Galletas y Chocolate || OneShot
—Brrr... ¡Qué frío! —dijo el pequeño tricolor, frotándose las manos en un intento desesperado por calentarlas.
—Ni lo menciones. Ni siquiera siento las mías —respondió Tea, temblando como gelatina.
—¿A quién se le ocurre usar falda en pleno invierno? —preguntó Yami, arqueando una ceja mientras señalaba la vestimenta de su amiga.
—¡Oye! —se quejó Tea, fingiendo indignación—. Esperé muchísimo para usar ropa cómoda y bonita, y no esos horribles uniformes de instituto. Finalmente somos universitarios; podemos vestirnos como queramos y no como clones aburridos.
—De cualquier modo... —murmuró Yugi mientras frotaba sus brazos—. ¿No creen que un chocolate caliente caería perfecto para este frío?
—Con galletas de canela —añadió Yami rápidamente, mirándolo con una sonrisa.
—Eso suena delicioso —comentó Tea con entusiasmo—. ¿Recuerdan cuando éramos niños e íbamos a tu casa en invierno para comer chocolate caliente y galletas?
—¿Cómo olvidarlo? —respondió Yugi, con un brillo nostálgico en los ojos—. ¿Hace cuánto que no hacemos eso?
—Desde que terminamos sexto grado —señaló Yami, después de pensarlo un momento.
—¿Tanto tiempo? —Tea suspiró—. Qué loco cómo pasa el tiempo...
—En ese caso, ¿quieren ir a mi casa y revivimos esos días? —sugirió Yugi, con una chispa de emoción en su voz.
—¡Sí, por favor! —exclamó Tea—. Sería hermoso. Y podríamos ver una película mientras nos tapamos con una manta en el sofá.
Con una nueva chispa de emoción, los tres comenzaron a caminar hacia la salida de la universidad, mientras el viento helado les soplaba en la cara.
—Entonces, ¿qué tal si ustedes se adelantan a preparar todo mientras yo paso por una película? —propuso Tea, deteniéndose.
—Con que no sea de terror, estoy bien —murmuró Yugi, mirando hacia otro lado.
—Ay, Yugi, no seas miedoso —se rió Tea, burlándose de él—. Pero está bien, lo prometo: nada de terror. Iré rápido antes de que empiece la tormenta de nieve. Según el pronóstico, caerá esta tarde. ¡Nos vemos en tu casa!
—¡Sí! —gritó Yugi, alejándose con Yami en dirección opuesta—. Pero antes debemos pasar por el supermercado. Me falta todo para las galletas de canela.
—De acuerdo, gelatinita —se burló Yami, sonriendo al verlo temblar.
—¡Oye! ¡Deja de molestarme! —protestó Yugi, con las mejillas enrojecidas por el frío... o tal vez por algo más.
—Adelante. Deja tus cosas en el sofá —indicó Yugi mientras llevaba las compras a la cocina.
—Wow... ¿Remodelaste? —preguntó Yami, mirando a su alrededor con curiosidad.
—Sí. Pensé que sería bueno cambiar un poco. ¿Te gusta cómo quedó?
—Se ve muy bien —respondió Yami, examinando los nuevos detalles en la casa. No podía evitar recordar cuánto tiempo había pasado desde la última vez que estuvo allí. Desde que su relación secreta había terminado, no había vuelto.
—Bueno, vamos a la cocina. Ayúdame a preparar todo antes de que Tea regrese.
Ambos caminaron hacia la cocina. Mientras Yami comenzaba a preparar el chocolate caliente, Yugi se ocupaba de la masa para las galletas. La atmósfera entre ellos era cómoda, casi como si el tiempo no hubiera pasado. El sonido de los utensilios chocando y el aroma del chocolate llenaban el espacio, creando una escena tierna y cálida.
Cuando el chocolate estuvo listo, Yami sirvió dos tazas con cuidado, ofreciéndole una a Yugi, quien la aceptó con una pequeña sonrisa.
—Tea tarda mucho —comentó Yugi, mirando de reojo el reloj.
—Quizás el tráfico esté pesado. Llegará pronto —respondió Yami, observando cómo Yugi se levantaba para vaciar una bandeja de galletas recién horneadas en un frasco de cristal.
—Pruébalas y dime qué opinas. Son de la primera tanda —dijo Yugi mientras colocaba el frasco sobre la barra.
Yami tomó una galleta y la mordió.
—Deliciosa. Tan suave y rica... como tú.
El comentario hizo que Yugi se sonrojara, pero también frunciera el ceño con molestia, lo cual no pasó desapercibido para el ojicarmín.
—Voy a lavar los utensilios que usé para la masa. Si quieres, ve a ver la tele o algo. Yo me quedaré esperando a que salga la siguiente tanda del horno. —En ese momento, Yugi revisó su teléfono y leyó un mensaje—. Dice Tea que la tormenta llegó antes de lo previsto. El tráfico está peor, pero llegará en un par de horas como máximo.
El silencio volvió a caer sobre ellos, acompañado solo por el suave burbujeo del chocolate y el golpeteo del agua mientras Yugi lavaba los trastes.
—Yugi... ¿puedo comer otra galleta? —preguntó Yami, rompiendo el silencio.
—Tómala del frasco —respondió sin mirarlo.
Yami tomó otra galleta y le dio una mordida, saboreándola con calma. Había algo casi hipnótico en el sabor.
—Curiosa ironía —murmuró en voz alta.
—¿Qué cosa? —preguntó Yugi, secándose las manos antes de sentarse frente a él, al otro lado de la barra.
—Que una galleta, algo tan dulce e inocente como tú, pueda combinarse tan bien con el chocolate caliente, una bebida cuyo ingrediente principal simboliza lo erótico.
—Deja de decir tonterías —replicó Yugi, rodando los ojos.
—¿Nunca lo habías pensado?
—Obviamente no. Para mí, solo son galletas y chocolate —respondió mientras mordía otra galleta.
Yami dejó su taza a un lado y, con pasos tranquilos, se acercó por detrás. Sin previo aviso, depositó un beso suave en la nuca de Yugi, quien soltó un pequeño jadeo, llevándose una mano a la boca, sonrojado hasta las orejas.
—Tus puntos sensibles no han cambiado —comentó Yami, disfrutando de la reacción.
Yugi se giró rápidamente, con una mezcla de sorpresa y disgusto en su expresión.
—¿Qué estás haciendo?
—Te dije que quería otra galleta.
—¡Yo no soy una galleta! —protestó, poniéndose de pie.
Sin embargo, Yami lo tomó por sorpresa, atrapando sus labios en un beso. El azúcar y el polvo de galleta en los labios de Yugi lo hacían aún más tentador.
—Sabes a galleta —murmuró Yami con una sonrisa ladeada.
—Eres un idiota —respondió Yugi, claramente molesto, mientras intentaba salir de la cocina.
Antes de que pudiera alejarse, Yami lo sujetó de la muñeca y lo jaló hacia él, robándole otro beso.
—¡Para! —gritó Yugi, dando un paso atrás, su rostro encendido por una mezcla de vergüenza y enojo.
—No —replicó Yami con una determinación férrea, sujetándolo por los hombros—. No hasta que enfrentemos lo que dejamos pendiente.
—¿De qué demonios hablas? —Yugi forcejeó con frustración, tratando de soltarse, pero el agarre de Yami era firme.
—De nosotros, Yugi. De lo que escondimos, de lo que nunca admitimos del todo. De nuestra relación.
—¡No hubo relación! —vociferó Yugi, con los ojos brillantes de furia y algo más profundo—. ¡Ahora suéltame!
—¡Claro que la hubo! —insistió Yami, acercándose más, sus ojos ardiendo con emociones contenidas—. No sigas mintiendo. Ambos sabemos que nunca fuimos solo amigos.
—¡Eso es exactamente lo que fuimos! ¡Amigos y nada más! —Yugi negó con vehemencia, como si las palabras pudieran borrar el pasado.
—¿Por qué insistes en negarlo? —La voz de Yami se volvió más baja, pero también más intensa—. ¿Por qué tratas de enterrar lo que pasó entre nosotros?
—¡Porque estuvo mal! —La respuesta de Yugi resonó como un grito desesperado, un intento por convencerse a sí mismo.
—¿Por qué estuvo mal? —preguntó Yami, con un dejo de frustración en la voz—. Dime, ¿por qué?
—¡Porque somos chicos! ¡Nuestro tipo de relación está mal vista por esta sociedad de mierda! —exclamó Yugi, su voz cargada de frustración y dolor reprimido.
—Yugi... —intentó Yami, pero el tricolor menor no le permitió continuar.
—¡Si seguíamos con esto, terminaríamos destrozados! ¡Nos señalarían, te odiarían, y yo... yo no podría soportarlo! —La voz de Yugi temblaba al alzarla, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, pero seguía sin mirar a Yami—. ¡No quiero que nadie te odie, porque tú eres... porque tú eres maravilloso!
—Yugi... —llamó de nuevo Yami, más suavemente esta vez, pero Yugi parecía sordo a sus palabras.
—¡No entiendes! ¡Ellos nunca nos entenderían! ¡Todo esto está mal! —continuó Yugi, su respiración agitada, su pecho subiendo y bajando como si cada palabra le costara un mundo—. ¡Yo solo quería protegernos, protegerte! ¡No quiero que nadie te haga daño por mi culpa!
—¡Yugi! —La exclamación de Yami resonó con fuerza, pero no había rabia en ella, sino una mezcla de firmeza y calidez que rompió el torbellino de emociones de Yugi. Este se quedó paralizado, sus ojos abiertos de par en par mientras lo miraba, sorprendido por el cambio en el tono de Yami. Lo observó con intensidad, como si su mirada pudiera sostener el peso de las palabras que estaban por venir. Cuando continuó, su voz fue más baja, casi un susurro lleno de una honestidad que se clavó en el pecho de Yugi.
—Sé que el mundo no lo entiende. Sé que para otros está mal. Pero, si te soy honesto, me importa un carajo lo que piensen. —Se inclinó ligeramente hacia él, su mirada llena de una mezcla de dolor y amor—. Porque yo realmente me enamoré de ti, Yugi. Y por eso me dolió tanto cuando decidiste alejarte, como si lo nuestro no hubiera significado nada.
Yugi tembló al escuchar esas palabras, y su voz se redujo a un susurro tembloroso.
—A mí también me dolió... —confesó, bajando la mirada—. Pero tenía tanto miedo... Era tan difícil fingir que nada había pasado, especialmente frente a Tea. Y todavía lo es. Cada vez que te veo... solo quiero abrazarte, besarte... escucharte decir todas esas cosas que solías susurrar cuando éramos uno.
—¿Entonces por qué no dijiste nada antes? —La voz de Yami temblaba ligeramente, entre reproche y esperanza.
—Por cobarde. Por idiota. Por no saber cómo manejarlo. —Yugi rió con amargura, sin levantar la vista—. Lamento haberte dejado, Yami. Lamento no haber hablado antes.
—Pero lo estás haciendo ahora. Eso es lo que importa. —Yami suavizó su tono, acercándose con cautela.
—¿Me odias por todo esto? —preguntó Yugi, finalmente alzando la mirada, sus ojos llenos de miedo y arrepentimiento.
—Nunca podría odiarte. —Yami sonrió con ternura, y sus manos, que antes habían sujetado con fuerza, se movieron para abrazarlo con calidez. El gesto fue tan inesperado que Yugi, después de un instante de duda, terminó hundiéndose en sus brazos.
El silencio se llenó de emociones no dichas hasta que Yami se inclinó y rozó sus labios con los de Yugi, un beso suave y cargado de paciencia. Cuando sus labios se separaron, Yugi suspiró, aún temblando. Pero entonces sintió algo más: los labios de Yami deslizarse hacia su cuello, arrancándole un jadeo involuntario.
—¿Sabes? —susurró Yami con una sonrisa traviesa contra su piel—. Según recuerdo, tu cuello es tu punto débil.
—Claro que lo recuerdas —replicó Yugi, su rostro completamente rojo—. Si no, pensaría que solo me estás provocando.
—¿Debería detenerme? —preguntó Yami, dejando que sus labios rozaran la base del cuello de Yugi, justo donde sabía que lo haría temblar.
—¿Para qué preguntas? —respondió Yugi, frunciendo el ceño mientras sentía cómo las manos de Yami bajaban con descaro hacia su cintura—. Ya estás... ¡tocando! —protestó con un tono entre nervioso y exasperado.
Yami rió suavemente, pero no dijo nada más. Su sonrisa hablaba por él.
—¿Y tú? ¿Vas a detenerme? —preguntó Yami en un susurro, su mirada intensa clavada en los ojos de Yugi.
El menor apretó los labios, su mente dividida entre el deseo y el miedo que siempre lo acompañaba. No podía negar lo mucho que había deseado volver a sentir a Yami tan cerca, pero ese nudo en su pecho seguía luchando por mantenerlo contenido.
Yami, sin esperar una respuesta, dejó que sus labios recorrieran con suavidad el cuello de Yugi, arrancándole un jadeo ahogado que se le escapó sin querer.
Las mejillas de Yugi ardían. Su cuerpo temblaba con una mezcla de placer y nerviosismo, y la incomodidad bajo sus pantalones se hacía más evidente con cada segundo que pasaba.
Poco a poco, ambos retrocedieron torpemente hacia la sala, aunque no lograron llegar muy lejos. Yugi tropezó y, en un instante, ambos cayeron al suelo, envueltos en una maraña de risas nerviosas y respiraciones agitadas.
—¿Estás bien? —murmuró Yami, conteniendo una sonrisa mientras lo miraba.
—S-Sí... —respondió Yugi, con el rostro rojo, sintiendo el peso del cuerpo del mayor sobre él.
Pero esa caída no fue un impedimento. Los besos continuaron, intensos, hambrientos. Entre caricias, los suéteres desaparecieron con rapidez. Yami desabotonó su camisa con una facilidad despreocupada, mientras que la playera de Yugi fue retirada con una suavidad que le provocó un escalofrío al sentir el frío del aire en su piel.
—Qué bonita galletita... —comentó Yami con un tono juguetón al admirar la piel pálida y lisa de su Aibou.
—¡C-Cállate! —protestó Yugi, cubriéndose la cara con las manos, pero no pudo evitar reír ligeramente ante el comentario, incluso mientras su rostro seguía encendido por la vergüenza.
Poco a poco, Yugi se dejó recostar en el suelo de madera, que estaba tan frío que lo hizo temblar al entrar en contacto con su espalda.
Los pantalones también se fueron. Yami los retiró con cuidado, dejando expuesto el bulto bajo la ropa interior de Yugi, que no tardó mucho en desaparecer. El rostro de Yugi estaba tan rojo como el cabello de Yami.
—¿Hace cuánto que no te veía desnudo? —preguntó Yami, con una sonrisa traviesa que hizo a Yugi resoplar, claramente incómodo.
—¿Quieres callarte? Esto ya es lo suficientemente vergonzoso como para que empieces a recordar cosas.
—¿Por qué te avergüenza que te vea sin ropa? —insistió Yami, inclinándose un poco más, sus ojos carmesí brillando con un destello divertido.
—Porque mi cuerpo no es... —Yugi titubeó, bajando la mirada hacia un lado—. No es tan agraciado.
—No digas eso. —La voz de Yami se volvió más suave, y con delicadeza acarició la mejilla de Yugi—. Eres hermoso.
El sonrojo de Yugi no podía ser más evidente. Tapó su rostro con las manos, intentando escapar de la intensidad de las palabras de Yami.
—¿Vas a continuar o no? —murmuró al fin, su voz apenas audible tras los dedos que cubrían su boca.
—¿Quieres que siga? —preguntó Yami con un tono juguetón, arqueando una ceja.
—Bueno... Ya me quitaste la ropa —respondió Yugi, dejando caer las manos, aunque su mirada seguía esquivando a la de Yami.
—¿Qué tanto lo deseas?
—Ay, por los dioses... —Yugi suspiró, cubriéndose nuevamente la cara—. Solo haz lo que quieras.
—¿Lo que yo quiera? —La voz de Yami descendió hasta convertirse en un murmullo profundo, tan sereno que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Yugi.
—Sí... Lo que quieras, menos... —Yugi no pudo terminar la frase. Una sensación inesperada lo interrumpió, haciéndolo arquearse ligeramente mientras un gemido se le escapaba—. ¡Ahh! E-Espera... ¡Yami!
Sin previo aviso, Yami había dejado una ligera marca en la piel de la entrepierna izquierda de Yugi, quien intentó recuperar el aliento, temblando entre una mezcla de nervios y calor.
—Listo. —Yami se incorporó un poco, con una sonrisa de satisfacción pintada en el rostro.
—S-Sabes que odio que dejes marcas —protestó Yugi, su tono quejumbroso apenas disimulando el temblor de su voz.
—Niégame que te gustó la sensación. —Yami ladeó la cabeza, observándolo con una expresión traviesa—. Además, ahí nadie lo verá... ¿Puedo dejar otra?
—No.
—Yo oí un sí. —Antes de que Yugi pudiera detenerlo, Yami volvió a inclinarse, dejando otra marca más, ahora en el lado opuesto.
—¡Yami! —se quejó Yugi, aunque su voz carecía de verdadero reproche.
Con dos pequeñas marcas ahora adornando su piel, Yugi sentía cómo el calor se acumulaba en su interior, pero su cuerpo aún temblaba ligeramente por el contraste con el frío suelo. Mientras Yami lo observaba, su sonrisa se suavizó, dejando entrever un destello de ternura en su mirada.
—¿Tienes frío? —preguntó, rozando con cuidado los mechones tricolores de Yugi.
Yugi no respondió de inmediato. Cerró los ojos por un momento, tratando de calmar su respiración, mientras el calor en su pecho luchaba por ahuyentar el frío que aún lo rodeaba.
—Un poco... —murmuró al fin, su voz más tranquila.
Yami se inclinó hacia él, dejando un beso ligero en su frente.
—Entonces tendremos que calentarte un poco más —susurró, antes de que sus labios volvieran a buscar los de Yugi, con una mezcla perfecta de pasión y delicadeza.
Los besos en la entrepierna eran cada vez más excitantes para él. Su miembro estaba totalmente erecto, por lo que Yami decidió comenzar a lamerlo cual paleta de caramelo.
Los jadeos de Yugi no se hicieron esperar. Su espalda se arqueaba en la desesperación por culminar pero a la vez retenerse el mayor tiempo posible. Había olvidado lo bien que Yami siempre lo hacía sentir. Finalmente culminó en la boca del oji-carmin, el cual tragó toda la semilla del oji-amatista sin queja alguna, mientras el otro se moría de la pena.
En su intento por ponerse de pie, Yugi tiró sin querer un trapo de cocina que estaba debajo de una taza de chocolate tibio. La bebida derrapó y cayó sobre el cuerpo de Yugi, empapándolo casi por completo. Yami, con una sonrisa cómplice, no perdió tiempo. Se inclinó hacia el chico y comenzó a recorrer su torso con pequeños besos, saboreando el chocolate que se deslizaba por su piel. Yugi, sin oponer resistencia, cerró los ojos, entregándose al momento. Las caricias de Yami eran suaves pero llenas de ternura, dejando una serie de marcas temporales que evidenciaban su cercanía y pasión.
Yugi suspiró, disfrutando de cada roce, de cada caricia. En ese instante, todo lo que importaba era estar allí, con él, compartiendo esa conexión que los unía de una forma que ni ellos mismos comprendían por completo.
Finalmente, Yugi sintió el deseo de corresponder de alguna forma. Desabrochó suavemente la ropa de Yami, moviéndose con una mezcla de nerviosismo y ansias. La cercanía, la tensión que se había acumulado, lo impulsó a continuar, aunque con timidez.
Se acercó a él, y la calidez de su piel lo envolvió mientras compartían un momento de conexión profunda. Yami se dejó llevar, disfrutando de la devoción de Yugi, quien, a pesar de la vergüenza, no dudó en seguir adelante. Sus cuerpos se entrelazaron en un juego de sensaciones, un paso más hacia la complicidad que ambos habían anhelado, y que había sido difícil de aceptar por miedo al juicio ajeno.
Yugi se quedó quieto un momento, sintiendo el dolor que acompañaba la experiencia, pero también la calma que venía con la presencia de Yami. Las lágrimas que brotaron de sus ojos fueron recogidas suavemente por él, que lo abrazó con ternura, buscando consolarlo en ese instante tan vulnerable.
Con paciencia, Yugi permitió que el dolor cediera, mientras las sensaciones comenzaban a transformarse en algo más agradable. La intimidad creció entre ellos, dejando atrás los temores, mientras se entregaban uno al otro con una pasión compartida y sincera, dejando que el momento los absorbiera por completo.
—¿Te duele mucho? —susurró Yami cerca de su oído, su voz cargada de preocupación. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Yugi ante el suave tono.
—No tanto. Es soportable —respondió Yugi, con una leve sonrisa, comenzando a levantarse y sentarse suavemente, sintiendo un placer agradable en cada movimiento.
Ambos jadeaban, la conexión entre ellos palpable en cada respiración entrecortada. Sus labios se encontraban una y otra vez, mientras sus lenguas se movían al compás de un deseo mutuo.
El sudor en sus cuerpos caía como pequeñas gotas, como perlas resbalando por sus pieles, marcando la intensidad del momento.
—Yu-Yugi... espera—murmuró Yami, la voz temblando por el deseo.
—No... No me importa si es adentro —respondió Yugi, sabiendo bien lo que Yami intentaba evitar, sin dejar de sonreír, casi retándolo.
—Ahh~
—Ahh~
El sonido del cronómetro resonó en la cocina, interrumpiendo el momento. Las galletas estaban horneadas y, al mismo tiempo, ambos tricolores cayeron rendidos en el suelo, agotados pero satisfechos.
—Estuviste increíble —dijo Yami, observando los orbes amatistas de su compañero con ternura.
—T-tú t-también... —respondió Yugi, sonrojado, sin poder contener una sonrisa tímida.
Yami soltó una risa suave, llena de ternura, al ver cómo su pequeño amor temblaba de frío.
—¿Me dejarías lavarte? —preguntó suavemente, y Yugi asintió, su rostro aún rojo de la vergüenza.
Yami se levantó con cuidado, mientras Yugi seguía un paso detrás. Recogió las prendas tiradas por el suelo y se las entregó al tricolor. Apagó el horno y sacó la charola con las galletas, dejándolas en la barra de la cocina. Después, levantó a Yugi con delicadeza, cargándolo de forma nupcial hacia la habitación en el segundo piso.
Una vez allí, Yugi dejó caer la ropa en el suelo, antes de que Yami lo metiera en el baño con él aún en sus brazos. Abrió la llave del agua caliente, haciendo que una suave vaporada llenara la tina. Yami, con una sonrisa, se quitó sus pantalones y se metió a la tina junto con él.
El chocolate cubría sus cuerpos, y Yami tomó una esponja, echándole un poco de jabón corporal. Con cuidado, comenzó a limpiar la piel de Yugi, moviéndose despacio, disfrutando de cada momento de ternura.
—Yugi... —dijo finalmente, dejando la esponja a un lado. Yugi abrió los ojos, curioso, sin dejar de mirarlo.
—¿Quieres ser mi novio de nuevo? —preguntó Yami con suavidad, una expresión de vulnerabilidad en su mirada.
Yugi tomó la esponja que Yami había dejado a un lado y, con una sonrisa juguetona, comenzó a tallar el cuerpo de Yami con suavidad, como si retribuyera el cuidado.
—Creo... que después de lo que pasó en la cocina, esa pregunta ya sobraba —respondió Yugi con una sonrisa traviesa.
Yami, sin esperar más, detuvo la acción de Yugi y lo besó dulcemente, un beso que sabía a canela y a todo lo que había quedado sin decir entre ellos. Yugi, sin oponer resistencia, lo abrazó, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento, sabiendo que, al fin, ambos habían encontrado su lugar.
— Perdón por llegar tan tarde, es que había mucha nieve y el tráfico está horrible... ¡Y huele a galletas y chocolate! —mencionó Tea con entusiasmo, quitándose el abrigo.
— No hay cuidado, Tea —respondió Yugi, sonriendo mientras ajustaba las almohadas en el sofá.
— Lo importante es que llegaste bien —añadió Yami, dándole un vistazo a su amigo antes de continuar con los preparativos.
Ambos chicos estaban organizando la sala, colocando las últimas cosas para la película. Tea entró al apartamento, dejando sus cosas en uno de los sofás.
— ¡Qué bien que llegaste! —exclamó Yugi mientras cerraba la puerta.
Tea comenzó a preparar la película, mientras Yugi y Yami iban por las galletas y las tazas de chocolate caliente a la cocina.
— Aún hueles a chocolate —comentó Yami, acercándose de manera inesperada y besando el cuello de Yugi, lo que provocó un ligero jadeo del chico.
— ¡Ah! —Yugi inmediatamente se tapó la boca y golpeó ligeramente el hombro de Yami—. ¡Tea está en la sala, compórtate!
— Pero es cierto... Hueles a chocolate... y a galletas. Así que quise probarte —respondió Yami con una sonrisa pícara.
— ¿No quieres mejor probar mi puño? —dijo Yugi, aún rojo, pero antes de que pudiera agregar algo más, Yami le robó un beso rápido.
— ¡Chicos! ¡Ya puse la película! —gritó Tea desde la sala, interrumpiendo el pequeño juego de miradas.
— ¡Ya vamos! —respondió Yami, mientras salía de la cocina, dejando a Yugi con un sonrojo enorme.
Finalmente, los tres amigos se habían reunido en el sofá, cubriéndose con una manta para crear calor entre ellos.
Yugi se encontraba especialmente cómodo, ya que se había sentado en el centro, disfrutando del calor que sus amigos le proporcionaban. La atmósfera estaba tranquila, con la película comenzando a sonar de fondo, pero el calor de la cercanía hacía que las sonrisas de los tres se alargaran un poco más.
Casi al final de la película, Tea se había quedado dormida sobre el hombro de Yugi, quien, a pesar de la cercanía, no se inmutaba. Mientras tanto, Yami, con una sonrisa traviesa, decidió aprovechar la situación para molestar un poco a su aibou.
A medida que Yugi seguía concentrado en la película, Yami comenzó a deslizar discretamente su mano por su pierna, causando un leve escalofrío en el chico, que no pasó desapercibido para Tea, quien murmuró algo en su sueño, pero no despertó.
Yugi, algo sonrojado y visiblemente molesto, miró a Yami, que mantenía una expresión completamente relajada, como si nada estuviera ocurriendo.
—Eres un tonto —le susurró, mientras se esforzaba por seguir viendo la película.
Sin embargo, Yami no se detuvo ahí. Movió su mano con un poco más de audacia, sabiendo que su aibou no podía hacer mucho sin despertar a Tea.
—Ah... —jadeó suavemente, intentando no ser tan obvio—. Deja de tocar tanto... Tea está justo al lado.
Pero Yami simplemente siguió mirando la pantalla, manteniendo su compostura, mientras su aibou se debatía entre frustración y vergüenza.
— Entonces no jadees muy alto o la vas a despertar— se burló. Seguidamente pasó a bajar el cierre del pantalón del chico sabiendo que este no podía evitarlo, pues si se movía despertaría a su amiga— mm~— contuvo su jadeo al sentir el cálido dedo de Yami en la punta de su miembro. Su inquietud aumentaba al igual que el ritmo de su corazón. Sus mejillas ardían en llamas y de alguna manera le gustaba sentirse así.
Yami continuó con sus juegos, mientras Yugi luchaba por mantener el control, conteniendo los jadeos que amenazaban con escapar.
A medida que el momento avanzaba, la presión era cada vez mayor, y Yugi, al borde de la desesperación, susurró en tono bajo:
— Por favor... para.
Yami, con una sonrisa traviesa, no mostró signos de detenerse.
— ¿No quieres llegar hasta el final? —murmuró con tono pícaro.
Yugi, sintiendo cómo sus piernas temblaban, respondió casi entrecortado.
— Si llego aquí, todo será un desastre...
Yami, sin inmutarse, se acercó y le plantó un beso suave, antes de responder con una risa ligera.
— Déjamelo a mí —dijo, cubriense con la cobija—. Cubre tu boca, ¿sí?
Confuso y nervioso, Yugi lo miró mientras Yami se acomodaba debajo de la manta, en silencio.
— ¿A-dónde vas? —preguntó, un poco alarmado, sin comprender por completo la situación. Yami tomaba su miembro para meterlo en su boca. Yugi, sorprendido y sin poder evitarlo, cubrió su boca con una mano, sintiendo una mezcla de nerviosismo y una extraña sensación que lo hacía tensarse, a la vez que trataba de mantener el control de la situación.
Finalmente, cuando todo terminó, Yami salió lentamente de debajo de la cobija y, mirando a Yugi con una sonrisa, le preguntó en tono suave:
— ¿Mejor?
Yugi, completamente sonrojado, solo pudo asentar, incapaz de articular más palabras. Yami, siempre juguetón, añadió en un susurro:
— No puedo esperar a nuestra próxima reunión para compartir más galletas... y chocolate...
Fin.
Hola gente hermosa. Espero que les haya gustado este OneShot que se me ocurrió y quería compartir con ustedes :3
Perdón si las escenas candentes no eran lo que esperaban, pero hace mucho que no escribo escenas +18 que creo estoy algo oxidada jeje.
Si esta pequeña historia les gustó regálenme una estrellita y un comentario uwu
Y si les gustaría leer más OneShots así también díganme para escribir otro XD
Sin más me despido :3
Hasta la próxima :D
Por cierno, si eres nuevo por aquí, te invito a dar una vuelta por mi perfil. Tengo historias emocionantes similares a esta :)
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