Ángeles de luz (11-2)

Habían transcurrido dos meses desde lo que en la historia futura de Transbaal se conocería como "la Batalla de las dos Lunas". Las noticias de la muerte de Eonia y la destrucción de la Luna Negra se extendieron como el fuego por toda la galaxia, y docenas de sistemas que habían caído bajo su control rápidamente comenzaron a celebrar la caída del usurpador. A su vez, los seguidores del mal llamado "Legítimo Imperio de Transbaal", una vez que se enteraron que su líder había muerto, sólo tuvieron dos opciones: entregarse pacíficamente, o salir huyendo a las fronteras para evitar su castigo.

Muchas cosas habían sucedido en este tiempo. Las labores de reconstrucción y de ayuda a las víctimas que sufrieron por las ambiciones de Eonia tenían a todos en el imperio muy ocupados, pero incluso tras toda la tragedia, se vislumbraba mucha esperanza en el futuro, especialmente con la coronación de Shiva Transbaal como emperador, o mejor dicho, emperatriz. La princesa decidió que no había más motivos para seguir ocultando su sexo, y el día de su ascensión anunció públicamente que era una mujer. Esto naturalmente tomó por sorpresa a muchos, pero en ausencia de más herederos al trono, y en vista de las circunstancias, la gente lo aceptó rápidamente.

En cuanto a Takuto, por su logro como comandante del Elsior y de la Brigada Angel, recibió una condecoración especial, con una gran ceremonia y todo. Dicho día quedaría profundamente grabado en la memoria del joven comandante por el resto de su vida, incluso más que la ceremonia de coronación de Shiva.

...

Takuto, Lester, la tripulación del Elsior y la Brigada Angel habían sido convocados a una mansión propiedad de la familia real de Transbaal, que milagrosamente se había salvado tras el bombardeo orbital de Eonia. Este era el lugar donde Shiva había establecido su residencia, y aunque no fuese tan grande ni tan lujoso como el palacio imperial, aun así Takuto no podía evitar sentirse un poco fuera de lugar.

Una vez que sonó la trompeta de anuncio, él y Lester caminaron por la alfombra roja, hacia donde le esperaban la ahora Emperatriz Shiva, y detrás de ella Luft, que también iba con su uniforme.

– Ahora mismo procederemos a entregar los honores. Primero, Takuto Mayers, un paso al frente.

– Sí, señor. – Takuto obedeció y se colocó delante de la emperatriz, que procedió a tomar una medalla para colocársela alrededor del cuello. Takuto se inclinó para facilitarle la tarea.

– Mayers, ciertamente te has hecho distinguir. – dijo la emperatriz. – Con tus propias manos, has salvado a todo el Imperio de Transbaal.

– No soy digno de recibir sus alabanzas, Majestad. – replicó Takuto, levantando la mirada. – Es un gran honor.

– Hmm... ¿no estás siendo un poco sumiso hoy? – preguntó Shiva con curiosidad.

– Nah, simplemente quiero que esto termine rápido para irme a disfrutar de la fiesta. – replicó Takuto por lo bajo. Aunque algunos de los presentes lo oyeron y no pudieron evitar ahogar sus propias risas. La propia Shiva también pareció encontrarlo divertido.

– Jeje, me lo imaginaba. Yo también pensaba lo mismo.

– *Ejem*. – Luft se aclaró la garganta. – Es vergonzoso ponerse a charlar de manera tan casual en medio de una ceremonia tan importante, Su Majestad.

– Ya, ya lo sé. – replicó Shiva. – Entonces permítame continuar, Primer Ministro Luft.

– Jejeje, ¿ya se han acostumbrado a sus nuevos títulos? – preguntó Takuto, visiblemente divertido por la mueca que hizo su viejo mentor cuando lo llamaron de esa forma. – ¿Eh, Gran Emperatriz Shiva y Primer Ministro Luft?

– No empieces, Takuto. – replicó el veterano enfurruñado. – La piel se me enchina de oírte llamarme así.

– Concuerdo. – dijo Shiva. – Yo tampoco quiero ser reverenciada tan formalmente.

– Pero ahora ya no son simplemente un comodoro o una princesa. – señaló Takuto. – ¿Cómo se supone que debo llamarlos entonces?

– Supongo que... tienes razón. – Shiva miró a Luft, que simplemente rodó los ojos con resignación. Takuto volvió a reírse.

– Bueno, ya se acostumbrarán pronto. Por cierto, Su Majestad, ¿cuándo será reconstruido el palacio imperial?

Shiva movió la cabeza negativamente, antes de hablar con un tono ligeramente solemne:

– No lo será. Me mudaré a esta residencia temporal.

– Oh, ya veo. – La respuesta de la emperatriz tomó a Takuto por sorpresa. – ¿Pero por qué?

– Cuando te desesperas por recuperar lo que has perdido, ¿qué camino tomas? – preguntó Shiva en tono muy serio. – Lo he visto con mis propios ojos.

Takuto inmediatamente lo entendió. – ... Eonia, ¿verdad?

– Así es. – asintió Shiva. – En lugar de eso, decidí que encontraría un nuevo lugar, desde dónde comenzar por un nuevo camino.

– Me parece una idea espléndida. – Takuto sonrió con aprobación. – Usted puede hacerlo, Su Majestad.

Empezar de nuevo, en otro lugar, por un nuevo camino. Sonaba como una buena forma de dejar atrás la tragedia que fue la guerra contra Eonia. Sin duda una buena señal para el futuro de Transbaal a partir de ahora.

– Ah, disculpen por entrometerme, pero... ¿podríamos continuar con la ceremonia? Se me está poniendo rígida la espalda.

– Oh, Lester, ¿todavía seguías aquí? – preguntó Takuto en broma.

– Qué descaro. – replicó Lester. – He estado detrás de ti todo el rato. Lo de la fiesta está bien, pero que no se te olvide tu trabajo. Recuerda que eres el comandante del nuevo equipo de exploración e investigación en las fronteras.

– Sí, ya lo sé. – dijo Takuto. Por supuesto que no se le había olvidado. – Estaremos buscando a remanentes de la flota de Eonia que hayan escapado a las fronteras del imperio... oficialmente, al menos. Ya que en realidad estaremos buscando más tecnologías perdidas como la Luna Negra.

– Siento mucho que de nuevo te estemos poniendo a cargo de un trabajo tan problemático. – dijo Luft.

– No se preocupen por eso. – Takuto le restó importancia. – De hecho, si he de ser honesto, me siento bastante emocionado al respecto. Podré cumplir uno de mis sueños de la infancia, de poder navegar a donde quiera, a través de este gran mar de estrellas.

– Ya veo. – Luft sonrió. – Igual, cuídate mucho, Takuto.

– Aún no puedo creer que estaremos persiguiendo lo mismo que Eonia. – dijo la Emperatriz Shiva, con el tono algo grave. Era comprensible, pensar que ahora habían adoptado la meta inicial que fue la raíz de todo este conflicto. Takuto sin embargo, no estaba del todo de acuerdo.

– Aunque su meta sea la misma, usted y Eonia son totalmente diferentes. – señaló Takuto. – Eonia se aferraba al pasado, y trató de utilizar la tecnología perdida para fines retorcidos. Pero usted piensa en el futuro, y mientras mantenga esa visión, el imperio estará en buenas manos.

– Hmm. – Shiva sonrió y asintió. – Por eso, juro aquí mismo que haré mi mejor esfuerzo, para que el futuro del imperio sea mejor, para toda su gente.

– Estoy seguro que así será.

– Contamos contigo, Mayers. Estaré esperando tu regreso muy ansiosa.

...

El resto de la ceremonia prosiguió sin mucha pompa, ya que después de recibir su condecoración Lester no quiso decir más nada. Seguramente sintió que Takuto se había llevado toda la atención al conversar con la Emperatriz y el ahora Primer Ministro Luft. Y no fueron los únicos en cambiar de títulos: todas las miembros de la Brigada Angel también fueron ascendidas de rango por su vital papel en poner fin a las ambiciones de Eonia.

Y esa era la razón de estar aquí hoy. Takuto había tenido que levantarse muy temprano para ir al puerto espacial, donde lo estaba esperando el Elsior para partir en la misión que le fue asignada. Para sorpresa de nadie, tanto Lester como la Brigada Angel lo estaban esperando en la entrada, ya que habían venido para verlo partir. Las Angels se quedarían de vuelta como guardianas de la Luna Blanca, mientras que Lester había sido transferido para ser comandante de su propia nave.

Lo acompañaron hasta el lobby del puerto espacial, ya que todavía quedaba algo de tiempo y se pusieron a charlar, hasta que le llegó el aviso. Todos se pusieron de pie y procedieron a despedirse uno por uno.

– ... Ya casi es hora de partir. – dijo Milfie. – Takuto-san, gracias por todo lo que has hecho hasta ahora.

– No, soy yo quien debe agradecerles a todas en la Brigada Angel. – replicó Takuto. – Gracias por haber cuidado de mi todo este tiempo.

– Fue muy divertido acompañarte. – continuó Milfie. – Por favor no te olvides de nosotras mientras exploras la frontera.

– Por supuesto, jamás podría olvidarme de ninguna de ustedes.

– ¿Seguro que estarás bien sin nosotras? – preguntó Ranpha.

– Estaré bien. – respondió él con confianza. – Me las he arreglado hasta ahora, después de todo.

– No es que esté preocupada por ti, honestamente... – respondió la rubia algo enfurruñada, antes de sonreír. – Bueno, eres tú, después de todo.

Takuto se rio ligeramente. – Jejeje, cuídate tú también, Ranpha.

– Escuché que la misión en la frontera será muy larga. – intervino Mint. – Si algún día llegas a aburrirte, por favor ven a visitarnos en la Luna Blanca.

– Te invitaré un trago cuando lo haga. – dijo Takuto. – Te debo mucho a ti también, Mint, gracias.

– No, soy yo quien debería agradecerte. – replicó la peliazul, agitando sus orejas telepáticas. – Me recordaste que hay personas en el mundo que no están atadas por las leyes del sentido común.

– Jaja... de nada, supongo. – replicó Takuto, sin saber si debía sentirse halagado por ese comentario.

– ... Gracias por toda tu amabilidad, Takuto-san. – Esta vez vino Vanilla. Hoy estaba más sonriente que de costumbre, lo cual tratándose de ella era decir mucho.

– Cuídate mucho, Vanilla. – dijo Takuto. – Sabes, comparada a como eras cuando nos conocimos, ahora te ves mucho más feliz.

– Sí... – asintió ella. – Siento que gracias al tiempo que pasé contigo... pude cambiar poco a poco.

– Ya veo... me alegro que pienses eso. – Takuto miró el reloj y se dio cuenta que ya estaba sobre la hora. – Bueno, ya es tiempo de que parta el Elsior, así que debo marcharme.

– Hasta aquí te acompaño entonces. – dijo Lester, siendo el único que faltaba por despedirse. – Cuídate mucho allá afuera, Takuto.

– Gracias, Lester. ¿Vas a estar bien sin mí?

– Esa debería ser mi línea. – Lester se cruzó de brazos. – ¿Ya te has preparado lo suficiente? Tu nuevo adjunto será mucho más estricto que yo.

– ¿Qué dices? – Takuto se rio por la implicación. – Claro que voy a estar bien. Me las arreglaré de alguna forma.

– Bueno, supongo que no debo preocuparme, eres tú, después de todo. – Lester se encogió de hombros. Exhaló ligeramente, y luego extendió su mano para un apretón. – ... Ya es hora. Hasta pronto, Takuto.

– Claro, cuídate tú también. – Takuto le dio la mano a su mejor amigo, y luego de soltarla miró por última vez a las Angels. – Cuídense todas, adiós.

Takuto se fue por el pasillo, ya sin mirar atrás. No tenía sentido prolongar esta despedida más de lo necesario. El Elsior, su nueva misión, y por supuesto su nuevo adjunto, lo estaban esperando.

...

Al mismo tiempo, en la Luna Blanca, dos personas observaban fijamente el puerto espacial. Sabían que el Elsior pronto iba a salir a una misión que duraría varios meses, y no podían evitar sentir algo de nostalgia, con todos los acontecimientos de los últimos meses.

Esa mañana, la Brigada Angel había venido a preguntarle a Shiva si quería acompañarlas a despedirse de Takuto; después de todo, pasaría un largo tiempo antes de que volvieran a verlo. Shiva declinó, alegando que tenía deberse que cumplir, aunque Lady Shatoyarn tenía la sospecha de que sus razones para no despedirse eran más personales que otra cosa. Lo cual acababa de confirmar con las palabras que le dijo.

No era una sorpresa, después de todo. Ese joven, el Comandante Mayers, era un hombre realmente interesante, tal como le dijo el entonces Comodoro, ahora Primer Ministro Luft, cuando le habló sobre él por primera vez. Sin embargo, por dentro debía reconocer que excedió sus expectativas. Más allá del hecho de que fuese capaz de llevar al Elsior y a la Brigada Angel a la victoria en contra de Eonia y de la Luna Negra, le estaba agradecida por haber hecho que Shiva abriese su corazón por primera vez. Eso también le dio a ella el valor de decirle la verdad sobre su relación, y se sentía mucho más feliz gracias a eso.

– Entonces... ¿qué harás a partir de ahora, Shiva? – le preguntó.

– Sé que aún tengo mucho por aprender, pero en lugar de aislarme, quiero ver y experimentar cosas por mí misma. – replicó Shiva. – Quiero conocer los otros sistemas del imperio, conocer las necesidades de mi gente, para entenderlos mejor y guiarlos hacia el futuro que se merecen.

– Es una gran responsabilidad. – dijo Lady Shatoyarn en tono serio. – No será sencillo.

– No, las cosas importantes nunca lo son. – admitió Shiva. – Pero sé que no estoy sola. Tengo al Ministro Luft como mi consejero de mayor confianza, a la Brigada Angel... y por supuesto a ti, querida madre.

Lady Shatoyarn se llevó la mano al pecho. No importaba cuántas veces lo dijera, el oír a Shiva llamarla "madre" siempre le producía una profunda alegría. Aunque ese hecho todavía era mantenido en secreto, salvo por los pocos a quienes Shiva se los había revelado abiertamente, el hecho de que ambas lo supieran era más que suficiente. Y estando en la Luna Blanca siempre podían actuar como madre e hija sin miedo a que nadie las señalara o juzgara por ello.

– Que la buena fortuna acompañe al Comandante Mayers, dondequiera que vaya. – dijo Lady Shatoyarn, con las manos en posición de rezo. Shiva la imitó también.

– A él, y también a la persona que su corazón a escogido. Ambos se lo merecen.

Shatoyarn miró a su hija. Aunque no se lo hubiera dicho, para ella no era un secreto que ella había desarrollado sentimientos por el Comandante Mayers. Obviamente, por varias razones, no podía suceder nada entre ellos, pero a Shatoyarn le reconfortaba que su hija lo aceptara con la madurez de una adulta, e incluso les deseara lo mejor a ambos.

La Santa Madre de la Luna Blanca presentía que esa relación se convertiría en un futuro no muy lejano en la columna vertebral que protegería a Transbaal y a su gente de muchas futuras amenazas. Por ello, rezaría a la Luna Blanca todos los días para que protegiera ese amor.

...

Se sentía muy bien volver a caminar por los pasillos del Elsior. Ahora ya no necesitaba un guía, se sabía perfectamente el camino hacia el puente, donde ya lo estaban esperando. Coco y Almo lo estaban mirando algo enfurruñadas, la primera con los brazos en jarras y la segunda claramente golpeando el pie en el piso con impaciencia.

– ¡Llega tarde, Comandante Mayers! – se quejó Almo en cuanto lo vio.

– Bueno, perdón, es que me tardé más de lo que pensé en despedirme. – se excusó él.

– Su subcomandante le ha estado esperando muy impaciente. – dijo Coco.

– Sí, perdón. – dijo Takuto, mientras asumía su asiento habitual. – Bueno... ya es hora de irnos, Srta. Subcomandante.

Esa fue la señal para Forte, que también asumió su nuevo puesto, mientras le colocaba una mano en el hombro. A su vez, Almo y Coco fueron a sentarse a sus estaciones respectivas.

– Claro. ¿Permiso para despegar, Comandante Mayers?

– Concedido, Subcomandante Stollen. – replicó él, intentando imitar el tono serio de la pelirroja.

– ¡Elsior, muevan esos motores! – declaró Forte. – ¡Hora de despegar!

– ¡Entendido, señora! – replicó Coco.

– ¡Elsior, listo para despegar! – dijo Almo. – ¡En marcha!

La nave comenzó a vibrar ligeramente cuando los motores cobraron vida. Una vez que el puerto espacial les dio luz verde y las compuertas de la bahía de atraque se abrieron, la nave comenzó a moverse hacia adelante, dejando el puerto espacial de Transbaal tras de sí. Su nuevo viaje acababa de comenzar.

– Uff, por fin nos vamos a la frontera. – dijo Takuto. – Esto se siente muy emocionante.

– Jejejeje...

– ¿Huh? ¿De qué te ríes, Forte?

– No, es que estaba pensando. Cuando te conocí por primera vez, jamás me habría imaginado algo como esto. – dijo ella.

– Yo tampoco. – admitió él. – Tenerte como mi adjunta se siente como si fuera un sueño.

– Pero no es un sueño. – dijo Forte, sin dejar de sonreír. – Estaré contigo a partir de ahora. Para siempre, si así lo deseas.

– Entonces mi respuesta ya está decidida. – respondió Takuto. – Por favor, quédate conmigo, Forte. A partir de ahora, y por el resto de mi vida.

– Gracias, Takuto. – dijo ella. – Seré tu compañera por el viaje de la vida.

– Presiento que no será un viaje aburrido en lo más mínimo.

– Por supuesto que no, no lo será. Porque estaremos juntos. Cuento contigo a partir de ahora, Takuto.

FIN.

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