Escalas de fortuna (2-5)
Después de haber ayudado a Milfie, y viendo que todavía quedaba mucho tiempo antes de la hora del picnic, Takuto decidió seguir dando su ronda por la nave. Cuando no estaba en el puente, parte del trabajo del comandante involucraba patrullar los corredores para asegurarse que todo estuviera en orden, aunque era más bien un pretexto para andar por allí distrayéndose un poco.
Tras algunos minutos de andar sin rumbo, se dirigió hacia el salón de elevadores para coger algo de tomar en una de las máquinas expendedoras, aunque al entrar vio que ya estaban allí Forte y Ranpha, sentadas en una de las bancas mientras conversaban entre ellas.
– ¿Lo dices en serio, Ranpha?
– Sí, es lo que dice. Ah, cielos, ¿ahora qué voy a hacer? – preguntaba Ranpha. Se veía preocupada por alguna razón.
– Vamos, no deberías tomártelo de manera literal. – dijo Forte con tono escéptico.
– ¿Sucede algo, señoritas? – preguntó Takuto, aprovechando la oportunidad para entrar a la conversación.
– Ah, Takuto. A decir verdad, mi horóscopo de hoy dice que me voy a ahogar. – Ranpha le mostró lo que estaba viendo, una revista digital. Takuto leyó y efectivamente decía "El agua representa un riesgo en tu futuro, si no te cuidas podrías ahogarte."
– ¿Ahogarte? Pero si estamos en una nave espacial. – dijo Takuto. – ¿Te vas a ahogar en la bañera o qué...?
– Si lo supiera no estaría preocupada. – replicó la rubia.
– Te estás agitando demasiado, Ranpha. – dijo Forte. – No importa lo que diga la fortuna, el resultado al final depende de la persona en cuestión.
– ¡Eso es sólo para los adivinos falsos! – protestó Ranpha. – ¡Este siempre acierta, sin falta!
– Oigan, ya cálmense las dos. – dijo él, tratando de mediar por si se escalaba la discusión. – No sé qué adivino sea ese, pero si como dice Ranpha, por algo ha de ser, ¿no?
– Oh, ¿acaso tú crees en los adivinos y la fortuna, Sr. Comandante? – inquirió Forte.
– ¿Y por qué no? – replicó Takuto. – Los adivinos suelen tener un tono místico y romántico, es lo que dicen.
– ¡Cierto! ¡Me sorprende que lo entiendas! – exclamó Ranpha. Inmediatamente juntó las manos y adoptó una expresión soñadora. – Ah, por supuesto. Lo que se siente mirar a las estrellas, y pensar en lo que te depara el futuro. El mensaje que llega desde el otro lado. Sí, el sueño de toda doncella, de conocer a su hombre destinado, aaahhh...
Parecía que Ranpha se había dejado caer totalmente en sus ilusiones, ya que no reaccionó cuando Forte le movió la mano enfrente de la cara, sino que simplemente seguía sonriendo y suspirando. Takuto no supo qué pensar de eso, salvo que le sorprendió un poco verla así luego de que se había portado bastante arisca con él desde que llegó.
– Está totalmente ida en su mundo. – comentó Takuto. – ¿Siempre es así con esto de la fortuna?
– Desde que la conozco. – respondió Forte encogiéndose de hombros. – Yo personalmente no creo en el destino, pero no critico a quienes lo hacen, salvo que dependan de eso para todo. En fin, ¿qué haces por aquí, Comandante?
– No mucho, sólo fui a ver si Milfie necesitaba algo de ayuda. – Decidió decirles la verdad, y en eso se fijó en el reloj que estaba en la pared. – De hecho, ya no falta mucho para la hora del picnic, ¿por qué no van al parque para esperarnos?
– Pensándolo bien, tienes razón. – asintió Forte, empezando a caminar. – Vámonos, Ranpha.
– ¿Eh? – La rubia finalmente salió de su ensimismamiento. – ¡Ah, espérame, Forte-san!
Las dos se alejaron hacia el elevador, y Takuto decidió seguir con su patrulla por los pasillos por otro rato más. Sin embargo, al salir de vuelta al corredor del bloque vio la puerta de la cafetería, y recordó que Milfie había dicho que usaría la cocina de allí para preparar su pastel especial.
¿Se molestaría si iba a echar un pequeño vistazo? No podía aguantarse las ganas, realmente quería saber qué clase de pastel estaba preparando la pelirrosa. Si le preguntaban, podría inventar una excusa de que algo se le cayó y venía a buscarlo para cubrir apariencias.
Pero apenas entró, se llevó una sorpresa no muy agradable...
*¡BOOOOOOOOOMMM!*
Un estallido ensordecedor le retumbó en los oídos, y una columna de humo empezó a salir de la cocina. A los pocos segundos oyó a alguien tosiendo desde adentro.
– ¡¿Eh?! ¡¿Un incendio?! – exclamó alarmado, y aún más cuando la realización le golpeó en la cabeza. – ¡Milfie!
Se fue abriendo paso entre el humo como pudo, y pudo escuchar la tos con más fuerza. El horno de la cocina estaba prendido en llamas, y pudo vislumbrar a Milfie en el suelo tosiendo y restregándose los ojos.
Como si estuviera en automático, el joven comandante miró alrededor y sus ojos se detuvieron en el extintor de incendios. Sin perder un instante rompió la ventanilla de una patada, lo extrajo y procedió a rociar las llamas hasta sofocarlas por completo. El humo tardó en disiparse más o menos un par de minutos más, y fue entonces que tuvo una vista más clara de lo sucedido. Afortunadamente sólo ese horno estaba dañado, él llegó justo a tiempo para apagarlo antes que se propagara por el resto de la cocina y se dañara alguna otra cosa. Milfie estaba en el suelo, totalmente cubierta de hollín, pero no parecía estar herida.
– Milfie, ¿te encuentras bien? – le preguntó, arrodillándose para verla mejor. – ¿Qué sucedió aquí?
– *Cof, cof*. Ah, Takuto-san. – La chica parecía feliz de verlo. – Estaba horneando el pastel, y de repente el horno explotó en llamas. Qué bueno que pensaste rápido, me salvaste.
– No pensé, sólo reaccioné. – dijo él con modestia. Vio cómo Milfie se levantaba y se dirigía hacia el horno, extrayendo lo que parecía una masa irreconocible hecha carbón cubierta con la espuma contraincendios del extintor. No había que ser un genio para saber lo que era.
– Ah, mi pastel especial se arruinó. – lloriqueó Milfie. – De verdad lo siento...
– No te preocupes, mejor el pastel y no tú. – replicó él. Aunque era una lástima que se hubiera perdido, tenía muchas ganas de probarlo. – Sabes, mejor deberías ir a cambiarte de ropa. Le avisaré al personal para que venga a limpiar este desastre, ¿bien?
– Ah, está bien. – dijo Milfie, volviendo a sonreír. – Después de que me cambie, nos vemos en el parque galáctico como acordamos, ¿de acuerdo?
Takuto asintió y la dejó marcharse. Bueno, por lo menos pareció recuperarse rápido de ese pequeño percance, y más importante aún, no se lastimó cuando explotó el horno. Sin perder tiempo, activó su comunicador y avisó al puente para informarles que había ocurrido un accidente en la cocina para que enviaran al personal de limpieza. Fue una suerte que sólo ese horno en específico se quemó, y que todo el resto del equipamiento seguía intacto, así que por lo menos eso no afectaría las comidas de la tripulación. Habría sido muy desafortunado tener que viajar sin tener la cocina en funcionamiento, ya que como iba el refrán, un ejército avanza al ritmo de su estómago.
Faltaban unos quince minutos antes de la hora acordada, así que decidió que ya era un buen momento para dirigirse al parque galáctico. Eso también le daría tiempo a Milfie para lavarse y cambiarse de ropa para estar lista. Una vez allá, para su sorpresa (o tal vez no), el resto de la Brigada Angel ya estaba reunida en una de las bancas del sendero de adoquines, y al parecer todas habrían traído algo para contribuir con el picnic. O al menos, eso creía Takuto, ya que algunas de las cosas que vio eran las que Vanilla le había traído a Mint cuando se encontraron antes en el corredor de los dormitorios. ¿Realmente iban a necesitar todo eso?
– ¡Hola a todos! – gritó una voz alegre detrás de él. – ¡Gracias por esperarme!
Al instante, toda la Brigada Angel se puso de pie para recibir a la miembro restante, que ya venía con varias cestas para picnic y cajas de almuerzo de un tamaño bastante considerable. Realmente no se contuvo para prepararles la comida.
– Muy bien, ya estamos todos aquí. – dijo Ranpha. – ¿La colina de siempre?
– Naturalmente. – dijo Mint, cogiendo una de las canastas que Milfie llevaba para aligerar su carga. – Bueno, pongámonos en marcha. Será muy divertido tener un picnic hoy.
– ... Ayudaré con los suministros... – ofreció Vanilla, cogiendo otra de las canastas.
Las cuatro se dividieron la labor y empezaron a caminar, Takuto vio un poco sorprendido cómo lo llevaban tanto con esa naturalidad, aunque supuso que debía ser por tratarse de una ocurrencia muy frecuente. Se quedó pensando en ello hasta que sintió un golpecito en la retaguardia, dándose cuenta que fue Forte con su fusta.
– Vamos, mueve esos pies, Sr. Comandante. – le dijo la pelirroja. – Eres el hombre del momento.
– Sí, sí, ya voy. – replicó él. – ¡Milfie, déjame ayudarte también!
Unos minutos después estaban los seis sentados sobre la susodicha colina, que ofrecía una buena vista de casi todo el resto del parque. Si no fuera por la vista de los paneles arriba, habría creído que estaba en campo abierto y no en una nave espacial. Milfie iba sacando la comida y colocándola sobre la manta para picnics con platos y cubiertos.
– ¡Wow! ¡Qué buen tiempo hace! – dijo Milfie alegremente. – ¡Es el día perfecto para ir de picnic!
– Por supuesto, si es sólo una imagen. – le recordó Ranpha, haciendo que Milfie se enfurruñara.
– Sólo estaba diciendo, ¿qué tiene de malo? – se quejó la pelirrosa.
– Cierto, aunque quizás no sea tan bueno como sentarse en suelo de verdad. – comentó Takuto. Aun así, se habían esmerado en esta sala ya que los ventiladores daban una buena sensación de brisa de verano, lo que daba un ambiente más realista para ir de picnic.
– ¿Podemos colocar esta otra manta por aquí? – sugirió Vanilla, extendiendo una segunda manta de picnics para darles más espacio a todos.
– Así está bien. – dijo Forte. – Bueno, deprisa, que vengan los almuerzos, ya se me abrió el apetito.
Con los preparativos completados, Takuto y la brigada Angel se sentaron sobre la manta de picnics, y Milfie procedió a abrir las canastas y las cajas de almuerzo. El sólo verlas ya hizo que al comandante se le hiciera agua la boca. Toda la comida lucía realmente deliciosa.
– Oh, eso se ve bien. – comentó Forte. – Como se esperaría de ti, Milfie.
– Jejeje, muchas gracias. – sonrió Milfie. – Por favor coman todo lo que quieran, hice bastante para todos.
Sin perder tiempo, todos tomaron un poco y comenzaron a engullirlo. Takuto no sabía por dónde empezar, todo se veía tan bien que realmente quería probar un poco de todo al mismo tiempo. Decidió empezar por los sándwiches para ir por algo sencillo, y luego un poco de pollo frito. Luego un poco de todo lo demás, en secuencia rápida y sólo tomándose un momento para degustarlo apropiadamente cuando se dio cuenta que se lo estaba tragando sin darse cuenta.
Decir que se sorprendió sería quedarse corto. Le habían dicho que la comida de Milfie era deliciosa, pero no podría haberse imaginado que era TAN deliciosa.
– Takuto-san, ¿qué te parece? – preguntó Milfie.
– Todo está increíble, de verdad. – dijo el comandante, echándose otro bocado del pollo frito. – Wow, no había comido algo tan delicioso desde que... ah, ni siquiera me acuerdo.
– Te lo dije, la comida de Milfie es la mejor. – dijo Ranpha. – Por cierto, ¿qué preparaste de postre?
La pregunta de Ranpha hizo que la sonrisa de Milfie se apagara. Takuto sabía perfectamente por qué: él llegó justo cuando Milfie estaba haciendo el pastel y el horno estalló en llamas.
– A decir verdad, quería traerles un pastel especial, pero el horno se descompuso... – confesó Milfie con algo de tristeza.
– ¿Eehhh? Cómo me habría gustado eso. – dijo Ranpha, claramente decepcionada.
– ... Pastel... – dijo Vanilla. Pese a su tono inexpresivo, Takuto pudo percibir en su cara que a ella también le habría gustado. Si el pastel de Milfie iba a ser tan bueno como el resto de su comida, sin duda era una pena que se hubiera estropeado.
– Sí, fue un desastre. – dijo Takuto, recordando el incendio en la cafetería. – Menos mal que no le pasó nada a Milfie.
– Mejor no preocuparse por lo que ya pasó. – dijo Mint. – Por fortuna, yo traje algunos pastelillos para compartir con todos.
– Grandioso, qué bien que siempre estás preparada, Mint. – dijo Ranpha. – Ah, aquí traigo mi salsa Piri Spicy Amigo. Este arroz está bueno, aunque no lo bastante fuerte para mí.
Takuto tuvo un respingo al oír eso. Aunque ya había pasado bastante rato, el ardor luego de probar el especial Ranpha en la cafetería pareció volver a su boca, y no estaba seguro de querer volver a sentirlo. Especialmente al ver a la rubia vaciarle encima lo que parecía ser la botella completa.
El picnic siguió con todos comiendo y elogiando la comida de Milfie. Takuto no tenía ninguna queja; no había ido de picnic en años y la oportunidad de comer toda esa comida tan deliciosa era única. No podía dejarla pasar de ninguna manera.
– Preparé un poco de té caliente para todos. – dijo Mint sacando un termo y varias tazas. – Por favor sírvanse un poco. Es una marca que Takuto-san eligió personalmente, denle las gracias por ello.
– No fue nada especial, sólo pensé que a todas les gustaría. – dijo él con modestia.
– Bien, entonces date prisa y sírveme un poco. – pidió Forte cogiendo una taza y probándolo. – ... ¡Hmm, está buenísimo!
Takuto también aprovechó de servirse un poco, y le pasó una taza a Vanilla para que no tuviera que abrirse paso. Para haber elegido un té al azar terminó siendo una buena opción. Aunque era un poco caro, el precio lo valía.
– Hmm, estas tortillas están deliciosas. – dijo Mint, que acababa de tomar una de las tortillas de Milfie. – La próxima vez tienes que enseñarme a prepararlas.
– Jejeje, las de hoy salieron increíbles. – dijo Milfie. – ¿Quieres más, Takuto-san?
– Seguro. – aceptó el chico. No planeaba decirles a las otras que ella le dio a probar la primera cuando estaba cocinando hacía un rato. – El pollo frito también está genial, ¿puedo comer un poco más?
– Claro, aquí tienes. – Milfie le pasó una caja con ambos.
– Sin duda tiene buen aspecto. – dijo Mint. – En ese caso yo también quiero un poco.
– Vaya, hasta para Milfie está muy bueno. – agregó Ranpha.
Los seis continuaron comiendo por un buen rato. Toda la comida estaba increíble, había una atmósfera tranquila y relajada, y estaba en buena compañía. Era todo lo que Takuto podría haber pedido de un picnic.
Y eso le hizo recordar algo que había dejado de lado, pese a que se lo estaban repitiendo constantemente las demás Angels.
– Oye, Ranpha. En este momento, ¿no te parece que esto es un picnic ordinario? – se dirigió hacia la rubia, que en ese momento tenía un trozo de pollo en la boca cuando volteó a verlo. – Digo, antes te estabas preocupando por lo que podría salir mal.
Ranpha se tragó el bocado. – Bueno, espero haberme equivocado. Oh, por cierto, Milfie, no había visto esa canasta antes, ¿compraste algunas nuevas?
– Las gané en la lotería de la tienda. – dijo Milfie. – De verdad las quería.
– Fue increíble. – dijo Takuto al recordarlo. – Ganó el gran premio cinco veces seguidas. De verdad me sorprendió esa racha de buena suerte.
– Buena suerte, ¿eh...? – Forte puso una mueca muy seria por alguna razón. Parecía como si algo le preocupara.
– ¿Qué pasa, Forte? ¿A qué viene esa cara? – Y en ese momento se acordó que Ranpha no era la única que parecía estar preocupada. – Ahora que recuerdo, tú también me dijiste algo de que las cosas podrían salir mal. Pero hasta ahora no ha pasado nada.
– No... – dijo la pelirroja, volviendo a relajarse. – Bueno, esperemos que todo siga así.
Takuto no tenía idea de qué estaba hablando, pero al menos por ahora, había otras cosas más apremiantes. El punto de aceptar este picnic era intentar estrechar lazos con sus nuevas subordinadas, y todavía tenía curiosidad por conocerlas mejor.
– Por cierto, ya que estamos aquí, ¿qué tal si me cuentas un poco más de ustedes? – preguntó. – ¿Cómo era su vida en la Luna Blanca antes de venir aquí?
– Ah, bueno, a decir verdad...
– ¿Eh? – De repente Vanilla se levantó interrumpiendo a Forte, como si acabara de ver algo.
– ¿Sucede algo, Vanilla? – preguntó Forte. – Oh, alguien viene...
Takuto también volteó a ver, y para su sorpresa, se trataba de la Dra. Kera y el personal médico, fácilmente reconocibles por ir todos de bata blanca. Pero también llevaban canastas y mantas para picnics.
– Oh, ¿así que vinieron también de picnic?
– ¿Doctora? ¿Qué hacen por aquí? – preguntó Takuto.
– Ya que teníamos algo de tiempo libre, y como había provisiones de oferta en la tienda, no podíamos dejar pasar la ocasión. – dijo la mujer con una gran sonrisa.
– ¿De verdad? – dijo Milfie. – Entonces, ¿qué tal si se unen a nosotros?
– Ya que insisten, si no es mucha molestia.
– ¡Para nada! – exclamó Milfie cogiendo una de las cajas de almuerzo. – ¡Ah, por favor pruebe estas tortillas, las de hoy son una obra maestra!
– ¡Hmm, están divinas! – dijo la doctora al probarlas. – ¡Déjame compartir algo de pollo a cambio!
Mientras la doctora y el resto del personal de la enfermería se acomodaba y empezaban a intercambiar bocadillos, Takuto notó que Mint empezaba a reírse por lo bajo por alguna razón. Antes de poder preguntarle, la peliazul expresó ella misma su opinión.
– Parece que de repente empezó aglomerarse un poco aquí. – comentó.
– Sí, bueno, pero entre más gente mejor, ¿no? – dijo Takuto. – Ah, cierto, no pude oír la respuesta ya que aparecieron los demás, así que tal vez pueda preguntarte a ti, Mint. Quería saber más sobre la Luna Blanca, ya que ustedes han estado allí y yo no.
– Ah, bueno, si necesitas saberlo...
– Hey, ¿están todos de picnic aquí? ¡Qué coincidencia!
Esta vez, acababa de llegar Creta, y el resto del personal del hangar. E igual que la doctora y los suyos, estaban full equipadas para un picnic. Ahora mismo estaban colocando sus propias mantas en otro rincón de la colina, que afortunadamente era bastante amplia para todos.
– Oh, el personal de mantenimiento también ha venido. – dijo Mint. – ¿Cómo están todos?
– Ya que no hemos salido a combatir en un buen rato, pensamos en tener una reunión. – explicó Creta. – La tienda de conveniencia estaba vendiendo provisiones para picnics en oferta, así que pensamos ¿por qué no mejor hacerla aquí? No los estamos interrumpiendo, ¿verdad?
– No, no nos molesta. – Mint cogió su termo. – ¿Quieren un poco de té?
Mint terminó yéndose con la jefa de ingenieros para servirle té, así que Takuto nuevamente se quedó sin respuestas. De hecho, ahora que se fijaba parecía que estaba llegando más gente, y el joven comandante se preguntaba qué iba a pasar.
– Hey, Takuto, ¿por qué te retuerces? – preguntó de repente Ranpha, sacándolo de sus pensamientos. – Ah, ya sé, ¿comiste demasiado? No te culpo, con lo buena que es la comida de Milfie, te lo tragas todo antes de darte cuenta.
– ¿Necesitas... medicina...? – preguntó Vanilla.
– No, no, no era eso. – aseguró él. Ya que Forte y Mint ahora estaban ocupadas en lo suyo, quizás le podría preguntar a estas dos. O también, podría aprovechar de pedirles una opinión honesta sobre él como su comandante. Bueno, la de Ranpha ya la sabía, pero la de Vanilla era otra historia. – Oigan, si les puedo preguntar, ¿qué piensan de...?
– ¡Buenas tardes, Comandante! ¡Whoa, está lleno de gente aquí!
La que acababa de saludarlo era Almo. Y no venía sola, Coco estaba también con ella, e igual que el resto, venían con una manta y una canasta para picnics en la mano.
– Qué curioso. – dijo Coco. – A decir verdad, nosotras...
– Déjenme adivinar, ¿había oferta en la tienda de provisiones y vinieron a hacer un picnic? – completó Takuto por ella. Las dos operadoras del puente se sorprendieron.
– ¡Increíble! – exclamó Almo. – ¿Cómo lo supo?
– Comandante Mayers, ¿acaso usted es un telépata o algo así? – inquirió Coco.
– No, sólo adiviné. – replicó él, sintiendo que el humor se le bajaba un poco. No era así como él esperaba que fuese el picnic. No con tanta gente al menos.
– Oye, ¿por qué pones esa cara? – salió al paso de repente Forte. – Se supone que deberías estarte divirtiendo, ¿no?
– Sí, pero... no sé por qué siento que la situación se ha salido un poco de las manos. – replicó el comandante.
– ¿Esta situación? – preguntó Forte, que luego sonrió de manera extraña. – Ah, ¿hablas de que el picnic de pronto estalló y se convirtió en una fiesta?
– Es decir, parece que todos tenían una razón para venir aquí. – dijo Takuto. – Pero para que aparezca todo mundo exactamente al mismo tiempo, ¿acaso es eso posible?
– Probablemente no, en circunstancias normales. – dijo Forte en tono enigmático. – Sin embargo, no es tan inusual cuando Milfie está involucrada.
– ¿Qué quieres decir con...? – Takuto no terminó la pregunta, pero Forte pareció saber el resto y procedió a explicar.
– Ya sean buenas o malas, muchas "coincidencias" o "eventualidades" suceden a menudo... mientras Milfie esté involucrada.
– ¿Me llamaban? – Y hablando de ella, justo en ese momento apareció la pelirrosa, alegre como siempre. – ¡Wow, más y más gente vino! ¡Es mucho más divertido con todos, maravilloso!
– De la teoría a la prueba. – dijo Forte. – Milfie, estaba a punto de darle un ejemplo, ¿nos ayudas?
– Ah, ¿eso era todo? Con gusto.
– Sr. Comandante, ¿tienes algo de cambio a mano? – preguntó Forte.
Takuto no sabía qué iban a hacer, pero sacó unas monedas que tenía en su bolsillo y se las entregó a Forte. ¿Para qué las querría? Forte a su vez le dio las monedas a Milfie y le dijo que las lanzara al aire. Eso no parecía nada inusual para Takuto.
– ¡Ei! – Milfie arrojó las monedas al aire, que cayeron sobre la hierba. Takuto las miró y al principio no notó nada inusual... hasta que las vio todas y cada una.
– ¡¿Whoa?! ¡Todas las monedas cayeron en cara! – exclamó sorprendido.
– Déjame hacerlo de nuevo. – dijo Milfie recogiendo las monedas para volver a lanzarlas. – ¡Ei!
Y esta vez, todas las monedas cayeron en cruz. Takuto las revisó, para asegurarse que los ojos no le engañaban, y estaba seguro de que estas monedas eran ordinarias. ¿Acaso había algún truco? Luego de recogerlas probó lanzarlas, pero le cayeron mezcladas caras y cruces. Lo hizo de nuevo, y otra vez caras y cruces. A la tercera se dio por vencido.
– Entonces, ¿esto sólo sucede porque Milfie es quien las lanza? – preguntó el comandante, ya resignado.
– La verdad no sé por qué sucede. – dijo Milfie encogiéndose de hombros. – No creo haberlas lanzado de ninguna manera en especial.
– ¿Ahora lo entiendes? – dijo Forte. – Cuando Milfie está involucrada, la probabilidad de cualquier evento queda descartada.
– Entonces, quieres decir que haber ganado el gran premio en la lotería varias veces seguidas, y ahora que toda la tripulación se haya reunido aquí en un picnic inesperadamente...
– Me han chequeado muchas veces para determinar si tengo poderes psíquicos o algo, pero siempre los resultados son negativos. – dijo Milfie. – Tengo una suerte extremadamente buena, o extremadamente mala... yo tampoco sé por qué sucede. Sin importar lo que piense o lo que haga, siempre me pasan cosas buenas o malas de manera inesperada.
– El otro día, cuando vinimos a buscarte, Sr. Comandante, fue debido a la suerte de Milfie que nos topamos con el enemigo. – señaló Forte.
– Ah, ¿de verdad lo crees, Forte-san? En ese momento yo también me sorprendí cuando apareció el enemigo.
Takuto hizo memoria del susodicho encuentro. En efecto, con lo todo lo que estaba sucediendo, era prácticamente improbable, si no imposible, que una flota enemiga se fuera a aparecer en el sector donde él patrullaba. Es decir que, de una forma u otra, fue Milfie la que los atrajo allí... con su suerte.
– Eso suena... increíble. – dijo Takuto. – Todavía se me hace difícil de asimilar, aunque lo haya visto con mis propios ojos.
– También ha sido gracias a la buena suerte de Milfie que hemos llegado hasta aquí. – dijo Forte, en un tono más esperanzador. – No sólo por una o dos buenas coincidencias que nos han jugado a favor.
Takuto se quedó pensando en ello. La suerte de Milfie realmente sonaba increíble, para bien y para mal. No estaba seguro de cómo lidiaría con ello, pero tendría que hacerlo si esperaba llevar al Elsior a salvo por la misión que le fue encomendada. Sin embargo, ahora era tiempo de disfrutar del picnic igual que todos los demás, que al parecer continuaban llegando para tomar un lugar en la colina.
Vio que Creta había sacado un equipo de sonido para poner algo de música, y Almo y Coco se habían puesto a bailar con ella y las demás de mantenimiento. Parecían estarse divirtiendo mucho. Uno de los pocos tripulantes masculinos que había se estaba trepando a un árbol, al parecer queriendo atrapar a un pájaro posado en una rama. Mint y Vanilla trataron de advertirle que tuviera cuidado de no caerse, pero Forte fue un paso más allá y le dio una patada al tronco para sacudirlo. El pájaro salió volando, y el tripulante cayó de espaldas sobre la hierba. Aunque afortunadamente no se lastimó, pero notó que Vanilla corría a revisarlo y le aplicaba tratamiento con sus nanomáquinas.
El picnic parecía estar convirtiéndose en una especie de festival, con toda la gente que llegó y que seguía llegando. No era lo que Takuto había querido originalmente, algo de tiempo a solas con sus nuevas subordinadas, pero no podía decir que no se la estuviera pasando bien.
– ¿Oh...? – dijo de repente Milfie. – ¿No está saliendo humo por allá?
– ¿Eh? – Takuto miró en la misma dirección que Milfie y se dio cuenta. – ¡Ah, están haciendo una barbacoa! ¿Cuándo empezaron...?
– ¡¿Barbacoa?! – exclamó Ranpha emocionada. – ¡Yahoo! ¡Quiero comerme una mazorca a la parrilla!
– ... Ranpha-san, si comes más, excederás tu límite de calorías. – dijo Vanilla.
– ... No me digas que has estado monitoreando eso todo este tiempo... – La rubia pareció algo avergonzada por esta información.
– Sí... para todos. – respondió Vanilla sin dudar. Ranpha empezó a reírse algo nerviosa, como si le diera vergüenza que revelaran algo así, pero rápidamente buscó no darle importancia.
– Oye, no te preocupes por los pequeños detalles. ¡Ese aroma me está llamando! Vamos, Vanilla, ven y pruébalo tú también.
– ... Está bien...
– ¡Ranpha, no seas mala, no deberías robarles la comida a los de allá! – exclamó Milfie al verlas alejándose a las dos hacia el sitio de la barbacoa. – ... Bueno, si Vanilla va contigo, no debería preocuparme...
– Cielos... – dijo Takuto. – Pero bueno, parece que al fin las cosas empiezan a calmarse por aquí. Ya es hora del postre, pero... ah, es verdad. El pastel se arruinó.
– Um... ¿todavía quieres un poco de pastel? – preguntó Milfie en voz baja.
– Obviamente... – Takuto en ese momento se dio cuenta de lo que dijo. – Ahh, no, perdona, no quería echarte la culpa, Milfie.
– En realidad... hice otro pastel un poco antes. Uno pequeño, para una sola persona. Por eso no les dije nada a los demás... – confesó la pelirrosa tímidamente, mientras sacaba otra cajita de almuerzo más pequeña que las demás. – Pensé que deberías tenerlo tú. Después de todo, eres el hombre del momento, ¿o no?
Takuto miró la cajita en sus manos. Se sentía un poco culpable de que se lo dieran sólo a él, pero por otro lado, Milfie parecía haberse esmerado tanto con la comida para hacer felices a todos, que no se sentiría bien poniéndola triste al rechazar su generosidad. No pudo más que sonreírle con gratitud.
– Gracias, Milfie. Lo aceptaré con mucho gusto.
– Oh, no, no fue nada. – replicó ella con una sonrisa. – Espero que te guste.
Para al menos aliviar un poco su culpa, Takuto aceptó comerse sólo la mitad, y compartir la otra mitad con ella. Milfie pareció feliz con este acuerdo y los dos se sentaron a comerlo tranquilamente. Era un pastel de chocolate cubierto de crema, y apenas lo probó, igual que el resto de la comida, estaba exquisito.
– ¿Y bien, qué te parece?
– ¡Hmm, es grandioso! – En ese momento se fijó en algo más al degustarlo. – Un momento, ¿este pastel tiene castañas? No me digas que...
– Sí, son las castañas que me ayudaste a pelar antes. – confirmó Milfie. – Así que fue gracias a nuestros esfuerzos combinados.
– Me lo imaginé. – replicó él. Bien, eso le quitaba un poco el cargo de conciencia por comérselo solo con ella, saber que al menos contribuyó un poco. – Aunque realmente no hice gran cosa.
– No digas eso, de verdad me ayudaste. – dijo Milfie sin dejar de sonreír.
Los dos continuaron así por un buen rato, disfrutando del pequeño pastel que compartían. Estando así, sentado tranquilo en la hierba y comiendo pastel con Milfie, el golpe de estado, la guerra y el peligro de la flota automatizada parecían preocupaciones muy lejanas. Ojalá y las cosas pudieran quedarse así para siempre...
– Ah, Takuto-san, tienes crema en la mejilla. – dijo Milfie de repente.
– ¿Eh, dónde?
– Descuida, ya te la limpio, espera un momento. – La pelirrosa miró alrededor y encontró una cajita de pañuelos desechables, procediendo a sacar uno.
– Oye, no hace falta que lo hagas. – dijo él, sin darse cuenta que había retrocedido un poco. – Yo puedo...
– No seas tímido. – insistió Milfie, y alargó la mano para limpiarle la mejilla.
El chico no pudo evitar quedarse tieso cuando la pelirrosa le pasó la servilleta por la mejilla. Incluso a través del papel, pudo sentir que los dedos de Milfie eran finos y delicados. Del tipo que sin duda se esperaría que prepararan una buena comida hecha con cariño.
Y Milfie de pronto también se quedó tiesa con la mano estirada, ambos mirándose fijamente a los ojos. Las mejillas de la chica empezaban a tomar un tinte rosa, y aunque Takuto no podía verlo, estaba seguro de que las suyas debían estar igual, ya que sentía el calor en su propio rostro.
– ¡Ah! – exclamó Milfie retirando la mano. – P-perdóname, yo no...
– N-no, no tienes por qué disculparte...
Los dos desviaron la mirada, un poco avergonzados. ¿Qué fue eso? Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar al respecto, ya que al cabo de unos segundos, Takuto sintió algo frío y húmedo cayéndole encima.
– ¿Eh? ¿Lluvia? Pero si estamos en...
– ¡Kyaaa! ¡Qué frío! – exclamó Milfie poniéndose de pie de golpe.
– ¡¿Qué diablos pasa?! – gritó de repente Ranpha, que iba corriendo mientras se tapaba la cabeza con una toalla. – ¡¿Nadie vigila la barbacoa?!
Y fue entonces que Takuto entendió lo que pasó. No era lluvia, fue que el humo de la barbacoa debió activar los aspersores contraincendios, que empezaron a soltar un diluvio encima de ellos, y de todos los demás que estaban en el parque. Todo mundo empezó a correr frenéticamente buscando refugio o algún objeto para taparse.
La única que parecía estar totalmente tranquila era Mint, quietecita y sonriente debajo de un pequeño paraguas azul. De hecho, le pareció habérselo visto entre las cosas que Vanilla le trajo hacía rato.
– ¡Tengo humo en mis ojos! – oyó gritar a Coco. – ¡No puedo ver, alguien ayúdeme!
– Por aquí... por favor. – dijo Vanilla, guiando a la pobre chica de gafas que estaba totalmente desorientada.
– ¡Ay no, esta agua arruinará mi mascarilla! –exclamó la Dra. Kera, tapándose el rostro.
– Doctora, no creo que deba preocuparse por eso en este momento... – le dijo Creta, que había logrado ponerse a cubierto debajo de un gran árbol.
– Fue una buena decisión traer un paraguas después de todo. – dijo Mint pasando junto a Takuto tranquilamente.
– ¡Ya dejen de hablar, y salgamos de aquí! – exclamó Forte, que se había echado encima de la cabeza su propia chaqueta para usarla de impermeable. – ¡Antes que terminemos todos empapados!
– ¡P-pero los almuerzos...! – lloriqueó Milfie.
– Ya no podemos hacer nada para salvarlos, Milfie. – dijo Takuto agarrándola de la muñeca y llevándosela fuera de ahí. – ¡Vámonos!
– ¡Aahhh, mis tortillas perfectas!
...
Estando ya todos a salvo en el corredor, los tripulantes se fueron retirando a sus respectivas áreas. Fueron muy pocos los que no quedaron calados hasta los huesos, y eso fue sólo porque tuvieron la suerte de estar cerca de la puerta de salida del parque galáctico cuando arrancó el diluvio. Takuto estaba escurriéndose todavía la capa de su uniforme, que había tenido que echarse como capucha en la cabeza para no mojarse el pelo.
– *Fiu*... ¿están todas bien? – preguntó Takuto, una vez que todo mundo excepto él y la Brigada Angel quedaron en el corredor.
– Sólo me mojé un poco, no se preocupen por mí. – aseguró Mint mientras cerraba su paraguas.
– ...Mis tortillas... – Milfie todavía seguía llorando, lamentándose por la pérdida de esa buena comida. Si era sincero, no podía culparla en lo más mínimo, él también lo sentía mucho.
– No es culpa tuya. – dijo Forte. – Tal vez a la próxima. Por ahora, mejor vamos a cambiarnos de ropa antes que nos resfriemos.
– Pero en serio, ¿por qué se activó el sistema contraincendios? – preguntó Takuto. – Un poco de humo de una simple barbacoa no debería haber sido tanto para activarlo.
– ... A menos que muchas personas hicieran barbacoa en varios lugares a la vez. – comentó Vanilla. – Eso debió activar los aspersores al reconocerlo como un riesgo de incendio.
– En efecto. – dijo Forte. – Este tipo de cosas suceden, ¿no se los dije?
– Lo siento... – se disculpó Milfie. Parecía sentirse culpable por lo sucedido.
– ¿Por qué te disculpas, Milfie? – Takuto no entendía. No era como que Milfie hubiese provocado todo eso ella... ¿o sí?
– ¿Ahora ya lo ves? – dijo Ranpha, escurriéndose el pelo. Al tenerlo ella más largo que ninguna de las demás, sin duda sería el más pesado cuando se mojaba. – Probablemente esto fue resultado de la mala suerte de Milfie. Se va a los dos extremos, cuando es buena, cualquier cosa puede suceder, pero cuando es mala, todo se arruina.
– Quizás, pero sólo fue coincidencia que vinieran tanta gente y algunos decidieran hacer barbacoa, ¿verdad? – preguntó Takuto, tratando de buscarle algún sentido. Y en ese momento se acordó de algo más. – Aunque, ahora que recuerdo, ¿no dijo tu horóscopo que debías tener cuidado con el agua hoy?
– ¿Eh? – La rubia se sobresaltó ante la realización. – ¡Ah, es cierto, tienes toda la razón! ¡Ya lo ves, te lo dije, ese adivino nunca falla!
– Wow, no lo puedo creer. – dijo Takuto. – ¿Coincidencia o casualidad?
– Esa casualidad fue causada por Milfie-san. – dijo Mint.
– Yo también lo creo. – secundó Vanilla.
– Y yo. – terció Forte. – Bueno, esta vez no fue tan malo, considerando todo.
– ¡Aaahh, de verdad lo siento! – volvió a disculparse Milfie, sin dejar de llorar.
Takuto no sabía qué pensar. Había sido una lástima que el picnic se arruinara, pero si lo veía desde otra perspectiva, había sido divertido también, a su muy particular manera. El propósito de hacer esto era estrechar lazos con la Brigada Angel y conocerlas mejor. Bueno, ahora sin duda sabía mucho más sobre Milfie, de modo que al menos ese objetivo había sido logrado. Y aunque se perdió también parte de la comida, pudo probar su pastel después de todo. Quizás sólo era cosa de ver el vaso medio lleno.
– Bien, ya no hay más nada que hacer. – les dijo a todas. – Vuelvan a sus habitaciones y cámbiense de ropa. Yo también haré lo mismo. Hasta nuevo aviso, pueden descansar o hacer lo que les plazca.
– Sí, señor. – declararon todas y empezaron a retirarse.
– Ah, y Milfie...
– ¿Sí? – La pelirrosa se detuvo mientras las demás siguieron de largo por el corredor. Takuto esperó hasta que estuvieron lo suficientemente lejos, y le habló en voz baja sonriéndole.
– Gracias de nuevo por el pastel, estuvo delicioso.
Eso sirvió para subirle los ánimos a la pelirrosa. Después de verla tan alegre y optimista, admitió que no le agradaba verla deprimida. Milfie sonrió y tras darle a él también las gracias por sus palabras, se retiró también a sus cuarteles.
Aún estarían en Chrono Drive un poco más. Su primera reunión social con las Angels había sido... inusual, por describirla en una sola palabra. Aun no tenía idea de en qué se estaba metiendo, pero de alguna manera, la ansiedad de la incertidumbre dio paso a una sensación de emoción. Tenía el extraño presentimiento de que le aguardaban más eventos inusualmente divertidos y emocionantes en el futuro cercano.
Aunque sí tenía una pregunta dándole vueltas en la cabeza, ¿cómo iba a manejar lo impredecible de la suerte de Milfie en batalla?
Esta historia continuará...
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