Confiando tu espalda (9-1)
Mientras observaba las estrellas desde el ventanal de su nave insignia, el legítimo Emperador de Transbaal sentía que lo invadía una sensación de incertidumbre. Esperaba que darles a la flota del antiguo régimen una muestra de su poderío finalmente les enseñaría que era inútil oponerse a él, y de no ser así, simplemente los aplastaría para quitarlos de su camino.
Pero ocurrió lo impensable. Incluso tras la demostración de poder de la Luna Negra, los Emblem Frames y el Elsior de alguna forma lograron plantarle cara y los obligaron a replegarse. Eonia no quería admitirlo de frente, pero en ese momento sintió... miedo. Había muchas cosas sobre la tecnología perdida que desconocía, y el hecho de que en las filas de sus enemigos se ocultase un poder como ese, capaz de hacerle frente a la mismísima Luna Negra, era inquietante, por no decir menos.
Una puerta que se abrió y unos pasos familiares le hicieron salir de su reflexión. Naturalmente, ya sabía quién era antes incluso de voltear.
– Noa, por fin has vuelto. – le dijo a la pequeña niña.
– He echado un vistazo al enemigo. – dijo Noa. – Están desesperadamente intentando reunir su fuerza. Puede que aún quieran resistirse, pero será inútil. Y al parecer, el Elsior y los Emblem Frames se dirigen hacia la Luna Blanca.
– ¿La Luna Blanca? – Eonia se sorprendió al oír la noticia. – ¿Qué están planeando?
– Creo que tiene que ver con las alas de los Emblem Frames. – respondió Noa.
– Esas alas... ¿sabes lo que eran, Noa? – le preguntó. Esas alas... esas dichosas alas, parecían haber sido la causante de que su victoria final se le escapara de entre las manos.
– Parecen ser un eliminador de límites... no, más bien podríamos decir que son las formas originales de los Frames. – declaró Noa. – Y creo que el Elsior podría ser igual.
– Hrm... dadas las circunstancias, podrían convertirse en un gran problema. – murmuró Eonia.
– No tienes que preocuparte por nada, Onii-sama. – dijo Noa con una gran sonrisa. – Sólo déjaselo todo a Noa. No hay nada que no pueda hacer. Después de haber analizado esas alas, nuestros Emblem Frames no serán derrotados.
– Me da gusto escuchar eso. – dijo Eonia complacido. – Sin embargo, ¿estás segura que esos cinco pueden manejar tus Emblem Frames?
– No hay diferencia sin importar quien los pilotee. – replicó Noa. – Cualquier humano puede hacerlo.
Eonia levantó una ceja. ¿A qué se referiría con eso? Noa sin embargo ni siquiera se inmutó, simplemente mantuvo su sonrisa de siempre.
– En cualquier caso, creo que deberíamos ser los primeros en llegar a la Luna Blanca. – continuó.
– Ah, es cierto. – asintió Eonia. Estaba también ese otro asunto. – Sin embargo, ellos son más rápidos que nosotros. Tendremos que retrasarlos de alguna manera.
En ese momento Sherry, que había permanecido al margen durante toda la conversación, dio un paso al frente e hizo una reverencia.
– Permítame ser yo quien se encargue de esa tarea, Lord Eonia.
– ¿Sherry? – inquirió Eonia.
– Por su bien, le prometo que definitivamente destruiré a esos Emblem Frames. – declaró con convicción. – ... Aunque me cueste la vida.
El tono en que lo dijo le produjo un desasosiego a Eonia. Conocía bien a Sherry, y sabía que ella sería capaz de dar la vida por él. Sin embargo, él no deseaba que ella hiciera eso. Quería tenerla a su lado al momento de su triunfo.
– Sherry... eres una subordinada muy importante para mí. – dijo Eonia. – Aprecio tus sentimientos, pero por favor, no hagas nada imprudente.
– Mi mayor y único deseo es serle de utilidad. – respondió ella. – Esa es mi única razón de vivir. No puedo evitar sentirme preocupada. Es decir, ¿no he fallado en cumplir sus expectativas?
Eonia entendió a lo que Sherry se refería. Obviamente, a su misión de capturar al Elsior para traerle a Shiva. Aunque muchos otros probablemente la habrían castigado severamente o quizás incluso ejecutado por su fracaso, Eonia sabía que ella no tenía la culpa. Él había subestimado a sus adversarios todo este tiempo y la responsabilidad de ello caía únicamente en él.
– ... No... – Eonia negó con la cabeza. – Cuando fui desterrado del imperio, tú fuiste mi seguidora más leal. Y deseo que eso continúe en el futuro. Derrota a esos sujetos, y asegúrate de volver a mi lado.
– Mi señor, gracias por el placer. Esas palabras me darán la fuerza que necesito. – dijo Sherry haciendo una profunda reverencia. Después se puso de pie y continuó. – Por favor, aguarde por las buenas noticias. Tomaré prestados a los Hellhounds para esta misión.
Sherry se dio la vuelta y abandonó el puente, dejando a Eonia y Noa a solas. A pesar de que confiaba plenamente en su subordinada, no podía sacudirse de encima la preocupación. Si algo llegaba a suceder, se contentaría con que sólo los retrasara el tiempo suficiente, y luego se retirase para volver con él. Pero conociéndola, seguro intentaría ir todo el camino y destruir al Elsior. Naturalmente eso le daría la victoria instantánea en esta guerra, pero no valdría el precio si ella llegaba a perecer en el proceso.
– Sherry...
– Jejeje... – se rio Noa. – Qué extraño. ¿Las palabras le darán fuerza? ¿Acaso esa persona tiene una falla en su cerebro?
Eonia le lanzó una mirada de reojo a Noa. No le pareció nada divertido ese comentario que hizo, pero no dijo nada. Aunque una parte de él supiera que había algo de verdad en ello; las palabras no siempre bastaban.
...
Luego de que Creta compartió su descubrimiento sobre el Elsior y los Emblem Frames, Takuto contactó a su viejo mentor para relatarle todos los pormenores al respecto. Por seguridad, en caso de que la flota de Eonia pudiese interceptar sus comunicaciones, Takuto decidió que sería mejor contarle todos los detalles en persona, de modo que el ahora Almirante Luft se encontraba junto con él y Lester en la habitación del comandante, escuchando atentamente a todo lo que tenían que decirle.
Sobra decir que el veterano oficial estaba tan sorprendido como el resto de ellos con esta nueva información.
– Ya veo. – asintió Luft una vez que terminaron con su relato. – Es increíble, que la Luna Blanca, los Emblem Frames y el Elsior guardaran un secreto como éste...
– Así es. – confirmó Takuto. – Ahora ve por qué le pedimos que viniera todo el camino hasta aquí, Comodoro Luft.
– En efecto. – Luft se cruzó de brazos y adoptó un semblante muy serio. – No era algo que pudiera decirse por comunicaciones. Pero para ser honesto, también me sorprendí al ver esos datos. El imperio ha sido bendecido por la tecnología perdida, y todos reverenciamos a la Luna Blanca, pero ninguno de nosotros podría haberse imaginado que hubiese armas en ella...
– Para confirmar si es cierto, debemos ir a la Luna Blanca. – dijo Takuto.
– Por cierto, Comodoro Luft. – intervino Lester. – ¿Cómo va la reorganización de la flota?
– Tan bien como cabría esperar. – dijo Luft con algo de resignación. – Todavía necesitaremos tiempo para reparar las naves dañadas y reunir a las fuerzas exteriores para fortalecer nuestras filas. Pero independientemente, ahora estamos demasiado cortos como para hacerle frente a la flota de Eonia.
– Sin embargo, nuestra prioridad ahora es llegar a la Luna Blanca, antes de que Eonia lo haga. – señaló Takuto.
– Hrm... eso suena a que tú y el Elsior tendrán otra dura tarea por delante. – dijo Luft.
– Será una pelea difícil, pero estamos listos para ella. – replicó Takuto con determinación. – Estaremos bien. Ya nos hemos acostumbrado a las tareas difíciles.
– El Elsior es la única nave que puede llegar a tiempo, así que nuestra ruta ya está trazada. – corroboró Lester.
– Jejeje... puedo ver que ambos han crecido mientras yo no estaba observando. – El antiguo Comodoro sonrió complacido ante sus dos estudiantes, y asintió con aprobación. – Sabía que no me había equivocado al dejarles a ustedes dos el mando del Elsior.
– Y gracias a eso, nos metimos en un montón de problemas. – bromeó Takuto a medias. – Por favor déjelo en nuestras manos.
– Sin embargo, el problema ahora serán las reparaciones y suministros. – señaló Lester. – Puede que tengamos que seguir peleando contra la flota de Eonia por el camino, así que tendremos que cubrir eso...
– Hrm... – Luft se llevó la mano al mentón. – Sin embargo, ahora mismo ni Fargo ni Rhome se encuentran en condiciones para... ¡ah! Ya lo tengo, podríamos...
– ¿Se le ocurrió algo? – preguntó Takuto.
– Mmm, el planeta Blancmanche. – dijo Luft, para sorpresa tanto de Takuto como Lester.
– El planeta Blancmanche... – dijo Takuto. – ¿Quiere decir...?
– Así es, la sede principal de la Corporación Blancmanche. – confirmó Luft. – El planeta se encuentra entre nuestra ubicación actual y Transbaal, podrían reabastecerse allí.
– Ciertamente, ya tenemos un precedente de haber conseguido suministros con Blancmanche. – dijo Lester, recordando su aprovisionamiento anterior en el sistema Tormina. – Seguro podremos volver a negociar con ellos de nuevo.
– Muy bien, en ese caso, ponte en contacto con Blancmanche de inmediato. – dijo Takuto.
– Entendido. – asintió Lester. – Regresaré al puente. Con permiso, Comodoro Luft.
Lester salió de la habitación, dejando a Takuto a solas con Luft. Aún había otras cosas que necesitaban discutir, pero en ese momento Takuto no estaba seguro de por dónde empezar. Aunque de manera irónica, su antiguo mentor estaba por recordarle algo que con todo el ajetreo por lo sucedido se le había olvidado.
– Por cierto, Takuto, ¿no ha sucedido algo extraño por aquí últimamente?
– ¿Algo extraño? – preguntó Takuto.
– He escuchado algunos reportes de los soldados sobre una intrusa en varias instalaciones y naves militares. – explicó Luft.
– ¿Una intrusa? ¿Será una espía de Eonia? – sugirió Takuto.
– Aquí es donde se pone extraño. – continuó Luft. – La intrusa supuestamente era una niña de cabello rubio, que parecía estar mirando alrededor con curiosidad. Pero cuando intentaron acercarse a ella, desapareció como si fuera humo.
Una niña de cabello rubio, y que desapareció sin más... ¿acaso el Comodoro se estaría refiriendo a esa niña Noa que vio el otro día en el hangar?
– ¿Acaso sabes algo, Takuto? – preguntó muy seriamente Luft, al parecer notando su expresión.
– Ah, bueno...
Pero antes de poder responderle, empezaron a sonar las alarmas, y también su comunicador. Takuto contestó de inmediato.
– ¡Comandante Mayers! – era la voz de Coco. – ¡Problemas! ¡La Luna Negra ha comenzado a moverse, y está saliéndose de la órbita del planeta Rhome!
– ¡¿Qué dijiste?!
– Maldición... ¡parece que Eonia ha decidido hacer el primer movimiento! – dijo Luft alarmado.
– Así parece. – Takuto estuvo de acuerdo. – Seguramente ya sabe que planeamos ir a la Luna Blanca y tratará de llegar antes que nosotros.
– En ese caso, tienes que ponerte en marcha. – dijo Luft. – Regresaré a mi nave de inmediato. Todo depende de ti, Takuto.
– Sí, señor. – Takuto hizo el saludo militar. – En cuanto nos hayamos reabastecido en Blancmanche, iremos directo hacia la Luna Blanca.
– Cuando las fuerzas de aquí estén preparadas, los seguiremos. – dijo Luft. – Nos veremos de nuevo en nuestra estrella natal.
Después de que el Comodoro se fuera, Takuto se dirigió a toda prisa hacia el puente, donde le esperaban Almo, Coco y Lester ya en sus puestos. Takuto se sentó rápidamente en la silla del comandante, pues no podían perder ni un instante.
– Escuchen todos, vamos a partir de inmediato. – les dijo. – ¿Ya lograron ponerse en contacto con la Corporación Blancmanche?
– Sí, señor. – dijo Almo. – Dijeron que podremos reabastecernos y hacer reparaciones en la estación orbital sobre su planeta.
– Buen trabajo. Comiencen el Chrono Drive de inmediato. Destino, el planeta Blancmanche.
https://youtu.be/xIrMvzEb_VI
Afortunadamente y para variar, esta vez no tuvieron que preocuparse por que hubiera enemigos esperándolos en su destino tras salir del Chrono Drive. Al parecer, la flota de Eonia no se anticipó del todo a su curso ni predijo dónde harían escala para abastecerse. En cuanto llegaron, los ejecutivos de la corporación Blancmanche ya los estaban esperando. El Elsior atracó en la estación orbital para empezar las reparaciones y el reabastecimiento lo más pronto posible. Aunque durarían algunas horas, esta vez tomarían solamente lo esencial para no perder demasiado tiempo, pues tenían que llegar a la Luna Blanca lo más rápido posible.
– Tengo un reporte de la sala de control orbital. – informó Almo. – La última nave con nuestros suministros ha llegado.
– Entendido. – dijo Takuto. – Una vez que hayamos terminado con las reparaciones, podremos estar un poco más tranquilos.
– Ya que Blancmanche nos está ayudando con las reparaciones, seguramente terminaremos más rápido. – dijo Coco. – De verdad que nos han salvado con su ayuda.
– Así es. – asintió Takuto. – Como está tranquilo aquí, ya estarán listos y esperándonos.
– Por otro lado, el movimiento tomará algo de tiempo. – indicó Lester. – Será un poco arriesgado, pero si utilizamos el Chrono Dirve para dar saltos de larga distancia, tengo la certeza de que podremos llegar a tiempo, y atravesar las líneas enemigas.
– Sí, tenemos que llegar a toda costa a la Luna Blanca primero. – dijo Takuto.
Ese era el objetivo principal. No sólo para conseguir ese cañón para el Elsior, sino también porque Takuto tenía muchas más preguntas que hacerle a Lady Shatoyarn. Tanto de la nave y los Emblem Frames, como sobre el príncipe Shiva. No sabía si conseguiría respuestas, pero por lo menos haría el intento.
– Comandante Mayers. – dijo Almo en cuanto sonó una señal de comunicaciones. – Tenemos una transmisión para usted de Darno Blancmanche.
– ¿Darno Blancmanche? Ah, claro, es el padre de Mint. – recordó Takuto. – Abre un canal, por favor.
Almo tecleó y en el monitor principal apareció el hombre en persona. Igual y como Takuto lo recordaba del mensaje que le mostró Mint semanas atrás durante su estadía en Tormina.
– Oh, así que tú eres el comandante. Por fin puedo conocerte, soy Darno Blancmanche. – dijo en un tono cortés, pero a la vez imponente.
– Soy el comandante Takuto Mayers. Es un honor conocerlo, Sr. Blancmanche. – respondió Takuto.
– Estoy en deuda contigo por haber cuidado de mi hija. – dijo el Sr. Blancmanche. – Y por favor, siéntete libre de llamarme Darno.
– Está bien, Darno. Le agradecemos que venga personalmente a ayudarnos con nuestras reparaciones y suministros.
– No, no hay necesidad de agradecerme. – replicó el hombre. – El Grupo Blancmanche hará todo lo posible por apoyarlos. Después de todo, nosotros también hemos sufrido por culpa de la revuelta de Eonia. Ya hemos tenido pérdidas incalculables en nuestros activos.
Takuto sonrió nerviosamente ante ese comentario. A pesar de que los estaba ayudando, era evidente que Darno Blancmanche seguía siendo un hombre de negocios, y tenía sentido que en parte la razón de apoyarlos era para terminar con la guerra y con eso poder recuperar sus pérdidas.
– Si ese hombre arrogante continúa, toda la economía del imperio colapsará, y Blancmanche también se hundirá con ella. – continuó. – Espero que puedas ponerle fin al golpe de estado a cualquier costo. Cuento contigo.
– Por supuesto, señor. – dijo Takuto. – Haré todo lo que esté en mis manos.
– Muy bien. Por cierto, ¿sabes en dónde está Mint ahora? – le preguntó repentinamente.
Takuto se congeló momentáneamente antes de responder. Esto era un asunto delicado, y tenía que tratarlo con mucha cautela.
– Eh... ¿Mint no ha contactado con usted? – preguntó Takuto, buscando fingir algo de ignorancia.
– Así es. No ha venido a casa en un largo tiempo. Me gustaría poder hablar con ella al menos un poco.
Por lo que Takuto pudo ver antes, la relación de Mint y su padre parecía estar algo tensa, o por lo menos distante. Sin embargo, el hecho de que estuviera preguntando por ella ahora evidenciaba que al menos se preocupaba por ella. Seguía siendo su padre después de todo, y quizás simplemente no elegía la mejor forma de demostrarle su afecto.
Después de mucho pensarlo, Takuto decidió que el señor Blancmanche merecía saber la verdad. Tendría cuidado de no faltarle al respeto, a riesgo de que pudiese retirar su apoyo si se sentía insultado, pero si realmente quería a su hija, seguramente lo entendería.
– Bueno, creo que en este momento Mint... no desea verlo. – le dijo. – Es decir, no creo que tenga deseos de venir a casa.
– Ya veo. – Darno bajó ligeramente la mirada. – Tal parece que mi hija me odia.
– No creo que lo odie, señor. – continuó Takuto. – Pero ya sabe, hay momentos en los que los hijos tienen que tomar sus propias decisiones, sobre lo que desean.
El señor Blancmanche no dijo nada, pero Takuto logró oír que gruñía ligeramente. No por molestia o enojo, sino porque quizás estaba pensando en lo que le había dicho. Tal vez era más consciente de la razón por la cual Mint se había marchado de lo que ella creía.
– Entiendo que usted valora mucho a su hija, y eso es natural para un padre. – dijo Takuto. – Sin embargo, los padres no siempre saben lo que piensan o quieren sus hijos, y hay veces en que verlos no los hará felices. Si quiere que le dé un consejo, tal vez debería intentar entender mejor cómo se siente Mint. Estoy seguro de que ella lo respetará mucho más si lo hace.
– Eres un hombre muy directo. – dijo Darno en tono seria. – Ha pasado un largo tiempo desde que alguien me habló de manera tan abierta.
– Jeje... me disculpo si lo ofendí de alguna forma. – dijo Takuto, tratando de hacer control de daños preventivo.
– Jajaja, descuida. No estoy molesto en absoluto. – se rio el Sr. Blancmanche, antes de adoptar una expresión reflexiva, y empezó a hablar por lo bajo. – ... En efecto, eres un hombre muy interesante. Debo meditar más sobre esto...
– Perdón, ¿dijo algo? – preguntó Takuto.
– No, sólo pensaba en voz alta. – dijo el Sr. Blancmanche. – Por favor, dile a Mint que me contacte en cuanto sea posible. Ahora, si me disculpas.
Y dicho eso, la comunicación llegó a su fin. La verdad, eso resultó bastante mejor de lo que Takuto esperaba. El hombre resultó ser bastante intimidante incluso a través de un monitor, pero al menos parecía bastante razonable. Ciertamente era alguien que valía la pena tener como aliado, aunque tal vez debió ser difícil para Mint crecer con alguien así como padre.
Al cabo de unos minutos, Lester le dijo que empezaba a verse algo agotado, y le ofreció relevarlo de sus deberes para que pudiera descansar. Takuto decidió aceptar la oferta, y se dirigió hacia la cafetería para cenar algo.
Apenas entró, se tomó un tiempo para aspirar el aire con el olor de la comida. Uno de esos pequeños placeres de la vida, y le alegraba haber regresado a la nave para poder seguir disfrutándola.
– ¡Oh, Takuto! ¿También viniste a comer algo?
El comandante se dio la vuelta, y allí se encontraba Forte, con su sonrisa confiada de siempre. Parecía estar feliz de verlo, y por supuesto él también lo estaba.
– Hola, Forte. Qué sorpresa verte por aquí.
– Ni tanto, es que ambos tenemos tiempo libre. – dijo ella encogiéndose de hombros. – No hay mucho trabajo por hacer mientras estamos en medio del reabastecimiento.
– Supongo, jejeje. – dijo él. Forte le sonrió de nuevo.
– Bueno, no es que sea algo malo tener tiempo libre. Ya que ninguno de los dos tenemos nada que hacer, ¿quieres que comamos juntos?
– Claro, eso suena bien. – asintió él. – Disfrutemos de nuestro tiempo de descanso juntos.
Los dos fueron a ordenar, y tal como Takuto se esperaba Forte ordenó una ración de oden para ella. Takuto decidió saltárselo, a riesgo de que ella fuese a tratar de quitárselo de nuevo igual que la otra vez, y pidió el especial del día. Los dos se sentaron a la mesa, y mientras comían, empezaron a charlar. Forte tenía muchas anécdotas que contarle sobre la Brigada Angel, por lo que incluso después de terminar de comer se habían puesto a conversar y reírse de los incidentes que habían ocurrido cuando Forte las entrenaba.
– ... Y al final resultó que Ranpha terminó arrastrada de nuevo por la suerte de Milfie.
– Jajajaja, pobre Ranpha. – se reía Takuto. – No me había dado cuenta de eso.
– Jaja... sí, estas cosas son muy buenas... – dijo Forte luego de terminar de carcajearse.
– ¿Te parece bien que Ranpha haya sido la víctima? – preguntó Takuto.
– Eso no, quise decir... es agradable conversar así, sin preocupaciones. – dijo ella.
– Oh, a eso te referías. – Takuto finalmente entendió. – Es cierto, desde el baile, no habíamos tenido tiempo de pararnos a respirar un poco.
– Bueno, pero no podemos bajar la guardia. – dijo Forte, adoptando de nuevo un semblante serio. – La verdadera batalla comenzará pronto.
Y justo en ese momento, sonó una señal por los altoparlantes, y la voz de Almo comenzó a avisar que el reabastecimiento había terminado y ya estaban listos para irse de Blancmanche. Naturalmente, también lo llamó a él para que regresara a su puesto en el puente en el acto.
– Cielos, hablando de un descanso corto... – suspiró Takuto.
– Bueno, no sirve de nada lloriquear o quejarse. – dijo Forte, sonriendo de nuevo. – Hora de volver al trabajo, Sr. Comandante.
Qué remedio, pero así eran las cosas. Por lo menos, viendo el lado positivo, el reabastecimiento y las reparaciones habían transcurrido sin problemas, así que ahora podrían continuar el viaje de regreso a la capital del imperio, y la Luna Blanca.
Aunque Takuto sabía que el camino no estaría exento de obstáculos, nada podría haberlo preparado para lo que vendría a continuación. Algo que lo pondría a prueba como comandante del Elsior, y como hombre.
Esta historia continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top