El poder de la curación (6-2)

Habían trascurrido dos días después del repentino brote de la fiebre por el árbol Kafukafu. Para estar preparados para la operación, Takuto ordenó que se diera prioridad al personal de combate, (es decir a los oficiales del puente y la Brigada Angel) y a los de mantenimiento, de forma que en caso de que ocurriera algún imprevisto no los tomarían con la guardia baja.

Ya eran casi las 9 de la noche cuando Takuto pasó a ver la enfermería, y naturalmente la larga fila de tripulantes todavía seguía saliendo de la puerta, atravesando todo el corredor y dando vuelta en la esquina. Sin duda habrían estado muy ocupados entre ayer y hoy. Excusándose entre los pacientes en espera, Takuto les pidió permiso para entrar, ya que tenía que hablar con la Dra. Kera y Vanilla sobre el progreso.

– Con permiso, buenas noches. – saludó al entrar. – ¿Cómo van las cosas?

– Buenas noches, Comandante. – La doctora, que estaba en su escritorio, le devolvió el saludo amablemente. – Tengo buenas noticias. En los últimos dos días ya hemos podido tratar al 80% de la tripulación.

– Qué bien. – dijo Takuto sintiendo algo de alivio. – Todo ha sido gracias a Vanilla.

– Sin duda. – asintió la doctora. – Y ya que dimos prioridad al personal de combate, no deberíamos vernos afectados si hay una batalla.

– Grandioso. Por cierto, ¿cómo está Vanilla? – preguntó el comandante.

– Está justo allá, en medio del tratamiento. – señaló la mujer hacia una de las esquinas de atrás.

Era sorprendente que siguiera trabajando incluso a estas horas. Sin duda el esfuerzo de la más joven de la Brigada Angel era admirable, pero el comandante empezaba a preocuparse de que estuviera haciendo demasiado y descuidando su propio bienestar. Takuto caminó hacia la esquina y vio que todavía algunos tripulantes estaban tendidos en las camas, y en una silla junto a la última efectivamente estaba Vanilla, acompañada de Mint que era quien ocupaba dicha cama.

– Oh, Takuto-san. – lo saludó esta última al verlo. – ¿Qué te trae por aquí?

– Hola, Mint. ¿Cómo te sientes? – respondió él.

– Gracias a Vanilla-san, me he recuperado por completo. – sonrió la peliazul. – Sólo vine para un chequeo completo por si acaso.

– ... Aunque los síntomas se hayan ido, hay riesgo de una recaída. – explicó Vanilla.

– Sin duda eres muy meticulosa. – dijo Takuto.

– ... No, chequear el progreso del tratamiento también es parte de mi trabajo.

Y allí estaba de nuevo, diciendo que todo era parte de su trabajo. Por mucho que apreciara todo lo que hacía, no podía dejar que siguiera sobrecargándose tanto.

– Sabes, Vanilla, no deberías presionarte tanto. – le dijo. – Todos apreciamos mucho el esfuerzo que haces por ayudar, pero no deberías descuidar tu propia salud. Está bien descansar de vez en cuando.

– Entiendo, pero aún queda mucha gente por tratar. Y yo soy la única que puede hacerlo. – insistió ella.

– Takuto-san tiene razón. – intervino Mint. – Has estado trabajando muy duro los últimos dos días, y además, mira la hora que es. No estaría mal que te tomaras una pausa.

– ... No me siento cansada, en serio. – aseguró Vanilla.

Parecía que no habría forma de convencerla. A Takuto no le agradaba tener que apelar a su autoridad de comandante para esto, pero en vista de lo testaruda que estaba siendo, se estaba quedando sin opciones.

– Escucha, Vanilla, ya has hecho mucho, así que es mejor que te tomes un descanso antes de continuar. – dijo él. – Es una orden de tu comandante, ¿comprendes?

Intentó no sonar demasiado autoritario, pero pudo ver la sorpresa en sus ojos al abrirse ligeramente. Quizás ella tampoco se esperaba que él recurriera a eso, pero tras unos segundos, pareció aceptarlo.

– ... Está bien. Prometo que me tomaré un descanso luego de este turno. – dijo ella finalmente.

– Bueno, yo ya me encuentro bien, así que mejor me retiro. – dijo Mint, bajándose de la cama. – Ah, ahora los dulces volverán a saber deliciosos. No podía ni distinguir los sabores de melón y banana en mi jugo mientras estaba enferma.

– Mint, ¿no te lo he dicho ya? No deberías comer tanta comida chatarra. – le dijo la Dra. Kera en un tono muy severo. – La gente que come cosas con tantos aditivos estadísticamente es más propensa a desarrollar alergias.

– Sí, lo entiendo... – Mint bajó sus orejas telepáticas. Parecía una niña que acababa de ser regañada por su madre.

– Es verdad, en vez de comer sólo lo que quieres todo el tiempo, hay que comer comidas sanas de vez en cuando. – dijo Takuto. – Todo con moderación después de todo.

– Cierto. Entonces, con su permiso, debo irme. – se excusó Mint antes de abandonar la enfermería.

– Sí, yo también debo irme a hacer mi patrulla nocturna. – agregó Takuto. – Sigan con el buen trabajo, Vanilla, Dra. Kera.

Tras despedirse, salió de la enfermería alcorredor. La fila de espera parecía haberse acortado un poco, por lo que probablemente algunos habrían decidido irse a dormir para volver y ser tratados mañana más temprano. En cuanto a él, tenía una hora antes de irse a dormir, y ahora que Lester, Almo y Coco ya se sentían mejor, podían relevarlo de sus deberes en el puente sin problemas. Y ya que no tenían que preocuparse por el enemigo, podría simplemente dar una caminata por la nave tranquilamente.

Por una corazonada, el comandante se dirigió hacia el Bloque C, concretamente hacia la habitación del Príncipe Shiva. Tras solicitarle permiso a la sirvienta para verlo, ésta le permitió ingresar, y vio que el príncipe estaba en la mesa de la sala de audiencias, sentado con el tablero de ajedrez holográfico y la libreta de estrategias que le había dejado anteriormente.

– ¿Hmm? Oh, eres tú, Mayers. – dijo el príncipe cerrando la libreta y acercándose para verlo. – ¿A qué debo tu visita?

– Pues, me estaba preguntando si podría hablar con usted sobre el futuro. – dijo Takuto.

– ¿El futuro? – inquirió el príncipe algo confuso.

– Lo que quiero decir es, que después que hayamos ganado esta batalla, llegaremos a Rhome. – dijo el comandante. – Después de eso, ¿qué planea hacer?

– Hmm... eso suena inesperadamente serio de tu parte. – replicó el príncipe con un cierto deje de ironía.

– No era necesario decirlo de esa forma. – Takuto se rascó detrás de la cabeza. El príncipe se rio divertido.

– Lo siento. Sólo fue una broma. – El príncipe miró hacia el tablero que seguía en la mesa. – Después que lleguemos a Rhome, me gustaría que me siguieras enseñando a jugar ajedrez.

– ¿Eso es otra broma? – Takuto también se rio.

– Más o menos. – admitió el heredero, que todavía seguía con un atisbo de risa.

Era un poco extraño verlo así de alegre, ya que normalmente se mostraba como una persona muy seria por el rol que le fue impuesto. Casi parecía que los roles entre ambos se habían invertido. Por otra parte, le alegraba verlo actuar como alguien acorde a su edad. Después de todo, sólo tenía diez años, y debía haberle afectado mucho tener que madurar tan deprisa de cara a todo lo que estaba sucediendo.

– Dejando eso de lado, Mayers, ya decidí desde hace mucho lo que quiero hacer. – dijo el príncipe, reasumiendo su semblante serio. Takuto ya tenía el presentimiento de que sabía lo que iba a decir.

– Derrotar a Eonia y salvar al imperio, ¿correcto?

– Me alegra que lo entiendas. – asintió el príncipe. – Espero que sigas trabajando muy duro en favor de ese objetivo, Mayers.

Takuto se sentía muy honrado de la confianza que el príncipe depositaba en él. Y si por él fuera, con gusto le gustaría continuar en dicho rol, pero tenía la sensación de que no sería así por mucho tiempo.

– Acerca de eso, no estoy seguro de si podré hacerlo. – le confesó con honestidad. – Ya que mi misión era sólo escoltarlo hasta Rhome, cuando lleguemos probablemente seré relevado como comandante del Elsior.

– Ya veo... – El príncipe bajó la cabeza ligeramente. – Ciertamente, sólo te volviste comandante de la Brigada Angel debido a las circunstancias que sucedieron.

– Bueno, aunque haya sido por poco tiempo, gracias a ellas he tenido experiencias de lo más increíble. – dijo Takuto, intentando ver el lado positivo de todo. – Por ejemplo, pude conocerlo a usted. Y cuando el golpe haya terminado, usted será el siguiente Gran Emperador.

– El siguiente Gran Emperador... – El príncipe murmuraba como si no se sintiera cómodo con ese título. Esto le extrañó mucho a Takuto.

– Perdón, ¿es que no desea serlo?

– No... sólo estaba pensando en otra cosa. No te preocupes. – dijo el príncipe recuperando rápidamente la compostura.

– Si usted lo dice. – Takuto se encogió de hombros. – A propósito, con todo lo que estaba pasando con el brote de fiebre del heno, hoy me salté la cena en la cafetería. ¿Tiene algo de comer aquí?

– ¿Es eso una broma, Mayers? – El príncipe puso los brazos en jarras.

– No, lo digo en serio. – Takuto sonrió nervioso, esperando no haber ofendido al futuro monarca. Afortunadamente, el príncipe volvió a reírse.

– Entiendo. Si me permites decirlo, tu sola existencia debe ser muy divertida, Mayers.

– ¿Se supone que eso sea un cumplido? – preguntó el comandante, confuso.

– Si no escuchaste bien, deberías limpiarte los oídos. – dijo el príncipe. – Como sea, ordenaré que nos traigan algo, ¿te parece bien?

– Genial, aceptaré su oferta con gusto.

El príncipe salió un momento para hablar con la sirvienta, que al cabo de unos minutos regresó con un par de bandejas de comida para ambos. La pequeña cena transcurrió sin mucho intercambio de palabras, ya que Takuto había dicho todo lo que quería decir. Después de terminar, agradeció al príncipe por su tiempo y se marchó, decidiendo continuar con su patrulla por el Elsior.

Bajó hasta el bloque D, y se dirigió hacia la sala de la ballena especial. Necesitaba hablar con Kuromie sobre algo importante, así que se fue directamente a la oficina para tocarle la puerta.

– Ah, buenas noches, Takuto-san. – lo saludó el cuidador. – ¿Puedo ayudarte en algo?

– Sí, en realidad... quería hablar contigo sobre Vanilla. – dijo el comandante. – Ya que ella pasa tiempo aquí, pensé que tal vez tú podrías saber algo más sobre ella que yo no.

– Bueno, sé que a Vanilla-san le gusta venir aquí a ver a los animales. Aunque hace días que no la veo por aquí.

– Sí, probablemente porque ha estado muy ocupada tratando a todos por la fiebre. – dijo Takuto.

– ¿Estás preocupado por Vanilla-san? – inquirió Kuromie.

– Sí. Siempre está trabajando muy duro, pero tal vez se presiona demasiado. – respondió Takuto. – Tengo el presentimiento de que ese estrés podría pasarle factura algún día.

– Bueno... puede ser. – admitió Kuromie pensativo. – Aunque, es posible que ella misma no sienta el estrés.

Takuto se quedó mirando al cuidador. Su respuesta lo confundió, y seguramente debió notarlo en su cara aunque no dijo nada, ya que Kuromie procedió a explicarle:

– ... O en realidad, sería más preciso decir que no está consciente de ello.

– ¿Cómo así...?

– Vanilla-san siempre trabaja en silencio, y por lo que he notado, tiene dificultades para expresar cómo se siente. – continuó Kuromie. – Debido a que utiliza nanomáquinas, pienso que es natural para ella ser así. La ballena espacial también dice "ella inconscientemente evita tener más contacto con los demás del necesario".

Esas palabras lo dejaron pensando. Ahora que lo recordaba, Vanilla le había dicho cuando se conocieron que el uso de nanomáquinas requería un gran control emocional, e incluso se disculpó por su inexpresividad. Takuto entendió que por eso era tan callada y reservada, pero ahora empezaba a preocuparle que estuviese suprimiendo sus emociones a ese extremo.

– Eso no puede ser sano. – dijo Takuto. – ¿Realmente estará bien?

– No sabría decirlo. – respondió Kuromie. – Al menos por ahora, la ballena espacial dice que la mente de Vanilla-san está estable, así que quizás sea mejor dejar que ella decida por su cuenta qué es lo correcto. Pero si quieres mi sugerencia, si tienes la oportunidad deberías decirle cómo te sientes al respecto. Eso podría ser de ayuda.

Takuto asintió. Él tampoco se sentía cómodo dejando las cosas así como estaban, así que pensó que debería hablar con ella. Si todavía estaba en la enfermería, que era lo más probable, podría ir a verla ahora mismo.

– Entiendo. Gracias por tu tiempo, Kuromie, y perdona las molestias. – le agradeció Takuto.

– Oh, no te preocupes, siempre es un placer. – replicó el cuidador encogiéndose de hombros. – Y por cierto, ¿quieres hacer tu chequeo habitual de sentimientos con las Angels?

Ya que estaba allí, Takuto decidió aceptarlo, y cerró los ojos mientras Kuromie contactaba a la ballena espacial. De nuevo, las imágenes de las Angels comenzaron a aparecer en su mente. Afortunadamente, parecía que todas estaban de buen humor, aunque con Vanilla seguía algo preocupado debido a que ni siquiera sonreía, sino que se mantenía muy seria y distante. Definitivamente tenía que hablar con ella.

Por fortuna, la puerta de la enfermería estaba muy cerca de allí, y notó que la fila de espera parecía haber desaparecido, pero la luz de "en servicio" arriba de la puerta seguía encendida. ¿Le faltaría mucho para terminar de tratar a las personas por hoy?

Al entrar, pudo ver el resplandor de nanomáquinas en uso, y un par de tripulantes en espera mientras uno de ellos se levantaba de la cama tras recibir el tratamiento.

– Listo. – dijo Vanilla. – Siguiente, por favor...

– ¡Ah, gracias, Vanilla-chan! – dijo el tripulante recién tratado, notándose muy feliz. – Gracias a ti me siento como nuevo.

– ¿Ya no tienes fiebre? – intervino Takuto.

– Ah, Comandante Mayers. Tomó un poco de tiempo, pero sí, ya estoy bien. – respondió el aludido.

– Nosotros también venimos por la última dosis. – dijo uno de los que estaba en espera, que efectivamente se veían mejor. – ¡Todo gracias a Vanilla-chan!

– Qué bueno. – dijo Takuto. El siguiente fue a que lo trataran, y Takuto se quedó hablando con los otros dos. Vanilla estaba tan concentrada en su trabajo que no parecía haberse dado cuenta de que él había entrado.

– Vanilla-chan ha hecho mucho por nosotros. – dijo el tercer tripulante. – Nosotros sus fans daríamos incluso la vida para asegurarnos de que nada le suceda.

– ¿Fans? – preguntó Takuto. – ¿De qué hablas?

– ¿Oh, no lo sabía, Comandante? – dijo el primero, bajando la voz. – Entre los miembros de la tripulación hemos formado el Vanilla Fanclub.

– Primera vez que oigo de él. – dijo Takuto. – ¿Hace cuánto lo formaron?

– Desde hace tiempo. Aparte de su trabajo como piloto, Vanilla-chan a veces nos ayuda también con el nuestro.

– Siempre se esfuerza tanto, e incluso nos trata cuando estamos enfermos. – dijo el otro. – ¡Ah, es valiente, inocente, y sobre todo muy linda!

– Nuestro club de fans se dedica a observar a Vanilla-chan y ayudarla en secreto en todo lo que podamos. – continuó el primero. – ¡De eso se trata el Vanilla Fanclub!

Takuto asintió, un poco perplejo, pero no del todo extrañado. Era comprensible que los tripulantes le tuvieran tanto afecto y admiración a Vanilla por lo mucho que se esforzaba por ayudar a todos. Ya él mismo lo había comprobado de primera mano.

– Ya... ya veo. – dijo él, sin saber qué más decir al respecto.

– Oiga, Comandante, ¿no le gustaría unirse a nuestro club?

– Umm... lo pensaré... – dijo Takuto buscando evadir el tema por el momento.

– ¿Hablaban sobre mí?

Takuto se giró, y pudo notar por la esquina del ojo que los dos tripulantes se ponían algo frenéticos, como si intentaran esconderse detrás del otro tras ser pillados en algo que no debían. Él mismo también se sorprendió de no haber notado que estaba cerca.

– Uh... Vanilla, ¿en qué momento...?

– Escuché que mencionaban mi nombre, así que vine. – dijo la peliverde. No parecía enojada, sólo curiosa.

– N-no, no es nada. – dijo uno de los tripulantes, luego mirando a su amigo. – ¿Verdad?

– C-claro, nada de lo que debas preocuparte, Vanilla-chan. – replicó el otro. – ¿Verdad, Comandante Mayers?

Teniendo la extraña sensación de que querían tirarle el muerto a él, Takuto sintió un impulso malicioso creciendo en su interior, y decidió darles una pequeña lección. Además, él no creía que hiciera ningún daño decirle la verdad a Vanilla.

– De hecho, ellos estaban diciendo que... eres muy linda. – le dijo.

– ¡Waah! ¡Comandante, ¿por qué se lo dijo?! – exclamó uno de ellos.

– ¡No debía saberlo! ¡¿Qué va a pensar ahora de nosotros?! – agregó el otro.

Sin embargo, Vanilla permaneció totalmente estoica. Takuto podría jurar que vio un atisbo de sonrisa en su boca y un ligero rubor en sus mejillas, sólo por un instante.

– ... Ya veo. Entonces no escuché mal.

– Eres muy popular, ¿sabes? – continuó Takuto, ignorando a los dos tripulantes que parecían aliviados al ver que no se notaba ofendida ni nada. – Trabajas tan duro que no es de extrañar que te hayan hecho un club de fans.

– ... Ya veo. – De nuevo, fue casi imperceptible, pero Takuto pudo percibir un atisbo de sonrisa en la expresión de Vanilla.

– Oiga, Comandante, no debería habernos delatado así tan a la ligera. – protestó uno de los fans.

– ¿Por qué no? Es el Vanilla Fanclub, ¿no? – replicó él encogiéndose de hombros. – ¿No creen que, si hacen un club de fans, la persona a quien siguen debería tener una opinión al respecto?

– Eh... bueno... supongo, pero...

– Esta es su gran oportunidad. – continuó Takuto. – ¿Qué opinas, Vanilla? ¿Te parece bien el club de fans?

– ... Sí, no me molesta. – dijo ella. Esto hizo que los rostros de ambos tripulantes se iluminaran al instante.

– ¿Eh? ¿L-lo dices en serio?

– ¡Ah, fuimos oficialmente reconocidos! ¡Tenemos que contárselo al resto de los miembros!

– ¡No vayan a hacerlo sin mí! – gritó el que estaba en la cama todavía siendo tratado.

Mientras los miembros del Vanilla Fanclub celebraban su reconocimiento oficial, Vanilla volvió para continuar supervisando al otro, que al parecer también estuvo a punto de saltar fuera de la cama por la alegría, de no ser porque se dio cuenta que se habría golpeado la cabeza. Con todo ese alboroto, Takuto sintió que quizás no era el mejor momento para hablar con ella, pero quizás saber sobre su club de fans le ayudaría a darse cuenta de que no estaba sola y tenía gente apoyándola.

Mejor volvería más tarde y la dejaría hacer su trabajo por ahora.

...

Takuto decidió dirigirse a la tienda de conveniencia, quizás para comprar un bocadillo rápido antes de la cena (por si no quedaba algo en la cafetería), y al entrar se topó con Milfie, que iba de salida con una gran bolsa en las manos.

– Ah, buenas noches, Takuto-san. – lo saludó.

– Hola, Milfie. ¿De compras a esta hora? – preguntó él, tratando de sonar alegre.

– Sí, vine por ingredientes para hacer un pastel. – explicó ella. Luego lo miró con extrañeza. – ¿Te ocurre algo? Estás haciendo una cara muy rara.

– Je, ¿se nota? – dijo él. – A decir verdad, estoy un poco preocupado por Vanilla.

– ¿Le pasa algo a Vanilla? – preguntó Milfie claramente confusa.

– Pues, que últimamente ha estado trabajando muy duro. ¿Tú qué opinas de eso?

– Siempre la veo esforzarse mucho. Pienso que es increíble que trabaje tan duro para ayudar a todos. – dijo Milfie con una gran sonrisa. Takuto pensaba que no estaba en desacuerdo, pero al parecer Milfie no terminaba de entender cuál era el problema.

– Sí pero, con todo lo que ha tenido que hacer para tratar la fiebre, me preocupa que intente abarcar más de lo que puede. – explicó él.

– Estoy segura de que ella estará bien. – dijo Milfie. – Siempre mantiene el rostro calmado y no deja que nadie la vea preocuparse.

– Si su rostro siempre está calmado, ¿no crees que hay una posibilidad de que no sepamos cuando está cansada? – preguntó Takuto. – Espero que no le dé por trabajar por encima de sus capacidades...

– Bueno, en este momento voy a hacer un pastel chiffon de té verde para regalárselo. – continuó Milfie sin perder su buen humor. – Es su favorito después de todo.

– ¿De verdad? No lo sabía. – dijo Takuto.

De hecho, ahora que lo pensaba muy rara vez había visto a Vanilla comiendo con las demás en el comedor o en el salón de té, y no parecía del tipo de persona que le gustaban las cosas dulces, pero tratándose de algo preparado por Milfie, seguramente que le gustaría a cualquiera. Tal vez fuese una buena oportunidad para acercarse a ella.

– Oye, Milfie, ¿crees que pueda ayudarte con el pastel? – sugirió el comandante. – Seguro que Vanilla se pondrá muy contenta cuando se lo des.

– Gracias, pero no hay problema. – dijo Milfie. – Si quieres puedes venir más tarde a mi cuarto para probarlo para asegurarme de que quede bien.

– Buena idea. Te veré entonces cuando termine con mi patrulla por la nave. – aceptó. – Bueno, no te quito más tu tiempo.

Se apartó para que Milfie pudiera salir y dirigirse a su habitación a toda prisa. Era bueno verla tan enérgica y alegre como de costumbre, lo que le ayudó a mejorar un poco su propio humor. Se puso a buscar entre los estantes y tras coger algunos paquetes de galletas y pagarlos al tendero, se fue al vestíbulo de los elevadores para comer tranquilo.

Aprovechó de pedir un café en la máquina expendedora ya que estaba allí, para mantenerse despierto un poco más. El café estaba un poco caliente, pero sirvió bien para revitalizarlo. Después de bajárselo, arrojó el vaso desechable a la basura, aunque le falló el tino y accidentalmente lo tiró en la papelera de no reciclables.

– Ah cielos... bueno, nadie lo vio afortunadamente...

– Yo lo vi, Takuto-san.

La vocecita refinada lo hizo sobresaltarse. No supo en qué momento apareció, pero Mint estaba parada allí, mirándolo con una expresión muy decepcionada.

– ¡Ah, Mint! ¿Hace cuánto que estás aquí?

– Lo suficiente para ver lo que hiciste. – replicó ella. – Ya dejaste una impresión en mis ojos. Oh, pensar que nuestro estimado comandante no sigue las reglas de organizar la basura, qué decepcionada me siento...

– E-es que no me fijé y cometí un error. – dijo él. – Estaba a punto de ir a ponerlo en el lugar correcto, en serio.

– ¡Qué vergüenza! ¡Sólo estás poniendo excusas porque te atrapé en el acto!

– ¡No, no, te lo juro, no lo estoy!

– ¿Cuándo te convertiste en un hombre sin principios? – dijo Mint llevándose la mano a la frente de manera muy dramática. – ¡Sólo imagina cómo se sentirán los demás al enterarse!

– P-pero si sólo es ordenar la basura... – señaló él. Por un momento empezó a darle la sensación de que Mint estaba haciendo mucho teatro por algo tan pequeño.

– Un solo acto puede decir mucho del verdadero carácter de una persona. – dijo la peliazul muy seria. – Igual que un pequeño agujero en una gran presa puede hacer que toda la estructura colapse eventualmente si no se tapa a tiempo. Este pequeño crimen destruirá toda nuestra fe en ti, y será sólo cuestión de tiempo...

Takuto tragó saliva. Si estaba bromeando, era una buena actriz. Pero si no lo estaba... le aterraba pensar lo que pasaría si la Brigada Angel y la tripulación del Elsior llegaba a perder la fe en él. No, eso sería un desastre total. ¿Y todo por una pequeña estupidez?

– Takuto-san, los últimos días de un hombre en el que nadie confía no son otra cosa que miserables. – continuó Mint.

– ¡Eso es terrible! – Takuto casi sentía que iba a llorar como niño chiquito, y cayó de rodillas para rogarle poniéndose a nivel visual con ella. – ¡Por favor, te lo suplico, no se lo digas a nadie!

– Aun así... no puedo simplemente ignorar tus acciones.

El comandante volvió a tragar en seco. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Quizás sobornarla comprándole dulces para obtener su silencio? No, ella no apreciaría eso de ninguna manera. Mejor, como decía el dicho, las acciones hablaban más que las palabras.

Así que se puso de pie, metió la mano en la papelera de no reciclables, extrajo el vaso desechable, y lo arrojó a donde se suponía que debía ir en primer lugar. Luego volvió con Mint y volvió a arrodillarse frente a ella.

– Te lo juro, en cuanto lo arrojé, supe que estuvo mal. Bajo mi palabra de comandante, no lo volveré a hacer. Seré más cuidadoso a partir de ahora.

Después de decir eso, levantó la mirada. Mint se quedó viéndolo fijamente por un rato mientras agitaba sus orejas telepáticas, hasta que finalmente sonrió.

– Bueno, está bien, Takuto-san, puedo ver que eres sincero. – le dijo. – Me alegro mucho de que nuestro comandante sepa mantener su integridad. Ahora, si me disculpas, debo marcharme.

La peliazul se alejó tarareando una cancioncita felizmente. Por un momento, Takuto creyó escucharla reírse por lo bajo. ¿Acaso todo esto había sido una broma para divertirse un poco a expensas suyas?

Bueno, no era como que ya hubiese alguna evidencia de lo que sucedió. Mejor olvidarlo y regresar a lo que estaba.

...

Luego de hacer la ronda por toda la nave, Takuto se dirigió de vuelta al Bloque C para ver si Milfie ya había terminado de hacer el pastel. De camino allí se topó con Forte y Ranpha, que estaban teniendo una acalorada discusión, y en cuanto lo vieron trataron de arrastrarlo a ella. Al parecer, estaban discutiendo sobre cuál era el mejor acompañamiento para comer el arroz. Luego de oír los argumentos de cada una (Forte prefería los rábanos encurtidos, y Ranpha las huevas espaciales), Takuto les preguntó cómo fue que se enzarzaron en esa discusión en primer lugar, algo para lo que ninguna de las dos tuvo respuesta, y terminaron yéndose murmurando de lo tonto que sonaba ahora eso.

Después de que se fueron, entró al cuarto de Milfie, que efectivamente ya había preparado su pastel, y como era de esperarse, estaba delicioso, aunque el comandante notó algo inusual al probarlo. Resultó que la pelirrosa lo había preparado con nueces el árbol kafukafu en lugar de chocolate, y aunque sabía delicioso, el comandante no pudo evitar expresar algo de preocupación de que si alguien lo probaba pudiese sufrir una recaída con la fiebre. Especialmente cuando Milfie le dijo que las había recogido esa mañana en el parque (incluso después de que se había cerrado hasta que se hubiese eliminado todo el polen por seguridad) y que planeaba usarlas para preparar helado después. Seguramente su suerte le habría abierto la puerta, y Takuto no tuvo el corazón para decirle que debería haber tenido un poco más de cuidado, al verla de tan buen humor.

Cuando ya estaban llegando casi las diez de la noche, estaba por irse de vuelta a su dormitorio. Aún estaba preocupado por Vanilla, pero por lo menos toda la tensión por el brote de fiebre se había calmado al menos en su mayor parte, así que al menos todos podrían dormir tranquilos por esa noche, incluyéndolo a él.

Al menos eso era lo que quería, hasta su comunicador comenzó a pitar.

– ¿Hola?

– Hola, Takuto. – Era la voz de Forte. – ¿Tienes tiempo ahora?

– Eh... sí, supongo que sí. – respondió él, aunque en realidad quería irse a dormir.

– Estupendo. – replicó ella. – Ahora mismo voy camino a mi habitación, ¿te gustaría acompañarme?

Takuto dudó por un momento. Todavía tenía fresca en su memoria su pequeña broma en la sala de la ballena espacial, que si bien fue divertida, que lo invitara a su habitación ya era algo totalmente diferente. Por otra parte, varias de las otras Angels ya lo habían hecho y no había sucedido nada inapropiado.

Qué diablos, ¿cómo iba a dejar pasar la oportunidad?

– Bueno, no sería de caballeros rechazar la invitación de una dama, ¿verdad? – replicó él medio en broma. Forte también se rio del otro lado de la línea.

– No tienes que sonar tan feliz por eso. – Luego cambió su tono a uno un poco más sugestivo. – Estaré esperándolo, oh invitado de honor.

Y diciendo eso, cortó las comunicaciones. Quizás no se tratara de otra broma después de todo, así que sin mucha prisa, se dirigió de vuelta hacia los dormitorios.

Las puertas de todas las habitaciones en el Bloque C ya habían puesto señales de "no molestar", a excepción de la de Forte. Respiró profundamente y llamó a la puerta.

– ¿Forte, estás allí? Soy yo, Takuto.

– Claro. Está abierto, puedes pasar.

Takuto abrió la puerta, que efectivamente no tenía puesto su seguro. No sabía exactamente qué esperar, salvo que seguramente reflejaría mucho de los gustos y personalidad de Forte igual que las demás. Y en efecto, cuando ingresó, la habitación estaba moderadamente decorada con algunas pinturas, y en la pared del fondo estaban algunas armas, seguramente parte de la colección de Forte. No había una cama, sino un enorme sofá esquinado que debía servir para doble propósito, ya que se veía muy cómodo y mullido y con varias almohadas.

La mayor sorpresa, sin embargo, fue la propia Forte, que en ese momento no llevaba su uniforme de la Brigada Angel. Llevaba una blusa negra y pantalones marrones acampanados. Se veía bastante diferente, ya que no la había visto con otra ropa salvo el uniforme y aquel bikini. Y había también un aroma muy inusual en el aire, que notó apenas puso un pie en la habitación.

– Bienvenido. – lo saludó ella. – Adelante, siéntete como en tu casa.

– Wow. – dijo él al verla. – Qué inusual verte con otra ropa aparte del uniforme.

– Me gusta cambiarme de ropa cuando termino de trabajar. – respondió la pelirroja en tono despreocupado.

– Sí, ya veo... – dijo él. – Y también... algo huele bien en el aire...

– Toma asiento si gustas. – Forte señaló al sofá. – Traeré algo de beber.

Mientras Forte se dirigía a servir de una botella en unas copas que estaban en la esquina, Takuto se distrajo viendo la colección de armas que estaba en la pared. Algunas de ellas no las había visto en la sala de tiro, y había también un enorme armario blindado en el lado izquierdo. Seguramente habría más armas allí, tal vez incluso un lanzacohetes.

– Hay menos armas aquí de lo que me dijiste. – comentó Takuto mientras las observaba. – Y este armario se ve realmente seguro.

– Jajaja, obvio que tiene que serlo. – se rio Forte, luego de terminar de servir y traer las copas. – Oye, ¿qué estás haciendo todavía de pie? No seas tan formal, siéntate.

– Ah, lo siento... – dijo mientras tomaba una de las copas y se sentaba en el sofá.

Forte se sentó en frente de él y levantó su copa como en señal de brindis, y él correspondió el gesto. Era un vino bastante añejado, al parecer de una buena cosecha. Seguramente se lo guardaría para ocasiones especiales, ya que no le vio traerlo cuando iban a comer o a hacer fiesta con las demás.

Después de terminarse su trago, Forte dejó su copa en la mesita y cruzó las piernas. Takuto intentó disimular que sus ojos se desviaron ligeramente hacia ellas por un segundo, pero Forte parecía no haberlo notado, o quizás no le importaba.

– Hmm... – dijo mientras estiraba sus brazos. – Gracias a Vanilla, el brote de fiebre finalmente pasó. Ya podremos pelear sin preocupaciones.

– Lo sé, es un alivio. – dijo Takuto, tomando un poco más de su copa. – Por cierto... ¿qué es ese olor?

– ¿Hmm? ¿Sucede algo?

– No, es que... desde que entré me parece oler algo dulce en el aire. – dijo Takuto. – ¿O es mi imaginación?

– Ah, ¿eso? Es... pólvora nueva. – dijo Forte en voz baja.

– ¿Pólvora? ¿Así huele la pólvora? – preguntó Takuto. No era que él fuese un experto en armas de fuego, pero... el olor de la pólvora no podía ser así de dulce, ¿verdad?

– Me puse a jugar con su estructura molecular, y logré hacer que huela como el perfume Chenard #5. – dijo Forte.

– ¿Ehh? Así que es eso. Vaya, qué impresionante... – dijo Takuto, entendiendo finalmente, antes de bajarse otro trago de la copa.

Y cuando lo hizo, Forte se tapó la boca con la mano. Él la miró confuso, y un segundo después la pelirroja estalló en carcajadas, igual que la otra noche en la sala de la ballena espacial.

– ¡Jajajajaja, qué gracioso! ¡Jajajajajajaja!

– Uh... ¿huh? – Takuto ladeó la cabeza todavía más confuso. – Forte, ¿de qué te ríes?

– Era una broma. En serio no creerás que hay pólvora que huele así, ¿verdad?

– Cielos, no te burles de mí. Entonces, este olor...

– Obvio que es perfume de verdad. – dijo ella, reclinándose sobre el sofá. – Me lo puse.

Takuto la miró fijamente. Del tiempo que llevaba de conocerla, y por su afición a las armas de fuego, Forte no parecía el tipo de mujer que le gustaría usar perfume. Aunque de nuevo, Ranpha también era atlética y practicaba artes marciales, cosa que no le impedía tener gusto por las películas románticas. Pero aun así lo pilló por sorpresa.

– ¿Por qué me miras así? – dijo Forte enfurruñándose ligeramente. – ¿Te parece raro que use perfume?

– Eh... pues sí, honestamente me sorprendió. – dijo él. – Fue bastante inesperado.

Forte entrecerró los ojos, y se le acercó peligrosamente. El comandante tragó saliva, casi esperándose que ella le gritara o algo... pero otra vez ella simplemente se rio.

– Jajajaja, siempre tan honesto, ¿verdad?

– Oye, ¿y ahora por qué te ríes? – interrogó él, más confundido que aliviado. – ¿No estás enojada?

– Porque me imaginaba que lo ibas a encontrar extraño. – replicó ella. – No, mejor dicho, me lo esperaba de ti.

– ¿En serio? Pues aun así me sorprende. – Takuto se bajó el último trago de su copa y la dejó en la mesa. – Casi me esperaba que dijeras algo como "el olor de la pólvora es mi perfume".

– Oye, ¿quién diría algo como eso? – La pelirroja se cruzó de brazos. – Ves demasiadas películas.

Takuto se rio de eso. – Muy bien, admito que esa fue buena. Aunque todavía me sorprende saber que usas perfume.

– No lo notaste antes. – dijo ella. – No hemos estado juntos en un entorno más casual.

– ¿Tú crees? Porque yo creo que he pasado bastante tiempo cerca de ti antes. – señaló Takuto. Se refería mayormente al encuentro de la otra noche, pero no era la única instancia.

– ¿No fue que terminamos trabajando juntos debido a las circunstancias, y sin saber nada el uno del otro? – replicó Forte. – Desde entonces, no hemos hecho otra cosa que pelear batalla tras batalla sin parar.

– Bueno... si lo pones de esa forma, supongo que tienes razón. – admitió él. – Pero ¿cómo se relaciona eso con el perfume?

– Jeje... este Chenard #5 es un perfume que sólo un buen hombre puede percibir. – dijo ella en tono muy misterioso.

– ¡¿Eh?! – exclamó él, antes de mirarla con los ojos en rendijas, pero sonriendo. – Eso me suena a cuento de hadas. ¿Me estás tomando el pelo?

– Creerlo o no, eso depende de ti. – Forte se encogió de hombros. Takuto siguió mirándola de reojo, y de pronto sintió el impulso de preguntarle directamente.

– Entonces... ¿significa eso que has empezado a verme como un buen hombre?

– No te adelantes. – dijo ella alzando el dedo índice mientras lo agitaba. – En el mejor de los casos, sólo has alcanzado la letra "b" de "buen hombre".

Takuto no pudo evitar reírse. Forte tenía estándares muy altos, incluso aunque le había suavizado el tiempo de espera antes de confiar en que él sería capaz de cuidarle las espaldas. Honestamente no sabía si estaba insultándolo o halagándolo. Y al ver su copa ya vacía, decidió por un momento imaginársela medio llena y tomarlo como un cumplido.

– Bien, en ese caso... me esforzaré más por ser un buen hombre. – aseguró él.

– Jajaja, eres muy divertido. – volvió a reírse ella. Pero ahora no sonaba burlona como antes.

– ... Bien, creo que es mejor que me vaya. – Se puso de pie. – Gracias por dejarme oler el perfume. Tal vez me ayude a dormir bien esta noche.

– Claro. Espero que tengas dulces sueños. – Forte le guiñó el ojo.

Takuto caminó hacia la puerta, pero cuando estaba por abrirla para salir, le vino el impulso de hacer una última pregunta.

– Oye, Forte...

– ¿Hmm? ¿Qué pasa?

– Ese perfume... ¿te lo pusiste justo ahora, o...?

No se atrevió a hacer la pregunta completa, pero la pelirroja sonrió de forma que entendió lo que quería insinuar. No obstante, y siendo como era, tampoco quiso darle una respuesta concreta.

– ... Quién sabe. Creerlo o no...

– Depende de mí, ¿eh? – completó él. No pudo más que reírse con resignación. – Bueno, está bien. Buenas noches, Forte.

– Sí, buenas noches, Takuto.

Salió de la habitación y empezó a andar por el corredor hacia el elevador. A pesar de que se riera a costa suya, Takuto tuvo que admitir que fue agradable pasar ese rato y tomar un trago con ella. Le ayudó a aclarar la mente y olvidarse de sus preocupaciones latentes.

Con suerte, en la mañana podría afrontarlas con mucha más calma, mientras se preparaban para la operación en Nadler.

Esta historia continuará...

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