Dos caras de la misma moneda
GAMAN
Autora: Clumsykitty
Fandom: Kimetsu No Kaiba (Demon Slayer)
Pareja: Uzuren (Kyojuro x Tengen pa pronto)
Derechos: pues a fangirlear ¿qué no?
Advertencias: esto es una historia de Alfas, Betas y Omegas, ósea un Omegaverse. Al mismo tiempo, hay licencias respecto a lo que sucede en la historia original, para más placer. Por si las dudas, no es una oda al canon, es un fanfic, así que no esperen que todo pase igual porque pues no, aquí no hacemos eso. Una historia de encargo.
"Gaman", palabra japonesa que se refiere a la resistencia y capacidad de seguir intentando algo a pesar de las adversidades, o de seguir luchando a pesar de que todo parece perdido.
Gracias por leerme.
*****
Dos caras de la misma moneda.
"El momento elegido por el azar vale siempre más que el momento elegido por nosotros mismos."
Proverbio chino.
"El que es capaz de dominarse hasta sonreír en la mayor de sus dificultades, es el que ha llegado a poseer la sabiduría de la vida."
Anónimo.
Desde la fundación de cada Clan, estos siempre habían observado diferentes reglas para sus miembros, algunas muy claras para alguna de las castas porque de ello dependía el honor y la gloria de toda la Manada, no se diga la continuidad sagrada del legado como miembros de los Cazadores de Demonios. Cuando Kyojuro nació, su futuro lucía prometedor siendo el primogénito Alfa de un Pilar de Fuego. Eso hasta que el destino torció su camino cuando su padre terminó cayendo en la bebida luego de la muerte prematura de su madre, dejándolo a él como a su pequeño hermano Senjuro a merced de la ira paterna, su desprecio o su olvido en cualquier caso.
Ruka Rengoku, su madre, había sembrado en él la fuerza necesaria para seguir adelante pese a cualquier adversidad, así que el pequeño cachorro no se desanimó cuando su propio padre se negó a entrenarlo más, recalcando en todo momento que era un inútil sin el don necesario para convertirse en un Pilar de Fuego, no era el Alfa que una llama tan poderosa requería. Kyojuro no cedió, él entendía perfecto que cada uno era dueño de su propio destino, forjándolo día a día con las acciones logradas. Debía y tenía que entrenarse a sí mismo, con mucho ahínco para así honrar las palabras que Ruka pronunciara un día. Por ello desechó de su mente el instinto natural de querer una pareja, tenía una meta que cumplir, esa fue su prioridad en su infantil ser.
—Joven Rengoku —uno de sus sirvientes trajo un mensaje— La familia ha sido invitada a una reunión de Clanes, de carácter obligatorio.
El líder no estaba en condiciones ni tampoco en ánimos, así que el cachorro fue en su representación, después de todo solo era una reunión de las familias más sobresalientes, entre ellas estaban las que pertenecían al gremio de cazadores, pero en su mayoría eran simplemente Clanes de renombre por tener guerreros formidables. Kyojuro mostró una gran sonrisa, sus excelentes modales y paciencia al conocer tantos nombres y rostros, sin reaccionar ante las obvias y naturales provocaciones de otros cachorros Alfa que rondaban en el gran salón donde asistieron.
Observó con calma cada uno de los trajes representativos que portaban los diferentes Clanes, la forma en cómo se desenvolvían entre sí. Él todavía no traía el uniforme de un Pilar porque no lo era y recién había comenzado su entrenamiento con una espada real, estaba muy lejos todavía de ser un gran espadachín no se diga un cazador. Le gustó ver tantas personas tan diferentes en un mismo lugar, con aromas tan dispares que decían muchas cosas de ellos. Algunos solamente lo barrieron con la mirada porque era un cachorro todavía, otros hicieron una reverencia al reconocer su Clan, los cazadores de Fuego.
Sus ojos captaron una figura, perdida entre adultos que llamó su atención porque además poseía un aroma diferente que resaltaba a su nariz del resto. Era un cachorro Omega, de cabellos blancos como la nieve, vestido en lo que le pareció eran las ropas de los shinobi. Tenía los ojos más curiosos que hubiera visto, considerando los suyos que parecían de Alfa furioso todo el tiempo. Kyojuro pensó en saludar, después de todo no tenía nada de malo presentar sus respetos a una de las familias shinobi, caminando hacia ese grupo de cachorros bien dispuesto a presentarse.
Una mano lo detuvo, era uno de los Hashira, por lo que hizo una reverencia de respeto a pesar de estar confundido al ser detenido por este. El Alfa sonrió apenas, palmeando su cabeza para tranquilizarlo.
—No puedes acercarte a un Omega shinobi, joven Rengoku, es de mala educación.
—Oh, no lo sabía, señor.
—Solo puede acercarse su padre, sus hermanos o su pareja.
Kyojuro se sintió algo decepcionado, pero la mano en su cabeza volvió a palmearla para llamar su atención hacia el cazador.
—Tal vez un día lo conozcas, no se puede saber.
—No se puede saber —repitió, sonriendo de nuevo— Gracias, señor.
—Anda, ve con los otros cachorros, quieren conocer a un Alfa de Fuego.
—Todavía no arden las llamas en mí.
El pequeño Alfa volvió a casa muy orgulloso de lo que consideró su primera presentación, si bien quedó inquieto ante la imposibilidad de conocer ese lindo Omega que nunca se movió ni hizo nada, parecía como una estatua, pero se dijo que igual era porque así los entrenaban. Como fuese, Kyojuro le trajo a su hermanito algunas pruebas de lo que habían ofrecido de comida para que las comiera, mientras él le dejaba los obsequios que los Hashira enviaron a su padre en la puerta de este, haciendo una reverencia al olfatear el aroma exagerado del alcohol dentro de la habitación.
Siendo ya de noche, Kyojuro buscó en el jardín unas flores que llevó al altar de su madre, ofreciendo incienso junto con una oración para luego contarle de lo que había sido su día como si ella estuviera sentada frente a él escuchándolo mientras le bordaba una capa. Le contó en especial sobre el Omega de los shinobi que había visto en la reunión, su aroma tan fresco, tan llamativo que los demás se le antojaron como esos perfumes baratos que los mercaderes de calles venden como si fueran de los mejores. No pasó por alto cómo era, sus ojos en ese mismo tono que el corazón de las flores que presentó en el altar, dejándolas de ofrenda.
—Así es él, madre, sus cabellos blancos como estos pétalos y sus ojos en tono rosado oscuro como este corazón.
No había nadie para decirle al cachorro Alfa por qué ese niño Omega le había parecido particularmente diferente al resto, Kyojuro solo pensó que se debía a que era shinobi y de un Clan respetado porque los habían llamado junto a los Hashira y eso era mucho decir. Jamás se apartaría de su mente ese rostro de piel bronceada ni los cabellos de nieve, le hubiera gustado mucho escuchar el sonido de su voz, así tendría una buena comparación con algún canto de ave o de algún instrumento musical, no dudaba que ese pequeño Omega sin duda tenía alguna cualidad así, todos los Omegas siempre nacían con algún don que los cielos les otorgaban para ser recordados en la memoria de quienes los conocían. Su madre, Ruka, había sido una Omega así, y su hijo no dudó en que el resto de su casta poseía la mismas características.
—Madre, cuida de ese Omega, yo estaré bien.
Todos los días sin falta, hasta que las misiones lo alejaron de casa, Kyojuro siempre llevó un par de flores blancas con un corazón rosado al altar de su madre para recordarle del Omega cuyo nombre no sabía estuviera a salvo bajo su protección espiritual. Su hermano no entendió muy bien esa manía, tampoco le reclamó algo, tenían demasiados pesares con un padre que se caía de borracho y destruyó los libros sobre el Aliento de Fuego para impedir que se entrenaran en ello con la presión de los cazadores exigiendo que la espada flameante volviera porque los demonios volvían a aparecer, nuevos y más fuertes. El joven Kyojuro no tuvo más remedio que presentarse como si fuese un Pilar cuando su padre fue invocado, aceptando las críticas de los demás por su atrevimiento, agradeciendo las palabras de su líder y señor al no rechazarlo pues no poseía el título ni tampoco la aceptación del gremio.
Eso tenía que ganarlo más adelante.
Kyojuro supo que su tiempo en casa estaba por terminar, era hora de probarse como Alfa, de mostrar que su dominio del Aliento de Fuego era digno para ser un Hashira. Le dolió el dejar atrás a su hermano, pero este debía seguir su propio camino, le dolió dejar a su padre a merced de tanta bebida, solo esperó que recapacitara un día. Pero sin duda lo que Kyojuro más lamentó fue abandonar el altar donde todos los días había llevado el par de flores para su madre, ¿qué pasaría con el Omega ahora que ya no podía ofrendar sus oraciones? Si era un shinobi, no debía tener problemas, o eso fue lo que pensó. Todos ellos eran temibles, estaría bien hasta que sus caminos volvieran a cruzarse y esperó que convirtiéndose formalmente en un cazador, así sucedería.
—Hey, Kyojuro, ¿qué haces?
Mitsuri Kanjori se detuvo al ver que el joven Alfa se detenía para mirar hacia un lado del camino, siguió la mirada del chico, notando que se había fijado en un pequeño arbusto donde crecían unas flores de pétalos blancos con un corazón rosado de tono oscuro. Eran unas flores lindas, no excepcionales por cierto, pero el Pilar del Amor se preguntó por qué Kyojuro las encontraba fascinantes, estaba sonriendo como quien ve algo perdido que ha encontrado. Lo esperó paciente, después de todo era una mirada cariñosa y eso siempre lo apreciaría por encima de todo. Kyojuro pareció salir de su ensimismamiento, volviendo en sí para ofrecerle esa sonrisa brillante, alcanzándola para continuar su camino a la villa.
—Lo siento, me distraje unos momentos.
—¿Qué es lo que veías en esas flores?
—Una promesa.
—¿Promesa? —la joven parpadeó— ¿Qué clase de promesa?
—De que algún día he de encontrar de nuevo a esa persona especial.
—¿Ah? ¡Debes contarme eso!
—Tenemos una misión, ese deber sin duda es primero.
—¿Y luego me dirás quién te ha hecho sonreír así?
—Depende de cómo termines esto.
—Oh, ya verás, ya verás.
El joven Rengoku solo rio, observando a la Hashira ir corriendo a toda prisa a enfrentarse al peligro con ese mismo desdén que él poseía. Miró por encima de su hombro esas flores meciéndose al viento, un pétalo siendo desprendido y perdiéndose en el cielo claro. Kyojuro asintió para sí mismo, lo encontraría, seguro que volvería a ver ese Omega y quizá, tan solo quizá, podría ser posible que esta vez sí lo saludara, escuchara su voz, memorizara su nombre para luego cortejarlo.
Sonaba a un buen plan.
*****
Los Uzui tenían algo bien claro: no importa lo que costara, la misión debía cumplirse al pie de la letra. Para ello entrenaban a sus miembros con la disciplina más terrible entre todos los clanes de guerreros, que había costado la vida de varios cachorros, parejas e incluso líderes. El actual señor del clan tenía varias esposas que le habían dado suficientes herederos, cuando nació otro más, un lindo niño Omega que trajo una expresión de disgusto en su padre cuando le fue presentado.
—¿Omega? ¿Qué clase de esposa eres? ¿No sabes lo que cuesta entrenar un cachorro Omega? Al menos espero que sirva para entretener.
Tengen Uzui fue criado bajo la idea de que tenía que esforzarse diez veces más que el resto de sus hermanos porque era un Omega y eso lo hacía blanco fácil de los adversarios. Debía resistir más bajo las frías aguas donde practicaba el dominio de cada músculo aunque si apenas tuviera sus colmillos de leche, sin quejarse si debía correr en la nieve, con lluvia, no dormir para acostumbrarse a la vigilia, pasar hambre con alimentos recién cocinados frente a él. Todo el día estaba ocupado trabajando en su débil cuerpo de Omega para que su padre no estuviera tan decepcionado pues todos los demás herederos eran Alfas, como debía ser.
Cuando fueron invitados a una reunión de Clanes con motivo de conocer a los demás cachorros y quizá formar alianzas, el padre de Tengen le dejó muy claro que no debía hablar con nadie, era un Omega shinobi y jamás entablaba relaciones con alguien fuera de su familia sino hasta que tuviera una Marca y hubiera parido un cachorro. Tengen siguió a sus hermanos muy bien portado, quedándose quieto en la fila mientras era su padre quien hablaba y hacía el resto de las presentaciones por él. No se perdía de mucho como pudo observar pese a no moverse, los demás niños eran escandalosos, muy indisciplinados masticando con la boca abierta o riendo muy indecorosos.
Entonces, su oído captó algo, el sonido de una voz muy peculiar pues toda su piel se erizó de solo escucharla. Una cascada de sonidos armónicos como la mejor melodía que hubiera conocido en su corta vida, llena de tanta calidez que Tengen sintió que su cuerpo iba a prenderse en llamas. Apenas si desvió su mirada hacia el hermoso sonido, notando una extraña cabellera de puntas rojizas, un niño Alfa tenía esa singular voz. Recordó las amenazas de su padre, volviendo la vista al frente antes de que notara que estaba desobedeciendo, sin percatarse del niño con ojos de fuego observándolo a lo lejos, a punto de acercarse cuando un Hashira lo detuvo.
Algo bueno, porque el padre de Tengen notó el gesto, frunciendo su ceño al echar un vistazo a todos sus cachorros, esperando encontrar al culpable de que un extraño quisiera entablar una charla con alguno de ellos. Tengen se tensó, mirando al frente a nada en realidad, con la espalda bien recta apenas si respirando. Estando ese niño Alfa tan cerca, su voz le fue más clara, quiso escucharla más, todo su ser le pedía que fuera tras él, pero el miedo a su padre lo detuvo en su lugar. No se salvaría del castigo, pues cuando regresaron a su hogar, fue llevado al patio de castigos para ser azotado hasta que Tengen perdió el conocimiento, dejándolo ahí sin atención ni comida por haber ofendido a su Clan.
No se habló más del tema, con eso perdió la poca valía que tenía frente a su padre quien lo consideró como una deshonra pese a que Tengen se esforzó más todavía aunque eso significara que terminara llorando por las madrugadas o casi a punto de morir por tanto entrenamiento para crecer más, tener mejores músculos, no ceder ante ninguna amenaza Alfa. Cuando nadie lo observaba, el pequeño Omega solía mirar la luna, la noche callaba la mayoría de los sonidos para su sensible oído, entonces prestaba atención por si acaso el viento le traía el eco de aquella voz que llenaba de fuego su interior, suspirando triste al no escucharla.
Se quedaría grabada en su memoria, incluso trataría de imitar ese sonido con algunos instrumentos sin conseguirlo, pero no dejó de intentarlo mientras crecía más y más bajo los tratamientos que pidió para no ser un Omega flacucho y enano como la mayoría en su Clan. Nadie le dijo a Tengen que semejantes tratos iban a tener repercusión en su cuerpo, el estrés como los entrenamientos provocaron un retraso en su primer Celo, y cuando apareció, los médicos le informaron a su padre que no tenía consigo el aroma de la fertilidad para ser reclamado por algún buen Alfa.
Eso bien podía costarle el exilio de su Clan, Tengen guardó temor de que eso sucediera, resistiendo las lágrimas cuando su padre lo llamó a sus habitaciones para hablar sobre su futuro como Omega shinobi.
—Desde que naciste eras ya una decepción, ni siquiera para parir cachorros vas a servirme. Así que te daré tres esposas, ellas harán lo que tú no puedes, están entrenadas para que te sirvan bien.
—S-Sí, padre.
—Ahora vete lejos de mi vista, Omega inútil.
Tengen recibió a las tres jovencitas Beta como sus esposas, pues la continuidad de la línea de sangre era de las cosas más importantes, si él no podía dar descendencia como Omega, al menos debía intentar preñar a una de sus esposas con el fin de lograr algún cachorro Alfa que continuara su legado. Las tres eran de rostros dulces que de inmediato congeniaron con él, sin obligarlo a hacer nada, como si entendieran la pena de su señor pues era de conocimiento general que el líder Uzui no tenía ni una pizca de compasión para su propia familia.
—Te ayudaremos, mi señor, cuenta con nosotros —por primera vez, Tengen experimentó lo que era que le importara a alguien.
Quizá eso fue lo que intervino para cuando tuvo la cruel prueba de su padre, recibiendo una máscara y siendo arrojado a una enorme sala que apestaba a sangre y muerte para enfrentarse a otros cachorros. Tengen ya había estado en el funeral de tres hermanos suyos, fallecidos durante una misión un tanto imposible para ellos por ser tan pequeños todavía. Ahora él fue puesto a prueba con esas máscaras que escondieron sus esencias, dejándolos ciegos para descubrir quién era su rival. Solo eran seis, pero eran seis shinobi ya bien disciplinados que entendieron que solamente saldrían de ahí tomando la vida del resto.
La mano del cachorro Omega no tembló, porque ahora tenía a sus esposas y ellas estarían desprotegidas si él fallaba, porque eran las parejas de un Omega despreciado, el estigma las perseguiría. El filo de su cuchillo encontró el cuello de dos rivales, que al caer rompieron sus máscaras, revelando quiénes eran ante los ojos aterrados de Tengen. Sus propios hermanos. Dos más cayeron, quedando solamente ese hermano menor y él, mirándose uno al otro. Una ira se apoderó del Omega, porque su padre los había puesto a pelear entre ellos, solamente para llegar a ese punto donde jamás dudarían en cumplir su misión así tuvieran que extinguir a todo su Clan.
Eso jamás.
Frente a los ojos atónitos de su hermano, Tengen arrojó su cuchillo y se quitó la máscara, pateando la puerta con la suficiente fuerza para derribar sus seguros y salir de ahí. Su padre intentó sujetarlo pero esta vez, el Omega ya no se lo permitió, derribándolo. Tantos entrenamientos, tantos estiramientos, tantos tratamientos para fortalecerse lo habían hecho un joven alto y de complexión fornida. No sería más intimidado por nadie, mucho menos por quien jamás le mostró un gramo de cariño, pensando solamente en cumplir con un ideal que ya no quiso seguir más.
—¡No eres nada sin este Clan, idiota! ¡Jamás alguien te considerará digno! ¡Nunca! ¡Eres una vergüenza entre todos los Omegas!
Tengen solo tomó las manos de sus esposas y dejó su Clan para siempre sin mirar atrás, estuvo a punto de quebrarlo el romper semejante Vínculo, pero no más que pensar en llenar sus manos de sangre una vez más. Sus hermanos habían muerto por su culpa, no volvería a tomar una vida inocente mientras tuviera aliento de vida. Por eso cuando estuvieron lo suficientemente lejos, llevó a las tres jóvenes a un claro de un bosque para hacer lo que sería su juramento de vida aunque ni siquiera tuviera idea de cómo llevarlo a cabo, simplemente Tengen pensó que era lo correcto y a eso se aferró.
—Tengo una cosa clara que deseo escuchen bien —anunció a las chicas— Mi prioridad ahora son ustedes, su vida es primero, luego la de las personas inocentes y por último la mía. Así que jamás piensen en sacrificarse solo para salvarme, si ustedes están bien, yo también lo estaré.
—Mi señor...
—Así será, así viviré. No voy a fallarles.
Al salir así, no tuvieron nada en un principio más que sus habilidades y las ganas de tener una nueva vida. Los cuatro juntos no se dieron por vencidos, comenzando a ganar dinero protegiendo comerciantes que viajaban por los bosques, ayudando en tareas de rescate e incluso vendiendo uno que otro remedio contra venenos. Tengen pasó sus siguientes Celos ya sin control y libres con sus esposas, pero ellas nunca pudieron darle un cachorro pese a ello. Gentiles y discretas como siempre, solo dijeron que sus cuerpos eran demasiado jóvenes para embarazarse, debían madurar y fortalecerse otro poco antes de darle tan buena noticia a su esposo. Él no lo creyó así, dentro de sí siempre existiría la inquietud de no ser un buen Omega, después de todo había forzado su cuerpo al límite, no era natural, sin mencionar sus pecados.
Una tarde que rescataron a una familia secuestrada por un par de demonios, apareció ante ellos uno de esos servidores de los cazadores, invitándolos a que fueran con él pues alguien deseaba hablar con Tengen. El Omega aceptó, acompañado de sus esposas para conocer a quien sería su nuevo señor, Kagaya Ubuyashiki, con su piel maldecida por ese peligrosísimo demonio quien era ahora su meta. Tengen se sinceró ante él, porque le ofreció convertirse en un Pilar con todo y que pudo leer en él esas cosas que guardaba en su corazón y eso fue algo inesperado.
—No soy digno, mi señor.
—Eres un buen chico, necesitamos a alguien como tú.
—Si puedo servirlo, lo haré entonces.
—Bienvenido a la familia, Uzui.
Sus talentos ya habían alcanzado al gremio y con la aparición de tan fiero enemigo, necesitaban cuantas espadas encontraran. Tengen pareció ver una pequeña luz, aprendiendo a cómo ser un Hashira, prometiéndose no más esclavitudes ni tampoco menosprecios, para entonces ya era todo un Omega vanidoso y extravagante que incluso usaba esas joyas que solamente los Omegas de alta cuna recibían en sus cortejos, eso sin mencionar que siempre andaba diciendo que él era una suerte de dios vivo al ser tan guapo. Una buena máscara para ocultar que a veces cuando se miraba en el reflejo no le gustaba lo que encontraba, que muchas veces pensaba en ir donde su padre y hermano para cobrar venganza, pensamientos no muy dignos de un Pilar que escondía en lo profundo de su ser, incluso de sus esposas.
—Oh, oh tú eres Tengen Uzui ¿cierto?
—Señorita.
—Eres tan alto, y tan fuerte. Nunca había visto un Omega como tú.
—Ni yo a una Alfa tan hermosa con una sonrisa que parece una joya.
—Aw, me harás sonrojar —rio Mitsuri Kanjori, mirándolo de arriba abajo— Es curioso, solo hay otro Pilar que también es Omega pero ambos son tan distintos, aunque eso es bueno, si fuésemos todos igual ¿cómo podríamos ser tan fuertes?
—Un pensamiento muy atinado, mi señora.
—Pero ven, debemos presentarte, sin duda los demás querrán conocerte.
El recibimiento de los demás fue cordial, si bien estuvieron asombrados de ver a un Omega de sus características ostentando semejante personalidad tan escandalosa que salía de lo acostumbrado, nadie fue grosero con él. Tengen notó que faltaba un Pilar por conocer, Mitsuri también se percató del detalle, acercándosele para contarle.
—Oh, estaba hablando con lo aprendices, viene en unos momentos. Él siempre está ocupado viendo por los demás.
—¿Es el Pilar del Fuego, cierto?
—Kyojuro Rengoku, así es.
Apenas la joven estaba pronunciando su nombre cuando todo el cuerpo de Tengen pareció que fuera lanzado por una catapulta sin aviso. Jamás había olvidado la armonía de esa voz que escuchara en la vieja reunión con los demás Clanes, la memorizó al punto de crear una pequeña melodía que a veces canturreaba para sí mismo estando distraído. Esa voz ahora se presentaba una vez más en la forma del Pilar del Fuego y cuando el Omega se giró para verlo, se dio cuenta que era ese mismo chico Alfa que notara por entre todos, su cabello y esa mirada brillante que acompañaba la fuerza de su voz.
—¡Kyojuro! —Mitsuri hizo las presentaciones— Este es nuestro nuevo Pilar, Tengen Uzui.
Rengoku era todo un Alfa, emanaba una fuerza que parecía como un sol viviente caminando entre ellos. Tengen no pudo creer que tanto poder, tanto dominio y presencia tuvieran la más noble de las sonrisas con la más dulce de las miradas. No existía un gramo de agresión en el aroma del Pilar del Fuego, más bien era una sensación de que estaba en un lugar seguro, donde nadie le haría daño, como si algo dentro de él supiera que ahí, junto a ese Hashira, su vida tendría sentido. El propio Rengoku también pareció caer en una especie de trance, porque no se movió durante unos segundos, luego haciendo una reverencia a Tengen como recibimiento.
—Bienvenido a nuestro grupo, esta pequeña familia. Mi nombre es Kyojuro Rengoku, del Clan Rengoku, Pilar del Fuego en representación de mi padre ausente, será un honor trabajar contigo, aprender si es posible, de tu poder.
Tengen había tenido saludos similares del resto, pero ninguno le afectó tanto como el de Kyojuro. Su voz, su voz caló en lo más profundo de su alma, un eco que no iba a desvanecerse, menos si estaría viendo esos impresionantes ojos con esa sonrisa que parecía no conocer del dolor. Era un Alfa en toda la extensión de la palabra, digno de admirar, de seguir y servir. Era posible, no lo quiso pensar en ese momento que ambos tuvieran el mismo nivel, eso ni siquiera le importó, todo lo que Tengen deseó en esos instantes fue poder renacer una vez más, porque frente a un joven como Rengoku, se sintió indigno como nunca. Indigno de su sonrisa, de sus palabras bondadosas, de esa mirada que pareció buscar en él algo que tuvo miedo de mostrar.
—¡Ah! Debo presentarte a sus esposas —sugirió Mitsuri— Son tan lindas.
La sonrisa de Kyojuro perdió su fuerza y por alguna extraña razón que caló hondo en su pecho como cientos de navajas envenenadas, Tengen no tuvo el valor de mirarlo a los ojos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top