35. Caligrafía familiar

Me lavo los dientes en la cocina solo para seguir viendo la nota junto a la cafetera, sin animarme a tocarla.

Escuché en varias ocasiones decir que a veces el mundo se reduce a dos palabras o una persona, pero para mí funciona en sentido opuesto: lo expanden. Las posibilidades estallan por los aires, sean buenas, malas o un poco de ambas, cuando alguien aparece en tu vida o dice algo significativo.

Pensé que me sentiría extasiado al obtener su perdón, pero estoy mentalmente inquieto. Siento que tengo que esforzarme aún más para contrarrestar lo mal que me comporté con ella, no solo respecto a lo de Agnes, sino por haber robado su trabajo.

—Te fuiste de la fiesta sin avisar —dice Berta cuando nos encontramos en el elevador de Adrinike Cod—. Y llegas tarde a trabajar, por cierto.

Meto las manos en los bolsillos del pantalón mirando las puertas cerradas y ella teclea en su móvil. No hay reproche en su voz a excepción de en la última parte, solo curiosidad.

—Te pediré de antemano que no te disculpes, pero mi madre estaba ahí.

Los dedos de Berta quedan helados sobre la pantalla. Siento su mirada recorrer cada centímetro de mi rostro y sonrío al frente.

—Estoy bien.

—Pues yo no, idiota. Me tendrías que haber dicho.

Sus brazos están a mi alrededor en el transcurso de un pestañeo. Mi pecho se hincha contra su mejilla y le devuelvo el abrazo. No le agrada el contacto físico, así que no puedo dejar pasar el gesto.

Se supone que tu jefa no tendría que saber nada de ti, pero luego del accidente nos acercamos hasta el punto en que la considero más una madre de lo que la mía lo es.

—No te perdiste de mucho. La cita de Naima, ese de apellido Lingard, vino con nosotras a casa después. Decidió desayunar con ella y conmigo antes que seguir de fiesta. Antes de irme a la cama les dije que si iban a hacer algo inapropiado debían llevar a cabo sus planes en un ambiente higiénico, con protección, acceso a sanitarios, agua potable y comida para recargar energía. Creo que lo hicieron.

La separo de mí, repugnado.

Bastardo de Lingard.

—¡Es como mi hermana, no me cuentes si es sexualmente activa!

Se acomoda el cabello y vuelve a situarse a mi lado al tiempo que las puestas se abren.

—Casi han pasado los tres meses de prueba. Hoy tengo la última tarea para ti y Billy Anne antes de dar un veredicto sobre el puesto. Haré que Naima les envíe los detalles por correo.

La aludida está detrás del escritorio, sonriendo a la computadora como si esta almacenera la fórmula de la felicidad. Hoy lleva amapolas enredadas en el cabello, lo cual resulta el decorado más normal que la he visto usar.

—Espero que tu sonrisa no sea por ese chico —advierto.

—Espero que tu sonrisa no sea por otro chico tampoco —se burla.

—No estoy sonriendo y no tengo un chico que me haga sonreír —señalo.

—Lo harás cuando veas tu escritorio.

Miro a Berta, pero levanta las manos en señal de desconocimiento e inocencia. Ambos asomamos la cabeza por el corredor para ver oficina.

Mis compañeros murmuran arremolinados entorno al escritorio, que ahora es base para pilas y pilas de cajas que llegan a alcanzar los tres metros de altura. Algunas están en el piso, y desde donde estoy parece un castillo de cartón. No entiendo cómo no se viene abajo.

Inko, jugando al arquitecto, está maniobrando un pequeño montacargas cuando me da un saludo militar. Se acerca a dos kilómetros por hora y la máquina deja la última caja en mis manos. En ella hay una nota pegada, escrita con una caligrafía muy similar a la de esta mañana, y aunque la firma es igual sé que no la escribió Billy Anne.

—Creo que alguien tiene un poco de trabajo extra —dice Berta.

Me da una palmada en la espalda y se va. Otro jefe se hubiera escandalizado por esto, pero ella tiende a tomarse con gracia todo aquello que conlleva frustración mientras el sentimiento no la alcance a ella. Ni siquiera pregunta por qué o de dónde salieron las cajas.

No abro ninguna. En su lugar me resisto y voy en busca de Billy, queriendo mostrarle lo loco está su abuelo. Creo que esto la hará reír, y después de lo que pasó anoche es extremadamente necesario para nuestra relación disipar la seriedad y volver a ser un poco más como al principio.

El alcohol no me pone estúpido, solo afloja mi lengua y lagrimales cuando tomo en exceso. Luego del reencuentro con mi madre me hundí en cerveza porque dolió haberla apartado, aunque sé que es lo mejor.

Hay una diferencia entre que alguien sea bueno contigo y comprensivo. El primer tipo trata de hacerte sentir más cómodo con los hechos o mejor, el segundo se esfuerza en que te sientas acompañado aceptando cualquiera sea la circunstancia. Mis amigos pertenecen a la primera clase y ella a la segunda. Me abrazó lo suficiente para que nunca me sintiera solo en lo que resta de mi vida, y que me acariciara el cabello reemplazó el recuerdo de mi madre haciendo lo mismo. Con eso me di cuenta que aunque no pueda tener la infancia que quería, mi presente y futuro no están escritos.

Aún puedo llenarme de buenos recuerdos para que al final mi rencor no sea nada comparado a mi dicha.

Planeé explicarle la delicada situación con Agnes estando sobrio. Mi intención era contarle cada día y el proceso que nos ató al otro. Quería hacerle entender que ambos habíamos tenido la culpa y ella es una buena persona, pero no pude aguantar un segundo más sin que Billy supiera por qué había dormido con ella cuando tenía una novia al otro lado del país.

—No era mi intención interrumpir con la ardua jornada laboral. —Rio al ver a Rilton acorralando a una mujer contra el refrigerador, pero dejo de hacerlo cuando se giran y Billy Anne despega su boca de la suya.

La caja en mis manos pesa toneladas de elefantes africanos de repente.

—Jaden —dicen al unísono.

—Sí... —susurro—. Jaden —repito aturdido.

Abro la boca para decir algo, pero Jaden retrocede y se va. Suspiro y miro a Rilton, quien hace un ademán hacia la puerta.

—¿Quieres que vaya por él?

—No, déjalo. No entiendo por qué siempre hay que perseguir a los que saltan a conclusiones.

Se ajusta la corbata y arquea una ceja.

—¿No es un poco insensible decir eso teniendo en cuenta que le gustas?

—Insinuar que alguien es insensible también lo es. Regresemos a trabajar. No te preocupes, hablaré con él en un horario apropiado.

Asiente, se limpia el rojo de los labios y está por irse, pero Jaden entra a toda velocidad con la misma caja en las manos y el ceño de un niño pequeño que olvidó reprocharte algo.

—Es algo hipócrita decir eso de tu parte cuando te estabas besando con mi compañero en horario laboral.

La incredulidad me hace reír. Supongo que haremos esto ahora.

—¿Saliste con aires de ofendido pero te quedaste oyendo nuestra conversación en el corredor?

—Es un espacio público. 

Vuelvo a reír, esta vez de verdad, y le lanzo una mirada a Rilton a modo de despido. Él gesticula un «Buena suerte» para mí antes de cerrar la puerta. Jaden le dedica un «te odio» infantil.

—¿Con qué derecho hay reclamo en tu voz? —Me cruzo de brazos.

—¿Con qué derecho alardeas de tu perfecta ética de trabajo cuando metes tu lengua en la garganta de la gente cuando no debes? Estás dejando caer en picada tu reputación.

—Tú estás dejando caer mi pie en tu trasero si sigues hablando.

Nos sostenemos la mirada y me siento como en una película del viejo Oeste. Es como si estuviéramos esperando que uno desenfunde su arme y dispare en balas verbales.

—Puedo besarme con quien quiera. Tu opinión debería importarme un frijol.

—No cuestioné eso, sino que lo hacías en horas que deberían ser profesionales, y no existe ni una pizca de profesionalismo en intercambiar saliva. Si Berta si enterara me daría el puesto es un pestañear y te despediría.

—Tu amigo Inko tiene sexo en los armarios de limpieza como cuatro veces a la semana, pero a él no se lo recriminas y no lo acusas con la jefa, y hasta donde tenía entendido nosotros somos amigos. ¿Por qué no lo delatarías a él y a mí sí? ¿Es que una mujer no puede hacer lo mismo que un hombre por más que sea de igual de inapropiado?

Sus mejillas son dos semáforos en rojo.

—No intentes volver esto una cuestión de género.

—No intentes meterte donde no te llaman.

Me encojo de hombros, pero aún no estoy satisfecha, así que me acerco y le quito la caja de las manos para dejarla sobre la mesada. Cuando me giro para hacerle frente lo encuentro de brazos cruzados, pero callado. Un milagro.

—En primer lugar, no deberías cuestionar mi ética de trabajo cuando cometes plagio, llegas tarde a menudo, haces carreras clandestinas en las sillas de escritorio cuando ganan los Chiefs y robas botellas de vino de la oficina de Berta. —Cuadra los hombros y sonrío—. Sí, digamos que no eres bueno cubriendo tu rastro.

Sé que todo de lo que hablamos es un asunto serio, pero estoy reprimiendo las ganas de reír al ver su expresión.

—En segundo y último, aunque no debería explicarte, no estaba besando a Rilton. Usa brackets linguales y uno de los alambres se zafó. Su dentista no podía atenderlo, así que tenía mi cabeza casi dentro de su boca porque estaba intentando cortar la parte que lo lastimaba. ¿No notaste que tenía sangre en los labios o que estoy sosteniendo esto? —Levanto la navaja multiuso que me regaló tío Logan en caso de emergencia, abriendo y cerrando la pinza.

Da un paso atrás por instinto.

—Idiota —susurro.

Sus brazos caen laxos a sus lados y lo dejo procesando la información. Voy hasta la caja, curiosa al reconocer la letra del abuelo, y saco la hoja de la Victorinox. Corto la cinta y al abrirla encuentro una piscina de viejas libretas.

A pesar de que por lo que me contaron nunca las llevaba consigo y parecía almacenar todo su conocimiento en su cabeza, Bill Shepard dibujaba cada noche antes de ir a dormir tácticas de juegos, hacía anotaciones de sus jugadores y debatía jugadas consigo mismo. Tomo una y encuentro una lista de compras que incluye salsa y un recordatorio para regar de más las plantas de la señora Hyland para que mueran.

Son como sus diarios íntimos.

Echo una mirada sobre mi hombro y Jaden me mira con una sonrisa avergonzada.

—Lo siento, fue un imbécil. Estaba celoso porque detesto-admiro a Rilton pero te adoro a ti. No termino de ganarme un perdón que ya debo pedir otro.

Ambos nos reímos esta vez, pero una parte de mí no lo hace.

Te adoro a ti.

No se lo digo, pero sí pensé en besar a Rilton.

Cuando me desperté esta mañana con él sobre mi corazón supe que ya estaba perdonado, pero dudé en escribir la nota.

Este extraño pensamiento pasó por mi mente sobre si lo perdonaba porque entendía sus acciones y se lo merecía o si lo hacía por los sentimientos que están creciendo día a día en mi interior. Sé que para muchos es lo mismo. Sería más fácil si lo fuera, pero desde pequeña he divido todo hasta lo indivisible. Me gustan las categorías y ver bajo lupa hasta encontrar el origen de las cosas.

Mi pequeña fastidiosa gran científica, decía el abuelo cuando mis preguntas nunca terminaban.

No me estoy enamorando.

Lo sé porque su nombre e imagen no me quitan el sueño por las noches ni ansío verlo durante el día, pero cuando estamos juntos me siento como cuando estoy con Tyra, Ciro o mi familia. No hay un centímetro de mí que no se sienta cómodo, como si la vida nos hubiera reunido hace años, ¿pero por qué siento una conexión con alguien que conozco hace casi tres meses equivalente con personas que conozco desde que nací? 

Nunca creí aquello de que hay gente con la que solo haces click. Para mí dos seres pueden encontrarse y sentir el presentimiento de que un día lo harán, pero no creo que pueda hacerse cuando no conoces al otro lo suficiente, porque eso lleva a que en ocasiones quieras deshacerlo.¿Cuántas personas con las que uno cree tener el lazo más fuerte se quiebra? Traición, mentiras, sentimientos y pensamientos reprimidos. Todo explota cuando menos lo esperas, y aunque jamás se logre conocer por completo a alguien, cuantas más décadas pasamos a su lado más vemos de sus facetas.

El click tardío es mejor que uno apresurado.

Cuando estaba cortando el alambre suelto de Rilton se me ocurrió que si lo besaba podría comparar ese beso con el de Jaden, pero luego desistí porque la química entre dos sujetos es algo espontáneo y aleatorio, no como ese click donde te das cuenta que quieres ser parte de la vida del otro y el otro de la tuya. 

Puede que solo esté pensando excesivamente, pero si mis dudas caen una y otra vez en lo mismo debe haber un motivo por el cual lo hacen.

Él está revisando las libretas y riendo en silencio con las anotaciones del abuelo. 

¿Por qué no puedo descifrar qué siento y quiero cuando estoy contigo, Jaden Parker Ridsley?

Nuestros teléfono suenan al unísono con un e-mail, rompiendo mi momento reflexivo del día.

De: [email protected]
Para: [email protected], [email protected]

  El día 28 y 29 de este mismo mes se les otorgará un permiso para pasar la noche acampando en los bosques limítrofes de la ciudad, con entradas incluidas al parque. Se excluyen los alimentos y el equipo necesario.

   Ambos deberán escribir a mano la respuesta a solo una pregunta que se les será enviada antes de su ingreso al lugar mencionado, donde perderán señal y conexión a internet.

   La mañana del 29 deberán entregar a la secretaria de turno su trabajo, sin modificaciones.

—Suena divertido —dice Jaden.

—Suena a que vamos a ir al baño en el bosque y ser atacados por culícidos.

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¿Qué tal los trata enero? A mí me está matando lentamente, espero que a ustedes les esté yendo mejor. 😂

1. ¿Les gusta acampar? ¿Qué tan amantes de la naturaleza son del 1 al 10?

2. ¿Se infartaron o rieron del beso-no-beso?

3. ¿Qué creen que siente Billy por Jaden y él por ella en este punto?

Con amor cibernético y demás, S. 💕

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