❥︎ꨄ︎ C. 001 ☀︎︎

Luego de casi morirse de vergüenza frente al omega, JungKook estaba dirigiéndose por las calles de Seúl con destino al edificio Paradise. Maldecía a su animal interior. Era un maldito necesitado.

«¿Qué es lo que pretendes? ¡No puedes ir como si nada intentando seducirlo, muchísimo menos en público, frente a Yeong! » Reclamó insistentemente, los recuerdos de minutos atrás le hacían enrojecer el rostro.

«Minutos atrás, en el preescolar.»

—No has cambiado nada —el barítono conocido para la menor, le hizo soltarse del agarre de su padre y, a este, se le fue el aliento.

De nuevo. Estaba frente a su persona, sonriendo tan bellamente, sin esfuerzo, como solo él lo hacía, portando un mandil color celeste pastel con ositos bordados.

—Ojalá pudiera decir lo mismo de ti, pero es la segunda vez que nos encontramos y sería demasiado pronto para corroborarlo —respondió, su estómago revolviéndose al su lobo agitarse. Sus feromonas volviéndose dulces, seductoras para el omega.

«¡Detente ahora mismo!» Ordenó, mas el lobo le ignoró con orgullo; pues sintió obtener respuesta, al percibir el cambio de aroma del contrario.

La tensión fue palpable, aunque así como ambos pudieron percibirlo, todo dio fin cuando el estruendoso llanto de un niño resonó, de manera intermitente, al no querer ingresar a la escuela, obligándolos a salir del trance. De nuevo. Ambos no sabían cómo actuar con el otro.

Ambos soltaron una risita, avergonzados por el repentino bucle en el que se encontraron, Kook estaba por hablar cuando fue el otro quien se adelantó a hacerlo.

—La paternidad no te cambio. Siempre creí que serías el amargado de... —sus palabras se detuvieron abruptamente al darse cuenta de lo que estaba por decir, sus cachetitos se sonrojaron.

JungKook sonrió bajando su mirada por una fracción de segundo, se sentía como un estúpido frente a él. La principal razón, era su animal rebelde que intentaba obtener cualquier tipo de comunicación con el lobo ajeno.

—Puedes ver que no es así; porque esta mujercita, es mi adoración —respondió, tratando de no cometer el mismo error del otro.

La niña de hebras cortas y oscuras les miraba con curiosidad. Nunca había visto actuar a su padre así, podría estar pequeña, tener apenas unos cuantos añitos de vida, mas ella sabía de memoria cada reacción, acción y mueca del adulto.

—Papi Koo, ¿conoces a mi maestro? —Preguntó, intentando ser discreta.

JungKook acarició la cabellera de su hija, asintiendo brevemente sin saber cómo explicarle.

El maestro al verlo no saber qué respuesta complementaria darle, le pidió a la cachorra ingresar a la institución educativa, pues debía charlar cosas de adultos con su "Papi Koo".

—Ha pasado demasiado tiempo, Kook —habló de nuevo, justo después de que la niña se despidiera de su progenitor bajándolo a su altura para darle un beso en su moflete.

—Muchísimo —asintió, aprobando su comentario—. ¿Cómo has estado? ¿Cómo te ha ido? —Preguntó con curiosidad, era lo mejor que podía hacer por aquel maravilloso tiempo brindado.

—Me-... —antes de que pudiera responder, el llamado de otro educador le interrumpió, haciéndolo rascarse la nuca al caer en cuenta su rol momentáneo.

JungKook miró detrás del omega, viendo como otro —según sus sentidos como alfa puro— le llamaba para cerrar la entrada.

—Debo irme. Fue un placer volver a verte, en serio, Kook. Me llena de alegría saber que pudiste reconstruir tu vida de nuevo —explicó con una hermosa sonrisa en sus belfos, era inevitable no sonreírle en grande a quien un día fue la fuente de su felicidad.

Tae se dio la vuelta dispuesto a irse, comenzó a cerrar una de las compuertas, dado que los padres comenzaban a irse.

El pelinegro se preguntó si tendría otra oportunidad para hablarle, era incierto, y su lobo amenazaba con tomar el control de la situación.

A paso decidido, cuando la contraparte de la compuerta estaba por cerrarse por completo, Koo coloco su pie en medio.

—Sé que es atrevido de mi parte, pero ¿podemos vernos después? Han pasado años en los que no he sabido nada de ti... —propuso—. Por los viejos tiempos. ¿Qué dices?

El castaño hizo una fina línea sus bembos, prensando ambos con duda. Su animal interior chilló emocionado ante la oferta; entonces, decidió que no era una buena idea. Estaba por negarse al regresar su mirada a ese rostro donde, inesperadamente, suplicaba por que aceptara, mas fue interrumpido antes de fonetizar palabras.

—Puedes pensarlo, no tienes que responder ahora —añadió, sacando de su bolsillo su móvil—. Dame tu número, por favor —solicitó.

El omega lo pensó, los llamados de uno de sus compañeros se volvieron a escuchar, debía impartir clases y tenía la sospecha de que él insistiría si no aceptaba su última propuesta.

—Anota —cedió finalmente, dictando dígito por dígito.

Ambos se despidieron, conteniendo distintas formas en las que sus animales les impulsaban a hacerlo. Ambos, al parecer, eran conscientes de lo que la presencia del otro provocaba en cada uno.

JungKook se metió al auto, permaneciendo suspirante por un momento al sentir la alegría del animal en su interior. Se sonrojó intensamente cuando ronroneó en altavoz.

Extrañamente, su corazón se sintió cálido, pero más allá de eso, sin colocar las emociones del animal por el medio, se sentía pleno. Quizás, una presión menos de las tantas que su pecho guardaba.

«Tiempo presente, en el edificio Paradise.»

El pelinegro de iris celeste todavía llevaba una batalla interna con el lobo, sus manos sudaban con nerviosismo.

¿Cuándo fue la última vez que se sintió así? No recuerda con exactitud; mas estaba seguro que esa emoción, era desconocida luego de tanto tiempo.

Salió del auto en busca del ascensor subterráneo, su maletín en manos y cientos de enredos mentales; de los cuales, Jum, su lobo, se encargaba de colocar para atormentarlo.

«No molestes cuando trabajo. ¿Lo extrañas? ¿Sí?, genial. Solo le veremos una vez fuera de su trabajo; eso debe bastar.» Reprendió con un suspiro.

Jum no contestó a los regaños, en cambio, volvió a ignorarle. No importaba lo que Kook dijera, su lobo como el dominante berrinchudo que era, siempre sería todo lo contrario.

Era un adulto, un padre, una persona con experiencia en este tipo de situaciones. No debía sentirse tal como su lobo instaba a que fuera aquello.

Inesperadamente, no estaba tan molesto por las acciones de Jum, era, más bien, una especie de indescriptible enigma.

Caminó por el pasillo en dirección a la sala de juntas, revisando el móvil donde veía los mensajes de NamJoon, avisando que también presenciaría la asesoría por cuestiones de lazos personales con su cliente.

Se detuvo frente a la puerta de madera oscura revisando su aspecto, pasando por alto el aroma a omega que traía encima, que, era más evidente al estar mezclado tenuemente con las feromonas propias.

Saludó a los dos integrantes en la habitación, notando la tensión en el ambiente en cuanto ingresó allí, sonrió lábilmente, disculpándose por interrumpir la conversación.

Tomó asiento, empezando con un enunciado interrogatorio acerca de las pruebas que tenía el omega para demandar, como divorciarse de su marido; mas antes de proseguir, NamJoon le solicitó unos minutos, disculpándose con el cliente por cinco minutos.

—¿Qué ocurre? ¿Cuál es el asunto, señor Kim? —Cuestionó cerrando la puerta, dando unos pasos al costado de la misma.

—Esto es repentino e incómodo, pero, ¿has tenido alguna aventura con un omega antes de venir al trabajo? —Indagó, fue cortés con la pregunta, pero se animó a añadir más palabras para que Jeon no sintiera invasión a su privacidad—. Un omega te ha marcado en gran cantidad, hueles excesivamente a Flan con santolinas —añadió.

El pelinegro de orbes celestes arrugó las cejas por la confusión, él no tenía omega, olfateó su hombro para captar la esencia, mas antes de responder sobre el desconocimiento de la procedencia del aroma, el lobo interno estaba regocijándose, de nuevo.

—Me disculpo por eso, seguramente el aroma del maestro de mi cachorra se mezcló con el mío al estar charlando, porque no tengo encuentros con omegas, ni más ni menos —la seguridad en su respuesta fue suficiente para hacerle creer a su jefe la verdad.

Mientras tanto, su lobo gustoso por el afecto del otro, se deshacía en gruñidos de satisfacción interna, provocando que en el exterior, Jeon tuviera problemas con sus feromonas, intentando atraer al omega a su alrededor.

JungKook supo que no sería fácil apaciguar aquella combinación de aromas rodeando su físico, pues Jum no le aportaría a nada mientras no le diera lo que quería, y maldecía su poca consciencia como un animal.

El señor Kim había ingresado a la sala de reuniones luego de pedirle disminuir el aroma, de tal manera que no fuera incómodo para nadie allí dentro.

—Saldré a buscar café, ¿desean uno? —Avisó a los otros dos, asomando una parte de su rostro al interior.

Luego de recibir las peticiones ajenas, el pelinegro se retiró, dejando a NamJoon en compañía del rubio omega.

Y en el silencio que dejó a su socio con aquel rubio, la pregunta llena de curiosidad del mismo hombre, llegó a oídos del acompañante.

—¿Siempre viene apestando a omega? —Cuestionó al pelinegro.

—Para nada. JungKook es divorciado y padre soltero, se enfoca demasiado en su hija como su trabajo. Lo conozco hace poco, pero puedo asegurarte eso; pues cuando menciona a su cachorra, el excéntrico abogado desaparece —respondió, igualmente sintiendo dudas emerger en lo más recóndito de su cerebro.

—Es raro. Que tenga cuidado, un omega que marca en gran cantidad es riesgoso para el ciclo; mas por lo que percibí, es un recesivo, no será tan problemático como se puede esperar —agregó a la confesión del alfa.

—Tu olfato no cambia, SeokJin —rió con diversión al verlo sonrojarse lábilmente.

—Déjame en paz, Joon. Que gracias a eso, estoy por divorciarme —se defendió, provocando que la burla ajena se detuviera.

Ambos retomaron su plática inicial, antes de desviarse a sus inquietudes. Dejando en suspenso la intriga sobre el extraño suceso con Jeon, quien desconocía, al instante en que se le preguntó, la procedencia de las feromonas; o al menos, eso le hizo creer a Nam cuando percibió feromonas ajenas en su persona, que para su suerte, eran más que conocidas.

En el jardín de infantes, EunYeong miraba a su maestro explicando las vocales coreanas, además de colocar ejemplos con palabras que llevaran las letras. Trataba de concentrarse en lo que se le estaba enseñando, mas no podía.

Su papi siempre la bañaba en su aroma para que no lo sintiera lejos ni lo extrañara tanto, decía que era su hija, su tesoro, su mundo, la niña de sus ojos, su princesa. Entonces, ¿por qué había bañado a su maestro Tae con su esencia?

La niña continuaba pensando en ello, su papi no marcaba a nadie que no amara, ella era un ejemplo claro de lo que su padre alfa decía.

Cuando el maestro terminó el repaso en la pizarra, fue acercándose a las mesitas de sus compañeros para repartirles hojas a cada uno.

En lo que Tae dejaba las respectivas hojas con caracteres coreanos en manos de los cachorros, la pequeña Jeon se mantenía reflexionando en sí debería o no, preguntarle al maestro si su papi Koo lo amaba como a ella. Es que era extraño para ella percibir el aroma de su padre en alguien ajeno.

TaeHyung repartió unánimemente las hojas hasta llegar al pupitre compartido por la pelinegra y otro niño, les explicó brevemente que iban a colorear los caracteres, además de tratar de hacerlo en una línea disponible abajo del dibujo.

Teach Tae —le llamó en su lengua madre, antes de que se alejara por completo de su pupitre.

Yes, Eun-ssi? —Le alentó a seguir al colocarse a la altura de la cachorra.

Los demás niños los quedaron viendo al no entender el idioma en que ambos hablaban, provocando que la niña se sintiera un poco cohibida al tener todas las miradas encima.

Se llevaba bien con sus compañeros. Al menos con una parte del aula, los otros huían de su enérgica personalidad, mas les entendía debido a las explicaciones previas de su padre; aunque, eso no impedía que se sintiera cohibida al atraer toda la atención del grupo cuando hablaba en su lengua de origen.

—No es nada, teach Tae —respondió luego de unos segundos.

El omega asintió viendo a sus demás alumnos siendo simplemente ellos, sonrió, susurrándole un "luego me dices", para finalmente alejarse al frente y volver a repetir indicaciones, pues conocía muy bien cómo eran los niños por estar en constante habladuría con los otros.

El omega castaño les miraba con dulzura, el amor genuino a los niños era inmarcesible. En ningún instante se arrepentía de haber cambiado de licenciatura; por el contrario, cada que miraba al pasado se sentía orgulloso por haberlo hecho.

Esos niños, aparte de su hijo, se llevaban su energía, felicidad, amor, compasión y dulzura. El entrañable cariño hacia ellos, era enorme.

Se centró en la cachorra pelinegra que anteriormente le había hablado, era idéntica a JungKook en casi todo sentido. Enérgica, amable, tímida como extrovertida, amorosa e inteligente... era preciosa.

Al castaño siempre le gustó retarse a sí mismo, en especial porque siempre encontraba formas para superarse. Ayudar a que un cachorro se adapte a otra lengua teniendo conocimiento de otro idioma, al cual está arraigado, es difícil, mas no imposible para el de orbes lila.

Era una batalla a la que se había ofrecido voluntariamente, puesto que la mayoría de educadores temían confundir las enseñanzas que había recibido de forma particular.

Obviamente, en cuanto la directora mencionó sobre asignar un cachorro más al grupo de otro docente que creía ser incapaz de guiar a la persona tamaño mini, él se ofreció sin chistar, encantado.

Ese día, es decir, el lunes tuvo que asistir a dirección para conocer a la niña como al progenitor de ella para charlar brevemente sobre el conocimiento que traía la nueva alumna. Pero más allá de eso, tuvo la oportunidad de volver a verlo, sin querer.

Como si la luna estuviera jugando con ellos, volvió a cruzar sus caminos. Estaba por olvidar que él fue una de las personas más importantes en su vida, tanto a fines de la adolescencia, como al inicio de su adultez.

Fueron compañeros, amigos, amantes, novios y casi pasan a ser algo más que las simples etiquetas anteriormente mencionadas.

¿Cuántos años estuvieron juntos como pareja? ¿Cuatro o cinco? No recordaba con exactitud, pero, aproximadamente, podía decir que fueron casi cinco bellos años a su lado; tanto así que, cuando se marchó, el recesivo sufrió la ausencia en demasía.

Desde su perspectiva, pudo decir que fue quien más sufrió de los dos, pero no recriminatoriamente; más bien, el inmedible dolor que los omegas recesivos llegan a sentir cuando una persona de su vínculo familiar u amistoso se aleja por completo.

La nostalgia invadió su ser, saliéndose de control cuando varios de los niños se acercaron para rodearle, llenándolo de preguntas al su esencia a flanes con santolinas agriarse; porque aquel aroma, era el favorito de los cachorros, asumiendo que el maestro olía a postre dulce regulado.

—Maestro, no este triste —pidió uno, omitiendo algunos sonidos en el momento de verbalizar, dejando su actividad en el escritorio del dulce omega.

El castaño les sonrió, sintiéndose cálido al tenerlos ahí, rodeándole pidiendo que no agriara su aroma, intentando abrazarlo, puesto que el año anterior, él había sido el maestro a cargo de ellos, a excepción de la cachorra Jeon; ya tenían una relación más estrecha como alumnos a su educador, ya que Tae siempre fue demasiado cuidadoso, afectuoso y comunicativo con ellos.

Era un vínculo hermosamente genuino entre maestro y alumnos.

Una vez aquella pequeña conmoción pasó, los niños fueron ahuyentados con diversión por el de orbes lila, todos tomaron asiento en su respectivo lugar como el maestro les indicó y juntos elevaron el ánimo de la clase.

Los minutos dieron paso a las horas, hasta que finalmente llegaron al tiempo libre de receso disponible que todos tenían para consumir la merienda.

Tae se dirigía al comedor en compañía de cuatro cachorros que preferían comer en su compañía antes que ir a jugar; entre ellos, estaba la pequeña EunYeong, quien esperaba a sus compañeros dispersarse para hablar sobre el aroma de su papi.

El adulto en compañía de los cuatro chiquitines tomaron asiento. Normalmente, la hija de JungKook se mantenía tratando de conversar con su maestro, incluso con sus otros compañeritos, mas en ese momento, la cachorra guardaba silencio.

¿Y si mejor le preguntaba a su padre cuando estuvieran en casa? Su padre seguramente sabría responder su duda, ¿verdad?

Sí, seguramente saciar su curiosidad con su progenitor sería lo más viable para no hacer sentir extraño a su maestro, o "incómodo" como su padre le dijo una vez al charlar sobre ciertos temas.

La pelinegra retomó su postura luego de unos instantes en llegar a una conclusión, miró a sus compañeros comer amenamente a la par que le hacían preguntas al maestro Tae, y este último les respondía.

Su iris esmeralda quedaron fijos en la cajita, animándose a darle ese obsequio a su maestro, agarrando y jalando débilmente una parte del mandil celeste con ositos bordados, captó su atención.

Teach Tae —pronunció en inglés.

Yes, Eun? —alentó.

I brought treat, teach Tae —confesó, el omega procesó las palabras asintiendo antes de responder

Why? Is cute, but, don't need to do it, Eun-ssi —agregó con cariño, acariciando brevemente los cabellos de la niña, sosteniendo con una mano la pequeña cajita del postre.

I know, teach. But, love him. Is the best teach, is cute and beauty —mencionó de forma estrepitosa, puesto que a pesar de saber muy bien el inglés, tenía algunos fallos con respecto a la pronunciación totalitaria de las palabras y, recurría a hacerle apócope.

—Está bien, corazón. Gracias por el halago y el presente; aunque, para no causarle molestias a tu mami, puedes no seguirlo haciendo, linda —persuadió, ella era una dulzura.

Tae volvió su mirada a sus otros alumnos, pero solo quedaba uno de ellos, luego vio a los otros dos a lo lejos estar jugando en los columpios; al final, regresó su atención a la nena de orbes como la esmeralda.

La pelinegra tenía un rostro estoico, el castaño no entendía el repentino cambio, mas su lobo sintió una opresión, sus labios eran la única prueba que le permitía saber que ella estaba triste.

Jeon menor no le habló más, en cambio, se dispuso a comer su merienda de frutas con yogurt, dejando al maestro con su curiosidad a flote; mas lo mejor era no preguntar. En su lugar, el castaño, difundió sus feromonas a flan con santolinas que a todos los niños les fascinaba y confortaba en cualquier momento.

Necesitaba hablar con JungKook sobre el tema, esto no podía dejarlo pasar. Debía averiguar qué debía saber, cómo tratar con la niña ante esas situaciones y todavía más importante... ¿Por qué la madre o padre omega no había estado con ellos dos el primer día, por qué no había ido a dejar a la niña en esos primeros días, hasta el actual, donde solo vio a Kook?

Era miércoles. Las nueve con quince de la mañana. Tae debía estar pensando en qué actividad harían sus niños al ingresar al aula, pero su desconcentración era notoria.

Ahora se arrepentía de no haber sido él quien solicitara el número telefónico del alfa; puesto que, tal como el pelinegro le dijo, había pasado tanto, pero tanto tiempo sin saber del otro, desde que Jeon se fue al extranjero.

El de orbes celestes jamás volvió a Corea, y lo sabía, lo supo. Se enteró sobre su matrimonio seis años después de no saber nada de él.

Se sintió feliz de que un ser tan relevante en su vida formara su propia familia, porque él haría lo mismo en ese entonces; mas ahora, estaba en el presente y sus sentires se plantaban en un terreno sentimental privado.

¿Resentimiento?, ¿melancolía?, ¿nostalgia?, ¿cariño?, ¿dolor?, ¿tristeza?... No sabía qué era en sí aquella opresión sentida a mitad de clase con sus cachorros, mucho menos ahora.

Byeol, su lobo, no se comunicaba con él para nada; a excepción del ciclo de calor o para demostrar amor a su cachorro. De ahí en más, el omega era un punto cero que se ajustaba a cualquier otro número para seguir avanzando.

Desvió sus pensamientos al presente, abrió la cajita, sonriendo por los pastelitos. Era nostálgico verlos. Tartas de queso con zarzamora, hechas por JungKook, eran distintas a la de los otros días, donde eran de manjar con vainilla.

Sintió que un ronroneo escapaba de su garganta, involuntario, pues era la demostración por el encanto sentido en Byeol al lobo contrario. Sintiéndose cálido, querido y recordado.

Era imposible que recordara sus gustos con tal firmeza, ¿no?

¿Es que acaso no habían pasado casi diez años de distancia como para que él olvidara esos detalles?

Su estómago se estremeció junto a los recuerdos que llegaron como brisa fresca en plena primavera, miró a Eun y le ofreció uno, la niña se negó, añadiendo que su padre o empleados solía cocinar postres cuando ella lo pedía.

Aquello fue un dato que sorprendió un poco al omega, mas no era de extrañar al saber el talento nato de Kook en su ámbito de trabajo desde la fraternidad...

—¡TaeTae! —La voz femenina junto a los brazos delgados se enroscaron en su espalda.

El castaño se espantó, saliendo de su nube nostálgica tan pronto como su mejor amiga hizo acto de presencia, sonriendo.

—Yuqi, suéltame —rió el recesivo, sintiendo las feromonas de la alfa rodearle de a poco.

—Te quejas de mis feromonas pero no de las que traes encima, mmmh —reprochó con un mohín, empujándolo sin fuerza a un costado para sentarse a su lado—. Te recuerdo que también tengo pareja, Tae; además, EunWoo ya debería haberse acostumbrado —reclamó, olfateando ligeramente a su amigo.

La alfa contrajo el rostro en una mueca, ese aroma lo conocía perfectamente. Entre alfas, sabían identificar cuándo trataban de marcar a alguien como suyo; mas esas feromonas, llevaba un largo tiempo sin tenerla presente.

No podía ser cierto. Él jamás volvió y volvería a Corea. Mucho menos para buscarlo con ese fin.

¿Acaso Tae no se daba cuenta de la esencia ajena a la de su esposo?

Tragó saliva, interrumpiendo al castaño de lo que sea que estuviera diciendo a los niños en frente, fijándose que tenía una cajita de postres, emanando casi nada de la misma esencia...

¿Estaba perdiendo el olfato o qué demonios pasaba?

—Tienes el aroma de otro alfa, no es de Woo ni es mío —avisó al otro, él giró a verla.

Su semblante dulce cambió drásticamente, quizás, al notarlo. Se quedó en silencio, no dijo más para la mujer de hebras marrones, en cambio, le pidió a la única niña que conocía a su cachorro, buscarlo; mientras tanto, la pequeña Jeon, seguía en su nube, merendando, esperando que la hora de salida llegara. No quería seguir en el preescolar.

—Yuqi, esto es raro —mencionó con nerviosismo.

La alfa recesiva asintió, buscando las palabras correctas para no incomodarlo.

—Sabía que regresó, los halagos en el país por tener a un abogado liderando en otro continente siguen en primicia política —recordó.

Tae presionó sus belfos en una línea, JungKook se volvió famoso como abogado, la prensa lo alababa por sus grandes logros. Habían demasiadas especulaciones respecto a su retorno al país, como también, las incontables solicitudes de trabajo al hombre que vendió su despacho jurídico a un americano mitad germano.

JungKook era todo lo que cualquiera podría desear en el mundo diplomático sin ser un senador o fiscal, porque incluso, algunos denominaron al alfa como un allanador en el ámbito laboral.

—Solo pude confirmarlo el lunes en la oficina de la directora —comentó con un suspiro de indescriptible sentimiento.

Únicamente era un suspiro. Simple. Sin emoción o sentimiento alguno. Al menos eso fue lo que sintió como humano.

—Deberías quitarte las feromonas de JungKook, Tae —recomendó—. Pero antes, ¿lo viste recién? —Indagó, su curiosidad era genuina.

El pelinegro alfa era uno de sus mejores amigos al igual que el omega castaño; su grupito de cuatro era inseparable en la universidad, totalmente.

Además, ese idiota iba a pagárselas por no saludarles, tanto a ella como a MinGyu. Iba a maltratarlo en cuanto ella lo viera. ¡Era el colmo!

—Eh, bueno. Su hija estudia acá, de hecho... —empezó el de iris lila, apagando su voz al retroceder una parte de su cuerpo para dejar a la vista a la pequeña Jeon.

Song Yuqi asintió, observando a la niña que, pulcramente, ingería su cereal. La pelinegra al sentirse observada, miró de vuelta a la mujer castaña, conectando su pupila de esmeralda y cambiando de una inocente mirada, a una intensa.

Una sonrisa cálida se formó en la alfa, mas no fue compartida por Jeon menor, en cambio, sus orbes demostraron un vacío amistoso; pues era una simple maestra desconocida para ella.

Tae visualizó el intercambio, sintiendo un extraño Déjà vu con aquel intercambio. Así que, decidió intervenir para que la situación no se volviera incómoda para nadie.

Eun-ssi, she is miss Yuqi —le presentó a la castaña, la pelinegra asintió asequiblemente.

—Se parece a JungKook —dijo, regresando la vista al omega.

La niña ladeó la cabeza, ¿conocía a su papá? ¿De dónde? ¿Por qué ella no la conocía?

Who you're? How do you know dad? —Preguntó, viendo a su maestro para luego mirar a la castaña.

La mujer se sorprendió ante el buen uso del inglés de la niña, al menos porque ella apenas podía pronunciar un "I'm from Corea", siempre fue el omega, como el mismo Kook, los del talento oculto. A la par, MinGyu.

She is friend of dad, Eun-ssi. Surely, your dad can tell you if ask him —respondió por la mujer.

La pelinegra asintió. Tenía tantas preguntas para su progenitor. ¿Cuántas más le faltarían por hacer y conocer la respuesta? No sabía, pero su padre sí que respondería todas sus dudas.

El día de padre e hija, en diferente entorno, pasó apaciblemente. La hora de salida, llegó para EunYeong, esperaba a su padre pacientemente en el aula.

Sus demás compañeros, en compañía de sus padres charlaban con el maestro. Los miraba interactuar cariñosamente con sus madres.

De su mochila de conejo sacó una malteada, viendo al hijo de su maestro sentado en la silla de escritorio. Se parecía mucho al castaño.

Luego giró a la entrada del aula, esperando que su padre alfa apareciera para llevarla a casa y seguir jugando con sus primos. Tenían pendiente una sesión de peinados con alimentos preparados por su tío Gi, al igual que su padre.

Un pucherito surgió en su boca, mientras absorbía la leche de plátano del sorbete. La manga de su uniforme fue jalada un poco, ella volteó para ver quién estaba tironeando de su prenda.

Era el hijo del maestro Tae.

—¿Me das un poquito? —EunYeong no entendió de primera lo que el niño quería decirle, pues la palabra 'poco' tenía un diminutivo que ella desconocía.

Vio su cajita de leche y pudo entender a lo que su menor se refería.

—¿Quieres una? —Le preguntó, viendo a su maestro estar distraído con los padres de familia.

Luego regresó su vista al niño de hebras rubias, quien asintió con sus mejillas rojas, mientras Eun se disponía a buscar otra cajita en su mochila de conejo.

Olvidó darle uno a Mina, MinJi y San. Lastimosamente, ellos fueron los primeros en irse, puesto que iban a casa de sus abuelos después de la escuela.

—Toma —le tendió al niño la cajita, aceptándola gustoso, agradeciendo el gesto de la pelinegra de bonitos ojos.

Eran tan bonitos, no como los de su mami, tan encantadores, pero al fin y al cabo, bellísimos en esa tonalidad.

—A papá siempre se le olvida comprarme mis malteadas —suspiró, haciendo un puchero involuntario.

La mujercita observó al maestro, no parecía ser el tipo de papá que olvidaba lo que su hijo pedía; su frente se contrajo con extrañeza.

—¿El maestro Tae? —Preguntó, viendo al rubio negar con la cabeza mientras sorbía el lácteo.

—Papá Woo, entonces con mami siempre vamos a comprar saliendo de hacer vasitos de barro —añadió, omitiendo varias letras en las palabras.

—¿Mami? Pero el maestro Tae es un hombre —respondió confundida por la palabra con la que se refería al omega castaño.

El niño rubio con orbes color plateado vio a su progenitor buscarlo detrás de sí. En cuanto no lo encontró, le buscó con la mirada por toda el aula hasta que él levantó la manito para señalarle su ubicación, sonriendo y siguiendo la conversación con los padres de familia.

Yeong observó el intercambio entre padre e hijo, guardándose la duda para la conversación que tendría con su padre por la tarde.

La pelinegra se quedó en silencio, mirando al niño rubio hablar sin parar de cosas que no entendía, compartiéndole una última malteada para que la llevara a casa por si a su padre se le olvidaba comprarle algunas.

—Eun-ssi, tu papá llegó —la voz del castaño se coló hasta los oídos de ambos niños.

SeokMin se levantó del lugar a la par de la pelinegra, el rubio observó al hombre de traje frente a su mami. Tenía una sonrisa mientras veía a Eun llegar, para finalmente ambos chocar las palmas y pasando a un abrazo de afecto paternal.

—EunYeong progresa demasiado rápido para su edad, ¿estás seguro de que está en el grado correcto? —Informó el omega con amabilidad, viendo a la cachorra observar para saber qué diría su padre.

—Ella es muy inteligente, y tengo presente aquello, pero no la forzare a encajar en otros grados; aún así, agradezco la observación, Tae —respondió con dulzura, acariciando la mejilla de su princesa.

—De acuerdo —asintió, viendo a su hijo pasar a un lado para sentarse en la silla nuevamente, no sabía cómo decirle a JungKook lo sucedido en la mañana—. Ehm... hay algo que debemos hablar —miró a la pelinegra de iris esmeralda para luego ver al adulto.

Kook supuso a qué se refería, porque él también deseaba hablarlo, mas no era el momento.

—Igual quiero comentar algo al respecto, pero creo que no es el momento ni el ambiente correcto —dijo, rascando su nuca con nerviosismo.

El recesivo asintió comprendiendo, olfateando sutilmente las feromona ajenas. No había nada, ningún aroma. Y eso fue, inesperadamente, decepcionante en su interior.

—Te hablaré por la tarde para reunirnos otro día, ¿te parece? —Preguntó.

—Que sea cuánto antes, por favor. Hay ciertos temas que debemos conversar —agregó seriamente, dejando con un suspenso insoportable al pelinegro.

—Te veré después —asintió, despidiéndose del castaño al ofrecerle una mano.

El de orbes lila, dudoso, la aceptó, sonriendo nerviosamente para finalmente verlos partir tomados de la mano. Soltó todo el aire que no sabía estaba reteniendo.

Se sentía agotado. Sentía a Byeol decaído; de nuevo, estaba esa sensación de pérdida y vacío. Debían solucionar todo lo antes posible.

Buenas, buenas. Paso a hacer la actualización en este fic, además de ser al que más estaré subiendo capítulos en cuanto tenga tiempo. La mayoría serán programados para fechas en especifico, pero quiero llevar las actualizaciones a cada quince o dieciocho días, pero dudo cumplir el plazo que me imponga debido a mis ocupaciones.

En otras, les dejo una imagen abajo, realizada por la IA para que puedan ponerle rostro al hijo del bello educador.

Es muy lindo, ¿no? T-T

También hago mención de que pueden seguirme en mi Instagram, donde tengo y estaré compartiendoles contenido referente a todos mis fics; el link del perfil lo encuentran en mi descripción.

Nos vemos pronto, con suerte. <3

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