La melancolía de una dama (4-4)

Después de salir del elevador en el bloque B, Takuto caminó por los corredores sin prisa, dirigiéndose hacia el salón de té. Efectivamente, cuando llegó pudo ver a Mint sentada en su mesa usual, pero en lugar de estar disfrutando de su té como siempre lo hacía, ahora sólo revolvía la cucharilla en él sin tomar nada, y suspiraba. Incluso a esa distancia, Takuto podía ver que sus orejas telepáticas estaban caídas, algo que había empezado a asociar con que se pusiera triste o deprimida por cualquier razón.

El comandante dudó por un momento en acercarse, preguntándose si sería buena idea molestarla, pero después de ver las reacciones de Vanilla y Forte, no le cabía duda de que algo estaba incomodando a la peliazul, y él necesitaba saberlo. Esperaba no arrepentirse por intentar averiguarlo.

– Hola, Mint. – la saludó una vez que se detuvo al lado de su mesa. – ¿Tienes un minuto?

– ... ¿Oh? Takuto-san. – Inmediatamente apenas lo vio, adoptó su sonrisa amable de costumbre. – ¿Cómo puedo ayudarte?

– Ah... sí... eh... – El comandante se puso algo nervioso. No quería saltar de buenas a primeras a preguntarle qué le pasaba, así que rápidamente intentó buscar una excusa. – Si no es molestia, ¿podrías acompañarme en las negociaciones de los suministros? En el pasado, sólo he lidiado con depósitos de provisiones militares. No sé nada de proveedores privados, así que ¿podrías ayudarme, por favor?

Le alivió un poco la conciencia saber que esa parte era verdad. Y siendo que estaban lidiando con la corporación de la familia de Mint, sería un buen pretexto para que lo acompañase y poco a poco llegar a lo que más le importaba en ese momento.

– Me pregunto... – Aunque seguía sonriendo Mint parecía dudosa, pero él no cejaría tan rápido.

– Lester también estará allí, y sé que él es más capaz que yo para esto, pero no se me ocurre a nadie más a quién preguntarle. – insistió Takuto.

– Bueno, ya que lo dices de esa manera, supongo que no tengo opción. – replicó ella. – Te ayudaré en todo lo que pueda.

– Qué, bien, será una gran ayuda. Te lo agradezco mucho, Mint. – dijo Takuto, y luego involuntariamente empezó a reírse de sí mismo. – Jejeje, qué extraño, siento que últimamente te estoy dando las gracias muy a menudo.

– No, no te preocupes por eso. – replicó ella encogiéndose de hombros. Su sonrisa ahora se veía más genuina y menos forzada.

– Aun así, quisiera compensártelo algún día. – dijo él. Ahora sí, parecía ser el momento exacto. – ... Por cierto, ¿puedo preguntarte algo?

– Seguro, ¿qué sucede?

– Mint... ¿hay algo que te esté molestando últimamente? – preguntó Takuto. Mejor no andarse con rodeos. – Cuando hablamos antes, tu sonrisa se veía algo deprimida.

– ¿Parecía deprimida...? Takuto-san, tus ojos deben haberte engañado.

Fue un momento muy fugaz, pero ese breve titubeo en Mint al responderle no se le escapó. Por mucho que se esforzara por disimularlo, él podía ver a través de ella. ¿Por qué si no iba a estar tan melancólica?

– No, definitivamente algo te pasa. – insistió Takuto, tratando de no sonar demasiado duro. – Desde que empezamos a hablar sobre los suministros, has estado actuando diferente.

– Es muy inusual que digas eso. – replicó Mint. – ¿Crees que no soy la misma de siempre?

– No, no sé si te hayas dado cuenta. – dijo él. – Creo que tal vez yo sea el único que lo haya notado.

– ¿No será que estoy más alta? Qué misterioso. – dijo ella. Parecía estar tratando de bromear para aliviar la tensión, pero él no terminaba de tragárselo.

– No, no me refiero a eso. – insistió el comandante. – Ah, es como si estuviese cubierto por una cortina de humo.

– ¿Seguro que no te has sentido raro últimamente, Takuto-san? – preguntó Mint. – Tal vez estés más cansado de lo que te hayas dado cuenta.

Sin duda la heredera de Blancmanche sabía utilizar bien las palabras para evadir sus preguntas. En cierta forma quizás ella tendría algo de razón, pero él no terminaba de convencerse, y seguía sin ocurrírsele cómo hacer que se abriera. Pero antes de que se le ocurriera algo más, los altoparlantes de la nave empezaron a sonar.

– Atención, llamando al comandante Mayers. – dijo la voz de Almo. – Por favor regrese a su oficina, el Sr. Vincent, representante de Blancmanche, ya está aquí. Repito, Comandante Mayers, por favor regrese a su oficina, el representante de Blancmanche ya está aquí.

– Oh, esto no es bueno. – dijo Mint, con una sorpresa que Takuto se dio cuenta que era fingida. – No es cortés hacer esperar a los invitados. Démonos prisa, Comandante Mayers.

– ¡Whoa, espera, Mint!

Pero antes de darse cuenta, la peliazul ya había empezado a empujarlo fuera del salón de té. Él empezó a protestar que no tenía que hacer eso, pero ella lo ignoró insistiendo en que tenían que darse prisa e ir de inmediato para comenzar con las negociaciones. Siguió empujándolo hasta que llegaron al elevador, y una vez que llegaron al bloque A, ella lo agarró de la muñeca y prácticamente lo arrastró hasta su oficina.

Cuando llegó, Lester y el representante ya estaban allí esperándolo. Takuto pudo notar que a este último se le iluminaron los ojos cuando él y Mint ingresaron a la habitación, y sin tardanza se le acercó con una gran sonrisa.

– ¡Ah! Por fin, usted debe ser el Sr. Mayers. – dijo con ese mismo tono de lamebotas que usó cuando hablaron anteriormente por el canal de comunicaciones. – Mil gracias por elegir los servicios de la Corporación Blancmanche.

– Lamento haberlo hecho esperar. – Takuto le ofreció la mano, intentando disimular su desagrado. – En efecto, yo soy Takuto Mayers, el comandante de...

– ¡Ah, señorita Mint! – lo interrumpió el sujeto, soltándole la mano al instante. – Cuando le conté a todos en la oficina del distrito de Tormina, todos lloraron de alegría al saber que nuestra señorita se encontraba sana y salva.

– Oh, ya veo. Qué bien. – dijo Mint sonriendo con cortesía. A Takuto no se le escapó que ella trataba de disimular su propia incomodidad con el sujeto, y no podía culparla.

– No sabe cómo he esperado este día. ¡Ahora tendremos que celebrar el aniversario del día de hoy cada año!

Takuto por su parte no sabía cómo regresar a la conversación, o si acaso serviría de algo ya que el representante, el tal Vincent, estaba más concentrado en colmar de halagos a Mint, aparentemente. Lester le dio un pequeño codazo para llamar su atención y le susurró al oído:

– Hey, Takuto. ¿Podemos fiarnos de este sujeto? Se ve muy sospechoso.

– Shh, no tan fuerte. – lo calló Takuto. – Espera a que terminemos de negociar antes de decir esas cosas.

– ¡Señor Mayers! – dijo Vincent cuando finalmente se soltó de Mint. Tal vez ahora sí podrían empezar de una vez. – Permítame expresarle mi más profunda gratitud. Me honra mucho servir a tan distinguido cliente. Nuestro departamento de ventas ha preparado un maravilloso regalo para usted. Por favor acéptelo.

– ¿Eh? ¿Un regalo? – Takuto apenas alcanzó a formular la pregunta cuando el hombre le pasó un dispositivo holográfico. Al activarlo, apareció en él un yate espacial de lujo, del tipo exclusivo para las celebridades. – Esto es...

– Un yate espacial de primera clase. Por favor disfrute de navegar por el espacio a placer con él.

– No, en serio no necesitamos eso. – dijo Takuto regresándole el dispositivo. – Simplemente los ayudamos y estamos manteniendo a Mint a salvo porque es nuestro deber.

– No, no, no. Esta es nuestra forma de agradecerles. Por favor acéptelo.

– Siento tener que rehusarme, pero aunque lo quisiera, no tenemos espacio para meterlo en el Elsior. – dijo Takuto, colocando una razón más plausible para que dejara de insistir. Parecía más que intentaban sobornarlo que otra cosa, y él no estaba dispuesto a eso.

– Oh, qué lástima. En ese caso, ¿qué le parece esto? – Vincent sacó una tarjeta digital. – Una membresía para el campo de golf en el planeta Rakuein. ¡Ciertamente subirá su valor!

– No, gracias. – volvió a negarse Takuto. – No juego al golf, y me daría vergüenza aceptar algo así durante un golpe de estado.

– Supongo que tiene razón. En ese caso, ¿qué le parecería esta pintura? ¡Es del gran maestro de los hologramas abstractos, Piccardo!

Takuto apenas conocía ese nombre por sus clases de arte en la secundaria, pero más allá de eso no tenía ni idea sobre el sujeto. Y el holograma que le mostró le parecía más un montón de garabatos hechos por niños en edad de jardín de infancia que otra cosa. Supuso que un crítico de arte sería capaz de ver su valor y admirarla, pero él no.

– No, debo rehusarme. – dijo Takuto, con voz más firme que antes. – Le recuerdo que esta es una nave de guerra en una misión peligrosa, no un museo para estar exhibiendo una pintura abstracta.

– ¿No está satisfecho aun...? Ya veo. – dijo Vincent con decepción, pero rápidamente recobró su humor y volvió con otra oferta. – ¿Qué me dice de la colección completa de "1000 maneras de hacer dinero en poco tiempo" de Darno Blancmanche? ¡Sólo por hoy, los 36 volúmenes!

– No, no, por favor espere un minuto. – dijo Takuto, ya empezando a irritarse. – ¿Podemos hablar sobre el reabastecimiento, que es lo que nos concierne?

– Vincent-san, el Comandante Mayers está aquí porque desea que los suministros se repongan de manera rápida y adecuada a la brevedad. – intervino Mint.

Takuto agradeció la intervención de la pequeña piloto, y no se le escapó que, a pesar de su tono educado y sonrisa amable, había un cierto deje de amenaza en su voz. Como si le dijera "haz tu trabajo o si no..." sin usar esas palabras. El comandante hizo una nota mental de no hacerla enojar.

– ¡Oh! Tal como se esperaría de la señorita Mint. – replicó el sujeto. – Aprecio mucho su consejo. Ahora, hablemos de negocios.

Takuto decidió hacerse a un lado y dejar que Mint manejara todo. La peliazul le entregó la lista con los suministros que deseaban comprar y solicitó que se le diera el precio total por todo. Pasaron unos minutos mientras el hombre revistaba página a página y usaba su propia terminal. Takuto y Lester observaban su cara todo el tiempo, hasta que finalmente terminó.

– Muy bien, ya he formado una estimación. – dijo enseñándoles la terminal. – ¿Qué les parece este precio?

Takuto miró la cifra, y su quijada por poco se fue hasta el suelo. No, no podía ser que fuera tan barato comprar todo eso. Tenía que haber algún error, o en el peor caso, alguna trampa.

– Oiga, ¿seguro que calculó bien? – preguntó Takuto. – ¿De verdad nos van a cobrar tan poco por todo esto?

– Es un servicio especial. 70% de descuento, es lo más natural para el mejor precio de todo el espacio.

– Pero ¿de verdad esto basta para cubrir el costo de toda la mercancía? – preguntó Lester.

– Es un descuento especial ofrecido sólo para usted, señor Mayers, así que no hay problema. – dijo Vincent. – Podrá obtener mucha de nuestra mercancía por un precio excepcional, y es una oportunidad que nunca podrá repetirse. Ahora, si es tan amable de firmar aquí, por favor...

Cuando le presentaron el contrato, Takuto sintió que se le revolvía el estómago. Siempre le enseñaron a tener cuidado con los tratos demasiado buenos, ya que usualmente había algún propósito subrepticio o ilegal detrás de ellos. Y este sujeto bien podría haber tenido avisos de neón con letras gigantes iluminadas de "Lamebotas". Hasta Mint parecía haberse dado cuenta de ello, a juzgar por su expresión.

– ... Bien, en ese caso, ¿podría darme el mismo precio que si fuera un cliente normal? – dijo finalmente.

– ¡Sí, ciertamente! Entonces, le extendemos el mismo descuento que otros clientes... – El tipo dejó de sonreír cuando se dio cuenta de lo que dijo. Al parecer era un poco lento. – ¡¿...Cómo dice?! Disculpe, señor Mayers, ¿podría repetir lo que dijo?

– Si tiene un descuento estándar, por favor dénoslo a ese precio. – declaró Takuto. – No tengo intención de recibir una oferta que los clientes usuales no puedan pagar.

– Qu... ¡¿q-q-q-q-q-qué fue lo que dijo?! Discúlpeme, ¿podría volver a repetirlo?

– El Comandante Mayers acaba de decir que no necesita un descuento irracional. – dijo Mint. Takuto sonrió de nuevo por la intervención de la peliazul, y más por ver que mantenía su compostura todo el tiempo.

– ¡Nonononononono! ¡Si elige ese precio, no podrá tomar ventaja de...!

– Mint, ¿tienes un contrato preparado para que sellemos la transacción con el descuento regular? – preguntó Takuto, ignorando los balbuceos del representante, que ya empezaba a agotarle la paciencia.

– Sí, por supuesto. – dijo ella, mostrando su terminal. – Vincent-san, aquí está el contrato.

– Eh... ¿de verdad esto le parece bien? – dijo el aludido, claramente sin estar convencido.

– Por supuesto. Mint siempre hace un buen trabajo. – dijo Takuto, cogiendo la terminal de Mint para insertar su firma, y se la pasó a Vincent para que hiciera lo mismo. – Ahora, si es tan amable de firmar, por favor.

– E-entonces... aceptaré el precio usual. – dijo resignado. – Iniciaré los arreglos inmediatamente para comenzar el transporte.

– Por favor vaya con cuidado allá afuera. – dijo Mint.

– Señorita Mint, el presidente está muy preocupado por usted. – dijo Vincent. – Señor Mayers, le encargamos mucho seguir cuidando de la señorita.

– Sí, por supuesto. – asintió Takuto. – Mint es una amiga muy importante para todos nosotros. Por favor háganle saber al resto de su familia que se encuentra bien.

– Bien, en ese caso me retiro. El reabastecimiento debería estar completado dentro de dos horas a más tardar. Con su permiso...

Vincent se dirigió hacia la puerta, y Takuto alcanzó a vislumbrar que parecía estar a punto de llorar. No era para menos siendo que sus tácticas de regatear habían fracasado estrepitosamente. Claramente estaba buscando ganarse favores delante de la hija de su jefe.

– Takuto-san, yo también debo irme. – dijo Mint, interrumpiendo su tren de pensamiento. – Alguien necesita organizar el transporte de los suministros.

– Ah, sí, claro. Muchas gracias por toda tu ayuda, Mint. – respondió Takuto. – Realmente nos salvaste a todos.

– No fue nada. – dijo ella cortésmente. – Ahora, si me disculpan.

Y sin decir más, Mint también salió de la habitación, dejando a Takuto y Lester a solas. El comandante se permitió finalmente exhalar un suspiro de alivio, ahora que las negociaciones habían terminado. Ese sujeto ya lo estaba hartando.

– Ese vendedor se veía muy decepcionado. – comentó Lester. – Creyó que sería su oportunidad de ganarse el favor de su señorita, pero tú no lo dejaste hacerlo.

– Me importa un bledo si está decepcionado. – respondió Takuto tajantemente.

– Te quedaste callado y aun así pudiste sacar un buen trato. – continuó el subcomandante con una gran sonrisa. – Igual que en los viejos tiempos, tenías un plan inesperado bajo la manga.

– Supongo. Como sea, ya podemos comprar nuestros suministros, y todos estarán satisfechos.

– Claro. – Lester estiró sus brazos y giró sus hombros. – Regresaré al puente para ayudar a organizarlo todo. Mientras tanto, tú puedes dar la vuelta por la nave hasta que termine el reabastecimiento. Tendremos un par de horas hasta entonces.

Takuto asintió, y decidió tomarle la palabra a Lester. El reabastecimiento tardaría un buen rato, y con su amigo haciéndose cargo del puente, él tendría la oportunidad de dar una vuelta y socializar un poco. La mejor parte de su trabajo, definitivamente.

...

El plan inicial de Takuto era hacer su ronda por el bloque B del Elsior, pero al salir del elevador se llevó una sorpresa al darse cuenta que el vestíbulo estaba lleno de gente por todos lados, y todo mundo estaba hablando al mismo tiempo al grado que no se entendía nada.

El comandante trató de asomarse por encima de las cabezas para ver qué estaba sucediendo, y fue entonces que vio al representante de Blancmanche, y a su alrededor un montón de mercancía variada. Tuvo que ir abriéndose paso entre la gente para verlo más de cerca.

– ¡Sean bienvenidos! Provisiones, ropa, videos musicales y más. ¡Lo que quieran o necesiten aquí lo tenemos! – anunciaba, y en cuanto llegó al frente se percató de su presencia. – ¡Ah, señor Mayers! Bienvenido, estamos haciendo una venta de exhibición de nuestros productos.

– Ya veo. – dijo Takuto, mirando la mercancía, y notando que la gente estaba sacando sus billeteras o tarjetas para comprar. – Parece que va bien el negocio, ¿no? Con tanta gente aflojando los bolsillos.

– Oh, hay un montón de cosas aquí. Ha pasado un largo tiempo desde que pudimos salir en sociedad de este modo.

Takuto se giró a un lado al oír la voz, y allí estaba Forte mirando interesada la mercancía. Pero no venía sola.

– Hey, Forte. – la saludó el comandante, y casi se lleva un susto al ver quién la acompañaba. – ¡Ah, Príncipe Shiva! ¿Qué está haciendo aquí?

– Decidí salir también. – replicó el heredero encogiéndose de hombros. – Pensé que sería una buena oportunidad de acercarme a la vida de mis súbditos.

– Y yo estoy aquí como su escolta. – agregó Forte.

– Escoltarlo está bien, pero ¿no debería haber salido de una forma más digna de la realeza? – preguntó Takuto.

– ¿Hay algún problema? – preguntó el príncipe.

– Ya sabe que es estrictamente confidencial que usted se encuentra a bordo del Elsior. – dijo Takuto. – Pero si llama la atención entre tanto público...

– ¿No son los socios que elegiste personalmente? – inquirió el príncipe con los brazos cruzados. – ¿Crees que filtrarán información, o no confías en ellos?

Takuto quiso argumentar que eso no era a lo que se refería, pero aun así le parecía un poco inusual que decidiera salir tan de repente de sus aposentos. Aunque luego de pasar tanto tiempo allí encerrado quizás quisiera salir, así que no tenía el corazón para exigirle que se fuera de vuelta.

– Yo mismo tomé la decisión de venir, Forte Stollen no tiene la culpa de esto, si es lo que estás pensando. – continuó el príncipe en tono muy severo.

– Sí, ya es un poco tarde para preocuparse de esto, Sr. Comandante. – dijo la pelirroja muy satisfecha consigo misma.

– Bueno, si ya no sirve de nada esconderlos, ¿puedo al menos acompañarlos? También quiero ver si hay algo bueno en esta venta de exhibición.

Forte y el príncipe estuvieron de acuerdo, así que empezaron a transitar por todo el lugar para ver la mercancía. Había incluso algunos puestos vendiendo comida, y Forte le sugirió al príncipe probar el calamar espacial salado y seco. A Takuto le pareció que quizás estaba buscando una excusa para comprar ella misma un poco y que se lo invitaran.

A Takuto le llamó la atención un puesto donde había juegos de mesa, particularmente un tablero de ajedrez en 3D, y a los pocos minutos el príncipe se acercó a donde él estaba.

– ¿Qué observas, Mayers?

– Ah, este tablero de ajedrez. – dijo Takuto. – ¿No le parece genial?

– ¿Ajedrez? – preguntó confuso. – ¿Es algún tipo de herramienta?

– Ah, no, se trata de un juego. – dijo Takuto. – Se colocan las piezas en el tablero y avanzas con ellas hasta capturar el rey del oponente. Hay que planear los movimientos con mucha cautela y anticiparse a los del enemigo para poder ganar.

– Hmm... ¿quieres decir que es un juego de guerra? Interesante...

– Hey, Sr. Comandante. – murmuró Forte metiéndole un codazo en el costado. – ¿Para qué le tientas con un juego que no se puede jugar solo?

– ¿Eh? ¿Qué no puede jugar con su sirvienta? – preguntó Takuto.

– Por lo que yo sé, no hay nadie cerca del príncipe Shiva que sepa jugar al ajedrez, incluyéndome a mí. – dijo la pelirroja.

Eso sería un problema. En esta época ese antiguo juego ya no era tan popular como hacía siglos, lo cual era una pena ya que formaba parte de la historia antigua de la humanidad. Incluso Lester, pese a ser más inclinado académicamente que él, no disfrutaba mucho jugarlo, tal vez porque Takuto siempre le ganaba. Aunque él podría hacer algo al respecto.

– Príncipe, ¿quiere que le enseñe a jugar? No es por nada, pero tengo mucha confianza en mis habilidades con él.

– ¿En serio? ¿Quieres decir que serás mi oponente?

– Seguro. – Takuto se volteó hacia el vendedor mientras sacaba su billetera. – Disculpe, ¿cuánto cuesta el tablero de ajedrez? Quisiera comprarlo para el príncipe, por favor.

– ¿Está bien? Soy yo el que lo quiere. – preguntó el príncipe algo sorprendido.

– Considérelo un regalo de mi parte. – dijo Takuto. – Además, no se puede jugar solo, y yo tampoco tengo con quién jugarlo a bordo de la nave.

– En ese caso, espero que no te arrepientas cuando te obligue a suplicar por piedad, Mayers. – El príncipe sonrió con expresión desafiante. Takuto pagó el precio y se lo entregó al príncipe para que se lo llevara.

– Oho... nada mal, Sr. Comandante. – Forte sonrió con intriga mientras le daba otro codazo a Takuto. – Empiezo a verte con otros ojos...

– Ah, no es nada. – Takuto le restó importancia. – Cuando tengamos algo de tiempo libre, le enseñaré a jugar con gusto.

– Gracias, Mayers. – El príncipe hizo una profunda reverencia con gratitud. – ¿Dónde iremos ahora, Stollen? Ya que es una ocasión especial, quisiera visitar más lugares.

– A dónde usted quiera, señor. – dijo Forte. – Nos veremos luego, Sr. Comandante.

Takuto se despidió de ambos, luego de dar algunas vueltas más por el vestíbulo. El jaleo de la compra y venta parecía haber puesto de buen humor a la tripulación, a tal punto que el comandante se olvidó por un momento que se suponía que debía seguir patrullando por los pasillos.

– ¿Hmm? Eso es... ¿música?

Al aguzar el oído, se percató de que provenía del salón de té, y corrió para ver qué sucedía. Al entrar, se dio cuenta que las luces regulares habían sido apagadas y había una esfera proyectando luces de discoteca multicolores por todo el lugar. Las mesas habían sido movidas hacia los rincones y en medio se había montado una tarima donde se encontraban Ranpha y Milfie, cantando con micrófonos.

– ¡Eterno amor, es un milagro! ¡Ya verás, que un ángel llegará!

– ¡Y más, conocerás, la galaxia y el cielo azul!

Por lo visto, habían convertido el salón de té en una sala de karaoke, y mientras Ranpha y Milfie cantaban, la gente a su alrededor (incluyendo a varios tripulantes de la cubierta inferior) aplaudía y vitoreaba. La verdad, las dos hacían tan buen dueto que si no las conociera habría creído que eran unas idols.

– ¡Whoo–hooo! ¡Ranpha-chan!

– ¡Milfeulle-san, eres muy linda!

– ¡Después me toca a mí! – Takuto alcanzó a reconocer a Creta, que estaba con varias del equipo de ingenieras, y también se veía muy emocionada.

Takuto no pudo evitar reírse un poco. Era irónico ver que montaban una fiesta en medio de un golpe de estado, pero con todo lo que había sucedido, un poco de tiempo para divertirse sin duda ayudaría a subir la moral, así que ¿por qué no disfrutar de él? Sólo por hoy no estaría mal.

La canción llegó a su final, y una de las tripulantes, que parecía haberse erigido de anfitriona del evento, cogió el micrófono para anunciar al público.

– ¡Gracias! ¡Ellas fueron Milfeulle-san y Ranpha-san! ¡Démosles un gran aplauso!

Los aplausos, gritos y silbidos no se hicieron esperar, y las dos Angels respondieron saludando con las manos y mandando besitos voladores al público. Takuto podría haber jurado que uno de los tripulantes se desmayó con esto.

– ¡Yaaay! ¡Gracias a todos! – dijo Ranpha.

– ¡Qué divertido, ¿no, Ranpha?! – dijo Milfie. – ¿Qué canción cantaremos ahora?

– ¡Bravo, bravísimo, chicas! – dijo Takuto mientras les aplaudía para llamar su atención. – ¡Ambas cantan increíble!

– ¡Ah, Takuto-san! ¿Verdad que canté muy bien? – dijo Milfie.

– ¿De qué hablas? – dijo Ranpha. – Tú ni siquiera entonabas bien las notas. Yo lo hice mucho mejor.

– ¿Pero qué estás diciendo? – Milfie la miró enfurruñada. – ¡Si tú ni siquiera mirabas la pantalla y no te sabías la letra!

– ¿Y eso a quién le importa? ¡Cuando cierras los ojos puedes cantar a gusto! – espetó la rubia. Luego volteó a verlo a él. – Takuto, ¿quién crees tú que lo hizo mejor? Aunque la respuesta es muy obvia.

Ante las miradas de ambas chicas, Takuto tuvo que contener el impulso de tragar saliva. La verdad, él no creía que ninguna de las dos lo hubiera hecho mal, y tenía el presentimiento de que si elegía a una la otra se sentiría algo herida. En vez de eso, tal vez debería tomar una tercera opción, y para animar todavía más esta pequeña fiesta.

– Tsk, tsk, tsk... ambas son muy buenas, chicas, pero ninguna de las dos es rival para mí. – les dijo en tono desafiante.

– ¿Eeh? – exclamó Milfie, quedándose boquiabierta. – ¿Takuto-san, en serio sabes cantar bien?

– Si lo dices con tanta confianza, tendrás que demostrar tus habilidades. – lo retó Ranpha, extendiéndole su micrófono. – Me reiré de ti si eres un asco.

– Bien por mí. – Takuto se subió a la tarima y cogió el micrófono de la mano de Ranpha. – Y para que sea justo, cantaré la misma canción que ustedes dos, pero que me pongan el cover masculino, por favor.

Ranpha y Milfie asintieron, y se bajaron de la tarima para dejarle el escenario. Empezaron a buscar en la máquina la canción que solicitó. Eterno Amor, interpretado originalmente por la cantante sideral Mari Ijima, pero en versión masculina por el vocalista de Jam Project, Hironobu Kageyama.

– Siento que el sueño nunca llegará, ya lo busco en lo infinito y todo sale mal...

Apenas pronunció la primera línea, todos se quedaron viéndolo fijamente. Incluso Ranpha y Milfie se quedaron con los ojos como platos. A Takuto no le gustaba mucho presumir de este "talento oculto", pero le gustaba tener noches de karaoke en solitario antes de entrar a la academia militar. Aunque en ese entonces tenía pánico escénico y no se atrevía a cantar en frente de una audiencia, lo que fue lamentable ya que en retrospectiva podría haberlo usado para impresionar a las chicas.

Bueno, mejor tarde que nunca, ya que en ese momento toda su audiencia estaba gritando y aplaudiéndolo, y el hecho de que la mayoría de la tripulación del Elsior estuviese compuesta de mujeres era un plus a su favor. Para cuando terminó la canción, la ovación que recibió fue incluso más fuerte que la que les dieron al dueto de Milfie y Ranpha.

– ¡Wow, eso fue increíble! ¡Damas y caballeros, este fue el Comandante Mayers! – dijo la anfitriona.

– ¡Gracias, gracias a todos! – respondió Takuto saludando y haciéndoles una reverencia antes de bajarse de la tarima, y acercarse a donde estaban Milfie y Ranpha.

– ¡Eso fue increíble, Takuto-san! – exclamó Milfie con estrellitas en los ojos. – ¡¿Por qué no nos dijiste que cantabas tan bien?!

– ¡En serio! – dijo Ranpha estando de acuerdo. – ¡Alguna vez tenemos que hacer un dueto tú y yo!

– Jaja, ¿y por qué sólo un dueto? – replicó el comandante. – Cantar con las dos sería todavía mejor.

– ¡Tienes razón! – dijo Milfie. – ¡Ranpha, tenemos que cantar todos juntos alguna vez!

– ¿Y por qué esperar? – replicó la rubia. – ¿Por qué no hacerlo ahora mismo?

– Me encantaría, pero tengo que seguir haciendo mi recorrido por la nave. – explicó Takuto, haciendo que las dos Angels se enfurruñaran ligeramente. – Debo asegurarme que los suministros se entreguen.

– Qué lástima. – dijo Milfie. – Bueno, será para otra ocasión.

– Sí, pensándolo bien, creo que es mejor que me asegure de que todo lo que ordené haya llegado. – asintió Ranpha. – ¡Los veo luego!

Ranpha abandonó el salón, y Milfie se fue detrás de ella. Mientras la fiesta continuaba en marcha, Takuto también aprovechó de irse para dejar que todos se divirtieran a gusto. Tenía que visitar varios lugares, empezando por la tienda de conveniencia. Le complació ver que los estantes ya no estaban vacíos, y se dio cuenta que no era el único allí.

– Oh, Takuto-san, hola. – lo saludó Mint al verlo. – ¿Tomando un descanso?

– No, en realidad venía para verificar cómo iba el reabastecimiento. – replicó él. – ¿Y tú, Mint?

– Vine para comprar algo de beber. – respondió Mint. – Hay un nuevo té en el salón que quería probar, pero como comenzó la fiesta de karaoke, tuve que marcharme.

– Sí, ahora que lo mencionas, justo ahora venía de allí. – se rio él, rascándose detrás de la cabeza. – Creo que no se puede disfrutar del té tranquilo con todo ese barullo, aunque sea para celebrar el reabastecimiento.

– Cierto, el té debería reservarse para una atmósfera tranquila. – sonrió ella. – Creo que también compraré algunos dulces para acompañar mi té. La mayoría del stock parece haber sido repuesto.

– Ya que estamos en ello, ¿qué tal si te la invito? – ofreció Takuto. – Todavía quiero agradecerte por toda tu ayuda. Gracias a ti es que pudimos reabastecernos.

– Bueno, esa sería una recompensa económica. Pero si insistes, la aceptaré con gusto. – dijo Mint antes de ponerse ligeramente seria. – Por cierto, ¿crees que pronto terminarán de descargar los suministros?

– Sí, ¿por qué?

– No, por nada, sólo curiosidad. – replicó ella, volviendo a sonreírle. Takuto tuvo la extraña sensación de que quería irse lo más pronto posible, y tal vez alejarse de la flota mercante. Pero de momento decidió no seguir presionando hasta que ella eligiera contarle todo por voluntad propia.

Aún seguía intrigado por lo que podría estar sucediendo detrás de escenas en la compañía de Mint, pero por sus interacciones con el representante, no era difícil tener una idea de por qué se sentía tan incómoda. Él mismo también quería terminar rápido el reabastecimiento para no tener que lidiar más con ese sujeto.

Luego de pagarle a Mint su té y los dulces, se fueron cada uno por su lado, y Takuto decidió bajar al bloque C para continuar con la inspección. Por el pasillo se encontró con la Dra. Kera, quien lo invitó a tomarse un café ahora que ya había conseguido los granos que quería. El comandante le dio las gracias, y tras disfrutar de la deliciosa taza (que según le dijo la preparó Vanilla) siguió adelante, decidiendo echar un vistazo al hangar a continuación.

El lugar estaba totalmente despejado, lo cual no era una sorpresa ya que él sabía que Creta y el resto de los ingenieros estaban ahora en el salón de té en la fiesta de karaoke. Sin embargo, vio que había alguien sentada trabajando en una de las estaciones de trabajo, y la reconoció al instante aunque estaba de espaldas.

– Ah, Vanilla, ¿qué haces aquí? – le pregunto. Luego miró arriba y se dio cuenta que estaba en la estación asignada al Harvester, y la respuesta se hizo obvia. – ¿Revisando tu Emblem Frame?

– Sí... – respondió ella. – ... ¿Cómo va el reabastecimiento?

– Hasta ahora todo bien. – respondió Takuto. – Hablando de eso, ¿pudiste reponer tus nanomáquinas?

– Por supuesto. – Vanilla materializó a su mascota de nanomáquinas sobre su hombro. – Como puedes ver, su cola ha recuperado su tamaño normal.

Takuto de nuevo no veía la diferencia, pero al menos ya sabía que había podido reaprovisionarse, eso eran buenas noticias. Aun así, viendo que todos los demás estaban celebrando y ella estaba aquí sola trabajando le hizo sentirse algo preocupado. Especialmente si se ponía a trabajar demasiado.

– Hmm... sabes, todos se veían felices cuando llegaron los suministros, hasta decidieron ir a celebrar. – dijo Takuto recordando la fiesta de karaoke en el salón. – ¿No quieres unirte a ellos?

– No... aún hay muchas cosas por hacer...

– Pero ¿no deberías descansar un poco de vez en cuando? – insistió Takuto.

– Lo tendré en consideración. Por ahora, ¿te importa si vuelvo al trabajo?

Él no le respondió, pero ella pareció tomarse su silencio como una afirmación ya que se giró de nuevo sobre su silla y empezó a teclear en la consola. Vanilla era realmente admirable, con su sentido del trabajo, pero Takuto sentía que esforzarse demasiado no estaba bien. Eso iría en detrimento de su propia salud física y mental.

– Hmm... ¿tienes un minuto, Vanilla? – preguntó Takuto acercándose al espaldar de su silla.

– ¿Qué ocurre...? – preguntó ella, a punto de girarse, pero él le puso las manos en los hombros y evitó que lo hiciera.

– Debe sentirse muy tensa, señorita.

Apenas la tocó, pudo darse cuenta que tenía los hombros muy rígidos. ¿Cuánto tiempo llevaría trabajando sin descanso? Su cuello también estaba bastante tenso, así que tuvo mucho cuidado al masajearlo con sus dedos para ayudarla a relajarse. Finalmente dejó de teclear y relajó sus brazos también.

– Ah...

– Oh, disculpa. – Takuto retiró sus manos. – ¿Te dolió algo?

– No, en realidad... de hecho me siento un poco mejor. – admitió la peliverde. – ¿Pasaba algo con mi cuerpo?

– ¿No te diste cuenta? – dijo él. – Todo el estrés acumulado estaba pasando factura. Un buen masaje ayuda a mejorar la circulación y a sentirse mejor después de trabajar tan duro.

– Ya veo... muchas gracias, Takuto-san.

– Ni lo menciones. Es mi forma de agradecerte por lo mucho que te esfuerzas. – replicó él sin darle importancia, y volviendo a masajearle los hombros. – Cuando te veo trabajar tan duro, siento que yo también puedo dar lo mejor de mí.

– No... – dijo ella con modestia. – Yo sólo hago el trabajo que debo hacer.

– Oye, tampoco es que debas enfocarte sólo en el trabajo. – dijo Takuto. – Relajarse un poco también es muy importante.

– Sí... muchas gracias por preocuparte por mí.

Takuto le dijo que no tenía que agradecerle, y continuó masajeándole los hombros unos minutos más, hasta que finalmente se relajó totalmente. Vanilla le agradeció por el gesto y le dijo que ahora sentía que tenía más energía para seguir el mantenimiento, y que no faltaba mucho para finalizar. Takuto le dijo que de acuerdo, pero que tratara de no presionarse demasiado, a lo que ella asintió.

Tras salir del hangar, decidió ir a verificar cómo estaban los suministros. Ya que se encontraba en el bloque C, podía ir a ver el almacén para comprobar cómo estaban las cosas. Aunque al entrar se dio cuenta que había alguien más. Ranpha estaba en la consola de control del almacén tecleando.

– Ah, Takuto, justo a tiempo. ¡Ven y ayúdame!

– ¿Ayudarte...? – preguntó el comandante confundido. – Oye, no me digas que sigues buscando comida.

– ¡Qué grosero, claro que no! – espetó la rubia enojada. – Estoy ayudando a organizar el transporte de los suministros.

– Ah, qué coincidencia, venía para verificar precisamente eso. En ese caso, sí, con gusto te ayudaré.

– Voy a cortar la gravedad para mover los contenedores grandes. – dijo Ranpha. – Las botas para trabajar en gravedad cero se encuentran por allí.

– ¿Gravedad cero? – Eso puso un poco preocupado a Takuto. – Oye, eso podría ser peligroso, ¿no deberías haber pedido permiso primero?

– No te quejes, hay trabajo que hacer. – le dijo con voz mandona. – Date prisa y ponte las botas, que voy a apagar el generador de gravedad.

Al ver que las protestas eran inútiles, Takuto fue a ponerse las botas. Una vez que lo hizo, Ranpha presionó el interruptor para desactivar el generador pudo sentir cómo su cuerpo de pronto se volvía más ligero. Era una sensación muy rara, que no había experimentado desde el entrenamiento en la academia.

– Muy bien. – dijo Ranpha. – Ahora sostén esta cuerda.

La rubia le pasó una cuerda que estaba amarrada a varios contenedores pesados, sosteniéndolos juntos. Takuto entendió que la idea era levantarlos con mucho cuidado y moverlos hacia el área vacía.

– Vas bien, sigue así... – dijo Ranpha. – Un poco más...

– ¡Ah, Takuto-san! ¿Qué están haciendo?

Los dos se voltearon a ver. La puerta del almacén acababa de abrirse y Milfie había entrado. Naturalmente empezó a flotar debido a la ausencia de gravedad.

– ¡Ayayay! ¡Mi cuerpo está fuera de control!

– ¡Ranpha, cuidado, va directo hacia ti! – gritó Takuto, pero no sirvió de nada, ya que Milfie siguió de largo y chocó de cabeza contra Ranpha, que no pudo moverse para esquivar o hacer nada. Takuto fue a buscar un par de botas para dárselas a Milfie, que ahora se estaba frotando la cabeza.

– ¡Ay! Eso dolió... – se quejó la pelirrosa.

– ¿Estás bien? – preguntó Takuto.

– Sí, eso creo...

Afortunadamente no parecía que ninguna de las dos estuviera herida, pero cuando Milfie intentó levantarse, se agarró de lo más cercano que tenía, que resultó ser una de las cuerdas que estaban usando para mover los contenedores. Y en cuanto le dio un tirón, esta se rompió, y los contenedores que estaba sosteniendo empezaron a flotar por toda la sala fuera de control.

– ¡Ay no, los contenedores! – gritó Ranpha. – ¡Y con lo que me costó amontonarlos!

– ¡L-lo siento mucho! – exclamó Milfie. – ¡Iré a buscar ayuda!

Milfie usó las botas para impulsarse hacia la puerta y se salió. Takuto no pudo evitar negar con la cabeza, lamentándose de que ahora tendrían que mover los contenedores uno por uno como se habían esparcido para volver a atarlos. Ranpha cogió una cuerda de repuesto, y al examinarla, le sorprendió que se hubiera roto tan fácilmente cuando Milfie apenas la tocó.

Pero de nuevo, estaban hablando de Milfie.

– Vamos, ayúdame a reunirlos de vuelta. Hagámoslo rápido. – dijo Ranpha.

– Está bien, está bien...

Takuto se dirigió hacia el contenedor más cercano, sujetándolo debajo del brazo e intentando moverse hacia el siguiente. Al principio no hubo mayores complicaciones, pero entonces uno que se había ido hacia una esquina rebotó y cambió de dirección, golpeándolo a él por un costado. Y al hacerlo, por inercia provocó que su cuerpo se fuera flotando de cabeza fuera de control.

– ¡Whoaaaa!

– ¡¿Oye, qué haces?! ¡No vengas hacia acá! – protestó Ranpha.

– ¡No puedo detenerme! ¡Aaahhh!

Takuto cerró los ojos, esperando el inevitable choque contra Ranpha. O peor, que ella intentara golpearlo para alejarlo. Pero sucedió algo muy extraño: en lugar de un choque violento, o un golpe, sintió algo cálido y suave en sus labios.

Y al abrir los ojos, tuvo una vista parcial de la mandíbula y el cuello de Ranpha, lo que significaba que...

– ¡Bleh! – exclamó Ranpha alejándose. – ¡¿Cuánto tiempo planeas quedarte así, idiota?!

– ¡Uwaa! ¡P-perdón! – exclamó él frenéticamente.

Aprovechando que estaba más cerca de la estación de control, volvió a activar la gravedad para ponerlos a ambos a salvo en el suelo. Los contenedores que estaban cayeron pesadamente haciendo mucho ruido. Con suerte, no habría nada frágil dentro de ellos que pudiera dañarse con la caída.

Entretanto, él y Ranpha se quedaron de rodillas en el suelo, mirándose uno a la otra en silencio. La rubia tenía la cara rojísima, y él seguramente debía estar igual. Después de todo, los dos acababan de...

– ... ¿T-Takuto? – preguntó ella tímidamente, rompiendo el silencio. – J-justo ahora... uh...

– Ah... er... – respondió él a su pregunta no formulada. – Quizás... sí...

Los dos se miraron fijamente. Takuto no sabía qué decir. No parecía estar enojada, lo cual era una buena señal, pero...

– ¡Takuto-san! ¡Ya traje ayuda!

Justo en ese instante, la puerta del almacén volvió a abrirse, y Milfie entró con varios tripulantes siguiéndola. Por acto reflejo, él y Ranpha se separaron de inmediato, y todos los miraron confundidos. Takuto rápidamente se aclaró la garganta y trató de actuar como si no sucediera nada.

– Ah, qué bien, Milfie, gracias. Escuchen, por favor, necesitamos que nos ayuden a mover estos contenedores. Colóquenlos según su numeración en sus lugares designados.

Los tripulantes asintieron y de inmediato pusieron manos a la obra. Takuto no sabía si agradecer o lamentar que Milfie hubiese regresado de esa forma para interrumpir lo que estaba pasando. Pero en ese momento, mientras los demás estaban trabajando, Ranpha le dio un tirón en el brazo y se lo llevó detrás de uno de los estantes que estaban llenos. Antes que él dijera nada, ella le hizo un gesto para que se quedara callado.

– ... Takuto... – le dijo en tono muy serio. – Por fortuna sólo estábamos tú y yo aquí. Si alguien se entera de esto...

– Ah, te refieres a...

– Sí, obviamente. – dijo la rubia. No parecía molesta, sólo algo avergonzada. – Mira, lo que pasó fue un accidente. Sólo un accidente, ¿verdad? No significa nada, ¿entiendes?

Takuto miró a la rubia a los ojos. Era muy extraño; casi se esperaba que ella se hubiese puesto furiosa, que lo golpeara, o mínimo le gritara por robarle su primer beso o algo por el estilo. Bueno, no sabía si sería el primer beso de ella (para él sí), pero no la culparía si estuviera enfadada por algo así. Sin embargo, entendió lo que intentaba decirle perfectamente.

– Sí, entiendo. – asintió él. – Es un secreto. No se lo diré a nadie, lo prometo.

– Gracias. Sabía que dirías eso. – replicó ella. Y luego agregó en voz más baja: – Aunque... si hubiera sido alguien más aparte de ti, no se lo habría perdonado...

– ¿Eh? ¿Qué dijiste?

– ¡N-no dije nada! – exclamó ella alzando la voz. – ¡Deprisa, ayudemos a mover los contenedores!

Sin perder tiempo, la rubia fue a unirse a Milfie para ayudar a mover los contenedores. Takuto se preguntó si habría escuchado mal. ¿Lo habría dicho en serio? ¿Estaba insinuando que no le molestó haberse besado con él, aunque fuera un accidente?

No, mejor no pensar en eso ahora. Había trabajo por hacer.

...

Después de terminar de organizar los contenedores en el almacén, Takuto decidió continuar con su patrulla, buscando cualquier excusa para distraer su mente. El aprovisionamiento duraría un poco más y cualquier cosa serviría para mantenerlo ocupado.

Pasó por el cuarto del Príncipe Shiva para ver cómo estaba, pero se encontró con Forte hablando con su sirvienta en la entrada. Esta última comentó que el príncipe estaba bastante contento luego de haber traído un tablero de juego, lo cual alegró a Takuto y le hizo tomar nota de que debía cumplir su promesa de enseñarle a jugar ajedrez. Después, al volver al vestíbulo de los elevadores, la venta de oferta especial seguía en marcha, y Milfie se ganó un premio especial al ser la cliente número 500, luego de comprar una olla de presión que había devuelto otra tripulante que la compró por error y era la última que quedaba (hablando de gran suerte). Dicho premio incluía un enorme peluche con la mascota de la compañía, un oso panda llamado Blancpanche. Milfie pensó que era demasiado grande y no tenía dónde meterlo en su habitación, así que se lo regaló a Mint, que pareció muy feliz de recibirlo. Se le hizo un poco gracioso verla cargar ese peluche que era casi más grande que ella, al punto que más bien parecía que el peluche era quien la cargaba.

Después de dar muchas vueltas, decidió irse un rato a tumbarse para tomar una siesta. Más tarde quizás pasaría por el puente para ver cómo les estaba yendo a Lester, Almo y Coco. No tardó mucho en quedarse dormido, y afortunadamente nadie lo interrumpió mientras descansaba.

Cuando se despertó vio que habían pasado unas tres horas, y ya se sentía un poco mejor. Ya había caído la noche y todavía no lo habían llamado, así que pensó que podría seguirse relajando un poco. Si a nadie le importaba, podría irse un rato a tomar algo de aire fresco en el parque galáctico. El reabastecimiento terminaría para mañana seguramente.

– ¡Whoa! ¡¿Qué rayos?! ¡No veo nada!

Al entrar se sorprendió de ver que todo el parque estaba cubierto por una espesa neblina blanca, que casi no le dejaba ver por dónde iba. Pisando con cuidado e intentando abrirse paso, se dio cuenta que no era humo, sino vapor. Pero, ¿de dónde venía?

Le pareció oír un sonido que parecía ser de agua de un poco más adentro, y al acercarse más, comenzó a oír voces familiares.

– ¡Kyaaa! ¡Tu pecho se ve enorme, Forte-san!

Takuto se quedó congelado. Esa definitivamente era la voz de Milfie. ¿Qué estaba pasando?

– ¿De verdad? Pero tú tienes la piel muy suave, Milfie.

Y esa era la voz de Forte respondiéndole. El comandante del Elsior tragó saliva. ¿De qué estaban hablando?

– ... El agua en estas termas es muy efectiva para curar moratones, cortes, mala circulación, comezón y piel reseca. – Esta vez fue Vanilla quien habló definitivamente.

– ¿No dijeron que era un tratamiento de belleza? – Ahora era Ranpha. – ¡Lo que es bueno para el cuerpo es bueno para la mente! ¡Las termas son lo mejor después de todo!

– Añadir en secreto un kit para termas exteriores a la lista de reabastecimiento fue la decisión correcta. – dijo la voz de Mint, que concluyó su declaración con una risita divertida, como una niña que se había salido con la suya sin ser atrapada en una travesura.

¿Termas? ¿Exteriores? ¿Acaso las Angels habían montado un baño de aguas termales aquí en el parque? Pensándolo bien, cuando él estaba tomando nota de las peticiones personales de la tripulación para el reabastecimiento nadie mencionó esto. ¿Acaso Mint lo había añadido a sus espaldas? Bueno, no era que fuese ilegal ni mucho menos, pero...

– Hey, hey, ¿cómo hiciste para tener tus senos de ese tamaño, Forte-san? – preguntó Milfie. – ¡Oh, y Ranpha también los tiene muy grandes!

– ¿De qué hablas? – dijo Forte en tono ligeramente incómodo. – Siempre me estorban cuando quiero disparar, ¿sabes?

– Milfie, deja de mirarme tanto. – agregó Ranpha, también aparentemente molesta. – Casi pareces un viejo verde.

– Pero de verdad quiero saber, cómo hacen para tenerlos así... – respondió Milfie decepcionada.

La imagen mental que Takuto se estaba haciendo de pronto empezó a volverse más clara. El corazón empezó a acelerarse de imaginarse a las Angels admirando sus atributos físicos entre ellas. A juzgar por su conversación, era muy obvio lo que estaban haciendo.

– Milfie-san, los senos grandes no son el único atributo importante. – intervino Mint. – Un balance perfecto del cuerpo es mucho más importante. Por ejemplo, imagina si Vanilla-san tuviese los senos del mismo tamaño que Forte-san, ¿no crees que se vería extraño?

– ... Creo que esa meta es físicamente imposible. – replicó Vanilla.

Diablos, entre más hablaban, más ganas le daban de echar un vistazo. De hecho, sin darse cuenta había estado caminando silenciosamente hacia ellas. Casi podía distinguir un poco sus siluetas a través de la neblina, no estaban muy lejos.

– ¡Ah, diablos, mi cuerpo se está moviendo solo, no puedo detenerme! – murmuró.

Si sólo podía echar un vistazo breve, sin que ellas se dieran cuenta, seguramente no se enojarían. ¿Quién podría culparlo de querer ver los cuerpos de esas lindas chicas? Sólo por un momento, no haría ningún daño, él veía con los ojos y no con las manos.

Sin embargo, al acercarse abriéndose paso entre los arbustos, accidentalmente pisó una rama que hizo un ruido fuerte y le hizo detenerse en seco.

– ¿Huh? ¿Escucharon eso? – dijo de repente Ranpha. – ¿Hay alguien ahí?

– Grk... – A Takuto se le escapó un grito ahogado. Intentó taparse la boca, pero ya era muy tarde.

– Esa voz... ¿eres tú, Takuto-san? – preguntó Mint.

– ¡¡DIABLOSDIABLOSDIABLOSDIABLOS!! – gritó al ser descubierto. – ¡¡No, no, yo no quería...!! ¡¡Sólo estaba pasando por aquí, no era mi intención...!!

– Takuto-san, ¿querías acompañarnos en las termas? – preguntó Milfie.

– ¡¿Eehhh?! – La pregunta de Milfie lo cogió desprevenido. ¿No estaban enojadas? Una vez que lo pudo procesar, decidió por si las dudas asegurarse primero. – ¿De verdad, puedo entrar?

– Claro, no nos molesta. – dijo Forte. – Sólo estamos aquí tú y el resto de nosotras.

– ¿Qué pasa, Takuto? – habló esta vez Ranpha. – ¡Métete de una vez, el agua está a temperatura perfecta!

– A 40 grados centígrados. Perfecta para relajarse en ella por un largo tiempo y descansar. – dijo Vanilla.

– Oigan, pero meterme al baño con todas ustedes... ¿no es un poco embarazoso? – preguntó Takuto. – Ah, qué diablos, ya que me están invitando no tengo opción.

Bueno, sería un tonto de desperdiciar semejante oportunidad, especialmente si no les molestaba en primer lugar. Sin más, el comandante se abrió paso hasta tener una visión clara...

... y fue allí que pudo verlas. Habían hecho un pequeño estanque alrededor de unas rocas y estaban todas allí, pero llevaban trajes de baño en lugar de estar desnudas como él asumió de primera instancia.

– ¿Y bien, Takuto? – dijo Ranpha. – Observar las estrellas mientras te relajas en un baño termal es genial, ¿no te parece?

– ¿Huh? – Takuto las miró perplejo. – ¿Y esos trajes de baño?

– Los compramos durante la venta especial. – dijo Milfie con una gran sonrisa. – Aunque yo habría preferido ir a nadar en el océano que en unos baños termales.

– Eso no será posible. – dijo Mint. – La próxima vez que estemos libres, podemos ir de vacaciones a las playas del planeta Rakuein.

– Jajaja... – Takuto no sabía por qué se estaba riendo. ¿Estaba contento o decepcionado? Honestamente no tenía idea, pero de pronto tenía sentido que lo hubieran invitado tan libremente a bañarse con ellas. – Jajaja... así que así son las cosas.

– ¿De qué te ríes? – inquirió Forte, cruzando las piernas sugestivamente. Aunque estaban cubiertas por un pareo, pudo darles una buena mirada. – ¿Te golpeaste la cabeza o algo?

– No, no, no es nada. – dijo Takuto. – Sólo pensaba que hace mucho que no iba a unos baños termales, esto es un deleite.

– ¡Es cierto! ¡Los baños termales son geniales! – dijo Milfie.

Takuto por un momento se sintió tentado a mencionar que no era eso a lo que se refería, pero en vista de las circunstancias, lo mejor que podía hacer era guardarse ese detalle poco importante, y aprovechar de pasar el rato con las Angels. Luego de dar tantas vueltas, relajarse en unos baños termales acompañado de un grupo de mujeres hermosas parecía la mejor manera de terminar el día.

Especialmente ya que mañana seguramente seguiría el reabastecimiento y tendría mucho más trabajo por hacer.

Esta historia continuará...


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