Llegan las Angels (1-3)


El viaje desde el sector que patrullaban duró varias horas. El puente había permanecido en silencio salvo por los ruidos de los operadores tecleando en sus estaciones, y lo único que mantenía ocupado a Takuto era observar a los Emblem Frames volando fuera por los ventanales.

En momentos como este lamentaba no haberse traído algo para matar el tiempo, quizás un tablero de ajedrez o algo por el estilo. A pesar de haber dejado el canal de comunicaciones abierto todo el trayecto, no se había atrevido a tratar de trabar conversación con las Angels, y ellas tampoco habían hecho un esfuerzo activo por comunicarse con él desde que terminó la batalla, así que supuso que se estaban concentrando en cumplir su misión de llevárselo a dondequiera que fuese su destino.

– Comandante Mayers, estamos entrando en un cinturón de asteroides. – dijo el operador de radar, rompiendo finalmente el aburrimiento.

– Seguimos a los Emblem Frames hasta aquí. Me pregunto qué habrá en este lugar. – comentó Lester.

– Bueno, supongo que ya estamos a punto de averiguarlo. – replicó Takuto.

– ¿Hm...? Comandante, el radar detecta una nave de guerra masiva. – volvió a hablar el susodicho operador. – Enviando imágenes ahora.

La pantalla holográfica se proyectó en frente de Takuto y Lester, y ambos se quedaron boquiabiertos. La nave, oculta entre los asteroides, era bastante larga, superando con creces al crucero que ellos comandaban. Tenía un diseño delgado y aerodinámico, con múltiples alerones con forma de aguja sobresaliendo en el exterior. El fuselaje era mayormente blanco, con algunos detalles en dorado en la parte superior y azul en la inferior. Una nave bastante imponente y elegante, aunque mostraba algunas marcas de daño evidenciando que había estado en batalla muy recientemente. Pero eso no era lo más increíble, sino que ambos al instante la reconocieron.

– ¿Esa no es...? ¡¿Cómo pudo esconderse entre los asteroides?! – preguntó Lester.

– Recibiendo datos ahora. – dijo el operador de radar. – ¡Es la nave insignia de la Guardia Imperial, el Elsior!

– El Elsior, ¿es decir el símbolo de toda la Guardia Imperial? – volvió a preguntar Lester. – ¿La nave que sólo sale en ceremonias reales y festivales?

– Pero parece estar muy dañada. – observó Takuto. – Si tuviera que adivinar, diría que tuvo que entrar en batalla varias veces en su camino hasta aquí...

Era muy extraño. Tal como señaló Lester, el Elsior era una nave puramente ceremonial, y jamás desde que él tenía memoria se le había visto entrar en combate. Verla en ese lugar tan remoto, y encima con evidentes signos de daño no parecía un buen augurio. Esto sólo le generó aún más preguntas.

– Dos naves no identificadas vienen acompañando al Elsior. – agregó el operador del radar.

– ¿Tienes información sobre ellas? – preguntó Lester.

– Sí, deme un minuto. – Empezó a teclear en su estación por un momento. – He captado las naves con las cámaras exteriores. Enviando al monitor.

Un segundo después, aparecieron en pantalla dos naves con un gran parecido a los Emblem Frames de la Brigada Angel. Sin embargo, sus diseños también eran distintos al igual que sus colores, siendo la primera un caza de color azul que parecía estar flanqueado por unos drones pequeños que revoloteaban a su alrededor, y la segunda era de color verde y con un escudo satelital bastante grande en el lado derecho.

– No cabe duda, esos tienen que ser Emblem Frames. – dijo Takuto. – Eso significa que...

– Bingo. – intervino Forte por el canal de comunicaciones. – Son los Emblem Frames de nuestras aliadas en la Brigada Angel.

– La nave azul es la Unidad #3, el Trick Master, y la nave verde es la Unidad #5, el Harvester. – explicó Ranpha, identificando a cada una.

– Y ahora ya estamos juntas las cinco. – dijo Milfeulle alegremente. – ¡Chicas, regresamos con el Comandante Mayers!

– Comandante, las naves recién llegadas desean comunicarse con nosotros. – dijo el operador de comunicaciones.

– De acuerdo, ábranles el canal. – ordenó Takuto.

En pantalla se unió a la conversación la piloto de la nave azul, que Takuto pudo observar se veía incluso más joven que las otras tres. Tenía cabello azul claro, ojos dorados y lo más peculiar de su apariencia eran unas largas "orejas" que le sobresalían a los lados de la cabeza.

– Saludos, Comandante Mayers, y bienvenido al Elsior. – le saludó con una voz que sonaba muy propia de una señorita de alta sociedad. – Soy la piloto del Trick Master, y mi nombre es Mint Blancmanche. Espero que nos llevemos bien.

– Sí, gusto en conocerte también. – respondió Takuto. – Por cierto, si no es molestia, ¿eres tú quien responderá a mis preguntas?

– Si está en mi capacidad, con mucho gusto. – respondió cortésmente Mint. Sin embargo, Forte en ese momento intervino también.

– Siento decírselo, pero no es ella. La persona a la que busca se encuentra esperándolo en el Elsior. – dijo la pelirroja.

– Oh, ya veo. – dijo Takuto. – Es sólo que ella tiene el aspecto de alguien que sabe mucho. ¿Señorita Blancmanche? Mis disculpas si fui descortés.

– Oh, no se preocupe. – dijo Mint con una gran sonrisa. – Soy consciente de su falta de experiencia, pero tengo confianza en su futuro liderazgo, Comandante Mayers.

– Sí, gracias... – Takuto no sabía si lo estaba halagando o burlándose de él. – Pero entonces, ¿con quién debería hablar?

– Forte-san, ¿no le explicaste la situación? – inquirió Mint dirigiéndose hacia su compañera.

– Es que no tuvimos tiempo de hacerlo. – se excusó la aludida. Takuto pudo ver que Mint se encogía de hombros en el monitor.

– Bueno, por lo que puedo ver llegaron aquí muy deprisa.

En ese momento se unió a la conversación la quinta piloto. También se veía bastante joven, con cabello verde claro sujeto en una coleta alta y lo que parecía una diadema médica. Tenía la tez bastante pálida y ojos rojos, y su expresión estaba casi totalmente vacía de emociones.

– Disculpen la interrupción... – Hasta su voz coincidía con su apariencia, un tono monocorde que casi le haría pensar que era un robot. – Lo llevaremos al Elsior. Una nave vendrá para recibirlo, por favor abórdela...

– Whoa, ¿tú también eres parte de la Brigada Angel? – preguntó Takuto.

– ...Vanilla H. Piloto de la Unidad #5, Harvester.

Takuto se dio cuenta que era una chica muy callada, y no supo qué pensar de ella. En vista de las circunstancias, quizás lo mejor sería presentarse apropiadamente.

– Gracias por tu guía. Soy Takuto Mayers, es un placer conocerte.

– El placer es mío. – respondió Vanilla. Su tono no cambió en ningún momento, y fue allí que entendió que no utilizaría más palabras de las necesarias. No tenía mucho sentido presionarla entonces.

– ¿Esa niña de verdad es una de ellas? – preguntó Lester. – ¿En serio le confían pilotar una de esas naves a alguien así...?

– Escuché eso. – intervino Ranpha, aparentemente molesta por el comentario. – Déjame decírtelo, Vanilla es extremadamente confiable.

– Hmm, hmm, ciertamente se ve como alguien con una actitud seria. – dijo Takuto.

– También, ¿puede la persona que lo acompaña venir con usted? – preguntó Vanilla, aparentemente sin perturbarse ni un poco por lo que dijeron sobre ella.

– Oh, ¿te refieres a él? – dijo Takuto. – Este es Lester Coolduras, mi subcomandante.

– ¿Qué, y por qué debo ir yo también? – protestó Lester.

– No seas tan duro contigo mismo. – replicó Takuto. – ¿No es algo natural para mi asistente? Además, es una oportunidad muy rara para ver el Elsior. Será un buen recuerdo.

– ¿Y es que no tienes curiosidad de por qué se encuentra aquí en la frontera? – Lester se cruzó de brazos, al parecer sin seguir convencido.

– Bueno, será sólo otra pregunta más que haya que hacer. – dijo Takuto. – Muy bien, es hora de que abordemos el Elsior.

Un transbordador salió desde el Elsior y se acercó al crucero de Takuto para acoplarse. Una vez pasado todo el protocolo de seguridad, comandante y subcomandante abandonaron el puente y se dirigieron a abordarlo, a la expectativa de lo que fuera que les estuviese aguardando del otro lado.

...

Tras unos minutos, el transbordador finalmente atracó en el hangar ventral. Takuto y Lester salieron muy expectantes, y el primero no pudo evitar silbar al ver a su alrededor. Estar a bordo de esta nave era un privilegio que muy pocos en la milicia podrían tener, y realmente se sentía muy honrado de poner un pie en ella.

– Ya estamos aquí. – dijo Lester. – Así que este es el Elsior...

– Increíble, y este sólo es el hangar. – dijo Takuto, sin poder evitar girarse a todos lados para no perderse ningún detalle. – ¡Oh, mira eso! Es el mismo escudo que está en los Emblem Frames. Comparado a este lugar, ya no se ven tan grandes.

Y hablando de los Emblem Frames, justo en ese instante las pilotos de la Brigada Angel salieron de sus cabinas mientras les colocaban rampas de acceso para que pudieran bajarse. Todas se fueron acercando a donde estaban Takuto y Lester, y el comandante finalmente les pudo echar una mirada a cada una más de cerca. Se percató de que cada una había personalizado su uniforme de la milicia de Transbaal a lo que él asumió debían ser sus preferencias personales.

En orden: Milfeulle llevaba el uniforme casi estándar, con la chaqueta y botas reglamentarias, salvo que usaba una falda rosa en lugar de negra; Ranpha llevaba lo que parecía ser un vestido chino de color rojo con aberturas en el escote y el abdomen, con tacones a juego en lugar de botas, y en vez de una chaqueta usaba un chaleco sin mangas; Mint, que era la más bajita del grupo, llevaba su uniforme sobre un vestido azul con un enorme lazo en el pecho y un pequeño faldón, guantes blancos a juego con la chaqueta y calcetas largas y negras; Forte estaba en el otro extremo, siendo la más alta de las cinco y con una chaqueta casi igual de larga, sobre un vestido púrpura sujeto con un corsé y una abertura donde unas tiras delgadas sostenían sus enormes pechos, y también con tacones como los de Ranpha aunque negros; y finalmente, Vanilla usaba un uniforme con adornos de color verde claro y las piernas cubiertas con calcetas blancas.

– Comandante Mayers, bienvenido de su viaje. – saludó Milfeulle alegremente.

– ¿Viaje? Pero si no nos tomó ni medio día. – señaló Ranpha.

– Bienvenido al Elsior. – dijo Vanilla, en su tono inexpresivo. Aun así, Takuto se esforzó por sonreírle tanto a ella como a las demás.

– Sí, me alegro de por fin conocer a la Brigada Angel en persona. – les dijo.

– Entonces, ya no hagamos esperar más a la persona por quién vino. – dijo Mint.

– La persona que responderá a todas sus preguntas. – dijo Forte. – Es alguien a quien usted conoce muy bien, y fue quien nos envió a buscarlo.

Takuto oyó unos pasos acercándose a sus espaldas, y se giró junto con Lester para toparse con un rostro bastante familiar, alguien a quien no se esperaba ver en absoluto.

– Hola. Puedes ahorrarte las presentaciones, yo soy el hombre misterioso.

Un hombre mayor, de unos cincuenta años y con uniforme militar de alto rango, acababa de presentarse frente a ellos. Su larga cabellera castaña estaba un poco veteada de canas, pero a pesar de eso tenía un semblante firme e imponente, igual y como Takuto lo recordaba desde sus días en la academia. En su cara se reflejaba la experiencia y sabiduría de un veterano, inspirando respeto con su sola presencia.

– ¡Instructor! ¡Es el instructor Luft! – exclamó Takuto una vez que encontró su voz de vuelta. Lester había mantenido su compostura, pero por la esquina del ojo pudo ver que también se sorprendió de ver al hombre que les enseñó a ambos en la academia militar.

– Idiota. ¿Acaso crees que seguimos en la academia? – le dijo en tono muy severo. – ¿Qué no sabes lo que soy ahora?

– Eh... ¿cómo dice? – preguntó Takuto nervioso. Sintió que Lester le daba un codazo en el costado, y al voltear vio que tenía una mirada de "no nos hagas quedar como tontos", pero logró captar el mensaje. – C-claro, por supuesto que lo sé. Usted es el Comodoro de la flota de defensa satelital de la Guardia Imperial, ¿no es así?

– ¿Oh? – Luft parecía impresionado de su respuesta. – Sí, en efecto, estás en lo correcto. Me sorprende que lo supieras.

– En realidad, puedo ver su rango debajo del manto. – Takuto se rio un poco.

– Ups... los tramposos hacen trampa, supongo. – dijo Luft, cubriéndose su insignia de rango. – Pero bueno, así eres tú. Esa perspicacia tuya no ha cambiado en nada.

– Muchas gracias.

– ¿Crees que te estoy halagando? – preguntó Luft. Su semblante se tornó en un ceño fruncido.

– ¿Qué, no lo estaba? – dijo Takuto. Luft suspiró con resignación.

– En serio que no has cambiado en absoluto. – continuó el antiguo instructor. – Pero aun así me siento aliviado. Has crecido como el hombre que esperaba que fueras. Bueno, suficiente de estar aquí parados. Continuaremos con esta conversación en mis aposentos. – Se dirigió brevemente a las pilotos. – Buen trabajo, Brigada Angel. Pueden irse a descansar por el momento.

– Sí, señor. – respondieron todas al unísono haciendo el saludo militar.

– Takuto, Lester, ustedes síganme.

Y dicho esto se giró sobre sus talones y comenzó a alejarse hacia la salida del hangar. Lester lo siguió sin rechistar, mientras que Takuto se quedó por un momento mirando hacia donde se habían ido las pilotos de la Brigada Angel, que parecían estar conversando entre ellas, pero estaban muy lejos para escucharlas. Cuando Lester lo llamó diciéndole que se diera prisa, finalmente apuró el paso y fue a unírseles, dirigiéndose a un elevador que los llevaría a la cubierta superior de la nave, y de allí, al cuarto del comandante.

...

Al atravesar la puerta, Takuto pudo ver que el cuarto designado para el comandante en el Elsior era todo un lujo a comparación del suyo. Era muchísimo más espacioso, con un escritorio semicircular con algunas plantas adornándolo y detrás de él un acuario lleno de peces y plantas exóticas. Había también varios sillones que se veían tan tentadoramente cómodos para echarse la siesta. Había otra puerta al otro extremo, que supuso llevaba a donde estarían la cama y el baño.

– Bien, ahora que ya estamos tranquilos, ¿por dónde comenzamos? – dijo Luft.

– En realidad, tengo un montón de preguntas que hacerle. – respondió Takuto. – Me siento bastante abrumado, si soy honesto.

– Hmm, por lo que veo, la Brigada Angel no les explicó la situación. – Luft se llevó la mano hacia la barbilla. – Es natural sentirse abrumado.

– ¿Puede contarnos sobre la situación actual? Hemos perdido contacto con los cuarteles generales. – explicó Takuto, recordando su último mensaje antes de su fatídico encuentro con la Brigada Angel.

– Ya veo. Significa que la segunda flota fue destruida...

– ¿Cómo dice? – Esa noticia tomó a Takuto desprevenido. La reacción de Lester fue más controlada, pero su expresión denotaba que estaba igualmente conmocionado por oír esto.

– Mi plan original era venir a Criom, pero si este es el caso... ya no tenemos opción. – continuó hablando Luft pensativo. – Tendremos que ir al sistema Rhome ahora.

– E-espere un minuto, ¿por qué vino a este sistema? – preguntó Takuto. – ¿Acaso el golpe de estado no fue sofocado?

– No, no lo fue. – dijo Luft muy seriamente.

– Entonces, ¿están en punto muerto ahora?

– Si así fuera, eso sería una mejora. – El tono de Luft no cambiaba en absoluto. A Takuto le sorprendía que pudiese mantener la calma si la situación de verdad era así de seria. Takuto empezaba a tener miedo de preguntar, pero necesitaba confirmarlo.

– Entonces, quiere decir que...

– Las fuerzas del golpe de estado ya han tomado por completo el Sistema Transbaal. – confirmó su antiguo instructor.

Un grito ahogado se escapó de la garganta de Takuto. Eso quería decir entonces que la situación era aún peor de lo que pensaba. Luft procedió a relatar los pormenores de todo lo que había acontecido desde que recibió las últimas noticias. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos: la misteriosa flota negra salió de la nada y apenas fue detectada por la primera flota defensiva de Transbaal antes de iniciar su ataque, sin anunciarse o identificarse. Apenas estaban tratando de recolectar información cuando la flota negra atravesó la línea defensiva, y luego tras rodear el planeta, lanzaron un bombardeo orbital sobre la capital, aniquilándola por completo.

– ¿Qué sucedió con el Palacio Imperial? – preguntó Takuto. – ¿Y con Su Alteza, el Emperador Gerard?

– El Palacio Imperial fue totalmente destruido. – dijo Luft con pesadumbre. – Su Alteza y el resto de la familia real se encontraban adentro cuando sucedió...

– ¡¿Todos fueron asesinados?! – exclamó Takuto incrédulo. – No es posible... Su Alteza y toda su familia están...

– Parece ser que el golpe de estado realmente fue la venganza de Eonia. – intervino Lester. – Desató toda su ira en contra de la familia que lo desterró.

– Por ahora, eso es lo que creo también. – confirmó Luft. – Luego de tomar la capital, Eonia lanzó una proclamación. En resumen, quiere suceder al trono. Lo está usurpando abiertamente. Con sus fuerzas, las tropas terrestres imperiales no son una amenaza para él. Aunque aún no sabemos dónde las obtuvo, con esta fuerza tan abrumadora, los ciudadanos no tienen más alternativa que arrodillarse ante Eonia por el momento...

– Si te preocupa ser bombardeado desde el espacio, eso es inevitable... – dijo Lester estando de acuerdo.

– Antes de venir aquí, peleamos con una flota que parecía ser parte del golpe. – agregó Takuto. – Esto ya no es sólo venganza de Eonia contra personas en específico. Va tras todas las fuerzas militares.

– Así es. – asintió Luft. – Con esa flota, a Eonia no se le hará difícil hacerse someter a todas las fuerzas militares. Está expandiendo su influencia por todo el imperio, y tendremos que enfrentarnos a él pronto. De hecho, en mi camino aquí tuve que escapar de su flota múltiples veces.

En este punto, decir que Takuto estaba en shock sería quedarse corto. Al menos eso explicaba por qué desde afuera el Elsior se veía tan dañado, ya que habrían escapado por los pelos. Sin embargo, eso planteaba otras preguntas, y aunque no estaba del todo seguro de que le fueran a gustar las respuestas, el impulso de querer saberlo le ganó.

– ¿Puedo preguntarle algo? ¿Por qué un Comodoro y la Brigada Angel, cuyo deber es proteger a la Luna Blanca, se encontrarían aquí tan lejos?

– Eso es porque la Santa Madre de la Luna, Lady Shatoyarn en persona, nos encomendó una misión muy importante. – explicó Luft. – Durante la invasión, Eonia también intentó apoderarse de la Luna Blanca junto con el sistema.

– ¡¿La Luna Blanca?! ¡¿Qué pasó con Lady Shatoyarn?! – exclamó Takuto, abandonando cualquier asomo de mantener la compostura.

– Por ahora, se encuentra a salvo. – respondió el Comodoro, para al menos algo de alivio. – Cuando escapé, Lady Shatoyarn encerró la Luna Blanca en un escudo que ni siquiera Eonia podría penetrar.

– Eso es un alivio. – dijo Lester. – Si la tecnología perdida de la Luna Blanca cayera en manos de Eonia, nada bueno podría salir de eso.

Takuto estuvo de acuerdo. La Luna Blanca resguardaba casi toda la tecnología perdida del imperio, y no quería imaginarse lo que podría haber sucedido si Eonia hubiese logrado su cometido. Por supuesto, lamentaba mucho las muertes de la familia real, pero si Lady Shatoyarn continuaba con vida, significaba que no todo estaba perdido aún.

– Justo después que el palacio fue destruido, Lady Shatoyarn me convocó. – prosiguió Luft tras un breve silencio. – Me entregó el Elsior y los Emblem Frames, dos tecnologías perdidas, y me encargó cumplir con la misión a toda costa.

– Y esa misión es... – dijo Takuto. Al fin, el punto más importante.

– Un miembro de la familia real se encontraba en la Luna Blanca al momento de la invasión. Ahora es el único superviviente. – dijo el comodoro. – La misión que me encomendaron fue garantizar su seguridad.

– ¿Un miembro de la realeza en la Luna Blanca? – preguntó Takuto. – ¿Quién era?

– El joven príncipe Shiva. ¿Lo recuerdan?

– Eh... ¿quién era de nuevo? – Takuto se rio nervioso. La verdad, el nombre le sonaba un poco, pero no entre los miembros importantes de la familia real que más destacaban.

– Uno de los hijos del Emperador Gerard, y medio hermano de Eonia. – dijo Lester. – Me alegra saber que sigue con vida.

– Sí pero... ¿qué no se supone que apenas es un niño? – señaló Takuto.

– Es cierto, apenas tiene diez años. – replicó Lester. – Pero aunque no haya aparecido mucho en las noticias, para que no te acuerdes de él... – Se giró hacia su antiguo instructor. – Sin embargo, Comodoro Luft, no estaba al tanto de que el Príncipe Shiva se encontraba en la Luna Blanca.

– Yo tampoco lo sabía. – admitió Luft. – El Príncipe Shiva no nació de ninguna de las consortes del Emperador Gerard. Si consideramos eso, tiene sentido que no haya habido mucha preocupación sobre su linaje real.

– Creo que ni siquiera se reveló públicamente quién fue su madre. – agregó Lester. – No recuerdo que haya aparecido en las ceremonias reales oficiales.

– Por lo que sé, fue mantenido en secreto y se asumió que era un hijo adoptivo, así que por eso fue llevado a aprender la sabiduría de la Luna Blanca. – dijo el Comodoro. – Sin embargo, ahora el príncipe Shiva es el único heredero legítimo al trono, así que debe ser protegido a toda costa. – Se acercó a su escritorio y empezó a teclear en la pantalla. – Takuto, Lester, observen esto un momento.

En la pantalla apareció un mapa estelar del imperio Transbaal, resaltando varias zonas específicas, incluyendo el planeta principal, su ubicación actual en Criom, y el sistema Rhome. Alrededor del planeta Transbaal había una zona roja etiquetada como "Ejército de Eonia". Takuto sintió que se le helaba la sangre al verla, ¿realmente se había expandido así de lejos?

– Como pueden ver, este es un mapa completo del Imperio Transbaal. En la parte superior derecha se encuentra el sistema principal. – lo señaló en el centro de la zona roja, el punto verde que representaba al planeta. – En este momento nos encontramos aquí en Criom. – Señaló el punto azul en la parte derecha al centro. – Y nuestro objetivo se encuentra aquí, en el sistema Rhome. – concluyó señalando el punto amarillo abajo a la izquierda.

– El Sistema Rhome es la base de la tercera flota. ¿Acaso ya tienen un plan? – preguntó Takuto.

– He informado a las fuerzas de la resistencia que se reúnan en Rhome para preparar nuestro contraataque a Eonia. – explicó Luft. – Su alcance no debería llegar hasta allí todavía. Aún queda mucho de la guerra por pelear.

– Ya entiendo, podemos reagruparnos allá y formular nuestra contraofensiva. – dijo Lester.

– Algo así. El Príncipe Shiva también estará protegido en Rhome. – concordó Luft. – Ah, y también, ustedes dos tendrán un encuentro con el príncipe pronto. Les advierto, se encuentra un poco molesto debido a toda la conmoción, así que cuando lo saluden, traten de mantener la compostura.

– Pero ¿por qué tenemos que conocer al príncipe? – preguntó Takuto.

– ¡Eso es obvio! Porque a partir de ahora, tú estarás a cargo de proteger al príncipe y de comandar a la Brigada Angel. Tendrás que presentar tus respetos como debe ser.

– Ah, claro, naturalmen... te... ¡¿QUÉEEEEEEEEEEEEEE?!

Takuto podría haber jurado que su quijada se fue hasta el suelo. ¡¿Quién dijo que protegería a quién?! No podía estar hablando en serio. El Comodoro Luft tendría que estar jugándole alguna clase de broma, no había forma de que él, un simple comandante de flota de patrulla en las fronteras, fuese asignado para proteger a una persona así de importante como el Príncipe Shiva.

– Reitero. Takuto, a partir de ahora, tú comandarás a la Brigada Angel y protegerás a Su Alteza, el Príncipe Shiva. – declaró el comodoro como un hecho. – ¿Y bien, lo harás?

Takuto tuvo que contener el impulso de tragar saliva. Miró de reojo a Lester, como si quisiera buscar su apoyo, pero este ni se inmutaba. Todo indicaba que la decisión era suya y de nadie más.

– Pero... ¿por qué yo? – dijo Takuto, tratando de controlar los nervios en su voz. – ¿No se supone que Lady Shatoyarn le asignó la misión a usted, Comodoro?

– No pude aceptar su petición. – dijo Luft.

Esto dejó a Takuto en un shock aún mayor: ¡¿rehusarse a una petición de la mismísima Lady Shatoyarn?! Eso era inaudito, inconcebible. Sin embargo, el Comodoro continuó con su explicación.

– Era inevitable, tendré mis manos llenas liderando a toda la flota. Aunque me gustaría encargarme de la Brigada Angel, no creo ser capaz de manejar a los Emblem Frames. Así que le prometí a Lady Shatoyarn que cuidaría de las Angels y del Príncipe hasta que encontrara a alguien apropiado para el trabajo.

– Y ese alguien... ¿soy yo? – preguntó Takuto.

Aún seguía sin entender qué tendría él de especial para ese trabajo. Sin embargo, el Comodoro asintió y volvió a insistir. Takuto se mordió el labio y volvió a mirar a Lester, después a su viejo instructor, y luego a Lester de nuevo. Podría jurar que los engranajes de su cerebro estarían resonando debido al debate que ahora se estaba llevando a cabo, pero empezó a considerar la situación.

Por un lado, sentía que le estaban echando encima una responsabilidad muy grande para un oficial de tan bajo rango. Por el otro, pese a su reputación de holgazán, si la situación era así de seria no podía quedarse sin hacer nada. Y muy probablemente no habría muchas personas dispuestas o disponibles para hacer el trabajo, si realmente la primera y segunda flota del imperio habían sido aniquiladas de esa forma. El tiempo apremiaba, y si él no lo hacía, ¿quién más lo haría?

– Ah, de acuerdo, me convenció. – dijo Takuto con resignación. – Si esos son los deseos de Lady Shatoyarn, entonces este indigno Takuto Mayers se ocupará de guiar al Príncipe Shiva y a la Brigada Angel hacia la seguridad.

– ¡Oh, esa fue una decisión rápida! – dijo Luft complacido. – ¡Tal como esperaba, Takuto!

– ¡Jajaja, bueno, ahora que estoy en una nave tan importante, no hay forma de que pueda irme! – dijo Takuto, intentando enmascarar los nervios que sentía con una fachada de humor. ¿En qué se acababa de meter?

– ¡Bien dicho! Y ahora vamos a...

Lo que fuera que iba a hacer el Comodoro Luft fue interrumpido por un golpeteo en la puerta que los dejó en silencio. ¿Acaso alguien los estaba escuchando? En respuesta, el veterano oficial presionó el botón en el escritorio para quitar el seguro y abrirla, e inmediatamente un montón de personas cayó dentro de la habitación en pila.

O mejor dicho, un montón de chicas.

– ¡¿Kyaaa?! Ayayayay... – Esa fue Milfeulle.

– ¡Auch! ¡¿Quién abrió la puerta de repente?! Me duele la barbilla... – se quejó Ranpha.

– F-Forte-san... pesas demasiado. – dijo Mint, que estaba siendo aplastada por la susodicha pelirroja.

– ¿...Se encuentran bien todas...? – preguntó Vanilla, la única que al parecer había podido ponerse de pie.

– Creo que sí. – dijo Forte. – Oh no, parece que nuestro plan de escuchar detrás de la puerta falló...

Takuto y Lester se quedaron observando perplejos mientras las cinco se ponían de pie, sacudiéndose la ropa y verificando si se habían lastimado. ¿De verdad las pilotos de la Brigada Angel se habían puesto a espiarlos detrás de la puerta para averiguar de su conversación? No sabía ni qué pensar de eso, aunque por lo poco que llevaba de conocerlas, parecían ser muy... peculiares.

https://youtu.be/SbQHxNCkDFI

– Bueno, creo que ya las conoces, pero te las presentaré de nuevo. – dijo el Comodoro Luft. – Estas señoritas son la Brigada Angel.

Las cinco se habían amontonado junto a la puerta, y tras recibir un golpecito en la espalda de parte de Forte, Milfeulle procedió a hacer un saludo militar.

– Soy Milfeulle Sakuraba. Encantada de conocerlos.

Acto seguido, Ranpha la empujó ligeramente para que se hiciera a un lado mientras ella procedía a repetir el saludo militar.

– Ranpha Franboise. – dijo en tono que parecía esforzarse por ser cortés, aunque pudo percibir algo de hostilidad. – Un placer.

Se echó un paso atrás y justo después Milfeulle lanzó un grito chillón y empezó a quejarse de dolor. Al parecer Ranpha le había pisado el pie sin querer (Takuto no quiso imaginarse lo que dolería que lo pisaran con esos tacones). A continuación, Mint se adelantó y sujetándose los bordes de su falda hizo una pequeña reverencia.

– Permítanme presentarme de nuevo. Mint Blancmanche, para servirles.

Forte, que había permanecido apoyada junto al marco de la puerta, procedió a tomar su turno, acomodándose su gorra.

– Yo soy Forte Stollen, líder de la Brigada Angel.

Por último, Vanilla dio un paso al frente, y Takuto vio cómo una masa de luz brillante la rodeaba ascendiendo en espiral hasta detenerse en su hombro y materializarse en lo que parecía ser un conejo espacial. Lo reconoció como un conjunto de nanomáquinas, pero aunque sentía curiosidad, tendría tiempo de preguntarle más tarde al respecto.

– Vanilla H. – dijo en su habitual tono monocorde, también haciendo el saludo militar.

– A partir de ahora, ellas estarán bajo tu mando. – declaró Luft.

Habiendo concluido las presentaciones, las cinco pilotos se acercaron a ellos. Después de pensarlo un poco, Takuto supuso que probablemente ya estaban al tanto de que el Comodoro Luft planeaba ponerlas bajo su mando, y querrían saber qué clase de persona sería su nuevo comandante. Admitiéndolo, quizás él haría lo mismo de estar en su lugar.

– Debo decir que me alegré mucho con lo que dijiste. – Forte fue la primera en tomar la palabra, con una gran sonrisa en el rostro. – Con esa clase de espíritu, podremos estar tranquilas.

– Bueno, yo me alegro de que hayas tomado tu decisión rápidamente. – dijo Ranpha, que también estaba sonriendo y parecía haberle bajado un poco a su hostilidad habitual.

– Espero poder trabajar contigo... – dijo Vanilla. Takuto supuso que también estaba feliz por ello, aunque no lo demostrase abiertamente.

– Bueno, en mi experiencia, alguien que acepta una responsabilidad muy fácilmente también puede abandonarla igual de fácil. – comentó Mint. – Espero que este no sea el caso.

– Gracias por aceptar ser nuestro comandante. – dijo Milfeulle. – Me esforzaré mucho por usted.

– Sí, igualmente. Espero con ansias trabajar con todas ustedes. – les dijo.

Sin embargo, antes de que nadie más pudiera decir otra cosa, empezó a sonar otra alerta. Todos se pusieron sobre aviso, especialmente el Comodoro Luft. Aunque no necesitaba ser un genio para saber que significaba problemas.

– Oh no, ¡¿el enemigo ya nos ha encontrado?! – exclamó el veterano.

– ¿El enemigo? – preguntó Takuto confundido. – ¡Pero si acabamos de neutralizarlo hace nada!

– Nuevas tropas aparecen una tras otra. – dijo Luft. – Es un rasgo muy inquietante de la flota de Eonia.

– Ahora que lo recuerdo, esa flota que neutralizamos era totalmente automatizada. – intervino Lester. – ¿Podrían estar produciéndolas en masa...?

– Podría ser. – admitió Luft. – En cualquier caso, Brigada Angel, diríjanse al hangar y prepárense para salir. Takuto y Lester, ustedes vienen conmigo al puente de mando.

Nadie se atrevió a cuestionar la orden, y sin tardanza todos abandonaron la habitación. Mientras las miembros de la Brigada Angel se dirigían hacia el elevador, Takuto y Lester siguieron a su mentor hacia el otro lado del corredor, directo hacia el puente del Elsior.

Una vez adentro, el joven capitán tuvo la oportunidad de maravillarse todavía más con la nave, aún más todavía de lo que estaba cuando sólo había estado en el hangar hacía unos minutos. Se le notaba que era mucho más avanzado que el de su propia nave.

– Wow. – dijo el peliazul silbando al ver todo lo que veía. – Entre este puente y el de mi crucero no hay punto de comparación.

– Comandante Luft, el enemigo se acerca al cinturón de asteroides.

– También, la nave enemiga busca contactarnos.

Las que hablaron fueron un par de voces femeninas. Takuto miró al frente y fue entonces que notó que había un par de mujeres jóvenes sentadas en las estaciones del puente. Con toda certeza las operadoras.

– ¿Nos están contactando? Eso es muy raro, sólo hemos visto naves no tripuladas hasta ahora. – dijo el comodoro. – Oh, y a partir de ahora, Takuto Mayers será quien esté al mando.

– ¿Eh? ¿En serio?

– Hmm. Hablaremos después. – dijo Luft. – Por ahora, preséntense y saluden a Takuto.

Las aludidas se pusieron de pie y se acercaron para saludar. Takuto pudo verlas mejor: ambas llevaban el uniforme estándar de la milicia, aunque también se veían bastante jóvenes. La de la izquierda tenía cabello púrpura con unas horquillas azules y ojos del mismo color, y la de la derecha cabello castaño atado en una trenza que le caía por el hombro, y usaba gafas.

– Oficial de comunicaciones, Almo Blueberry. – dijo la primera. – Encantada de conocerlo.

– Técnico a cargo del radar, Coco Nutmilk. – dijo la segunda. – Será un placer trabajar con usted, Comandante Mayers.

– Almo y Coco. El placer es todo mío. – dijo Takuto aproximándose a la silla del comandante que ahora sería suya. – Bien, en ese caso daré mi primera orden. Coco, analiza la información disponible que tenemos sobre el enemigo.

– Recibido. – dijo la aludida volviendo a su estación.

– Almo, abre un canal con el enemigo.

– Como diga, Comandante Mayers.

Con ambas operadoras de nuevo en su lugar, empezaron a trabajar, y Takuto se preparó para saludar al comandante enemigo. Ya estaba planeando en su cabeza algunas cosas que le iba a decir, dependiendo de con qué clase de persona estuviesen tratando. A los pocos segundos, el monitor se encendió.

– ¡EHEEEEEEMMMM! – Y lo primero que salió de él fue el carraspeo más fuerte que Takuto había oído en su vida. En pantalla había aparecido un hombre mayor, quizás en sus cuarentas o cincuentas, con cabello marrón grisáceo algo salvaje peinado hacia atrás y una barba de candado. – ¡Esta es la flota del Legítimo Imperio de Transbaal! ¡Soy el Teniente Comandante Rezom Mayzon! ¡Y esta es una advertencia para los perros falderos del viejo régimen! Entreguen el Elsior y los Emblem Frames sin oponer resistencia, y los dejaré marchar con vida. Es una oferta generosa.

Takuto tuvo que contenerse las ganas de reírse. A este sujeto parecía gustarle mucho hacer teatro, pero de primera vista no le parecía tan amenazador. Bien, hora de darle una respuesta a su pequeño discurso.

– Así que la flota del Legítimo Imperio de Transbaal, ¿no? – dijo Takuto. – ¿Puedo hacer una pregunta?

– Lo permitiré. Somos magnánimos. – respondió el sujeto.

– Si eres del Legítimo Imperio de Transbaal, ¿significa que te han despachado desde el Legítimo Imperio de Transbaal? – preguntó Takuto, haciendo todo lo posible por sonar condescendiente.

– ¿Q... qué cosa dices?

– Si ustedes son la flota del Legítimo Imperio de Transbaal, ¿podrían llevarnos hacia el centro principal de Transbaal? – volvió a preguntar Takuto.

– ¡N-no somos un tour turístico ni una tienda de regalos! – exclamó Rezom, visiblemente enojado. – ¡Qué maleducado!

– Sí, ciertamente eres un maleducado. – dijo Takuto. – Cualquier tienda de regalos que te contratara quebraría en un abrir y cerrar de ojos.

El comandante enemigo gruñó furioso, y Takuto tuvo que reprimir el deseo de reírse. Ya había logrado ponerlo de mal humor, y resultó ser mucho más fácil de lo que pensó. En la academia le habían enseñado que un oficial al mando siempre debía mantenerse en control, por lo que él pensaba que, si lograba romperle la concentración al comandante enemigo, tendría una excelente ventaja inicial, y eso era lo que buscaba.

– Ya lo hiciste enojar, sin duda. – dijo Lester encogiéndose de hombros. – Típico de ti.

– No has cambiado para nada, Takuto. – concordó Luft.

– Ojojo... hablas mucho para estar tan asustado, pero tu palabrería no oculta tu cobardía, patético perro imperial. – dijo Rezom, aprovechando la pausa para intervenir. – Pero ya te he extendido mi mano. ¿Te rendirás o no?

– Me rehúso. – dijo Takuto simplemente.

– Hmhmhm... eso está bien para mí. Si te hubieras rendido pacíficamente, Lord Eonia no me recompensaría. Sin embargo, acabas de condenarte a ti mismo y a los tuyos. ¡Te arrepentirás de tu estúpida decisión! Después de todo, lo único que tienes son los Emblem Frames. ¿Qué pueden hacer con sólo cinco naves? ¡Mi crucero de batalla los reducirá a todos a polvo cósmico! – Y tras decir estas últimas palabras, cortó el canal.

– ... Comunicación finalizada. – dijo Almo.

– Sí, con eso ya nos han declarado la guerra. – dijo Takuto.

– Comandante Mayers, eso fue... sorprendente. – dijo Coco, algo dudosa. – En muchos sentidos...

– Hmm... tal vez. – dijo el Comodoro Luft, aclarándose la garganta.

– Jaja, gracias, no fue nada. – se jactó Takuto.

– Ese tipo no era más que un simplón, honestamente. – dijo Lester. De inmediato adoptó un semblante más serio. – Pero por lo que acabamos de escuchar, esos soldados enemigos han traicionado a sus propios aliados para unirse a Eonia.

– Eso es lo que parece. – concordó Takuto. – Qué bajo ha caído el honor de la flota imperial.

– Cuando lo dices tú, carece de convicción. – comentó Lester burlonamente.

– Oh, y por cierto, Lester. Aunque yo acepté el puesto del comandante, me gustaría que siguieras siendo mi adjunto. ¿Lo harías?

– Creí que no hacía falta decir eso. – Lester se cruzó de brazos. – El trabajo es algo que tú... bueno, como sea, claro que lo haré. Además, nadie más que yo sería capaz de trabajar contigo, así que me quedaré para apoyarte.

– Gracias, Lester. – dijo Takuto, feliz de contar con su amigo para esta misión. – Muy bien, ¡es hora de enseñarles de qué estamos hechos!

Esta historia continuará...

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