Consejos a la luz de la luna (5-1)

Ya habían transcurrido poco más de dos semanas desde que abordaron el Elsior por primera vez. Siendo sincero, Takuto no estaba seguro de que llegarían tan lejos, pero estaba feliz de lo que había logrado hasta ese momento.

Lester le había informado que, según las últimas transmisiones, la tercera flota aún debería tener algo de presencia en el sistema donde estaban, así que una vez que llegaran a Rhome, tendrían un respiro. Takuto esperaba que pudiesen llegar pronto, pues no veía la hora de reunirse con sus aliados luego de haber tenido que enfrentarse a tantas escaramuzas solos.

– Ah, cielos, ¿cuánto falta para que lleguemos a Rhome? Espero que pronto podamos contactar a las fuerzas aliadas. – comentó Takuto estirándose sobre su silla.

En ese momento se abrió la puerta del puente, y escuchó unas pisadas de tacones aproximándose. A estas alturas había aprendido a reconocerlas y supo que se trataba de Forte sin necesidad de darse la vuelta.

– ¿Hmm? ¿Acaso hay alguien en particular a quien quieres ver? – preguntó la pelirroja.

– Hola, Forte. – la saludó. – ¿Qué hay de nuevo?

– ¿Acaso necesito una razón para venir aquí? – dijo Forte, cruzándose de brazos. – ¿No se nos permite venir a conversar un poco?

– No, no me refería a eso. – Takuto se encogió de hombros. – Sólo que pensé que no vendrías aquí sólo para conversar de la vida diaria.

– Hmm, y diste en el clavo. – Forte sonrió complacida. – Aún no hemos recibido buenas noticias, así que vine a ponerme al tanto.

– Ya veo. Pero por desgracia, todavía no tenemos nada...

En ese momento, una señal empezó a pitar en la estación de Almo, que se dirigió a él de inmediato:

– Comandante Mayers, hemos recibido un mensaje. El código encriptado coincide con el de la flota imperial.

– Oh, y justo a tiempo. – dijo Forte sonriendo ampliamente.

– Ups, jajaja. – se rio Takuto. – Y yo diciendo que esperaba tener noticias de nuestros aliados. Hablando del diablo.

– ... Ya lo he desencriptado. Procedo a leerlo de inmediato. – dijo Almo. – «Esta es la tercera flota estacionada en el Sistema Gimson. Esta transmisión es para el Elsior. Si reciben este mensaje, por favor reúnanse con nosotros en el sistema Rhome. Los estaremos esperando en el punto YJn674».

– ¿La tercera flota? – Forte parecía algo sorprendida.

– ¡Eso significa que vienen para reunirse con el Elsior! – dijo Coco con alegría.

– El mensaje incluye dos puntos adicionales para reunirnos con ellos en caso de emergencia. – agregó Almo.

– Hrm... suena extraño. – dijo Lester, que no parecía compartir el entusiasmo de las dos operadoras. – ¿Cómo iba a saber la flota imperial que el Elsior estaba cerca?

– Bueno... si la flota de Eonia lo sabía, ¿qué hay de extraño en que lo sepan nuestros aliados? – preguntó Takuto.

– ¿Se te olvida que hemos estado viajando encubiertos para evitar atraer atención? – le recordó Lester. Takuto no pudo refutar esa lógica, tristemente.

– ¿Crees que... podría ser una trampa? – preguntó Forte. – Incluso en la flota imperial hay personas que estaban dispuestos a traicionarnos e irse con Eonia.

Takuto recordó su encuentro inicial con Rezom. Ese tipo no era la gran cosa, obviamente, pero había la posibilidad de que hubiese otros oficiales, y más competentes, que estaban dispuestos a venderse a Eonia. Lester, por su parte, ofreció otra posibilidad.

– ¿Crees que hayan podido filtrar el código de encriptación? No sería imposible...

– Pero, ¿no creen que deberíamos confiar en este caso? – dijo Takuto finalmente.

– ¿Por qué piensas eso? – preguntó Forte.

– Piensen en las probabilidades. Recibimos un mensaje en un área donde todavía la tercera flota mantiene su control. Siendo ese el caso, ¿no es más probable que venga de nuestros aliados que del enemigo? – Takuto se puo de pie. – Muy bien, iniciemos Chrono Drive, hacia el punto YJn674. Almo,conecta los altoparlantes a toda la nave.

https://youtu.be/xIrMvzEb_VI

De inmediato los motores del Elsior abrieron el umbral hacia el Chrono Espacio, y la nave comenzó el viaje. Eso de nuevo significaba que no tendrían que preocuparse de los enemigos por un rato, hasta la próxima salida. Una vez dentro, Takuto aprovechó de anunciar a toda la tripulación su siguiente destino, y los planes de reunirse con sus aliados. Ya podía imaginarse a todo mundo celebrando.

– Catorce horas y treinta minutos programados para el próximo Drive Out. – informó Almo.

– Entendido. – replicó Lester. – Entonces eso será todo por ahora.

– Desde que nos reabastecimos, hemos sido muy afortunados. – dijo Almo. – Tal vez nuestra suerte por fin está empezando a cambiar.

– Espero que así sea. – dijo Takuto. – Estoy impaciente porque volvamos al espacio normal, para ir hacia el punto de encuentro con nuestros aliados lo más pronto posible.

– No tenemos opción. – comentó Coco. – Hay un cinturón de asteroides en nuestro camino, así que tenemos que utilizar el Chrono Drive.

– Hemos estado viajando mucho por nuestra cuenta... – dijo el comandante. – Espero que podamos unirnos a ellos sin que haya incidentes...

– ¿Qué te pasa? ¿Ahora estás preocupado? – preguntó el adjunto.

– No, no realmente. – Takuto se encogió de hombros. – Sólo pensaba que mientras estemos aquí, no podré disfrutar de la felicidad de todos antes de reunirnos con nuestros aliados.

– ¿Por eso decidiste anunciarlo a toda la nave? – inquirió Lester, cruzándose de brazos.

– Como Comandante, quiero comprobar personalmente que todos estén felices. – Takuto se levantó de su silla. – Así que, me iré a dar una vuelta por un rato.

– Bien, no me molesta. – Lester sonrió. – Asegúrate de volver a eso de las 16:00 horas, ¿está claro?

– En una hora y media, entendido.

– Ah, Comandante. – lo llamó Almo. – Si va a patrullar por la nave, ¿cree que podría averiguar si el rumor sobre el fantasma es cierto?

– ¿Fantasma? – Takuto se sorprendió. – ¿De qué estás hablando?

– Oh, yo también lo escuché. – intervino Coco. – Dicen que, por la noche, aparece un fantasma que se parece a una enorme bola de masa.

Takuto arqueó una ceja. ¿Acaso se habría infiltrado algún otro dron espía que ahora se hacía pasar por un fantasma? No, eso no podía ser, en la última batalla no dejaron que el Elsior sufriera ningún impacto, así que no había forma de que lo introdujeran. Pero si realmente rondaba por allí, entonces...

– ¿Un fantasma con forma de bola de masa? – inquirió Lester. – Eso es estúpido. Quienquiera que lo haya visto debió tener alguna pesadilla por ver muchas películas de terror.

– Uhh... bueno, si insisten, lo verificaré. – dijo Takuto tratando de ocultar sus nervios. – De acuerdo, los veré de nuevo a las 16:00 horas.

Takuto abandonó el puente, y anduvo por el corredor hacia el elevador. Ya que no tenía planes en particular, pulsó un botón al azar y se dirigió hacia el bloque D. Pero al abrirse la puerta y salir al corredor, de pronto un fuerte olor le perforó las fosas nasales.

– ... Ugh... ¿qué diablos? ¿Qué es ese olor? – Por instinto se tapó la nariz, y trató de determinar de dónde venía. Tras un minuto o dos tratando de aguantarlo, se dio cuenta que venía del cuarto de almacenamiento. – No me digan que... ay no, ¿se habrá filtrado algún químico? ¡Esto podría ser malo!

Sin tardanza empezó a correr hacia el cuarto de almacenamiento, y efectivamente, el olor era todavía más fuerte allí. Empezó a mirar alrededor en busca de la fuente, aunque no tuvo que hacerlo por mucho tiempo.

– Oh, pero si es Takuto.

Al voltear al oír su nombre, se encontró con Ranpha, que estaba arrodillada junto a lo que parecían ser un montón de latas y botellas de aerosoles, con algunas cajas regadas a su alrededor con... ¿zapatos? Y lo más extraño era que no llevaba tapabocas ni nada para protegerse. ¿Cómo aguantaba ese olor?

– Ranpha, ¿qué estás haciendo aquí? – preguntó Takuto, algo irritado. – ¿Estás haciendo experimentos para crear un arma química o qué?

– Qué grosero. – dijo la rubia mirándolo enojada. – ¿Tú qué crees que quiero hacer con todos estos zapatos?

Al mirar más de cerca, efectivamente tenía un montón de zapatos puestos en fila, aunque ninguno de ellos se veía nuevo. Aun así, las latas y botellas parecían ser la fuente del olor, aunque no reconocía del todo lo que había en ellas.

– Hmm... ¿estás planeando vender tus zapatos viejos y los cosméticos que no necesitas? – preguntó Takuto, a medias en broma, a medias tratando de adivinar.

– Bzzzt, equivocado. – sonrió ella burlonamente. – La respuesta correcta es: estoy rediseñando mis viejos zapatos.

Takuto se sorprendió un poco de escuchar eso. Pensándolo bien, nunca la había visto así de productiva, aunque al menos ya entendía de donde venía el olor. Las pinturas y los solventes que estaba utilizando.

– Y entonces... ¿por qué lo estás haciendo aquí en el almacén? – se aventuró a preguntar el comandante.

– ¡¿Qué pregunta es esa?! – dijo ella indignada. – ¡Sería un problema si este olor se impregna por todo mi cuarto!

– Bueno, pero... – Esa parte podía entenderla, aunque realmente el hecho de que se estuviera filtrando fuera del almacén y que él pudiera olerlo desde el corredor era un problema. – Lo que quiero decir es, ¿por qué lo estás haciendo en primer lugar?

– ¿Recuerdas cuando los de Blancmanche estuvieron aquí? Vi todos sus productos y pensé que podría utilizarlos para hacer unos zapatos que quiero.

– ¿Unos zapatos que quieres? – Takuto la miró extrañada. ¿Por qué querría hacer unos zapatos si podría haberlos comprado? De pronto, la expresión de Ranpha se tornó algo tímida y desvió la mirada con algo de rubor en sus mejillas.

– ... Te lo diré si me prometes no decírselo a nadie más. – le dijo.

– Está bien, no diré ni una palabra. – replicó Takuto. Admitiéndolo, él tenía algo de curiosidad, y no era como que fuese el primer secreto que le estuviera guardando. – ¿De qué zapatos hablas?

– Jeje, muy bien, ¿realmente quieres saber? Entonces te lo contaré. – Ranpha se arrodilló, y cogió uno de los zapatos que estaban en fila. – Planeo usar estos zapatos para hacer los de "Tu nombre es Cenicienta".

– ¿"Tu nombre es Cenicienta"? – Takuto ladeó la cabeza. – ¿Qué es eso?

– ¡¿Cómo?! ¡¿No conoces esa obra maestra del drama?! – gritó Ranpha indignada. – ¡Cielos, no mereces ser calificado como humano!

Takuto se sintió un poco herido por ese comentario, pero ya estaba acostumbrado a los repentinos cambios de humor que podía tener Ranpha, así que mantuvo la calma, y simplemente le pidió que se explicara. De enojada, la expresión de la rubia se volvió soñadora mientras procedía a relatarle todos los detalles.

– Tras superar todas sus pruebas, la heroína se reúne con su amado, y juntos ambos bailan con las bendiciones de todos en el gran final. Aunque ya la he visto más de cien veces, todavía me conmueve, ahhh...

Takuto no pudo más que asentir. Él no era aficionado a las películas de romance, pero al parecer, a Ranpha le encantaban, por la forma en como hablaba de esta en particular.

– Estos serán los zapatos que la heroína lleva en la escena final. – explicó Ranpha. – Bueno, todavía estoy trabajando en ellos.

– ¿Y cómo vas? – preguntó Takuto.

– Eh... honestamente, no estoy muy segura de eso. – admitió la rubia. – Pero tengo la certeza de que un día podré tener unos propios, sólo para mí.

– Ya veo. – Ahora podía entenderlo un poco. – Las chicas siempre desean ser ese tipo de heroínas después de todo.

– Todas las chicas normales piensan así. – dijo Ranpha. – En algún momento todas queremos ser la heroína de nuestra propia historia dramática.

– ¿Y tú también deseas convertirte en una heroína, Ranpha?

– ¿Qué no es obvio? ¡Si he sido la heroína desde el principio! – dijo ella en un tono muy dramático. Takuto no pudo evitar llevarse la mano a la boca para contener la risa, y ella se molestó. – ... ¿Y tú de qué te ríes?

– De nada, perdón. – dijo él. – Es sólo que... siento que eso no te queda.

– ¿Y qué hay de ti? – Ella puso los brazos en jarras. – ¿Acaso nunca has soñado con ser un héroe?

– Ser un héroe no estaría mal, pero creo que una vida sin pruebas ni dificultades, y estar tranquilo y en paz sería mucho mejor. – dijo él despreocupadamente. Ranpha suspiró.

– Eso suena muy típico de ti. Pero creo que estaría en problemas si no te conviertes en el héroe.

– ¿Eh? – La respuesta de Ranpha lo pilló desprevenido.

– Aunque nos reunamos con nuestros aliados, eso no significa que nuestras peleas con el ejército de Eonia hayan terminado. – dijo ella en un tono muy serio que le hizo temblar un poco.

– Bueno... en eso tienes razón. – concedió él.

– Si lo comparamos con un drama, yo soy la heroína. Y Eonia y su ejército son los villanos. Entonces, ¿eso no significa que tú deberías ser el héroe? Entonces es tu turno. Aspira a convertirte en el héroe dando lo mejor de ti.

Takuto estaba un poco sorprendido. Aunque él no fuese aficionado a los dramas románticos como Ranpha, hasta cierto punto podía entender su punto de vista, si bien realmente no pensaba que tuviese madera para ser ese tipo de héroe. Pero luego de escucharla hablar tan apasionadamente de eso, no podía si no estar de acuerdo.

– Supongo que puedo intentarlo. Si no hago mi mejor esfuerzo, la heroína podría quedarse sola y a la deriva.

– Naturalmente. – asintió ella con satisfacción, mientras hacía una pose metiéndose las manos por detrás de la nuca para realzarse su cabellera. – Digo, ¿qué hombre no querría esforzarse por una belleza como yo?

– Sí, sí, lo entiendo. – dijo él un poco avergonzado. Ella lo miró enfurruñada.

– Qué respuesta tan débil. Takuto, ¿no me estabas escuchando?

– Claro que te escuché. – dijo él. – De todas maneras, ya tengo que irme. Asegúrate de limpiar el desastre y airear este lugar cuando hayas terminado, ¿de acuerdo?

Afortunadamente, Ranpha no protestó después de eso y volvió a su trabajo, aunque sus palabras le dejaron pensando profundamente. ¿En serio ella creía que él debería convertirse en ese tipo de héroe? Sinceramente él nunca aspiró a ello cuando se enlistó en la milicia, pero con todo lo que había pasado, quizás era tiempo de reevaluar esa mentalidad.

Estuvo a punto de seguir dando la vuelta por el bloque D, cuando en ese momento se acordó de otra cosa.

– Ah, es cierto. Le prometí al Príncipe Shiva que le enseñaría a jugar ajedrez.

Sin tardanza, volvió al elevador para regresar al bloque A, y fue a buscar algo en sus cajones. Había preparado una pequeña libreta con estrategias de ajedrez para principiantes, de modo que el príncipe pudiera consultarla si él no estaba disponible. Con eso en mente, se dirigió hacia el cuarto del príncipe, donde la sirvienta estaba montando guardia en la puerta como de costumbre.

– Buenas tardes, vengo a ver el príncipe Shiva. – le dijo.

– Discúlpeme, el Príncipe Shiva en este momento está...

– No me importa, déjalo entrar. – sonó la voz del príncipe desde el otro lado de la puerta. Eso los tomó desprevenidos a ambos, a Takuto y a la sirvienta.

– C-como desee. Comandante Mayers, por aquí, por favor.

Takuto asintió y la sirvienta le abrió para dejarlo pasar. Efectivamente, el príncipe los estaba esperando, y ya tenía consigo el tablero holográfico que le había regalado durante el reabastecimiento. Se veía de muy buen humor.

– Así que al fin vienes a verme, Mayers.

– Como se lo prometí, vengo para enseñarle a jugar al ajedrez. – dijo Takuto haciendo una ligera reverencia.

– He estado esperando muy ansioso. – dijo el príncipe. – Ya que no entiendo las reglas, no es fácil usar este tablero.

Takuto se imaginó que probablemente había intentado mover las piezas al azar, y el tablero le indicaba que era un movimiento ilegal. Bueno, por fin eso iba a cambiar.

– Sin embargo, Mayers, ¿no hay otra cosa de la que quieras hablar conmigo primero?

– ¿Algo más? – dijo Takuto. – Ah, ¿se refiere a que pronto nos reuniremos con la tercera flota? ¿No escuchó mi anuncio del mensaje que recibimos?

– No, debí perdérmelo mientras me encontraba durmiendo. – replicó el príncipe, y luego sonrió. – Ya veo. Así que pronto podremos organizar nuestra contraofensiva para derrotar a Eonia.

– No se adelante tanto, Príncipe. – le advirtió Takuto. – Aún no nos reunimos con la flota a salvo.

– ¿Pero no dices que recibiste un mensaje de la flota? – inquirió el heredero. – ¿O acaso piensas que hay algo sospechoso en esta situación?

– Es una posibilidad. – admitió el comandante. – El lema de los militares es "espera lo mejor, pero prepárate para lo peor". No hace daño ser cautelosos.

– Hrm... si lo pones de esa forma, puedo entenderlo. – dijo el príncipe.

– Como sea, ¿ya podemos comenzar con la lección de ajedrez? – dijo Takuto, queriendo desviar el tema para no tener que preocuparse de eso por un rato. – Le enseñaré lo básico. También, le preparé esta libreta con estrategias para cuando yo no esté aquí.

– Bien, en ese caso, serás mi maestro. Cuento contigo para que me enseñes bien.

Ya que la sala de audiencias tenía una gran mesa, los dos fueron a sentarse. Takuto comenzó a explicarle las piezas y cómo se movía cada una, y las designaciones de las casillas en el tablero. El príncipe no tardó mucho en asimilar la designación de las jugadas para tomar nota, y Takuto le explicó también de algunos movimientos especiales como el enroque o la captura al paso.

Una vez que el príncipe entendió lo básico de los movimientos, Takuto le ofreció jugar una partida con él, dejándole utilizar las piezas blancas para tomar la ventaja inicial. Takuto intencionalmente dejó que le capturase un par de peones al inicio para darle ventaja material, a cambio de despejar el centro y permitirle desplegar mejor sus piezas.

Para darle crédito, el príncipe había hecho una buena ofensiva y tenía ventaja material, contando con su propia reina, ambas torres y ambos caballos. Takuto incluso llegó a sacrificar su propia reina para alejar a la del príncipe, pero había dejado al rey blanco relativamente desprotegido en su esquina, y Takuto había podido cortarle todas las casillas de escape usando uno de sus alfiles y una de sus torres.

El comandante vio su oportunidad. Tenía dos posibles jugadas que le podrían dar la victoria, con el alfil o el caballo. Todo dependía de con qué respondiera el príncipe.

– Reina captura en D3.

La reina blanca se movió para capturar el peón negro en dicha casilla. Takuto no pudo evitar sonreír; era una jugada que amenazaba a su alfil en A3, y al mismo tiempo le bloqueaba mover su caballo hacia H3 para dar jaque al rey blanco.

– Torre hacia C3. – replicó Takuto. La torre negra se movió para bloquear el paso de la reina blanca y proteger a su alfil de casillas blancas. Naturalmente, el príncipe respondió capturando a dicha torre, y parecía muy satisfecho de sí mismo.

Y hasta cierto punto debería estarlo, ya que ahora tenía una ventaja material mayor. Pero había un problema: ahora la reina estaba sobrecargada, y sólo tendría una opción de movimiento en cada turno, no dos. Sin mencionar que no estaba en buena posición para defender al rey.

– Caballo a H3, jaque. – dijo Takuto.

El príncipe levantó las cejas. Lo miró a él, y luego al tablero. Parecía haberse dado cuenta que no tenía más movimientos posibles, excepto capturar al caballo que amenazaba a su rey usando la reina, y así lo hizo. Respiró momentáneamente luego de eso, pero Takuto ya estaba por darle el golpe final. Sólo dos movimientos más.

– Alfil a C5, jaque.

– Oh, eso no lo vi venir. – dijo el príncipe. – No tengo más opción, reina a E3.

– Alfil captura en E3, jaque mate. – concluyó Takuto, y el tablero holográfico se iluminó, declarándolo a él como el ganador.

– Wow, eso fue... muy intenso, Mayers. – dijo el Príncipe Shiva, que no parecía molesto por haber perdido. – Pensé que llevaba la ventaja por mis piezas, pero todo el tiempo me estabas llevando hacia tu trampa.

– No se sienta mal. Usted jugó bastante para ser la primera vez. Su error quizás fue que estaba dependiendo demasiado de su reina. – explicó Takuto.

– Aunque... para ganarme tuviste que sacrificar muchas piezas. – señaló el Príncipe. – ¿Estabas bien con eso?

– ¿Y por qué no iba a estarlo? – dijo Takuto encogiéndose de hombros. – Esto es sólo un juego.

– Sí pero... si tuvieras que hacer esa clase de sacrificios en el campo de batalla para lograr la victoria, ¿lo harías?

La pregunta dejó a Takuto congelado por un momento. Entendía lo que el príncipe quería decir, y en la milicia, los líderes muchas veces tenían que tomar ese tipo de decisiones por el bien mayor, lo cual a veces implicaba sacrificar tropas. Una razón por la que había declinado potenciales promociones de rango era para no verse en ese tipo de situaciones.

– Si le soy sincero, no me gustaría nada. – admitió Takuto. – Si por mí fuera, preferiría evitar las bajas en mi bando, o si es posible reducirlas al mínimo. He sido afortunado hasta ahora, ya que hemos ganado todos nuestros combates sin sufrir ninguna baja, pero no sé cuánto más podremos seguir así.

Aunque de nuevo, si bien habían ganado, muchas de sus victorias habían sido simplemente por haber salido ilesos. Y como su objetivo no era derrotar al enemigo sino llegar a su destino, escapar de ellos también contaba como una victoria.

No habría llegado tan lejos de no ser por la Brigada Angel, desde luego.

– Pero pronto llegaremos a Rhome, y al unirnos al resto de la flota, contaremos con más apoyo. – le recordó Takuto. – Ya no tendremos que estar peleando solos o huyendo de nuestros perseguidores.

– Sí, lo sé. – dijo el príncipe. – Bueno, he perdido. Agradezco mucho tus lecciones, Mayers. Seguiré practicando para nuestro próximo encuentro.

– Por supuesto. Con su permiso, me retiro.

Takuto hizo una reverencia y salió de la sala. Todavía había mucho tiempo antes de salir del Chrono Drive, así que seguiría haciendo su patrulla por el resto de la nave, para ver cómo estaban todos, y tal vez preguntar sobre el "fantasma" del que hablaron Almo y Coco.

Ya que seguía en los cuarteles, decidió ver a si algunas de las Angels estaban en sus habitaciones, acercándose primero a tocar la puerta de Mint.

– ¿Mint? ¿Estás aquí? – llamó.

– Ah, buenas tardes, Takuto-san. – respondió ella del otro lado. – Perdóname, ¿podrías esperar un minuto? Estoy algo ocupada con algo en este momento.

– Ah, está bien. Si estás ocupada puedo venir más tarde.

– No, no hay ningún problema. – insistió ella. Takuto se quedó esperando por un minuto, hasta que ella finalmente le abrió la puerta. – Perdona la espera, por favor pasa.

Takuto se extrañó un poco, preguntándose qué estaría haciendo, pero entró a la habitación, y Mint lo invitó a sentarse en su mesita.

– ¿Quieres que prepare algo de té? – ofreció la peliazul.

– No, no te preocupes, igual sólo venía de paso. – Takuto miró alrededor, y de pronto notó una enorme caja que estaba en el piso. Parecía lo bastante grande como para que cupiera una persona en ella, y se veía algo fuera de lugar en el cuarto de Mint. – ¿Y esa caja?

– Oh, esa caja es... una caja de ropa nueva que recibí durante el reabastecimiento. – dijo ella, riéndose nerviosa por alguna razón. – Estaba poniéndola en orden cuando llegaste.

– Ah, así que por eso me pediste esperar. Perdón por interrumpirte. – se disculpó él.

– Descuida, ya estaba terminando de todos modos. – replicó Mint. – Como sea, ¿puedo ayudarte con algo?

– De hecho, escuché que hay un fantasma rondando por la nave. – le explicó. – ¿No has escuchado algo al respecto, Mint?

– Un... ¿fantasma? – Mint parecía sorprendida. – ¿Me pregunto qué significa eso...?

– Dicen que por las noches aparece un fantasma que tiene la forma de una gran bola de masa. – explicó Takuto, sin poder evitar reírse un poco de la descripción. – O eso dijeron Almo y Coco, nunca escuché de un fantasma así.

– Por la noche... una gran bola de masa... e-eso es...

– ¿Te pasa algo, Mint? – preguntó Takuto. Mint parecía preocupada por alguna razón.

– N-no, no es nada. – dijo ella sonriendo de nuevo. – Suena un poco aterrador que haya cosas como esas acechando por la noche.

Takuto la miró extrañado. Una parte de él sospechaba que quizás ella supiera algo de ese fantasma, pero Mint no parecía alguien que creyera en ese tipo de historias. Aun así, sólo para estar seguros...

– Mint... ¿segura que no sabes nada?

– Sí, por supuesto. – aseguró ella, sin dejar de sonreír. – Quienquiera que lo haya visto debe haber estado imaginándose cosas. Yo no me preocuparía por eso.

– Bueno, quizás tengas razón. – dijo Takuto. Ya antes casi se había creído el cuento del doppelgänger espacial, pero esta vez incluso Lester había dicho que lo de un fantasma sonaba ridículo. – En fin, es mejor que siga con mi patrulla, nos vemos luego.

– Claro, gracias por visitarme. Cuídate.

Takuto salió de la habitación de Mint, y decidió olvidarse del fantasma por un rato. A continuación, tocó en las puertas de Forte, Vanilla y Ranpha, pero ninguna estaba en su cuarto, lo que le dejó finalmente en frente de la puerta de Milfie.

– Milfie, ¿estás aquí?

– ¡Sí, claro! – respondió ella con su usual tono alegre. – ¡Pasa por favor!

Takuto abrió la puerta, y como siempre, Milfie estaba de muy buen humor, aunque por alguna razón ahora estaba más alegre de lo usual. Antes de poder preguntarle, ella levantó algo entre sus manos.

– ¡Takuto-san, mira esto! – le dijo emocionada, y con estrellitas en los ojos.

– ¿Y esto? ¿No es una máquina para hacer palomitas de maíz? – preguntó Takuto, al mirarlo más detenidamente y darse cuenta que, en efecto, era una máquina de palomitas de forma cilíndrica.

– Sí, lo es. – asintió Milfie. – Mientras estábamos haciendo el reabastecimiento y organizando la carga, la compré durante la venta especial.

– Jaja, ya veo. – sonrió Takuto. – Con sólo verla me dan ganas de ver una película ahora.

– ¿Verdad que sí? Pensé que podría usarla para hacer palomitas para nuestro próximo picnic. Ya que nos vamos a reunir pronto con nuestros aliados, deberíamos hacer un picnic para celebrarlo.

Takuto no pudo evitar reírse por lo bajo. Milfie al parecer buscaba cualquier excusa para hacer un picnic, pero la verdad, él no veía razones para refutárselo, especialmente viéndola tan alegre ante el prospecto. Además, ¿sería tan tonto de dejar pasar la oportunidad de probar su comida de nuevo?

– En cualquier caso, ¿puedes ayudarme a probarlo? – pidió ella. – Acabo de sacarlo de la caja así que no he tenido oportunidad de hacer palomitas con él, no sé si funcionará.

– ¿Un experimento? Eso suena muy divertido. Le entro.

Los dos fueron a conectar el aparato. Primero lo primero, destapar el contenedor y verter en él una cantidad pequeña de aceite, luego una pequeña cantidad de maíz para palomitas. Las instrucciones advertían que una cantidad pequeña sería suficiente para llenar el contenedor una vez que los granos explotaran. Hecho esto, los dos prendieron el interruptor para ponerlo en marcha. Según las instrucciones, deberían estar listas en cinco minutos.

Así que ambos esperaron, y esperaron y esperaron, pero pasaron los cinco minutos y los granos todavía no se convertían en palomitas por alguna razón.

– ¿Todavía no?

– Ya van más de cinco minutos, los granos ya deberían haber estallado... – dijo Milfie algo deprimida. – ¿Estará descompuesto?

– ¿Quizás cometimos un error al encenderlo? – sugirió Takuto, revisando el aparato aunque sin acercarse por precaución.

Milfie probó subirle la temperatura con el dial, pero no pasó nada. Takuto sugirió que tal vez no tenía suficiente aceite así que le echó un poco más, pero se le fue un poco la mano, por lo que Milfie echó más maíz para compensar, pero eso tampoco sirvió de nada. Seguía sin hacer palomitas.

– Hmm... Forte-san dice que a veces las cosas se arreglan con un golpe. – dijo Milfie finalmente, y levantó su mano para dar un karatazo. – ¡Eii! ¡Milfie chop!

Y como por arte de magia, o quizás por obra de la suerte de Milfie, el aparato finalmente empezó a calentarse, y a hacer palomitas, llenándose poco a poco el recipiente.

– ¡Lo hice! ¡Ahora sí funciona! – exclamó Milfie. – ¡Wow, mira cómo estallan los granos, qué divertido!

En poco tiempo el recipiente de la máquina se estaba llenando a tope. Entre más comprimidas quedaran, mejor quedarían para comerlas. Tendrían muchas palomitas para comer y repartir a más no poder con los demás. Quizás deberían organizar una noche de películas para aprovecharlas.

Sin embargo, la alegría de ambos fue breve, ya que poco después el aparato empezó a echar humo.

– Eh... Takuto-san, ¿no hueles como que algo se quema?

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOMMM!*

– ¡¿KYAAAAAAA?!

La máquina terminó explotando, y una nube de humo los envolvió a ambos, poniéndolos a toser. Para cuando Takuto volvió a abrir los ojos y vio lo sucedido, se dio cuenta que ahora estaba tendido en el suelo, sobre lo que bien podría haberse descrito como una cama de palomitas de maíz, y con Milfie encima de él.

– *Cof, cof*, Milfie... *cof,cof*, ¿te encuentras bien?

– S-sí... *cof-cof*. – respondió la pelirrosa. – De alguna manera... ¿tú estás bien?

– Sí, de maravilla. – replicó él. – Pero vaya, qué explosión. Todo el maíz se reventó de una sola vez.

– Probablemente sea por culpa de mi suerte. Lo siento, Takuto-san.

– No tienes que disculparte. – dijo Takuto restándole importancia. – Lo divertido de la vida son las cosas inesperadas que suceden.

– A... ajá... um, ¿entonces no estás enojado? – inquirió ella, al parecer preocupada.

– ¿Por qué iba a estarlo? Nunca es aburrido pasar el rato contigo. No voy a enfadarme por esto. – Takuto decidió coger un puñado de palomitas para probarlas, ya que no veía sentido desperdiciarlas. – Hmm... están buenas, pruébalas, Milfie.

– Hmm, nom, nom... ¡oh, tienes razón! – Milfie cogió otro puño para empezar a comerlas. – ¡Están deliciosas! Pero son demasiadas para nosotros dos solos.

– Sí, creo que hicimos demasiadas. – admitió Takuto. – ¿Qué tal si llevamos el resto a la cafetería?

– Buena idea, así podemos compartirlas con todos.

– Ah... y por cierto, Milfie...

– ¿Sí?

– ¿Si fueras tan amable de quitárteme de encima? Lo apreciaría mucho. – dijo tímidamente el peliazul, luego de darse cuenta que ya llevaban un buen rato en esa posición tan comprometedora. Y por mucho que lo estuviera disfrutando, no quería abusar de ello.

– ¡Kyaaa! ¡L-lo siento! – exclamó ella, parándose de un salto.

Antes de irse decidió ayudarle a limpiar un poco el desastre y empacar todas las palomitas que pudieran para después llevarlas a la cafetería. Con eso sin duda habría por lo menos para una o dos noches de películas con toda la Brigada Angel. Takuto no sabría decir si ese pequeño percance fue algo afortunado o no, pero igual que sucedió con Ranpha en el almacén, esto no se le olvidaría en un futuro cercano.

...

Luego de terminar de limpiar el desastre en el cuarto de Milfie, Takuto decidió bajar al bloque D, y se dirigió hacia el hangar. Cuando entró, notó que la mayoría del personal estaba en descanso, excepto por Creta y unas cuantas asistentes que hacían el mantenimiento habitual a los Emblem Frames.

Y había alguien más acompañándolas.

– Hola, Sr. Comandante. – lo saludó Forte. – ¿De patrulla otra vez?

– ¿Qué otra cosa si no? – replicó él. – ¿Y qué hay de ti, Forte? ¿Haciendo ajustes a tu Emblem Frame?

– Sólo los de rutina. – dijo ella encogiéndose de hombros. – Como piloto, es mi deber asegurarme de que todo funciona en perfecto orden.

– Sí, por supuesto... – asintió él, y luego agregó por lo bajo: – Espero que no suceda nada malo...

– Vigila lo que dices. – dijo Forte muy seria. – ¿No se supone que pronto nos vamos a encontrar con nuestros aliados?

– Bueno...

Takuto no pudo evitar tragar algo de saliva. Forte era una mujer muy atractiva, pero cuando se ponía seria, podía ser bastante intimidante. Posiblemente fuese debido a su estatura; Takuto pensaba que tal vez Lester era el único a bordo del Elsior que era más alto que ella. Y con esa mirada penetrante, no se sentía capaz de mentirle. Tal vez con ella sí fuera capaz de ventilar esa espinita que lo estaba molestando desde hacía rato.

– Si te soy sincero, no puedo garantizarlo. – admitió él. – De hecho, no he podido evitarlo, pero tengo un mal presentimiento por alguna razón. Algo me dice que no podremos reunirnos con nuestros aliados pronto.

– Un presentimiento, ¿eh? – dijo Forte en voz baja.

– Ah, disculpa. No quería decir algo que pudiera preocuparte. – Takuto levantó las manos por puro reflejo, pero Forte le sonrió.

– No, está bien. Aprecio mucho que seas capaz de ser honesto.

– ¿Qué quieres decir? – inquirió él.

– Si crees que no es nada, podríamos caer en una emboscada. Pero en cambio, si estás preparado, no habrá ningún problema.

Takuto se puso a pensarlo un poco, y se dio cuenta que Forte tenía razón. Ahora lo tenía un poco más claro, y se sentía muy aliviado de haber podido sacarse esa espinita con ella.

– Pero oye, si necesitas algo, puedes hablar conmigo o con el resto de la Brigada Angel, con toda confianza. Sabes que estamos aquí para ti, ¿verdad?

– Sí, creo que eso haré. – dijo Takuto, ya sintiéndose un poco más tranquilo luego de hablar con ella. – Bueno, es mejor que siga con mi patrulla por un rato. Nos veremos luego.

Se despidió de Forte y salió del hangar. Pensándolo bien quizás necesitara relajarse un poco, así que aprovechando que estaba todavía en el bloque D, decidió dirigirse hacia la sala de la ballena espacial. Tal vez hablar con Kuromie le ayudara un poco, y el ambiente de la playa sería muy tranquilizador si todavía quedaba algo.

Mientras caminaba por la arena en dirección hacia la oficina de Kuromie, vio que alguien salía de allí. No tardó mucho en reconocer que se trataba de Vanilla, que se sorprendió un poco de verlo.

– Ah, hola, Vanilla. – la saludó. – ¿Qué haces por aquí? ¿Ocurre algo?

– No, no realmente...

Había algo inusual en la inflexión de Vanilla. No era su tono monocorde inexpresivo de siempre, sino que casi sonaba... ¿tímida? Y también, se acordó de algo más.

– Ahora que lo pienso, nos encontramos aquí cuando Milfie me estaba dando el tour por la nave. – dijo Takuto. – Pero normalmente estás en la enfermería, ¿también vienes aquí?

– Sí, a veces...

– ¿Oh? ¿Y qué haces? – preguntó interesado.

Vanilla no respondió, sólo desvió la mirada ligeramente. Con lo pálida que era, se podía notar el ligero rubor en sus mejillas. Parecía que le daba vergüenza por alguna razón. En cuanto a Takuto, la curiosidad le estaba ganando, y aunque una parte de él se sentía mal por entrometerse, realmente deseaba saberlo.

– ¿Te gusta la playa? – se aventuró. El ambiente era relajante y seguro a todos les gustaba pasar un rato agradable aquí.

– ... No es del todo correcto... – respondió ella.

– Hmm... en ese caso... ¡Ah, ya sé! Seguro te gustan los animales de aquí, ¿verdad? – preguntó Takuto. – La ballena espacial, y también los conejos, las aves y todas las demás criaturas.

Fue muy breve, pero esa pregunta sí le sacó una reacción a Vanilla. Y sin decir más, la peliverde giró sobre sus talones, salió corriendo y se dirigió hacia la salida, dejando al comandante totalmente perplejo. Takuto intentó llamarla, pero ella no dio la vuelta, desapareciendo tras la puerta.

– Ah, vaya. Esa fue una reacción muy inusual. Me pregunto si dije algo malo.

Sin más que hacer, se dirigió a ver a Kuromie en la oficina. Tal vez a él podría preguntarle sobre Vanilla. Respiró profundo, y tocó a la puerta, y el cuidador vino a abrirle de inmediato.

– Ah, hola, Takuto-san. ¿Puedo ayudarte en algo?

– No, sólo estoy de paso, pero gracias. – replicó el comandante. – Por cierto, hace un momento me topé con Vanilla.

– Ah sí, Vanilla-san viene de visita muy a menudo. – dijo Kuromie con una gran sonrisa. – Le gusta mucho observar a los animales.

– Ya veo. – asintió Takuto. Qué conveniente, no tuvo que preguntarlo después de todo, aunque ya que estaba en el tema, podría aprovechar de averiguar un poco más al respecto. – Pero ¿sólo los observa? ¿No los acaricia o juega con ellos?

– No, sólo se limita a observarlos. – dijo Kuromie. – Nunca le he preguntado si quiere jugar con ellos, especialmente ya que son muy mansos, pero creo que tal vez eso le gustaría. Y a ellos también.

– ¿Lo dices en serio? – preguntó Takuto, ya bastante interesado.

– Es un poco difícil leer a Vanilla-san, pero estoy seguro de que tengo razón. – dijo Kuromie. – Al menos, es lo que creo por la forma en que siempre observa a los animales cuando viene aquí.

Takuto se quedó pensando en ello. Así que su pequeña corazonada resultó ser cierta, aunque fue una lástima que la peliverde se hubiese ido corriendo de esa forma. La verdad él no lo entendía, no creía que fuese algo de lo que avergonzarse, y hasta pensaba que sería un aspecto suyo realmente adorable. Vanilla era muy trabajadora y a veces actuaba más madura de lo que se esperaría de su edad, pero era un alivio ver que como todas las demás Angels también tenía sus aficiones y cosas que disfrutaba de hacer fuera del trabajo.

Tal vez la próxima vez que la viera le sugeriría que fueran a ver a los animales juntos, y quizás hasta le daría un pequeño empujoncito para que jugara con ellos. Eso le gustaría verlo.

Takuto le agradeció a Kuromie por su tiempo, y el cuidador como de costumbre le ofreció consultar con la ballena espacial los sentimientos de la Brigada Angel. Esta vez, las imágenes de todas que aparecieron en su cabeza se notaban mucho más alegres en general, ya que incluso la propia Vanilla parecía esbozar una pequeña sonrisa. Incluso Forte parecía más animada de lo usual, sonriendo de oreja a oreja como si estuviese tramando algo. ¿Qué podría ser?

Después de salir de la sala de la ballena espacial, Takuto vio que le quedaba algo de tiempo antes de las 16:00, y decidió dirigirse hacia el gimnasio. Aunque había podido relajarse un poco, la preocupación latente sobre la reunión con sus aliados pareció volver aresurgir. Tal vez ejercitarse un poco le ayudara a olvidarse de ello por un momento.

Después de cambiarse en el vestidor para ponerse ropa de entrenamiento, Takuto se dirigió a usar algunas de las máquinas del gimnasio. Ya que no había más nadie, decidió empezar primero con la bicicleta estacionaria para calentar un poco. Tras diez minutos, se fue hacia la máquina de remos. No la había usado en mucho tiempo, pero decidió ver si podía hacer repeticiones con un poco más de peso que la última vez.

Al principio no le fue tan mal, pero luego de la tercera serie, ya los brazos empezaban a dolerle un poco, al grado que tuvo que estirarse un poco y dejarlos colgando después de terminar. Quizás luego usaría la caminadora para descansarlos un poco.

– Nnngghhh... uff, estoy algo oxidado. – dijo mientras se sentaba. – Cielos, espero que las cosas se pongan más fáciles cuando nos reunamos con nuestros aliados. Ah, quiero acabar rápido esta guerra para volver a mi vida tranquila.

– Óyeme, jovencito, ¿qué acabas de decir?

Takuto casi se sobresaltó, y empezó a mirar frenéticamente a todas partes. Tardó un poco en darse cuenta que la voz que le habló fue la de Forte, y efectivamente allí estaba ella, junto con Mint que parecía estar riéndose por lo bajo. Ay no, ¿acababan de escucharlo?

– Jijiji, por supuesto que escuchamos, Takuto-san. – dijo Mint.

– Jejeje... oigan, n-no me malinterpreten. – dijo intentando cubrir apariencias, aunque como Mint acababa de leerle el pensamiento, dudaba que sirviera de algo. – Es sólo un deseo general. Soy un tipo al que le gusta holgazanear, ya saben.

– Decir que el comandante está enfermo porque no hace ejercicio no es algo para reírse. – dijo Forte muy severamente. – ¿No deberías entrenar un poco más duro?

– Tal vez hacer estiramientos por la noche te ayudará a dormir mejor. – sugirió Mint. – A mí siempre me funcionan.

– ¿De verdad, Mint? – preguntó Takuto interesado. Quizás debería intentarlo.

– Sí, últimamente me he quedado despierta hasta muy tarde por la noche. – respondió la peliazul. – Espero que cuando despierte nos hayamos reunido con nuestros aliados.

– Todavía no lo hemos hecho. – señaló Forte en tono muy cauteloso. – No debemos bajar la guardia.

– ¿Eso crees? – preguntó Mint. – ¿Acaso hay algún peligro?

– No, no diría que sea un peligro, y no es que esté seguro de nada, pero... – Takuto no se atrevía a completar la frase. Tenía la extraña sensación de que podría echarles una maldición si lo hacía. Afortunadamente, Forte decidió hacerlo en su lugar.

– Tiene un mal presentimiento. Y personalmente, yo confiaría en su instinto. Sólo para estar seguros, deberíamos ir con cautela.

– Es cierto. – asintió Mint, bajando sus orejas telepáticas. – No hay que contar los pollitos antes que salgan del cascarón.

Al ver a ambas Angels, la preocupación que tenía antes y que intentaba despejar de su mente volvió. No sabía qué debía decirles: por un lado estaba de acuerdo en que debían ir con cautela, pero por el otro, pensaba que expresar sus preocupaciones abiertamente podría atraer un mal augurio. En ese momento, sentía que tenía que proyectar confianza por el bien de sus subordinadas.

– Oigan, lo que sea que suceda, nos las arreglaremos de alguna manera. – les dijo, tratando de sonar positivo. – Después de todo, hemos superado todos los obstáculos hasta ahora, ¿no?

– Jejeje, es cierto, será como siempre, ¿verdad, Takuto-san? – dijo Mint.

– Así me gusta. – agregó Forte. – Cuando proyectas esa confianza, todo sale bien.

– Eso espero. – dijo él. – Y en caso de que surja algo, cuento con ustedes. No hay nada que la Brigada Angel no pueda hacer, ¿cierto?

Eso pareció devolverles el ánimo a ambas. Si ellas confiaban en él como su comandante, lo menos que podía hacer era confiar en ellas como sus subordinadas. Después de todo, habían podido superar todo lo que Eonia les había tirado sin demasiadas complicaciones, incluyendo ese ataque de los Hell Hounds, y una vez que se reunieran con el resto de la flota, podrían contar con más apoyo y dejar simplemente de golpear y huir.

Entonces, ¿por qué todavía no lograba sacudirse de encima esa dichosa espinita?

Esta historia continuará...

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