15. Embutidos y padres

Huele a antiséptico. De forma automática mi corazón se sobresalta y abro los ojos de golpe, siendo cegado por la luz artificial. Quiero hablar pero no puedo, mi garganta está seca y toso con fuerza. Los pulmones me arden mientras me muevo sobre la dureza de la camilla. Con los ojos irritados y entrecerrados miro alrededor.

No es un quirófano.

Mi mano se dispara bajo mi muslo izquierdo, pero no hay nada allí.

—Hay que amputar —dice el cirujano, hay urgencia en su voz, pero sus movimientos son precisos y tranquilos mientras atan su bata tras su espalda y un enfermero ajusta la linterna sobre su cabeza—. Tenemos que... —Sus palabras se desvanecen cuando fija los ojos en mí, en el pánico creciendo en mi mirada—. Tranquilo, muchacho —dice en voz alta, para que todos se percaten de que no estoy inconsciente, como se supone que debo estarlo. Pero todo mi cuerpo está adormecido, ¿por qué no puedo moverme? ¿Qué pasó?—. Todo estará bien, respira... Traigan al anestesista de inmediato —ordena en voz baja a una enfermera.

—Jaden. —Una voz me saca del recuerdo.

Siento una mano fría apartando los mechones de cabello húmedos de mi frente. El contraste entre mi temperatura corporal y su tacto me estremece, pero logro calmarme en cuanto vuelvo a cerrar los ojos y disfruto la caricia, percatándome de que todo fue un recuerdo.

Ya pasó.

No estoy en una mesa de operaciones. 

—Hola, amor —saludo, exhalando más que aire, también el miedo. 

El silencio cae. Ella no se altera por mi estado y me da unos minutos para recuperarme. Sus movimientos no vacilan, no bajan o suben el ritmo. El corazón se me desacelera de a poco. Cuando vuelvo a abrir los ojos espero a que mí visión se ajuste a las sombras y la luz. Billy Anne se encuentra de pie a mi lado, aún tocando mi frente y los mismo mechones de cabello castaño.

—¿Mejor? —Es lo único que pregunta. 

—Mejor —aseguro con un asentimiento, notando que si no se alarmó por mi reacción al despertar fue solo para que yo no me inquietara incluso más.

Me sostiene la mirada. A pesar de la serenidad que transmite hay preocupación dilatando sus pupilas. Intento recordar qué sucedió hoy, pero los recuerdos se deslizan fuera de mi mente como agua entre los dedos. Frunzo el ceño y me esfuerzo un poco más, pero solo queda en un intento en cuanto siento que suaviza mi expresión con su pulgar. 

—Deja a tu cerebro descansar un poco, no seas terco —advierte. Su mano cae a su costado y extraño el tacto al instante, pero no digo nada—. Se te bajó la presión en el campo. Colapsaste en la parte de cemento y empezaste a sangrar. Los doctores a simple vista creen que estás bien, pero tienen que hacerte una tomografía más tarde —explica en voz baja, cuidadosa de no elevarla en caso de que me esté doliendo.

Un borrón de imágenes serpentea dentro y fuera de mi mente con eso. Recuerdo que vimos la mitad del partido desde la sala de locución. Ambos alentamos a los Chiefs y ocasionalmente se me escapaba un insulto que no debería llegar a los oídos de mis colegas. Ella me daba un codazo en el costado, juguetona. Era evidente que también tenía ganas de maldecir, pero se tragaba los comentarios. Estuvimos sentados juntos al fondo, hasta que luego del segundo tiempo nos dieron el mando de los micrófonos. Los ojos de Billy brillaban con euforia. Nunca la había visto tan emocionada. 

—¿Lo hicimos bien? —pregunto, esperanzando de que sí.

Si quiero ascender en el trabajo no puedo tener fallas. Berta y Morris vieron el partido, nos escucharon, y luego van a pedir un informe detallado. ¿Cómo se supone que lo haga si recuerdo tan poco? No puedo echarlo a perder.

Necesito recuperar cada sonido, imagen y emoción de las últimas horas.

Su sonrisa se ladea al inclinarse un poco hacia mí. El olor a antiséptico desaparece un segundo para ser reemplazo por el de su perfume. Siempre usa el mismo. Huele como a jazmines y madera, como a un jardín y a un libro.

Ese combo ni McDonald's te lo ofrece.

Su shampoo también se siente de forma más sutil. Creo que se lo pediré prestado. Su cabello siempre brilla, aunque lamentablemente no se peina. No sé qué clase de problema personal tiene con los cepillos.

—Lo hicimos genial. —Alivio me recorre el cuerpo—. Animamos un estadio con más de sesenta mil personas, Jaden. ¿Entiendes la magnitud de eso? —Hay ambición y felicidad en su voz mientras su pelo cae sobre su hombro—. Congeniamos. Nos divertimos. Fue... fue pura adrenalina y un constante manojo de nervios. Los Chiefs ganaron, justo como dijimos el abuelo y yo.

Ahora quiero recordarlo incluso más. ¿Por qué mis neuronas no van más rápido? Necesito café neuronal para acelerarlas.

Santa Narciso, quiero una taza de café caliente más de lo que quiero a mi propia hermana.

—Así que la estrategia de la salchicha funcionó —digo, con voz ronca, recuperando poco a poco el humor y estirando el brazo.

No me doy cuenta de lo que hago hasta que su contestación queda pendiendo de la punta de su lengua. Estoy acomodando el cabello tras su hombro otra vez. Mis dedos rozan parte de su camiseta y la piel de su clavícula. 

—Los embutidos a base de carne picada siempre funcionan —replica, al mismo tiempo que alguien se aclara la garganta en la puerta. 

Ambos giramos en dirección al dueño del sonido. Por primera vez siento algo punzante en la parte trasera de mi cabeza. Duele lo suficiente para molestar y ser incapaz de ignorar, pero no demasiado como para consumirlo todo.

—Hola, papá. —Billy no se aleja, pero dejo caer mi mano de vuelta a mi costado—. Este es Jaden... el Jaden consciente, al menos —me presenta—. Jaden, él es... —Dejo de escucharla porque más recuerdos me abordan.

Después del partido, Rossa nos dijo que tenía una sorpresa esperando por nosotros. Me guiñó un ojo y dijo que fuéramos al campo. Ambos pensamos que podríamos entrevistar a los jugadores o a alguien del equipo directivo. Bajamos un millón de escaleras y recorrimos un laberinto de pasillos mientras comentábamos el juego, aún extasiados. Billy se encogió sobre sí misma al salir a la brisa nocturna. Los reflectores seguían encendidos.

Era la primera vez que estaba tan cerca de un campo luego del accidente.

Ya casi no había gente en las tribunas.

Pero estaba él.

De pie en las yardas, esperándonos. Su presencia fue un incapaz de ser ignorada y me frené en seco. Sentí la amargura acumulada por los años verterse en mis venas.

Ya pasó, no tengas miedo, no volverá a suceder.

Malcom Beasley no va a...

—¿No ibas por un café, papá? —pregunta la chica, confundiéndome.

Mi cabeza vuelve al presente. El famoso jugador, mi ídolo de la infancia, está de pie a unos pasos de la camilla donde estoy acostado. Sus ojos son de un azul profundo, calmados mientras me mira. Por un momento temo que me reconozca, pero entonces su hija tose a propósito, haciéndolo apartar la mirada.

—Sí, claro, café —se apresura a darse vuelta, pero entonces se gira para volver a vernos—, descafeinado, porque la cafeína acarrea trastornos del sueño y migrañas si se toma en exceso —aclara, señalándonos a ambos—. Solo informaba —se excusa cuando Billy le sostiene la mirada, diciéndole algo sin la necesidad de palabras.

Su padre desaparece. Parece irreal que haya estado aquí, viéndome a los ojos después de estos años.

—Respira, Jaden —ordena en voz baja.

Exhalo despacio sin saber en qué momento comencé a contener el aliento. Noto que mis músculos se vuelven laxos, dejándome saber que se contrajeron en algún momento.

No me siento bien, mi mente está inquieta.

Ella me mira y sabe que algo marcha mal, por eso se deshizo de su padre. Es consciente de que me doy cuenta que ella sabe y yo lo sé. Malditos trabalenguas, no es el momento.

Nos sostenemos la mirada; Billy Anne queriendo preguntar por qué estar frente a su padre me afecta y yo tratando de trasmitir sin palabras que preferiría que la interrogante no se volcase en el aire. 

Aparto los ojos. Caen en mi pierna ortopédica, que descansa contra la pared a mi derecha. En algún momento, tal vez una enfermera o un doctor, me la quitó. No me gusta la sensación que me genera. Me hace sentir vulnerable.

Si la tuviera, podría levantarme y salir caminando por la puerta. Podría huir de la repentina incomodidad que se cierne sobre nosotros, pero estoy atrapado aquí sin ese tonto trozo de metal y plástico.

Dependo de una pierna ortopédica, ja. De por vida. Un objeto inanimado... No suelo pensar mucho en eso, pero ahora, con el pensamiento energizado por los recuerdos, siento mucha impotencia.

—¿Él te recuerda a tu accidente porque juega al fútbol americano? —Se atreve a preguntar al cabo del minuto.

Es la primera vez que estamos encerrados en una especie de burbuja confeccionada con pura incomodidad y secretos. Camino dentro de ella cuidadoso de no romperla.

—Sí —miento a medias, y vuelvo a mirarla—, pero está bien, en serio —insisto en cuanto veo la culpa en su rostro. Detesto verla de ese modo, así que trato de aligerar el tono de mi voz—. Creo que es una mezcla de todo. Él y el hecho de despertar en el hospital, y también el golpe. —Paso una mano a través de mi cabello, despacio—. No te sientas mal, amor. No es tu culpa. Gracias por estar aquí, pero lamento decepcionarte.

—¿Decepcionarme? —repite, con sus cejas uniéndose cuando frunce el ceño.

—No dejé que me despertaras con el beso de amor verdadero —recuerdo—. Arruiné mi cuento de hadas. Aurora y Blancanieves estarían muy enojadas conmigo.

Sonrío en cuanto ella se ríe por lo bajo, negando una y otra vez con la cabeza.

—El golpe no te afectó, evidentemente —comenta.

—Ni un poco. —Sonrío un poco más.

Sí lo hizo, pero en una forma que no estoy dispuesto a discutir ahora. Tal vez algún día, si aún seguimos compartiendo departamento o siendo amigos, pero todavía no.

Ella está a punto de decir algo al respecto. Lo sé porque existe una latente preocupación y seriedad en su rostro, pero antes de que puedo articular palabra alguien más lo hace. 

Gracias, quien quiera que seas.

—¡Jaden Parker Ridsley, ¿Cuántas veces te he dicho que tu cabezota no es indestructible?! —chilla Evelyn, la abuela, entrando por la puerta y arrastrando consigo su carrito de las compras. Nadie sabe por qué, pero lo usa como porta equipaje y me recuerda que seguimos en Tennessee. Ella voló hasta aquí—. Probaremos que tengo razón si quieres. Te mereces otro golpe por hacerme asustar así, nieto malo.

Ya no estoy tan agradecido.

Miro a Billy exasperado, pero ella solo se encoge de hombros.

—Estaba primera en tu lista de contactos de emergencia —se excusa.

Veo que quiero reírse en cuanto la anciana estaciona su carrito, me toma por la mejillas y escudriña en busca de marcas. Parece que a todas sus arrugas le salen ojos por la intensa atención que me dedica.

—Hola, abuela. —Suspiro, resignado—. Estoy bien, y también te quiero.

—¡Agradece que te encuentras bien, te hubiera revivido y matado otra vez de no estarlo! —Bernardo aparece seguido de Rilton e Inko—. No está en mis planes quedarme viudo, Jaden. ¿Sabes la cantidad de pretendientes que querrían consolarme con los que tendría que lidiar? —Sigue el juego a pesar de que no hay señal de Bill Shepard.

Dudo que esté muy lejos. Siempre anda acechando, como los crótalos.

Todos han estado preocupados, yendo y viniendo por el corredor en la espera de que despierte. Eso es fácil de deducir.

—Nos asustaste, imbécil —reprocha el chico de rizos azabaches, cruzándose de brazos.

—Ya estaba planeando qué cantar en tu funeral —dice el conserje de Adrinike Cod—. Una de Beyoncé, Rihanna o Lady Gaga sería una gran despedida.

—Gracias, papá —digo tomando el café que me tiende.

Recibo una sonrisa de su parte mientras me siento a su lado fuera de la habitación de Jaden. Doy un trago y luego me recuesto contra él, apoyando mi cabeza en su hombro y cerrando los ojos por un minuto.

—No es nada, mariposa —responde, haciéndome reprimir una sonrisa por el recuerdo y el cansancio.

Cuando era niña, un día mamá y papá estaban discutiendo sobre si debían recoger las hojas muertas que había dejado el otoño en nuestro patio. Él insistía en que eran un fertilizante natural y que sus nutrientes debían volver a la tierra, ella solo quería deshacerse de ellas porque iban a festejar mi cumpleaños al aire libre y el montón de órganos vegetativos de los árboles estaban formando pilas a montones.

Tenía alrededor de seis y me estaba divirtiendo de escuchar el crujir de todas esas hojas bajo mis zapatos. Entonces, apareció una mariposa. Comencé a perseguirla, jugando, pero empezó a alzar vuelo. Me subí a una de las hamacas que el abuelo construyó para mí y salté tan alto como pude, tratando de alcanzarla. Caí de cara y con los brazos abiertos en un colchón de hojas secas. Papá gritó del susto, y cuando ambos llegaron a mi lado y me levantaron, me encontraron riendo con una que otra rama en la boca. 

—Alguien quería ser mariposa —dijo mamá, suspirando de alivio antes de reírse con gracia, pero también asustada.

—Te dije que teníamos que dejar las hojas —se jactó papá, besándome la frente. 

Mamá le lanzo una mirada letal.

—No puedo creer que estés aquí —aseguro, levantado el mentón para mirar sus ojos azules.

—¿Creíste que iba a perderme el primer partido narrado por mi periodista deportiva favorita? —inquiere—. En ese caso estás equivocada. Tu madre quería venir también, pero se fue a visitar a Harriet, Ben y a tu prima Kenna a Nueva York, por el fin de semana.

Cuando lo vi de pie en medio del campo solo pude lanzarme a correr a sus brazos. Pasaron solo unas semanas, pero caí en cuenta de lo mucho que lo echaba de menos. Lo abracé con fuerza y fui feliz inhalando ese particular aroma suyo, el mismo que sigue impregnado a su antigua camiseta de los Jaguars sin importar cuántas veces uno la lave.

Él me levantó sobre mis pies, y cuanto me giré para decirle a Jaden que se acercara, toda alegría tambaleó con brusquedad dentro de mí.

Estaba de pie, cuidadosamente fuera del césped, aún en el cemento. Parecía ido, como si no estuviera realmente ahí. Lo llamé pero no contestó. Me acerqué dudosa, y cuando lo hice vi algo que no sería capaz de describir. Eran demasiados sentimientos juntos, o tal vez ninguno en absoluto. Sus ojos estaban fijos en Malcom y sus manos comenzaron a temblar, lo noté antes de que las apretara en puños en el intento de ocultarlo.

—¿Estás bien, muchacho? —le preguntó papá, dudoso.

Como si las palabras fueran fuego tangible, amenazante, él retrocedió. Lo llamé una vez más, pero parecía no oírme. De pronto, toda la fuerza pareció escapársele del cuerpo y colapsó. Traté de llegar a él, pero fue demasiado rápido.

—¿Está mejor tu amigo? —pregunta el hombre a mi lado, sacándome del ensimismamiento.

—Lo estará. —Eso espero.

No le cuento de mis sospechas o las preguntas que como un gran volumen de agua giratorio por las mareas forman un remolino en mi cabeza. Hay algo que Jaden no me está contando, pero no quiero presionar. No sé cuánta confianza hay entre nosotros, así que no estoy segura de que me lo confiese alguna vez. Además, se le da bastante bien evitar ciertas cosas.

Eso es un problema a pesar de que él crea que representa una solución.

—Así que... ¿Compañeros de departamento? —inquiere.

Doy otro trago al café. Cuando necesito tiempo para pensar en qué decir bebo algo. Tía Jamie dice que mamá hacía lo mismo cuando tenía mi edad.

—Hubo unos pequeños inconvenientes con la mudanza al principio —me excuso, haciéndolo reír—. Iba a decírselos, pero no quería que pensaran que necesitaba ayuda. Lo manejé de la forma más adulta posible y el abuelo supervisó y aceptó todo.

—No mientras, Billy Anne —advierte, más severo pero igual de entretenido.

—Bueno, tal vez lo amenacé para que aceptara, pero es prácticamente lo mismo. —Me encojo de hombros—. En lugar de convivir con Ibeth Ridsley lo hacemos con su hermano. Tienen un árbol genealógico en común, no es tan grave.

—¿Y cómo es él? —No se cansa de hacer preguntas—. Porque, por lo poco que he visto, parece realmente tranquilo. Incluso dulce, muy educado, y con la presión arterial baja teniendo en cuenta que se desmayó. Dile que siempre debe llevar un par de caramelos consigo, porque cuando la glucemia...

—Jaden no encaja precisamente con esa descripción —interrumpo, y él arquea una ceja, curioso—. Él es...

—¡Tío Malcom! —chilla Tyra, apareciendo por el corredor.

Ellos tres, teniendo en cuenta que ya es pasada medianoche, fueron a reservar un lugar para hospedarnos junto a Rilton, Inko y Bernardo. Nos vamos a quedar hasta que le den el alta a Jaden, posiblemente mañana.

—No levantes la voz, este es un hospital —reprocha Ciro tras ella. Él es una explosión de color rojo, dorado y blanco: tiene puesta una gorra, camiseta, calentadores y un guante de hule de los Chiefs a pesar de que el partido terminó hace horas. Incluso carga un peluche de K.C Wolf, la mascota del equipo—. Tío Malcom, dile que no grite.

—No le digas a tío Malcom lo que tiene que decirme que haga —responde la pelirroja.

Papá les sonríe mientras el grupo nos alcanza. Nos ponemos de pie para recibirlos.

—Controla a tus sobrinos antes de que armen una escena y nos prohiban la entrada a Tennessee para siempre —le digo.

—Los padres de estos idiotas no pudieron ser controlados, muchos menos lo serán ellos. —Suspira el abuelo, pasándose una mano por el rostro, cansado—. ¿Cómo estás, Beasley? —pregunta al final, dándole una palmada en el hombro a su yerno a modo de saludo—. Yo estoy a punto de hacerle un lugar a estos dos en la morgue.

—Abuelo —advierto, cruzándome de brazos.

—No use su tono de reproche conmigo si no quiere correr los más de cien mil kilómetros que tiene este Estado, señorita. —Me apunta con su dedo índice—. Usted no tuvo que pagarle quién sabe cuánta comida chatarra a niña Timberg y comprarle quién sabe cuántas porquerías comerciales a niño Hyland.

Es gracioso que se queje cuando, en el fondo, está feliz de habérselas comprado. De otra forma les hubiera dado una patada en el trasero para que dejaran de pedir.

—El coach está de malhumor porque tiene hambre, tío Malcom. —Se acerca Tyra a papá y lo rodea en un abrazo, mientras que Ciro lo saluda con un choque de puños.

—Tú tienes hambre —respondemos los hombres y yo al unísono.

—Entonces será mejor que cenemos —dice con sencillez.

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¿Cómo están, mis Ratatouilles? 💕 Yo genial luego de maratonear en Netflix Las chicas del Cable. ¿Cuál es su TOP 3 de series favoritas? Las mías son Game of Thrones, The 100 y The Originals de momento. 💻🍿

¿Cuál fue tu reacción cuando Jaden se desesperó al recordar su accidente?

#1


#2

#3


¿Felices de que Malcom esté sano y salvo? ¿Listos para ver más de cerca la relación padre-hija de M&B y tener más pistas del pasado de los personajes?

Con amor cibernético y demás, S. ❤️

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