Profecías caóticas (3-3)
Takuto se encontraba en la sala de los elevadores. Desde aquí tenía acceso a prácticamente cualquier área de la nave y sólo tenía que decidir hacia dónde quería ir para encontrar al responsable del lío que acababa de armarse. Pero la pregunta era ¿por dónde iba a comenzar?
El joven comandante hizo memoria de todos los eventos hasta ese momento. Una vez en un programa de detectives escuchó una línea que decía "Cuando has eliminado lo imposible, lo que queda debe ser la verdad", así que estuvo tratando de aplicarlo en este escenario. Para empezar, quienquiera que fuese el intruso, y por muy loco que sonara, el único momento en que hipotéticamente podría haberse metido al Elsior fue durante el impacto de los misiles que dañaron el hangar, lo que explicaría por qué se contuvieron en lugar de causar daños serios a la nave. Y si lo pensaba bien, también fue en el hangar donde escuchó que alguien tomaba una foto, luego de que Ranpha y Milfie regresaron tras repeler a los agresores, así que podría haberse ocultado allí todo el tiempo.
No estaba seguro cómo, pero su instinto le decía fuertemente que ambos eventos estaban conectados de alguna manera. No podía ser coincidencia que hubieran sucedido en el mismo lugar. La pregunta era ¿qué estaba haciendo aquí? ¿Qué buscaba? Él no creía que simplemente hubiese venido para ponerlo en aguas calientes con Ranpha, eso fue sólo un efecto secundario desafortunado. Tenía que haber venido por una razón mucho más importante.
– Al fin, aquí estás.
El sonido de un elevador abriéndose, y la familiar voz de Lester sacó a Takuto de sus pensamientos. El subcomandante del Elsior estaba mirándolo con los brazos en jarras, y se notaba bastante molesto por motivos que Takuto fácilmente podía intuir.
– ¿Qué diablos has estado haciendo, Takuto? – preguntó. – Se supone que hace ya rato que deberías haber regresado al puente a relevarme, pero te estabas tardando tanto que no me quedó de otra que salir a buscarte.
– Jejeje, bueno, es que... han surgido complicaciones. – dijo Takuto nervioso. – De verdad odio pedirte esto, Lester, pero ¿podrías seguir sustituyéndome un poco más? En este momento hay otras cosas muy importantes que necesito atender.
– ¿Cosas importantes? – preguntó con suspicacia Lester. – ¿Hablas de jugar a las escondidas con las chicas de la Brigada Angel?
– ¿Eh? ¿De qué estás hablando?
En respuesta, el subcomandante señaló con el dedo hacia la izquierda detrás de Takuto. Éste volteó, y alcanzó a ver por un breve segundo la cabeza rubia de Ranpha asomándose por una esquina, antes que se diera cuenta que la vieron y se ocultara rápidamente. ¿Todavía lo estaba siguiendo?
– Ranpha... ¿por qué no me crees? – murmuró Takuto.
– ¿Sucedió algo entre ustedes? – preguntó Lester. Takuto volteó a ver a su amigo, sin estar seguro de cómo iba a explicarle lo que había pasado.
– Eh... no que yo sepa. – mintió. No creía que a Lester le hiciera mucha gracia el hecho de enterarse que por accidente la vio casi sin ropa, especialmente luego que ella lo amenazó con ir a quejarse. Afortunadamente para él, Lester simplemente se encogió de hombros y decidió no seguir preguntando de eso.
– Si tú lo dices. Por cierto, Takuto, ¿por casualidad te estás volviendo más rápido al caminar?
– ¿Eh?
– Hace un momento te vi en el comedor. – explicó Lester. – Intenté seguirte cuando te fuiste, pero de repente apareciste aquí.
– Pero si no he estado en el comedor. – dijo Takuto.
– No puedo equivocarme, definitivamente eras tú. – replicó Lester cruzándose de brazos.
Entonces el impostor había estado en el comedor antes y Lester lo vio. Primero el vestidor, y ahora esto, no parecía tener un rumbo específico o un objetivo, fuera lo que fuese que estaba buscando. Lo más extraño de todo era que se viera idéntico a él. ¿Sería acaso coincidencia? Tal vez eligieron a un sujeto parecido a él o un maestro del disfraz para esto, pero considerando que él no era un oficial muy prominente, parecía improbable, si no imposible.
– ¿Será posible... que realmente haya otro yo? – se preguntó en voz baja, aunque Lester lo escuchó.
– Que el cielo nos libre de eso, con uno solo de ti hay suficiente. – replicó Lester en broma. – Aunque pensándolo bien, si tuvieras razón, eso podría ser malo también para ti.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó Takuto.
– ¿No has escuchado? – preguntó Lester. – Dicen que cuando se puede ver a la misma persona en dos lugares a la vez, significa que vas a morir. El rumor del espectro que te asesina y te reemplaza, el doppelganger espacial.
– ¡¿D-doppelganger espacial?! – Takuto empezó a reírse nervioso. No, no podía ser eso, ¿verdad? Si sólo era un rumor, no podía ser cierto, ¿verdad?
– Un momento, ¿eso es cierto? ¿Significa que Takuto va a morir?
Takuto y Lester se dieron la vuelta, y fue entonces que vieron a Ranpha que había salido de su escondite. Y en contraste con su enojo previo, ahora mismo sonaba genuinamente preocupada por las palabras de Lester, aunque por otro lado...
– Oye, no me des la sentencia todavía. – dijo Takuto, a partes iguales conmovido y ofendido.
– Pero si has aparecido en varios lugares a la vez, significa que vas a morir, ¿no? – insistió la rubia.
– Por eso estoy diciendo que no he ido al comedor. – señaló Takuto. Esto pareció convencerla al menos un poco, ya que se quedó pensativa.
– Cierto. Llevo vigilándote un rato y no has estado allí.
– ... Entonces, eso significa que Takuto sí tiene un doppelganger espacial después de todo. – dijo Lester en tono tétrico y burlón.
– ¿Ya quieres dejar esa historia de fantasmas? – insistió el comandante, ya empezando a molestarse. No quería empezar a creérsela también y luego terminar muriéndose de un susto o algo por el estilo.
– En ese caso, significa que tal vez haya dos Takutos. ¿Podría ser tu hermano gemelo? – sugirió Ranpha.
– Hrm, podría ser posible. – concordó Lester. Takuto por dentro admitió que esa teoría sonaba más plausible, salvo por un minúsculo e insignificante detallito.
– Ignorando el hecho de que sé muy bien que soy hijo único, ¿cómo pudo entrar al Elsior? – preguntó Takuto, tratando de desviar la conversación. Por supuesto, él ya estaba formando su propia teoría al respecto, pero quizás escuchar a los demás serviría de algo para develar el misterio, si consideraba todos los escenarios posibles.
– Entonces no es un fantasma ni un gemelo. – dijo Ranpha. – Por lo que no podemos descartarte como un posible mirón.
– ¡Que te digo que no fui yo! – gritó Takuto indignado. En serio, casi sintió que quería darse una palmada en la cara. ¿Habían vuelto al comienzo? Se suponía que intentaba probarle a Ranpha que era inocente, pero ella seguía empeñada en creer que no lo era.
– ¡Ah, ya sé! – Ranpha se golpeó la palma con el puño. – ¡Seguramente el ser acorralado por la flota de Eonia debió despertar poderes especiales en ti! ¡Puedes teletransportarte y moverte por la nave en un instante, y dividirte infinitamente! ¡¿Me equivoco?!
– Eso es ridículo. Ya ponte seria, Ranpha. – le dijo Takuto de frente. – ¿Acaso no fuiste tú la víctima del mirón antes?
– ¿Entonces qué demonios está pasando? – espetó la rubia. – Si vas a insistir en que eres inocente, pues demuéstralo.
– Por eso es que tengo que buscar por toda la nave. – replicó él. – Aunque ahora me preocupa el yo que apareció en el comedor.
– Por cierto, Ranpha, ¿sucedió algo con Takuto? – intervino de pronto Lester. – Se me hace un poco raro que lo estés siguiendo a escondidas.
– ¿Eh? N-no, no es nada. Simplemente no quería interrumpirlos, eso es todo.
Y sin decir más, la rubia salió corriendo, regresando a su escondite detrás de la esquina, seguramente para continuar vigilándolo desde lejos. Bueno, aunque fuese incómodo sentir su mirada encima, mientras no le entorpeciera o algo, le daba igual.
– Lo digo en serio, ¿qué pasó entre ustedes dos? – volvió a preguntar Lester.
– Es una larga historia. – dijo Takuto. Ya habría más tiempo para explicarla después, de momento otras cosas apremiaban. – Por cierto, ese... quiero decir, el otro yo, ¿realmente estuvo en el comedor?
– Sí, no hará ni cinco minutos. – replicó Lester.
– Bien, en ese caso tendré que verlo con mis propios ojos. – dijo Takuto con determinación.
– ¿Y qué pasa con lo de relevarme? – Lester volvió a cruzarse de brazos al recordarle que todavía tenía que hacer eso. Takuto se rio nervioso y puso las manos en posición de súplica de inmediato.
– De verdad lo siento. ¿Podrías esperar sólo un poco más?
– Hmph... ¿es que quieres endeudarte conmigo? – dijo Lester.
Takuto se tuvo que tragar el impulso de recordarle que él todavía le debía esos créditos por su apuesta, ya que había cosas más importantes ahora. Finalmente, después de un rato de mirarse fijamente, Lester terminó cediendo, y suspiró resignado.
– Ah, de acuerdo. Si realmente se trata de un doppelganger espacial, asegúrate de capturarlo.
– Obvio que lo haré, ¿pero por qué me lo dices? – preguntó Takuto.
– Deberías ya saberlo, ¿no? Si realmente hubiera dos de ti, me deprimiría mucho.
Y con esas palabras, Lester se dio la vuelta y cogió el elevador para regresar al puente, dejando a Takuto a solas. No supo ni qué pensar de ese último comentario, pero en vista de las circunstancias, mejor no darle tantas vueltas. Lo mejor que podía hacer era empezar a buscar al doppelganger espacial o lo que fuera. Y no habría mejor sitio para comenzar que el último lugar donde fue visto, es decir, en el comedor.
...
Al llegar al comedor, el lugar estaba totalmente vacío. Lo cual no era una sorpresa ya que todavía no era la hora del almuerzo, aunque había algunos que gustaban de ir a comer más temprano por si había algo especial y para no quedarse sin su ración.
Sea como fuere, Lester había dicho que lo había visto por aquí, así que quizás lo mejor que podría hacer sería preguntarle a la señora de los almuerzos.
– Oiga, disculpe. – la llamó desde el mostrador. – Esto sonará extraño, pero... ¿por casualidad me vio venir aquí no hace mucho?
– ¿Huh? ¿Comandante, no se había ido hace como un minuto? ¿Sí quería comer algo después de todo? – dijo la mujer, que parecía sorprendida y extrañada de verlo. Eso lo confirmaba, el impostor sí había venido aquí después de todo.
– ¡Entonces sí estuvo aquí! Dígame, ¿qué estuve haciendo? ¿Sabe por dónde me fui? – le preguntó sin tardanza. Luego quiso darse un golpe ya que eso sonó peor de dientes para afuera que adentro de su cabeza.
– Ah... pues no pidió nada para comer. Simplemente se la pasó mirando alrededor por allí. Y en cuanto a dónde se fue... pues ahora está aquí, ¿no? Digo, usted todavía es muy joven como para estar así de olvidadizo...
– No, no es que se me haya olvidado... – Takuto se rio nervioso por lo tonto que sonó ahora que lo veía en retrospectiva. – Como sea, muchas gracias.
Bueno, resultó ser un callejón sin salida después de todo. El sujeto ya se había marchado y le perdió el rastro otra vez, así que tendría que seguir buscando por el resto de la nave. A la salida, se topó con Ranpha, que apenas lo vio lanzó un gritillo ahogado y echó a correr hacia el otro lado del corredor hasta desaparecer en la esquina.
Muy probablemente ella seguía pensando que él era el mirón que la había espiado en el vestidor. Con ella siguiéndolo tal vez la cosa se le pusiera difícil, así que pensó que tal vez podría intentar perderla de vista, aunque fuese por un rato. Igual y tenía que dar algunas vueltas por la nave, así que decidió coger el elevador para ir al bloque D.
Pudo dejar atrás a Ranpha momentáneamente, y se escondió en una esquina hasta que la vio salir del otro elevador. La rubia miró para todos lados buscándolo, y afortunadamente se fue en la dirección opuesta. De inmediato aprovechó la ventana de oportunidad y se fue hacia la enfermería. Tras verificar que no había nadie más en el corredor, tocó a la puerta para que le dieran acceso y entró.
– Con permiso. Buenos días. – saludó. Como se esperaba, dentro estaban la Dra. Kera y Vanilla.
– Oh, buenos días, Comandante. – dijo la doctora. – ¿Podemos ayudarle en algo?
– ¿Te sientes mal? – preguntó Vanilla.
– No, yo... de hecho venía a ver cómo estaba Kuromie. Fui yo el que le recomendó que viniera aquí en primer lugar, por si se sentía mal.
Eso era verdad en parte. Kuromie debió haber visto a su doble, así que quizás debería explicarle ahora lo que estaba pasando. Ahora sabía que no tendría nada malo y de ese modo no tendría que preocuparse más.
– Ya veo. – dijo Vanilla. – Kuromie-san no tiene nada malo. Acompáñame por aquí.
Vanilla le hizo un gesto para que lo siguiera hasta una de las camas más lejanas de la enfermería. El cuidador se encontraba tendido mientras un escáner le pasaba por encima. Justo en ese instante se detuvo, concluyendo la examinación. Al abrir los ojos vio que Takuto se encontraba allí, y Vanilla procedió a anunciar los resultados:
– Examinación completada. Pulso y presión arteriales normales. No hay nada raro física o psicológicamente.
– Así que estás perfectamente sano. Me alegro. – dijo Takuto. – Bueno, al parecer no te equivocaste con lo que viste antes.
– Si te sientes mal, no dudes en venir a verme, ya lo sabes. – dijo la Dra. Kera.
– Ah, muchas gracias. – dijo el cuidador. – Pero me siento bien, se lo aseguro. Tengo que volver a mi trabajo, si me disculpan.
– Te acompañaré a tu oficina. – dijo Vanilla.
– Ah, yo también. Hay algo que necesito decirles.
Los tres salieron de la enfermería, dejando a la doctora seguir con sus deberes rutinarios. Por el camino, Takuto les explicó lo que estaba sucediendo, y que Kuromie no estaba viendo cosas, sino que había un intruso que de alguna manera se veía igual que él a bordo de la nave.
– ¿Es en serio? – preguntó el cuidador sorprendido. – No puede ser, ¿acaso es un doppelgänger espacial? Escuché los rumores...
– Aun no lo sabemos. – dijo Takuto, prefiriendo no pensar en eso. – Por ahora, tenemos que seguir investigando.
Mientras andaban por el corredor, Takuto alcanzó a vislumbrar de nuevo a Ranpha asomándose por una esquina. Qué fastidio, ya lo había encontrado de nuevo, y seguramente todavía estaba preocupada por lo que decía su fortuna.
– ¿Qué ocurre, Takuto-san? – preguntó Vanilla. Al parecer se había dado cuenta que estaba mirando hacia un lado.
– ¿Eh? No, no es nada. Bueno, yo tengo que irme. Vanilla, cuida de Kuromie por favor.
– Gracias. Con su permiso.
Kuromie y Vanilla se fueron hacia la sala de la ballena espacial, y Takuto de nuevo se quedó a solas. Por lo visto no había mucho sentido en seguir tratando de perder a Ranpha de vista, así que decidió dar otra vuelta por el bloque D en busca de alguna pista.
Pensándolo bien, si el intruso había entrado por el hangar, quizás habría alguna pista en ese lugar. Valdría la pena ir y echar un vistazo rápido. Quizás Creta y el resto del equipo de ingenieros supieran algo.
Echó un vistazo comprobando que Ranpha, efectivamente, continuaba acechándolo, pero fingió no verla, y empezó a caminar hacia la puerta que llevaba hacia el hangar.
Apenas entró, sin embargo, lo primero que oyó fue un grito agudo "¡Kyaaaaaa!" cuya voz reconoció de inmediato como la de Creta, y de nuevo por impulso corrió a ver qué sucedía. Grave error, ya que apenas lo vio, la jefa de mecánicos corrió hacia él y lo agarró del uniforme.
– ¡Comandante Mayers! – exclamó mientras lo estrujaba violentamente. – ¡Devuélvame mi foto, por favor!
– ¿Eh? ¿De qué foto hablas? – preguntó Takuto confundido. – ¿Y por qué tanto alboroto?
– ¡No se haga el tonto! – La mujer siguió sacudiéndolo. – ¡Una de mis fotos favoritas de Ricky ha desaparecido! ¡Le pregunté a una de mis subordinadas, y me dijo que lo vio a usted haciendo algo en mi escritorio! ¡Fue usted quien se robó mi foto de Ricky Cart!
Takuto tragó saliva. El impostor seguía haciendo de las suyas; primero Ranpha en el vestidor y ahora esto. Aunque no terminaba de encontrarle sentido a que quisiera robarse una foto, y él ni siquiera sabía quién era ese tal Ricky. Quizás fuera el novio de Creta o algo así, lo que explicaría por qué estaba tan molesta.
– U-un momento... primero cálmate por favor...
– ¡¿Cómo quiere que me calme?! – siguió gritando Creta. – ¡Esa foto vale más que mi propia vida!
– ¡Pero yo no tengo ninguna razón para robarla! – exclamó Takuto, teniendo finalmente que forcejear para quitarse las manos de la mujer de encima. – Para empezar, ¿quién es ese tal Ricky?
– ¡Ricky Cart, es un ídolo de la agencia Anny's! ¡¿Cómo es posible que no conozca a un chico tan lindo?!
De acuerdo, por lo menos ya sabía quién era el tal Ricky, pero esa última parte sí lo sacó totalmente de onda. Después de todo, ¿por qué debería él a conocer a un ídolo, más concretamente a uno masculino? Él estaría más interesado en celebridades femeninas por obvias razones.
Al ver que él no le respondía, Creta continuó gritándole:
– ¡Ah, qué importa eso! ¡Sólo dígame por qué se robó mi foto! ¡¿Tiene idea de cuánto tiempo llevo de esconderla en secreto?!
– No creo que sea un secreto por mucho tiempo. – señaló Takuto. – Con todo lo que has estado gritando ya todo mundo en el hangar debe haberte escuchado.
– ¿Eh?
Creta miró a su alrededor, y efectivamente, varias de las miembros del equipo de ingenieros se habían aglomerado a su alrededor, sin duda luego de que la escucharon gritándole a Takuto que le devolviera su foto de Ricky. Y todas estaban viendo a su jefa, que ahora estaba empezando a ponerse muy roja por la vergüenza.
– Ah, maldición. ¿E-escucharon todo lo que dije...?
– Sí, cada palabra. – dijo una de las ingenieras en tono muy serio. Creta inmediatamente se echó de rodillas al suelo y se llevó las manos a la cabeza.
– ¡Ayyyy! ¡Se acabó! Mi tranquila y dedicada reputación...
Takuto se preguntó qué iba a pasar ahora, mientras el resto de las ingenieras rodeaban a Creta en completo silencio. Una de ellas, la que le respondió antes diciéndole que habían escuchado todo, se arrodilló en frente de ella.
– Jefa... – dijo mientras la tomaba de las manos. – ¡Yo también soy fan de Ricky! ¡Ah, no puedo creer que había alguien tan cerca que también le gusta el mismo ídolo de Anny's!
– ¿Eh? – Creta levantó la mirada sorprendida.
– ¿En serio? – exclamó otra ingeniera. – ¿Las dos? ¡Yo soy una gran fan de June!
– ¡A mí me encantan Ricky y Tom Wing! – agregó una tercera, y poco a poco todas se fueron sumando. La vergüenza de Creta parecía haber sido reemplazada por sorpresa.
– Ah... todas ustedes, chicas... ¿de verdad son fans de la agencia Anny's? – les preguntó.
– ¡Claro que sí! Pero me daba vergüenza admitirlo...
– A mí también. Pensé que todas me verían feo o se burlarían de mí por gustarme un chico más joven...
– Y resulta que no había necesidad. Todas lo estábamos tratando de ocultar, seguro nos vemos como idiotas...
– Chicas... – Creta estaba empezando a llorar, pero aparentemente no por vergüenza, sino de alegría, ya que abrazó a sus subordinadas una por una. – Qué feliz me siento. ¡Ahora puedo animar a Ricky con toda confianza!
– ¡Por supuesto, jefa! – dijo una de las ingenieras. – ¡Ahora todas podemos ser compañeras con completa sinceridad!
– ¡Demostremos nuestra juventud y pasión por todos los ídolos de Anny's! – agregó otra.
– ¡Claro! – exclamó Creta alzando su puño en el aire. – ¡Ah, tenemos que hacernos chaquetas a juego! ¡¿Quién está conmigo?!
Mientras Creta y las ingenieras celebraban su revelado secreto, Takuto se quedó totalmente sacado de onda. Parecía que habían saltado a un mundo que escapaba totalmente a su comprensión. Tanto que por un momento pareció olvidarse de a qué había venido aquí en primer lugar.
– Maravilloso...
– ¿Eh? – Takuto se giró y vio que, sin darse cuenta, Ranpha se había parado al lado de él. Tenía la misma mirada soñadora que Creta y el resto de las ingenieras.
– Lo sé, entiendo esos sentimientos. Todos esos chicos de Anny's son maravillosos, ¿no? – dijo la rubia, que parecía totalmente ida.
– Um... ¿hola? – dijo Takuto mientras agitaba una mano frente a ella, pero Ranpha ni se inmutó.
– Bueno, tuve los mismos intereses que ellas a su misma edad...
Esa parte le extrañó. Por lo que vio en los archivos de las Angels, Ranpha tenía dieciocho años, y no se veía mayor que las ingenieras.
– ¡Ooooiii, Ranpha! – dijo agitando la mano más fuerte y chasqueando los dedos, y esto sí lo notó.
– ¡Ah! ¡Diablos, me revelé por accidente! – exclamó, y sin más echó a correr hacia la puerta del hangar, reasumiendo su posición de mirarlo a escondidas.
El comandante simplemente se encogió de hombros. No supo qué fue todo eso, pero por lo que alcanzó a entender, estaban escondiendo su pequeño secretito por nada, y ahora que se reveló estaban celebrándolo en grande, mientras Creta les decía que practicaran sus porras para Ricky y el resto de sus ídolos. En cuanto a él, en vista de que el impostor ya se había marchado, así que decidió irse y coger el elevador para ir a buscar en alguna otra parte.
Antes de entrar, sin embargo, se detuvo a pensar un poco. Obviamente el impostor no se estaba quedando en un solo lugar, y tampoco parecía que regresara a las áreas que ya había visitado. Seguramente debió registrar el escritorio de Creta para robarle la foto de su ídolo. En tal caso, debería ir descartando las áreas donde ya había sido visto y centrarse en buscarlo en las demás, o quizás quedarse en alguna en específico para emboscarlo.
– Veamos... el hangar, los vestidores, la cafetería...
– ¡Oh, Takuto-san!
La voz de Milfie lo sacó de sus pensamientos, y vio cómo la pelirrosa se le acercaba, con su disposición alegre de siempre.
– ¿Qué ocurre? – le preguntó. – Parecías estar muy concentrado.
– Ah, estaba buscando al mirón. – respondió él. – Definitivamente el culpable se ha estado haciendo pasar por mí.
– Hmm, si tú lo dices. Por cierto, voy de subida, ¿vienes conmigo?
Takuto se quedó pensándolo. Quizás el culpable hubiese huido hacia el bloque A. Echando un vistazo por encima del hombro vio que Ranpha todavía continuaba observándolo con intensidad desde las sombras, pero luego de pensarlo un poco, quizás podría perderla de vista por un momento si se iba por el elevador con Milfie.
– Sí, de hecho, también iba a subir. Vamos juntos. – le dijo.
– Entiendo, vamos. ¡Subiendo! Es broma, jeje... – dijo Milfie mientras abría la puerta del elevador.
Los dos entraron de inmediato, y Takuto alcanzó a ver que Ranpha salía de su escondite y trataba de correr, pero la puerta se cerró y empezaron a subir sin ella. El comandante no pudo evitar exhalar un suspiro de alivio al haberse librado de su perseguidora, aunque fuese temporalmente.
Sin embargo, de repente el elevador se detuvo abruptamente, cosa que extrañó a Takuto ya que le pareció que era demasiado pronto para llegar al bloque A. Y luego sin más, las luces se apagaron, dejándolos totalmente a oscuras.
– ¡Kyaaa! – gritó Milfie. – ¡¿Un apagón?!
– ¿Acaso se descompuso? – preguntó Takuto, y de inmediato, pulsó su comunicador para contactar al puente. – Aquí Takuto, alguien responda por favor.
– ¿Qué pasa, Takuto? – fue Lester quien respondió.
– El elevador parece haber sufrido una avería. Milfie y yo estamos atrapados adentro, necesitamos ayuda. – explicó el comandante, tratando de mantener la calma.
– Entendido, enviaré a alguien de inmediato. – replicó Lester. – Por favor sean pacientes.
– Gracias. – Y dicho esto, Takuto apagó el comunicador, y exhaló un suspiro de resignación. – Bueno, sólo nos queda esperar aquí hasta que alguien venga...
– Supongo... – replicó Milfie.
En medio de la oscuridad, una vez que sus ojos se acostumbraron a ella, pudo ver que Milfie se sentaba en una esquina, abrazándose las piernas. Él se sentó en la esquina opuesta, y durante unos pocos segundos, ninguno de los dos dijo una palabra. El ascensor estaba tan silencioso que se podía oír el eco de la respiración de ambos.
Y dicho silencio se estaba haciendo muy incómodo.
– Um... Takuto-san...
– ¿Q-qué pasa? – preguntó él, algo sorprendido de que Milfie rompiera el silencio.
– Antes dijiste que estabas buscando al verdadero mirón que escapó. – dijo Milfie.
– Sí. – respondió él. – Insisto, yo no fui quien lo hizo. Aunque no me creas...
– Hmm... – Milfie suspiró, y se quedó en silencio de nuevo por un momento. – No, si tú dices que no lo hiciste, debe ser verdad. Yo te creo.
Las palabras de Milfie le sacaron una sonrisa al joven comandante. Era muy alentador que al menos una de ellas confiara en él, y no asumiera por default que era culpable incluso aunque toda la evidencia estuviera en su contra.
– Gracias, Milfie. Escuchar eso me alegra mucho.
– No, yo sólo...
– ¡Nnnnggggghhh...!
– ¿Eh? – preguntó Takuto poniéndose de pie de golpe. Alguien acababa de gruñir y no eran ellos.
– ¿Escuchaste una voz? – dijo Milfie. – ¿Alguien ya vino a ayudarnos?
– Parece ser demasiado pronto. – dijo Takuto, aunque de repente, una rendija empezó a abrirse en las puertas del elevador, que empezaban a rechinar del metal a la vez que dejaban entrar algo de luz de afuera.
– ¡¡Dooooryaaaaaa!!
Y luego, así sin más, las puertas se abrieron. Sosteniéndolas con ambas manos, para mantenerlas abiertas, allí estaba Ranpha, haciendo un esfuerzo supremo en cuclillas. A juzgar por la altura, el elevador se había quedado atascado a medio camino del piso superior.
– ¡Milfie, Takuto! ¡¿Están bien?! – les preguntó con la voz entrecortada.
– ¡¿R-Ranpha?! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! – exclamó Takuto, sorprendido de que la rubia hubiese podido abrir las puertas con sus manos de esa manera.
– ¡¿A quién le importa?! ¡Dense prisa y salgan de aquí!
Sin chistar, ambos salieron del elevador, ya que no habría forma de saber cuánto podría aguantar Ranpha manteniendo las puertas abiertas. Una vez que ambos estuvieron a salvo de vuelta en el corredor, Ranpha soltó las puertas que volvieron a cerrarse estrepitosamente, y todos pudieron exhalar de alivio, ahora que la situación parecía haberse controlado.
– Uff, muchas gracias, nos salvaste. – dijo Takuto una vez que pudo volver a hablar. – ¿Pero qué hacías en el elevador?
– Llegué aquí primero. – dijo la rubia. – Pero como no salían, decidí abrir la puerta por la fuerza.
– ¿La forzaste? Wow, eso fue impresionante. – dijo Takuto, sorprendido de que tuviera fuerza no sólo en las piernas. – Pero bueno, nos salvaste, realmente muchas gracias, Ranpha.
– ¡N-no lo malentiendas! ¡No lo hice para ayudarte a ti! – exclamó de repente. – Yo... sólo... ¡sí! ¡No podía permitir que te quedaras a solas con Milfie en un lugar encerrado! ¡Me preocupaba que pudieras hacerle algo!
– Y siguen bastos, ¡te digo que yo no fui el que te estaba espiando! – gritó él indignado.
– ¡Es cierto, Ranpha! – saltó Milfie a defenderlo también. – Takuto-san no es ese tipo de persona.
– Hmph... pues todavía no está limpio. Sigue siendo sospechoso. – dijo Ranpha cruzándose de brazos.
– Hablando de cosas sospechosas, ¿no te la has pasado siguiéndome todo este tiempo? – señaló Takuto con los ojos en rendijas. – Yo diría que la forma en que me acechas es más sospechosa todavía.
– ¿Eh? – El comentario pareció golpearle un nervio, y pasó de enojada a agitarse. – Ah... ¿de verdad lo estoy haciendo? Es sólo tu imaginación. ¡Tu imaginación! En ese caso, ya me voy de aquí.
Y salió corriendo, resonando sus tacones por todo el pasillo hasta desaparecer tras una esquina. Takuto no pudo más que mover la cabeza negativamente. ¿Por qué no era honesta? Aún seguía acechándolo desde las sombras.
– Por cierto, ¿por qué se habrá detenido el elevador de pronto? – preguntó Milfie. Takuto agradeció que hubiese encontrado algo con qué desviar el tema.
– Oh sí... tendré que preguntar al puente. – dijo Takuto, y de inmediato activó de nuevo su comunicador. – Lester, ¿estás allí? Ya logramos salir. ¿Sabes qué ocurrió con el elevador?
– Ah, me alegro que estés bien, Takuto. – replicó el subcomandante. – Los registros indican que se quedó sin energía de pronto. Lo investigaremos de inmediato.
– Entendido. – Takuto volvió a cortar comunicaciones. – Bien, por lo menos no parece que necesite reparaciones. Mejor sigo buscando al mirón.
– Ah, Takuto-san, yo también tengo que irme. Te veré después. – dijo Milfie.
– Claro. Oh, y gracias por lo que dijiste antes.
– No fue nada. – replicó ella con una sonrisa.
Milfie se fue por el otro lado del corredor, en la dirección opuesta por donde se fue Ranpha. Habiéndose quedado de nuevo solo, Takuto decidió retomar su plan original, y chequear las posibles áreas donde el sujeto aún no hubiera estado. Quizás debería pasar por la tienda o el salón de té, haciendo recuento de las que faltaban.
...
Sólo como precaución, Takuto decidió no utilizar el elevador esta vez, bajando por las escaleras de emergencia. Una de las ventajas de su autoridad de comandante era que le permitía abrir las puertas de emergencia en cualquier momento, y aunque odiaba abusar de ello, no quiso arriesgarse hasta que revisaran si lo del elevador fue sólo un desperfecto o alguna otra cosa. No podía descartar que quizás el sujeto infiltrado podría haber hecho algún sabotaje.
Con eso en mente, llegó primero a la tienda de conveniencia, donde el tendero se encontraba igual de relajado que de costumbre y le dio la bienvenida con su voz nasal apenas entró. Takuto tomó un profundo respiro y se acercó al mostrador.
– Disculpa, ¿he estado aquí recientemente? No yo, quiero decir, si vino un sujeto que se parece a mí. – explicó rápidamente.
– ¿Huh? Um... Comandante, esta es la primera vez que viene aquí hoy. – replicó el tendero.
– Entiendo. Menos mal, significa que no ha estado aquí. – dijo Takuto aliviado.
– Um... ¿estaba buscando algo...?
– Sí, resulta que parece haber alguien haciéndose pasar por mí a bordo de la nave. Así que, si me ves actuar extraño, por favor repórtalo de inmediato. – dijo Takuto.
– ¿Lo dice en serio? – preguntó el tendero, sorprendido. – Eso suena como un thriller de misterio y suspenso. En ese caso, ¿qué tal unas donas y un café?
– ¿Eh?
– Las donas y el café son la comida estándar de los investigadores. Seguro pensará en algo inteligente mientras se las come. – dijo el tendero.
Takuto tuvo la sensación de que quizás sólo estaba buscando un pretexto para hacerle comprar algo, pero ahora que lo pensaba, con todas las vueltas que había dado por la nave buscando al intruso, ya sentía la garganta un poco seca. Un pequeño descanso para comer un bocadillo no estaría mal.
– Bueno, ya que insistes. – Takuto se sacó la cartera y pagó. El tendero sonrió y le dio las gracias mientras le pasaba el paquete de donas y la taza para servirse en la máquina de café. Con esto, el comandante se fue hacia una esquina para empezar a comer, cuidando que las migajas cayeran dentro de la caja.
Después de acabarse las donas y el café, Takuto se sintió bastante refrescado, como si le hubieran dado energía antes de continuar. Ya se disponía a irse, pero entonces vio un pequeño destello debajo de uno de los estantes.
– ¿Huh? ¿Y esto? – Al recogerlo, se percató que sólo eran unas cuantas monedas. Tal vez a alguien se le cayó el cambio cuando vino a comprar.
– ¡Óyeme, eso es mío!
– ¡Whoa! – Takuto se sobresaltó. Ranpha acababa de aparecer detrás de él, y sin mediar palabras le quitó las monedas que había recogido. – ¡Ranpha, no me asustes así!
– Sí, definitivamente este es el dinero que se me perdió ayer. – dijo la rubia, ignorándole sus quejas, mientras contaba para asegurarse que estaba todo. Takuto quiso decirle que si era suyo sólo tenía que pedírselo, él no planeaba robárselo ni mucho menos. – ¡Aahh!
– ¿Y ahora qué? – preguntó él, comenzando a irritarse con la actitud de Ranpha.
– ¡Mi cartera...! – exclamó Ranpha.
– Pero si la tienes en la mano ahora mismo. – señaló él lo obvio, pues la acababa de sacar para meter sus monedas en ella.
– ¡No, quiero decir el amuleto que tenía en ella! – explicó ella. – ¡Mi amuleto de buena suerte, debe habérseme caído!
– ¿Amuleto? – preguntó Takuto interesado. Eso ya parecía una razón más plausible para reaccionar de ese modo.
– Sí, tiene forma como de un pequeño martillo. Tiene un palo extensible y es del tamaño de la punta del dedo. – describió Ranpha.
– Oye, te ves muy pálida. – observó Takuto. – ¿Ese amuleto es importante para ti? ¿Quieres que te ayude a buscarlo?
– ¿De verdad? – preguntó la rubia. Parecía sorprendida de su oferta.
– Sí, igual es sólo otra cosa más que buscar. – dijo Takuto. – Tal vez podamos encontrarlo juntos mientras buscamos al mirón.
– ¡Muchas gracias! De verdad lo aprecio.
Por primera vez, parecía que Ranpha había dejado de lado la hostilidad aunque fuese por un momento. No sabía si encontraría el susodicho amuleto, pero si le ayudaba a buscarlo, quizás al menos serviría para ganarse su confianza. Y sería mucho mejor que ella le ayudase a buscar en vez de estar acechándole como si él fuese un criminal.
Aunque desde luego, por ahora tenía como prioridad encontrar al impostor mirón. ¿Por qué no podía quedarse quieto por un rato, para que pudiesen encontrarlo?
Esta historia continuará...
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