Prólogo

"Mucho tiempo ha pasado desde que la raza humana emprendió su viaje por el vasto e infinito océano de las estrellas. La humanidad floreció en cada rincón de la galaxia y todos disfrutaron de una gran prosperidad.

Pero un desastre sin precedentes, conocido como el Chrono Terremoto, desgarró el tiempo y el espacio, trayendo consigo la ruina a la humanidad. La red galáctica de comunicaciones falló y el viaje interestelar colapsó, dejando a decenas de sistemas aislados. En el caos, las tecnologías avanzadas se perdieron, y la civilización comenzó a decaer.

Hasta que un día, un enorme planetoide apareció sobre la órbita del planeta Transbaal. La Luna Blanca. Dentro de ella dormían los secretos del viaje interestelar y muchas otras tecnologías perdidas. Usándolas, la humanidad recuperó su equilibrio y una vez más logró conquistar el espacio. Transbaal usó la tecnología perdida para ampliar su influencia y promover paz y prosperidad por cientos de años, marcando el inicio de una nueva era de armonía.

Sin embargo...

En el año 412 del calendario de Transbaal, esa paz de repente se desvaneció.

Una misteriosa flota armada apareció de la nada, y se rebeló en contra del imperio. Con su poderosa armada, los rebeldes acabaron sin problemas con las fuerzas militares de Transbaal hasta sitiar por completo a la sede real del imperio.

En el sistema Criom, en las fronteras del imperio Transbaal... tres naves vuelan por el espacio infinito.

Y es aquí, donde comienza nuestra historia...

Estrellas, estrellas y más estrellas. Eso era todo lo que se podía ver por los ventanales del puente del crucero espacial. El joven comandante se reclinaba sobre su silla, resistiendo apenas el impulso de estirar sus piernas y apoyarlas sobre su terminal.

– Aahhh, qué aburrimiento. No está pasando absolutamente nada en este lugar.

Y así era. Hacía apenas unos días habían recibido noticias de un repentino golpe de estado, y de que las fuerzas imperiales se encontraban luchando contra los rebeldes, pero poco después dejaron de recibir mensajes al respecto. Él habría asumido que eso significaba que seguramente la rebelión habría sido sofocada, pero no podía evitar preguntarse cómo estarían Su Majestad el Emperador Gerard, y Lady Shatoyarn, la Santa Madre de la Luna Blanca.

Algunos dirían que no noticias significaba buenas noticias, pero aun así no podía sacudirse de encima esa sensación de que algo no andaba bien. El último mensaje que recibió de la 2da Flota decía que debía continuar con sus deberes de patrullar la frontera hasta nuevo aviso, y como el comandante de la flota estacionada en el Sistema Criom, no le quedaba más remedio que obedecer y esperar.

– Oye, Takuto.

Bueno, no habría manera de que las fuerzas del golpe de estado llegaran hasta ese lugar tan remoto. Por ahora, no le quedaba más que seguir aguardando.

– ¡Takuto! ¡Comandante Takuto Mayers! ¡¿Me estás escuchando?!

El aludido se giró para ver a su compañero, un hombre alto de cabellos blancos hasta el cuello y complexión clara. Su ojo derecho era de un gris azulado, mientras que el izquierdo estaba cubierto por un parche de color azul y blanco. En su uniforme militar destacaba un abrigo largo mayormente púrpura, salvo la parte superior y las mangas que eran de color blanco, sujeto con unas hombreras del mismo color de su parche. Su amigo más cercano y primer oficial de la nave, Lester Coolduras.

– Puedo oírte perfectamente sin que me grites, Lester. – respondió Takuto en el tono más despreocupado que pudo sacar.

– ¿Cómo puedes estar tan relajado en medio de una crisis? Aunque estemos en espera, no puedes sacudirte eso de encima, así como así. – dijo Lester cruzándose de brazos. Takuto simplemente se puso de pie y se rio ligeramente.

– Qué malo eres. No quería estresar a los demás, así que intento proyectar un aura de relajación.

– ¿Qué motivo hay para relajarse? – replicó Lester. – Ocurrió un golpe de estado, en otras palabras, ¡una guerra!

– Ya lo sé. Pero si nos ponemos a entrar en pánico ahora, ¿en qué ayudaría eso? – respondió Takuto. – Además, los soldados que hay aquí no tienen experiencia real en combate. Incluso si hay un golpe de estado o una guerra...

– Supongo. – admitió Lester. – Pero sigues siendo el comandante, así que al menos siéntate derecho, ¿no?

Takuto se rio por lo bajo. Lester siempre había sido así desde sus días en la academia, un tipo que se tomaba el protocolo y el decoro con demasiada seriedad para su propio bien, incluso en las cosas más pequeñas. Y siempre trataba de convencerlo de seguir su ejemplo, y falló miserablemente. Donde Lester se graduó con honores como el primero de su clase, Takuto puso el esfuerzo mínimo y se graduó entre los últimos que apenas aprobaron. Aunque eso no les impedía seguir siendo los mejores amigos a pesar de todo.

– Lo que sea que digas, todos seguimos esperando más información sobre lo que está pasando. – dijo Takuto. – Y ya que tengo a mi mejor amigo Lester Coolduras como mi subcomandante, puedo tomarme las cosas con calma.

– Honestamente... – Lester suspiró. – Sólo me llamas tu mejor amigo cuando te conviene.

– Cuando surja una emergencia, daré lo mejor de mí. Hasta entonces, mantendré la mente clara y trataré de relajarme.

– Ja, cómo envidio lo despreocupado que eres. – Lester volvió a cruzar los brazos y miró hacia el frente.

– Oiga, ¿Subcomandante Coolduras? – dijo uno de los operadores en el puente, dirigiéndose hacia Lester. Este se le acercó y empezaron a hablar en voz muy baja, quizás para que Takuto no los oyera. – ¿De verdad el Comandante Mayers está bien? De alguna manera, esto me hace sentirme más preocupado...

– A pesar de su apariencia, cuando la situación lo requiere es muy confiable. Yo creo en él. – dijo Lester en tono serio.

– Como sea. – dijo Takuto estirando los brazos. – Ya casi estoy listo para mi descanso. Caballeros, sigan trabajando duro.

– ... aunque no se note a simple vista. – agregó Lester con resignación.

– A... jaaa... – dijo el operador.

– No importa cómo lo pinten, esto es como estar de vacaciones. – Takuto girándose hacia la puerta. – Ahhh, qué bien se siente la vida fácil...

Y dicho esto, se volvió a sentar en la silla del comandante. Pudo ver por la esquina del ojo a Lester haciendo una mueca, pero eso no le afectó en lo más mínimo. Sea lo que fuere que estuviese pasando, ellos estaban demasiado lejos de la acción, y nada de eso los encontraría en esa locación tan remota. Así que él podría seguir disfrutando de sus días de tranquilidad y aburrimiento sin tener que preocuparse por nada ni por nadie.

No podría haber estado más equivocado.

Esta historia continuará...

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