No desesperar (8-3)

Horas después, el Elsior finalmente había llegado al punto de reunión con la flota aliada. A pesar de la tranquilidad, lo único que Takuto podía sentir en ese momento era alivio por haber sobrevivido. El ataque que hicieron únicamente había forzado a Eonia y a la Luna Negra a retroceder, y justo a tiempo ya que el incremento de poder que habían obtenido los Emblem Frames había desaparecido tan rápido como apareció.

Esto no era más que un cese temporal, un respiro que, aunque necesario y bienvenido, no duraría para siempre, así que debían permanecer alertas. Hasta ese momento, ni la flota de Eonia ni la Luna Negra parecían haber hecho un movimiento, así que estaban en un punto muerto con el planeta Rhome entre ellos. Pero todos sabían que esa enorme masa se empezaría a mover eventualmente, así que necesitaban hacer un plan antes de que eso sucediera.

Y todavía seguía en el aire la pregunta, ¿qué sucedió con los Emblem Frames en ese momento?

– ¡Con permiso! – dijo de repente la voz de Milfie sacándolo de sus pensamientos. No se dio cuenta cuándo fue que las puertas del puente se abrieron. – ¡La Brigada Angel ya está de vuelta!

– Buen trabajo a todas. – les dijo Takuto, intentando conservar su compostura. Forte dio un paso al frente y tomó la palabra por el resto en un tono solemne para iniciar el reporte.

– De camino aquí pudimos echar un vistazo afuera... es horrible. No hay ni una sola nave que no esté dañada.

– Me sorprende que todos hayan podido llegar al punto de reunión. – agregó Mint, con sus orejas telepáticas caídas y agarrándose las manos.

– ... También hay un número considerable de víctimas fatales. – siguió Vanilla.

– Así como están las cosas, lo más probable es que les tome dos o tres días volver a poner todo en orden. – concluyó Ranpha.

– Ya veo... – Takuto asintió, intentando procesar todo lo que le habían dicho. No era nada fácil, así que intentó enfocarse en lo positivo. – Aun así, logramos escapar de la aniquilación gracias a ustedes. Estamos en deuda, en serio.

– Nos ayudamos mutuamente para escapar por los pelos. En cuanto pueda, quiero acabar con ese enorme bulto negro. – dijo Forte con una sonrisa, que no parecía nada forzada pese a la situación. Luego adoptó un semblante más serio y continuó: – Ahora que lo pienso, ¿qué diablos sucedió con el Elsior y los Emblem Frames en ese momento?

– No tengo idea. – admitió Takuto. – Seguimos sin entender qué pasó.

– En este momento, la Srta. Creta y el resto del equipo de ingenieros están investigándolo. – informó Coco. – Tendrá un reporte para nosotros en cuanto sepa algo.

– Comandante, tenemos comunicación del Comodoro Luft. – dijo Almo.

– Entendido, abre el canal.

El monitor principal se volvió a encender. Tenía mucho que hablar con su viejo mentor, y por fin había algo de tranquilidad para hacerlo sin interrupciones.

– Gracias por tu duro trabajo, Takuto. – lo saludó el veterano. – ¿La Brigada Angel está contigo ahora?

– Sí, todos estamos aquí, sanos y salvos por el momento. – replicó Takuto. – Y bien... ¿cómo está la situación por allá?

– La situación, eh... – El Comodoro adoptó una expresión solemne. – Para resumirlo, ahora soy el comandante en funciones de toda la flota imperial.

– ¿Comandante... en funciones? – dijo Takuto perplejo. Las implicaciones de esas palabras eran muy obvias, pero aun así tuvo que hacer la pregunta para confirmarlo. – ¿Qué sucedió con el Almirante Sidmeyer?

– Mientras escapaba de Fargo, fue interceptado por las fuerzas de Eonia y...

– Ya veo... – replicó Takuto. No pudo evitar sentirse un poco mal. Aunque ese viejo oficial no le caía bien, seguía siendo un superior de la milicia y lamentaba su muerte.

– Más aún, no hemos tenido noticias de ninguno de mis superiores. – continuó Luft. – Lo que significa, desafortunadamente, que ahora yo estoy a cargo.

– Es decir que hubo muchísimas víctimas... – dijo el príncipe Shiva, también afligido por las noticias.

– Sin embargo, usted todavía se encuentra a salvo, Príncipe Shiva, así que debemos alegrarnos por ello. – dijo Luft. – Debemos seguir siendo optimistas.

El Príncipe asintió. – Luft, confío en ti para reunir y revivir a la flota imperial.

– Acepto humildemente la tarea que me encomienda. Llevaré estos viejos huesos hasta el límite si es necesario. – dijo Luft poniéndose la mano en el pecho. Luego se volvió a girar hacia Takuto. – Ahora, Takuto. En cuanto a tu futuro...

– ¿Sí? ¿Qué sucederá? – preguntó el aludido.

– Quisiera que el Elsior y la Brigada Angel continúen bajo tu mando. ¿Aceptarás?

Takuto sonrió. Por lo visto, algo bueno había salido de todo este caos.

– Por supuesto. Se lo agradezco mucho, señor.

– Hmm, entonces cuida bien de todos. – dijo Luft. – Tengo más cosas de las que quisiera hablar, pero en este momento los problemas no dejan de acumularse. En cuanto tengas tiempo, quisiera un reporte completo, pero por ahora, toma un descanso.

– Claro. Usted también cuídese, Comodoro Luft. Nos veremos después.

Takuto cortó las comunicaciones y se volvió hacia la Brigada Angel, quienes lo miraron muy expectantes. Al parecer, también estaban sorprendidas por las noticias del Comodoro Luft, así que quizás lo primero sería sacarlas del trance y aliviar la tensión.

– ... Bueno, así son las cosas, chicas. – les dijo intentando sonreír. – Parece que volveré a ser su comandante.

– Takuto... – dijo Forte.

– Forte-san... ¿qué vas a hacer? – preguntó Vanilla.

– ¿Eh? Ah, bueno, yo... eh...

Forte parecía haber sido atrapada con la guardia baja, algo muy inusual en ella. Pero rápidamente recuperó su aplomo y sonrió con confianza, como de costumbre.

– Bienvenido de vuelta, Takuto.

– Me alegra estar de vuelta, Forte. – respondió él.

Los dos se quedaron mirándose fijamente uno a la otra, sin saber qué más decir. Takuto tenía muchas cosas que decirle, y tenía la sensación de que probablemente ella también, pero en ese momento a ninguno de los dos le salían las palabras.

La atmósfera incómoda se rompió cuando sonaron los sensores de alarma, poniéndolos a todos sobre aviso. Rápidamente Takuto y Lester regresaron a sus puestos y la Brigada Angel se apoyó en las barandas de la cubierta para ver qué sucedía.

– ¿Qué ocurre? – preguntó Lester.

– Estamos detectando cambios en la Luna Negra. – dijo Coco. – Enviando imagen al monitor principal.

A los pocos segundos el monitor se encendió de nuevo y pudieron ver lo que pasaba. El cristal rojo de la luna negra estaba brillando otra vez, y una enorme cantidad de naves automatizadas la estaba rodeando.

– ¡La Luna Negra está produciendo naves automatizadas una tras otra! – continuó Coco alarmada. – ¡Se están reuniendo alrededor de su periferia!

– ¡¿Aún tenían más?! – exclamó Takuto. – ¡¿Hasta dónde llegan las capacidades de esa cosa?!

– Los refuerzos enemigos se están uniendo al resto de la flota de Eonia alrededor de la Luna Negra. – dijo Coco.

– ¿Están formando una línea defensiva en lugar de los satélites de ataque? – preguntó Lester. – Diablos, esto no tiene fin.

– Príncipe Shiva, usted dijo que la Luna Negra era una máquina de producción masiva, ¿no? – preguntó Takuto. – Una tecnología perdida que sólo es para causar destrucción y muerte...

– Así es. – asintió el heredero. – Con esa forma tan ominosa... por eso es exactamente que la llaman la Luna Negra.

– La Luna Negra... producción masiva... – repitió Vanilla.

– Si tuviera que adivinar, la Luna Negra probablemente sea una especie de fábrica de producción masiva para la flota automatizada. – dijo Mint. Por supuesto, Takuto ya lo suponía desde el momento en que la vio llegar a Fargo, y ahora sabía que sus sospechas estaban más que confirmadas.

– ¡Si ese es el caso, estamos en graves problemas! – dijo Ranpha. – Mientras la Luna Negra siga allí fuera, ¿significa que seguirá escupiendo más y más naves?

– Ese parece ser el caso. – asintió Takuto. – Y están aquellos cazas que tenían los Hellhounds. Probablemente hayan sido copiados de los Emblem Frames...

– No sólo eso. – intervino Forte. – Está también ese rayo que atacó Fargo y la luz que dejó fuera de servicio a los Frames. Me da miedo sólo pensar en eso.

– Entonces... ¿qué vamos a hacer? – preguntó Milfie. – ¿Cómo se supone que ganaremos?

Takuto hizo una pausa antes de responder. Con todo lo que había sucedido, ya no había más que pudieran hacer por el momento. Aspiró profundamente y se dirigió a ellas.

– ... En este momento, sólo hay una cosa que pueden hacer. – les dijo en tono serio.

– ¿Qué cosa...? – preguntó Vanilla.

Takuto hizo otra pausa, y esta vez les sonrió. – Vayan a descansar. Todas están agotadas, ¿no? Déjennos a mí y a Lester ocuparnos de todo y descansen.

– Sí, él tiene razón. – corroboró Lester. – Han estado combatiendo por un largo tiempo, se lo han ganado.

– Ya han pasado veinte horas desde que nos fuimos de Fargo. – dijo Coco.

– El tiempo sí que vuela... – comentó Almo. – Ni siquiera lo noté con la emoción de todo lo que estaba pasando...

– Especialmente para la Brigada Angel, que han estado peleando sin parar desde que nos fuimos del baile. – dijo Takuto. – Por ahora, pueden retirarse.

– Bueno, en ese caso aprovecharé de descansar un poco. – dijo Forte. – Vámonos, chicas.

Las Angels se dirigieron hacia la puerta y abandonaron el puente. Sin embargo, Forte se detuvo un momento cuando las demás salieron, y volteó a verlo a él con una mirada intrigante.

– Después de aquella pelea en el baile, nos arrojaron a pelear en el espacio... – dijo la pelirroja en tono solemne. – Cielos, el día de hoy no se suponía que fuese tan largo...

– Ciertamente hemos estado ocupados. – admitió Takuto. – Por ahora, ve a descansar, lo necesitas.

– Claro, aceptaré tu generosa oferta. – asintió ella sonriendo a medias. – Muy apreciado.

Forte finalmente salió del puente, y luego el príncipe Shiva también dio un paso al frente.

– En ese caso, yo también volveré a mi habitación. – les dijo. – Todos hicieron un excelente trabajo.

El príncipe también se retiró, y Takuto regresó a la silla del comandante, exhalando un suspiro. La situación difícilmente pintaba algo a su favor. Aunque apenas lograron repeler el ataque del enemigo, y a pesar de lo que les dijo a las Angels, todavía no tenían un plan en manos sobre lo que harían a continuación. El enemigo seguía incrementando rápidamente sus números mientras ellos perdían poder, no les quedaban muchos aliados después de todas las bajas que sufrió la flota, y la mayoría estarían ocupados haciendo reparaciones y rescatando a los civiles. Para empeorarlo, el Elsior apenas tenía suministros para seguir funcionando ya que tuvieron que salir a toda prisa de Fargo.

Entre más pensaba en ello, más sonaba como si estuviesen atrapados en un punto muerto. Si había algún lado positivo en ese momento, sería que la Luna Negra no se estaba moviendo, y no tenían forma de saber cuánto duraría eso.

...

Después de haber completado su turno, Lester le dijo que podía ir a descansar si quería, y Takuto sin dudarlo aceptó la propuesta. Sin embargo, al salir al corredor, no se atrevió a entrar a su habitación. A pesar de lo cansado que estaba, no tenía sueño o ganas de irse a dormir, así que pensó en dar una vuelta por la nave para ver si se aclaraba un poco la mente.

Tenía demasiadas cosas en las que pensar, como en encontrar la forma de derrotar a la flota de Eonia. En ese momento también Creta y las ingenieras debían estar revisando los Emblem Frames para tratar de descubrir qué fue lo que produjo las alas luminosas, o como él lo llamaba, el milagro que terminó salvándoles la vida a todos. Esa parecía ser su única posible esperanza, pero si no eran capaces de descubrir la causa, no podrían replicar el efecto. Así que tampoco podía simplemente apelar a su fe y que el milagro volviera a repetirse.

Al salir del elevador en el vestíbulo, se topó con alguien junto a la máquina expendedora. Era Milfie, que estaba intentando abrir una lata de jugo, o más bien jugueteando con ella. Apenas notó su presencia volteó a verlo.

– Oh, Takuto-san... – dijo al verlo.

– Hola, Milfie. – saludó él. – ¿Tú tampoco puedes dormir?

– Sí... – respondió ella. Se le notaba realmente deprimida, muy lejos de su usual actitud alegre y optimista. – Casi siempre me duermo en cuanto me meto a la cama, pero hoy no puedo.

– Bueno, es que han pasado muchas cosas hoy, no te culpo. – dijo él.

Milfie no dijo nada más. Buscando distraerse, Takuto se dirigió a la máquina expendedora y decidió tomarse algo también, antes de sentarse al lado de Milfie en el banco donde estaba. Los dos permanecieron en silencio por un rato, hasta que Milfie volvió a hablar.

– Hey, Takuto-san... ¿por qué Eonia está haciendo estas cosas?

Takuto volteó a mirarla, un poco sorprendido. Abrió su propia lata y tras bajarse un trago, se tomó unos segundos para asimilar la pregunta de Milfie.

– ¿Te refieres a cuando arrasó el palacio imperial, o su ataque indiscriminado contra Fargo y Rhome?

– Sí... simplemente no lo entiendo. – respondió ella. – ¿Eonia no solía vivir en el imperio hasta hace cinco años?

– Así era. – dijo Takuto, sin entender del todo a dónde querría llegar Milfie. – Hasta que fue exiliado, antes solía vivir en el palacio imperial de Transbaal.

– Entonces, ¿no está lastimando a sus amigos al hacer todo esto? Y los lugares donde pasó su infancia... – continuó Milfie en tono triste. – Si sigue haciendo todo esto, todos sus amigos y los lugares que recuerda se perderán para siempre. ¿Por qué no le importa nada de eso...?

Takuto se quedó mirando a Milfie. Algunos podrían pensar que ella era algo ingenua por decir esas cosas, pero el joven comandante podía empatizar un poco con lo que decía. Quizás porque ella entendía el dolor y el infierno que causaban las guerras. Se quedó pensando un poco, y suspiró.

– ... No puedo decirlo con certeza. – le dijo. – Eonia tal vez esté rechazando al imperio que lo desterró por puro odio y orgullo.

– Aún sigo sin entenderlo. – respondió Milfie, llevándose la mano al pecho. – ¿Por qué odiar tanto al imperio... al mundo entero?

Takuto quiso decir algo, pero no le salió nada. Él tampoco podía entender qué podría estar pasando por la mente de Eonia, qué podría haberlo motivado a cometer todas esas atrocidades. A simple vista todo parecía un simple deseo de venganza y sed de poder, pero ¿acaso habría algo más?

– Hay muchas cosas interesantes, felices y deliciosas en el mundo. – continuó Milfie después de un rato. – ¿Acaso es que Eonia no tiene más que malos recuerdos?

– Quién sabe... – respondió Takuto. – Puede que ni siquiera el propio Eonia conozca la respuesta.

– ¡Pero no está bien hacer sufrir al resto del mundo sólo porque tú mismo no eres feliz! – dijo Milfie, alzando ligeramente la voz. Se detuvo momentáneamente, y pareció avergonzada de lo que dijo. – ¿O acaso eso suena raro...?

El comandante miró a su subordinada. A pesar de ser soldado como piloto de la Brigada Angel, Milfie seguía siendo una persona dulce y de buen corazón. Muchas personas que se unían a la milicia dejaban atrás su humanidad por pensar que esa clase de sentimientos eran una debilidad, que te volvían blando e ingenuo, pero Takuto no lo veía de esa forma. Él no creía que ser soldado implicara dejar de ser humano.

– No, tienes toda la razón. – le dijo él con una sonrisa. – Todos tenemos el derecho a ser felices, y nadie merece quitárnoslo. Nosotros estamos luchando para que ya no le arrebaten a nadie ese derecho.

– Sí, es verdad. – Milfie también sonrió. Por lo visto, sus palabras sirvieron para levantarle los ánimos. Eso era bueno. – Si no nos esforzamos al máximo, todas esas personas estarán en problemas. ¡Tenemos que dar lo mejor!

– ¡Ese es el espíritu! – replicó él. – ¡Démonos prisa y acabemos rápido con esta guerra!

– ¡Claro! – dijo Milfie con entusiasmo. – Entonces, ¿qué vamos a hacer para derrotar a Eonia?

Takuto se congeló momentáneamente. Todo el ánimo que tenía por la conversación se le fue en un instante al haber vuelto al problema raíz. Pero bueno, no tenía el corazón para mentirle a Milfie de ninguna manera.

– Bueno... todavía lo estoy pensando. – admitió rascándose detrás de la cabeza.

– ¿Eh? ¿En serio vamos a estar bien, Takuto-san? – preguntó Milfie.

– Sí, claro que sí. – dijo él. – Ese es mi trabajo, asegurarme de que suceda.

– Entiendo. Estoy segura de que lo lograremos, creo firmemente en ti. – dijo Milfie, recuperando su semblante alegre usual.

La verdad, la conversación con Milfie tuvo un efecto positivo en Takuto. La pelirrosa terminó de beberse su jugo y se fue por su lado, dejándolo a él para reflexionar por su cuenta. Si bien todavía no tenía un plan, por lo menos podía concentrarse en lo que podía hacer de momento, que era mantener la moral de la Brigada Angel en alto. Ese era su deber primario como comandante después de todo.

...

Minutos más tarde, tal como esperaba había mucho ajetreo en el hangar. A pesar de la hora las ingenieras seguían trabajando frenéticamente y con mucha energía. Se notaba que estaban tomando su trabajo bastante en serio.

Tardó un poco en encontrar a Creta, que en ese momento se encontraba conversando con Mint y Forte, y en cuanto lo vieron se dirigieron hacia donde él estaba.

– Ah, Comandante Mayers. – lo saludó Creta. – Gracias por su duro trabajo.

– Ustedes también lo han hecho bien, Creta. – replicó Takuto. – Espero no molestar, pero ¿ya han podido descubrir algo sobre ese misterioso fenómeno?

– Ya he descifrado algunas cosas, pero la mayor parte sigue siendo un enigma. – replicó la ingeniera. – Por ahora, estoy tratando de obtener información de las personas involucradas.

– Obviamente, se refiere a nosotras. – dijo Forte, con una gran sonrisa.

– En ese momento, la mejor forma de describir lo que pasaba era como si el Emblem Frame fuese una parte de mi cuerpo. – agregó Mint.

– Gracias a eso fue que sobrevivimos, pero sigue siendo difícil explicar el por qué. – continuó Creta. – Con suerte, podremos encontrar la respuesta pronto.

– Sí, eso espero yo también. – asintió Takuto. – Siento mucho hacerlas trabajar tanto, pero cuento con ustedes.

– No, no se preocupe. – sonrió la ingeniera. – Odio decirlo en una situación como esto, pero realmente la estoy pasando muy bien. Resolver los misterios de la tecnología perdida es la misión de las Sacerdotisas de la Luna Blanca. No hay nada que nos dé un mayor placer.

– En efecto. En ese caso, te dejaré para que lo resuelvas. – dijo Takuto. Ya estaba a punto de marcharse, pero justo en ese momento se acordó de algo más. – Ah, sí, casi se me olvida, había otra cosa que quería preguntarte. Mientras estábamos en Fargo, vi a una niña que se metió aquí.

– ¿Una niña? – preguntó Creta, algo sorprendida.

– Sí, dijo que su nombre era Noa. – dijo Takuto. – Estaba mirando los Emblem Frames, pero desapareció después de que hablé con ella.

– ¿Noa...? No, aquí no hemos visto a ninguna niña. ¿Seguro que no se lo imaginó?

– Hmm... supongo que el misterio seguirá sin resolver. – dijo Takuto, algo frustrado.

– ¿De qué están hablando? Suena interesante. – intervino Forte. – Conque una niña... hmm, no sabía que tuvieras esa clase de gustos. No se puede juzgar a un libro por su portada.

– ¡¿D-de qué estás hablando?! – exclamó Takuto, algo incómodo al entender las implicaciones.

– Bromas aparte, eso me preocupa. – intervino Mint. – Asumiendo que estés en lo correcto, ¿quién era esa niña?

– ¿Seguro que no es porque estás cansado? – preguntó Forte. – Tal vez sólo lo viste en un sueño.

– Pero si es real, ¿creen que podría tratarse de una espía de Eonia? – dijo Mint en tono preocupado.

Takuto se quedó pensativo. Esa niña hablaba y se comportaba de manera muy extraña, y dijo cosas como que haría sus propios Emblem Frames cuando él no quiso entregárselos. Y casualmente, justo después aparecieron los Hellhounds con nuevas naves que rivalizaban a los Emblem Frames en capacidades. ¿Coincidencia?

– Hmm... no descartaría que pudiera ser una espía. Ya tuvimos aquel incidente con el dron que se hizo pasar por mí, ¿recuerdan? – dijo Takuto.

– Sí, creo que es una gran posibilidad. – asintió Mint estando de acuerdo.

– ¡Eso sería desastroso! – dijo Forte en tono muy serio. – ¿Creen que podrían haber robado información sobre nosotros?

– Los Emblem Frames y el Elsior están hechos con tecnología perdida. – intervino Creta. – No creo que sean capaces de analizarlos tan fácilmente sólo con observarlos...

– Con suerte, esperemos que sólo hayan perdido su tiempo. – dijo Takuto. – Pero aun así, estoy algo preocupado...

– Bueno, tendremos algo en que pensar mientras tanto. – dijo Forte. – En fin, yo ya me voy, los veo luego.

– Yo también necesito irme. – dijo Mint haciendo una reverencia. – Con su permiso.

Las dos Angels se marcharon y Takuto decidió que también debería irse y dejar que Creta y el resto de las ingenieras hicieran su trabajo.

– Bien, yo también me voy. Por favor avísame cuando hayas averiguado algo.

– Claro, déjelo en mis manos, comandante. – dijo Creta con determinación.

Bien, por lo menos sabía que estaban progresando. Si Creta y el resto del equipo de ingenieras seguían haciendo su trabajo a ese ritmo, seguramente tendrían respuestas en poco tiempo. Al salir del hangar, pensó que tal vez podría ir a ver a Kuromie en la sala de la ballena espacial para ver cómo se encontraba, ya que no había hablado con él desde que creyó que se iría del Elsior.

Al dirigirse a la oficina, lo vio en la entrada, y para su sorpresa (o quizás no), en ese momento Vanilla también estaba allí.

– Ah, Takuto-san. – saludó el cuidador. – Escuché que vuelves a ser nuestro comandante. Vanilla-san acaba de contármelo.

– Sí, así es. – asintió Takuto, tratando de sonreír. – Estaré contando con ustedes de nuevo.

– Sí... – dijo Vanilla.

– Claro, lo mismo digo. – dijo Kuromie. – Honestamente, desearía que sucediera en circunstancias más felices. En verdad lo siento, justo ahora...

– Sí... luego de todo lo que sucedió. – replicó Takuto. No necesitaba que le explicaran. – Por cierto, ¿hubo algún daño en esta habitación?

– La pared exterior recibió un golpe, y el dispositivo de olas se rompió, pero fuera de eso no es la gran cosa. – respondió Kuromie.

– Eso me alegra. – respondió Takuto aliviado.

– Pero... la ballena espacial está muy triste... – dijo Vanilla en tono afligido.

– ¿La ballena espacial? – preguntó Takuto intrigado. – ¿Acaso salió herida durante el ataque?

– No, no fue eso. – Kuromie también adoptó una expresión solemne. – Pero... le duele mucho el corazón... "En una sola noche, pude oír tanto sufrimiento y dolor como en los últimos cuatrocientos años". Eso fue lo que dijo.

Takuto también se sintió afligido al oír eso. No se imaginaba cómo debía ser, cuatrocientos años de dolor y sufrimiento en una sola noche. Tal vez hasta pudo oír las voces de las personas de Fargo y Rhome, gritando aterrorizadas, y luego ser silenciadas de golpe por ese rayo de destrucción.

– No debió ser nada fácil para la ballena espacial sentir todo eso. – comentó Takuto.

En ese momento, sonó un bramido de la ballena espacial. A pesar de no poder entender su lenguaje como lo hacía Kuromie, Takuto fue capaz de percibir la tristeza en él, diferente de sus otras visitas a este lugar. Kuromie se llevó la mano a la oreja y escuchó.

– ... La ballena espacial dice "No se preocupen por mí. Deben hacer todo lo que esté en sus manos. El momento decisivo se acerca, deberán enfrentarlo con valor".

El momento decisivo... seguramente se refería al inminente enfrentamiento final con Eonia. Tenía toda la razón: no podían desfallecer ahora.

– Ya veo. – asintió Takuto. – Gracias, Kuromie. Y dale las gracias de mi parte también a la ballena espacial.

– No hay problema. Por ahora, necesito ir a ver cómo están los demás animales. Con permiso.

El cuidador se fue a hacer su trabajo, dejándolos a él y a Vanilla a solas. Ambos se quedaron mirando la playa artificial en silencio, hasta que Vanilla volvió a hablar:

– ... Debemos hacer... todo lo que esté en nuestras manos...

– Sí. – dijo Takuto. – Debemos hacer todo lo que podamos.

– ... Muchas personas fallecieron. Y yo... no pude hacer otra cosa que observar... – dijo Vanilla, todavía en tono afligido. Takuto no la había visto así desde que habló con ella sobre la hermana Beryl, claramente estaba muy afectada por lo sucedido, y con razón.

– No digas eso. – replicó Takuto. – De no ser por ti, y el resto de la Brigada Angel, muchas personas más hubieran muerto. Aunque... si contamos a los que sólo podían observar... eso me incluye a mí también...

– Lo entiendo... pero... cuando pienso en la tristeza de las familias y amigos de aquellos que murieron... me duele el pecho...

Vanilla se colocó una mano en el pecho, y parecía estar haciendo un esfuerzo supremo por no llorar. En el tiempo que llevaba de conocerla, siempre había sido realmente muy empática con el sufrimiento de las personas, y era natural que esta tragedia la afectase tanto.

– Takuto-san... ¿qué vamos a hacer ahora? – le preguntó.

Takuto se quedó mirando a la peliverde. Realmente no estaba seguro de qué decirle en ese momento. Pero con todo lo que estaba sucediendo, sí había una total certeza de algo.

– No sabía decirte qué vamos a hacer, pero sí sé lo que NO vamos a hacer. – le dijo, intentando cobrar aplomo. – Permitir que esto vuelva a suceder. Por eso tenemos que seguir luchando, y hacer todo lo que esté en nuestras manos.

– Yo... también lo creo... – dijo Vanilla.

– Ahora mismo estamos en desventaja, pero no podemos rendirnos. – Takuto apretó su puño con fuerza. – Tiene que haber una forma de salir de esto, y la encontraré.

– Sí... si hay algo que yo pueda hacer, por favor dímelo. – dijo Vanilla.

– Gracias, Vanilla. – replicó él. – Yo también haré todo lo que pueda.

– ... Me siento aliviada al oírte decir eso. Me alegra que sigas siendo nuestro comandante hasta el final...

– Vanilla... – dijo él, un poco sorprendido. Significaba mucho para él que ella dijera eso.

– Entonces, tengo otros asuntos que atender. Si me disculpas...

– Claro. Te veré después.

Vanilla se marchó, y Takuto decidió quedarse un rato más dando la vuelta y observando la playa artificial. Kuromie volvió al rato después de terminar de ver a los animales, y ya que estaba en ello decidió aprovechar y ver de nuevo cómo se sentían las Angels con ayuda de la ballena espacial. Como antes había pensado que sería la última vez, creyó que debía aprovechar de experimentarlo de nuevo.

...

Saliendo de la sala de la ballena, Takuto siguió vagando por el corredor. Escuchó ruidos provenientes del gimnasio, y le dio una corazonada de quién podría estar allí. Tal como se lo imaginó, Ranpha se encontraba dándole golpes al saco de arena como de costumbre. Parecía bastante entusiasmada, lo cual no era tan extraño, aunque en estas circunstancias sí era inusual.

– Oh, pero si eres tú, Takuto. – dijo cuándo notó su presencia. – ¿Vienes a entrenar también?

– Oye, Ranpha, no te esfuerces demasiado. – le dijo él. – ¿No deberías estar descansando?

– La verdad no me estoy esforzando tanto. – dijo ella encogiéndose de hombros. – Sólo sentía ganas de mover un poco el cuerpo, nada más. Digo, tú también lo viste, ¿no? Las alas de los Emblem Frames.

Bien, eso explicaba por qué estaba tan animada. Al menos parecía estar enfocándose en algo positivo de todo lo que había pasado, eso era bueno.

– Sí, fue sorprendente. – admitió Takuto. – No puedo creer que los Emblem Frames hicieran brotar esas alas.

– Sí, me sentí muy sorprendida. ¡Fue como si los Emblem Frames hubieran renacido!

– ¿Renacido? – preguntó él, arqueando una ceja.

– En ese momento, podía sentir su increíble poder fluyendo en todo mi cuerpo. ¡Sentí como si yo misma hubiera renacido!

– ¿En serio? Eso suena increíble... – respondió Takuto.

– ¡Claro! – asintió ella. – También se sentía diferente volarlos a comparación de antes. ¡Supe en cuanto las vi que esas alas geniales y hermosas serían algo asombroso! ¿No crees lo mismo, Takuto?

Takuto tuvo que contener una ligera risita. En retrospectiva, quizás debería haberlo visto venir, considerando cómo era Ranpha. Y si lo veía de ese modo, él también pensaba que había sido un milagro, que las alas de los Emblem Frames aparecieran justo cuando las necesitaban.

– Sí, claro que eran hermosas. – le respondió. – Además, nos salvaron a todos en una situación crítica.

– ¡Lo sé, lo sé! ¡Mi instinto nunca falla! – dijo Ranpha con orgullo.

– Claro, claro... – Takuto quiso alejarse un poco del romanticismo al recordar su conversación con Creta en el hangar. Quizás podría conseguir algo más de información que pudiera darle preguntándole a Ranpha. – Entonces, ¿cómo se sentía, pilotear un Emblem Frame renacido?

– Pues qué te digo, reaccionaba totalmente diferente de lo usual. Se sentía como si hubiese sido hecho a medida para mí. – Ranpha se golpeó la palma con el puño. – Con los Emblem Frames renacidos, la flota de Eonia no será nada. ¡Podré acabar con cualquiera que se me cruce!

– Sí, así será. – asintió Takuto. – Derrotaremos a Eonia cueste lo que cueste.

Los dos siguieron hablando un poco más. Sin embargo, Ranpha no le pudo dar más información que pudiese compartir con Creta y las ingenieras, así que al cabo de unos minutos Takuto decidió seguir su camino y dejarla entrenar. Tal vez Forte estuviera en la sala de tiro y pudiera disparar un poco con ella para matar el tiempo.

Y efectivamente, la encontró allí, pero parecía ir de salida, y llevaba una enorme caja consigo.

– Oh, Takuto, nos vemos de nuevo.

– Hey, Forte. ¿Qué estás haciendo? – preguntó al ver la caja, que resultó ser de municiones. – Pensé en venir a dar unos tiros contigo, ¿llegué en mal momento?

– No, sólo estaba organizando la munición y las armas. – replicó ella. – Ya sabes, si este lugar recibiera un impacto, podría haber una explosión que volaría un agujero enorme en la nave, así que lo estaba llevando a mi habitación.

– Ya veo, ¿quieres que te ayude? – ofreció él.

– Si quieres. Aunque te advierto, hay mucho que hay que llevar, incluso entre los dos. – le dijo ella.

Eso para él no era un problema, y de todos modos no tenía nada que hacer. Además, con eso podría pasar algo de tiempo con ella, lo cual siempre sería un plus para él.

Forte no bromeaba al decir que había mucho que llevar, ya que tuvieron que hacer tres viajes de ida y vuelta cargando las cajas de munición. Por fortuna Forte ya se había llevado casi todas las armas cuando él llegó, así que se evitó la peor parte, si bien que estaban bastante pesadas.

Cuando terminó de llevar la última, se desplomó sobre el sofá cama de Forte y empezó a jadear en busca de aire.

– Uff... ese fue el último. – dijo Takuto. – Cómo pesaban esas cajas...

– Gracias por tu ayuda. – dijo Forte. – Descansa un poco, prepararé un café mientras tanto.

– Gracias. – dijo él. – Bueno, creo que fue un buen ejercicio. Ahora ya me siento mejor...

– Te sientes mejor, ¿hmm? – Forte lo miró de manera inquisitiva. – ¿Hay algo que te esté preocupando, Sr. Comandante?

– ¿Eh? Ah, diablos... no debí decir eso...

– Déjame adivinar, ¿es por eso? – Forte cruzó los brazos. – Te estás golpeando el cerebro pensando si tenemos una oportunidad contra la flota de Eonia.

– Eh, no, bueno... ¿cómo decirlo...? Jejeje...

No tenía sentido negarlo. Forte siempre había sido capaz de leerlo como un libro abierto y esta vez no sería la excepción. La pelirroja se sentó junto a él en el sofá y se le acercó.

– ¿Qué sentido tiene preocuparte tú solo? – le dijo ella. – Vamos, habla conmigo sobre ello.

– Sí... lo siento. – suspiró Takuto. – Es sólo que a veces siento que me estoy desahogando contigo.

– Eso está bien para mí. – dijo ella en tono comprensivo. – Vamos, puedes desahogarte conmigo todo lo que quieras.

– Gracias, Forte. – respondió Takuto, decidiendo finalmente sincerarse, sabiendo que ella lo apreciaría mucho más de ese modo. – A decir verdad, estaba un poco deprimido. No he dejado de preguntarme... ¿realmente habrá una forma en que podamos derrotar a la Luna Negra?

– Pues a ver... – Forte se reclinó hacia atrás. – ¿Quizás sería mejor rendirnos pacíficamente?

– ¡¿Eh...?! – Takuto se quedó boquiabierto.

– Es estúpido desafiar a un oponente más fuerte que tú por puro orgullo. – declaró como si fuera un hecho. – Y tampoco queremos dificultades mayores. ¿No estás de acuerdo?

– ¡No bromees con eso! – gritó Takuto indignado. – ¡Yo jamás me rendiría sin más, ni mucho menos le entregaría el imperio a alguien como Eonia, después de que ha tirado tantas vidas por la borda sin necesidad!

Takuto se sorprendió un poco de su arrebato. Conocía demasiado bien a Forte como para creer que diría algo como eso en serio, así que su reacción pareció un poco exagerada. Dicho eso, nada de lo que dijo era mentira, y la pelirroja le sonrió de nuevo.

– Si estás tan seguro de eso, ¿cuál es tu decisión? – le preguntó. Takuto guardó silencio, pero sólo había una respuesta que podía dar.

– Pues claro... pelearemos contra Eonia y ganaremos. Después de todo, esa es nuestra única opción.

– Eso es lo que quería escuchar. – dijo Forte, aparentemente complacida. – Ese valor te llevará adelante. Y no sólo a ti, sino a todos nosotros. Y yo estaré allí contigo... te protegeré pase lo que pase.

La líder de la Brigada Angel dijo la última parte en una voz mucho más baja, y quizás algo sugestiva. El corazón de Takuto dio un ligero vuelco, pero aunque sintió un pequeño ardor en sus mejillas, se las arregló para mantener la compostura y devolverle la sonrisa a Forte.

– Gracias. No sé por qué, pero siento más confianza al oírte decir eso.

– ¿Qué dices? Pero si es mutuo. – dijo ella restándole importancia. – Si es así como te sientes, yo también me siento aliviada.

– Eso funciona para mí. – dijo él encogiéndose de hombros. Miró la hora y vio que ya se estaba haciendo muy tarde. – Bueno, creo que es mejor que me vaya. Gracias por el café.

– Claro. Buenas noches, Takuto.

Saliendo de la habitación, Takuto sintió que el peso que sentía antes se le había aliviado al menos un poco. No sabía cómo, pero Forte tenía un don para subirle los ánimos de vuelta incluso en la peor de las situaciones, y pensar en eso le produjo una extraña sensación de tranquilidad.

Mientras iba de camino a su habitación, Takuto se quedó pensando en todo lo que había sucedido durante las últimas veinticuatro horas. Ahora sí, ya sentía ganas de ir a dormir, y descansar para pensar en la mañana qué haría a partir de ahora.

Sin embargo, al abrir la puerta, se llevó una sorpresa. Alguien estaba tendido, durmiendo profundamente sobre su sofá.

Esta historia continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top