. No quería arruinar todavía más el cumpleaños y pretender con Jaden hubiera sido peor. Él era el mejor amigo, así que no podía excusarse. Probablemente se tomaría unos minutos para recuperarse y luego plantaría una sonrisa y emborracharía a todos para que la pasaran bien.
Él siempre busca que la gente se sienta bien. Es bueno en eso, y conmigo ahí hubiera sido imposible.
Tomé mi caja, la puse en el asiento de copiloto del Jeep y conduje a una cafetería abierta las 24 horas. Tenía mi laptop conmigo porque la había recogido de la oficina, así que pasé las siguientes horas bebiendo taza tras taza de café, mirando mi planta, buscando anuncios de trabajo y enviando mi currículum a todos lados, sin pensar dos veces. Ni siquiera mencioné a Adrinike Cod. Aunque Berta había dicho que iba a recomendarme, no quería nada de ella, incluso si con ello tenía más posibilidades de empleo.
Quería que leyeran mi forma de contar una historia antes que mi apellido, así que envié emails a editoriales deportivas de otros países, donde el fútbol americano no fuera el centro de atención, donde no pudieran sacar provecho de ninguna publicidad por parte de mi familia.
Nunca había considerado dejar Estados Unidos. En esta tierra estaban mamá y papá, todos mis tíos, tías y primos, los abuelos y Tyra y Ciro. Aquí estaba mi vida, las raíces que me mantenían sujeta a la tierra y evitaban que me cayera, pero tal vez ese era el problema. No me caí nunca, pero puede que no lo hiciera exactamente porque sabía que iban a atraparme y nunca me preocupó fracasar.
Ahora tenía que caerme.
Debía aprender a echar raíces por mi cuenta en otro lugar. No haber sido contratada por Berta me abrió los ojos en un sentido: si iba a caer, debía caer de un sitio bien alto por todas las veces que no lo hice, así que me arriesgué.
Con cada email que recibí en las semanas, empezaron a acumularse un montón de rechazos. Sin mencionar a Adrinike Cod no tenía experiencia en la industria y si no conocían mi apellido, tampoco a mi padre. Nadie quería a alguien de mi edad, y por más brillante que fuera mi período en la universidad, a todos le valía mierda porque no tenía algo que se destacara en el mundo real, más allá de las notas.
Tuve dieciocho rechazos. Uno por cada año de vida.
Nueve empresas ni siquiera gastaron su tiempo en contestarme, así que, si asumía que no estaban interesadas y no que mi currículum terminó por accidente en la bandeja de spam, sumaba 27 fracasos.
El número fue irónico, como si el universo me estuviera invitando a ir a llorarle a papá porque no podía lograr nada por mi cuenta.
Durante 14 días fui la persona más improductiva del planeta. Me deprimí un poco y viví como si estuviera en cuarentena, yendo de la heladera a mi habitación, refrescando mi bandeja de correo y viendo series hasta la madrugada todos los días como la buena desempleada que era.
Me sentí avergonzada. Inútil. Inanimada. Sin propósito. Incompetente. Un parásito. Distrayéndome con cosas que en realidad no hacían más que consumir tiempo que podría estar viviendo en carne y hueso y no a través de una pantalla.
Nunca dudé que pudiera hacer grandes cosas, pero ya no sentía motivación para continuar mis planes y estaba pensando en la manera de recuperar la pasión, porque un sueño desapasionado es solo una idea guardada en un cajón.
Fue difícil. El abuelo extendió sus días conmigo, pero ahora mismo el tiempo se acabó. Estamos terminando de empacar sus cosas porque mis padres están viniendo a recogerlo.
Shepard nunca me culpó por procrastinar mientras esperaba contestaciones del extranjero. Incluso me cubrió con mis padres y vimos repeticiones de los Chiefs juntos todos los días que volvía del centro recreativo.
—Tienes derecho a hacer nada cuando ya lo has hecho todo, pero solo si después de hacer nada te das cuenta que en realidad no hiciste todo. Siempre hay más, pero necesitamos tiempo para darnos cuenta que todavía podemos seguir intentando —dijo.
Sin embargo, la peor parte fue y es Jaden, o más bien su presencia y ausencia.
Apenas nos cruzamos a pesar de que compartimos techo, y si lo hacemos hablamos con monosílabos o nos limitamos al «Gracias», «De nada» y «Nos quedamos sin papel higiénico».
Nos estamos evitando. Él se va muy temprano y llega muy tarde porque su nuevo puesto lo trae muy atareado, y por la noche yo me encierro en mi madriguera.
Ni siquiera logramos volver a hablar de la discusión del corredor. Cada vez que uno así lo quiso, bastó una mirada compartida con el otro para desistir. Él está enojado porque cree que me miento a mí misma y no puedo admitirlo, yo porque no quiere entender que estoy siendo sincera con lo que siento. Ambos sabemos que no podemos hacer cambiar de pensamiento al otro, así que nos ahorramos las palabras.
Es duro porque éramos buenos amigos. Me acostumbré a sus bromas y ego estratosférico, a sus metidas de pata más pequeñas y la forma en que nos sonreíamos en silencio sobre la mesa cuando el abuelo hablaba de su batidora, con complicidad. Echo de menos aguantar la risa por su culpa y hablar como si nunca pudiéramos quedarnos sin preguntas, los abrazos y el intercambio de perspectivas, pero estoy aceptando que no podemos volver a eso porque saldría la misma discusión y estaríamos en un punto muerto de nuevo.
Volvería a doler otra vez, porque cuando las personas no ceden, también sufren. No es como si el orgullo o el tener razón te salvaran de tus sentimientos por la gente.
A este punto no sé qué tiene que pasar para unirnos otra vez.
—Dúchate antes de que lleguen tus padres —ordena el abuelo—. Apestas de forma infernal. Se darán cuenta de que algo anda mal. También hazme el favor de peinarte por una vez.
Me rio a medias y dejo caer en el sofá a su lado, subiendo los pies a un par de cajas apiladas.
—Vives conmigo para informarles si las cosas marchan mal y estás cubriéndome desde hace dos semanas, donde no me amenazaste ni una vez con sacarme a correr por no levantarme de la cama. ¿Dónde está el temible Bill Shepard y qué hiciste con él?
—Está justo frente a ti. Lo único que hice fue alimentarlo con pasta y algo de empatía por tu situación.
Apoyo la cabeza en su hombro.
—¿Por qué te vas si sabes que estoy en medio de una crisis nunca antes vivida? No te estoy recriminando nada. Sé que tienes una vida y fui la primera en decirte que no deberías posponerla por mí, pero tú no eres del tipo que se aleja cuando los otros se sienten miserables, incluso cuando eres tú el que los hace sentir así. Es impropio de ti, abuelo.
Se ríe y tose al recordar sus maldad siendo entrenador.
—Desde que me mudé contigo estuve esperando el momento donde te sintieras inestable, pero tú eres sangre de mi sangre, sabes lidiar con la mierda. Incluso en tus peores momentos te mantuviste de pie o solo tambaleaste un poco. —Me mira a los ojos—. Sin embargo, ahora no tienes nada asegurado. Tus planes se fueron al diablo y no ves la luz del día ni desde la ventana porque dejas las cortinas puestas. Estás hecha un asco en todo sentido, mariposa. En otra época te hubiera sacado de este departamento a patadas, pero aprendí que las personas deben encontrar el equilibrio por su cuenta. No puedes obligar a nadie a poner en orden su vida. Soy lo último que te queda y da cierta seguridad, por eso debo irme. Por más que lo odie porque te amo, tienes que tocar fondo para luchar con garras a la hora de subir a la superficie.
Me recuerda a lo que pensé sobre las raíces. Me gusta que estemos en la misma página y no sienta pena por mí, sobre todo que tome con humor mi situación. Me hace creer que pasará, o más bien que debo hacerla.
—Más que garras, unas aletas de buceo serían más útiles si tomamos la ejemplificación de...
—A veces eres tan Beasley —interrumpe exasperado al tiempo que me llega el mensaje que estaba esperando de mamá.
Solo que no es de mamá.
Me siento con la espalda recta y leo el correo dos veces seguidas. El abuelo estira el cuello para leerlo sobre mi hombro y nos sumimos en un silencio expectante.
—Ese lugar está muy lejos, Billy Anne —susurra después de unos minutos, entre sorprendido y asustado.
No le dije a qué países había enviado las solicitudes de empleo.
—¿De qué lugar hablan? —pregunta Jaden, de pie en la puerta mientras sostiene su maletín en una mano y se afloja la corbata con la otra.
En sus ojos hay más que la pregunta que salió de sus labios.
Retengo la respiración un momento. No voy a mentirle, pero sé que decirle la verdad conlleva una discusión incluso más grande de la que tuvimos.
—Rusia —contesto.
Su primer instinto es reír porque suena ridículo.
Su primera acción consciente es dejar de hacerlo porque reconoce que estoy hablando de una posibilidad que va en serio.
• ─────── ✿ ✿ ✿ ─────── •
De acuerdo, a partir de aquí quedan cinco capítulos (Muy largos, algunos divididos en dos partes, así que no se preocupen) y el epílogo. Ahora llega la parte que más miedo y emoción tenía de escribir. Si me siguen en Instagram (creativetothecore) pueden acompañarme en el sufrimiento a medida que escribo, doy pistas y lloro. Queda mucho por resolver y cosas por pasar. ¿Es motivo para desesperarse? POR SUPUESTO. ¡Qué cunda el pánico en los comentarios!
¿Apuestan por el final feliz, el triste o el agridulce?
¿Billy y Jaden son la excepción de la serie o seguirán los pasos de Malcom y Kansas en Touchdown o Zoe y Blake en Extra point?
Lo único que puede decirles para que se queden tranquilos, es que no habrá final abierto. Es cerrado.
Y la carrera de Mapache Rabioso está por salir a la luz.
Con amor cibernético y demás, S. ❤
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