30. Dos orillas y un bote
—¿Esperando la muerte sentado, Shepard?
—Esperando que te des la vuelta para darte una patada en el trasero —gruño a Gael Hylatt.
El anciano se parte de risa y todos los demás vejestorios estiran sus rugosos cuellos, entrometidos como mi vecina en Betland. Nunca creí llegar a pensar esto, pero ese saco de huesos y horneador de galletas compulsivo es mejor que este puñado de arrugas gigantes que parecen la versión arcaica de cada persona que conozco. Es un alivio que la señora Hyland no tenga un duplicado aquí.
En realidad, tal vez lo tiene, pero serán cenizas en alguna vasija que decora el salón.
—El sepulcro será aburrido, así que diviértete mientras aún estés aquí.
Estoy por lanzarle un mordisco cuando me percato que tiene razón.
—Eh, Hylatt, ¿te gustaría una carrera?
—¿A dónde?
—A la tumba. —Sonrío.
Se ríe de nuevo y esta vez su dentadura sale disparada, golpeando a Elviro en la frente e interrumpiendo su lectura.
—Babosa forma de traerme de nuevo a la realidad —dice tratando de limpiar la saliva que salpicó las páginas.
No espero una contestación, me llevo dos dedos a la boca y silbo, como en los viejos tiempos. Hyland dinosaurio tiene razón. No voy a pasar el tiempo que me queda en esta limitada existencia viendo a través de una ventana o televisor cómo vive el resto de las persona sin yo vivir en absoluto. Tengo que hacer lo que amo tanto tiempo como me lo permita la hija de perra del tiempo.
—¡Yamilton y Mercurio, despejen el área de mesas y asientos! ¡Ducato y Khalo, tomen los folletos de las funerarias, asilos y enfermedades de recepción y marquen las yardas! —Desengancho la gorra de los Chiefs que llevo sujeta al cinturón y me la pongo—. ¡Tú, la señora que parece un mapache, serás el arbitro, y quiero a los tres abuelos cuyos apellidos terminan en Sley o algo parecido aquí, porque vamos a jugar fútbol americano!
—¿Y si nos da un ataque al corazón mientras jugamos? No estamos en forma para esa clase de deporte —le dice Akala a un florero en mi lugar.
Marriet King la gira para que me mire, tanto como pueda hacerlo con esas cataratas de Iguazú que tiene en los ojos.
—Ese es el punto. Esto será mucho más divertido si se muere alguien.
—¡Señor Shepard, eso es macabro! —reprende Zuri, al tiempo que Katia y Brittany Alice enarcan una ceja con interés ante la propuesta de deporte, infartos y traseros caídos.
Una vez que tenemos mi campo listo, los divido.
—¡Equipo Zoquetes a la derecha, equipo Zopencos a la izquierda!
Una vez, fui a la universidad.
Viví estresado por los exámenes, resigné mis pasatiempos para estudiar y fui drenado de energía hasta el punto en que lo único que quería hacer era dormir. No, no lo quería, lo necesitaba. Querer y necesitar son fáciles de confundir, pero cuando ves la diferencia entre ellos tu vida se vuelve más sencilla porque dejas de engañarte a ti mismo en cuanto a relaciones, deseos y cosas materiales. La cuestión es que me gradué, pero jamás ejercí la profesión. En el fondo siempre supe lo que me apasionaba, pero estaba tan asustado de enfrentarme a mis padres y al mundo diciendo que no quería estudiar cuando todos lo hacían y aseguraban que no existía futuro exitoso sin un título, que terminé la carrera.
No me arrepiento de haber estudiado porque aprendí y conocí personas que me caen moderadamente bien —eso es mucho—, pero me pregunto qué hubiera sucedido si me hubiera pasado todo ese tiempo haciendo lo que en el fondo quería en primer lugar.
No querer lo convencional no es malo, como quererlo tampoco lo es. Todo se reduce a querer algo e ir por ello cueste el cansancio, esfuerzo, las lágrimas, la ira, decepción, tristeza y los días que cueste. Lo vale todo lo que te recuerda que estás vivo y viviendo esta vida, no solo dejándola pasar.
Hace más de cincuenta años que soy entrenador. No dejaré de serlo solo porque esté encerrado con tipos de dentaduras postizas y complejo de tortugas y dinosaurios. Ellos también necesitan recordar que están vivos y coleando, como Ratatouille una vez.
A veces extraño a la rata. O hámster. No sé con seguridad qué fue porque nunca me acerqué lo suficiente como para averiguarlo tenía tendencias anti-Bill, pero me recuerda al tiempo en que no me dolía la cintura, así que se hace echar de menos.
—¡Hora de jugar, seres vetustos y condenados!
—Te mataré —susurro a Tyra
—¿Cómo se llama el aludido? —pregunta con tranquilidad tío Blake.
—Jaden Parker Ridsley —anuncia la pelirroja, sorbiendo entretenida de su taza.
—Acabas de comprobar la teoría de que los Timberg cavan su propia tumba —aseguro.
Beasley y Hensley intercambian una mirada antes de acercarse. Ambos rodean el sofá donde están sus esposas por lados opuestos y se sientan en los brazos de estos, estirando sus propios brazos en el respaldo y cruzando un talón por la rodilla como si lo hubieran ensayado. Puede que me asuste la sincronización de los mellizos, pero no de ellos. Como buenos jugadores, la han practicado por años.
—Blake... —advierte tía Zoe, pero sus ganas de ahorrarme la vergüenza no son superadas por su sonrisa traviesa.
—Malcom —dice mamá, y no a modo de reproche. Lo está invitando a iniciar la interrogación, entretenida con mi sufrimiento.
Debe querer vengarse de la vez en que salí de su vagina. Eso sí que le dolió.
Miro a ambos con ojos entrecerrados, decidida a no acobardarme.
—¿Le gusta el arte? —empieza el morocho.
—Está muy interesado en el movimiento artístico corporal del Kamasutra —responde Tyra.
La empujo contra su madre, que se carcajea y le besa la frente alentando su conducta. Con ellas como familia no se necesitan enemigas.
—Es un individuo interesado en el desnudo como género artístico. —Trato de salir del agujero en el que mi amiga me ha lanzado sin cuerda para volver a subir—. Creo que le gustarían pinturas como El nacimiento de Venus, de Botticelli, y El origen del mundo, de Courbet, pero sin limitar el arte a la pintura... —Doy un sorbo al café con leche que aún le resta a mamá.
—Está haciendo tiempo para pensar —señala tía Jamie—, de tal palo, tal astilla. —Le guiña un ojo a Kansas.
—Se interesa en la música, pero a diferencia de referentes artísticos más antiguos como Mozart, incluye letra a la melodía. —Lo recuerdo cantando Despacito de Luis Fonsi y Wannabe de las Spice Girls con Inko y Bernardo en la discoteca—. Y le apasiona la danza... —Esa noche chocó su cadera y trasero con el abuelo tantas veces que, de recordarlo, a Bill Shepard se le adelantaría la fecha de vencimiento—. ¿Saben qué? Ahora que lo pienso, también le gustan las esculturas. Se cree El David de Miguel Ángel y a veces, cuando pone sus neuronas en funcionamiento, es igualito a El Pensador de Rodin visualmente hablando.
Hensley y Beasley intercambian una mirada.
—¿Modales? —indaga el progenitor.
—Muy buenos.
Siempre saluda al entrar a un sitio, el «gracias» está incluido en su vocabulario y también el «perdón», aunque podría mejorar este último porque a veces lo dice sin sentirlo. No sale de una habitación sin despedirse y abre la puerta de cualquier lugar para cualquier persona.
—¿Trasero?
—¡Mamá! —reprocho al tiempo que papá dice «¡Kansas!» y Tyra «¡Como un durazno!».
—Ni siquiera sé por qué estoy respondiendo a todo esto. No es mi novio y si lo fuera no tengo por qué contestar nada a menos que el abuelo esté presente con su pie cerca de mi jardín posterior. —Me acerco a tío Blake y lo abrazo con la esperanza de que se callen—. Por cierto, lo dejé en el centro recreativo esta mañana. Vendrá en bus mañana, pero me dio una lista para que vayan al supermercado por lo que necesita.
Cebollas para un ejército.
El hombre me separada de sí y me sostiene con suavidad por las mejillas. Sus hijos tienen su cabello y lindos globos oculares azules. De Zoe sacaron la locura, lo cual es más que suficiente.
—Espera un segundo, mariposa. —Estrecha los ojos—. ¿Dejaste a Bill un día entero a solas con el trasero de durazno? ¿Por qué le darías la oportunidad de matarlo y esconder el cuerpo si...? Oh, ya veo, el entrenador no sabe que estás con él, ¿verdad? Por eso vienes tan serena a repartir abrazos como si nada.
Ruedo los ojos y voy hacia papá, pero él levanta un dedo en mi dirección.
—Quiero aclarar que estoy orgulloso de tu inteligencia pero no me convence que la uses para omitir la verdad. —Baja el dedo y se cruza de brazos—. Quiero honestidad. ¿Por qué no nos llamará la policía para notificar que tu abuelo irá a la cárcel por homicidio doloso?
—Porque cree que Jaden es gay.
—¿Y se lo creyó? —Frunce el ceño, desconfiado.
—¿Cómo es que ni tú ni yo pensamos en usar esa excusa cuando nos tocó? —susurra Zoe a mamá.
—Porque no era creíble. Bill vio el pene de todos los individuos presentes en esta habitación, y si la tradición perpetúa, también verá el de trasero de durazno —explica Jamie.
—Dejen de llamarlo así... Ahora que he purificado mi alma revelando a un cuarto de mi familia la verdad de mi vida privada, ¿me dejarás abrazarte o tengo que ir a buscar a Ridsley para que lo ha...? —provoco, pero no me deja terminar.
Me alza y hace girar en el aire como si tuviera seis y no diecinueve. El fútbol lo mantiene en forma. Me rio tanto que el estómago me duele y cuando me baja estoy tan mareada que me aferro a su camisa y no lo dejo ir.
—Ridsley nada, aquí solo se abraza a Beasley. —Deposita un beso en mi frente con una sonrisa tan preciosa que mamá se le queda viendo embobada, aunque trata de disimularlo luego.
No quiero una relación en este punto de mi vida, pero el día que anhele una, no aceptaré tener menos que lo que tuvieron, tienen y tendrán mamá y papá.
🏈🏈🏈
Hay algo extraño, incómodo y muy íntimo en estar en el cuarto de alguien más, sea quien sea.
Si las paredes de esta habitación hablaran, me contarían las conversaciones secretas que tenía mamá con tía Jamie y Harriet sobre sus crushes. Si pudieran, silbarían las melodías que ella tocaba en el piano que está juntando polvo en un rincón. Si fueran capaces, me recitarían la cantidad de piropos matemáticos y sobre biología que mi padre le susurró al oído.
Es tan normal que resulta extraordinario que entre cuatro paredes haya recuerdos invisibles de primeras y últimas veces, de alegrías y terremotos emocionales.
Algunos objetos tienen una historia y otros son la historia.
El abuelo se negó a remodelar la habitación, así que mientras mis padres se quedan en la habitación de invitados, me hospedo aquí. Estoy terminando de cambiarme —necesitaba la ducha luego de estar en contacto cercano con los pies de Ciro—, mientras todos cooperan en el piso inferior para sacar la mesa, sillas y sillones al patio. Sin embargo, alguien no se enteró que la cena será al aire libre.
Creyendo que los pasos en la escalera son de Frida y Silvestre, me arrastro bajo la cama para asustarlos. El trabajo de prima mayor no tiene descanso, y evidentemente el de mejor amiga entrometida tampoco, porque Ciro abre la puerta y tira de la mano de Ty para que entre.
—Dímelo, Tyra. Dime que estamos mal.
—La gente suele decir «Dime que estamos bien», ya sabes, con algo esperanza.
—La gente se miente a sí misma y a los demás todo el tiempo.
En este momento tendría que estar saliendo de mi escondite.
—Sé que hay algo mal y por alguno motivo no me lo quieres decir, así que voy a ser un grano en el trasero hasta que me digas por qué me has estado evitando. Resolvamos esto y regresemos a cuando te sentías cómoda a mi alrededor, porque siento que desde que Billy te encontró en el jardín botánico has estado fingiendo que todo es normal cuando no lo es.
No suena enfadado, sino frustrado e incluso dolido.
En esto momento tendría que estar pidiendo disculpas por oírlos y saliendo del cuarto para darles privacidad.
Tyra no responde. No pone una excusa ni intenta huir, porque no ella es así. Le gusta mirar las consecuencias de frente, aunque no esté lista para afrontarlas.
—Si pudiera retroceder el tiempo, no habría pasado la noche con nadie a excepción de ti, Netflix y algo de comida chatarra. Hubiera hecho lo que sea para que no tuvieras que haber revivido lo que te pasó yendo a ese bar, y lo siento. Lo siento tanto que... Yo... Mierda. Lo siento, ¿sí?
No puedo verles el rostro ahora, pero Ciro se le acerca. Noto que lleva las zapatillas sin calcetines y que he sido estafada. Frida y Silvestre me hicieron creer que habían logrado ponerle ambas y ahora tengo dos billetes menos en la billetera.
Son suspicaces como Blake y traviesos como Zoe. Podrían ser un dúo de timadores estrella. Si juego bien mis cartas, podría ser su representante ilegal.
—Ese es el asunto. Tú siempre estás ahí para atraparme ante el mínimo paso en falso y luego te sientes la peor persona del mundo cuando fallas —responde ella, demasiado tranquila para tener alma de búho rabioso según Jaden—. No tienes que ser mi paracaídas y suavizar todas mis caídas. No quiero necesitarte, sino solo quererte. Nada me duele más que verte mal por cosas que no puedes controlar cuando ambos sabemos que soy incontrolable.
—¿Quieres luchar sola? —duda.
—Quiero que me veas luchar y seas mi animadora personal, con pompones, un dedo de hule con mi nombre y una camiseta con mi rostro y el hashtag #GoTyra.
Cuando lo oigo reír con esa adorable dulzura que a veces emana, le sonrío al zapato y la pelusa a mi lado a falta de interlocutores humanos.
—Costará, pero me mantendré al margen. No entiendo por qué no me lo dijiste antes sabiendo lo comprensivo y apuesto que soy. —La humildad de los Hyland nunca falta.
Tyra no hace un comentario sarcástico, lo niega o se ríe, lo que hace desaparecer mi sonrisa de inmediato.
—No te lo dije porque no quería estar contigo a solas.
—¿Por qué? Siempre estamos solos. Vivimos solos.
Ouch. Fue una puñalada a mi entera existencia.
—Porque cuando regresé al departamento anoche, escuché lo que le decías acerca de mí a la chica con la que estabas en tu habitación.
—¿Que no te molestaba que tuviera sexo casual en el departamento si te compraba donas para desayunar?
Los zapatos de Tyra van hacia la puerta sin prisa.
—Le dijiste que yo era un martes 13. Tú martes 13, pero no debes preocuparte. Sé que lo soy.
En este momento me gustaría que hubieran sido Frida y Silvestre, porque los niños no entienden referencias como esas tanto como yo no entiendo ni concibo que Ciro Hyland, mejor amigo del mundo, haya dicho que Tyra Timberg solo trae mala suerte a su vida.
Él no responde.
Ella se va sin decir nada más.
Miro el zapato y la pelusa, y cuando mi amigo se marcha y salgo del escondite, observo las paredes. A veces me siento como un objeto inanimado, testigo que no puede hacer nada más que mirar y cerrar la boca, porque hay situaciones que no nos conciernen a pesar de que queramos entrometernos para arreglarlas con desesperación.
Si tengo que limitarme a ser algo, seré una almohada en la que puedan desahogarse, porque creo que por primera vez me encuentro en un bote y cada uno de mis amigos está en una orilla distinta.
No quiero remar hacia un lado y alejarme del otro, porque aunque Tyra aparente que nada sucedió, la conversación y silencio que escuché de parte de ambos demuestra lo contrario.
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Sepan que corto los capítulos con amor de esta clase:
1. ¿Nacieron en un pueblo o ciudad? ¿Les gustaría vivir siempre ahí?
2. ¿Alguna vez dos de sus amigos se pelearon y se pusieron del lado de uno? ¿Se arrepienten?
3. ¿Cómo creen que será cuando Malcom y Blake conozcan a trasero de durazno? Respondan en emojis.
Con amor cibernético y demás, S. ♥️
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