Escalas de fortuna (2-1)
A pocos días de haber salido de aquella batalla, Takuto continuaba a la expectativa, manteniéndose alerta por cualquier aviso de actividad en el sector. Tenían que salir de Criom lo más pronto posible, antes de que la flota enemiga los encontrara de nuevo. Habían salido bien librados, pero tenía el presentimiento de que la próxima vez no sería tan sencillo.
– Comandante Mayers, ya tenemos el reporte completo del personal en la sala de máquinas. – anunció Almo. – Las reparaciones totales del motor tomarán unas tres horas más.
– Entendido. – respondió el comandante. – Eso es más pronto de lo que pensé. Son buenas noticias.
– El daño se veía peor desde afuera de lo que realmente era. – comentó Lester.
– Ya que el Elsior es una nave construida con tecnología perdida, debemos tener mucho cuidado. – dijo Coco. – Por supuesto, eso incluye el mantenimiento de los motores.
– Una nave de guerra que precede al Chrono Terremoto. – Lester se cruzó de brazos. – A pesar de su valor, podría ser problemático.
– Antes que empieces a quejarte, Lester, el Elsior bien vale las molestias de los esfuerzos. – dijo Takuto.
– Bueno, debo admitir que esta nave es muy superior a cualquier otra que haya visto en mi vida. – reconoció el subcomandante.
– Las armas son excelentes, como cabría esperar de la tecnología perdida. – dijo Takuto. – Pero no tenemos muchas...
Había dado un vistazo a las especificaciones, y efectivamente, el Elsior contaba con armamento relativamente limitado. Un cañón de riel de largo alcance, lanzadores de misiles de media y larga distancia y cañones láser de mediano alcance. Oh, y también un lanzador de fuegos artificiales, que era la única arma que solían utilizar durante las ceremonias oficiales, pero difícilmente les iba a ser útil ahora. Aun así, mientras se abrían paso por el cinturón de asteroides para buscar un nuevo lugar dónde ocultarse, pudo comprobar que la potencia de fuego era suficiente para equilibrar la carencia de más armas.
– Para compensar por la falta de poder de fuego, la Santa Madre de la Luna Blanca nos entregó a los cinco Emblem Frames. – explicó Coco.
Sin duda eso había sido un gran alivio. Takuto no quería imaginarse dónde estaría ahora si las Angels no hubiesen llegado con sus Emblem Frames cuando lo hicieron. Le aterraba un poco pensar que podría haber sufrido el mismo destino que la primera y segunda flotas al ser atacados por la flota negra automatizada, sin tener idea de lo que hacer o cómo enfrentarlos. Aunque no dudaba que el Elsior también podría hacer gala de su poderío una vez que estuviera totalmente reparado.
Dejando eso de lado, había otras cosas que Takuto quería saber, y ahora mismo acababa de presentarse la oportunidad de hacer algunas preguntas.
– Ahora que me fijo, para que ustedes hablen de Lady Shatoyarn tan casualmente... ¿son residentes de la Luna Blanca?
– Sí. – asintió Coco. – La mayor parte de la tripulación de la nave venimos de la Luna Blanca y servimos directamente a Lady Shatoyarn. Creo que nos conocen como las Sacerdotisas de la Luna, ¿no es así?
– Ah, por supuesto. Son las personas de la Luna Blanca que estudian la tecnología perdida. – dijo Takuto. Efectivamente, en Transbaal las sacerdotisas que servían a Lady Shatoyarn eran muy respetadas por su importante labor.
– ¿Toda la tripulación son Sacerdotisas de la Luna? – preguntó Lester, que parecía más sorprendido que Takuto. – ¿Quieres decir que esta nave es manejada solamente por civiles?
– Era una emergencia. – respondió Almo. – Además, se requiere conocimiento especial y experiencia para manejar la tecnología perdida.
– Sin embargo, no tienen de qué preocuparse. – dijo Coco con una sonrisa. – La propia Santa Madre de la Luna, Lady Shatoyarn, nos dijo estas palabras: "Traten cualquier orden de su comandante como si viniera de la propia Lady Shatoyarn".
– Por lo tanto, Comandante Mayers, le obedeceremos pase lo que pase. – concluyó Almo.
– Me alegro de escuchar eso. – dijo Takuto. – Confío en que serán tan buenas soldados como investigadoras. Contaré con ustedes y con su talento para esta misión.
– Entendido, Comandante Mayers. – dijo Coco haciendo el saludo militar.
– Lo mismo digo. – Almo la imitó. – Será un placer trabajar con ustedes.
Las dos volvieron a sus puestos, y Takuto hizo lo mismo. Todavía tenían mucho tiempo por delante antes que terminaran las reparaciones, y la verdad no sabía qué hacer hasta entonces. Sin embargo, de manera bastante oportuna, en ese momento se abrió la puerta del puente, y el Comodoro Luft se dirigió hacia ellos.
– Oh, me alegra ver que todos estén trabajando duro. Takuto, Lester, necesitamos hablar.
– ¿Qué sucede, Comodoro Luft? – preguntó Takuto.
– Es hora de presentarlos con el Príncipe Shiva. – explicó el veterano. – Ya les he arreglado una audiencia para que lo conozcan. Acompáñenme.
Por supuesto, ¿cómo se le había olvidado? Después de todo, el Príncipe Shiva era la razón de que estuvieran aquí en primer lugar, y el objetivo de su misión a bordo del Elsior. A pesar de haberla aceptado, Takuto todavía estaba un poco nervioso ante el prospecto de encontrarse cara a cara con el que ahora era el último miembro vivo de la familia real de Transbaal, pero supuso que no habría forma de seguir postergándolo.
– Ah sí, ya lo recuerdo. – dijo Takuto, rascándose detrás de la cabeza. – La realeza, ¿eh? Odio este tipo de formalidades.
– Ya, no te quejes y muévete. – dijo Lester dándole un golpe en la espalda para que se moviera.
– Sí, sí, está bien. Vamos. – Takuto se levantó de mala gana de la silla, y los tres de inmediato abandonaron el puente.
Al tomar el elevador descendieron hasta la cubierta inferior del Elsior. Tras salir en el nuevo corredor Takuto no pudo evitar mirar a su alrededor mientras caminaban hacia la puerta que estaba en el final. Una vez adentro, vieron que se trataba de una especie de sala de audiencias, bastante amplia y con un trono decorado al otro extremo, con una larga alfombra roja que se extendía hasta donde estaban ellos.
Mientras aguardaban, el Comodoro Luft les advirtió a ambos, Lester y Takuto, que cuidaran sus modales delante del Príncipe Shiva, ya que al parecer aún seguía bastante sacudido por todo lo que había ocurrido recientemente, y no debían molestarlo. Takuto pensaba que esa era una razón para no hacer esto y preguntó si podría saltearse las formalidades, a lo que Lester le increpó por tomar esa clase de actitud. Antes de poder decir algo más, una joven sirvienta de cabello castaño se aproximó a ellos.
– Pido disculpas por la espera, caballeros. – les dijo. – El Príncipe Shiva los recibirá ahora.
– Oh, finalmente. – dijo Takuto. Se había cansado de esperar, y entre más rápido salieran de esto, tanto mejor para él.
Segundos después, el último heredero legítimo de Transbaal hizo acto de presencia. Tenía cabello azul oscuro sujeto con una especie de diadema con una gema roja, vestía lo que parecía ser una toga blanca larga, con algunos detalles en azul en las muñecas y el torso, y las mangas dejaban ligeramente al descubierto la parte superior de sus brazos bajo sus hombreras. Para tratarse de un niño, sus ojos azules con pupilas rasgadas mostraban un semblante muy serio, digno de alguien a quien había sido asignada una gran responsabilidad, como lo sería gobernar todo un imperio.
– Así que este es el nuevo comandante. – fueron sus primeras palabras. – ¿Tú eres aquel al que llaman Mayers?
– Sí... Takuto Mayers, a su servicio, Alteza. – dijo Takuto, luchando por controlar los nervios. – Lamento haber tardado tanto en visitarlo. Realmente yo...
– ¿Qué, eres tú? – dijo sorprendido el heredero. – Pensé que sería el otro hombre.
Takuto miró por encima del hombro a Lester, que simplemente se encogió de hombros y rodó los ojos. En realidad no era la primera vez que sucedía, y por dentro debía admitir que Lester tenía un aspecto mucho más profesional, por lo que no era muy extraño que quienes lo conocieran por primera vez asumieran que Lester era quien estaba al mando.
– Eh... él es mi adjunto, Lester Coolduras. – dijo Takuto, tratando de disimular la incomodidad por el desliz.
– Ya veo. Bueno, está bien. – dijo el príncipe. – En ese caso, tengo una orden inmediata para ti, Mayers. Cambia el curso del Elsior y regrésanos al planeta Transbaal en el acto.
– ¿Eh...? Perdón, ¿qué acaba de decir?
– No me hagas repetirme. – dijo con indignación. – Cambia de curso inmediatamente y rescata a nuestros súbditos.
– ¿Eh? Pero eso... – Takuto sintió que los nervios volvían a apoderarse de él. Sabía que no podían simplemente volver a Transbaal con Eonia y la flota esperándolos, pero desobedecer a un miembro de la familia real podría acarrearle un castigo muy serio.
– ¡Su Alteza! – intervino el Comodoro Luft, tratando de aliviar la tensión. – Por ahora, debemos ser pacientes, por favor. Muy pronto los refuerzos se unirán a nosotros, pero no debemos precipitarnos antes de iniciar la contraofensiva.
– ¡Estoy harto de oír lo mismo! – exclamó el príncipe, más enojado todavía. – ¡Eres un soldado, Luft! Escuché que soy el último que queda de la familia real. ¡En esta emergencia, ¿no debo yo, el Príncipe Shiva, salvar a mis súbditos y a Lady Shatoyarn?! Incluso mientras hablamos ahora, ese usurpador de Eonia está haciendo sufrir a incontables inocentes. ¡No puedo darles la espalda!
– Entiendo perfectamente cómo se siente, pero en este momento, el Elsior no está en condiciones. – continuó Luft. – Al menos, por favor espere hasta que los refuerzos acudan a nosotros.
– En ese caso, sólo tenemos que declarar "¡El Príncipe Shiva está aquí!". Sin duda eso hará que todos los valientes acudan a nuestro llamado.
Takuto no supo qué pensar. El arrojo del Príncipe Shiva y su deseo de querer ayudar a los suyos era admirable, pero hasta él sabía que lo que estaba proponiendo sería el equivalente de ponerse una diana enorme a la cual todos le podrían disparar. Y dada la situación actual, la discreción era mucho más importante.
– Comodoro Luft... – Takuto se acercó a su antiguo instructor para murmurarle en voz baja. – ¿Todavía no le ha dicho al Príncipe Shiva que el ejército imperial ha sido diezmado por la flota de Eonia...?
El veterano oficial sólo respondió disimulando con un carraspeo. Esa fue toda la respuesta que Takuto necesitaba. Significaba que el Príncipe Shiva aún era ignorante de lo seria que realmente era la situación, lo que los ponía en una posición difícil. ¿Qué debería hacer? ¿Decirle la verdad, o tratar de endulzarla un poco para que no sonara tan grave?
Después de debatirlo por unos segundos, finalmente decidió que no tenía sentido ocultárselo. De una u otra forma terminaría enterándose, así que mejor hacérselo saber lo más pronto posible.
– ... Príncipe Shiva, por favor perdone mi irreverencia, pero no podemos obedecer su orden. – dijo tratando de ser lo más respetuoso posible. – En este momento, nuestra única opción es retirarnos hacia el Sistema Rhome.
– ¿Estás huyendo? – exclamó el príncipe. – ¡Eres un cobarde!
– Puede llamarme así si lo desea. – dijo Takuto luchando por mantener su aplomo. – Pero lo cierto es que el trono del imperio ha caído en manos de Eonia, y las fuerzas imperiales fueron derrotadas. En este momento, si declara públicamente su presencia, las únicas fuerzas a las que atraería serían las de Eonia.
– Eso... ¡eso no puede ser verdad! – negó el príncipe con rabia. – ¡No permitiré que me mientas!
– ¡Oye, ya fue suficiente, Takuto! – protestó el comodoro. – ¡El príncipe sólo tiene diez años...!
– Con todo respeto, Instructor, tratar al príncipe como un niño no ayudará en nada. – dijo Takuto. – ¿Acaso no asimiló ya a la muerte de toda su familia? Entonces debe ser capaz de afrontar esto. – Se dirigió de nuevo al príncipe. – Alteza, lo que le dije es la pura verdad. Esa es la situación en la que estamos.
– La pura verdad... en serio... – El príncipe finalmente relajó su expresión, antes de bajar la cabeza. – Entonces el golpe de estado fue así de severo...
– Príncipe Shiva, su determinación y temple real son admirables, pero no podremos ganar sólo con eso. – continuó Takuto. – Para derrotar al enemigo de su padre y salvar al imperio, debemos ser pacientes...
– Pero... ¡con más razón todavía! – El príncipe recuperó algo de su aplomo anterior. – ¡También debemos salvar a Lady Shatoyarn! ¡Da la vuelta de inmediato! Lady Shatoyarn es mi madre adoptiva, quien me crio y cuidó todos estos años en la Luna Blanca. ¡Debo devolverle toda su amabilidad!
– Aun así, me temo que no puedo. – volvió a negarse Takuto. – ¿Es que no entiende lo que Lady Shatoyarn estaba pensando cuando le ayudó a escapar?
– Eso... eso es...
– El Comodoro Luft, la Brigada Angel, la tripulación del Elsior... todos querían protegerlo y asegurarse que estuviera a salvo. – continuó Takuto, viendo que lograba hacer caer sus defensas. – Todos ellos comparten sus sentimientos y desean derrotar a Eonia. Pero en este momento no contamos con el poder para pelear contra él de frente.
El recién nombrado comandante hizo una pausa, y aspiró profundamente antes de continuar. Lo que iba a decir ahora tenía que decirlo con mucho cuidado, eligiendo bien sus palabras si deseaba poder convencer al príncipe.
– Ahora mismo, usted es nuestro último símbolo de esperanza. Por eso no podemos arriesgarnos a que caiga en manos del enemigo. En Rhome, la voluntad de la gente se reunirá alrededor de usted, el último miembro de la familia real. Y entonces tendremos nuestra oportunidad.
El príncipe se quedó en silencio, cabizbajo como si meditara en lo que acababa de escuchar. Takuto por su parte luchaba por mantener la compostura, aunque todavía le quedaba algo de arrojo como para exprimir unas últimas palabras, en caso de que fueran necesarias.
– Príncipe Shiva, en este momento su vida ya no le pertenece sólo a usted. – le dijo. – Piense en eso... y luego decida.
– ... Lo entiendo. Por ahora, la supervivencia es la prioridad principal. – respondió el príncipe. Tras unos segundos, levantó la mirada para hablar con seriedad nuevamente. – Comandante Mayers, confiaré en su juicio. Retractaré mi orden anterior y dictaré una nueva. Dirija al Elsior y a la Brigada Angel, defienda la vida de Shiva y asegúrese de llevarnos hasta el Sistema Rhome.
– Sí, señor. – Takuto respondió con el saludo militar. – Takuto Mayers promete llevarlo a Rhome a salvo, aunque le cueste la vida.
– Bien. Asegúrate de hacerlo. – respondió el príncipe, finalmente relajando su postura y estirando sus brazos. – Cielos, me siento muy cansado. Necesito dormir.
– Entendido. Lo dejaremos entonces. – dijo el Comodoro Luft. – Takuto, Lester, vámonos.
La sirvienta acompañó al príncipe de vuelta a su dormitorio, y mientras tanto, Takuto, Lester y el Comodoro Luft abandonaron la sala de audiencias por la misma puerta donde habían entrado. Al fin había terminado, y todo salió bien, dentro de lo que cabía.
Apenas salieron al corredor y se alejaron lo suficiente de la puerta, Takuto finalmente exhaló un suspiro de alivio que estaba conteniendo todo el rato y se llevó la mano al pecho. El corazón le estaba bombeando tan fuerte que parecía que le iba a explotar en cualquier momento.
– *Fiu*... eso fue intenso. – dijo tratando de regular su respiración. – Creí que me despedirían como comandante.
– Más bien, yo diría que te salvaste de que te decapitaran allí mismo. – comentó Lester. – Todo el tiempo me bajó un escalofrío por toda la espina.
– No, hiciste un buen trabajo, Takuto. – dijo el Comodoro Luft. – No era algo fácil de decirle. Como se esperaría de un hombre sin cultura, ahora sé que tomé la decisión correcta al nombrarte comandante.
– No... qué va. – dijo Takuto. – Sólo estaba recordando mi propia infancia.
– ¿Tu propia infancia? – inquirió el veterano con curiosidad.
– Incluso con los niños, si se les deja solos y no se les dice nada... sólo empeoran los sentimientos. – explicó Takuto. Por experiencia sabía muy bien que decir "mentiras blancas" con la excusa de "proteger" a los niños no les hacía ningún bien. Saber la verdad podría ser difícil, pero era mucho peor vivir con la incertidumbre al no saber nada.
– Tienes razón. – El Comodoro Luft se llevó la mano al mentón. – Sin darme cuenta, siempre he tratado al Príncipe Shiva como un bebé. Aunque sé que no debería dejarme llevar por mis sentimientos personales, cuando lo miro no puedo evitar acordarme de mi propio nieto en casa. Pero ahora que todo está en caos... no sé si estará a salvo...
– Comodoro Luft... – dijo Takuto. Él también podía simpatizar con sus preocupaciones. Nadie tenía forma de saber cuánto tardaría Eonia en invadir los planetas vecinos a Transbaal, así que muchos temían por sus familias.
– Ah, lo siento. Creo que ya hablé demasiado. – se disculpó el veterano. – Cuando te pones viejo, empiezas a preocuparte de más por todo.
– Descuide. – dijo Takuto, y en ese momento recordó que había otra cosa urgente. – Por cierto, ¿puede darme los detalles completos sobre el golpe de Eonia?
– Hmm, por supuesto. De hecho, tengo algo perfecto para enseñarte respecto a eso. – El comodoro sacó un chip de datos de su bolsillo. – Después de que escapamos, Eonia transmitió un discurso por toda la galaxia.
– ¿Conque Eonia dio un discurso? – comentó Lester. – No puedo imaginarme otra cosa que no sea engaños.
– Jajaja, sí, estás en lo correcto. – se rio el comodoro. – Como sea, volvamos al puente y llamemos a la Brigada Angel. Ellas también tienen que verlo.
Sin más que decir, los tres oficiales volvieron al elevador y regresaron a la cubierta superior, y de allí al puente de mando.
...
Tras tomarse unos minutos para preparar los datos, Takuto se quedó esperando a que las miembros de la Brigada Angel llegaran. Estaba bastante intrigado de ver el supuesto discurso de Eonia. El chip había sido insertado en la consola y el archivo de video estaba listo para reproducirse en cualquier momento. Sólo faltaban ellas...
– ¡Disculpen la espera! Milfeulle Sakuraba, quiero decir, la Brigada Angel reportándose. – Con ese anuncio de Milfie tras abrirse la puerta, las cinco hicieron acto de presencia.
– ¿Tiene algún asunto con nosotras? – preguntó Mint.
– Hola, chicas. Perdón por llamarlas tan repentinamente. – se disculpó Takuto.
– ... No hay ningún problema. – dijo Vanilla.
– Más vale que sea rápido. – se quejó Ranpha, acomodándose el pelo. – No hemos tenido casi nada de tiempo para descansar.
– Ya, ya, Ranpha. – dijo Forte. – Entonces, ¿qué es lo que quieren que veamos?
– Un extracto del discurso de Eonia. – explicó el Comodoro Luft. – Creo que la Brigada Angel también debería verlo. Bien, ya que estamos todos aquí, ¿comenzamos?
– Entendido. – dijo Lester. – Operadora, por favor reproduce el video.
– Sí señor. – dijo Almo. – Transmitiendo a la pantalla principal.
Al instante apareció en pantalla la imagen de un hombre en sus veintitantos, ojos rojos, complexión ligeramente bronceada y cabello extremadamente largo de un rubio oscuro, con ropas elegantes dignas de la realeza de Transbaal. En ese momento estaba hablando frente a un podio, y detrás de él se podían ver múltiples tropas armadas, al igual que una imagen holográfica gigante que proyectaba su rostro, lo que evidenciaba que no sólo quería hacerse oír, sino ver por todos. Takuto y los demás comenzaron a oír con mucha atención.
– ... Súbditos del amado imperio. Mi nombre es Eonia Transbaal, catorceavo soberano del Imperio de Transbaal. He derrocado al corrupto Emperador Gerard y a sus señores feudales en decadencia, y ahora reclamo la corona que me pertenece por sangre. Los aristócratas han monopolizado la tecnología perdida de la Luna Blanca para ganarse su favor. ¿No les parece que es una injusticia?
Se oyeron algunos gritos de rabia en la multitud que parecían estar de acuerdo con eso. Takuto sintió que se le revolvía el estómago, pero no quedaba sino seguir escuchando.
– Sin embargo, sus pecados mortales han sido juzgados. El poder que ejercían de manera injustificada ha caído, y un gobierno legítimo ha llegado al imperio. Frente a ustedes se encuentra la promesa de gran prosperidad para el futuro, sin embargo, para lograrlo, el imperio deberá actuar unido, como uno solo.
Hubo más gritos, esta vez de aprobación. Qué fácil se los ganaba con su lengua de plata ese Eonia, fue lo que Takuto pensó en este instante.
– En este momento, la Luna Blanca sigue beneficiándose de la tecnología perdida. Tiene el poder de crear más fortuna y prosperidad. Santa Madre de la Luna, Lady Shatoyarn, le suplico que me otorgue su apoyo y reconozca mi mandato. Le pido que me preste su poder. Todas las personas del imperio deben unirse como una sola hacia nuestro destino.
– "Qué nervio tiene, después de que intentó tomar la Luna Blanca a la fuerza, ¿ahora suplica?" – pensó Takuto mordiéndose el labio al sentirse asqueado por su cinismo.
– Para aquellos que están aprovechando la confusión y sembrando el caos, consideraré clemencia si aceptan mi mandato inmediatamente. Todas las naciones deberán unirse, en el Legítimo Imperio de Transbaal unificado bajo mi liderazgo, y alcanzaremos la gloria más allá de las estrellas.
Y allí terminaba el extracto. Fue relativamente breve, pero muy informativo, sin duda alguna. Todos en el puente se habían quedado en total silencio, hasta que finalmente Milfie rompió la tensión pronunciando las primeras palabras:
– El Legítimo Imperio de Transbaal... así que ese es Eonia...
– ¿Aprovechando la confusión y sembrando el caos? Tch. – Lester chasqueó la lengua con indignación. – ¡Pero si fue él quien causó este golpe de estado! ¡No es más que un ladrón y un descarado!
– Takuto, ¿tú qué piensas? – preguntó el Comodoro Luft. – Oigamos tu opinión.
Takuto miró a su antiguo instructor, después a su mejor amigo y luego alrededor a las miembros de la Brigada Angel. Todos lo miraban muy expectantes, queriendo escuchar lo que tenía que decir. Había puesto mucha atención al discurso de Eonia y tratado de leer entre líneas, por lo que la conclusión era muy obvia.
– Si les digo la verdad, no siento que podamos confiar en él. Eonia se va mucho por las ramas.
– Hrm... ¿y por qué crees eso? – preguntó el comodoro de nuevo.
– A primera vista, hace parecer que es sólo una renovación de la justicia y los ideales, pero habla de manera tan lógica que me da mala espina. – explicó Takuto. – Unificar a todo el imperio para buscar la tecnología perdida priva a muchos de sus libertades, y su verdadera meta podría ser aprovecharse de eso para consumar su mandato. Sabe adornar muy bien sus palabras, pero oculta sus verdaderas intenciones. Si me preguntan, diría que se hace ver sospechoso por sus omisiones.
– Jejejeje, muy bien. – dijo el Comodoro Luft con aprobación. – Esa es la respuesta que esperaba.
– Hmm... tiene ojos muy agudos, señor Comandante. – dijo Forte, también con aprobación.
– ¡Increíble, Takuto-san! – dijo Milfie alegremente. – ¡Ni siquiera me había dado cuenta!
– Porque tú nunca te das cuenta de nada. – dijo Ranpha. – Por supuesto, yo nunca me creería ni una palabra de lo que diga Eonia.
– El hombre tiene una cara bonita, pero también una lengua de serpiente. – comentó Takuto. – Esas cosas juntas nunca son una buena combinación.
– Dejando de lado lo de la cara, comparto el sentimiento. – dijo Lester. – Hay que ser precavidos cuando se trata de la tecnología perdida. Si es algo que no conocemos, algún factor incierto, no sabremos cómo manejarlo.
– Aún hay mucho que desconocemos sobre Eonia. – dijo Luft. – Esa flota automatizada tuvo que venir desde fuera del imperio.
– Bueno, no podemos descartar que se trate de alguna tecnología perdida que desconozcamos. – sugirió Takuto. – Pero ¿dónde podría haberla encontrado...?
– Debe haber algo más que necesite, si es que busca unificar al imperio. – intervino Forte. – Sus verdaderas intenciones.
– Es cierto. – Takuto estuvo de acuerdo. – ¿Creen que lo primero que buscará hacer Eonia sea tratar de formar un ejército imperial?
– Podría ser... muy pronto. – secundó el Comodoro Luft. – Tal vez lo que le falta en este momento a Eonia sea eso, fuerzas humanas. Hace cinco años cuando Eonia fue exiliado, tenía sólo una pequeña fracción de sus antiguos aliados, y todos fueron castigados similarmente.
– Pocos aliados en el imperio... pero de nuevo, están aquellos que traicionarán sus aliados para pasarse al bando de Eonia. – Takuto estaba hablando obviamente del comandante al cual se habían enfrentado hacía poco. Por mucho que le doliera, dudaba que fuese el único dispuesto a cambiar de bando, ya fuese por persuasiones con sobornos, chantajes, o alguna otra razón.
– Además de eso, el mejor regalo para ganarse el favor de Eonia sería entregarle al Príncipe Shiva... – agregó Lester.
– Eso ha de evitarse a toda costa. – dijo Luft severamente. – Por eso es que debemos llevar al Príncipe Shiva al Sistema Rhome, donde las fuerzas imperiales se están reagrupando.
– Sí, lo entiendo. – dijo Takuto. – Lester, ¿cuánto tiempo tardaremos en llegar a Rhome?
– Asumiendo que tomemos la ruta más corta, estimo que serán unas dos semanas. – respondió el subcomandante. – Por supuesto, eso en el escenario de no toparnos con ningún obstáculo.
– Al menos dos semanas en el Chrono Drive... – Takuto se quedó pensando en esto. Parecía un viaje largo, y la verdad dudaba que fuese así de sencillo. – Bien, mientras nos ocultamos en los asteroides, quisiera una lectura sobre las fuerzas de Eonia.
– Por supuesto. – asintió Lester. – Ya estoy planeando nuestra ruta y cómo atravesaremos las líneas enemigas.
– Uuun... ¿el viaje de verdad será tan serio...? – preguntó Milfie, algo decaída.
– ¿Y qué crees que hemos estado haciendo todo este tiempo? – dijo Ranpha. – ¿Crees que la Luna Blanca nos habría enviado aquí si no fuera serio?
– Bueno, no hay más nada que hacer de momento. – dijo Takuto. – Demos por concluida la reunión. Todos pueden volver a sus puestos, les llamaré si sucede algo.
Toda la Brigada Angel saludó y se marchó del puente. Takuto volvió a sentarse en la silla del comandante mientras Lester y el Comodoro Luft se quedaban junto a él. Por el momento su único deber sería sentarse en esa silla y esperar noticias antes de entrar en acción de nuevo. Por mucho que quisiera relajarse y holgazanear, sabía que no podía hacerlo, así que aprovecharía los pocos momentos de tranquilidad que le quedaban mientras pudiera.
...
Media hora más tarde, Takuto empezaba a sentirse algo aburrido. No sucedía nada interesante en el puente, ya que Almo y Coco seguían en sus estaciones, ocasionalmente hablando con Lester, pero ninguna de las dos reportaba novedades. A su vez, él estaba empezando a sentirse algo confinado aquí, pese a que el puente de mando era más grande que el de su crucero, pero aún tenía deseos de conocer la nave en su totalidad, siendo que apenas había estado en algunas de sus áreas.
Una nave de tecnología perdida como esta debía de tener mucho más que lo que le había visto, y merecería la pena verlo todo.
– Ah, Takuto. – De pronto, la voz del Comodoro Luft lo sacó de su ensimismamiento. – ¿Podemos hablar un momento?
– ¿Eh? Sí, claro, ¿sobre qué?
– ¿Qué opinas de las chicas de la Brigada Angel? – le preguntó, sonriendo de una manera extraña. – ¿Crees poder llevarte bien con ellas?
– ¿Haa? Eh, ehh... – La pregunta lo tomó desprevenido, pero intentó recomponerse. – Bueno, supongo que sí...
– ¿Qué fue eso? No me lo esperaba de ti. – dijo el veterano con voz molesta. – ¿Acaso tienes dudas sobre la Brigada Angel o tu habilidad para comandarlas? Pronto tendremos que abrirnos paso a través del bloqueo que ha puesto Eonia. Necesitarás el poder de las Angels.
– Sí, soy consciente de eso. – dijo Takuto. – Con una flota de naves y los Emblem Frames de la Brigada Angel, me siento bastante confiado.
– Aun así, hay algo inusual respecto a los Emblem Frames que necesitas saber. – dijo Luft en un tono muy serio. Takuto ladeó la cabeza, ¿sería algo de lo que debía preocuparse?
– ¿Acaso hay algún problema?
– El rendimiento de un Emblem Frame se determina por la condición mental de su piloto. – explicó Luft.
– ¿Su condición mental? – Esto era algo nuevo. Takuto no tenía idea de que esa era la fuente de poder de los Emblem Frames. De nuevo, tratándose de tecnología perdida, había demasiado que él todavía ignoraba, y eso podría jugarle en contra si no lo corregía.
– Correcto. – continuó Luft. – Si la Brigada Angel no es capaz de concentrarse en batalla, entonces el Emblem Frame no podrá rendir de forma adecuada. Así que, ¿entiendes lo que eso significa? Tienes que ser el apoyo psicológico de esas chicas, para que puedan combatir sin preocupaciones.
– Um... aún sigo sin entender del todo lo que quiere decir. – dijo Takuto. ¿A dónde querría llegar su antiguo instructor con esto?
– No le des tantas vueltas. – sonrió Luft. – En resumen, llévate bien con ellas y mantén una relación sana.
Oh, así que era eso. Bueno, si lo ponía de esa manera, entonces era mucho más sencillo de lo que pensó. Eso era un gran alivio, y además tendría sus ventajas. Podría pasar el rato en compañía de ellas sin tener que buscar excusas. Eso sonaba como un prospecto muy tentador.
– Ah bien, si eso es todo, entonces claro que sí puedo. – dijo Takuto emocionado. – No necesita pedirme que me lleve bien con un grupo de chicas lindas y encantadoras.
– ¡Wajajajaja! ¡Ese es el espíritu! – Luft se rio con mucho entusiasmo. – Entonces lo dejo en tus manos. Oh, y es cierto. Aún queda tiempo antes que completen las reparaciones del Elsior. Hasta entonces, no me molesta si te relajas y das una vuelta por ahí.
– Jaja, qué curioso que lo diga, justo en eso estaba pensando. – dijo Takuto. – En ese caso, con gusto aceptaré su propuesta. También tenía ganas de conocer mejor el Elsior.
– Muy bien, te contactaré si algo surge. – ofreció Luft. – Hasta entonces, Lester y yo nos ocuparemos de todo aquí, mientras vigilamos a las fuerzas de Eonia y planeamos nuestra ruta de escape.
– Bien, lo dejo en sus manos. Con su permiso.
Y con eso, se levantó de la silla y salió del puente. Mientras caminaba por el corredor hacia el elevador del otro lado, se puso a pensar con más calma. Aún no conocía bien el interior del Elsior, en parte porque estaba demasiado ocupado comandando y dando órdenes en la batalla que acababan de tener. Si esta iba a ser su nave a partir de ahora, tenía que conocerla bien.
La pregunta era... ¿a dónde ir?
Al entrar al elevador bajó hacia el bloque B de la nave, que estaba justo debajo. Fue en ese momento que se dio cuenta que estaba muriéndose de sed, así que bien podría ir a buscar algún sitio donde tomar algo. Tal vez hubiera un comedor o un abrevadero en alguna parte. Mejor todavía si servían un buen café.
– ¿Hmm, y esto? – Takuto se detuvo frente a una puerta que decía "Tienda de conveniencia: Abierta las 24 horas". La curiosidad le ganó y decidió entrar, llevándose una enorme sorpresa al poner un pie adentro.
El lugar estaba lleno de estantes repletos de todos los productos habidos y por haber en la galaxia. Comestibles, cosméticos, herramientas de trabajo y un montón de otras cosas que Takuto no estaba seguro de qué eran. Esto no solía ser estándar en las naves militares del imperio.
– Wow, ¿qué clase de instalaciones alberga esta nave? – preguntó Takuto sin hablar con nadie en particular.
– ¡Bien, una tirada más! – dijo de repente una voz alegre que de inmediato llamó su atención. Al espiar por encima de uno de los estantes vio de espaldas una cabellera rosa adornada con flores que reconoció fácilmente.
https://youtu.be/47vG0Ea3tqs
Milfie estaba al lado de una máquina de lotería de manivela a la que estaba dando vueltas, y frente a ella estaba un hombre con gafas y de cabello castaño que él supuso debía ser el que atendía la tienda. Por alguna razón se veía algo enfurruñado. Tras darle la vuelta a la máquina, de ella salió una bolita.
Una bolita dorada. ¡¿Milfie acababa de sacar el primer premio?! El tendero lanzó un grito de sorpresa mientras la miraba totalmente estupefacto.
– Es del mismo color que la anterior, ¿verdad? – preguntó Milfie inocentemente. El tendero se dejó caer sobre el mostrador, agarrándose la cabeza con las manos.
– Sí... lo es... – dijo con voz deprimida. Milfie por su parte cogió la bolita entre sus dedos y la alzó triunfante.
– ¡Hurraaaaa! ¡Qué alegría! – exclamó mientras se reía y el tendero agitaba una campana al parecer de mala gana y murmuraba algo que Takuto no alcanzó a escucharle del todo, salvo por una parte de "cuatro veces seguidas". – ¡Ah, Takuto-san!
– Increíble. – dijo él, aproximándose finalmente para verla. – ¿Sacaste el primer premio? ¿Qué te ganaste?
– ¡La canasta de almuerzo Super Rara Premier de tres estrellas Marigold VSOP! – dijo la chica con estrellitas en los ojos mientras sostenía su premio. – ¡Realmente quería esto!
– E-eso es... sorprendente... espera, ¿eh? – Fue entonces que se percató de otra cosa ahora que miraba encima del mostrador. – Pero esa canasta es igual a esas otras tres. No me digas que...
– Así es. – dijo el tendero con una voz nasal. – La señorita ha ganado el gran premio cuatro veces consecutivas.
Takuto se quedó estupefacto. ¿El gran premio en la lotería cuatro veces consecutivas? ¿Sería pura coincidencia, o estaba haciendo trampa de alguna manera? No, no podía ser eso, Milfie parecía ser demasiado dulce e inocente como para hacer algo así.
– Increíble, esa es una suerte asombrosa. – dijo finalmente, una vez que ordenó sus ideas. – ¿Cuáles son las probabilidades?
– Ni me lo diga. – respondió el tendero. – Apenas hoy empezó esta campaña y ya el premio mayor está agotado...
– A mí nunca me ha tocado el premio mayor sin importar cuántos boletos compre. – dijo Takuto. – Estoy celoso...
– La gente siempre dice que tengo una gran suerte. – dijo Milfie sin dejar de sonreír. – ¡Cuando tienes suerte, siempre tendrás suerte, jejeje!
Takuto apenas podía creerlo. Si alguien tenía esa clase de buena fortuna, no podía evitar sentirse totalmente estupefacto.
– Um, disculpe, señor, ¿puedo intentarlo una vez más? – preguntó Milfie.
– Eh... claro, por supuesto. – replicó el tendero algo reacio.
– ¡Eii! – Milfie pagó su boleto y le dio otra vuelta a la máquina. Y por increíble que pareciera, salió de nuevo una bolita dorada, a lo que el tendero volvió a sonar su campana sin mucho entusiasmo. – ¡Qué bien, me gané otra canasta!
– Eh, disculpe, señorita, pero ya no tenemos más. – dijo el tendero tímidamente. – Ya se llevó todos los premios mayores...
– Eso apesta. – dijo Takuto. – A propósito, ¿de qué es esta promoción?
– Ah sí, es la promoción por la bienvenida al nuevo comandante. – dijo el tendero. Takuto se quedó perplejo. ¿Qué clase de promoción era esa?
– Estaban vendiendo provisiones para picnics a precio especial. Y por accidente compré muchas de ellas. – dijo Milfie.
– Ahora que me fijo, tienes un montón de compras de comestibles. – observó Takuto, mirando el montón de bolsas con comida de distintos tipos. – ¿No es demasiado para una nave?
– Claro que no. – dijo Milfie. – Esta nave intergaláctica tiene un parque a donde frecuentemente vamos de picnic.
– ¡¿Ehhh?! – Takuto se quedó perplejo. – ¡¿Hay un parque en esta nave, de verdad?!
– Si, lo tiene. Si quieres, puedo llevarte para que lo veas. – ofreció la pelirrosa.
Hablando de casualidades convenientes. Justo cuando había planeado darse un tour por el Elsior, llegó a la tienda para encontrarse con Milfie. Seguramente ella debía conocer bien la nave, y en este momento le vendría bien un buen guía para no perderse en una nave tan enorme. Especialmente si tenía más lugares como esta tienda de conveniencia, y el susodicho parque que ella había mencionado (que había despertado su interés aún más).
– Me parece bien. – dijo Takuto. – Hasta ahora, había pensado que esta era sólo una nave militar normal. De hecho, quería verla por mí mismo para conocerla mejor.
– Bien, déjamelo a mí, yo te enseñaré todo lo que hay en el Elsior. Ah, pero primero...
Milfie miró sus bolsas. Parecía que tenía demasiado para llevarlo ella sola en un solo viaje, y estando él ahí no podía permitirlo. Recordó las palabras del Comodoro Luft sobre llevarse bien con la Brigada Angel, así que ahora era un buen momento para empezar.
– No hay problema, llevaremos tus compras primero. Te daré una mano. – le ofreció.
– ¿De verdad? Muchas gracias, eres muy amable.
– Nah, sólo es en agradecimiento por enseñarme la nave. – replicó él. – Muy bien, vámonos.
Y de inmediato, cogió todas las bolsas que pudo llevar con ambos brazos. Por fortuna no eran tan pesadas a pesar de estar llenas a tope con un montón de cosas. Había poca comida preparada, la mayoría eran ingredientes como harina, huevos, leche y demás, aunque también había pan para sándwiches, salsas y algunas verduras. Parecía que se podría preparar un banquete con todo esto.
Los dos se fueron hasta el ascensor sin decir más, Milfie simplemente iba tarareando una cancioncita alegremente, y luego sin complicaciones salieron en el corredor del bloque C, el mismo que había tomado para ver al Príncipe Shiva. Antes por lo apremiante de la situación no se había fijado, pero ahora que miraba bien notó que algunas de las puertas tenían nombres en ellas: Ranpha, Forte, Vanilla, Mint, y por supuesto Milfeulle, deteniéndose en esta última.
– Aquí está mi habitación. ¿Estaban muy pesadas las compras? – preguntó Milfie.
– Nah, estoy bien. Me alegro de haberte podido ayudar. – dijo él encogiéndose de hombros.
– También yo. Ahora, si me disculpas un momento para guardarlo todo.
Y diciendo esto, abrió la puerta colocando las bolsas adentro antes de entrar a su habitación y cerrarla tras de sí, dejándolo a él a solas. No le dio tiempo de echar un vistazo adentro más allá de que le pareció ver lo que parecía ser una cocina, así que se quedó esperando a que Milfie volviera a salir.
Si era sincero, fue una sorpresa bastante agradable encontrarse con ella, y quizás un buen primer paso para llevarse bien con la Brigada Angel. Pero como le dijo el Comodoro Luft, no podía hacerlo sólo con Milfie, sino también con las otras cuatro.
En ese momento, Milfie volvió a salir de su cuarto, tan radiante como siempre. Era una chica realmente alegre, estar cerca de ella sin duda le levantaría el ánimo a cualquiera.
– Lamento la espera. Entonces, ¿a dónde quieres ir primero, Takuto-san?
– Bueno, me vendría bien saber en dónde está todo. El Elsior es enorme, y no quisiera perderme.
– Muy bien, déjamelo a mí. – Milfie sacó un dispositivo de su bolsillo, y al presionarlo apareció una pantalla holográfica que mostraba un plano tridimensional del Elsior, detallando cada uno de sus bloques y habitaciones.
En el bloque A estaba el puente, el cuarto del comandante y una sala de reuniones en el otro extremo del pasillo. Ya había estado antes en los dos primeros, pero le sorprendió que allí mismo y tan cerca se encontraba el parque galáctico del que Milfie habló antes. Luego en el bloque B, aparte de la tienda que había visitado anteriormente, había una cafetería, un salón de té, y un lobby donde se conectaban todos los elevadores principales de la nave. A Takuto le pareció ver varias máquinas expendedoras cuando pasó por allí la última vez.
En el bloque C, donde estaban ahora, estaban la mayor parte de los dormitorios. Cada una de las Angels tenía su propia habitación individual, y había algunos para invitados y otros desocupados. Naturalmente, estaba también la sala de audiencias que incluía el dormitorio más grande donde ahora mismo se alojaba el Príncipe Shiva. En el bloque D estaban las instalaciones de trabajo, pero ya que eran muchas Milfie dijo que sería mejor que se las mostrara en persona ya que se moría de ganas por iniciar el tour.
– Bien, creo que ya tengo una idea general de dónde está todo. – dijo Takuto. – Muchas gracias, eso servirá para no perderme a partir de ahora.
– No te preocupes, me alegro de poder ayudarte. – dijo Milfie. – Todo sea por apoyar a nuestro nuevo comandante en todo lo que sea posible.
Takuto sonrió, aunque todavía seguía sin agradarle mucho que se refiriera a él como "comandante". Bueno, al menos había logrado que le tratase de nombre y pudieron conversar todo el rato sin muchas complicaciones. Llevarse bien con Milfie no sería demasiado difícil, y quizás eso le abriera las puertas para llevarse bien con el resto de las Angels. Pero por el momento, tenía que enfocarse en conocer de primera mano todas las locaciones importantes del Elsior.
Ahora la pregunta era... ¿a dónde debería ir primero?
Esta historia continuará...
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