Consejos a la luz de la luna (5-3)

Estando ya a salvo en el Chrono Espacio, Takuto aguardaba con muchas ansias el inevitable momento en que la Brigada Angel vendría a confrontarlo. Sabía que tendría que dar muchas explicaciones, pero no sabía cómo lo haría ni por dónde empezar. Habían sucedido tantas cosas...

– "¿Cómo vamos a salir de esto?" – pensaba. Durante el Chrono Drive estarían a salvo, pero no podrían quedarse allí para siempre.

La puerta del puente se abrió, y las cinco pilotos entraron en tropel antes de plantarse en fila frente a él y hacer el saludo militar.

– Las cinco miembros de la Brigada Angel lideradas por Forte Stollen se reportan ahora, señor. – dijo Forte.

– Buen trabajo a todas, chicas. – replicó Takuto, intentando mantener la compostura.

– Ahora mismo no quiero escuchar eso. – dijo Ranpha poniendo los brazos en jarras. – ¿Qué diablos está pasando? ¡Explícate de una vez!

– ¿Explicar? – Takuto intentaba hacerse el tonto, pero sabía bien a lo que Ranpha se refería, y al parecer ella también se dio cuenta, ya que se le puso en frente casi invadiendo su espacio personal.

– Tu decisión, obviamente. ¿Por qué había tantos enemigos esperándonos? – inquirió la rubia, claramente enojada.

– Había tantas naves enemigas allá afuera... me alegro que nos hayamos retirado... – dijo Milfie, claramente entre deprimida y aliviada.

– Sin embargo, dudo mucho que hayamos escapado de ellos. – señaló Mint.

– Cierto, yo tampoco lo creo. – Milfie parecía estar de acuerdo. – Si no nos unimos rápido a nuestros aliados...

– Así es... – Mint bajó sus orejas telepáticas. – Takuto-san, ¿a dónde crees que se fueron los aliados con los que se suponía que nos reuniríamos?

– Sobre eso... – Takuto no sabía qué decir. Para su suerte, o tal vez no, Vanilla fue la que decidió decirlo:

– ... En el lugar donde se suponía que estaba estacionada la flota del sistema Gimson, nos encontramos a la flota de Eonia...

– ¡No es posible! – Ranpha se tapó la boca con las manos. – ¿Significa que fue una trampa del enemigo? ¡¿O acaso nuestros aliados fueron aniquilados?!

– Si ese es el caso... ¿qué vamos a hacer? – dijo Milfie. – Podríamos terminar rodeados en cualquier momento.

– Pensándolo bien... existe la posibilidad de que el Sistema Rhome al que intentamos llegar ya haya sido conquistado por el Eonia... – dijo Mint, claramente igual de preocupada.

Takuto se estaba quedando sin palabras. Verlas a todas tan deprimidas y preocupadas no le hacía ningún bien, y no sólo porque eso afectaría su rendimiento al pilotar los Emblem Frames. No, no podía permitirse que cayeran todavía más en esa espiral descendente.

– Tranquilícense. Aunque sólo estemos especulando, no permitiremos que llegue a eso. – les dijo a todas tratando de calmarlas. – Como sea, por ahora tómense un descanso, quedan libres.

– ¡Espera un minuto! – salió Ranpha al paso, muy indignada. – ¡Todavía no nos has dicho lo más importante!

– ¿Hacia dónde se fue la flota aliada...? – preguntó Vanilla.

– Aunque los esperáramos allí, nuestros aliados no llegarían. Es todo lo que voy a decir. – dijo Takuto con firmeza. Eso sirvió para hacer retroceder tanto a Vanilla como a Ranpha, al menos por ahora. De nuevo, se esforzó por sonreírles. – Tengo la certeza de que nos esperarán en el siguiente punto. Por eso iniciamos el Chrono Drive. Vamos, ya están libres. Vayan a sus habitaciones y descansen. Después habrá mucho trabajo por hacer, ¿no?

Cuatro de las Angels no parecían muy convencidas. A Takuto no se le ocurría qué otra cosa decir para al menos tranquilizarlas un poco. Pero por fortuna, una de ellas sí pareció aceptar sus palabras.

– Cierto... no podemos hacer nada mientras estemos en Chrono Drive. – dijo Forte. – En ese caso, iré a descansar.

– Pero, Forte-san... – Ranpha parecía querer protestar, pero Forte la cortó, y de inmediato empezó a sacarlas a todas del puente a empujones.

– Vamos, vamos, moviéndose. – les dijo la pelirroja. – Dense prisa, y vayan a descansar como ordenó nuestro comandante.

Y a pesar de las quejas de algunas, Forte las sacó a todas del puente, y cerró la puerta tras de sí. Por un segundo antes de hacerlo, sin embargo, se dio la vuelta momentáneamente para mirarlo, y podría jurar que le guiñó el ojo detrás de su monóculo por alguna razón. Una vez que toda la Brigada Angel salió de la habitación, Takuto se permitió exhalar un suspiro de alivio. Después tendría que darle las gracias a Forte por esto.

– Esto se está poniendo feo. – comentó Lester, cruzado de brazos.

– Lo sé. – confirmó Takuto. – Estamos totalmente rodeados por el enemigo.

– No sólo eso. La moral de la Brigada Angel ha caído por los suelos. – continuó el subcomandante. – Como ya sabes, los Emblem Frames dependen de la condición mental de sus pilotos. En su estado actual no podrán combatir bien.

– Por eso sólo dije lo que debía decir. – dijo Takuto. – ¿Qué podemos hacer para salir de esto...?

– Cierto, se supone que es tu trabajo hacer algo al respecto...

Takuto quiso replicar que se le hacía muy fácil decir eso, pero Lester tenía toda la razón. Quizás ahora lo que necesitaba era despejar su mente para pensar con mayor claridad. Con eso en mente, se puso de pie y se dirigió a la puerta del puente.

– Mientras lo hago, ¿puedes tomar el mando del puente hasta entonces?

– Claro, adelante. – dijo Lester encogiéndose de hombros.

Agradeciéndole, Takuto finalmente salió del puente, y mientras iba por el corredor, se puso a pensar en su situación actual. Estaba muy desconcertado, la Brigada Angel estaba muy deprimida, y su futuro parecía incierto.

Cabía la posibilidad de que quizás la flota de Gimson no hubiera sido destruida, y hubieran logrado escapar. Pero si les daba esa esperanza, tal vez eso sólo las haría preocuparse más, y él no quería agregar gasolina al fuego. No, no podía decirles eso.

– Hrm... ¿qué se supone que debo hacer?

En eso escuchó unos tacones pisando detrás de él, y al girarse vio a Forte acercándose desde el otro lado del corredor. ¿No se había ido a descansar con las demás?

– Sr. Comandante, ¿tienes un momento?

– Hola, Forte. – la saludó él, tratando de disimular lo mejor posible. – ¿Qué quieres?

– Acerca de lo de antes... – El semblante de la pelirroja cambió, y se puso mucho más serio. – No puedo estar tranquila con eso.

– ¿Eh?

– En vez de disfrazar el tema, ¿no deberías haber dicho lo que tenías que decir, sin rodeos? – inquirió ella. Takuto no podía creerlo, ¿realmente se había dado cuenta?

– ... Ah, eso, pues... en esta situación, creo que sin importar lo que dijera, el resultado sería el mismo. – dijo intentando excusarse. – Cuando todas se hayan calmado, les daré un resumen de la situación.

– Ya veo. – Forte cruzó los brazos. – Y entonces, ¿eso significa que podremos llegar a nuestro destino de Chrono Drive a salvo?

– Eso... no puedo decirlo.

– Hmm... así que por ahora, estamos en una situación de la que no quieres hablar al respecto.

Forte lo estaba perforando con la mirada. Era difícil saber si estaba enojada, decepcionada o algo así, pero una cosa era segura: no se le escapaba nada. Si ese era el caso, entonces no tenía sentido fingir delante de ella. Sería mejor sincerarse.

– Oye, Forte... gracias por lo de antes. – dijo Takuto, recordando lo de hacía un momento en el puente. – Pudiste lograr que todas se calmaran, fue de gran ayuda.

– No fue nada. – Forte le restó importancia. – No somos sólo la Brigada Angel. Todos en el Elsior tenemos que trabajar juntos para superar los problemas.

– Pero siempre has sido muy crítica con lo que digo. – señaló él, recordando cuando se conocieron por primera vez. – ¿Por qué esta vez decidiste apoyarme y seguir mis órdenes?

– No creo que fuera nada especial. – Ella se encogió de hombros. – Eres nuestro comandante. ¿No se supone que debemos obedecer tus órdenes?

Una respuesta muy sencilla, pero correcta en lo esencial. En efecto, él era su oficial al mando y como tal ellas debían obedecerlo. Pero un buen soldado también sabía tener el criterio para desafiar a un superior si las órdenes de éste no fuesen razonables.

– Vamos, ¿por qué te ves tan miserable? – preguntó Forte, dándole un pequeño golpecito con su fusta. – ¡Anímate, hombre!

– Está bien, está bien... – dijo él, alejándose por reflejo en caso de que se le ocurriera utilizarla con más fuerza.

– Bueno, yo ya tengo que irme. Haz lo que debas hacer.

Y sin decir más, Forte se dio la vuelta y dejó a Takuto a solas en el corredor, de nuevo con sus pensamientos. De alguna manera, esa breve charla le sirvió para tranquilizarse un poco. Si Forte no se estaba dejando llevar por el pánico, él tampoco debía hacerlo.

Por ahora, le tocaba pensar en un plan. Todas las demás en la Brigada Angel estaban preocupadas, y era su deber tranquilizarlas. Así que podría tomarse una hora o dos para ir por la nave y hablar con ellas.

Pero antes de hacerlo, su comunicador empezó a pitar. Extrañado, lo activó para responder.

– ¿Sí? Aquí Mayers.

– Disculpe la molestia, Comandante. – Era la voz de Almo. – La sirvienta del Príncipe Shiva informa que desea verlo.

– ¿En serio? Bueno, en ese caso no debo hacerlos esperar. Gracias por el aviso.

Apagó el comunicador, y no pudo evitar exhalar de nuevo. Así que el príncipe quería verlo. Seguramente quería hablar con él de la situación actual. Bueno, podía usar los minutos de la caminata hasta el bloque C para preparar sus respuestas.

...

Ya estando frente al cuarto, Takuto vio que la sirvienta del príncipe lo estaba esperando, y sin tardanza le hizo pasar. El heredero estaba esperándolo en la sala de audiencias con una expresión muy seria, y luego de pedirle a la sirvienta que los dejara a solas, lo miró fijamente.

– Me alegra que vinieras, Mayers. – le dijo. – Y bien, ¿hay algo que quieras decirme?

– Eh... bueno, ¿qué quiere que le diga? – preguntó Takuto. Pasó todo ese rato pensando, pero sinceramente, no sabía por dónde comenzar.

– Parece ser que no logramos reunirnos con la flota aliada. – dijo el joven sin rodeos. – ¡¿Por qué había enemigos esperándonos?!

Takuto tuvo que contener el impulso de tragar saliva. Ya antes había sido capaz de ser honesto con el príncipe, al decirle sin más la situación tras la masacre de la familia real, pero ahora... no se sentía tan fácil decirle la verdad por alguna razón. Y es que esta vez era mucho más complicada que la anterior.

– Temo que no puedo responder a eso, Príncipe. – dijo Takuto, intentando no sonar respetuoso.

– ¡Respóndeme! – exigió el Príncipe. – ¡Es una orden!

– Con todo respeto, incluso si es una orden, no puedo darle una respuesta definitiva. Y es porque nosotros tampoco sabemos con exactitud qué fue lo que sucedió. – explicó Takuto.

El príncipe lo miró fijamente por un rato, y gradualmente su expresión se fue suavizando. Takuto tomó esto como una buena señal, ya que al menos parecía aceptar sus palabras.

– Ya veo. – dijo finalmente. – Eso significa que estamos en una situación indeseada, ¿verdad?

Takuto no respondió verbalmente, sólo bajó la mirada, pero no hubo necesidad. El príncipe pareció aceptar esto con resignación, así que le dio la espalda.

– Entiendo. Suficiente, puedes marcharte.

– Con su permiso. – dijo Takuto haciendo una reverencia, y empezó a caminar hacia la puerta. Pero se llevó una sorpresa cuando, justo a punto a abrir la puerta, el príncipe volvió a llamarlo.

– ... Espera, Mayers.

– ¿Sí? – preguntó él girándose. El Príncipe Shiva lo miró fijamente, y le habló con mucha serenidad.

– Pase lo que pase, confío plenamente en ti.

Takuto se sorprendió un poco, pero no pudo evitar sentirse conmovido por sus palabras. Incluso en esta situación tan problemática, el príncipe tenía fe en él. No pudo evitar sonreír al terminar de asimilarlas.

– Sí, señor, lo entiendo. Ahora, con su permiso.

Y sin decir más, salió de la habitación. Fue muy extraño: su conversación con el príncipe fue más breve de lo que creyó, y casi se esperaba que estaría enfadado o algo por el estilo. Pero no fue así, y a pesar de todo, las palabras que le dijo le inyectaron algo de valor al comandante, y realmente lo necesitaba.

...

Después de caminar un poco sin rumbo, Takuto se dio cuenta que había llegado a la puerta del gimnasio del Elsior. Quizás ejercitarse físicamente le ayudaría a liberar un poco el estrés. Al entrar, sin embargo, se percató de que alguien más había tenido la misma idea.

– ¡Hiiiyaaaaaaaaaa!

Ranpha estaba allí, dando golpes y patadas al saco de arena. Ya la había visto en ello varias veces, pero hoy en particular parecía estar haciéndolo con más rabia que de costumbre, lo cual era decir mucho considerando que ya la había visto de mal humor en más de una ocasión.

– ¡Ahhh! ¡Qué coraje! – gritaba mientras le daba una patada tan fuerte al saco que casi le hizo dar una vuelta completa.

Takuto tragó saliva. Casi sentía pena por el saco de arena, y de alguna forma, era como si la rubia estuviese emitiendo un aura tan furiosa que era palpable en el aire.

– ¡¿En qué diablos estabas pensando, Comandante?! – exclamó furiosa mientras seguía golpeando el saco. Takuto casi dio un respingo creyendo por un momento que ella se había dado cuenta de su presencia, pero no se dio la vuelta, sino que siguió pegándole sin parar mientras seguía gritando furiosa. – ¡No hay forma de que hubiera perdido!

El comandante se llevó la mano al pecho, tratando de calmarse la respiración. Estaba dividido entre si revelarle su presencia a Ranpha o irse sin decir más. Por un lado, sentía que debía hablar con ella, pero por el otro, si estaba de mal humor porque les ordenó retirarse... le daba mucho miedo pensar cómo podría desquitarse con él.

– ... Oh, hola, Sr. Comandante. ¿Qué estás haciendo aquí?

– ¡Whoa! – Takuto se sobresaltó, y al darse la vuelta se percató que allí estaba Forte, mirándolo despreocupada. – ...Ah, eras tú, Forte. No me asustes así.

– Bueno, pero estás parado en medio de la puerta. – dijo ella encogiéndose de hombros. – No estorbes a quienes queremos pasar, digo.

– Eh... – Takuto miró, y se dio cuenta que ella tenía razón. Aun así, decidió desviar la conversación para disimular su bochorno. – Pasa si quieres, pero Ranpha ya reclamó este lugar primero.

– ¿Ranpha? – inquirió Forte, mirando por encima de su hombro.

– ¡Podría haberme ocupado de esos enemigos! – exclamaba la rubia, todavía pateando ferozmente el saco. – ¡Takuto, eres un maldito cobarde!

– ... Ahh, ahora lo veo. – Forte sonrió. – Creo que ya me hago una idea.

– Pensé que Ranpha podría haber estado deprimida, pero... si está de este humor no puedo hablar con ella. – explicó Takuto.

– No importa cómo lo veas, esto es parte de tu trabajo, ¿verdad? – dijo Forte, dándole un toque por detrás con su fusta.

Takuto miró a la pelirroja, que no dejaba de sonreír por alguna razón. El Comandante del Elsior no sabía qué intentaba decirle. O más bien, sí lo sabía, pero le daba miedo afrontarlo. Ranpha estaba de muy mal humor, y realmente no quería estar en el radio de alcance de su furia mientras estallaba. Forte le entregó un pequeño manojo de flechas (¿de dónde las habría sacado?) amarradas con una cinta, y antes de que él pudiese preguntar, Forte le susurró al oído la vieja historia de los hijos del labrador y las varas amarradas, sugiriéndole que probara hacer eso con Ranpha.

– ... Está bien, ya entendí. – dijo resignado. – Sé que es trabajo del comandante lidiar con los problemas de todos.

– Así se habla. – Forte le dio un empujón en la espalda. – Vamos, ponte serio y ve por ella.

No había necesidad de que ella lo empujara tan fuerte, pero eso pareció darle el impulso que necesitaba, y finalmente caminó hacia Ranpha. Pese a ello, mantuvo una distancia cautelosa sólo por si se le ocurría dar la vuelta y usarlo a él como substituto para el saco de arena. Aun así, ella estaba tan concentrada golpeando que no pareció notar su presencia.

– *Ejem*, Ranpha, tenemos que hablar.

– ¡¿Takuto?! – dijo ella finalmente al voltear, y al mismo tiempo detuvo el saco con las manos cuando este venía oscilando de vuelta hacia ella antes de que la golpeara. – ¡¿Ahora qué quieres?!

– Por favor cálmate. – dijo él, tratando de mantener la compostura y proyectar un aire de autoridad. – Sólo te pido que me escuches por un minuto.

– Bien, te escucho, pero apúrate. – replicó ella cruzándose de brazos.

– Sí... muy bien, ahora, ¿ves esto? – dijo enseñándole una de las flechas del manojo.

– ¿Eh? ¿De dónde sacaste esa flecha? ¿Y para qué la quieres?

– Los detalles no importan. – dijo él. – Ahora, ¿puedes romperla?

– Psshhh, podría hacerlo estando dormida. – se jactó la rubia, quitándosela de las manos, y sin más la partió en dos con un suave *CRACK*, antes de devolverle los dos pedazos. – ¿Ya lo ves? ¿Estás contento?

– Muy bien. Una sola flecha es fácil de romper. Pero ¿puedes hacer lo mismo con todas estas atadas juntas? – dijo Takuto mientras le entregaba el manojo restante.

– No importa si es una, dos, o diez, claro que puedo. Mmmrrrgghhh... ¡yah! – Y para su sorpresa, en efecto consiguió romperlas todas, sólo con un poco de esfuerzo. – Ja, ¿qué tal? Ahí tienes.

Takuto se quedó boquiabierto. Sabía que Ranpha era fuerte y atlética, pero haber roto ese manojo de flechas con tan poco esfuerzo... eso ya era un poco pasarse, ¿no?

– ¡Ojojojojo! ¡Qué victoria tan fácil! – se rio Ranpha. – ¡Ahora puedes ver lo fuerte que realmente soy!

– Ah, sí... eres increíble, Ranpha... jajajaja...

– Claro. Igual que en la pelea anterior, incluso si vinieran refuerzos, ¡los haría pedazos a todos! ¡La próxima vez que veamos a esa mujer presumida, la voy a romper en dos igual que estas flechas! ¡¡Ojojojojo!! – se jactó de nuevo. Sonaba realmente muy confiada de sí misma, y pensándolo bien, razones no le faltaban.

– S... sí, claro... jajajaja... – Takuto no podía más que reírse sin saber qué pensar, realmente. Pero al menos, el humor de Ranpha parecía haber mejorado. Ahora se estaba riendo en lugar de golpear furiosa, ¿verdad?

– Takuto, gracias. – le dijo ella, para su gran consternación. – Estabas haciendo esto para animarme, ¿verdad? Ahora me siento mucho mejor. Gracias a ti, ahora estoy mucho más llena de confianza.

– Eh... bueno, esa no era del todo mi intención. – admitió él. – Pero supongo que al final resultó bien, ¿verdad?

– Bien está lo que bien acaba. Supongo que así está bien. – intervino Forte, que hasta ese momento se había quedado en la entrada. Takuto supuso que podría darle la razón por ese lado, ya que al menos ahora Ranpha parecía estar de mejor humor, y eso era algo positivo, sin importar cómo lo viera.

– ¡Ojojojojojo! ¡Flechas o lásers, vengan todos los que quieran!

Después de eso, Ranpha decidió seguir golpeando el saco, y tanto Takuto como Forte decidieron retirarse para dejarla con ello. Mientras iban por el pasillo, al comandante le rugió el estómago, y supuso que sería mejor ir a la cafetería por algo de comer. Forte lo acompañó todo el camino, argumentando que a ella también se le había abierto el apetito.

Ya cuando llegaron a la cafetería, y estando en frente del menú, sin embargo, a Takuto se le bajaron un poco las ganas de comer. Aunque la comida fuese buena, el ambiente sombrío parecía tener un efecto en su apetito.

– Oh, bienvenido, Comandante. – lo saludó la señora de la cocina, sirviéndole hasta llenar su bandeja. – Por favor, coma todo lo que pueda.

– Oiga, ¿esto no le parece mucho? – dijo él. – No es que tenga tanta hambre, digo.

– Si usted lo dice. Pero si se siente mal debería comer más. No se ofenda, pero se ve muy desganado.

La señora no parecía decirlo con mala intención, pero ¿de verdad se veía tan mal? Él no había estado saltándose sus comidas ni mucho menos. ¿Su humor y la situación lo estaba afectando tanto?

– Hazle caso, tienes que comer bien. – dijo Forte dándole un toque en el hombro. – Señora, deme dos porciones de oden extra. Una para mí y la otra para el Sr. Comandante.

– ¡Dos porciones de oden saliendo! – dijo la cocinera, colocándolas a un lado de sus bandejas. – ¡Y con guarnición extra para ambos!

– ¡Muchas gracias, por eso la quiero tanto, señora! – dijo Forte con una gran sonrisa mientras alzaba su bandeja. – Ahora, vamos a comer.

Los dos se dieron la vuelta y luego se percataron que alguien más también estaba en la cafetería. Era Milfie, sentada sola en una mesa algo apartada, así que ambos fueron para sentarse con ella.

Sin embargo, cuando Forte le preguntó si se podían sentar con ella, la pelirrosa sólo respondió con un suspiro. De hecho, parecía que apenas sí había tocado su comida, y apenas murmuraba mientras masticaba con mucho desgano, intercalando suspiros entre bocados y sorbos. Forte y Takuto, se miraron entre sí, como preguntándose si fue un suspiro o que la comida no estaba tan buena como de costumbre.

– Oye, ¿te pasa algo, Milfie? – preguntó Forte.

– Ah, Forte-san, Takuto-san... – Por fin pareció notar la presencia de ambos.

– Milfie, ¿hay algo que te esté preocupando? – interrogó Takuto.

– Sí... estoy muy preocupada. – admitió ella. – Pero no estoy segura de por qué estoy preocupada, y eso me preocupa todavía más.

– ¿Eh?

– Cuando pienso en ello, toda mi cabeza empieza a darme vueltas. – explicó Milfie. – Y antes de darme cuenta, me estaba muriendo de hambre.

Takuto la miró extrañado. Sonaba un poco loco, pero por lo que alcanzaba a entender, parecía haber caído en un círculo vicioso a raíz de la incertidumbre. De cierta forma, él se sentía igual, sólo que sí tenía una idea más o menos clara de lo que le preocupaba, y su problema estaba más en admitirlo de dientes para afuera.

– Entonces, ahora estás comiendo porque estabas preocupada. – resumió Takuto. – Es lo que entendí al menos...

– Pensé que si comía algo, podría resolver mis problemas... – siguió la pelirrosa. – Takuto-san, ¿tú que crees que sea lo que me preocupa?

Takuto no supo qué decirle. No quería echarle encima más preocupaciones de las que ya tenía, ni tampoco descargarle las suyas propias. Otra vez, Forte pareció tener que tomar las riendas por él.

– Deberías tratar de ocuparte tú misma. – dijo la pelirroja. – Si no lo recuerdas, puede que no haya sido algo importante de todas maneras.

– ¿Tú crees? – dijo el comandante. – Milfie, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte de alguna manera?

– ¿Lo harías? – Milfie sonrió. – ¡Muchas gracias, Takuto-san! ¡Quizás podrías ayudarme a recordar qué es lo que me preocupa!

– Eh... no sé si pueda, pero... – Takuto ahora no sabía por dónde irse. Le había ofrecido ayuda, pero si no tenía idea de qué podría haber sido, fuera de lo más obvio...

– Por eso les dije que mejor se olviden. – dijo Forte. – Vamos a comer de una vez. Sr. Comandante, ¿te comerás ese pan?

– ¡Ah! – exclamó Milfie. – ¡Ya lo recuerdo!

– ¿Eh?

– ¡Estaba haciendo masa para hornear mis galletas! – Milfie se llevó la mano a la cabeza. – ¡Me olvidé completamente que había dejado la masa fermentando cuando salimos! ¡Por eso estaba tan preocupada! ¡Takuto-san, gracias por recordármelo, más vale que me dé prisa! ¡Con permiso!

Y sin decir más, Milfie salió corriendo, antes de que Forte o Takuto pudiera decir nada. El Comandante miró a la otra Angel, como buscando preguntarle qué acababa de suceder. Por un lado, fue una situación muy bizarra, pero por el otro, Milfie pareció mejorar su humor al acordarse de su masa.

– Bueno, de alguna manera creo que le ayudaste a quitarse sus preocupaciones. – comentó Forte. – En fin, vamos a comer.

Takuto no sabía si realmente había hecho algo, pero supuso que Forte tendría razón. Y ya habían hablado tanto que sus almuerzos empezaban a enfriarse, así que empezaron a comer de una vez. Forte luego sugirió que se llevaran empacado lo que Milfie dejó, para que no fuera a desperdiciarse y quizás dárselo un poco más tarde, o comérselo ellos si Milfie no lo quería.

Después de terminar, los dos salieron al corredor, y vieron que Mint se dirigía hacia el salón de té. Siendo que ya había hablado con Ranpha y Milfie, Takuto decidió seguirla también, y Forte le dijo que podían aprovechar de tomarse algo para terminar de bajarse la cena. De alguna manera, la idea no sonaba mal; quizás haber cenado con Forte le ayudó a recuperar su apetito.

– Oh, Takuto-san, Forte-san. – los saludó la peliazul al verlos. – ¿Qué están haciendo por aquí?

– Te vimos entrar, y parecías estar muy sombría. – dijo Forte. – Creímos que podríamos charlar por un rato, y tal vez tomarnos algo mientras lo hacíamos.

– ¿Hay algo que te esté inquietando, Mint? – preguntó Takuto. – No sé si pueda ayudar, pero estaré feliz de escucharte si necesitas hablar de ello.

– No, no es algo que me tenga muy seriamente preocupada. – dijo Mint, intentando restarle importancia. – Sin embargo... desde la última batalla, siento que la atmósfera de la nave se ha puesto muy incómoda. Y sin darme cuenta creo que me arrastró a mí también.

– Ya veo. – asintió Takuto. No podía negarlo, el ambiente a bordo se había puesto bastante deprimente en las últimas horas.

– Esperábamos por fin unirnos a nuestros aliados, pero no pudimos hacerlo. Así que no es una sorpresa que todos se sientan aún más decepcionados. – continuó Mint. – ¿Acaso volverá a suceder...?

Takuto no supo qué responder a eso, pero por fortuna, y ya se estaba convirtiendo en un patrón, Forte decidió tomar el control de la conversación por él.

– Mint, eso no lo sabes sin importar cuánto lo pienses. No te preocupes por ello. – le dijo. Luego se giró hacia Takuto. – Y tú, Sr. Comandante, no deberías andar poniendo esa mala cara. ¿No te das cuenta que eso sólo empeorará la atmósfera?

– Ah, sí... – Takuto se rascó detrás de la cabeza. – Perdón, no fue mi intención.

– Si estás preocupado, no podrás hacer nada para aliviar las preocupaciones de los demás. – continuó Forte. – ¿Verdad?

– Cierto, tienes razón. – asintió él.

– Y por eso es que estamos tratando de hablar con todos. – prosiguió la pelirroja. – ¿Quieres acompañarnos, Mint?

– Preferiría quedarme aquí un rato más y tomar algo, si no es molestia. – replicó ella cortésmente.

– Entiendo. – dijo Takuto. – Creo que pediré algo rápido y seguiré patrullando por la nave para animar a todos. Es parte de mi trabajo subir la moral después de todo.

– Así se habla. – sonrió Forte. – Quizás eso también te sirva para darle vuelta a tus propios pensamientos en el proceso.

– ¿Oh? ¿Tú también estás preocupado por algo, Takuto-san? – preguntó Mint.

– Ah... no, no es nada realmente. – mintió él, aunque no sabía si podría engañarla. Por suerte, Mint no pareció haber usado su telepatía y se tragó su excusa.

Takuto y Forte pidieron ambos un café latte, y tras tomárselo se fueron dejando a Mint sola para que pudiese relajarse. Sin más que hacer allí, se dirigieron hacia el vestíbulo de los elevadores, y como cosa del destino, la última de las Angels se encontraba pasando por allí en ese momento.

– Hola, Takuto-san, Forte-san... – los saludó Vanilla, en su tono habitual.

– Hola, Vanilla. – Takuto le devolvió el saludo. – ¿Qué haces por aquí?

– Estaba ayudando en la enfermería, pero decidí tomarme un breve descanso. – dijo la peliverde.

– Ya veo... – replicó el comandante. Era sorprendente que incluso hasta ahora fue que decidiera descansar, siempre se la veía trabajando muy duro.

– ¿Necesitas ayuda con algo? – le preguntó Vanilla.

– Ah, no... sólo estaba pensando. – dijo Takuto. – Vanilla, parece que nunca cambias. ¿No hay algo que te preocupe en este momento?

– ... No, nada en particular. – dijo ella.

– ¿Estás segura? – inquirió Forte. – ¿No hay algo que te tenga intranquila?

– No, nada. – insistió Vanilla. Aunque fue casi imperceptible, pareció un poco incómoda por la insistencia de Forte luego que él le hizo la misma pregunta, y Forte también pareció notarlo, ya que se echó ligeramente para atrás.

– B-bueno, supongo que está bien entonces.

– ¿Debería estar preocupada por algo? – preguntó Vanilla. – Ya que los dos me lo preguntaron, significa que hay algo por lo que debería estar preocupada...

– No, no fue lo que quisimos decir. – dijo Forte. – Si no hay nada, entonces significa que todo está bien. ¿Verdad, Sr. Comandante?

– Er... sí, claro, todo está bien. – dijo Takuto siguiéndole el juego. – Si sigues igual que siempre, significa que no tengo nada de qué preocuparme.

– ¿En serio? – dijo Vanilla. – Bien, si tú estás aliviado, yo también me siento aliviada...

– Yo también. – la secundó Forte. – Perdón si dijimos algo extraño.

– No, no me molesta. – Vanilla se encogió de hombros, y Takuto pudo sentirse muy relajado después de eso.

Quizás hablar con las otras había ayudado de alguna manera. De alguna manera, cuando una persona lograba calmarse, podía transmitirlo a los demás, y lo inverso también era cierto. Era una buena reacción en cadena, ahora que lo pensaba.

– Bien, en ese caso, será mejor que nos vayamos. – dijo Takuto.

– Sí, yo también. – dijo Vanilla. – Con su permiso.

Vanilla siguió por su cuenta, y Forte y Takuto abordaron el elevador al bloque D. Mientras estaban dentro, Forte le dijo que tenía ganas de ir a echar algunos disparos en la sala de tiro, y le preguntó a Takuto si le gustaría acompañarla. Aunque dudó un poco, ella lo convenció, argumentando que podría ser su forma de agradecerle por haberlo acompañado mientras hablaba con las demás, para pasar un rato agradable con su pasatiempo favorito. Además, disparar era una buena forma de aliviar el estrés para cualquier militar.

– Muy bien, ¿vamos a empezar, mi invitado de honor? – dijo Forte, pasándole uno de sus revólveres. – Toma, puedes usar este. Yo usaré la ametralladora que está por allá.

– Hey, se ve genial. – observó Takuto al ver el tamaño del arma que Forte estaba sacando del armero. – Me gustaría usar una de esas.

– Tch-tch-tch. – Forte negó con el dedo mientras chasqueaba la lengua. – No hay forma de que le deje a un amateur usar un arma de este calibre. Tal vez cuando te hayas acostumbrado a usar pistolas de pólvora.

– Está bien. – Takuto se enfurruñó ligeramente. – Ya verás que me acostumbraré a esta antes de lo que crees.

– Ese es el espíritu. – sonrió la pelirroja. – Dispara todo lo que quieras.

Afortunadamente, luego del reabastecimiento Forte tenía munición para dar y regalar, así que no tuvo problemas en prestarle toda la que necesitó para que pudiese disparar a sus anchas.

Takuto pudo comprobar lo diferente que era disparar armas de pólvora, ya que el retroceso era mucho mayor que con las armas láser que utilizaban los de la milicia de Transbaal. Disparar armas de proyectiles sólidos requería mucha más fuerza y destreza física. Cuando volteó a ver a Forte disparando la ametralladora, tuvo que admitir que se impresionó bastante al ver que la sostenía como toda una profesional y no se desestabilizaba ni un centímetro.

– "Asombroso." – pensó mientras la veía recargando para lanzar otra ronda. – "Y ni siquiera mientras está disparando pierde el estilo."

Tal vez fuera por su uniforme, el vestido púrpura ceñido al cuerpo sujeto con ese corsé negro, o los tacones que llevaba, pero era sorprendente que, incluso mientras estaba disparando un arma que podría dejar como coladera al pobre idiota que se le cruzara en frente, Forte se veía bastante atractiva. Quizás ese fuese su encanto personal, tal como las otras Angels tenían el suyo.

Después de pasar un par de horas disparando a más no poder, Takuto le dio las gracias a Forte y decidió marcharse, y ella le dijo que, si necesitaba más, siempre era bienvenido aquí.

Mirando la hora, ya se estaba haciendo un poco tarde. Quizás ya fuese tiempo de volver al puente para relevar a Lester, y hacer sus últimas dos horas de turno antes de irse a dormir. Las luces del corredor ya se estaban apagando para indicar que el turno nocturno estaba por iniciar.

Hasta que de pronto, Takuto oyó unos ruiditos muy extraños al otro lado del pasillo. Sonaban como algo chillón, blandito que daba pasos a intervalos, deteniéndose ocasionalmente y luego seguían hasta volver a detenerse.

El comandante se puso sobre aviso. Ya estaba anocheciendo, y se acordó de lo que habló con Coco y Almo sobre el fantasma que parecía una bola de masa. ¿Acaso estaba a punto de aparecer? ¿Realmente sería un fantasma?

Takuto aguzó el oído, tratando de ver por dónde irían las pisadas, y empezó a seguirlo con cautela. Con la iluminación baja, el ambiente se tornaba un poco escalofriante, ya que no estaba acostumbrado a andar por los pasillos de la nave durante la noche. Era la primera vez que se adentraba en el Elsior a estas horas.

En cierto momento alcanzó a vislumbrar algo que parecía un enorme bulto redondo que daba la vuelta en una esquina. Eso coincidía con la descripción de Almo y Coco al compararlo con una bola de masa. Pero entonces... ¿significaba que no era humano? ¿Sería un fantasma de verdad?

– Ah, qué diablos. – dijo Takuto, golpeándose la cara para sacudirse la cobardía. – ¡¿Cómo se supone que voy a comandar a la Brigada Angel si me da miedo un fantasma?! ¡Vamos a averiguar de una vez por todas!

Desenfundó su arma y se acercó con mucha cautela a la esquina donde vio desaparecer al fantasma, o lo que fuera. Oyó nuevamente las pisadas chillonas, más fuertes que antes, así que definitivamente debía estar allí. A la cuenta de tres... uno... dos...

– ¡¿Quién anda allí?! ¡Las manos donde pueda verlas!

– ¡¿Kyaa?!

La imagen que Takuto se encontró al doblar la esquina definitivamente no era lo que se esperaba, pero al menos el misterio ahora quedaba resuelto. No era un fantasma, y tampoco una bola de masa gigante.

– ¿T-Takuto-san...?

Era Mint, disfrazada de un hámster gigante, de color blanco con manchas naranjas, y un hámster más pequeño en la cabeza.

Él rápidamente escondió su arma para que no se diera cuenta que podría haberla encañonado. Después de superar el shock, tuvo que admitir que se veía realmente adorable. Era tan pequeña que cabía fácilmente en ese disfraz como lo haría una niña. Se quedó sin poder pronunciar palabra por varios minutos.

– Q... qué vergüenza que me hayas visto de esta forma... – dijo ella ruborizándose, lo que la hacía verse todavía más tierna.

– Bueno... no estoy totalmente seguro de qué es lo que estoy viendo ahora, por varias razones.... – replicó Takuto, empezando a sonreír. – ¿Eso es un disfraz de mascota? Pareciera que saliste de un show para niños o un parque de diversiones.

– S-sí... – admitió ella. Y en eso, Takuto se acordó de algo más. Le había parecido ver dicho hámster entre los animales de peluche gigantes que tenía cuando fue a visitarla en su habitación.

– ¡Ajá! Todos esos animales de peluche que tenías en tu cuarto. Tenías escondido este disfraz entre ellos, ¿no?

– Sí... en realidad, quería guardarlo en la bóveda del Elsior, pero no quedaba espacio... – explicó Mint. – Si lo dejaba a plena vista, esperaba que la gente creyera que era sólo otro animal de peluche más.

Visto de esa forma tenía sentido. Se vería lo suficientemente normal para encajar en la habitación de una chica. Y luego de pronto le vino otra pequeña corazonada.

– Por casualidad... ¿esto era lo que tenías guardado en esa caja que vi en tu habitación el otro día? – le preguntó.

– Sí, este hámster se encontraba en esa caja. – dijo Mint, que luego se enfurruñó ligeramente. – Aunque, me ofende un poco que lo hayas confundido con una bola de masa.

– Hey, eso lo dijeron Coco y Almo, no yo. – se defendió él, pero ahora no podía evitar reírse un poco. Pero sí, ahora que lo veía de cerca, sí se parecía a un hámster. – Bueno, como sea, ¿por qué llevas ese disfraz?

– Eso... um... – Mint parecía sentir vergüenza por alguna razón. Después de unos segundos, pareció ocurrírsele una excusa y le sonrió. – ... En realidad, pensé que podría animarte si te lo mostraba, o al menos distraerte un poco...

– ¿Animarme?

– Sí... es que desde la última batalla has estado muy preocupado. – dijo ella. – Y pensé que, si veías algo adorable como esto, serviría para aclararte tus sentimientos. De hecho, he estado practicando para animarte. ¡Vamos, vamos, Ta-ku-to-san! ¡Tú puedes, tú puedes, Ta-ku-to-san!

Mientras la veía agitando sus bracitos de hámster, Takuto tenía la sensación de que Mint sólo estaba inventándose una excusa para evitarse la vergüenza de llevar ese disfraz. Pero aunque fuera así, si estaba intentando animarlo, realmente lo apreciaba, y sí había funcionado después de todo. Incluso después de aliviar algo de estrés disparando con Forte

– Bueno, sin duda necesitaba levantarme los ánimos, así que muchas gracias. – dijo él. – Te ves tan adorable que sin duda mandaste a volar todos los pensamientos oscuros.

Mint se quedó algo perpleja por un momento. Parecía que no se esperaba esa respuesta de él.

– ¿Qué sucede, dije algo malo?

– No, sólo que... no me esperaba que lo encontraras adorable con tanta franqueza... – dijo ella. Él la miró confuso, y al parecer finalmente decidió confesar la verdad. – Veo que no tiene sentido que te mienta, Takuto-san. En realidad, disfrazarme de mascota es uno de mis pasatiempos.

– ¿Eh? ¿Un pasatiempo? Suena divertido. – dijo Takuto.

– No, en realidad... es muy infantil, y vergonzoso...

– Yo no lo veo así. De hecho me siento aliviado ahora que lo veo. ¿No crees que es mejor mantener un equilibrio con las cosas? – insistió él.

– ¿Equilibrio? – Mint ladeó la cabeza, confundida.

– Digo, siempre pareces actuar como una adulta. Así que creo que está bien que tengas un pasatiempo infantil que te gusta.

– Eso... aunque esté de acuerdo contigo, me da vergüenza lo que la gente podría pensar. – dijo Mint. Así que eso era lo que le preocupaba. Parecía que se repetía la historia que le contó sobre nunca ir por comida rápida. Takuto entonces supo lo que tenía que decirle.

– ¿Por qué piensas eso? Seguro que les encantaría verlo. Digo, a mí me gustó.

– ... Tienes razón. – Mint por fin sonrió genuinamente. – Esa es la clase de persona que eres, Takuto-san.

Viniendo de Mint, era un poco difícil determinar si ese comentario era una broma o un cumplido, pero le alegró verla de buen humor. Tal vez después de esto se animara a compartir su pequeño pasatiempo con las demás, y que ya no se avergonzara de él.

– Bien, en ese caso, cuando lo necesites, usaré este disfraz de hámster para animarte. ¡Vamos, vamos, Takuto-san! ¡Tú puedes, tú puedes, Takuto-san!

Ahora sonaba menos forzado, y sin duda le ayudó a sentirse mejor. Después de darle las gracias, Mint se despidió de él y se alejó, haciendo de nuevo esas pisadas chillonas. Ahora que sabían de lo que eran, ya no le daban miedo en absoluto, aunque no sabía si debería contarles a Almo y Coco la historia completa detrás del fantasma.

– Espero que nadie la vea de camino a su habitación así. – murmuró Takuto al verla alejarse.

El humor del comandante del Elsior parecía ir mejorando gradualmente, pero todavía no se sentía del todo tranquilo. Por ahora, tenía que volver al puente para cumplir con sus deberes. Quizás una vez que terminara su turno habría pensado en qué hacer con el asunto de contarles a la Brigada Angel sus preocupaciones, y dirigirse a ellas con honestidad.

Esta historia continuará...


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